Cartas de amor a una monja portuguesa (1977)

Lenta -en ocasiones te aturde-, Jess Franco vuelve a demostrar cómo debe rodarse una película y cómo -con qué sutileza- deben rodarse el porno y el satanismo sin caer, ni en lo banal ni en el horror. El argumento cautiva a aquellos espectadores que aún creen en Juanas de Arco post-modernas. A la gente que critica a Jess, habría que decirles que Jess hizo muchas películas a lo largo de su carrera. Muchas. En 1977, año de esta película, hizo nada más y nada menos que ocho largometrajes, pero aunque hubiera hecho solo este, mi puntuación sería la misma, quiero decir que hay que valorar la complejidad de ser un apasionado de verdad, como lo era él.

Una joven ingresa obligatoriamente a un convento, pronto descubre que en ese lugar no se adora a Dios sino al mismísimo demonio, ahí es sometida a realizar actos lascivos de distinto tipo...

Queridas personas, no se equivoquen, la película no hace ninguna referencia a las misivas amorosas realizadas por Mariana Alcoforado (ver spoiler); nos encontramos ante una obra cinematográfica menor, que rosa entre el soft porn y serie B de muy baja calidad, en la cual, las actuaciones son pésimas y el argumento decae en el olvido.
Aunque, tiene sus puntos buenos, como es la ambientación y el intento de realizar una crítica social hacia la hipocresía religiosa y la Santa Inquisición, donde se sabe que la iglesia fue (y sigue siendo) conocida por la utilización de Dios para cometer actos inhumanos e inmorales, con el objetivo de obtener poder y enriquecerse.