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Rikyu (1989)

Rikyu
135 min.
7,0
214
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Sinopsis
En el siglo XVI, todas las artes florecían en Japón, como también las guerras y las intrigas por el poder entre los distintos señores feudales. Rikyu, un sereno y prudente maestro del té, tratará de templar la mayor ambición de su poderoso señor: crear un gran imperio japonés en el Pacífico, unificando Japón e invadiendo China. El uso de las invitaciones oficiales para las ceremonias del té le servirán a Rikyu para llevar a cabo sus delicadas negociaciones diplomáticas. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Japón feudal Siglo XVI
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Rikyu
Duración
135 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1989: Festival de Montreal: Mejor contribución artística
1990: Japan Academy Awards: 3 premios. 12 nominaciones
"Magnífica"
[The New York Times]
"Un clásico instantáneo"
[Los Angeles Times]
8
Para amantes del arte y de la estética japonesa
El director Hiroshi Teshigahara, fué un gran pintor, escultor, diseñador de jardines y salones de té, y aquí realiza una magnifica película llena de hermosos planos, todo un catálogo de la estética japonesa, de ritmo pausado, pero de intensidad creciente,que se detiene
en detalles de gran belleza y simbolismo todo recreado con una muy buena fotografía,


Rikyu, maestro de té, fué un personaje muy influyente de su tiempo en el Kyoto del siglo XVI.
Tanto en las en las artes, como en la política, sus ideales estéticos sientan las bases de lo mejor de la etiqueta y del gusto japonés, uniendo ética y estética, podeedor de un gran sabiduría y discrección, El señor feudalHideyoshi, poderoso señor, aunque no de origen noble, acude a su casa, y aprender la ceremonia del té, aunque carece de sensibilidad, es rudo y brusco.

Se crea una intensa relación entre ambos, en que Hideyoshi aprende lo que rodea a la ceremonia del té, aunque nunca con la conexión íntima de su maestro, ya que por mucho que se esfuerza es un auténtico patán, mientras se desarrolla la intensa actividad política de Hideyoshi, que apoya la política expansionista de Japón y es partidario de atacar Corea y China, Rikyu desarrolla el culto de la ceremonia del té, cuyos principios codificó y a la que confirió un significado filosófico y social,

La contraposición de estos dos persojes tan distintos y, que representan valores tan diferentes invita a una reflexión universal que puede doler, en la lucha no siempre ganan los buenos.
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10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El Camino del Té
Ikebana (lit. «flor viviente») es el nombre utilizado para denominar el arte japonés del arreglo floral, también conocido como kadō («el camino de las flores»), una de las artes japonesas tradicionales junto al kōdō («el camino del incienso») y el chadō («el camino del té»), del que versa principalmente Rikyu. Las tres formas de arte, surgidas cinco siglos atrás, solemnes y altamente ritualizadas, contienen aspectos extraídos del budismo y la filosofía zen y se refieren tanto al proceso de refinamiento interno como al externo ceremonial. Es por ello que Rikyu, necesariamente, es la película más ordenada, tranquila y formalmente convencional de Teshigahara, aunque paradójicamente también es la más personal, anómala y desgajada de su filmografía, justamente por no hallarse en ella ni rastro del tono vanguardista que había hecho reconocible hasta ese momento su estilo y obra.

Dicha renuncia, deliberada, perseguía un objetivo claro, que era hacer coincidir Rikyu con la estética y la pureza minimalista de tema que trata: la ceremonia japonesa del té, cuyo propósito no es tanto el acto de preparar y beber la infusión, sino servir de medio para alcanzar la paz interior y una conexión con la naturaleza que favorezca la reflexión y la meditación. De ahí que el Salón del té (chashitsu), un oasis en el triste desierto de la existencia, como decía el historiador y filósofo Okakura Kabuzo en su poético tratado «El Libro del Té» (1906), sea un espacio generalmente pequeño y deba estar lo más vacío posible, como mucho «decorado» con una caligrafía (shodo) y/o un arreglo floral (ikebana) adaptado para la ocasión dentro de un hueco típico (tokonoma); como igual de vacía, de pensamientos banales y mundanos, debe estar la mente de los fatigados invitados durante la ceremonia, donde ningún gesto, palabra o ruido debe alterar la armonía o romper la unidad.

Hiroshi Teshigahara dedicó Rikyu a sus padres: su padre Sofu era un experto en ikebana, al igual que el protagonista del filme, el famoso monje budista Sen no Rikyū (o Sen Rikyū, 1522-1591), más conocido por haber codificado y llevado a la perfección el arte de la ceremonia del té y haber tenido, forzado por las complejas circunstancias, una sutil e inesperada influencia política. La película, cuyo guión fue escrito por el mismo director (también productor) en colaboración con Genpei Akasegawa a partir de la novela «Hideyoshi to Rikyū» (1963) de Yaeko Nogami, cuenta la historia de la última parte de la vida de Rikyū (magnífico Rentarô Mikuni), que durante el Período Azuchi-Momoyama (1568-1603) fue Maestro del té y consejero personal de Toyotomi Hideyoshi (Tsutomu Yamazaki), un señor de la guerra de toscos modales y poca empatía convertido en gobernante de facto de Japón, país que había conseguido unificar pero que estaba devastado tras más de un siglo de guerra civil.

El asunto que desencadena el drama son las desmedidas ansias de poder de Toyotomi Hideyoshi, que pasan por invadir Corea y China y crear un gran imperio japonés en el Pacífico. Este militarismo expansionista choca con la naturaleza reflexiva y pacífica de su mentor. El discreto Rikyū, un hombre sabio que siempre había procurado vivir su vida sin interferir en la política y las decisiones de Estado, dedicado solo a cultivar su noble arte, deberá hacer frente ahora a su conciencia y responsabilidad moral y encontrar el coraje para enfrentarse y hacer cambiar de opinión al despiadado daimyō, aunque ello le pueda acarrear consecuencias fatales. En ese marco, Rikyu ilustra la eterna dialéctica entre el arte y la política y el inevitable conflicto entre el impulso de crear y el deseo de destruir, el cual Sen no Rikyū trata de aplacar una y otra vez a través de los rituales calmantes del chadō.

La colisión entre dos formas de pensar y entender la vida, asimismo, se refleja en el diseño de vestuario y la construcción del decorado y los sets: la nueva estética extranjera (colorida, ostentosa, estridente), relacionada con el despótico gobernante Toyotomi Hideyoshi, frente a la estética japonesa tradicional wabi-sabi, representada por el monje budista Sen no Rikyū y descriptiva de las magníficas ceremonias del té de estilo wabi-cha que este oficia, que si bien no se explican tanto como se muestran su simple observancia resulta suficiente para comprender su carácter. En las antípodas de lo excesivo y meramente superfluo, la estética wabi-sabi opta por la simplicidad y trata de encontrar el equilibrio y la belleza en la fugacidad, impermanencia e imperfección de las cosas. Es ahí donde se origina el conflicto interno de Rikyū, en tratar de conciliar el dominio de su oficio y el caos político que le rodea. La película, en relación con eso, también reflexiona sobre la idoneidad para usar y aplicar los cuatro principios del Camino del té (armonía/wa, respeto/kei, pureza/sei y tranquilidad/jaku) en nuestra vida diaria, lo que, por otra parte, nos llevaría a aceptarnos tal y como somos y nos volvería verdaderamente hermoso.

Todo en Rikyu se contagia de la elegancia sencilla y quietud zen de las artes japonesas clásicas que invoca, que van desde el ikebana y el chadō hasta la arquitectura tradicional, la jardinería (rōji es como se llama el jardín creado para la ceremonia del té) y la cerámica (a través de los chawan o tazas para el té). Dentro de su personal concepción de la belleza, Teshigahara igualmente muestra diferentes creaciones de Hasegawa Tôhaku, pintor oficial de Hideyoshi y amigo personal de Rikyū. Rikyu es un conjunto artístico donde la plácida fotografía de Fujio Morita, la sugerente música de Tôru Takemitsu y los hermosos planos, llenos de amor y devoción, se alían para transmitir un singular goce estético sobre la esencia de la ceremonia del té, a la vez que permiten una reflexión serena sobre un hombre excepcional. Esta es una película que cualquier persona que aprecie el té, el arte japonés y su estética debería ver.

Más críticas: WWW.ELHOMBREMARTILLO.COM
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