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El emigrado (1946)

Sinopsis
El naviero vasco Ignacio Ibarrola tiene dos hijos: Ignacio y José Mari. Ambos poseen carácteres muy distintos y ya desde la infancia existe una gran rivalidad entre ellos. (FILMAFFINITY)
Género
Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
El emigrado
Duración
96 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Adolfo Torrado
6
Maitechu mía
Con una película de estas es normal que uno tenga miedo que se apelmace por su aire teatral, sus diálogos reforzados de novela que nos hacen ver que los actores interpretan su papel con mucha pomposidad y sus imágenes tan añejas.

No obstante, pasado el primer tramo, se va descubriendo a la gente del lugar, se asiste a las competiciones en la ría de las traineras y se escuchan bonitos zorcicos por lo que debo decir que se levanta el ánimo. Manolo Morán y Raúl Cancio (su verdadero nombre era Ceferino) también van sumando valor y cuando el paisaje vasco desaparece para dar lugar a la selva amazónica en Río Branco, Brasil, y ambos van comentando los avatares de la vida, aparece la mujer en dificultades formando un cuadro apetecible por la curiosidad. Solo con los salacots el ambiente selvático está conseguido y lo demás transcurre con buen humor y sin contratiempos escabrosos.

El encuentro con la mujer ha funcionado como si se visionara la lectura de una novela rosa de antaño. Claro que no llega al lírico encuentro de Memorias de África cuando para el tren en plena sabana ante el cargamento de marfil, pero para el caso, un coche atascado en el barro en medio de la selva cuaja perfectamente para lo que se pretende, que Ignacio (Raúl Cancio) y Dorothy (Miriam di San Servolo) se conozcan. Curioso dato que inserto que dicha mujer que hace un buen papel y queda convincente y atractiva era la hermana menor de Clara Petacci, la amante del Duce, nada menos. Terror da pensarlo.

Y en Río Branco el negocio del caucho, que va minando el pulmón amazónico, sirve al prófugo Ignacio para prosperar, pues tuvo que huir de su patria y esconderse por un asunto de contrabando que en realidad originó su hermano José Mari, y para entonces el espectador puede haberse entregado a seguir hasta el desenlace. No es mala idea porque es un desenlace muy adecuado a la época, perfectamente válido, y no queda mal.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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