No sé con qué momento quedarme; si con las formas de investigar de los "supercientíficos", entrado como Pedro por su casa de un sitio a otro y sus medidas de seguridad, tales como quitarse los cascos recién llegados a un planeta desconocido para poder respirar el aire puro de la nave -como si domingueros que van al campo se trataran-; si con el científico que le hace carantoñas a la lombriz mutante como si de un Yorkshire se tratara -exactos, hay lombrices allí porque sí-; si con el bote de de blandiblú que origina todo el meollo del asunto; si con los decorados con la famosa cabeza gigante dignos de Terra Mítica; si con la auto cesárea de la tía abriéndose la barriga de lado a lado para parir al pulpo Paul y luego grapársela entera para seguir con la maravillosa aventura como si tal cosa; si con el infectado que se convierte en zombie en plan Walking Dead; si con el maquillaje carnavalesco del que hace de abuelete; si con nuestro papi alienígena aka Coto Matamoros subido en su Megazord; si con la tía guardando la cabeza del robot en una mochilita para que no se pierda por el camino; si con la traca final del niño de Tarifa de azul pitufo salido del vientre de Coto Matamoros...
Son tantas y tantas escenas memorables que me es imposible decantarme por alguna en especial. Lo que sí tengo claro es lo siguiente: Ridley, eres un cachondo.