Crítica de Archilupo
Archilupo
Llanes, España
Nubes pasajeras (1996)
- Aki Kaurismäki
- Matti Onnismaa, Kari Väänänen, Elina Salo ...
MINIMALIA
16 de octubre de 200858 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película avanza casi vacía, con el mínimo de elementos. Y con su título.
Ilona y Lauri tienen ambos trabajo. Con futuro por delante, compran a plazos el mobiliario del piso (buenas estanterías; a los cuatro años, en una segunda fase, los libros). También un televisor, que notifica desastres nigerianos, catástrofes filipinas.
Pero las altas esferas financieras silban el himno del Dinero, y abajo soplan los vientos del finiquito y la recesión.
Abajo están Ilona y Lauri, y la vida se les oscurece. Todo parece regido por una inexorable ley de empeoramiento.
Con la punta de los dedos, ella acaricia el hombro de él, cabizbajo. Hasta el perro está visiblemente consternado.
Menos mal que la música (Tchaikovski) no es tétrica. Melancólica, nada más.
En vilo, el espectador se pregunta: ¿Es que todo (historia, personajes, expectativas…) discurre en bloque hacia una catarata?
En la parca estética de lo mínimo, un detalle oportuno compone con firmeza, encauza definitivamente.
En un cine, Lauri e Ilona salen al vestíbulo denostando el vulgar programa, perseguidos por los tiroteos de la banda sonora.
Pasan, sin verlos, ante sendos carteles de otros films: no otros, sin más, sino “L’argent” (Bresson, 1983) y “L’atalante” (Vigo, 1934).
Por un lado, un mundo deshumanizado por el poder cosificante del dinero, que ha impuesto su ley a la sociedad y la tiraniza fríamente.
Por otro, un mundo pleno de espontánea libertad, emanada de un hombre y una mujer que se aman a fondo mientras su gabarra navega lentamente por los canales de Francia.
No son simples pegatinas cinéfilas en el parabrisas. Kaurismäki abre el capó y muestra el motor de la película. Son dos polos generadores de sentido que la llenan de intensidad dramática.
Consciente de la esencial parte que en una película es el título, Kaurismäki escoge generosamente uno que sirve de capota: alude a cómo, sobre nuestras cabezas, las nubes están de paso, por oscuras que sean…
Ilona y Lauri tienen ambos trabajo. Con futuro por delante, compran a plazos el mobiliario del piso (buenas estanterías; a los cuatro años, en una segunda fase, los libros). También un televisor, que notifica desastres nigerianos, catástrofes filipinas.
Pero las altas esferas financieras silban el himno del Dinero, y abajo soplan los vientos del finiquito y la recesión.
Abajo están Ilona y Lauri, y la vida se les oscurece. Todo parece regido por una inexorable ley de empeoramiento.
Con la punta de los dedos, ella acaricia el hombro de él, cabizbajo. Hasta el perro está visiblemente consternado.
Menos mal que la música (Tchaikovski) no es tétrica. Melancólica, nada más.
En vilo, el espectador se pregunta: ¿Es que todo (historia, personajes, expectativas…) discurre en bloque hacia una catarata?
En la parca estética de lo mínimo, un detalle oportuno compone con firmeza, encauza definitivamente.
En un cine, Lauri e Ilona salen al vestíbulo denostando el vulgar programa, perseguidos por los tiroteos de la banda sonora.
Pasan, sin verlos, ante sendos carteles de otros films: no otros, sin más, sino “L’argent” (Bresson, 1983) y “L’atalante” (Vigo, 1934).
Por un lado, un mundo deshumanizado por el poder cosificante del dinero, que ha impuesto su ley a la sociedad y la tiraniza fríamente.
Por otro, un mundo pleno de espontánea libertad, emanada de un hombre y una mujer que se aman a fondo mientras su gabarra navega lentamente por los canales de Francia.
No son simples pegatinas cinéfilas en el parabrisas. Kaurismäki abre el capó y muestra el motor de la película. Son dos polos generadores de sentido que la llenan de intensidad dramática.
Consciente de la esencial parte que en una película es el título, Kaurismäki escoge generosamente uno que sirve de capota: alude a cómo, sobre nuestras cabezas, las nubes están de paso, por oscuras que sean…