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Carrozas de fuego (1981)

Carrozas de fuego
123 min.
7,0
31.685
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Sinopsis
En 1920, Gran Bretaña contaba con dos atletas excepcionales: Harold Abrahams y Eric Lidell. Las razones que los movían a correr era tan diferentes como sus vidas: pertenecían a mundos distintos, cada uno tenía sus propias creencias y su propio concepto del triunfo. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Biográfico Años 20 Deporte Atletismo Juegos olímpicos
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
Chariots of Fire
Duración
123 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1981: 4 Oscars: mejor película, guion original, bso y vestuario. 7 nominaciones
1981: Globos de oro: Mejor película extranjera
1981: Premios BAFTA: Mejor película, interpret. reparto (Holm) y vestuario. 11 nom.
1981: Festival de Cannes: Mejor actor sec. (Holm), Premio del Jurado Ecuménico - Mención especial
1981: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor fotografía. 3 nominaciones
6
Bella propaganda del plan ADO británico
Ya dije en mi critica de “Las montañas de la luna” que el cine no es un medio útil para conocer la historia del hombre; sí es atractivo –que no es poco- pero no es desde luego riguroso para acercarse medianamente a un conocimiento serio de nuestro pasado. Es más por mi experiencia puedo decir que de las cien creencias más importantes históricas totalmente erróneas de la gente, por lo menos noventa se deben al cine.

No se preocupen “Carros de fuego” no es una de ellas, precisamente porque no deja de ser un tema menor que sólo importa a los especialistas del asunto, por lo tanto los continuos errores y mal intenciones en la película carecen de importancia al gran público.

Empezaré comentando que en 1981 la gente tenía mono de Juegos Olímpicos. El bluff de 1980 en Moscú debido al boicot norteamericano y de sus aliados había dejado un sabor de amargura y sobre todo de ganas de barrer en la obtención de medallas en Los Ángeles 1984. Dentro de la promoción de búsqueda de éxitos y medallas de los británicos se inserta “Carros de fuego”.


Para su historia chauvinista Hugh Hudson escoge obviamente unos juegos muy atrás en el tiempo –para evitar la guerra fría y los años del nazismo de los años 30 y que no parezca que es política-. Se trata de los Juegos olímpicos de París de 1924 que comenzaré diciendo que supusieron un gran fracaso para los británicos. Eso para empezar aunque Hudson venda otra cosa. Desde la creación de los juegos suponen el primer momento en que el Reino Unido no estuviera ya presente entre los mejores del medallero, y fue ampliamente derrotado por los norteamericanos, la gran revelación que fueron los finlandeses y por los anfitriones franceses. A partir de París Reino Unido comienza su declive olímpico y perderá cantidad de medallas tras medallas hasta hoy –con la excepción curiosa de la última de Atenas-.

Para que se hagan idea del fiasco no ganaron una sola medalla en deportes típicamente británicos como fútbol, hípica o rugby y ninguna de oro en otros como vela, esgrima, tenis, polo...Y de las 30 medallas posibles en tiro solo se llevaron tres.

En atletismo la cosa no fue tampoco muy bien y sólo respondieron como excepción los velocistas. Curiosamente es de quien trata la película y sólo de ellos. La impresión que me transmite Hudson es que le importa más bien poco el deporte y el atletismo. Es más para hacer la película parte de un resultado: Una victoria británica. Si esta hubiera sido en otra distancia o en otra disciplina o en otros juegos lo hubiera escogido en vez de los 100 metros de París si allí no hubiera ganado uno de los suyos.

Y es que la película tiene decenas de disparates sacados de la manga del director y guionista, entre ellas su fancofobia. Plantear que un corredor francés empuja a Eric Lidell en un encuentro amistoso internacional es una vergüenza, -para empezar fue en un Escocia-Irlanda- y se cayó el sólito.
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126 de 164 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Corre Forrest, corre...
¿A ésto le llaman clásico? Siento discrepar (bueno, en realidad no lo siento). Me pareció sosa y aburrida. Claro, Vangelis es la hostia y ahí queda la memorable música, pero, aún ahí, debo matizar: ¿le dieron un Oscar a la banda sonora o al tema principal? Porque, rayos y centellas, sólo es la misma musiquita repetida una y otra vez.

No es (ni será) la primera película mediocre que la Academia premia. Pero ahí lo tenían todo: superación personal, épica deportiva (a mi modo de ver, insípida), historia de amor (nada atractiva, he de decir)... Esos elementos que ciegan a los académicos (y a mucha gente).

No niego ni que esté maravillosamente ambientada (que lo está, por supuesto) ni la (estupenda) calidad de sus interpretaciones, pero ni me enganchó ni me emocionó ni me pareció bien dirigida. Le falta alma, una chispa que nunca prende, pura y simplemente vida. Así sale la cosa, muy aburrida y convencional. En el fondo, todo es muy esquemático. Juega con una simplicidad a la que adorna para ocultarla. Pero a mí no me la cuela el tal Hudson.

En definitiva, un ¿clásico? que urge desmitificar.


Lo mejor: la música de Vangelis y la ambientación.

Lo peor: la narración.

> 3 <
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