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Los dias contados (1962)

Los dias contados
102 min.
7,0
115
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Sinopsis
Mientras viaja en tranvía, Cesare presencia la muerte de un pasajero debido a un ataque al corazón. Profundamente impresionado, decide, de la noche a la mañana, dejar su trabajo y replantearse su vida. (FILMAFFINITY)
Género
Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Italia Italia
Título original:
I giorni contati
Duración
102 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1962: Festival de Mar de Plata: Mejor película
7
Persiguiendo lo imposible.
243/22(25/07/22) Con motivo del 60 aniversario del estreno (25/03/07) de este para mi desconocido film, me lo he visto debido a sus buenas críticas, siéndome un sugestivo drama, que da a la reflexión. Dirigido en su segunda labor en este campo por el italiano Elio Petri, con sentido dramático, componiendo escenas cargadas de simbolismo, con un buen ritmo en este encadenado de viñetas de un tipo en crisis que busca el sentido a su anodina vida. Con guion de Carlo Romano que adapta una historia del director y de Tonino Guerra (“La aventura” o “Amarcord”), inspirándose en experiencias propias de Petri, en el padre que a los 50 años había dejado su trabajo (como calderero), en una cinta con claro sabor neorrealista transalpino, indagando en la alienación de rutina diaria, donde se expone al ordinario protagonista Cesare (encarnado por un maravilloso Salvo Randone, actor fetiche de Petri) en un ente absorbido por la masa, visualizado con una cámara con gran sentido dramático en glorioso b/n manejada por el DP Ennio Guarnieri (“El jardín de los Finzi Contini” o “Ginger y Fred”), con grandes contrastes de grises, engullendo a Cesare en la masa (ya desde el inicio en el bus), mostrándolo en una ciudad triste, macilenta, lo vemos surcar la urbe en tranvía, a pie, bus, en vespa (la escena en que monta en una vespa con piloto para hacerlo seguir a un camión de bomberos, de modo infantil y bucólico), ello con las aun huellas de la post-guerra, incluso lo vemos en una playa atestada de gentío.

Cesare cual epítome de la clase media, en su mente ha sido aplastado y dejado sin vitalidad sumido en una rueda que no le deja lugar para disfrutar de los pequeños placeres, el trabajo es visto como el obstáculo para obtener tiempo para poder ser Feliz (que palabro tan perseguido), “cuando trabajas no piensas en nada, como distracción funciona bien”, dice Cesare. En realidad, todo esto me resulta bastante vago en sí, pues la idea si es llevada al extremo aun viviríamos en las cuevas y tapados con hojas. Si nadie trabajara seriamos una sociedad ociosa y hedonista que, por supuesto no funcionaría, es una idea que, sobre el papel, si solo la realiza uno es muy para pensar en lo que podría ser, pero en realidad resulta surrealista que alguien pueda pensar en hacer esto (como bien le dicen: “si quieres comer, tienes trabajar”), y menos alguien de un estrato social bajo. Y esto ya me hace chirriar el desarrollo, aunque nunca está de más una mirada existencialista ("eres existencialista sin saberlo", le dice un marchante a Cesare) a si ha merecido la pena el viaje a nuestra mediana edad (soy casi de la misma edad de Cesare).

Tiene un vigoroso arranque, con este fontanero que es Cesare viajando al trabajo en autobús, ve a un hombre de su edad que ha muerto repentinamente en el asiento, y sufre una epifanía y decide dejar su curro para intentar disfrutar de la vida e intentar recuperar el pasado perdido, lo que se llama buscar (lo inalcanzable) del Sentido de la Vida, y con ello una mirada de frente a la muerte (un diálogo del inicio en que Cesare le dice a un amigo que quiere dejar de trabajar porque vio morir a un hombre de su edad y cree poder ser el siguiente, "Bueno, los bebés también mueren, entonces nunca debiste trabajar", le espeta el amigo). Trabajar es una necesidad de la que no se puede escapar, dando valor al título traducido de ‘Los días contados’. Pero este existencialista objetivo no será precisamente miel sobre hojuelas para Cesare, con el que empatizaremos por su patetismo, su buenismo, sus aspiraciones utópicas.

Cesare desembocará en una odisea de varias etapas que en cierto sentido recuerda a la de Kanji Watanabe en “Ikiru” (1952) de Kurosawa, aunque con la diferencia sensible que al italiano no le han diagnosticado una muerte cercana, pero su periplo es similar en como ambos intentan que su vida cobre vida (valga la redundancia). Ese tipo que, para marcar la ruptura con su vieja vida, para dar comienzo a la nueva se pone su mejor traje, y con ello indagar en los sueños por venir, e incluso por los frustrados e intentar enderezarlos, como es el caso del antiguo amor que desea reanudar, pero el paso de Cronos es lapidario.

Es el protagonista un tipo que parece con su vida pretérita agotada, sin chispa, sin nada que le aliente, con un hijo que solo se interesa en que de donde va a sacar dinero para darle si deja el trabajo, no se preocupa del porque lo que ha hecho. Tiene diferentes etapas (cual Kanji), desde ese intento de recuperar un muy antiguo amor ( Giulia encarnada por una notable Regina Bianchi), esa visita a la playa, esa turbadora relación con la ‘Lolita’ (a la que termina viendo como alguien que busca sus sueños sin importar nada más y eso le conmueve al verse reflejado en ella), ese día con el ‘charlatán artista’, todo etapas saldadas con amargura y desilusión, y como último intento de recuperar lo perdido vuelve a su pueblo natal, pero este clavo ardiendo…

Y al final se topa con la cruenta realidad y es que no es posible poder vivir sin dinero (hay que ser muy listo para saber esto?), y solo tiene dos caminos (el de que le adelanten la pensión no ha sido posible a su edad), volver al ‘curro’ o ir por la vía ilegal. Y con esto llegamos al clímax en una escena con ribetes a terror, con escenario en un lugar deprimente, maravillosamente rodada, haciéndonos sentir pavor, donde los límites éticos sobre la supervivencia (no en el sentido de vivir o morir, si no en el de hacer un sacrifico por seguir haciendo lo que quieres), colisionan y entonces hay un enfrentamiento con el Mundo Real.

Salvo Randone como el absoluto protagonista da una lección de contención, de mundo interior, de gama de emociones que emite con su fabulosa expresividad de tipo ordinario, poseedor de unos ojos tristones que proyectan melancolía. Actor fetiche del director Petri, apareciendo en papeles importantes en prácticamente todas las películas del director.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
No importa si los días están contados, lo importante es que cuenten para ti y para la humanidad
Todavía lo conservo fresco en la mente representando al incisivo y pertinaz comisario Palumbo en "El Asesino" (¿no sería de aquí que surgió la idea del comisario Columbo que, desde 1968, representara Peter Falk?) y me ha alegrado saber que, Salvo Randone, tiene ahora el rol protagónico en el segundo filme de Elio Petri, "LOS DÍAS CONTADOS". Aquí también es un investigador, pero no hace parte esta vez del cuerpo policial, sino que es un modesto fontanero que, tras ver como un hombre, de más o menos su edad, ha muerto repentinamente en un autobús, decide abandonar su trabajo para entregarse un tiempo a reflexionar sobre el sentido de la vida, pues, comienza a tener la sospecha de que sus días están contados.

Su amigo, Amilcare, pintor de señales en las carreteras, será quien tenga que soportar sus disquisiciones derrotistas, y aunque le aclara que los días contados los tenemos todos, don Cesare sigue su desolado camino, viendo en cada conocido y en cada entorno, un presagio que alienta, vez tras vez, el más triste de los ocasos.

En un ambiente puramente neorrealista, la cámara de, “LOS DÍAS CONTADOS”, se sumerge en las calles y en las barriadas mostrando la cara amarga de un país que aún no se recupera de la ruina en que lo dejó la última gran guerra; y en los corazones de la gente, todavía hay dolor, desencanto y agotadas esperanzas que muy pocas veces se realizan.

Don Cé (como le llaman sus amigos) es un hombre bueno, generoso, limpio como el que más, pero, el destino parece dispuesto a probarlo a ver si, en semejante medio, es capaz de preservarse íntegro… ¿Lo logrará?

Elio Petri, me convence aquí de que es un verdadero artista, porque, como los grandes, tiene metida entre ceja y ceja la clara y firme idea de dejar bien plasmado un carácter ejemplar y una dura realidad, y con cada imagen, uno se da cuenta de que le importa un rábano si su filme es un éxito o si da dinero, pues, ser honesto consigo mismo, y con la historia, es lo único que realmente cuenta para él.

Es fácil encariñarse del singularísimo, don Cé, y con cada anécdota y con cada personaje, llegamos a comprender que no importa tanto la pobreza, si se tiene dignidad y bondad en el corazón; y cuando nos hacemos conscientes de esto, la vida recobra enseguida su más especial y maravilloso sentido. Porque, en definitiva, no importa si los días están contados, lo importante es que cuenten para ti y para la humanidad.

Atinado guion de Elio Petri y Tonino Guerra con la colaboración de Carlo Romano, y una historia que, si consigue verse con el estómago lleno y el corazón bien dispuesto, quizás nos haga sentir que, lo que estamos haciendo por el resto del mundo, es demasiado poco… ¡y así no debe ser!
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2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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