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Crítica de Chris Jiménez
Murcia, España
6
Foxy Brown
Foxy Brown (1974)
  • 5,8
    766
  • Estados Unidos Jack Hill
  • Pam Grier, Antonio Fargas, Kathryn Loder ...

Azúcar moreno explosivo

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Reza la leyenda: "Cuando Foxy Brown viene a la ciudad todos los hermanos se mueven...porque ella sí que puede aplastarlos".
Es la fuerza de un tifón negro con más agallas que cualquiera. Poderosa, fascinante, sexy, una revolución y todo cae bajo sus pies.

Y uno se imagina un cine cualquiera del Harlem de los '70 con un enorme cartel en la fachada mostrando esa imagen resplandeciente de Pamela Suzette Grier con pantalones amarillos, el distintivo peinado "afro", una escopeta bien agarrada y sólo un sostén rosa; es la imagen, la de "Coffy", de un instante específico en la Historia del cine norteamericano. Los ridículos movimientos femeninos actuales creen que plantean algo innovador, creyendo sus integrantes que hace cinco décadas las mujeres iban con cadenas al cuello; las cadenas las lanzaba la diosa negra que nos atañe aquí y atravesaba cinco estómagos de golpe.
Y aún sabía mantenerse muy femenina y segura. Hoy ese sentimiento ni existe, hoy los individuos se esconden tras grandes colectivos famosos gracias a la "mass media". Grier y sus álter-egos eran únicos, y Jack Hill fue inteligente al pensar en capitalizar la rabiosa sinceridad y fuerza que ella desprendía; después del trampolín al éxito de "Coffy" los señores de A.I.P. reconocieron el filón de aquella fórmula de intriga callejera preñada de desnudos, drogas, corrupción y ultraviolencia, y si bien no estaban en buenos términos con el director le ofrecieron una secuela de las aventuras de la enfermera-vigilante, luego desechada y transformada en heroína original.

"Have no fear, Pam Grier is here...as Foxy!". Buena distinción para no esconder lo evidente, y es que este personaje no representa ninguna diferencia con la Flower Coffin anterior de no ser por lo oculto de su empleo, que jamás sabremos. Pero surge de su costilla y es el hueso más duro; la escena inicial en plena calle y de noche ya nos pone en la situación de una mujer que se arriesga para salvar a su hermano. Unos matones le seguían y los policías que por allí andaban, cómo no, se desentienden del asunto. Foxy arrasa con ellos y esto desata una venganza.
Venganza que deriva en muchas. El espíritu combativo de la protagonista lo deja claro: has de luchar con las mismas armas que emplean para matarte (por supuesto es el espíritu de Grier, a quien intentaron violar en grupo a los 18 y también a los 20 años). Hill quería mostrar en el mundo de Foxy cómo la corrupción gana en cualquier esquina de la sociedad: corrupción de drogas, de violencia, de sexo, de traición, en los altos cargos, en la burocracia. A él y a su colega Roger Corman les encantaba esta Norteamérica podrida, sin sutilezas, y por los poros de "Foxy Brown" sale la corrupción a borbotones, ejemplificada en grupos blancos que ostentan el poder.

Uno de los detalles del llamado "blaxploitation" era esta sociedad donde al parecer sólo los blancos son culpables de sus males; los de A.I.P. no plantean reivindicación, más bien un racismo ingenuo que irrita. En los grandes policíacos americanos de la época los negros llevan las de perder, pero también aparecían combatiendo el crimen (el compañero de Callahan en "Magnum Force"), aquí sólo un hombre negro resulta ser un traficante que merece ser quitado de enmedio, y si el hermano subnormal de Foxy es un traidor, según él, es por el lujo ganado sin esfuerzo que otros poseen (¿la supremacía norteamericana blanca, tal vez?).
Es el imperio que la heroína, a base de engaño y fuerza bruta, quiere hacer desaparecer después del asesinato de su novio (un policía del F.B.I.) a manos de los mismos que perseguían a su hermano; quiere, como ella afirmará más tarde, justicia, o equilibrar la balanza hacia su "pueblo" (a través de la venganza, o a la inversa, nunca se sabe). Tal vez lo más curioso de este retrato áspero, crudo y "kitsch" del mundo de la prostitución y el tráfico de drogas es que el jefe de los villanos sea una mujer (blanca, ¡sorpresa!) y con pintas de "hippie" de comuna que ha adquirido poder por medio de los bajos fondos (esta villana, Kathryn Wall, merece una historia para ella sola).

Y al estilo de las amazonas descontroladas de Russ Meyer o las vándalas callejeras de la saga japonesa "Stray Cat Rock" y derivadas (Grier no fue la primera, llegó cuando todas ellas ya habían mostrado lo duras que pueden ser las mujeres si atentan contra sus vidas o las de sus seres queridos), nuestra querida Grier, aunque las maniobras del argumento en que se integra son un tanto irregulares, conseguirá zafarse de situaciones de violencia "incómodas" para los estándares actuales y propinar una soberana patada en los cojones de las altas esferas, y Hill no escatima en ofrecer toda la violencia posible.
Puede que sólo se ejerza contra blancos, pero a estas alturas te han puesto tan de parte de la maltratada, azotada, violada y humillada protagonista (y por mucho desnudo que haya, las agresiones sexuales nunca están sexualizadas) que un reproche a la visión unidireccional de la película es algo estúpido. No se puede sino aplaudir su actitud femenina arrolladora en su decisión de castrar al amante de la jefa, uno de los momentos más memorables de este subgénero que, por raro que parezca, recibió muchas opiniones negativas, sobre todo de críticos negros que denunciaban los terribles estereotipos presentados aquí. Pero la respuesta de Grier fue tajante: "No nos inventamos nada, ¡estas cosas las sacamos de la calle!".

Corriendo, entre bares, en callejones, en coche, ¡incluso en avioneta! (eso me gustaría que me lo explicasen...), Foxy, como Coffy, es imagen icónica de una justicia oculta contra fuerzas opresivas ocultas. Contra lesbianas agresivas también.
Los siguientes papeles de la actriz, que empezaban a repetirse, no irradiarían tal fuerza bruta ni carisma hipnótico, tanto más cuanto que ya no estaría dirigida por Hill. Y esa introducción, colorida, psicodélica y "funky", parodiando el estilo Bond, y cantada por el gran Willie Hutch, es desde luego inolvidable.
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