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Críticas ordenadas por:
20.000 especies de abejas
20.000 especies de abejas (2023)
  • 7,0
    9.745
  • España Estibaliz Urresola Solaguren
  • Sofía Otero, Patricia López Arnaiz, Ane Gabaraín ...
9
Lo que no tiene nombre, no existe
A Lucía Etxebarria no le gustará 20.000 especies de abejas. Y no le gustará porque choca frontalmente con su cruzada personal contra la transexualidad, ese recurso fácil para degenerados que solo buscan colarse en los vestuarios femeninos y seguir perpetuando el machismo imperante. Por eso no querrá ni oír hablar de la película, porque explica de manera sublime el sufrimiento y la angustia que experimentan las personas que no se identifican con su sexo biológico y que además deben lidiar con su entorno para asimilar un cambio que es de todo menos sencillo. Lo hace además con sumo tacto, poniendo el foco en una niña de ocho años, en un ámbito familiar y dentro de una comunidad rural en el País Vasco. No era tarea fácil y, sin embargo, el filme desarma todos los miedos, prejuicios y ataques frontales con humanidad y honradez.

Puede que a la escritora y polemista Etxebarria no le interese 20.000 especies de abejas pero sí debería picar la curiosidad de todas aquellas personas con ganas de comprender un proceso tan complejo y desconocido, sobre todo para las generaciones más mayores. El mérito de la cinta es que aborda la asunción de identidad desde la edad más temprana y desde un punto de vista multigeneracional, en el núcleo de una familia tradicional vasca. Y en la respuesta de cada uno de los familiares, en su comportamiento ante el cambio, es donde residen los matices de una película que huye por completo de los maniqueísmos y de los recursos más facilones.

Estibaliz Urresola Solaguren, que para colmo debuta en el largometraje con esta maravilla, podría haber echado mano del bullying para narrarnos una dolorosa transición hacia el género femenino. Y seguramente le habría resultado otra cinta gloriosa, aunque muy diferente. Sin embargo, la directora, valiente, ha decidido centrarse en la agresión inconsciente, la que van ejerciendo día a día los seres más queridos. Y ahí es donde las interpretaciones juegan un papel determinante. El Oso de Plata para Sofía Otero es solo la cúspide de un reparto mayúsculo, en el que también sobresalen Patricia López Arnaiz y Ane Gabarain, madre y tía que asimilan de muy distinta forma la transexualidad de la niña protagonista.

Sin apenas banda sonora, vamos asistiendo a distintas situaciones de incomodidad que va sufriendo Cocó durante su crisis de identidad, con los vestuarios (siempre son los vestuarios) como principal foco de tensión. A su vez, también somos testigos de conflictos cotidianos como los que surgen de la maternidad, la pareja, las relaciones familiares o la crisis de la mediana edad. En ese sentido, el personaje de López Arnaiz aglutina todas esas lides. Mientras moldea cuerpos esculturales con la cera de las abejas, debe asimilar cómo su hija va moldeando también su propia identidad mientras combate las resistencias dentro del seno familiar.

Es en la parte final cuando 20.000 especies de abejas nos regala secuencias de una gran emotividad, rodadas con absoluta delicadeza. Todos los acontecimientos que suceden en torno a una comunión ponen a prueba nuestro pulso y nuestras glándulas lagrimales, de la escena desde el interior de un coche hasta la carrera desesperada en el bosque. Y todo para ponerle nombre y cara, sin doctrinas pero con sentimientos, a otra de esas realidades prácticamente ocultas en el cine. Porque como advierte un personaje clave del filme, “lo que no tiene nombre, no existe”.
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108 de 163 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Last of Us (Serie de TV)
The Last of Us (2023)
Serie
  • 7,7
    23.550
  • Estados Unidos Craig Mazin (Creador), Neil Druckmann (Creador) ...
  • Pedro Pascal, Bella Ramsey, Anna Torv ...
8
Por qué no es la mejor serie del año
Podrían haber seguido el camino más fácil, haber echado mano del piloto automático y les habría funcionado igual. Los creadores de The last of us, la serie, tan solo debían seguir a rajatabla las directrices del videojuego para contentar a su legión de seguidores. Y así parece que lo han hecho. Pero con un importantísimo matiz. Han colado tramas normalmente destinadas a ficciones menos populares dentro de la que ya se preveía como "la serie del año". Y, de repente, el público objetivo de una superproducción de zombis se ha tenido que tragar con patatas un capítulo centrado en la historia de amor entre dos hombres o que la protagonista, encarnada por una Bella Ramsey que se define como género fluido, se enamore de una chica en otro episodio. Los machirulos de medio mundo entrando en el siglo XXI de la forma más inesperada. He aquí la jugada maestra que solo una producción de HBO se podría permitir.

El mérito de los creadores de The last of us ha sido precisamente esa valentía a la hora de subvertir las normas que vetaban implícitamente tramas femeninas o LGTBIQ+ en las ficciones destinadas a las grandes masas. Aunque determinadas reacciones siguen dando la razón a ese conservadurismo (no en vano, los capítulos mencionados siguen siendo, a día de hoy, los peor valorados de la serie en IMDB), ese enorme paso adelante no ha impedido que la serie rompa todos los récords de la plataforma HBO Max y que, para algunos, el episodio de Bill y Frank se haya convertido en uno de los más bellos de la historia de la televisión.

No terminan ahí las virtudes de la serie. Los prólogos de sus dos primeros capítulos, con una gran carga científica, son probablemente de los más interesantes y aterradores de los últimos años, mucho más que las escenas explícitas protagonizadas por hongos vivientes que inevitablemente debían formar parte de esta adaptación del videojuego. El flashback que nos narra el nacimiento de Ellie es otro instante memorable de una ficción que, además de ser fiel al producto original, no ha dudado en romper la cronología para descolocar al espectador.

Pero si a algo debía permanecer fiel esta serie es a la trama principal, la historia de amor entre Joel y Ellie, dos personajes antagónicos condenados a entenderse. No por previsible, este viaje ha dejado de ser emocionante, sobre todo tras un inicio complicado, en el que cuesta encariñarse con la adolescente, pero que desemboca en un clímax de lo más gratificante. La química entre el contrabandista y su hija adoptiva por fin se hace palpable y es gracias al enorme trabajo de Pedro Pascal y Bella Ramsey, llamados a convertirse en protagonistas de la próxima temporada de premios.

¿Por qué entonces The last of us no puede catalogarse como la mejor serie del año? A pesar de que el viaje merece mucho la pena, a pesar de su mimo por los personajes, incluidos los de reparto, a los que también pinta con una paleta de grises, no ha sido redonda en su desarrollo. Gran parte de sus capítulos se ciñen a una misma estructura. Cada parada en este road trip hacia la cura de la epidemia se ha visto marcada por la introducción casi procedimental de secundarios que han terminado desapareciendo, complementada con la escena de acción de turno y las disertaciones, a menudo tediosas, entre sus dos protagonistas. El viaje ha resultado grato, con instantes memorables, pero no ha sido del todo fácil.

Si medimos el éxito en cifras y tendencias, The last of us tiene todos los números para convertirse en la serie del año. Pascal y Ramsey acaparan portadas, photocalls y sesiones fotográficas. Son las celebrities del momento. Pero no nos confundamos. Todo ello no la convierte en la mejor ficción televisiva de este 2023. Quedan muchos meses por delante y, además de los estrenos que están por llegar, este año finalizan dos grandes series internacionales: Succession y The Crown. Ambas cuentan con una trayectoria impoluta, que deberán medir con este rival en forma de fenómeno global. Todavía es pronto. En diciembre comprobaremos los criterios para encumbrar a la mejor serie del año.
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10 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Quiet Girl
The Quiet Girl (2022)
  • 7,3
    5.936
  • Irlanda Colm Bairéad
  • Catherine Clinch, Carrie Crowley, Andrew Bennett ...
8
La belleza está en los gestos
Hay planos detalle en ‘The quiet girl’ que definen a la perfección sus intenciones. Los cigarrillos que se van acumulando en el cenicero del coche durante un trayecto trascendental y que denotan la falta de comunicación entre un padre y su hija. Una galleta encima de la mesa, primer acercamiento, gesto indirecto de cariño, entre otro hombre y esa niña tímida y callada que da título a la película. Una pastilla de jabón acariciando su delicada piel, los cien cepillados de pelo. Mil y un detalles que permiten identificarnos con el sufrimiento interior pero también con la felicidad contenida de una protagonista encerrada en una casa que jamás será un hogar.

Madres, padres, progenitores, que criarán a sus hijos como al ganado mientras en el otro extremo coexisten personas dispuestas a donar todo el cariño posible. Realidades opuestas que identifica este filme intimista a través de los ojos de una niña que silenciosamente asume su dolorosa existencia. Y todo narrado desde la más absoluta ternura, como la que desprende el personaje de Carrie Crowley nada más abrir la puerta del coche para dar la bienvenida a Cáit.

La delicadeza con la que el director novel Colm Bairéad transmite esta pequeña historia se refleja ya con la decisión de mantener el gaélico como único idioma de una cinta que podría haber sucumbido a la ambición internacional y rendirse al todopoderoso inglés. No le ha hecho falta. Y es que hay un idioma más universal que el anglosajón o la música. Lo dice el personaje del padre de acogida en un momento determinado. “Muchas personas pierden la oportunidad de quedarse calladas”. El silencio, y todo el lenguaje corporal que lo suplanta, es el motor de una película que consigue la difícil tarea de reconvertirlo en belleza cinematográfica.
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24 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
El triángulo de la tristeza
El triángulo de la tristeza (2022)
  • 7,0
    15.879
  • Suecia Ruben Östlund
  • Harris Dickinson, Charlbi Dean, Zlatko Buric ...
8
Los ricos también vomitan
Es curioso que la película no se haya promocionado con una frase del tipo “Si te gustó The White Lotus, te encantará El triángulo de la tristeza”. Y es que parece que mofarse de los ricos se ha convertido en el lúdico consuelo de los pobres. No hay nada como poner en duda su inteligencia, cuestionar sus valores y ponerlos en ridículo para sentirnos mejor a la salida del cine y acabar pensando que tampoco se está tan mal despertándose a las 6.30 de la mañana para levantar el país de una forma más íntegra y digna. Pero ojo, porque Ruben Östlund no se conforma y tiene dardos para todos. Como insiste en transmitir a lo largo de la cinta, todos somos iguales y, por tanto, susceptibles de caer en todo aquello que nos resulta tan ajeno desde la butaca del cine.

Una de las primeras escenas de la película es buen ejemplo de ello. Un joven modelo comienza a cuestionar sin pelos en la lengua la actitud tan poco feminista de su novia influencer, siempre dispuesta a que sea él quien pague la cuenta del restaurante. Ya solo la escena de una pareja sin intercambiar diálogo en la mesa de al lado podría resultarnos familiar. Pero la cuestión monetaria, que se va volviendo cada vez más violenta, también podría ser motivo de disputa en toda relación. Cada cual a su escala, todos somos esclavos de esa parcela de poder que nos confiere el dinero.

En todo caso, dado que la frivolidad parece acrecentarse con el tamaño de los bolsillos, es lógico que la diana de El triángulo de la tristeza se centre en los más pudientes. Es en el segundo acto de la película, ambientada en un yate de lujo, donde se suceden las situaciones más dantescas y despiadadas, como esa ricachona rusa que encuentra la diversión en forma de altruismo desalmado. Tampoco la tripulación se queda corta, nuevamente cegada por el “¡dinero, dinero, dinero!”. Pero son las imágenes de vómitos y diarreas ya previamente explotadas por la promoción del filme las que nos conducen al delirio, desternillándonos sin complejos de algo tan parecido al “caca, culo, pedo, pis”.

Lo más interesante de El triángulo de la tristeza probablemente recaiga en su capacidad para crear imaginario colectivo. Contiene gags y bromas recurrentes que lograrán superar el paso del tiempo, como ese In den wolken que despierta enormes carcajadas o mi escena de humor favorita de la película, que llega en forma de granada de mano.
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3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El señor de los anillos: Los anillos de poder (Serie de TV)
El señor de los anillos: Los anillos de poder (2022)
Serie
  • 5,8
    15.738
  • Estados Unidos Patrick McKay (Creador), John D. Payne (Creador) ...
  • Morfydd Clark, Robert Aramayo, Markella Kavenagh ...
6
¿Tiene por fin Amazon su propia Juego de tronos?
Es indudable que las plataformas andan como locas buscando su propia Game of Thrones, ese fenómeno a escala planetaria que acapare todas las conversaciones y engrose sus beneficios. Incluso la propia HBO ha buscado alternativas, obviamente echando mano de la propia saga y convirtiendo la marca en su propia Star wars. El éxito de La casa del dragón no ha hecho más que confirmarlo, a la espera ya de la secuela sobre Jon Snow. El estreno prácticamente simultáneo de Los anillos de poder en Amazon, desde luego, no ha sido una coincidencia. Con la multimillonaria compra de los derechos a los descendientes de Tolkien, la compañía de Jeff Bezos se ha querido asegurar una apuesta prácticamente infalible, un golpe sobre la mesa que aúna legión de seguidores con presupuestos desorbitados. Lo que haga falta para destronar a la adaptación televisiva de las obras de George R.R. Martin y convertirse en el nuevo hit global. ¿Lo conseguirá finalmente? Estamos a muy poco de comprobarlo.

Mientras que el fenómeno de Juego de tronos se fue abultando temporada a temporada, hasta desbordar todas las previsiones en sus últimos episodios, la precuela de El señor de los anillos llega ya con el hype por las nubes, con unas expectativas tan altas que la serie debe ser capaz de corresponder. Y ahí reside uno de sus dos grandes retos, junto al de contentar a los millones de fieles de la obra literaria y de sus adaptaciones cinematográficas.

Vistos los dos primeros capítulos, parece impensable que los adeptos de la obra de Tolkien y de las películas de Peter Jackson terminen decepcionados con esta ambiciosa aventura televisiva. Sus creadores, Patrick McKay y John D. Payne, han sabido trasladar la puesta en escena y el tono de la trilogía de Peter Jackson a estas nuevas tramas, que se basan ligeramente en los textos del escritor pero que son en gran parte de cosecha propia. El regreso a la Tierra Media resulta fidedigno, continuista y, por supuesto, placentero.

Otra cuestión es si Los anillos de poder contiene los elementos necesarios, la personalidad suficiente, como para conquistar a un público masivo y global. Las películas lo consiguieron precisamente por ser las primeras, veinte años atrás, en lograr una adaptación a la altura de la magna obra. Ahora, en 2022, es probable que la audiencia necesite algo más. Entre las virtudes por las que Juego de tronos logró llamar la atención de millones de espectadores está la reorientación de la fantasía a terrenos más complejos y mundanos. Una ciencia ficción hiperrealista sin miedo a alterar sus cánones ni a escandalizar. En ese sentido, parece que la precuela de El señor de los anillos se queda un poco corta, demasiado plana, como para ir generando más y más curiosidad.

La dirección de Bayona, exquisita en su puesta en escena, devolviéndonos a esos mundos mágicos ideados por Tolkien, cojea un poco en el montaje, intercalando subtramas que no parece que conduzcan a muy buen puerto, abusando de cliffhangers que en muy pocas ocasiones dejan con la boca abierta. Todas y cada una de las secuencias, sin excepción, están reforzadas con la banda sonora, sin dejar respiro ni reflexión al espectador. La música nos remarca cuándo debemos reír o cuándo nos debemos asustar, como si las imágenes o los diálogos no fueran suficientes elementos narrativos. El tono familiar, que ya contenía la trilogía cinematográfica y que busca sumar también a los más pequeños, la aleja por completo de tramas más complejas y oscuras.

El mal no descansa sino que acecha. Y el mal, encarnado en seres monstruosos como Sauron y los orcos, es omnipresente en todo el argumento de estos dos primeros capítulos y parece que de toda la serie. En la lucha de elfos, humanos y demás contra este desafío se resume la sinopsis de una fantasía que renuncia a una mayor complejidad en sus tramas. A pesar del tono épico y grandilocuente, los diálogos son sencillos y directos. Las situaciones se plantean desde la óptica de una película de aventuras y las interpretaciones, marcadamente teatrales, se alejan bastante de la naturalidad y del realismo. La propia protagonista, Galadriel, no hubiera superado el casting de Juego de tronos (salvo denominarse Kit Harington).

Podría considerarse innecesario comparar ambas ficciones. Parten de obras originales publicadas en épocas muy distintas y dirigidas a diferentes públicos. Pero la coincidencia en el tiempo y la indisimulada intención de Amazon por conseguir su propia Juego de tronos, como en su día se luchó por conseguir la nueva ‘Lost’, lo hacen inevitable. A falta de ver los seis episodios restantes, parece difícil prever que Los anillos de poder supere en notoriedad a La casa de dragón. Al igual que Tolkien supo construir todo un universo de fantasía, su discípulo George R.R. Martin entendió que había que subvertir el género y acercarlo a un público diferente. En las adaptaciones de HBO el mal no se reduce a un ente demoníaco sino que germina y se expande en la propia condición humana. Puede que en esa visión más retorcida y verosímil de la ciencia ficción se encuentre la clave del éxito.
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58 de 159 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto te va a doler (Serie de TV)
Esto te va a doler (2022)
Serie
  • 7,4
    1.096
  • Reino Unido Lucy Forbes, Tom Kingsley
  • Ben Whishaw, Ambika Mod, Michele Austin ...
10
La medicina sin filtros
Lo advierte el propio título de la serie. Esto te va a doler. Y mucho. Porque lo que podría ser un drama médico más se convierte en un descenso a los infiernos de una profesión que, milagrosamente, todavía seduce a miles de almas caritativas que no dudan en renunciar a sus derechos más elementales para ejercer su vocación. Es el caso de Adam Kay, un joven médico de ginecología y obstetricia cuya experiencia en un hospital público de Reino Unido es lo más parecido a una pesadilla.

Lejos de la imagen idílica, romántica y trepidante que ofrecen muchas de las series médicas, Esto te va a doler es todo un baño de realidad, una experiencia de lo más inmersiva que nos sumerge sin tapujos en las entrañas del sistema sanitario público. Aunque esta ficción de la BBC se basa en la experiencia personal del propio doctor, reconvertido ahora en cómico y productor televisivo, su tono está bien alejado de la comedia, por mucho que el protagonista rompa la cuarta pared con la acidez de su humor inglés.

A Kay le llueven la sangre y otros fluidos de sus pacientes, mientras lidia con guardias maratonianas, las carencias de una sanidad precaria y la arrogancia de sus superiores, que él tampoco duda en trasladar a la residente a su cargo. Shruti es el vivo ejemplo de las ilusiones rotas por un sistema deshumanizado y voraz. A través de su mirada, vamos asistiendo al declive de un personaje clave para el mensaje principal de esta ficción.

Pero no es la intención de este texto, ni de la serie, deprimir al espectador. Aunque el trasfondo es descorazonador, el tono es de una gran sensibilidad. La que transmite un protagonista escéptico, amargado, consumido, pero de buen corazón, potenciado por uno de esos novios que cualquiera querría encontrar. Cariñoso, paciente y empático, Harry es el contrapunto perfecto para que ni Adam ni nosotros como espectadores terminemos arrojándonos por un puente.

La serie se sustenta en un guion cargado de verosimilitud, con un plantel de secundarios imprescindibles, y en ese plus de riesgo que suelen afrontar las ficciones inglesas. Pero su gran baza no es otra que Ben Whishaw, ese actor que aglutina papelones como los de The hour o London spy y que sigue impregnando de talento y solvencia todos los proyectos que toca. Esto te va a doler pero, desde luego, no vas a encontrar dolor más placentero.
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22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pachinko (Serie de TV)
Pachinko (2022)
Serie
  • 7,5
    1.010
  • Corea del Sur Soo Hugh (Creadora), Justin Chon ...
  • Youn Yuh-jung, Lee Min-ho, Kim Min-ha ...
10
El golpe en la mesa de AppleTV+
¿Puede convertirse la historia de una familia coreana que emite una plataforma todavía tan minoritaria como AppleTV+ en la mejor serie del año? Si nos atenemos más a su contenido que a su influencia, sin duda alguna. Todavía no hemos alcanzado el ecuador del 2022, la lista de grandes propuestas comienza a ser abultada, pero de momento ninguna otra ficción logra embaucar con la belleza y la sensibilidad que desprende Pachinko, una serie muy sencilla en su planteamiento pero absolutamente ambiciosa en la ejecución.

La trama va rebotando entre tres generaciones de una misma familia, tal y como hacen las bolas de acero del juego que da nombre a la serie y que tanto recuerda al pinball. Desde los orígenes de la humilde Sunja en la Corea ocupada por Japón de principios del siglo XX al despiadado Tokyo actual con el que debe lidiar su nieto Solomon, pasando por la generación intermedia, la de Mosazu, el hombre que salvó a la familia de la miseria gracias a este popular juego japonés.

A pesar de la multitud de personajes, Sunja es el alma vertebradora de la serie. Pachinko arranca con su nacimiento y se esmera particularmente en narrarnos el origen de todo el entramado familiar, fruto del amor prohibido con un comerciante invasor. La puesta en escena, acompañada de una bellísima banda sonora, nos sumerge en una gran historia dramática que rehúye en cambio los tintes más melodramáticos. Es suficiente con la mirada de las dos actrices que encarnan las diferentes etapas de la protagonista para emocionarnos. Una de ellas, además, es Youn Yuh-jung, la actriz que nos encandiló a todos, Academia de Hollywood incluida, con Minari.

En Pachinko un simple bol de arroz es capaz de hacernos saltar las lágrimas. Y es que la serie, con ese prisma tan asiático, pone el acento en el conflicto intergeneracional entre lo espiritual y lo material. Mientras la veterana Sunja intenta regresar a sus orígenes, asiste impotente a la ambición capitalista de su nieto, incapaz de entender el aferramiento de una señora mayor a sus raíces.

Lejos de acomodarse en un relato clásico, basado en el best seller de Min Jin Lee, la serie también asume riesgos. La propia cabecera, con los intérpretes bailando al ritmo de Let’s live for today y desquitándose del corsé de sus personajes, es toda una obra de arte. Alguno de los episodios rompe también con la estructura y sorprende al espectador centrándose en la trama de uno de protagonistas. O el propio epílogo de esta primera temporada, con testimonios reales de esas mujeres rondando los 100 años de edad que se vieron obligadas a emigrar a Japón, pone los pelos de punta.

Porque sí, Pachinko contará con una segunda temporada, confirmada ya por AppleTV+. No es para menos. No solo porque se dejan muchas incógnitas en el aire, sobre todo en torno a uno de los descendientes de Sunja, sino porque una serie tan ambiciosa en contenido y en continente, con una apabullante factura técnica, merece ser explotada. En espera de que le lluevan los reconocimientos, que llegarán, solo queda extender la recomendación: ¡No se la pierdan!
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3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alcarràs
Alcarràs (2022)
  • 6,8
    13.532
  • España Carla Simón
  • Jordi Pujol Dolcet, Anna Otín, Xenia Roset ...
8
Clara Simón afianza su estilo
Hemos visto la imagen centenares de veces. Agricultores lanzando toneladas de fruta ante grandes cadenas de distribución para denunciar que pierden dinero con las cantidades ridículas que reciben a cambio de su esfuerzo. 15 céntimos por quilo. Parece mentira que sigan existiendo supervivientes que aún no lancen la toalla. Detrás de esos tractores y de toda esa fruta vertida existen familias que llevan generaciones viviendo del campo, personas que asisten atónitas a las contradicciones del progreso. Y sobre ellas ha querido centrar su segunda película Clara Simón, tras aquella Verano 1993 que también rezumaba nostalgia por los cuatro costados.

La denuncia de un sector que se asfixia por las fauces del capitalismo salvaje se consigue precisamente poniéndole rostro a los damnificados. Y no cualquier rostro. El gran acierto de Alcarràs ha sido contar con un plantel de actores no profesionales que parecen justo lo contrario. Porque por mucho que un intérprete del método trate de sumergirse en el mundo rural, al final hay que saber recoger melocotones, matar plagas de conejos, preparar caracoles a la brasa o cortar la fruta para mermelada. Y no solo eso. Los lazos que se establecen en una familia dedicada por completo al cultivo o en una pequeña comunidad con el mismo modo de vida solo logran transmitirlos quiénes los llevan estrechando desde pequeños.

De ahí los destellos de autenticidad de una película con la que resulta prácticamente imposible no sentirse identificado. Porque más allá del trasfondo social, el mérito de la propuesta de Simón recae nuevamente en los lazos familiares, en esa recreación cotidiana de tres generaciones. Las cabañas con contraseña que construyen la pequeña Iris y sus primos conviven con las coreografías electrolatinas de su hermana adolescente y las conversaciones sobre las diferentes maneras de cocinar un fricandó de las abuelas. Todos conviviendo bajo un mismo techo con diferentes actitudes ante el inminente cambio que supondrá la venta de sus tierras a una empresa de placas fotovoltaicas.

El que lleva el peso de ese giro trascendental en sus vidas es el patriarca de la familia, un Quimet que se resiste a renunciar a su modus vivendi (el único que conoce) y que vierte toda su rabia contenida a todo el núcleo familiar, desde el abuelo que no firmó por escrito la propiedad de sus tierras al hijo que apechuga con la herencia de hacerse cargo del negocio y que busca constantemente el beneplácito de su padre. Como le ocurriera a Frida, la niña protagonista de Verano 1993, el dolor acumulado termina sobresaliendo de la única forma posible.

Pero ¿cómo se consigue un personaje tan auténtico y entrañable como Quimet? La pregunta es extensible al resto del reparto, una labor de casting mayúscula, cuya química termina convirtiéndose en el alma de la película. Si en su debut la directora hizo convivir previamente a los actores durante semanas, esta vez ha echado mano de personas reales que han nacido y viven del campo. Sin artificios, sin la mirada condescendiente del urbanita, sin dramatismos ni apenas acentos, con la ausencia casi total de una banda sonora. Con una mirada prácticamente documental pero con la sensibilidad de quien simplemente ha querido plasmar todo el cariño hacia sus orígenes y, en definitiva, el origen de todos nosotros.
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151 de 246 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Newsreader (Serie de TV)
The Newsreader (2021)
Serie
  • 7,0
    829
  • Australia Michael Lucas (Creador), Emma Freeman
  • Anna Torv, Sam Reid, William McInnes ...
10
La serie feminista y ochentera para los amantes del periodismo más clásico
Hubo un tiempo en el que no resultaba tan sencillo conseguir imágenes para ilustrar las noticias en televisión. Podía ocurrir el desastre nuclear de Chernóbil y tardarse horas en lograr material audiovisual suficiente para revestir la información, mientras los periodistas se afanaban en recabar datos sobre Ucrania o sobre centrales nucleares en medios que ahora suenan tan rudimentarios como una enciclopedia o una hemeroteca. Las grabaciones, en cintas, se enviaban a la redacción en taxi y las conexiones en directo suponían un esfuerzo titánico. Conocer esa realidad ahora, cuando cualquiera puede acceder al lugar de los hechos con un simple móvil, es uno de los grandes alicientes de The Newsreader, la serie australiana ambientada en un informativo televisivo de los años 80.

Acotarla a esa temática, sin embargo, la convertiría en otra The Newsroom o Studio 60, las dos series con las que Aaron Sorkin ha desentrañado como nadie el mundo de la televisión. Esta pequeña ficción australiana, multipremiada en su país, prefiere poner el foco en su protagonista femenina, una carismática presentadora de informativos que debe lidiar con el ego masculino de su compañero de mesa y con la testosterona del jefe de redacción para conseguir el hueco que se merece.

No lo tendrá fácil. Aunque la audiencia la adora, el entramado de machos alfa que la rodea prefiere mantenerla a la sombra de la estrella masculina y en decadencia de la cadena. La excusa perfecta la encuentran en su trato difícil, en los sucesivos episodios de crisis de ansiedad que alimentan las posturas paternalistas y condescendientes. Por si fuera poco, su vida sentimental es el epicentro de toda la sorna con la que minar su credibilidad profesional.

La encargada de dar vida a Helen Norville es Anna Torv, la arrolladora actriz a la altura de estrellas australianas como Cate Blanchett o Nicole Kidman pero que prefiere regalarnos su talento a través de series de televisión como Fringe o Mindhunter. Su interpretación, su carisma, sus looks ochenteros, son motivos más que suficientes para rendirse a sus pies. Por si fuera poco, en The Newsreader hace tándem con el más desconocido Sam Reid, que encarna al joven y entusiasta Dale Jennings. Él también lucha por hacerse un nombre en la profesión y por quitarse de encima sus inclinaciones homosexuales. La relación entre ellos suma el drama romántico a una trama repleta de contenido.

Si The Newsreader no ha trascendido probablemente se deba a que la producción es australiana o a que su estreno llegó a España de la mano de un canal menos masivo como Cosmo (aunque ya se encuentra en el catálogo de Filmin). En todo caso, se trata de un injusto recibimiento. No solo retrata una profesión y un medio de comunicación de forma fidedigna, mostrando incluso los tejemanejes más sucios de la televisión, sino que encima aborda la actualidad de la época, como los primeros casos de sida, de la manera más crítica. Indispensable para los amantes del periodismo y para los nostálgicos de un tiempo en el que la función del periodista no se reducía casi en exclusiva a desmentir bulos.
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13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Separación (Serie de TV)
Separación (2022)
Serie
  • 7,9
    10.334
  • Estados Unidos Dan Erickson (Creador), Ben Stiller ...
  • Adam Scott, Patricia Arquette, John Turturro ...
9
La serie que no entenderán en Recursos Humanos
Como si no lo hiciéramos ya. Como si instintivamente no cambiásemos de personalidad cuando atravesamos la puerta de acceso a nuestro trabajo. El entorno laboral, más o menos amable, más o menos hostil, nos obliga de forma irremediable a contener nuestro auténtico yo. En un ambiente con sus jerarquías, con sus desequilibrios, resulta imposible ser uno mismo. Es probable que nuestro entorno más cercano se sorprendiera con nuestra versión de currante de la misma manera que compañeros de trabajo alucinarían con nuestra vertiente hogareña.

La serie de AppleTV+ Separación va un paso más allá y se plantea qué ocurriría si un implante cerebral permitiera separar esas dos facetas. Durante la jornada de ocho horas dejaríamos a un lado nuestra vida personal, que retomaríamos al fichar la salida. Dos vidas completamente separadas, ajenas la una de la otra. El sueño cumplido de toda empresa, que dispondría de una legión de subordinados libre de taras mundanas, y de todo aquél workaholic que incomprensiblemente se lleva el trabajo a casa.

¿Qué individuo sería capaz de someterse a semejante barbarie? Es uno de los muchos interrogantes que plantea la serie, cuyos cuatro protagonistas, aparentemente sin nada en común, tan solo se conocen en el ámbito laboral. Una vez se adentran en el ascensor de la empresa, con una salida escalonada cada cinco minutos, se convierten en absolutos desconocidos y retoman su vida personal.

Producida por Ben Stiller (sí, el de Zoolander o Noche en el museo pero también el que estaba detrás de series como Fuga en Dannemora), Separación es lo opuesto a la comedia. Es un thriller de ciencia ficción de lo más absorbente y enigmático, con un ritmo y una atmósfera muy particulares, rozando por momentos el surrealismo, pero con una voluntad muy clara de reflexión sobre los límites de nuestra propia intimidad.

La serie reproduce a la perfección los esquemas, los roles y las dinámicas de toda organización empresarial. Los protagonistas, sin ir más lejos, pertenecen a un departamento de nombre rimbombante cuya función prácticamente desconocen. En un entorno diáfano y aséptico, desprovisto de toda humanidad, desarrollan su labor con un fingido entusiasmo, el que inflige la propia corporación con estúpidas iniciativas de team building. ¿A alguien le suena?

La opacidad con la información, los desequilibrios de poder o la desconfianza entre departamentos son otras tendencias que también están presentes en Separación y que pueden resultar familiares. Incluso la serie adquiere por momentos un ritmo aletargado, repetitivo, rutinario, por si algún espectador no se había terminado de sentir identificado.

Pero es en el misterio, en la incógnita, donde reside el gran interés de esta apasionante mezcla entre Homecoming y Devs, dos de las grandes producciones de ciencia ficción que nos ha proporcionado el streaming en los últimos años. Si uno logra adentrarse en esta atmósfera de claustrofobia y control enfermizo, algo nada difícil, acabará sumergido literalmente en una historia de lo más adictiva, que culmina con un apoteósico episodio final que recuerda a los mejores momentos de Perdidos. Por suerte, AppleTV+, que vela por nosotros, ya nos tiene reservada una segunda temporada en su cada vez más interesante catálogo de series.
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102 de 133 usuarios han encontrado esta crítica útil
Euphoria (Serie de TV)
Euphoria (2019)
Serie
  • 7,5
    14.966
  • Estados Unidos Sam Levinson (Creador), Sam Levinson ...
  • Zendaya, Hunter Schafer, Sydney Sweeney ...
10
El drama más bello
Tres años, con dos monodosis especiales en Navidad, es el sufrido tiempo que los seguidores de Euphoria hemos tenido que esperar para retomar la historia de Jules y Rue. Pero tanta paciencia ha merecido la pena. Si algo ha demostrado la segunda temporada es que la serie no ha querido renunciar al inconfundible estilo que enseguida la convirtió en fenómeno. Un drama de rasgarse las vestiduras envuelto en una belleza formal cuidada al milímetro. Ocho nuevos episodios que también nos han demostrado que hay trama, y mucha, más allá de sus dos protagonistas. Puede que de manera dispersa, a veces sin tener demasiado claro el rumbo, pero regalándonos en cada capítulo secuencias memorables que han desembocado en un díptico final apoteósico.
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5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Licorice Pizza
Licorice Pizza (2021)
  • 6,5
    17.664
  • Estados Unidos Paul Thomas Anderson
  • Alana Haim, Cooper Hoffman, Sean Penn ...
9
La edad de la inocencia
Construir un lugar común, un microuniverso que solo dos personas pueden entender, es tan complicado de conseguir como de explicar. Es lo que les ocurre a los protagonistas de esta atípica historia de amor. Un adolescente con labia suficiente como para levantar un imperio de camas de agua y para conquistar a una veinteañera judía de lo más escéptica y mordaz. No pegan ni con cola, algo de lo que ambos son plenamente conscientes, pero siempre terminan volviendo a ese oasis indescriptible que solo ellos han sabido crear y comprender.

Si algo consigue Licorice Pizza es que entendamos perfectamente el sentimiento de sus dos protagonistas, el de sentirse culpables, ridículos, patéticos pero con la necesidad irrefrenable de regresar a los brazos de quien inexplicablemente nos seduce y nos entiende. Porque nada importan los demás, solo esa impagable sensación de estar en terreno seguro. Paul Thomas Anderson consigue transmitirlo con un tono mágico entre la comedia y el drama, recurriendo a anécdotas que probablemente se convertirán en icónicas como la que tiene lugar en un camión de mudanzas con Bradley Cooper como desternillante estrella invitada.

Que Thomas Anderson es pura perfección en todo lo que hace lo demuestra toda su filmografía, intachable en todo género que toca. Sabíamos que tampoco defraudaría en esta incursión supuestamente ligera. Pero es que lo que realmente hace inolvidable esta película son sus dos actores principales. Desde la primera secuencia en una sesión de fotos en el instituto ya somos conscientes de que reúnen un carisma fuera de lo común. Y si el hijo de Philip Seymour Hoffman está brillante, la otra debutante, Alana Haim, está soberbia. Resulta inexplicable que los académicos de Hollywood los hayan ignorado en las nominaciones a los Oscar, teniendo en cuenta que son el ingrediente indispensable para que la película sepa a gloria.
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5 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Normal People (Miniserie de TV)
Normal People (2020)
Miniserie
  • 7,6
    5.944
  • Irlanda Lenny Abrahamson, Hettie Macdonald
  • Daisy Edgar-Jones, Paul Mescal, Sarah Greene ...
10
Regreso al romance
¿Dónde se habían metido las grandes historias de amor? El drama romántico, un clásico entre los géneros, parecía no tener lugar en el cada vez más complicado entramado audiovisual. La fantasía o el suspense parecían recursos infalibles para generar adicción y conseguir destacar entre tanta competencia. El cine, y sobre todo la televisión, habían olvidado el poder de atracción de una buena historia de amor. Se suponía que había que mezclarla con otros géneros, como en Outlander, o recurrir a enrevesados giros de guion, como en This is us, para conseguir atrapar al público. Pero de repente llega Normal people y demuestra que algo tan sencillo como la química entre dos personas, esa que supera todo tipo de trances, atrapa y conmueve como ninguna otra historia.

Las vidas de Marianne y Connell están condenadas a cruzarse. Desde el momento en que prende la chispa entre ambos, en un terreno tan hostil como puede llegar a ser el instituto, no hay obstáculo que les permita distanciarse por completo, incluso a pesar de que su relación no es precisamente un camino de rosas. El gran aliciente, pero también el enorme sufrimiento, de esta serie recae precisamente en su entrañable pareja protagonista y en la impotencia que genera en el espectador, testigo de cómo la distancia se apodera de ellos por una absoluta falta de comunicación.

Ella, la empollona apestada de clase. Él, chico introvertido pero popular. Se gustan en silencio. Él admira su osadía e inteligencia mientras ella percibe una interesante vida interior. Su amor debe ser a escondidas, por decisión de ambas partes. Él, cobarde, prefiere no enfrentarse al rechazo y la guasa de sus compañeros de pupitre, mientras que ella es demasiado orgullosa para recriminarle su falta de valentía. Y de esa pasión prohibida surge una relación condenada a distanciarse y reencontrarse a lo largo de toda su juventud.

Con el paso del instituto a la universidad se cambian las tornas y ahora es ella la que domina la situación, mientras él ha perdido el confort del rebaño y se enfrenta a los miedos de un mundo más tolerante y abierto. La apertura al mundo exterior no resulta fácil para ninguno de los dos, cada uno arrastrando los traumas personales y los de su relación a sus propias parejas. Pero con cada fortuito encuentro, se paralizan sus vidas y se forma de nuevo una burbuja protectora de la que resulta difícil salir. Un microuniverso de intimidad que se convierte en el motor de una serie que desprende ternura y provoca más de un suspiro.

Es prácticamente imposible no caer en los brazos de una obra perfectamente concebida para embaucar. Hay que ser muy escéptico para no enamorarse de la pareja protagonista, porque si Daisy Edgar-Jones está espléndida en su papel de torturada, no lo está menos un Paul Mescal contenido que emociona cada vez que explota. Asistimos a su esfera íntima con absoluta naturalidad, asumiendo que el sexo forma parte de la cotidianidad, sin otorgarle mayor o menor importancia. De hecho, la escena más personal y efectiva se produce a distancia, cuando Marianne espera a que Connell se quede dormido y amanece al día siguiente al otro lado de la pantalla. La lista de momentos dulces, que no edulcorados, es infinita.

Y por si la química entre los dos protagonistas no fuera suficiente, la producción al completo de Normal people se pone al servicio de la causa. Cada roce, cada mirada, cada encuentro, se ve reforzado por primeros planos debidamente desenfocados, mientras una banda sonora calculadamente seleccionada, perfecto equilibrio entre lo comercial y lo indie, remata la faena. Se entiende que la serie, basada en el libro de Sally Rooney, haya conquistado al público. No es para menos. Entran ganas de quedarse a vivir en ella.
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32 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Little Fires Everywhere (Miniserie de TV)
Little Fires Everywhere (2020)
Miniserie
  • 7,1
    6.266
  • Estados Unidos Liz Tigelaar (Creadora), Lynn Shelton ...
  • Reese Witherspoon, Kerry Washington, Joshua Jackson ...
8
Madres hay más de una
Sorprende que una miniserie como Little fires everywhere, hasta hace bien poco, no tuviera un canal de distribución en España, sobre todo si tenemos en cuenta el éxito de Big Little lies y la existencia de una plataforma como HBO, en la que esta producción de Hulu (The handmaid’s tale) hubiera encajado como un guante. Si además nos fijamos en que tanto detrás como delante de las cámaras está la omnipresente Reese Witherspoon, protagonista de otro éxito de la temporada como es The morning show, todavía se entiende menos que hasta la semana pasada Prime Video, la plataforma de Amazon, no anunciara su inminente estreno, que será el próximo 22 de mayo.

A pesar de las similitudes con Big Little lies, esta nueva apuesta personal de Witherspoon puede que plantee una trama más sencilla, sin thrillers ni misterios de por medio, pero mucho más profunda que la que nos proporcionaba la creación de David E. Kelley. El plantel de actrices quizá sea algo menor pero con la presencia de Witherspoon y, sobre todo, de Kerry Washington, la serie se basta y se sobra. El casting, en gran parte formado por adolescentes, es inusualmente perfecto.

Estamos en los años 90. Little fires everywhere arranca, muy poco sutilmente, con un incendio que destruye la mansión de Witherspoon en el idílico pueblo de Shaker Heights. Las similitudes con la Madeline de Big Little lies son más que evidentes, hasta el punto que uno puede llegar a confundirlas. Por suerte, la vida perfecta de esta periodista en un diario local, con cuatro hijos y dos polvos semanales con su marido (Joshua Jackson) fijados en el calendario, se ve alterada unos meses antes de la tragedia con la llegada al barrio de una mujer negra y su hija adolescente. Llegan en un coche destartalado, una parada más en su vida nómada, con una mano delante y otra detrás. Y como buena conciudadana, ejemplo de madre, esposa y vecina, decide echar una mano, no tanto por solidaridad sino para engrosar su currículum de buenas acciones para la comunidad.

Elena encarna ese arquetipo de mujer pudiente cuya perfecta proyección hacia fuera es inversamente proporcional a los problemas que guarda de puertas hacia dentro, en su mayoría provocados por ese afán de convertirse en una ciudadana ejemplar. Sus buenas acciones no son del todo altruistas y como tales acarrearán consecuencias, exigirán contrapartidas que Mia, la madre soltera, independiente y con carácter no estará dispuesta a aceptar. Desde el momento en que los personajes de Witherspoon y Washington se cruzan da comienzo una espiral apasionante de tiranteces en torno a la raza, la clase social y la maternidad. Sin caer en el victimismo ni en el discurso fácil, Little fires everywhere afronta de manera muy honesta ese choque racial en Estados Unidos. Finalmente, más que de un conflicto abierto, se trata de pequeños gestos, malentendidos y malas interpretaciones, microracismos cotidianos que terminan minando la convivencia diaria.

Pero el gran motivo de la serie no es otro que el de la maternidad, entendida de distintas formas y abarcada desde todos los ángulos. ¿Tiene derecho una mujer a arrepentirse de ser madre? ¿O de lo contrario? ¿Qué ocurre cuando se rompen los lazos entre una hija y su progenitora? Las lecciones sobre la maternidad pueden llegar a convertirse en una terrible recámara de reproches entre mujeres, listas para ser lanzadas como misiles de largo alcance. Sin embargo, la vida (y la serie) nos revelan que no existen doctrinas universales para las relaciones humanas. Las discusiones entre Mia y su hija Pearl (sorprendente Lexi Underwood) o entre Mia y Elena, con sus dos miradas opuestas, son de alto voltaje precisamente porque vierten todo el trasfondo y toda la carga emocional que acarrea algo tan universal como ser madre. Pequeños fuegos latentes, perfectamente reconocibles, y que son los que convierten a esta serie en toda una vibrante olla a presión.
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21 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Devs (Miniserie de TV)
Devs (2020)
Miniserie
  • 7,1
    9.732
  • Estados Unidos Alex Garland
  • Sonoya Mizuno, Nick Offerman, Alison Pill ...
10
¿Quién maneja mi barca?
¿Son los mandamases de las grandes compañías tecnológicas los nuevos mesías de nuestra época? Solo hace falta echar un vistazo a nuestro alrededor estos días de confinamiento para percatarnos, como mínimo, de su gran hazaña. Sin apenas darnos cuenta, sus invenciones visionarias se han apoderado por completo de nuestras vidas, dirigen nuestro día a día y nosotros nos encomendamos a ellas con una fe y una devoción absolutas, hasta el punto que nos preguntamos qué sería de nosotros, en nuestro forzado enclaustramiento, sin esta nueva razón de ser.

La última creación de Alex Garland, sin embargo, no es tanto una reflexión sobre las nuevas tecnologías, que también, sino una obra total en la que se mezcla la ciencia con la religión, la filosofía con el thriller, el determinismo con el libre albedrío. Todo ello con una gran historia de amor de fondo, la de un padre que busca a toda costa reencontrarse con su hija. Para ello, pone en marcha una división ultrasecreta en su compañía tecnológica, ubicada en un profundo bosque de Silicon Valley y presidida por una enorme estatua de la niña, faro de guía para que sus devotos trabajadores conozcan, sin saberlo, el último propósito de su misión.

Puede que no entendamos la gran mayoría de conceptos sobre filosofía o física cuántica que Devs pone encima de la mesa con gran verosimilitud. Lo interesante de la propuesta es que cada uno se quedará con una lectura de la serie, que más que alardear sobre su propia trascendencia lo que busca es cautivar al espectador con una belleza formal y una banda sonora absolutamente hipnóticas. Hay escenas concretas, determinados sonidos en las melodías, que te adentran por completo en un estado místico e inquietante, aterrador y placentero. Y a pesar de esa aura contemplativa, la serie también dispone de secuencias de acción de infarto, en su mayoría protagonizadas por un enorme Zach Grenier.

Como ocurriera con Perdidos, Devs se mete de lleno en un enredo de multiversos y realidades alternativas muy difícil de resolver. Pero a diferencia de J.J. Abrams y compañía, Garland demuestra tener muy claro el objetivo de su relato y nos encamina hacia un final coherente con la serie. Además de contener algunas de las escenas más poderosas de la ciencia ficción, en las que todos los caminos posibles confluyen en una misma imagen o en la que los protagonistas asisten a su futuro más inmediato, la ficción termina exactamente con los mismos elementos que la convierten en una obra maestra. Acción, misterio y giros sorprendentes pero también belleza, reflexión e interrogantes.

Nada en este mundo ocurre sin un motivo, tal y como manifiesta el personaje que interpreta Alison Pill en un apasionante diálogo con Lily, la gran protagonista de esta historia. Todo está preestablecido, todo se puede prever. Y siguiendo esa máxima filosófica, en la que no hay lugar para la improvisación, Garland ha confeccionado esta compleja maquinaria, explicada de la forma más sencilla posible, sin aturdir pero tampoco insultar al espectador. Los ocho episodios de Devs están milimetrados para que todo llegue al punto final sin apenas resbalones. Podríamos soñar con las múltiples posibilidades que podrían brindarnos nuevas temporadas (Fringe lo llevó a cabo y resultó apasionante) pero, puestos a escoger, mejor nos quedamos con la satisfacción de haber asistido a un viaje hacia el pasado, presente y futuro y a sus múltiples variantes de lo más placentero.
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7 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia de un matrimonio
Historia de un matrimonio (2019)
  • 7,2
    33.148
  • Estados Unidos Noah Baumbach
  • Scarlett Johansson, Adam Driver, Laura Dern ...
10
El amor es para insensatos
Por alguna incomprensible ingenuidad, volvemos a tropezar con la misma piedra. Aun a sabiendas que todo tiene un final, que la pasión se acaba y que la ilusión del principio puede derivar en pura rabia, seguimos arriesgándolo todo por amor. Algunos incluso osan comprometerse, casarse y tener hijos. Sin duda, lo hacen sin haber visto antes Historia de un matrimonio, que lejos de mostrarnos los momentos felices de la vida en pareja nos recrea con todo lujo de detalles un proceso traumático de divorcio, si es que existe otra vía más amable de ruptura.

El arranque de la película es inmejorable. Charlie, un director de teatro, y su mujer, la actriz Nicole, se describen el uno al otro mientras asistimos a esa avalancha de momentos felices que inundan los inicios de una relación. Esos instantes en los que todo es perfecto y solo centramos la vista en las virtudes del otro, cuando el futuro juntos se aventura prometedor. Pero al poco rato, un cambio brusco de tono nos sitúa en la consulta de un terapeuta matrimonial. Aquellas bellas palabras no son una declaración de amor sino un ejercicio para intentar salvar el matrimonio. Primer gran golpe que nos asesta Noah Baumbach en esta obra maestra repleta de mazazos.

Porque a partir de ese instante, los acontecimientos van cuesta abajo, sometidos a la inercia de los intereses individuales y de las injerencias externas. El bien común se ha roto y las buenas intenciones se van corrompiendo a medida que el tiempo avanza. Todo aquello que uno espera que no suceda, termina llegando. De la ceguera inicial pasamos al odio irracional, cuando lo deseable se encuentra, como casi siempre, en el término medio. Cada fundido a negro nos va sumergiendo en un estadio mayor de degeneración, arrastrados por una corriente hacia la decadencia que culmina con una ya mítica escena de bronca monumental en la que Scarlett Johansson y Adam Driver se ganan a pulso cualquier tipo de nominación.

Como suele ocurrir con los amigos comunes tras una ruptura, resulta imposible quedarse con uno de los dos miembros de la pareja protagonista. Ambos actores se dejan la piel humanizando a sus personajes y con ambos termina siendo sencillo empatizar. El director les reserva escenas de lucimiento de forma equitativa. Ella, en esa primera consulta con la abogada en la que explica los motivos de la separación; él hacia el final del metraje con una discutida interpretación musical. Química real y ficticia que se transmite incluso en las secuencias más desgarradoras.

Pero es que más allá del matrimonio, el desfile de secundarios es apabullante. Desde la madre que se debate entre el cariño al yerno y la fidelidad a la hija a cada uno de los abogados, algunos menos despiadados que otros, siempre dispuestos a empeorar la situación a cambio de más horas de facturación. Alan Alda y Ray Liotta están estupendos desde sus lados opuestos de la ética profesional pero lo de Laura Dern vuelve a ser impresionante. Desde el despiadado cinismo de su personaje, nos brinda un alegato en contra de la presión social sobre las madres que hace más por el feminismo que tantos y tantos discursos vacíos.

Como ocurriera con Revolutionary road, otra de las obras cumbre sobre la decadencia del amor, Historia de un matrimonio ahonda en esa retahíla de renuncias y sacrificios que con los años terminan derivando en reproches. El inevitable conflicto entre los intereses personales y el bien común. Por suerte, Baumbach deja un resquicio para la esperanza y el sabor de boca es mucho menos amargo que el que nos dejó Sam Mendes con aquél descorazonador final. Si DiCaprio nos rompía el alma, aquí al menos se nos encoge a base de nostalgia. Dos películas imprescindibles que dejan patente que el amor es para insensatos y valientes.
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1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vida perfecta (Serie de TV)
Vida perfecta (2019)
Serie
  • 6,9
    5.211
  • España Leticia Dolera (Creadora), Leticia Dolera ...
  • Leticia Dolera, Aixa Villagrán, Celia Freijeiro ...
7
La palma se la lleva un hombre
A riesgo de que Leticia Dolera me tilde de machista, heredero del heteropatriarcado o cualquiera de los adjetivos con los que su visión del feminismo nos deleita, tengo que confesar que la trama que más me interesa de su primera serie es la de un personaje masculino. La intención de la directora seguramente era la de contar la vida moderna desde el punto de vista de las mujeres pero al final lo que ha logrado normalizar con más fuerza es la discapacidad psíquica. No es que ninguna de sus tres protagonistas sufra problemas psicológicos sino que uno de los personajes de Vida perfecta, el más interesante, es discapacitado psíquico. Y es hombre. Y es el que se gana de lleno la empatía del público.

De forma consciente o no, Vida perfecta ya tiene una razón de ser. Porque integrar de una forma tan natural, sin miedo a herir sensibilidades, en esta época de desmedida corrección política, a un personaje con discapacidad psíquica y a todo su universo tiene mucho mérito. Y es que los problemas del primer mundo de tres treintañeras con crisis existencial resultan anecdóticos al lado de un chico con minusvalía psíquica que debe enfrentare de repente a un cambio trascendental en su vida. Cómo afronta ese reto y cómo encaja en esa nueva realidad es la trama más sugerente de la serie. Si además la encarna, con absoluto respeto y verosimilitud, un actor como Enric Auquer, ya podemos concluir que esta ficción no sería la misma sin la presencia de ese personaje clave.

Pero la protagonista no es otra que Leticia Dolera. No en vano se adjudica el papel principal y consigue, ¡milagro!, resarcir el enorme daño a su propia imagen que arrastra desde que decidió convertirse en una aguerrida feminista para terminar despidiendo a Aina Clotet tras conocer que estaba embarazada. Incoherencias aparte, lo cierto es que la directora, guionista y actriz logra con Vida perfecta no solo salir airosa de todos aquellos que la esperaban con las espadas en alto sino incluso triunfal. A la buena acogida en Cannes le ha seguido el respaldo casi unánime de la crítica española, puede que porque finalmente la serie ha resultado ser más honesta y con menos demagogia de lo esperado.

Las tres protagonistas responden a un cierto estereotipo, todas marcadas por la crisis de la treintena. María, el personaje de Dolera, sufre las incertidumbres de una inesperada soltería, con la ilusión de la nueva etapa y los miedos de sus consecuencias, mientras que su hermana Esther, que encarna de forma muy espontánea Aixa Villagrán, vive en una lucha constante por sentar la cabeza. A su vez, la mejor amiga de María, perfecta Celia Freijeiro, experimenta el camino contrario, el de una mujer atada a la familia y el trabajo con ganas de desmelene. Lejos del discurso fácil, sin marcado acento de denuncia, la serie apuesta más por un tono amable y cómplice, con el que fácilmente podrán identificarse tanto hombres como mujeres, a pesar de que nosotros, ellos, no sufrimos en nuestras carnes el embarazo, la discriminación laboral o las exigencias de la maternidad.

Dolera no puede evitar introducir alguna consigna de forma más o menos natural, como el jefe que insiste en ofrecerle jornada reducida al personaje de Freijeiro para que pueda atender a sus ‘obligaciones’ como madre, mientras su marido llega reventado a casa. Son situaciones que existen, aunque parezcan menos habituales que en el pasado, pero en determinados casos su introducción en la trama resulta un poco forzada. Por suerte, la directora ha decidido llegar a todos los públicos y brindar una ficción entretenida, incluso a ratos enternecedora, cuyo microuniverso termina resultando amigable y reconfortante.
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9 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Retrato de una mujer en llamas
Retrato de una mujer en llamas (2019)
  • 7,4
    14.264
  • Francia Céline Sciamma
  • Noémie Merlant, Adèle Haenel, Luàna Bajrami ...
9
Amor al detalle
Hubo un tiempo en el que el matrimonio se forjaba en la distancia, con los títulos nobiliarios, las credenciales económicas y la pintura como únicos requisitos para el compromiso. Desde nuestra era de la imagen y la inmediatez, sorprende pensar que nuestros antepasados se sirvieran de una sola imagen, pintada a mano, para sellar un contrato de por vida. Ahora, que no damos un paso sin antes haber rastreado todas las fotos en redes sociales de nuestros futuros pretendientes. De ese punto de partida nace ‘Retrato de una mujer en llamas’. El de una artista en el siglo XVIII que recibe el encargo de pintar el retrato de bodas de una joven que no quiere casarse. Por ello, debe hacerlo a escondidas, observando su rostro a hurtadillas.

De esa intimidad, de los paseos diarios al borde de los acantilados, de conversaciones a distancia corta y de profundas miradas, surge el amor prohibido. Y lo hace con la tranquilidad que a veces provoca saber que no hay mayor conflicto que el destino impuesto. Porque Céline Sciamma prefiere detenerse en el microuniverso de estas dos mujeres antes que recrearse en las consecuencias de un contexto hostil. Ya existen muchas películas que han denunciado la ausencia de libertades. No tantas que exploren el amor entre dos mujeres en su vertiente más recóndita.

La directora ha confesado que necesitaba mostrar una relación lésbica con la mirada de una lesbiana. Dice que películas que admira, como ‘La vida de Adèle’, no enseñaban un auténtico sexo entre mujeres. Para ello, se vale de una puesta en escena sobria, de la ausencia prácticamente total de banda sonora, y de unos planos que detallan gestos, sonrisas y miradas, reivindicando el arte manual, el cortejo de la palabra y el gozo de la paciencia. Lo hace prácticamente sin la presencia de hombres, reflejando una comunidad de mujeres en mutuo apoyo. Una rareza que tarde o temprano dejará de serlo en la historia del cine.

Y si la película ya cautiva con ese gusto por el detalle, con ese don de la palabra, con esa lucha entre el deber y la emoción, es con el plano final que termina de conmover.
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119 de 132 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Politician (Serie de TV)
The Politician (2019)
Serie
  • 6,4
    1.576
  • Estados Unidos Ryan Murphy (Creador), Helen Hunt ...
  • Ben Platt, Gwyneth Paltrow, Jessica Lange ...
7
Murphy se monta su propia The Good Fight
Ryan Murphy, el fichaje estrella de Netflix junto a Shonda Rhimes, ha debutado en la plataforma haciendo poco ruido, o al menos sin el estruendo esperado. Puede que haya sido de forma consciente y calculada, pero el caso es que The politician, a juzgar por las redes sociales, único barómetro posible en esta época de opacidad en datos de audiencia, no se ha convertido en un nuevo hit del universo en streaming. Tan solo nos queda la posible renovación como único mecanismo para saber si la serie ha calado entre el público. Y, francamente, sería una lástima que no renovara porque el último capítulo se dedica íntegramente a sentar las bases de un sugerente cambio en la trama.

Iniciar su andadura en Netflix con una serie política era arriesgado, por mucho que esta primera temporada se haya regido casi al completo por las convenciones del género de instituto. Una manera astuta de ganarse al gran público, iniciando las tramas entre carpetas, aulas y amoríos adolescentes. Los orígenes de un ambicioso joven que sueña con convertirse en el futuro presidente de Estados Unidos suponen un altibajo de sensaciones, con cúmulo de giros inesperados y mezcla, no siempre acertada, de géneros.

Y es que Murphy sigue haciendo lo que le da la real gana, fiel a su estilo excéntrico, tanto en la forma como en el contenido. Aquellos que frunzan el ceño con cada movimiento de cámara, con la verborrea de sus personajes o con la estética pretendidamente kitsch de este gurú televisivo, ya pueden empezar a huir de The politician, salvo que esta vez parece que el proyecto está profundamente pensado, con la idea clara de mostrarnos la trayectoria de su principal baza, un protagonista inmejorable.

Si para algo nos ha servido esta nueva serie es para darnos a conocer el enorme talento de Ben Platt, hasta ahora retenido en los círculos de Broadway. Hay un momento en el primer episodio, cuando Payton interpreta River en el auditorio del instituto, que es cuando uno despierta y advierte estar ante un auténtico actor revelación. No solo nos muestra su portentosa voz sino que también nos revela que tanto la serie como el personaje van más en serio de lo que parece.

Más allá de sus altibajos (hay tramas que se hacen largas, personajes que molestan, capítulos más flojos), The politician nos regala muchos más momentos para el recuerdo que para el olvido. El primer episodio es una perfecta carta de presentación sobre lo que se avecina. En los siguientes, somos testigos de un nuevo despliegue interpretativo de Jessica Lange (también es notorio el regreso por todo lo alto de Gwyneth Paltrow de la mano de su marido, y también guionista de la serie, Brad Falchuk). Pero es en el quinto capítulo, de tan solo media hora, cuando asistimos a toda una joya de la televisión, cuando la trama se detiene para mostrarnos la realidad del votante medio, ese que vive ajeno a una política que solo llama a la puerta para mendigar un voto.

El último capítulo, con la aparición sorpresa de Judith Light y Bette Midler, sirve para dar un giro de 180 grados a la trama sumamente interesante. La serie se torna de repente mucho más adulta y nos advierte de que el camino hacia la Casa Blanca, si Netflix lo permite, puede ser apasionante. Murphy nos demuestra que The politician es ambiciosa pero que requiere paciencia y, sobre todo, que admira en secreto a los King. Sin quererlo o queriéndolo se ha sacado de la manga una ficción al más puro estilo The good fight.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Boys (Serie de TV)
The Boys (2019)
Serie
  • 7,7
    26.681
  • Estados Unidos Evan Goldberg (Creador), Seth Rogen (Creador) ...
  • Karl Urban, Jack Quaid, Antony Starr ...
8
La serie definitiva sobre antihéroes
Acostumbrados como estamos a una saturación de superhéroes que ha convertido las sagas en franquicias y las franquicias en fases, con todo tipo de reboots, precuelas, secuelas y spin-offs, es normal que la enésima propuesta que nos llega, esta vez de la mano de Amazon Prime Video, produzca más bien pereza. Acostumbrados como estamos a que las adaptaciones para televisión sean más bien modestas, por no decir funestas, todavía se entiende más el posible hastío hacia un género que parece mostrar síntomas de agotamiento, aunque las cifras de recaudación nos digan más bien lo contrario.

The Boys, esta vez sí, supone una apuesta alternativa y arriesgada. No del tipo Deadpool, o Guardianes de la galaxia, o Escuadrón suicida, o de tantas otras variantes que Marvel y DC se han sacado de la manga para expandir sus universos. La adaptación del cómic de Garth Ennis y Darick Robertson por fin supone un soplo de aire fresco, ya que se adentra en un terreno hasta ahora desconocido, con una capacidad de sorpresa y un espíritu crítico que la alejan por completo de toda la oferta previa.

De entrada, The boys ofrece tantas lecturas que cada espectador podrá quedarse con la que mejor le convenga. Los amantes de la acción se encontrarán, en el primer episodio, con un par de escenas dignas de las mejores superproducciones. La muerte inicial y la lucha con un superhéroe invisible demuestran que Amazon no ha escatimado recursos en un producto que parecía pertenecer a la serie B.

Para los que busquen algo más que el despliegue técnico, la serie les reserva una sucesión de giros de guion que oscilan entre la irreverencia y la crítica despiadada hacia los abusos de poder. Porque en The boys los superhéroes son productos pervertidos por la maquinaria económica, instrumentos en manos de las grandes corporaciones para proporcionar al mundo una sensación de falsa seguridad, mientras en la trastienda se esconde todo un entramado de perversión y falsa moral.

La mirada más desesperanzada sobre una sociedad desencantada y necesitada de ídolos a los que aferrarse. En ese punto de vista pesimista y amoral es donde reside la fortaleza de The boys, que convierte a unos superhéroes fácilmente identificables con las factorías Marvel y DC en antagonistas de las personas de carne y hueso, las auténticas heroínas que luchan por desenmascarar un status quo basado en la corrupción. Los paralelismos con el mundo actual, con referencias también a los abusos sexuales, son tan evidentes que la convierten en una serie necesaria, además de entretenida. Producto perfecto para aquellos que reniegan del género superheroico, precisamente porque les ayudará a reafirmar su postura.
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142 de 159 usuarios han encontrado esta crítica útil
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