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Rodan: Los hijos del volcán (1956)

Rodan: Los hijos del volcán
82 min.
5,7
126
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Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
Animales gigantes mutantes y pterosaurios prehistóricos emergen de una mina japonesa, aterrorizando a toda la población. (FILMAFFINITY)
Género
Ciencia ficción Terror Dinosaurios Monstruos
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Sora no daikaijû Radon (Rodan! The Flying Monster)
Duración
82 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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9
Rodan, la ave gigantesca
Gracias a Japón bajo el terror del monstruo, el cine de monstruos gigantes japoneses, el kaiju-eiga, había nacido. Pese al éxito de la secuela del saurio, Godzilla contraataca, el resultado no había convencido excesivamente ni a público ni a crítica; la impactante representación del ataque nuclear en Hiroshima del primer Godzilla todavía estaba muy presente como para tomárselo a la ligera en films de entretenimiento. A sabiendas de esto, las siguientes películas del género iban a tomar caminos diferentes pero igualmente fantásticos. Se consolidó un equipo de trabajo que había funcionado y funcionará en el género a las mil maravillas, compuesto por Ishiro Honda en la dirección, el maestro de los efectos especiales Eiji Tsuburaya, Akira Ifukube en la música y al productor Tomoyuki Tanaka moviendo los hilos detrás de todo proyecto.
Después del primer Godzilla, Ishiro Honda dirigió Half Human (1955), una curiosa visión del abominable hombre de las nieves, un film dificilísimo de encontrar debido a que estuvo prohibido durante décadas en Japón por su supuesto tono racista contra una pequeña comunidad japonesa indígena llamada Ainu. Un año después, llegó el film que nos ocupa, Radon, titulado en su estreno americano como Rodan y en España como Los hijos del volcán. Esta vez, el monstruo volaba y ahora en color. La historia sigue a una comunidad de mineros que se tienen que enfrentar a unos misteriosos insectos gigantes que están causando el terror en el pueblo sin sospechar que en el interior de la mina, se esconde un peligro aún mayor, los huevos de un ave gigante prehistórica.
Honda se aleja del entorno urbano y moderno del primer Godzilla para retratar a uno de esos pequeños pueblos perdidos en medio de Japón, donde parece que aún no hayan llegado las nuevas tecnologías. En este sentido, la representación del modo de vida minero está muy bien conseguida y es plasmada con realismo. El primer tercio del film aporta elementos propios del cine de terror donde claramente se ven ciertas influencias del fantástico americano de la época como "Them. La humanidad en peligro" (1954), aunque el diseño de los insectos gigantes (denominados Meganurones) están más conseguidos técnicamente que las hormigas de Them!
Respecto a los efectos especiales, son mayoritariamente impecables, superando a producciones americanas de la época (exceptuando algunos momentos algo risibles como algunas sobreimpresiones algo vergonzosas del escenario con personas, y el clímax final, cargado de poesía, pero manchado por ese par de Rodans que parecen aviones de papel).
A pesar de esto, el film nos regala secuencias míticas como el nacimiento del primer Rodan, la espectacular escena donde la enorme sombra del monstruo pasa por encima de una pareja en el volcán, o las impecables escenas de destrucción rodadas con gran tensión y detallismo. De hecho, para disimular los cables que sujetaban a los monstruos, el equipo del film se dedicó a borrarlos manualmente fotograma a fotograma en el montaje (aunque eso no quita que en alguna secuencia se vean claramente).
En el lado negativo, nos encontramos con los mismos problemas de siempre en las kaiju-movies y que se agravarían con el tiempo, y es que el drama humano resulta de poco interés y pasa desapercibido delante de las verdaderas estrellas del film, los monstruos gigantes, lo que provoca que el ritmo decaiga en ciertos momentos. Y para finalizar, ¿a qué viene la interminable duración de la escena de los misiles contra el volcán?
Al igual que Godzilla, Los hijos del volcán, sufrió un remontaje para su estreno americano. Escenas eliminadas por Ishiro Honda fueron añadidas como una en donde nace un segundo Rodan, así como también la eliminación de secuencias en la mina y con los Meganurones. Actualmente estos remontajes americanos son piezas de coleccionista.
Para el que quiera acercarse a los kaijus clásicos por primera vez o para el que ya esté cansado de Godzilla, Los hijos del volcán es uno de los mejores exponentes del género. Un film sólido y entretenido. El personaje de Rodan volvería a la saga de Godzilla como aliado del saurio y con cierto aire paródico.
Ishiro Honda, tras el estreno de Rodan diría sobre sus películas de monstruos gigantes: “Los monstruos nacen demasiado grandes, demasiado fuertes, demasiado pesados, ésa es su tragedia”. Lo que evidencia su voluntad de dar a estos films una personalidad propia, más que presentar solamente a monstruos destrozando maquetas.

(https://orientparadiso.blogspot.com/)
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4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El gran monstruo de los cielos
Tiembla la tierra, se quiebran las montañas y, poco tiempo, ciudades enteras son arrasadas por una fuerza desconocida, que se mueve a través de las nubes a velocidades supersónicas.
Japón está otra vez en peligro, ¡pero ahora la amenaza llega de los cielos!

Y si bien en su debut no hay duda de su naturaleza destructiva y malvada, Radon (que no Rodan) fue la bestia que insufló la energía necesaria al prácticamente recién iniciado "kaiju-eiga"; ¿cómo es posible si Godzilla arrasó en taquilla? Quizás porque la figuración monstruosa de los horrores de la 2.ª Guerra Mundial y en concreto el desastre de las bombas atómicas caló en parte del público nipón de un modo muy diferente; además la última obra de Ishiro Honda, "Half-human", ha sido una decepción para Toho, y la competencia dentro de las obras de monstruos y criaturas fantásticas va en aumento (tanto por las producciones nacionales como las internacionales).
El mismo año en que aparece el terrible montaje americano de "Godzilla" y cuando el efecto de la secuela de la original es ya nulo ("Godzilla Contraataca", que no dirigió Honda), Ken Kuronuma aparece con una jugosa historia retocada por Takeo Murata y Takeshi Kimura, y en la productora arriesgan un buen puñado de millones de yenes para crear un espectáculo sin igual, recurriendo por primera vez al color en este tipo de películas y centrándose en los efectos especiales, táctica que, no sin razón, servirá para definir el concepto de "kaiju-eiga" de una vez por todas: entretenimiento para el público por encima de todo.

También cambia el aspecto geográfico con respecto al del lagarto gigante; ahora el entorno urbano es sustituido por zonas rurales o bien por pequeñas ciudades costeras, y de hecho la historia empieza entre las humildes viviendas de un pueblo minero donde ya se viven tensiones entre los trabajadores. Pero los guionistas son sabios y prefieren dejar de lado las subtramas melodramáticas para dar paso a la amenaza principal: unos horripilantes seres con forma de insecto que emergen de las profundidades y hacen la vida de esas pobres gentes aún más insufrible de lo que ya es.
La prueba, no obstante, de la nueva visión de Honda de reducir el drama humano y la importancia de los personajes, radica en su rápido abandono de esa comunidad al pie del monte Aso y de la joven pareja Shigeru/Kiyo para ir siguiendo la pista a esos monstruos-gusano y la incesante lucha que mantiene el ejército contra ellos (lo que trae claros recuerdos de "La Humanidad en Peligro", estrenada unos años antes) y finalmente la introducción de esa imponente criatura que adorna el cartel del film: ni más ni menos un pterodáctilo para hacer otra vez la vida imposible de los compatriotas nipones es lo que se sacan de la chistera los señores de Toho.

En efecto Honda no desaprovecha el dinero invertido y se dedica a ofrecer un gran espectáculo, con miles de extras, grandes maquetas para destruir como mejor le venga en gana, efectos especiales y trucos técnicos bastante buenos, si bien la condición de la criatura de cutre marioneta no se la quita nadie (pero mirémoslo con los ojos del público de 1.956); todo este esfuerzo en desplegar entretenimiento y acción a raudales, sin hacer mucho hincapié en la violencia, deja incómodos sinsentidos a la vista, como la aparición y luego desaparición de los gusanos o la presencia de ese huevo gigante de donde emerge el dinosaurio (una secuencia memorable, la verdad).
Porque resulta poco menos que inverosímil que un huevo de pterodáctilo se mantuviera intacto durante millones de años bajo tierra, señal de que hay que asumir lo inexplicable y dejarse llevar por la fantástica aventura; el tema de la guerra y las bombas vuelve a aparecer, pero mínimamente (se menciona unos segundos en esa conversación entre los científicos y los militares y ya), no permitiendo que ello oscurezca el tono de la historia, trepidante y sin dar un respiro al espectador. Por otra parte sí aparece algo de drama humano, muy poquito, cuando Shigeru es víctima de una pérdida de memoria.

Para rematar, ¡un segundo dinosaurio vuela por el cielo! Ahora ya van en equipo...¿pero de dónde sale el otro?, "¡y qué más da!", replico yo, serán previsiblemente diezmados por las fuerzas militares, aunque en este caso tienen que hacer uso de la madre naturaleza para una buena causa (me pregunto si los muchachos tienen alguna estrategia para detener la lava y que no se lleve a la ciudad por delante, pero Honda tampoco pensó en ello). El extenso elenco está repleto de actores con poco carisma y que sólo son relleno físico en la historia, y el centro de atención no es Yumi Shirakawa (pero podría con su deslumbrante belleza), sino Radon y los súperpoderes para hacer el Mal que le agencian.
La película, dotada de una fotografía de colores intensos por cuenta de Isamu Ashida, fue un gran éxito, y limpió el fracaso del director dejándole como el genio del "kaiju-eiga", lo cual explotaría en años venideros con mucha asiduidad; a la bestia, pese a su destrucción, se la vería más adelante compartiendo cartel con Godzilla y presentándose con un carácter más positivo, dejando atrás esta primera aparición destructiva y malévola, en definitiva el mismo camino que seguiría su colega lagarto. Poco después los hermanos Maurice y Frank King prostituirían de nuevo la obra de Honda para su distribución en EE.UU., resultando un adefesio fílmico.

Y una pequeña apreciación: Radon, como ya he dicho, es destructivo y simplemente aterrador ante los seres humanos, pero...¿acaso no es una bondadosa muestra de autosacrificio la que realiza cuando ve caer a su semejante presa de la lava del volcán, en lugar de ir a vengarse cruelmente de los militares?
Curioso este detalle. No es tan malo como parecía el bicho.
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