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Los abrazos rotos (2009)

Los abrazos rotos
125 min.
6,3
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Trailer oficial (CASTELLANO)
Sinopsis
Cuando el escritor Mateo Blanco (Lluís Homar) viajaba con Lena (Penélope Cruz), la mujer de su vida, sufrió un accidente de coche que lo dejó ciego. Harry Caine es el pseudónimo con el que firma sus trabajos literarios. Como director de cine usa, en cambio, su nombre real. Harry Caine vive de los guiones que escribe gracias a la ayuda de Judit García (Portillo), su antigua y fiel directora de producción, y de Diego (Tamar Novas), el hijo de ésta, su secretario, mecanógrafo y lazarillo. La historia de Mateo, Lena, Judit y Ernesto Martel es una historia de "amour fou", dominada por la fatalidad, los celos, el abuso de poder, la traición y el complejo de culpa. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Melodrama Cine dentro del cine Discapacidad Discapacidad visual
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Los abrazos rotos
Duración
125 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2009: Premios Globos de Oro: Nominada a la mejor película de habla no inglesa
2009: Premios BAFTA: Nominada a la mejor película de habla no inglesa
2009: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (sección oficial)
2009: Premios del cine europeo: Mejor banda sonora. 4 nominaciones
2009: Premios Goya: Mejor música original. 5 nominaciones
4
Aburrida hasta para 'El País'
Hagan paso, que el salvador de la cinematografía española hace su entrada, por si no se habían dado cuenta. Qué mal le debe haber sentado a nuestro Pedro despertar el 18 de marzo, el día del gran estreno, con la lectura de El País, el periódico al que tanto homenajea en su última película y que tantos masajes le ha practicado a lo largo de su carrera. Una relación que permanecía idílica hasta que un buen día los mandamases de Prisa decidieron contratar a ese inconformista llamado Carlos Boyero y lo convirtieron en su crítico de cabecera. No contaron con que un día al señor le tocaría comentar al intocable y ha pasado lo que tenía que pasar. La sangre de Almodóvar habrá entrado en ebullición en cuanto haya leído en su amado diario un doloroso titular para su nuevo filme: “La única sensación que permanece de principio a fin es la del tedio”.

Suelo rendirme ante Almodóvar con la misma intensidad con la que tiendo a aborrecer la forzada rebeldía de Boyero, pero en esta ocasión no tengo más remedio que ponerme del lado del polémico crítico. Los abrazos rotos es un soberano aburrimiento. En el momento en que Almodóvar decide prescindir de los personajes pintorescos y de sus toques de humor surrealista, automáticamente convierte sus filmes en agotadores y pretenciosos metrajes.

Todo el reparto, incluida Pe, resulta afectado por un guión en busca de la profundidad pero sin lugar para el tratamiento de los personajes. El talento de Lluís Homar, de Blanca Portillo y de tantos otros queda deslucido por una historia encantada de conocerse a sí misma pero absolutamente lineal, interesante en su planteamiento pero bastante simple y previsible en su desarrollo. Los actores se convierten así en meras comparsas de un proyecto presuntuoso y con poca alma.

En contados momentos aparecen los toques genuinamente almodovarianos que tan buen resultado dan a sus obras. Ni siquiera en esta ocasión la banda sonora adquiere el protagonismo de antaño. Pero en cuanto aparecen esos tópicos del manchego que algunos tanto detestan es precisamente cuando la película suma sus puntos. El plano en que las manos del ciego acarician la pantalla es de una gran belleza pero resultaría más eficaz encajado en una historia donde los sentimientos florecieran.

Cuando el drama y la sensibilidad fracasan, el humor se convierte por tanto en la única salvación del filme. Consciente de ello, Almodóvar reserva sus minutos finales para un homenaje a Mujeres al borde de un ataque de nervios en el que Carmen Machi se convierte en la más sobresaliente del reparto. Dos minutos tronchantes que para algunos serán suficientes, pero que no compensan un filme en el que termina echándose de menos la aparición estelar de un travesti con la boca muy suelta o de una maruja con los nervios a flor de piel. Almodóvar pierde de nuevo frescura cuando se acerca a la grandilocuencia visual y se olvida del costumbrismo surrealista que tan buenos ratos nos ha hecho pasar.
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259 de 376 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
"Las películas hay que terminarlas siempre"
Almodóvar alterna astutamente películas arriesgadas ("La ley del deseo", "Kika", "Hable con ella" o "La mala educación"), con otras más seguras ("Mujeres al borde un ataque de nervios", "Carne trémula", "Todo sobre mi madre" o "Volver").
"Los abrazos rotos" pertenece al primer grupo, por lo que me atrevo a augurarle menos éxito que la anterior, y presiento también que la próxima será de las lineales y masticaditas (no digo que mejores o peores).

Personalmente me ha gustado mucho. Creo que aquí las acrobacias estructurales le salen mejor que en la entrecortada "Hable con ella", o la farragosa "La mala educación"; ya que aquí en ningún momento notas que la narración se quiebre por los saltos en el tiempo o el cambio de géneros, sino que avanza siempre de forma fluida, rítmica y armoniosa.

Además tiene escenas de imperecedera antología: una entre Lola Dueñas, José Luis Gómez y Penélope Cruz ya justifica el precio de la entrada (el Almodóvar tragicómicamente ingenioso en estado puro).
Otra entre Cruz y Carmen Machi, correspondiente a una película (cómica) que se rueda dentro de la película (trágica) nos hace añorar al Almodóvar más marujón y vivaracho.

Se trata de una película muy cinéfila, y contiene múltiples homenajes (incluso auto-homenajes: la película que dirige Lluís Homar recuerda a "Mujeres al borde…"), de los cuales me gustaría destacar dos especiales para mí:
- "Severine", el seudónimo que emplea Penélope Cruz para hacer sus pinitos como dama de compañía, era el nombre de aquella Catherine Deneuve que se prostituía en "Belle de jour".
- El invidente Lluís Homar le pide a Tamar Novas que le ponga "Ascensor para el cadalso" porque le apetece oír la voz de Jeanne Moreau (sin duda es una de las cosas que pediría si me quedara ciego).

Además de esas referencias, la película destila auténtica reverencia por la creación cinematográfica. El cine aparece no sólo como simple ocupación, sino como medio de curación: al principio Rubén Ochandiano quiere hacer una película como medio de exorcizar la mala relación con su padre, y Homar encontrará en la realización de un film el medio para cerrar las heridas del pasado, sin que importe el éxito, sino sólo el proceso creador/sanador.
Pocas veces he visto una declaración de amor al cine tan sentida, y eso puede jugar a su favor de cara a los Óscar.

En su contra tiene que los personajes quizá generan poca empatía. Almodóvar quiere ser solemne e introspectivo cuando lo suyo es más la ligereza y el desparpajo.
En esta línea, sorprende que en una película suya los actores (en especial las actrices) trabajen "hacia adentro" y no "hacia afuera". Eso puede hacer parecer que están peor que otras veces, pero no, simplemente es otro estilo, más contenido, más "a la francesa".

Rodrigo Prieto (director de fotografía de Iñárritu), crea imágenes de gran "belleza perra", tirando hacia la oscuridad pero sin apagar los vivos colores típicos de Almodóvar. Buena simbiosis.
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