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Zelig (1983)

Zelig
76 min.
7,6
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Sinopsis
Falso documental sobre Leonard Zelig, el hombre camaleón que asombró a la sociedad norteamericana de la 'era del jazz'. Su historia arranca el día que miente al afirmar que ha leído Moby Dick, sólo para no sentirse excluido. Desde entonces, su necesidad de ser aceptado lo lleva a transformarse físicamente en las personas que lo rodean, convirtiéndose así en un fenómeno mediático, en una celebridad sin esencia. Testigo de algunos de los acontecimientos más importantes de los años treinta, encaja a la perfección en todas partes porque asume las características tanto físicas como psíquicas de las personas con quien está para caerles bien. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Falso documental Años 20 Años 30
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Zelig
Duración
76 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1983: 2 nominaciones al Oscar: Fotografía, Vestuario
1983: Globo de Oro: Nominada a Mejor película - Comedia o Musical y actor (Allen)
1983: Festival de Venecia: Premio Pasinetti a mejor película
1983: 5 nominaciones al BAFTA, incluyendo Guión original, Fotografía y Montaje
1983: David di Donatello: Mejor actor extranjero (Woody Allen). 5 nominaciones
10
Camaleón
Pocas películas de las realizadas hasta el momento por Allen tendrán mucho que ver con Zelig. O poco tiene que ver Zelig con cualquiera de las películas firmadas por la marca Woody Allen. En definitivas cuentas, con Zelig nos encontramos ante una cinta insólita dentro de la filmografía de Allen y de prácticamente todo el cine de los últimos 30 años. La estructura formal de sus películas queda literalmente hecha añicos. Allen emplea una fórmula poco usada, la del falso documental, para construir uno de los trabajos más ingeniosos y plenos de creatividad de toda su vida artística. Hay quien opina que en esta película que apenas sobrepasa la hora y veinte minutos se esconde el más grande derroche de imaginación del inventario de ideas Allen.

Lo visual en Zelig se impone a la palabra. Y cómo. En un homenaje claro y rotundo a los años del cine mudo, Allen ambienta en los 30 la historia de un extraño y camaleónico personaje que tiene la habilidad de asimilar las características físicas e intelectuales de toda persona con la que toma contacto. La realización constituye todo un alarde técnico de fotografía y montaje. El espectador llega a involucrarse de tal forma en lo que Allen nos quiere contar que resulta muy difícil distinguir realidad e ficción, qué es lo es del mundo tangible y qué pura invención.

El puro asombro que produce una primera visión de Zelig deja al espectador con la sensación de haber asistido a un despliegue de talento fuera de lo normal, que nos encontramos ante una de las mentes prodigiosas que el cine sólo acierta a dar cada cierto tiempo.
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124 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
TODO POR LA FORMA
Woody Allen parte de una gran idea, potente como un arquetipo: la del hombre camaleónico, que carece de personalidad propia y adopta las de los circundantes. Responde a una tendencia a mimetizarse que, en mayor o menor medida, todos poseemos. Y para desarrollarla, prepara un gran dispositivo formal. Apura las posibilidades técnicas del falso documental como si, en un alarde a lo Zelig, Allen se transformara en un cineasta de escuela soviética. Reúne todo lo necesario para lograr verosimilitud y toque de época: textura vieja de películas, testimonios grabados, imágenes de noticiarios, reales y trucadas; carteleras, periódicos, entrevistas a científicos, juegos y anuncios. Todo. Ese toque está plenamente conseguido, con brillantez, y da muy alta calidad visual al film. Por otra parte, la distancia que establece frente al relato es más bien fría, aunque no se entretiene sólo en gags y emplea un corrosivo sentido de la parodia.

Una vez establecida la distancia, lo esperable sería el desarrollo de lo preparado; incrementar la temperatura y meterse en harina narrativa. Pero la distancia vuelve a establecerse, una y otra vez. La película entra en un bucle desconcertante y ahí se mantiene, en la demasiado enfática exhibición del virtuoso montaje, algo que ya hemos admirado durante la prolija y entretenida presentación del personaje y sus prometedoras características.

La duda puede acompañar al espectador durante "Zelig": la distancia está muy conseguida pero, ¿es la idónea para hacer divertida la peripecia del personaje, una vez presentado, o para profundizar en ese portentoso don de cambiar de apariencia a ojos vista?
Una respuesta posible: no hay fondo donde profundizar porque la forma se ha estirado y estirado y lo ha traído todo a la superficie, donde se hilvanan las escenas sueltas, varias de ellas notables, eso sí.
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71 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
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