Matrimonio y mortaja (1950)

La comedia se presenta ante los ojos del espectador como un guiño amable en el que cualquier situación desemboca en un lance divertido.
Costumbrista, visceral y cotidiana, la trama se regocija con su propio sentido del humor y no duda en intentar una nueva pirueta en cada escena.
Ofrece detalles de verdadero valor cómico con ribetees de destino kafkiano y pinceladas de vitalismo ingenuo en un contexto de notable habilidad cinematográfica.
Su sencillez conceptual añade valor a su planteamiento formal y entre ambos configuran un divertimento al que nadie desea sustraerse.

A veces la bagatelas llaman a la puerta con tanta fuerza que hay que aceptar su demanda.
Y esta es una de esas ocasiones.