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Hay que deshacer la casa (1986)

Hay que deshacer la casa
90 min.
5,3
217
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Trailer
Sinopsis
Después de muchos años de ausencia, Ana, que vive en París, regresa a Guadalajara. Vuelve para repartir la herencia de sus padres. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Hay que deshacer la casa
Duración
90 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1986: 1 Premio Goya: mejor actriz (Amparo Rivelles)
1
Fuera, Mozart, le dijo la sartén al cazo
No hay por donde cogerla. Menudo desastre. En todos los sentidos, temas o géneros que toca o emprende es falsa, forzada, tópica, chabacana, histérica, pesada, grosera y mira que ellas dos son estupendísimas y casi el resto de actores igualmente, pero el texto es lamentable y la dirección vaya...
Además es de un coyuntural que tira de espaldas, esa naciente no tan inocente democracia con un pie en el estribo todavía del franquismo que recurre a todo tipo de excesos y magulladuras, a gestos, poses y adefesios para tratar de marcar la diferencia y llamar la atención, pero no hay manera, parecidos perros, iguales collares.
Al principio, cuando trata de ser una comedia, da pena, al final, cuando intenta ponerse más seria llorera, da risa (y pena), por el medio o camino ni se sabe, casi mejor correr un estúpido velo, a ratos casi da hasta apuro o vergüenza, te pellizcas, asombra, vulgata.
Utiliza a los gays de forma paródica carnavalera sandunguera sin ninguna gracia (Kremel no lo hace mal de loca, pero es que su papel es muy obvia), insufrible, a los padres de manera desalmada y estúpida, la relación entre ellas y el relato de sus propias vidas del modo más banal, torticero, fullero y de lugares comunes lleno, por no hablar de su psicología o motivaciones o intereses que dan unos bandazos de no te menees, la "extranjera" pasa de querer el dinero o hasta contar, así lo dice, que lo necesita (se supone que mucho), de sospechar que se lo quieren quitar y por ello reclamar, a no importarle absolutamente nada y quererse ir tal cual, con lo puesto, con una mano detrás y otra delante, sin nada, a todo correr, la otra, la más nativa o lugareña, de estar todo el día dando la murga con el tal Agustín, su amado marido, con él eternamente en la boca, en la punta de la lengua, obsesa, lo idolatra, punto total de referencia, a odiarle en un segundo, y la otra de adoptar un tono actitud de pasota, ahí me las den todas, todo se la refanfinfla, se la trae al pairo, la herencia, las cuitas, el mundo, las pasiones, los maricas, los hombres y su marido sobre todo, a poco después poco menos que reconocerse como una de su pareja marioneta, mandada, sin voz ni voto, la chica (de la) maleta, esclava y señora, las dos de más o menos escépticas y distanciadas a reinas del drama en un ay o respiro, de sabias cachondas a de guardería niñas, ardores y furores uterinos en algún caso mediante o ataques de ira según sople el viento en el otro en tres cuartos de rato, o la misma película, de la comedia más bufa, idiota, escatológica Ozoriana Almodovariana a querer ponerse Bergmaniana o tan Ibsen en un suspiro y un copazo que pasa como si tal cosa, todos esos giros o cambios de estado o personalidad hechos sin ningún sentido, a la buena de dios, lo mismo que la mirada con la que se cuenta la historia que se bambolea entre la sátira, el melodrama, el costumbrismo, el esperpento, la risa, la rabia, la jodienda, la joda y mucho más a la carrera y que salga el sol por Antequera o por dónde sea.
Sería, por decir algo, una enmienda a la totalidad de lo parido, a la familia, al matrimonio, al régimen antiguo, a las tradiciones, y una despelotada y corrosiva sarcástica oda a los tiempos actuales ochenta, a/de los maricones, los aspirantes a trans, los socialistas, los hombres, las mujeres, las procesiones siempre (reírse de las religiones, asignatura nunca pendiente, la cristiana, la carcunda o carcundia, por supuesto, hombre), los curas, las madres, los amantes, los hijos (horrorosa entente, te sacarán los ojos los cabrones a nada que te descuides), los pedantes, los partidos, los de izquierdas, los de derechas, se caga en la nación entera, y diría que trata de ser transgresora contracorriente liberadora desprejuiciada y divertida y es más bien una tontería rijosa absurda caótica cliché chorra idiota agotadora.
Casi lo único bueno es el ratico que sale Agustín González, te ríes, la saeta (la voz, supongamos) de Rocío Durcal y, claro, ellas, sobre todo la Rivelles a la que tenía perdida la pista (en cine no se prodigó mucho en los/sus últimos tiempos) y es un gusto verla (dato necrófilo que nada importa o aporta: murieron estas dos inmensas actrices casi al mismo tiempo, entre octubre y noviembre del 2013, hermanadas en la definitiva hora, ahí queda).
José Luis García Sánchez trata de ser Berlanga (Azcona, que Dios le perdone que yo no puedo, por ahí anda, en el guion, adaptación de una obra de teatro, nada menos) y le sale casi una peli del gran Mariano, de destape con aviesas ávidas pretensiones, de chichinabo ínfulas, es decir, peor si cabe, quiso hacer un Moros y cristianos + Persona y acabó firmando Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón para señoras de mediana avanzada edad, horror sin parangón ni colofón, al mogollón.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
DOS HERMANAS BASTANTE ALEJADAS
José Luis García Sánchez nos introduce en una historia en la que dos hermanas, separadas en el tiempo y en el lugar, vuelven a unirse para resolver una herencia, una gran casa y poco más. Con las dos Amparos, la Soler y la Rivelles en las que sus actuaciones son más que dignas; la Rivelles obtuvo un Goya, ellas son quienes soportan el peso y el paso de la película, a pesar de contar con actores relevantes de la época, como Agustín González y José Luis López Vázquez, pero con papeles muy secundarios. Ellas reviven el pasado, los recuerdos les llevan a abrazarse y a alejarse en cada momento, todo ello justificado por continuos reproches, mentiras o medias verdades, ambiciones, secretos, y una cosa en común, la botella de Magno, que las hace mirar más al futuro que al reiterado pasado de sus conversaciones. La entrega resulta entretenida por momentos, solo que el desenlace final te deja casi como si hubiera de empezar la película de nuevo. En definitiva, una historia bastante intranscendente, bastante bien contada y bastante aceptable. Con un 6 tiene bastante.
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