Una inolvidable película capaz de retorcer todo lo que hay dentro de ti. Un canto a la felicidad y a valorar las pequeñas cosas que acaban siendo gigantescas por el mero hecho de existir, y encima en una época donde veníamos de los horrores más imborrables. Una moraleja tan típica como increíblemente bien llevada por Frank Capra. En definitiva, una de esas películas trampa donde es fácil caer en la demagogia pero que el director esquiva con una facilidad asombrosa. Qué Bello es vivir merece la pena cinematográficamente, pero sobre todo moralmente.

Es cierto que, para ser una película tan positiva hay pasajes que se antojan demasiado desgraciados. En la película hay lugar para el drama, la comedia y la emoción final gracias a un portentoso James Stewart cuyo carisma atraviesa con creces la pantalla. Todo queda en cualquier eclipsado por la belleza de su desarrollo y su sentimiento, que lo convierte en algo más que una película para navidad.

Casi terapéutica.