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Fuego otoñal (1936)

Fuego otoñal
96 min.
7,4
1.570
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Escena (Español)
Sinopsis
Samuel Dodsworth es un magnate de la industria del automóvil, el típico hombre de negocios que empezando desde abajo ha llegado a la cima del éxito. Él y su esposa deciden pasar una segunda luna de miel en Europa, pero durante el viaje descubre que ella le es infiel, y su mundo empieza a tambalearse. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Melodrama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Dodsworth
Duración
96 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Sinclair Lewis
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Premios
1936: Oscar: Mejor dirección artística. 7 nominaciones
1936: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor actor (Walter Huston). 4 nominaciones
"El retrato de personajes, firme, riguroso y sólido, permite al director elaborar un sentido melodrama, cuya puesta en escena revela en ocasiones aún más que los diálogos."
[Diario El País]
3
3
Positiva
0
Neutra
0
Negativa
8
ELOGIO DEL DIVORCIO
1) En los años treinta, Hollywood permitía entre los grandes espectáculos cinematográficos alguna película más exigente, como este compacto melodrama que aún destaca por la madurez y sabiduría con que narra una crisis matrimonial, además de por la abundante maestría de los recursos. Al menos, se lo permitían a Wyler, quien se aproxima comprensivamente a los personajes, en construcción inteligente, sin excesos de caracterización, ceñido de modo preciso a rasgos esenciales para el drama.

2) Cuando su hija recién casada ya no los necesita, el potentado Dodsworth (Walter Huston, gran actuación) y su esposa Fran (Ruth Chatterton) afrontan una nueva etapa vital. Él ha pasado décadas volcado en la empresa, sin cultivar ocio alguno, en un plan de vida típico del país de las oportunidades, y ahora piensa en un respiro. Ella, pese a que pronto será abuela (o tal vez por eso), quiere verse y sentirse aún joven, con ganas de aventura. Movidos por ese afán de recobrar tiempo perdido se embarcan en el Queen Mary rumbo a Europa, y ya por el camino se van polarizando las actitudes.

Él, consciente de sus limitaciones (no es hombre mundano: se autodefine como “paleto sencillo”), tendrá que cuestionarse si su mujer le quiere realmente y si, a la altura de la cincuentena, puede aspirar a un amor más auténtico que ése que, viciado por la mutua costumbre, entra en agonía. Ella, apremiada por la resistencia a envejecer, la avidez de admiración y la prisa por apurar una vida desenfadada, deriva a un romanticismo folletinesco donde se mueven galanes profesionales y zalameros gigolós (un jovencísimo Niven entre ellos).

En un tono firme y escéptico, sin concesiones, Wyler muestra cómo lo que se llama amor consiste con la mayor frecuencia en relaciones de poder a escala doméstica.

3) Los acontecimientos se narran con elegante economía, con flexibilidad y cintura, jugando en paralelo las tramas, cuando cabe, para llenar de aliento el desarrollo y dotarlo de ritmo e incertidumbre hasta el fotograma final. Como buen cineasta, Wyler cuenta mediante imágenes que dicen más que cien diálogos:
Dodsworth contempla desde su despacho la fábrica, obra de su vida: luce en lo alto las grandes letras del apellido.
La fugaz ráfaga de un faro en la noche, señal de la proximidad al fin de la “Madre Inglaterra”, desata vivo entusiasmo, que llama la atención de una distinguida divorciada, a reposo en una tumbona de cubierta (deliciosa Mary Astor).
Al otro lado de la bahía zarpa el crucero, y en él se va la vida verdadera soñada por una mujer, pero segundos después una barca de pescador llega derecha desde la orilla lejana, y algo cambia.

4) Es la mentalidad americana media, tal y como la plasma el novelista Sinclair Lewis, sí, pero mentalidad genuinamente liberal y democrática, del todo asimilado el progreso legal del divorcio. “Desengaño” muestra a las claras qué avance social representa frente a los vínculos vitalicios e indisolubles. Y la película tiene más de 70 años…
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40 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Viajes de un matrimonio
Este excelente melodrama es, ante todo, una clase magistral de puesta en escena. Sus ambientes amplios y cerrados pueden dotarle de cierta apariencia teatral, pero basta aguzar un poco la mirada para detectar el muchísimo cine que esconden sus fotogramas. Wyler es un hacha planificando, disponiendo a los actores dentro del cuadro, contando cosas mediante un sencillo movimiento de cámara o un encuadre determinado. Sirva de ejemplo el inicio del filme: en apenas cuatro planos (bellísimo el primero, sacándole beneficio narrativo a la profundidad de campo) se nos ha descrito, de forma extraordinaria y sutil, a uno de los protagonistas de la historia y se ha expuesto el motivo principal que moverá la trama.

La historia se desarrollará siempre con la elegancia que le imprime su director, pero es una historia que sobre el papel ya resulta brillante. La obra de Sinclair Lewis está llena de claroscuros, de matices, de sentimientos confusos, de dudas, y todo ello se plasma en la pantalla de forma certera, creativa y creíble, con un reparto en estado de gracia y diálogos de oro. Es una de las películas que más sensatamente habla del matrimonio y del paso del tiempo, y sólo se permite forzar la máquina en su tramo final, sacando a flote el estereotipo que vivía dentro del desgraciado personaje de Ruth Chatterton (un personaje hondo y complejo, quede claro) y apostando por un desenlace aceptable, pero que roza la complacencia.

Una concesión hollywoodiense que no enturbia su esencia: estamos ante uno de los retratos más negros sobre el miedo a envejecer que se haya rodado nunca.

Lo mejor: la clase de Wyler (y un espléndido Walter Huston).
Lo peor: cuando la mesura se rompe.
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22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
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