Armas secretas (1950)

Frances Gray, prestigiosa entomóloga de Londres, es enviada a un misterioso país de los Balcanes para que investigue en unos invernaderos un posible virus venenoso inoculado en ciertos insectos.
Película más bien flojita que parte de un guión nada desdeñable de Eric Ambler pero que Roy Baker no sabe llevar con acierto a la pantalla. Desde la llegada al misterioso país balcánico todo lo que sucede ni es creíble, ni tiene sentido, ni nos engancha. El ritmo de la película es desesperadamente lento y la interpretación de los actores (salvo Marius Goring) no contribuye en nada a la credibilidad de la historia. Por otra parte, la secuencia final de la estación, no sólo no se entiende sino que tiene un fallo garrafal en su montaje.
En resumidas cuentas, ni los maravillosos ojos de Margaret Lockwood nos hacen seguir la historia con interés.

Simpática producción británica en la que terminada la guerra se toma como referencia de enemigo el bloque oriental. Por tanto, se recibe un informe de que un país no mencionado está experimentando con armamento bacteriológico. Para comprobarlo el Estado Mayor convence a una bióloga civil, muy puesta en el tema, para que se introduzca en dicho país, se meta en el laboratorio y compruebe los experimentos.

La película no está mal. La producción y el guion ambienta muy bien la trama por lo que la intriga convence. Una curiosidad es que aún especificando que se trata de un país de la Europa del Este, se utilizan referencias francesas: La mujer convertida en espía se llama "Frances", el laboratorio está en "Pariza" (obvia similitud con París), e incluso usan el idioma francés, aunque no sea el suyo.

Así que peligrosa aventura de una bióloga solterona que influenciada por seriales radiofónicos de héroes, se lanza a espiar jugándose el tipo. Por suerte será ayudada por un periodista. ¿Abandonará la soltería?