El monstruo de las bananas (1973)

El que llegue aquí y se vea con ganas de defender una película así se merece toda mi admiración, enhorabuena, porque yo no soy capaz ni de excusar a Landis por ser su primera película, por contar con un presupuesto ínfimo o porque "El monstruo de las bananas" demuestra el tesón de una persona que ama al cine y que por encima de todo lo que quiere es dedicarse a ello. Ya teníamos un Ed Wood como para meternos este bodrio en el cuerpo. Recuerdo un vez que hinchado de vino me puse una película de Marisol y no me pareció tan mala. Evidentemente, ha faltado alcohol en esta ocasión. La historia es paupérrima, por momentos la película es una yuxtaposición de gags de presumible contenido cómico que no hace otra cosa que aburrir: ni es terror (por favor...) ni es comedia; es tan mala que dan ganas de salir corriendo. ¿Mejoró Landis?; ahí queda su filmografía, el que llegue aquí y lo quiera defender, insisto, tiene toda mi admiración.

Cuando un freak redomado de la graduación de John Landis crece devorando subproductos fantásticos y terroríficos sobre simios con tendencias destructivas -o alienígenas, puesto que no me atrevo a desestimar la influencia alucinógena de 'Robot Monster' (1953, Phil Stucker) en este invento-, lo lógico es que, unas décadas después se tome la licencia de ¿aterrorizarnos? con este eslabón perdido suelto por el barrio para cuya interpretación el mismísimo John Landis se embutió dentro de un traje rudimentario -digámoslo así- de monstruo prehistórico creado por Rick Baker en uno de sus primeros trabajos. No busques rastro alguno de una actuación animalizada o del método, ni en su protagonista ni todavía menos en el resto del reparto: el único método que se emplea es el de pasárselo bien rodando con cuatro dolares persiguiendo que el público se lo pase igual mientras se suceden los homenajes a 'Frankenstein' (1931, James Whale), '2001: A Space Odissey' (1968, Stanley Kubrick) o 'The Blob' (1958, Irvin Yeaworth).
Una ópera prima tan gloriosamente estúpida como divertida que nos anticipa todo lo que su enajenado responsable filmaría -con mayor o menor rango de autoría en determinados encargos, pero siempre preservando el denominador común del humor- desde 'Desmadre a la americana' (1978) hasta bien entrada la década de los 80. Lo que vendría bastante después fue una banana pocha.
Un debut bizarro, despechugado y tan estrafalario como demandan las expectativas con tan sugerente título.
Si eres fan de los doblajes con chistes localistas y 'españolizados' no pierdas la oportunidad de papeártela doblada.