El tiempo paso, como si fuera una película de Wenders, de andar tranquilo, calmado, sin prisa por llegar. Y el partió. El hombre de la gabardina y el puro, el que tenia siempre la ultima palabra, el aparentemente despistado. Damas y caballeros, se fue Colombo.
Y del cielo debió bajar, o eso debería creer, un ángel para acompañarle en el viaje. Para estrecharle la mano.
Llamo a su mujer por ultima vez para decirle que llegaría tarde, y cogió su coche rumbo al cielo.
Al coche le costo arrancar, pero partió rumbo a la inmortalidad, la de las leyendas, una de las que detuvieron criminales, o incluso al mismo tiempo.
Quizá no recordaba los pasos que llevaba andados cuando aquel cuatro latas le había dejado tirado, casi al final del camino. Pero no pasa nada, nosotros le recordaremos, cuando todo pase, incluso cuando nadie recuerde a nadie, porque así es la vida de las estrellas.
Brillo, lo hizo intensamente, seguramente bajo la influencia de Cassavetes o de Wenders, ahí queda, o bajo la de ese personaje, tambien lo tenemos.
No puedo olvidarme de uno de esos últimos personajes, en la piel de un viejo mafioso entre rejas. Snipes y Rhames se daban la del pulpo en esa película, pero a quien le importa eso cuando ahí estaba el hombre del ojo de cristal, de la mirada intensa.
El detective que siempre atrapaba al malo. No quedan casos por resolver, los resolviste todos, y lo vimos en una pequeña pantalla, en los viejos tiempos.
Como en una película alemana, el tiempo pasa sin que te des cuenta... relativamente. Pero esos momentos, esos silencios, ese carácter, eso se queda, y al mismo tiempo parte contigo.
Adiós Peter, adiós Colombo.