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Crítica de Hernando
Madrid, España
6
The Grandmaster
The Grandmaster (2013)
  • 6,0
    6.224
  • Hong Kong Wong Kar-Wai
  • Tony Leung Chiu-Wai, Zhang Ziyi, Zhao Benshan ...

Once Upon Time in Hong Kong

5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gusta el Wuxia. Como mostró Tarantino, es el Western oriental. Me encanta el Western. Ambos géneros son más que hermosa fotografía y escenas de acción, tiros o peleas. Hay un potencial trágico y operístico en ellos. Con sus paisajes inabarcables, las sucias tabernas o los recargados burdeles, una épica reposada y profunda, duelos y la intensa carga emocional arrastrado por sus personajes, son géneros perfectos para dilatar y concentrar el tiempo al antojo de delicados climas emocionales que nos envuelven profundamente. Son géneros perfectos para crear películas emotivas y reflexivas con el tiempo como figura central. Sergio Leone lo sabía. Adoro a Sergio Leone.

Hay mucho Sergio Leone en esta película. Mucho de Erase una vez en América (Once Upon Time in America, 1984) más allá de los arreglos a la formidable composición de Ennio Morriconne Deborah’s Theme. The Grandmaster también es una narración subjetiva movida por la memoria en que bucea su protagonista. Allí, “Noodles” (Robert de Niro) hilvanaba el humo de sus recuerdos sobre la amistad perdida con el ambicioso Max (James Wood) dilatando el tiempo de la narración por sus emociones; del mismo modo, aquí, el mítico Ip Man, maestro de Bruce Lee, viaja en busca del tiempo perdido. Una búsqueda imposible en pos de un amor sutil que pudo ser y no fue, perdido en el devenir del tiempo. Un tema en absoluto ajeno para el director de Deseando amar (In the Mood For Love, 2000). El opio siempre es un consuelo para el recuerdo. Ip Man, que a causa de la guerra pasó de tenerlo todo a ser un inmigrante más en Hong Kong, sin una manta si quiera que echarse sobre los hombros, escogió otra alternativa. Escogió el Kung Fu. Más que un arte marcial: una forma de vida. The Grandmaster es un homenaje a este hombre.

La memoria no es aséptica y la recuperación del pasado es siempre emocional, nunca histórica. Por ello es tan hipnótico el clima creado por Wong Kar Wai. Onírico, subjetivo, provocando cierta sensación de irrealidad, como corresponde al recuerdo. Hasta las peleas, coreografiadas por el experto Yuen Woo-ping (Matrix, Kill Bill, Tigre y dragón), contribuyen a esta sensación. Cámara lenta, gotas de lluvia (o nieve) rotas por el combate, primeros planos de los pies o las manos danzando, o de los elementos del entorno, como los hipnóticos rostros de las estáticas prostitutas. Especial atención merece el íntimo duelo entre la pareja protagonista.

Para Wong Kar Wai la memoria va más alá de los personajes, y a través de sus recuerdos, presenciamos la historia del Kung Fu, y la de China. Al director de 2046 (id, 2004) le interesa ahora la primera generación que emigró a Hong Kong con lo puesto cuando China se agitaba tras la guerra. Ahí se juntaron gentes de lo más variado, confluyeron innumerables escuelas de Kung Fu y Bruce Lee se hizo discípulo de Ip Man. Así es como Hong Kong se ha convertido en lo que es.

Es aquí donde tiene sentido el personaje de el Navaja, pero a cambio de una dispersión que resta fuerza al relato y convierte el film en una obra maestra fallida. Más incluso de lo habitual en el director chino de gafas oscuras, la narración se vuelve confusa. Vuele a ocurrirme lo habitual en sus películas: me sumerjo maravillado por el tono emocional de la película y me produce una honda sensación que permanece tiempo después de abandonar el cine, pero me cuesta seguir el hilo, saber qué me está contando el director cantonés.

En cualquier caso, The Grandmaster es el acercamiento autoral de Wong Kar-Wai a un género injustamente denostado. No tiene la magia de Ang Lee en Tigre y dragón (Wo hu cang long, 2000), ni la espectacular lírica de la trilogía wuxia de Zhang Yimou -formada por Hero (2002), La casa de las dagas voladoras (2004), y la fallida La maldición de la flor dorada (2006)-, ni lo pretende. The Grandmaster es la aproximación íntima y reflexiva de un género y un arte marcial ideal para ello. Pero es, ante todo, una película de imágenes (no es de extrañar los múltiples montajes hechos por el director), imágenes que persisten en la memoria.

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