Bien, crujo los huesos de mis dedos y al lío. A ver por dónde empiezo.
Los que han hecho este bodrio no tienen la culpa, pero no puedo dejar de poner verde a esos cerebros (por decir algo) de las distribuidoras españolas que deciden cambiarle el título para literalmente estafar al público potencial.
La palabra “venganza” tiene un hipnótico poder para estos cenutrios, que se empeñan en ponerla cada vez que les sale de sus partes. Hay infinidad de títulos en los que la usan sin venir a cuento, pero esta vez se han pasado treinta pueblos. ¿Qué venganza ni qué niño muerto? Puede que haya algo de eso en la película pero es testimonial y ni muchísimo menos es el eje argumental. ¡No tenéis vergüenza!
Si uno se pone en el (arrugado y fofo) pellejo de Arnold, se puede entender. Ha estado encasillado durante décadas y por su edad ya no tiene nada que demostrar. Tampoco necesita dinero. Es muy comprensible que en su vejez esté dando un enfoque radicalmente distinto a su carrera. Está haciendo películas muy alejadas de lo que hacía antes y que le den la posibilidad de actuar mucho más allá de lo que es pelear y disparar.
También es algo coherente. Ronda los 70 años, aunque aún haya actores de acción de esa edad que se empeñen en seguir con lo mismo.
El cambio de papeles de Arnold es brutal. El hombre hace su esfuerzo por dar vida a un personaje atormentado, y hasta es capaz de llorar y todo. ¡Lo malo es que está resultando un cambio a peor!
En fin, esto es un drama independiente minimalista puro y duro, de los que suelen emitir los sábados y domingos a la hora de la siesta en televisión. Y la palabra clave es esa: siesta. Desde aquí hago un llamamiento a las autoridades sanitarias para que dejen de recetar química a las personas con problemas para conciliar el sueño. Sería mucho mejor para el hígado de estos pacientes, que en vez de tomar pastillas se pongan esta cosita tan “divertida”. ¡Da muchísimo sueño! En serio, he cometido el grave error de verla después de almorzar, y me he quedado dormido por lo menos cuatro veces. Pero lo más lamentable es que, dándome cuenta de eso, tiraba para atrás y me percataba de que no me había perdido absolutamente nada.
Esta película es como la “nada” de “La historia interminable”: el vacío que queda. La lentitud narrativa es tan extraordinaria que es capaz de mostrarnos a Arnold caminando por un pasillo desierto durante lo que se me antoja una eternidad. Y esos silencios tan profundos, ¡qué “estilo”, qué “intensidad”!
Señores, no se puede hacer una película de hora y media (ejemplo práctico de la relatividad de Einstein, pues parecen más bien cuatro) con unos hechos reales que cualquier telediario los despacharía en dos minutos como mucho. ¡No hay suficiente historia! Lo triste del argumento no es suficiente para hacerla buena, cuando todo es tan aburrido y vacuo.
Hay que reconocer que el problema no es que la haya hecho Arnold y no pegue ni con cola. Si la hubiera protagonizado cualquier otro, seguiría siendo igual de mala. ¡Por las rastas de depredador! Este hombre antes decía “volveré” y aquí la frase con más enjundia que dice es “tengo que limpiar”. Al menos “Maggie” (que también era mala de narices) te picaba con la curiosidad de ver cómo iba a terminar. Aquí no han sido capaces ni de eso. Otra de sus peores películas es “Junior”, pero aquella era mala porque simplemente no tenía ni puñetera gracia. Aquí se trata del problema contrario. Es extremadamente seria y dramática, pero lo hacen tan mal que el único que da pena es Arnold y solo siento otra cosa más: aburrimiento infinito