Fue concebida como una única película, inspirada en Flash Gordon, y una gran parte del estudio que la compró no le daba buenos augurios. Y bueno, la cosa se le fue de las manos a George Lucas, que al final parió el inicio de, seguramente, la saga más rentable, más homenajeada y más seguida de la historia del cine.

Si te pones a ver antes la trilogía precuela, te das cuenta de lo grande que es la primera aventura de Luke Skywalker. Primero por su ingenuidad y por el aroma que desprende a "estos tíos están pasándoselo genial con lo que están haciendo". Después, por los personajes que se crearon. Un trío protagonista que se convierten de inmediato en ídolos sin necesidad de peleas hipercoreografiadas, ni de primeros planos con mirada superprofunda que te cagas, ni nada más allá de la química que hay entre los tres, sus piques y su humor. Un villano cuyo asma es mítico. Un maestro Jedi que ni se acordaba de quien era. Dos robots que no paran de discutir entre ellos.

En 1977 la peña debió flipar muchísimo con esta película, que con decorados y muchos de los efectos creados a partir de cartón piedra, pero con con mucha imaginación y elaboración, sigue dejando en ridículo a muchas aventuras fantásticas que se hacen hoy en día.