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Las distancias (2018)

Las distancias
100 min.
5,9
4.199
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Tráiler HD (ESPAÑOL)
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Sinopsis
Olivia (Alexandra Jiménez), Eloy (Bruno Sevilla), Guille (Isak Férriz) y Anna (María Ribera) viajan a Berlín para visitar por sorpresa a su amigo Comas (Miki Esparbé) que cumple 35 años. Este no los recibe como ellos esperaban y durante el fin de semana sus contradicciones afloran y la amistad se pone a prueba. Juntos descubrirán que el tiempo y la distancia pueden cambiarlo todo. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Amistad
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Les distàncies (Las distancias)
Duración
100 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Premios
2018: Festival de Málaga: Mejor película, dirección y actriz (Jiménez)
2018: Premios Feroz: 2 nominaciones a Mejor actriz (Jiménez) y Mejor póster
2018: Premios Forqué: Nominada a Mejor actriz (Alexandra Jiménez)
2018: Premios Gaudí: Mejor película. 7 nominaciones incluyendo a Mejor director
5
No son mis Amigos
Honestamente, quizá todavía no me haya pasado, quizá me vaya a pasar.
Quizá la directora está hablando de algo tan personal que a mi me cuesta entrar.

Pero no veo 'Las Distancias' extendiéndose cada vez más lejos.
Veo, más bien, a un grupo de colegas (que no amigos, a mi gusto) comportándose cual capullos los unos con los otros, de entrada ya dejando claro que muchos entre ellos se caen mal, y nunca, nunca, nunca (la herida de muerte de la historia) dejando ver un resquicio de lo que alguna vez fueron.
No puedes mostrarme la oscuridad sin darme luz para ver cuán profunda es: o dicho de otra manera, si solo quieres mandar un mensaje, usa el correo.

Nada me agita ni me remueve en esta panda de treintañeros perdidos en la vida.
Y eso que me veo reflejado: el trabajo que no llega, las relaciones de conveniencia, las malas pasadas, las cosas que no se dicen, las separaciones cada vez más largas... pero son solo palabras, nunca se sienten en el ambiente.
Hay una distancia muy fina entre "voy a filmar una reunión de amigos" a "voy a filmar MI reunión de amigos", y la línea está justo en que nunca sabemos cómo fue la vida de nadie.

Todo se queda en chiste privado en el que encima no hay risa, solo pura y dura pena, madurada al abrigo de caras lánguidas y miradas por la ventana.
No ayuda la estética feísta y desenfocada, que seguro es cuestión económica, pero cansa al enésimo seguimiento de un personaje desde su espalda.

En fin, quién sabe, me pasará y me tragaré mis palabras.
Pero si alguien tiene un amigo o pareja como el Guille ese, mejor plantearse qué gente quiere en su vida.
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63 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Las cenizas
Cuando echamos la vista atrás, tenemos la tentación de justificar o explicar nuestra vida con interpretaciones disparatadas o quiméricas para que las piezas de nuestro íntimo o colectivo rompecabezas encajen y nos veamos como el héroe (o antihéroe) de nuestra propia película. Y nos obsesionamos con ignorar que echando la culpa a circunstancias externas o imprevistas nos exoneramos de ver, sopesar y evaluar lo que somos y de lo que hemos alcanzado (o no). Ahora se ha puesto de moda – y como toda moda resulta cómoda y superficial – de estigmatizar y convertir en el demonio salvífico y redentor de todos nuestros infortunios, equivocaciones y fracasos vitales a la reciente y lacerante crisis financiera (y de valores) padecida. Culpando a la coyuntura económica y social de nuestros descalabros, yerros y fantasías evitamos asumir nuestra responsabilidad y podemos seguir creyendo que nos hubiésemos merecido un futuro más resplandeciente. Y si no lo logramos, los culpables fueron otros.

Estamos ante una comedia agridulce sobre el fin de los sueños juveniles, sobre la dramática realidad de nuestro mediocre presente, sobre la añoranza de los paraísos perdidos y sobre la dificultad de crecer cuando se está con el eterno síndrome de Peter Pan, queriendo alcanzar nuestra ensoñación fantástica de un futuro radiante, pero desconociendo que, como ya dijo John Lennon “la vida es eso que pasa mientras hacemos otros planes”. Es decir, crecer y madurar es soltar y despedirnos del pasado y dar la bienvenida y abrazar el presente, asumiendo que nunca nada acaba siendo ni lo que deseábamos ni lo que creíamos merecer, pero que tratar de mantener a flote una quimera hundida nos aboca al descalabro seguro.

Las virtudes de esta película comienzan ya por su soberbio título. Podría también haberse llamado ‘las despedidas’ o ‘los desencantos’, pero sin lugar a duda nos emplaza a asumir la grisura del cielo encapotado y sin lustre que preside la narración claustrofóbica y dolorosa de un Berlín desolado, tan mustio como unas amistades extenuadas que quizás antaño fueron radiantes, tan ajado como unos amores marchitos que quizás en el pasado lo llenaron todo de colores, tan opaco como un presente vacío de excusas y perdones que nos enfanga en un lodazal sin porvenir. Quedarse atrapado por el pasado – por lo que pudo ser o por lo que debería de haber sido – nos condena a ser un mero simulacro de vida. Asumir los fracasos nos ayuda a crecer.

Además del excelente guion (con unos diálogos de engañosa sencillez que encubren abismos de amargura) y de la sobria dirección que ilumina los recovecos más obtusos de los personajes, cuenta con un inestimable reparto que da brillo a unos sujetos tan mediocres como anodinos, tan reales como nosotros mismos.
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71 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
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