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Crítica de Chris Jiménez
Murcia, España
8
Recuerda
Recuerda (1945)
  • 7,7
    20.919
  • Estados Unidos Alfred Hitchcock
  • Ingrid Bergman, Gregory Peck, Michael Chekhov ...

Despertares ("Las mujeres son las mejores psicoanalistas...¡hasta que se enamoran! Después de eso son las mejores enfermas")

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Es una etapa en la que Hitchcock, pese a estar bajo las órdenes de David O. Selznick, se ha ido paseando por varios estudios; su último trabajo para la 20th Century Fox ("Naufragos") ha resultado arriesgado y hoy cuesta encajarlo en su filmografía.
Vuelve con el exigente productor y ambos acuerdan trasladar a la gran pantalla la novela de Hilary Saunders y John Palmer "La Casa del doctor Edwardes", lo que acabará madurando en un guión modificado y supervisado por diferentes individuos.

Se trata de un proyecto que vuelve a hacer chocar a ambos artífices. Selznick desea que el inglés ruede un "thriller" cuyo tema fundamental sea el psicoanálisis, introduciendo en el rodaje a quien fue su propia psicóloga (una entrometida que sacará de quicio a éste último); se contratarán los servicios de Salvador Dalí para idear la elaborada secuencia de un sueño del protagonista, aunque desgraciadamente ésta acabará cortada en el montaje final. Para colmo de males al director ni le gusta la música que compondrá el genio Miklós Rózsa ni se siente a gusto con el fichaje de un incipiente y exitoso Gregory Peck que compartirá cartel junto a la estrella consumada Ingrid Bergman (pues él ansiaba tener a Cary Grant).
Un rodaje cargado de problemas y malos sentimientos; este clima de desconfianza, de asfixiante incomodidad, se traslada a la propia historia, iniciada entre las paredes de un manicomio con la recién contratada Constance. El arañazo a un guardia por parte de una zorra con el atractivo de Rhonda Fleming es filmado de cerca y se convertirá en uno de los distintivos de la película, pues a partir de ahora Hitchcock usará el plano-detalle con el objetivo de registrar los deseos interiores y las emociones viscerales de los personajes, plasmándolos en pantalla para lograr un impacto tanto visual como psicológico.

Esta fuerza del primer plano sobresale con el primer encuentro entre la doctora y John, el supuesto nuevo director del centro; el peso de las miradas y la preciosa partitura de Rózsa refina la gran química que poseen Bergman y Peck y que hace arder la pantalla mucho antes de compartirla físicamente (lo cual terminó de redondear el hecho de que mantuvieran una aventura durante el rodaje pese a estar casados...). Acudiendo a los principios del melodrama, se enfrentan la psicología, de importancia "freudiana", y las más incontrolables sensaciones; hasta que unas líneas adecuadamente situadas revelan la verdad bajo las apariencias y la doctora deja de habitar una novela romántica para ser protagonista de una novela negra.
Porque John no es quien dice ser. Tras su amnesia se esconde la huella de un crimen que posiblemente lleva escrito su nombre, oculto bajo la identidad de su doctor, a quien inconscientemente ha suplantado; mientras la dinámica de las conocidas fábulas sobre inocentes perseguidos compone la intriga (aun cediendo esta vez a la incertidumbre pues la culpabilidad o la inocencia es algo que debemos averiguar poco a poco), el cineasta se divierte con diálogos e interacciones llenos de afilado y malicioso humor, quitando hierro a la seriedad deseada por Selznick y apostando por el puro entretenimiento.

Uno de los principales exponentes será Brulov, un personaje típicamente "hitchcockiano" interpretado con total naturalidad y de forma brillante por Michael Chekhov (sobrino de Anton). Pero aquél no convierte todo en una parodia del "thriller" y el drama psicológico, ya que se esmera en aportar detalles escabrosos con respecto a la muerte y el crimen y reviste ciertos instantes catárticos de un halo de misterio desasosegante, casi de puro terror, gracias al buen tratamiento de las atmósferas que consigue George Barnes (Peck bajando los escalones navaja en mano, generando el pavor al igual que esa contrapartida de "Sospecha" donde Grant los subía portando el vaso con la supuesta leche envenenada...).
La mayor sorpresa de "Spellbound" la compone esa secuencia en efecto "daliana"/"buñueliana" sobre el sueño de John, unos minutos de pura simbología que, sin ser filmada por el inglés sino por el mítico diseñador artístico Will C. Menzies, posee una fuerza visual asombrosa basada en su potencia onírica de la extrañeza que configuran las formas y el espacio; es el momento clave el cual abre la sospecha a una desafortunada certeza que estrecha cada vez más el cerco alrededor de Constance, cuyo sacrificio a lo largo de la historia es uno de los puntos fuertes de su melodrama (¿se entregó alguna otra heroína "hitchcockiana" por amor con tal ahínco como la de Bergman?).

Demostrando una habilidad sólo reservada a los maestros, el cineasta nos vapulea sin descanso durante un último tramo plagado de sorpresas, increíbles revelaciones y momentos de una tensión desgarradora; si bien la espectacular escena del esquí sirve de buen ejemplo, es esa rodada en interiores donde se enfrentan por última vez la protagonista y un Leo Carroll de mirada y presencia imponente como el doctor Murchison. Esa fuerza del primer plano que ha estado practicando Hitchcock durante toda la obra alcanza su cenit en un colofón que literalmente dispara a la retina y las emociones del espectador.
Los drásticos cortes le corroen por dentro y al final este melodrama de misterio más cercano al cine de Arliss, Dmytryk o Language donde cada género se equilibra a la perfección, con enorme elegancia, con cierta gracia inexplicable (y tratando (aunque de soslayo) algo tan espinoso como el trauma de esos soldados llegados de una 2.ª Guerra Mundial recién acabada), sólo deja un poso amargo en él. Al contrario del buen sabor de boca que dejó en Selznick, pues crítica y público se deshicieron con ella resultando un gran éxito de taquilla y una larga lista de nominaciones a los Oscar (sólo llevándose Rózsa el premio, pero sin duda también se lo merecían Bergman y Chekhov).

El psicoanálisis tendría a partir de entonces un papel relevante en el cine negro.
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