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Kong: La isla calavera
Kong: La isla calavera (2017)
  • 5,8
    22.780
  • Estados Unidos Jordan Vogt-Roberts
  • Tom Hiddleston, Brie Larson, Samuel L. Jackson ...
6
Reiteración insistente y mero progreso técnico
¿Realmente había alguna necesidad de rodar otra película sobre King Kong? Con sinceridad, creo que en absoluto. Desde el clásico de 1933, siguiendo con el popular largometraje interpretado por Jeff Bridges y Jessica Lange en el año 76, y terminando hace más de una década con la cinta de Peter Jackson (2005), el célebre gorila ha sido protagonista de varias aventuras en la gran pantalla. A los anteriores títulos se debe sumar, además, alguna que otra secuela y producción de “serie B”, reunidos en un muestrario que había extraído totalmente el jugo a tan pintoresco personaje de ficción. La trama original de acción incluía aspectos más dramáticos, incluso románticos, con la intención de ofrecer al público un tipo de espectáculo y una dosis de entretenimiento interesantes.
En esta ocasión se ha pretendido desempolvar la figura icónica de este animal monstruoso para filmar una nueva superproducción, cuyo escalofriante presupuesto roza los doscientos millones de dólares. Sin embargo, más allá de su evidente progreso técnico y de algunas secuencias basadas en la espectacularidad visual, poco o nada tiene que ofrecer a los espectadores de las anteriores versiones del relato. Tal vez quienes acudan a las salas de proyección ajenos al visionado de sus predecesoras se dejen arrastrar por el atractivo de una impactante puesta en escena, un ritmo ágil y una narración hábil. Porque, desde luego, “Kong: La isla Calavera” se sostiene sobre el desenfreno y la intensidad, prescindiendo de otros condicionantes más dramáticos. “No fueron los aviones. La belleza mató a la bestia", reza una de las antiguas frases míticas sobre King Kong. Lástima que en este reciente estreno no exista belleza, sino sólo una enorme energía y una apabullante exhibición de avances tecnológicos.
Jordan Vogt-Roberts, un habitual de las series de televisión, es su realizador, si bien contaba únicamente en su haber con un largometraje. Así, las mareantes cifras económicas puestas a su disposición contrastan con su corta trayectoria en la industria cinematográfica. Desde luego, muy elevada va a tener que ser la recaudación para compensar semejante dispendio, desembolsado para mayor gloria de un trabajo huérfano del más mínimo componente artístico.
En cierto modo, su apariencia es muy similar a la moderna reinvención de la saga “Jurassic Park” en “Jurassic World”. Como si de un parque de atracciones se tratase y el espectador se subiera a una montaña rusa, el director le conduce a lo largo de dos horas por un torbellino de sensaciones fuertes. No cabe duda de que domina las claves del show y el terreno de los efectos especiales. Y, si si propósito era brindar un producto apto para una tarde de palomitas, lo ha logrado con creces. No obstante, considero que las anteriores muestras de las desventuras del primate aportaban mayor contenido que el de este simple, aunque llamativo, envoltorio.
Un grupo de viajeros de lo más dispar viaja a una misteriosa isla del Pacífico que ni siquiera figura en los mapas. Al adentrarse en el traicionero islote, los exploradores encontrarán a un gorila gigante e invadirán sus dominios, sin sospechar que no se trata del único ser peligroso habita en tan recóndito lugar.
Un elenco de profesionales de primer nivel está compuesto por el versátil y prolífico Samuel L. Jackson, el solvente y entrañable John Goodman, el efectivo John C. Reilly y la oscarizada Brie Larson, que se encargan de arropar al desconocido protagonista, Tom Hiddleston, ganador del Globo de Oro por su participación en la televisiva “El infiltrado”. Todos ellos interpretan unos papeles secundarios muy por debajo de su auténtica valía, ya que el principal pilar del megaproyecto no es otro que el Rey Kong. Confiemos en que este no sea el inicio de otra interminable saga cinematográfica.
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@gerardo_perez_s
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4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Logan
Logan (2017)
  • 6,9
    36.913
  • Estados Unidos James Mangold
  • Hugh Jackman, Patrick Stewart, Dafne Keen ...
6
La saga X-Men en fase crepuscular
La saga cinematográfica basada en el cómic de los X-Men es una de las más prolíficas de los últimos tiempos. Hasta nueve entregas de las aventuras de los mutantes han llegado ya a las carteleras de todo el mundo, con una destacada aceptación de público y crítica. Aunque no todos los títulos mantienen el mismo nivel de calidad, sí puede concluirse que comparten la misma corrección técnica y una manifiesta tendencia hacia unas tramas donde la dramatización y el planteamiento de determinados debates políticos van de la mano con el puro entretenimiento y el espectáculo visual. Tanto películas como personajes han madurado, resultando cada vez más acusadas sus vertientes reflexivas y contemplativas, pese a su apariencia de historietas juveniles. De entre todos los miembros, Lobezno ha cobrado un especial protagonismo al contar con sus propios largometrajes. “Logan” cierra una trilogía sobre este curioso espécimen de lobo con garras de acero, que se engarza y se mezcla con el resto de títulos de la factoría nacida hace ya diecisiete años.
Este film presenta un marcado estilo crepuscular, dramático y tenebroso. Aderezado con efectos especiales y con algunas secuencias de acción, muestra su propensión hacia la mezcla de géneros. No se trata de una típica cinta de aventuras o superhéroes. En realidad, ninguno de los largometrajes que componen este peculiar serial lo son. Pero, en esta última entrega, se aprecia con especial insistencia. A través de escenas pausadas, en ocasiones incluso tediosas, aspira a conectar con un cierto espíritu contemplativo, en principio, antagónico con su naturaleza.
Esta visión tiene mucho que ver con su director, James Mangold, cuyo segundo trabajo (“Copland”, protagonizado por Sylvester Stallone), también constituía una propuesta alejada del thriller y la intriga, pese a lo que se deducía del guion y del proyecto en su conjunto. Su mejor obra, “El tren de las 3:10”, también es buena prueba de ello. Siguiendo dicha línea, se aleja voluntariamente de ese cine tradicional con origen en el cómic que suele trasladarse a la gran pantalla. Persiste, pues, el permanente objetivo de trascender al mero divertimento, apostando por una película introspectiva. Tal vez por esa razón muchos espectadores puedan sentirse defraudados, al menos si lo que pretenden obtener son grandes dosis de adrenalina ante un metraje pleno de ritmo que les deje sin aliento. En tal caso, esta no es su opción. Por el contrario, si buscan una alternativa más taciturna y meditada, saldrán plenamente satisfechos de la proyección.
En un mundo oscuro y desolador, los mutantes o han desaparecido o se enfrentan ya la vejez. Lobezno, preso de remordimientos, vaga perdido. Su mentor, el Profesor Charles Xavier, se encuentra muy débil. Ante semejante panorama, ambos conocerán a una joven perseguida, un clon femenino de la misma especie del hombre-lobo. Desde ese momento, ambos tratarán de protegerla y, de paso, redimirse.
El actor australiano Hugh Jackman da vida de nuevo a Logan, un personaje que ha marcado su carrera profesional, si bien son asimismo destacables sus papeles en “Prisioneros” o “Los miserables”. Su trabajo, como sucede con los anteriores, vuelve a ser correcto y efectivo. Le acompañan Patrick Stewart, otro habitual de los X-Men que también ha participado en algunas entregas de Star Trek, y Richard E. Grant, eficaz secundario de películas tan notables como “Drácula de Bram Stoker”, “El juego de Hollywood” o “La edad de la inocencia”. Junto a ellos debuta la niña Dafne Keen, que hasta ahora tan sólo había aparecido en la serie de televisión “Refugiados”.
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2 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fences
Fences (2016)
  • 6,3
    9.472
  • Estados Unidos Denzel Washington
  • Denzel Washington, Viola Davis, Stephen Henderson ...
7
Radiografía del eterno problema racial en Norteamérica
Cabe sin duda hablar de un subgénero cinematográfico muy específico cuando nos referimos a la filmografía que aúna todas las películas sobre el problema racial en los Estados Unidos de América. Títulos tan dispares como “Adivina quien viene esta noche”, “Arde Mississippi”, “American History X”, “Crash”, “12 años de esclavitud”, “Django desencadenado”, “Malcolm X” o “En el calor de la noche” reflejan de forma recurrente unas heridas no cicatrizadas, a pesar del transcurso del tiempo, en el seno de la sociedad norteamericana. Se trata de una inagotable fuente de inspiración para cineastas de los más diversos estilos y de un vehículo para la filmación de un cine de denuncia, social y reivindicativo. En pleno siglo XXI, el problema de fondo, lejos de atenuarse, se recrudece cada cierto tiempo en las calles estadounidenses y continúa presentando un notable protagonismo en los proyectos que la industria se encarga de llevar a la gran pantalla.
“Fences” se basa en una conocidísima obra teatral anglosajona, ganadora del prestigioso premio Pulitzer, estrenada en Broadway en 1985 y galardonada asimismo con un Tony. Pertenece al denominado “Ciclo Pittsburgh” del dramaturgo August Wilson, una serie de textos que relatan la historia de los afroamericanos a lo largo del siglo veinte. Retornó recientemente a las tablas con la presencia estelar sobre el escenario de los actores Denzel Washington y Viola Davis. Así que, cuando saltó la noticia de que iba a dar el salto al cine, el propio Washington emergió como la figura más adecuada para encargarse de la propuesta, tanto delante como detrás de las cámaras. Y, ciertamente, el resultado final ha sido muy positivo, recibiendo entre otros reconocimientos cuatro nominaciones a los Oscar (película, actor, actriz secundaria y guión adaptado).
Destaca sobremanera tanto a nivel interpretativo como dramático. Resulta patente la calidad del libreto que sirve de base a su sólido guión, así como la implicación del director con los personajes y con el espíritu de la obra. Lleva a cabo una recreación honesta y cuidadosa de un texto sumamente importante, no sólo para él sino también para millones de sus compatriotas. Cuenta la historia de un basurero que trabaja en Pittsburgh en la década de los cincuenta. En su juventud había sido un prometedor y ambicioso jugador de béisbol que soñaba con vivir del deporte. Sin embargo, a estas alturas de su vida, tiene que conformarse con una existencia trivial, soportando a diario episodios de discriminación racial y esforzándose para superar los problemas, con el objetivo de sacar a su familia adelante.
La procedencia escénica del proyecto no pasa desapercibida. No se aprecian grandes movimientos de cámara ni muestras de originalidad en la filmación. Tal vez peca de un estilo excesivamente estático y poco cinematográfico aunque, tratándose de la adaptación de una obra teatral, tales características no pueden calificarse como deméritos. Aun así, pueden propiciar cierta sensación de monotonía durante la proyección pero, en todo caso, el resultado obtenido es altamente favorable. El largometraje conmueve y traslada a los espectadores una carga dramática muy elevada. Algunas de sus secuencias ponen los pelos de punta, dada la emotividad de la tragedia y la capacidad que despliegan los actores a la hora de transmitirla.
Sin duda, el principal factor del éxito del film se asienta sobre la labor interpretativa de su reparto. Sin el magnetismo, la presencia y el carisma de sus dos protagonistas nos encontraríamos ante un título meramente correcto. Son ellos quienes se elevan por encima de la corrección formal para alcanzar un nivel superior de calidad artística, realizando un trabajo sobresaliente. Denzel Washington es, además de un gran actor, un interesante realizador. Con dos estatuillas doradas en su haber de entre ocho candidaturas, es un intérprete solvente con enormes dotes para seducir a la cámara. Y, por lo que se refiere a Viola Davis, ha ganado recientemente el Globo de Oro gracias a esta sensacional actuación y acumula otras tres nominaciones a los Premios de la Academia de Hollywood.
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La gran muralla
La gran muralla (2016)
  • 4,6
    12.283
  • China Zhang Yimou
  • Matt Damon, Pedro Pascal, Willem Dafoe ...
6
Irregular colaboración entre China y Hollywood
Zhang Yimou es el cineasta chino más famoso de todos los tiempos. Sin querer entrar en disquisiciones políticas, considero a su colega Ang Lee taiwanés y, por ello, ajeno a la China continental a todos los efectos, lo que implica que Yimou se alce con absoluta claridad como el más célebre y aclamado realizador del enigmático país oriental. Ganador de dos BAFTA, cuatro premios en el Festival de Cine de Berlín, tres en el de Cannes y hasta diez en el de Venecia, ha conseguido que su exótica y peculiar filmografía se exhiba por todo el mundo. Películas como “Sorgo rojo”, “La linterna roja”, “¡Vivir!”, “Hero” o “La casa de las dagas voladoras” componen un interesante legado cinematográfico que refleja una concreta cultura y una particular manera de entender el Séptimo Arte. Como toda visión personal, íntima y subjetiva, atesora un gran número de defensores y, también, de detractores. Sin embargo, sería injusto negarle virtudes tales como la originalidad, la honestidad y la creatividad con las que imprime a sus obras.
Por ello, la principal crítica hacia su último trabajo estriba precisamente en la pérdida de esa esencia propia ya que, al amoldarse a un estilo hollywoodiense, desnaturaliza su impronta. Se trata de una superproducción de Estados Unidos y China, con presencia de estrellas norteamericanas y una concepción anglosajona de la acción y el espectáculo. Y, aunque los decorados, la ambientación, la trama y buena parte del reparto son asiáticos, el alma del proyecto es americana, y esa combinación tan forzada se nota.
No obstante, “La gran muralla” también cuenta con aciertos innegables y presenta aspectos positivos. Desde el punto de vista técnico y formal, la realización es correcta, mientras que la dirección artística y el uso del color resultan visualmente atractivos. Además, la habilidad narrativa del director es muy apta para reflejar el movimiento y la fantasía. Durante buena parte del metraje el ritmo es ágil y la propuesta, entretenida, si bien no evita un regusto final agridulce debido a esa extraña mezcla de sensibilidades y modos de sentir el cine, que provoca que la cinta está rodeada de una incuestionable aureola de artificialidad.
En la China del siglo XV, mientras se construye la que será la muralla más larga del mundo, los soldados británicos conviven pacíficamente con los aldeanos del lugar. El muro alcanza poco a poco una altura asombrosa. Entretanto, dos militares del ejército inglés descubren que la edificación no sólo sirve para defenderse de los vecinos mongoles, sino que también resultará útil como barrera parar resguardarse de una amenaza mayor, algo sobrenatural e inhumano. Ese misterioso fenómeno paranormal se convertirá en una pesadilla a la que tendrán que enfrentarse si no quieren perderse en un submundo desconocido y lleno de peligros.
Con ciertas pretensiones de historia épica, “La gran muralla” no forma parte de la mejor filmografía de Zang Yimou, a pesar de su nivel de entretenimiento. Desconozco si con ella se inicia una etapa de colaboración cinematográfica entre las industrias china y norteamericana pero, de ser así, convendría cuidar más el estilo que se quiere otorgar a cada proyecto.
Por lo que se refiere al equipo artístico, Matt Damon es el protagonista de la cinta. Brillante actor de su generación, también ha ejercido con éxito las labores de guionista y productor. De hecho, sus cinco nominaciones al Oscar (que ganó por el guion del film “El indomable Will Hunting”) se distribuyen en cuatro categorías diferentes. Y, aunque es un excelente profesional, en esta ocasión no realiza uno de sus mejores trabajos. Le acompañan su compatriota Willem Dafoe (“Platoon”, “El paciente inglés”, “Spiderman”) y el chileno Pedro Pascal, así como los intérpretes orientales Andy Lau y Tian Jing.

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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Moonlight
Moonlight (2016)
  • 6,7
    31.303
  • Estados Unidos Barry Jenkins
  • Trevante Rhodes, Naomie Harris, Mahershala Ali ...
7
Radiografía artística de una vida
“Moonlight” ha sido, sin duda, una de las grandes sorpresas de la temporada cinematográfica. Escaso presupuesto, director desconocido, ausencia de estrellas en el reparto y, sin embargo, Globo de Oro a la mejor película dramática, ocho nominaciones a los Oscars (incluyendo película y director) y presente en todas y cada una de las galas y entregas de premios del año. Dejando a un lado la necesaria cuota de suerte y el buen hacer de sus productores, la razón de semejante éxito estriba en su extraña combinación de fatalidad y belleza, de ficción y realismo, de creación artística y honestidad, que se desprenden de casi todo el metraje. Es una rara obra que sorprende, tanto por la forma en la que se narra la historia, como por la peculiar bonhomía de su protagonista, un ser perseguido por el infortunio.
Con una filmación pausada, en ocasiones excesivamente lenta, describe la vida de una persona durante tres de las etapas de su vida, la niñez, la adolescencia y la entrada en la edad adulta. La miseria, la delincuencia, las drogas y la marginalidad le persiguen constantemente. Sin embargo, su aureola de bondad parece no arrastrarle hacia la violencia y la degradación. Su director, Barry Jenkins, ofrece una visión inocente y hasta bonita de un ambiente, en principio incompatible, de pobreza y exclusión.
El tono suave con que se aborda el ritmo y la dureza de la historia hace posible que el espectador asista a un largometraje de estética y propósitos hermosos, pero también con una clara reivindicación social. No es de extrañar que su anterior trabajo se titulase “Medicine for Melancholy”. “Moonlight” tiene, a buen seguro, mucho de medicina para la melancolía para este joven cineasta, con innumerables recuerdos y vivencias atesorados en su retina.
La cinta refleja la difícil vida de un chico afroamericano que crece en una zona conflictiva de Miami. Con más afectos y conexiones fuera de su familia que dentro de ella, asume la pobreza y la conflictividad de su barrio con sorprendente entereza. Su homosexualidad y la drogadicción de su madre son sólo algunas de las dificultades a las que deberá hacer frente.
El resultado final está muy alejado de cualquier otro título que trate la misma temática. No tiene nada que ver ni con el cine de Spike Lee ni con los estereotipos raperos que personifican estas realidades sociales desde el punto de vista mediático. En realidad, se trata de un film intimista, personal y evocador. Tal vez por eso disguste a quienes esperen hallar en él la acción y el montaje trepidante habituales en los proyectos que recalan en las carteleras actuales. Es cierto que muchas de sus secuencias tienden a una visión contemplativa demasiado desligada de una trama concreta. Asimismo, el ritmo excesivamente sosegado y los planos descriptivos chocan frontalmente con la mayoría de los largometrajes que llegan a las salas de proyección. Incluso en ocasiones, detrás de esta forma de filmar, se esconde cierta pedantería y esnobismo. Sin embargo, en la propuesta de “Moonlight” se observa un sello personal y es justo reconocerle al realizador su valentía y autenticidad.
Transcribir aquí la relación de festivales en los que ha triunfado y el número de galardones que ha recibido alargaría en exceso esta reseña, así que me limitaré a mencionar a los prestigiosos National Board of Review y American Film Institute como muestra. Cabe destacar dentro del elenco a Mahershala Ali (nominado por este papel al Oscar y al Globo de Oro en la categoría de actor de reparto) y a los tres intérpretes que representan las tres etapas vitales del relato: Jaden Piner (niño), Jharrel Jerome (adolescente) y André Holland (adulto). La actriz Naomie Harris, vista en los films de James Bond “Spectre” y Skyfall”, en dos de las entregas de “Piratas del Caribe” y en “28 días después”, es el rostro más conocido del reparto.
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2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Manchester frente al mar
Manchester frente al mar (2016)
  • 7,1
    31.101
  • Estados Unidos Kenneth Lonergan
  • Casey Affleck, Michelle Williams, Kyle Chandler ...
8
Gente corriente
El realizador Kenneth Lonergan es un especialista en analizar el devenir cotidiano y en dramatizar sobre las existencias ordinarias de los seres humanos. Antes de ser nominado por su labor en “Manchester frente al mar”, ya había optado al Oscar en dos ocasiones -por sus guiones para “Puedes contar conmigo” (su debut en la dirección) y “Gangsters de Nueva York”, de Martin Scorsese-. Por lo tanto, y pese a haber rodado sólo tres películas, ya ha dado sobradas muestras de talento. “Margaret”, cinta protagonizada en 2011 por Anna Paquin, Matt Damon (productor de su último trabajo) y Mark Ruffalo, aunque pasó desapercibida, constituye una buena muestra de cine reflexivo, en el que los personajes se sitúan en el centro, como piedra angular de sus obras. Ahora, además de sumar otras dos candidaturas a los premios de la Academia de Hollywood (en las categorías de dirección y guion), sigue manteniéndose fiel a su estilo sobrio, directo y sin edulcorantes para reflejar los conflictos interiores de las personas.
“Manchester frente al mar” recuerda en gran medida a “Gente corriente”, la opera prima detrás de la cámara del prestigioso cineasta Robert Redford, ganadora de cuatro Oscar, incluyendo el de mejor película, y en la que se narran los problemas de una típica familia norteamericana. Llevada por el mismo propósito y con un formato muy similar, Lonergan describe la mediocridad y singularidad de sus protagonistas, realizándoles su particular radiografía y construyendo sobre ellos un duro y efectivo melodrama.
Un fontanero asalariado se dedica a hacer arreglos y chapuzas de todas clases, sin mayores pretensiones ni sueños de futuro. Hombre introvertido y profundamente antisocial, se ve obligado a regresar a su pequeño pueblo natal tras enterarse de que su hermano mayor ha fallecido. Allí se reencuentra con su sobrino de dieciséis años, del que tendrá que hacerse cargo. Esa circunstancia le empujará a tener que enfrentarse a un trágico pasado que le obligó a separarse de su esposa y a alejarse del entorno en el que nació y creció. Una serie de historias inacabadas y de heridas sin cicatrizar se harán presentes de nuevo, cuando comience a ejercer como tutor del menor adolescente.
Recurriendo a la técnica de los “flashbacks”, el largometraje está filmado en un tono pausado, lento y descriptivo, notablemente alejado del ritmo e intensidad de la mayoría de las producciones cinematográficas actuales. De este modo, se logra un relato honesto, verosímil y certero, si bien no es descartable que un público más ávido de entretenimiento y emociones basadas en la intriga, puedan considerarlo aburrido. En mi opinión, sin embargo, se trata de un título recomendable para los amantes del estudio de perfiles humanos y del análisis de sentimientos como el dolor y la culpabilidad. Resulta, asimismo, de visión obligada para los sibaritas del arte de la interpretación, puesto que los integrantes del reparto alcanzan un extraordinario nivel de calidad en sus actuaciones.
Pese a su reducido presupuesto, no sólo ha obtenido unos más que elogiables resultados en taquilla sino que se ha visto reconocida con un aluvión de elogios y galardones. Seis nominaciones a los Oscar, cinco a los Globos de Oro (obteniendo el de mejor actor principal) y menciones de todas las Asociaciones de Críticos de los Estados Unidos, demuestran los méritos indudables de este film personal, íntimo y conmovedor.
Dentro del elenco destaca sobremanera el actor Casey Affleck. Desde que optara a la estatuilla dorada por su actuación en “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford”, ha intervenido en relevantes proyectos como “Adiós, pequeña, adiós”, “Interstellar” o “Triple 9”, exhibiendo su inmenso talento. En “Manchester frente al mar” aborda su papel más brillante y completo. Le acompañan Kyle Chandler (“Super 8”, “Carol”, “La noche más oscura”, “Argo”), Michelle Williams (“Mi semana con Marilyn”, “Blue Valentine”, “Brokeback Mountain”), Lucas Hedges (“El Gran Hotel Budapest”, “Moonrise Kingdom”) y unos casi irreconocibles y bastante desaprovechados Matthew Broderick y Gretchen Mol.

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11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lion
Lion (2016)
  • 7,3
    21.879
  • Australia Garth Davis
  • Dev Patel, Sunny Pawar, Nicole Kidman ...
8
Raíces e identidades
Entre los debuts cinematográficos más sorprendentes habrá que incluir, a partir de ahora, el del australiano Garth Davis, quien hasta la fecha había desarrollado su labor profesional en la dirección de documentales, la realización de cortometrajes y el medio televisivo. Sin embargo, el pasado año dio el salto a la pantalla grande con “Lion”, una película cuya principal característica se halla en la emotividad. Ello supone correr grandes riesgos, habida cuenta que todo proyecto artístico construido sobre una base de ternura y sensibilidad se presta a caer en la sensiblería y a recurrir a mecanismos de manipulación emocional con el fin de enganchar a los espectadores. En este sentido, Davis transita por esta senda peligrosa sorteando algunos de sus peligros y cayendo en otros, pero siempre con una brillantez narrativa digna de elogio.
Un muchacho indio vive en la ciudad de Calcula en condiciones de extrema pobreza junto a su madre y su hermano. Con tan solo cinco años se separa accidentalmente de su familia en una estación de tren y acaba perdiéndose a miles de kilómetros de su casa. Tras vagar durante algún tiempo por las calles enfrentándose a numerosos peligros y sinsabores, es adoptado por una pareja australiana que le trasladará a su continente, donde irá creciendo en el entorno de una cultura radicalmente distinta a la suya. Veinticinco años después, el joven decidirá ir en busca de su gente y de sus orígenes, iniciando así un complicado viaje hacia el pasado.
La extraña combinación de tragedia y comedia, unida al simbolismo, el ritmo dinámico y un toque de trascendencia, convierten la visión de “Lion” en una experiencia agradable y, a la vez, original. Y, aunque el protagonista adulto aparece bien avanzada la proyección, su labor interpretativa no sólo es elogiable sino que marca por completo el éxito de esta conmovedora cinta, cuyo innegable toque lacrimógeno no resta credibilidad a la historia ni honestidad al conjunto, ofreciendo por el contrario una perspectiva cabal e íntegra sobre la identidad familiar y las raíces culturales.
Con un presupuesto relativamente modesto de apenas doce millones de dólares, el film ha logrado cautivar a público y crítica, siendo candidato a cuatro Globos de Oro (película dramática, actor principal, actriz secundaria y banda sonora) y optando en breve a seis Oscars (película, guion adaptado, actor secundario, actriz secundaria, banda sonora y fotografía) y a cinco premios BAFTA. Asimismo, el Sindicato de Directores de los Estados Unidos ha seleccionado a Garth Davis en dos categorías (la de realizador debutante y la de mejor director), confirmando su condición de grata sorpresa cinematográfica del año.
Uno de los puntos fuertes de la producción radica en su reparto, que combina actores famosos y consagrados en Hollywood con otros más desconocidos pero cuya aportación engrandece la obra final. El jovencísimo e hipnótico Sunny Pawar encarna al personaje principal en su etapa infantil, mientras que un magistral Dev Patel lo asume en la edad adulta. Hemos podido disfrutar de sus cualidades artísticas en el impactante largometraje “Slumdog Millionaire” y en la extraordinaria serie de televisión “The Newsroom”. En “Lion” ejecuta, sin duda, su actuación más memorable.
Le acompañan las siempre interesantes Nicole Kidman (ganadora de una estatuilla dorada por “Las horas” y nominada igualmente por “Moulin Rouge” y “Los secretos del corazón”) y Rooney Mara (que optó también al máximo galardón de la Academia por sus interpretaciones en “Carol” y “Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres”).
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10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
La luz entre los océanos
La luz entre los océanos (2016)
  • 6,3
    4.434
  • Estados Unidos Derek Cianfrance
  • Michael Fassbender, Alicia Vikander, Rachel Weisz ...
5
DRAMA PAUSADO Y DESGARRADOR
El cineasta Derek Cianfrance llamó mi atención en 2010 gracias a la interesante cinta “Blue Valentine”. Contando con una pareja de notables actores -los ahora muy de moda Ryan Gosling y Michelle Williams, ambos nominados al Globo de Oro y ella, además, al Oscar- demostró su habilidad para abordar el drama desde una perspectiva tan incómoda como acertada. Sin duda se trata de su mejor obra hasta la fecha, figurando en las listas de películas independientes más sugestivas de la última década. Posteriormente, repitió con Gosling en “Cruce de caminos”, un largometraje bien narrado, con elementos desgarradores y cautivadores, y en el que nuevamente profundizaba en la tragedia y la mala suerte de unos personajes abocados al desastre. Ahora, como si pretendiera cerrar su particular trilogía sobre el infortunio y la desdicha, estrena “La luz entre los océanos” donde, con una estética más clásica y un ritmo mucho más pausado, describe las soledades, penurias y luchas interiores de unos seres marcados por la desgracia.
Basada en la novela homónima de M.L. Stedman, cuenta la historia de un matrimonio que vive aislado en el faro de una lejana isla de Australia. El marido soporta los terribles y todavía recientes recuerdos de la II Guerra Mundial, mientras que la esposa padece el dolor de haber sufrido varios abortos recurrentes. Sus vidas cambian radicalmente cuando, en la orilla del mar, aparece un bote en cuyo interior se encuentran un hombre muerto y una niña recién nacida. Deciden entonces enterrar el cuerpo del adulto y apropiarse del bebé pero, cuando su suerte parecía haber cambiado definitivamente, conocen a la madre de la criatura, desolada a causa de la desaparición de su familia tras un naufragio.
Como bazas a favor, el film cuenta con una correcta ambientación, unas acertadas interpretaciones y una sobria dirección. Sin embargo, dicha sobriedad termina derivando en cierto tedio a medida que avanza el excesivo metraje. Su elegante y cuidado inicio necesitaría de un ritmo superior o, en su defecto, de un guion que fuera consolidándose con el transcurso de los minutos. El encanto de sus evocadores paisaje y el magnetismo de la pareja protagonista no bastan para que recaiga sobre ellos todo el peso de las más de dos horas de proyección. Además, la carga dramática resulta desmedida y ni se encauza a través de ingeniosos diálogos ni se combina con algunas pinceladas cómicas o entretenidas, por lo que esa pura desolación al cien por cien acaba por saturar a los espectadores. Es verdad que algunas hipnóticas secuencias desarrolladas en sugerentes escenarios naturales poseen una carga de profundidad incuestionable.
Pero es una lástima que la dosis de sufrimiento sea tan desmedida y que el tono se mantenga monótono, lento y agónico hasta el punto de desesperar al público, aunque ello no impida reconocer el mérito de las actuaciones de los intérpretes de primera fila que integran el elenco. Michael Fassbender es, a día de hoy uno de los más versátiles y efectivos actores del panorama cinematográfico, con una calidad profesional y una capacidad para transmitir emociones fuera de toda duda. Sus trabajos en “Jane Eyre” (en versión de Cary Fukunaga), “Shame”, “Un método peligroso”, “Prometheus”, “12 años de esclavitud”, “Macbeth” (de Justin Kurzel) o “Steve Jobs” suponen auténticas lecciones de buen hacer delante de una cámara. Constituye un lujo para cualquier reparto. Le acompañan en el apartado femenino Alicia Vikander (Oscar por “La chica danesa” y con apariciones en “Ex Machina” y “Jason Bourne”) y Rachel Weisz (ganadora también de la estatuilla dorada por “El jardinero fiel” y vista en “Ágora” o “Un niño grande”). Un acierto pleno de trío.
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0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ciudad de las estrellas (La La Land)
La ciudad de las estrellas (La La Land) (2016)
  • 7,5
    60.333
  • Estados Unidos Damien Chazelle
  • Emma Stone, Ryan Gosling, John Legend ...
9
El musical más clásico y más innovador
Damien Chazelle. Ese es el nombre a tener en cuenta. Joven -apenas treinta y un años- y con tan sólo tres largometrajes estrenados es, en mi opinión, el cineasta más sobresaliente de entre las promesas más recientes de la cinematografía norteamericana. En el año 2014 sorprendió a todo el mundo con “Whiplash”, una excelente cinta, plena de talento y ritmo que, con un ínfimo presupuesto de tres millones de dólares, cosechó tres Oscars de cinco nominaciones (entre ellas, el de mejor película), además de decenas de otros premios. Muy pocas veces un proyecto independiente, minoritario y modesto se cuela en el Olimpo de los más destacados reconocimientos en una industria tan potente como la del Séptimo Arte, pero su realizador ha demostrado que aquel éxito no fue una casualidad.
Ahora estrena “La La Land (La ciudad de las estrellas)”, un musical de regusto clásico y aire innovador con el que, nuevamente, ha encandilado tanto a la crítica como al público. Nos coloca ante uno de los géneros por excelencia de la época dorada de Hollywood y que, entendido como estilo narrativo en el que los personajes hablan cantando y bailando, había caído en el olvido de las productoras. Es verdad que esta forma de contar historias no es del agrado de todas las personas. A muchas de ellas se les atraganta ver a los actores entonando melodías y ejecutando elegantes pasos de claqué para abordar sus diálogos. Tal vez consideren este formato como una extravagancia impropia de los tiempos que corren. Sólo puedo decir que ellos se lo pierden, ya que la magia y el sentimiento que transmite se traduce en una de las experiencias más alegres, divertidas y entrañables reflejadas en una gran pantalla.
Cuenta el agitado romance de dos jóvenes que luchan por sus sueños en una cruel ciudad, conocida por destruir esperanzas y romper corazones, desde sus más tiernos inicios hasta su punto de madurez. Se trata de una aspirante a actriz y de un músico de jazz cuyo amor se ve amenazado por las ansias de triunfar en sus respectivas carreras, ya que cada una de ellas ha de desarrollarse por caminos diferentes. El colorido, la ambientación, el encanto de algunos números musicales, el romanticismo más vinculado al celuloide de antaño, el vestuario, las ajustadas interpretaciones y la valentía y genialidad del director se alían para alcanzar un resultado magnífico. Renovadora y tradicional a la vez, “La La Land” se alza como una de las propuestas más singulares y originales de los últimos años. Desde 2011 con el film “The Artist”, rodado en blanco y negro imitando al cine mudo, no se veía un proyecto tan arriesgado. El talento que destila la obra hace imposible no caer rendido ante ella y, si hubiera que indicar algún inconveniente, sería el de no mantener el mismo nivel durante toda la proyección, una circunstancia comprensible dada la complicación de conservar durante más de dos horas tan elevadas dosis de energía y vitalidad.
A falta de conocer las inminentes nominaciones a los Oscar, “La La Land (La ciudad de las estrellas)” ya ha arrasado en los Globos de Oro, habiendo obtenido los siete galardones a los que aspiraba (película en comedia o musical, director, actor, actriz, guión, canción y banda sonora). También se ha hecho acreedora del Critics´ Choice Award a la mejor cinta del año y ha figurado en todos los listados de las Asociaciones de Críticos de los Estados Unidos. Junto a “Manchester frente al mar” es la máxima favorita de la ceremonia de entrega de las estatuillas doradas de Hollywood.
Dos entonadísimos Ryan Gosling (“Drive”, “Los Idus de marzo”, “La gran apuesta”) y Emma Stone (“Criadas y señoras”, “Birdman”) encabezan el reparto, realizando unos estupendos trabajos dentro de una obra cuya dificultad es evidente. Les acompaña el siempre eficaz J.K. Simmons, Oscar al mejor actor secundario precisamente por “Whiplash”.

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Silencio
Silencio (2016)
  • 6,4
    16.022
  • Estados Unidos Martin Scorsese
  • Andrew Garfield, Adam Driver, Liam Neeson ...
7
Religión, sufrimiento y cine
Hablar de Martin Scorsese es hablar de la Historia del Séptimo Arte. Su nombre nos coloca ante un cineasta con mayúsculas, cuyas aportaciones artísticas e influencia profesional son indiscutibles. Hombre intenso, desgarrador, violento, perfeccionista, innovador y, por encima de todo, director, ha dejado su profunda huella en películas como Taxi Driver, Toro salvaje, El color del dinero, Uno de los nuestros, La edad de la inocencia, El aviador, Infiltrados o La invención de Hugo. Su trayectoria de cinco décadas en la industria del entretenimiento proyectado en la gran pantalla supone una lección sobre su oficio y se traduce en una filmografía de visión obligada para todo aficionado a este universo de sueños y de pesadillas, antes en formato de celuloide, ahora a través de medios digitales. Su figura, pese a haber rodado algunos trabajos menores e, incluso, fallidos, es siempre un espejo en el que reflejarse.
Ahora, a sus setenta y cuatro años, estrena Silencio, otra obra impecable, de brillante presentación visual y contenido complejo, donde vuelve a incidir en muchos de sus temas de referencia, como la crueldad humana, los conflictos interiores, la furia y la fe -con sus crisis asociadas-, que afectan a unos personajes empeñados en luchar contra un entorno hostil. Como viene siendo habitual en él, no se trata de un largometraje fácil de ver. Tampoco está diseñado como un mero pasatiempo para que los espectadores se limiten a disfrutar con la trama. De hecho, durante sus más de dos horas y media de metraje la aureola de trascendencia y misticismo impregna prácticamente cada toma. Asimismo, el compás reflexivo y la forma de transmitir la sinrazón y la agresividad humanas lo convierten en un filme indicado para un público acostumbrado a historias duras y trágicas.
En la segunda mitad del siglo XVII, dos sacerdotes jesuitas emprenden un viaje hasta Japón para encontrar a otro religioso, antiguo mentor de ambos, que ha renunciado a su fe tras ser perseguido y torturado. Los clérigos se embarcan en dicha misión sin un pleno conocimiento de lo que allí les espera: ser testigos del suplicio y del grado de violencia a los que los japoneses someten a los cristianos, ya que en el país nipón la práctica del catolicismo no está permitida y los creyentes han de llevarla a cabo en la clandestinidad.
Con una cuidada fotografía y una exquisita ambientación, Scorsese logra a través de la complicada mezcla entre una gran elegancia y un intenso dolor que su visión espiritual impacte enormemente, brindando a las personas más intelectuales, espirituales y receptivas sendas dosis de paz, brutalidad, belleza y horror incomprensiblemente compatibles entre sí. Por eso, quienes pretendan hallar un relato ágil y ligero corren el riesgo de perderse en los intrincados laberintos contemplativos del realizador. Conviene advertir que, al margen de sus excesivas tres horas de duración, algunos de los tramos pueden resultar indigestos para determinados estómagos. Aun así, la envergadura de Silencio se corresponde con un cine de muchos quilates.
Las dos principales Asociaciones de Críticos de Estados Unidos (National Board of Review y American Film Institute) han incluido Silencio entre las diez mejores películas del año 2016, si bien la complejidad de su planteamiento la ha ubicado inmerecidamente en un segundo plano de las entregas de galardones más mediáticas.
Otro de sus puntos fuertes reside en las interpretaciones de los protagonistas. Tanto el japonés Issei Ogata (desconocido en Occidente) como los norteamericanos Andrew Garfield y Adam Driver, y el irlandés Liam Neeson desarrollan unos papeles excelentes. Los más jóvenes están despuntando últimamente (Garfield ha recibido numerosos elogios gracias a Hasta el último hombre, de Mel Gibson -todavía en cartelera- y Driver ha destacado en la curiosa e interesante Paterson, del siempre original Jim Jarmusch).
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Comanchería
Comanchería (2016)
  • 7,2
    31.832
  • Estados Unidos David Mackenzie
  • Jeff Bridges, Chris Pine, Ben Foster ...
7
Western moderno y crepuscular
“Comanchería” es una película de difícil catalogación, aunque lo más correcto sería definirla como un western moderno y crepuscular, una desangelada visión de la América profunda. En ese sentido, presenta numerosos puntos en común con títulos como “Fargo”, “No es país para viejos” (ambas de los hermanos Coen) y “Un plan sencillo” de Sam Raimi. Refleja un mundo de delincuencia habitado por perdedores y, en general, por seres a los que les persigue la mala suerte, que desarrollan sus vidas en un ambiente muy asociado a la cultura estadounidense. El principal problema del largometraje reside en el estilo anodino de su narración y en el protagonismo de unos personajes toscos y apáticos que terminan por contagiar a los espectadores su enorme pereza y dejadez. Aunque se trata de una cinta sobre atracos a sucursales bancarias e investigaciones policiales, renuncia de forma voluntaria a las imprescindibles dosis de intriga, intensidad y suspense. El propio relato queda condenado por la desgana que transmiten esos vaqueros con tantos años a sus espaldas y por la monotonía de unas extensas llanuras polvorientas donde sólo resaltan las máquinas perforadoras en busca de petróleo.
Llama la atención que el realizador británico David Mackenzie, pese a su origen escocés, logre plasmar a la perfección el perfil de robusto ganadero tejano, con barba de varios días, sombrero de ala ancha, tabaco de mascar y palillo entre los dientes y cuya idea de la felicidad consiste en tumbarse en una mecedora en el porche de su casa y, desde allí, vislumbrar un horizonte desértico. Aunque algunos de sus anteriores trabajos ya habían resultado premiados -por ejemplo, “Asylum” en 2005 o “Hallan Foe” en 2007, ambos en el Festival de Cine de Berlín- ha sido con “Comanchería” cuando este cineasta ha destacado de forma más patente, habiendo recibido tres nominaciones a los Globos de Oro (película dramática, guion y actor secundario) y siendo elegida una de las diez mejores películas de este año por el prestigioso American Film Institute.
Dos hermanos se han propuesto atracar el mayor número de bancos de la zona en un breve periodo de tiempo, pero no son atracadores profesionales, sino un ex convicto y un padre divorciado con dos hijos. Su objetivo se centra en reunir la suficiente cantidad de dinero para no perder su única propiedad, una granja familiar que el banco les reclama por impago y por la que han luchado toda la vida. Se trata, en definitiva, de pagar con sus propios fondos a la entidad financiera que les amenaza con desahuciarles. Sin embargo, un veterano y casi jubilado Ranger de Texas intentará impedir por todos los medios que se salgan con la suya.
Mackenzie rueda en escenarios nada habituales una cinta coherente y honesta sobre gente común y corriente y, a pesar de no alcanzar el nivel de las citadas muestras de Joel y Ethan Coen, atesora algunas escenas memorables y mantiene cierta aura mística en sus secuencias. La ausencia de acción, unida a la indolencia de los personajes, convierte a “Comanchería” en un proyecto diferente que le hace destacable. Es muy probable que aburra a un tipo de público proclive a la acción frenética, la emoción intensa y las persecuciones plenas de adrenalina pero, en el fondo, no deja de ser una interesante reflexión sobre un mundo que realmente no nos es tan lejano.
Destaca dentro del reparto el actor Jeff Bridges, encasillado de un tiempo a esta parte en papeles de viejo desaseado, fondón y de vuelta de todo -“Valor de ley” y “Corazón rebelde” son buena prueba de ello-, pero que se alzan como su mejor vehículo para certificar unas grandes interpretaciones. Le acompañan unos más que correctos Chris Pine (el Capitán James T. Kirk en la nueva saga de “Star Trek”) y Ben Foster (“El tren de las 3:10”, “Warcraft: el origen”)
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1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Belleza oculta
Belleza oculta (2016)
  • 5,8
    9.830
  • Estados Unidos David Frankel
  • Will Smith, Edward Norton, Kate Winslet ...
3
Calidad oculta
Varios factores juegan en contra de la película “Belleza oculta”. Quizás el principal sea el de las altas expectativas generadas por su reparto, plagado de estrellas y de actores notables. A ello se debe añadir una promoción centrada especialmente en la trascendencia, intensidad y emotividad del relato que traslada. Razones, en definitiva, que hacían presagiar el éxito del proyecto. Sin embargo, su tráiler publicitario se había encargado de rebajar las perspectivas, ya que se podía intuir una sensiblería narrativa mal dosificada. Y, en efecto, tras sus escasos noventa minutos de duración, la sensación de decepción resulta incuestionable. Es la demostración de cómo una buena idea originaria termina convirtiéndose en una obra mediocre.
Su director, David Frankel, curtido en el mundo de la televisión, debutó en la pantalla grande con “Miami”, insulsa cinta de tono humorístico protagonizada por Sarah Jessica Parker, Mia Farrow y Antonio Banderas. Sin embargo, su segundo trabajo detrás de las cámaras, “El diablo viste de Prada”, sí obtuvo un destacable éxito de crítica y público. El film destilaba mayores dosis de ingenio y audacia y, además de dos nominaciones a los Oscar, tres a los Globos de Oro y cinco a los BAFTA, recaudó más de trescientos millones de dólares en todo el mundo. Tras esa sonora repercusión, Frankel retomó su clara tendencia hacia lo anodino, rodando “Una pareja de tres”, “El gran año” y -aunque en menor medida- “Si de verdad quieres”, en las que abandonó cualquier viso de riesgo y de creatividad para apostar por la comedia americana más vulgar.
Ahora, en un giro drástico y más bien errático, ha pretendido abordar un drama profundo, reflexivo y con ínfulas filosóficas que, desgraciadamente, evidencia su naturaleza prefabricada. Ni la historia ni los personajes parecen creíbles, y las secuencias más sentimentales resultan forzadas, de tal manera que ese torbellino de emociones del que quiere presumir se revela como un truco fallido.
Un triunfador ejecutivo de Nueva York, cuya vida es plena y feliz, entra en una profunda depresión después de sufrir una tragedia familiar. Como reacción a su amargura, decide mandar cartas, pero no a personas sino a conceptos, como la Muerte, el Tiempo o el Amor. Dadas las circunstancias, sus amigos pondrán en marcha un plan poco convencional para obligarle a afrontar su sufrimiento, sin controlar los efectos que con ello van a provocar.
Algunos momentos de la proyección enternecen y varias de las escenas llegan al corazón. Pero, incluso en esos instantes puntuales, los espectadores son conscientes de la manipulación a la que están siendo sometidos. Más allá de los que acudan a la sala predispuestos a sacar el pañuelo a la más mínima oportunidad, el resto del público no podrá conectar seriamente con ninguno de los perfiles a cargo de su irrepetible reparto de lujo.
El talento de todos y cada uno de los actores que lo integran no admite discusión y sólo cabe rendirse ante él, desde Edward Norton (tres veces nominado al Oscar y uno de los grandes profesionales de su generación) a Kate Winslet (con un Oscar de siete nominaciones y una de las intérpretes más versátiles del panorama actual), pasando por Helen Mirren (dueña de otra estatuilla dorada de entre cuatro candidaturas), Keira Knightley (dos veces aspirante al máximo premio de la Academia de Hollywood y un lujo en todos los sentidos) y el verdadero protagonista de la película, Will Smith (que ha optado igualmente al galardón cinematográfico por excelencia). El mero hecho de haber reunido a tantas figuras del Séptimo Arte es un mérito en sí mismo. Probablemente el único que posea esta “Belleza oculta”.
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2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rogue One: Una historia de Star Wars
Rogue One: Una historia de Star Wars (2016)
  • 6,9
    47.518
  • Estados Unidos Gareth Edwards
  • Felicity Jones, Diego Luna, Ben Mendelsohn ...
7
La Guerra de las Galaxias se expande
“Spin-off” es un término anglosajón empleado para referirse a un proyecto nacido como extensión de otro anterior. Una especie de idea desgajada de una trama principal que se desarrolla hasta convertirse en una historia paralela y autónoma, aunque vinculada con la originaria. Según esto, “Rogue One” es un “spin-off” de “La guerra de las galaxias”, la legendaria saga que ha ido contándose de forma desordenada. Primero se estrenaron los episodios IV, V y VI (a finales de los setenta y principios de los ochenta). Luego, los I, II, y III (de la última etapa del siglo pasado y comienzos del actual). Más recientemente, en 2015, llegó el VII. Se abre así un nuevo espacio donde se narra lo ocurrido entre las entregas III y IV, pero sin la presencia de los personajes e iconos de la odisea especial más famosa y emblemática de la Historia del Cine. Aun así, es posible disfrutar de la poderosa voz de “Darth Vader” (a cargo de nuevo de James Earl Jones en la versión original) y de alguna figura secundaria -como la del senador Bail Organa, interpretado en su momento por el actor Jimmy Smits). Sin embargo, no se trata de apariciones estelares.
“Rogue One: Una historia de Star Wars” es una correcta película de acción y ciencia ficción, un digno largometraje nacido al amparo de la idea inicial de George Lucas. De hecho, la pérdida de gancho motivada por la ausencia de los protagonistas más populares y por la escasez de magnetismo derivada de la falta de aquella combinación extraña pero efectiva entre aventura, comedia y drama con trascendencia filosófica, se compensa con una dosis más que notable de acción de calidad y de entretenimiento efectivo. No hay duda de que se echan de menos algunas señas de identidad de la saga pero, objetivamente, se trata de un proyecto bien elaborado y cuidadosamente presentado. Tal vez no vaya a figurar entre los mejores títulos del serial, pero tampoco entre los peores.
El Imperio Galáctico ha terminado de construir el arma más poderosa de todas, la “Estrella de la muerte”. Ante ello, un grupo de valientes rebeldes decide llevar a cabo la peligrosa misión de robar los planos de dicha estación antes de que entre en funcionamiento, mientras también se enfrentan al poderoso Lord Sith, más conocido como Darth Vader, discípulo del despiadado Emperador Palpatine.
El director de la cinta es el joven británico Gareth Edwards, que hasta la fecha tan sólo había estrenado “Monsters” (2010) y “Godzilla” (2014), que no reflejaban grandes dotes como cineasta. Sin embargo, ha superado de un modo notable el reto de dar el salto a una de las franquicias más importantes del género. La puesta es escena es impecable y su aureola de cinta emblemática sobre “la fuerza” y “el lado oscuro” no se resiente ni un ápice. Como ya he manifestado seriamente en varias ocasiones, mantengo mi tesis de que este peculiar universo galáctico ofrece la mejor recreación jamás filmada sobre el bien y el mal, esencia que aquí se sigue manteniendo. A aquellos espectadores que no se hayan visto aún atraídos por el imán de esta fábula (a medio camino entre el movimiento “friki” y la ciencia ficción) no se les pondrá la piel de gallina en alguna de sus escenas. Por el contrario, quienes formen parte de su legión de fieles seguidores, disfrutarán con más de dos horas de proyección destinadas a satisfacer sus ávidas pretensiones cinematográficas. Al margen de algún altibajo narrativo, tal vez consecuencia del excesivo metraje, la obra resulta respetuosa con la esencia de sus predecesoras.
Dentro del equipo artístico, resalta la versatilidad de la actriz Felicity Jones, todavía en cartel con “Un monstruo viene a verme” tras el buen sabor de boca dejado en cintas tan dispares como “La teoría del todo” o “Like Crazy”. Le acompañan el mexicano Diego Luna (“Open Range”, “La terminal”, “Mi nombre es Harvey Milk”) y Forest Whitaker (Oscar por “El último rey de Escocia” y cuya larga filmografía contiene títulos tan destacados como la reciente “La llegada”, “El mayordomo”, “La habitación del pánico”, “Smoke” o “Juego de lágrimas”).
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hasta el último hombre
Hasta el último hombre (2016)
  • 7,2
    33.291
  • Estados Unidos Mel Gibson
  • Andrew Garfield, Sam Worthington, Hugo Weaving ...
7
La ética de la violencia y de la no violencia
Nunca he sido fan de Mel Gibson. Exceptuando sus actuaciones en “El año que vivimos peligrosamente” y “Cuando el río crece”, lo considero un actor limitado, de esos que parece interpretar siempre el mismo papel, sea cual sea el proyecto en el que se involucre. El gran número de títulos en los que abusa de su condición de granuja adorable y alocado (“Maverick”, “Conexión Tequila”, “Dos pájaros a tiro”) o en los que exprime su imagen de rudo y musculado individuo de acción (las sagas de “Mad Max” y de “Arma letal”) no le han favorecido desde el punto de vista artístico, por más que hayan gozado del apoyo popular. Ni siquiera las cinco estatuillas obtenidas por “Braveheart” lograron llamar mi atención. Sin embargo, en su última película como cineasta me ha sorprendido gratamente.
“Hasta el último hombre” es una cinta bélica con un toque reflexivo que, además, se basa en una historia real y, pese a las requeridas alteraciones de los acontecimientos, derivadas de su adaptación a la gran pantalla, ofrece una trama realmente interesante. Durante la Segunda Guerra Mundial, un joven que ha padecido un episodio familiar brutal y desgarrador y que se declara contrario al uso de la violencia, se alista en el Ejército de los Estados Unidos para prestar sus servicios como médico mientras dure el conflicto. Su rechazo a las armas le enfrenta a soldados y a mandos militares e, incluso, se ve sometido a un proceso judicial. Finalmente, consigue su objetivo y es enviado a servir como profesional de la Medicina al frente japonés. A pesar de ser recibido con recelo por todo el batallón durante la salvaje toma de Okinawa, termina demostrando su valor salvando a setenta y cinco heridos y consiguiendo, no sólo convertirse en el primer objetor de conciencia estadounidense en recibir la Medalla de Honor del Congreso, sino obtener finalmente el respeto de sus compañeros y de sus superiores jerárquicos.
Aunque en algunos tramos del metraje se observa cierta tendencia al excesivo fervor patriótico y cierta predisposición a forzar la narración para que el espectador la digiera de un modo más ameno, el nivel de entretenimiento y emoción es destacable. Con dos partes bien diferenciadas (una primera hora centrada en todo lo relacionado al adiestramiento y a las penurias de este atípico soldado por culpa de la incomprensión de su entorno, y una segunda desarrollada ya en el campo de batalla), Gibson alcanza un complicado equilibrio entre el pacifismo y el belicismo, entre la reflexión y la acción, entre el ocio ameno y el discurso reivindicativo. Tan pronto sitúa al público ante una cruda y salvaje recreación de la lucha cuerpo a cuerpo como ante un alegato sobre los derechos constitucionales y el heroísmo. De hecho, me aventuro a afirmar que es su obra más completa y acertada. Sin llegar a codearse con los largometrajes más sobresalientes del género -de los que “Black Hawk derribado” sigue encabezando mi listado particular- constituye una apuesta recomendable e, incluso, emotiva.
En los últimos Hollywood Film Awards su realizador ha obtenido el principal premio de su categoría y en los Critics’ Choice Awards ha optado a los de mejor película, director y actor.
Por lo que se refiere al reparto, el joven e interesante actor Andrew Garfield (“Spiderman “La red social”, “Nunca me abandones”, “Leones por corderos”) realiza una actuación muy correcta y sostiene sobre sus hombros el grueso del film. Le acompañan el hijo del director, Milo Gibson, Hugo Weaving (“Matrix”, “V de Vendetta”) y Rachel Griffiths (“La boda de mi mejor amigo”, “Al encuentro de Mr. Banks”).

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2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Animales nocturnos
Animales nocturnos (2016)
  • 7,1
    39.441
  • Estados Unidos Tom Ford
  • Amy Adams, Jake Gyllenhaal, Michael Shannon ...
8
Thriller visionario y original
El realizador norteamericano Tom Ford es, sin duda, un cineasta atípico que con este último trabajo pretende, además, revisar las reglas del género del thriller. En este sentido, apuesta por una mezcla entre la recuperación de algunos elementos del extraño cine de David Lynch y la utilización del efectivo método de Alfred Hitchcock, uniendo a ambas su sello personal, original e inquietante. No existen demasiados inicios profesionales en el mundo del Séptimo Arte como el de este antaño diseñador de moda tejano, que debutó detrás de las cámaras con la notable cinta “Un hombre soltero”. Su particular recreación del drama de un profesor homosexual supuso para Colin Firth un aluvión de reconocimientos (ganó un BAFTA británico y la Copa Volpi al Mejor Actor en el Festival de Venecia, además de obtener las candidaturas al Oscar, el Globo de Oro, el Premio Independent Spirit y el Screen Actors Guild Award) y encumbró de la noche a la mañana a Ford, que pasó a formar parte del grupo de incipientes artistas con perspectivas interesantes que ofrecer a la industria cinematográfica.
Pero lo verdaderamente fundamental es que se ha superado con su segundo largometraje, “Animales nocturnos” y, por añadidura, en el tan complejo y enrevesado campo de thriller, un género muy esquilmado en el que parecía sumamente difícil ofrecer un título innovador, de calidad y con el suficiente nivel de tensión e intriga. Sin embargo, este creador visionario lo ha logrado, rodando un film muy elaborado en todos sus aspectos. Visualmente resulta sobresaliente, gracias a una fotografía, una utilización de los planos, un montaje y un color que sólo pueden calificarse de geniales. Por lo que se refiere a la acción, engarza una historia truculenta con una puesta en escena que potencia el clímax necesario para ir enganchando al espectador. Y, en cuanto al apartado de la interpretación, su acierto a la hora de dirigir a los actores, unido al magnífico trabajo realizado por estos, elevan el resultado final del proyecto.
Cuenta la historia de una mujer que, tras haber abandonado a su esposo, recibe un paquete que contiene la primera novela de su ex. Se sumerge en la narración, una historia triste y violenta sobre una familia cuya existencia cambia tras un accidente de circulación. El texto la atrapa de tal manera que se da cuenta de que a su vida le falta algo y, desde ese momento, comienza a revivir su pasado y a cuestionarse su futuro.
Se trata de una película moderna en su presentación pero clásica en sus fundamentos, y supera con holgura todas las metas de un buen thriller. Entretiene, sugestiona y aporta un toque artístico que la hace destacar sobre el resto de producciones similares. Por momentos, deslumbra y, en general, evidencia que detrás de las cámaras se halla un artista inconformista y audaz, que se arriesga y que sabe muy bien lo que quiere. En otras palabras, uno de esos perfiles que escasean.
“Animales nocturnos” volvió a conquistar a crítica y público en la última edición del Festival de Venecia, consiguiendo el Gran Premio de Jurado. Su director se ha alzado asimismo con otro reconocimiento a su labor en los recientes Hollywood Film Awards. Se prevé que, a partir de ahora, atesore un gran número de candidaturas en todas las galas de entrega de premios donde se reconocen las mejores producciones del año. Tal vez su atrevimiento casi irreverente resulte excesivo para obtener alguno de los galardones. O tal vez no. En todo caso, se trata de una de las grandes obras de 2016.
Destacan en su elenco dos intérpretes en estado de gracia. La cinco veces nominada a la estatuilla dorada de Hollywood Amy Adams (a la que podemos ver ahora mismo en cartelera en la también muy recomendable “La llegada”) y Jake Gyllenhaal, que tras sus excelentes trabajos en “Zodiac”, “Prisioneros”, “Brothers” y “Nightcrawler” debe dejar de ser considerado una joven promesa para ocupar el puesto de privilegio que le corrresponde. Acompañan a la pareja protagonista los actores Michael Shannon, Laura Linney y Michael Sheen.
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6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marea negra
Marea negra (2016)
  • 6,0
    9.431
  • Estados Unidos Peter Berg
  • Mark Wahlberg, Kurt Russell, Kate Hudson ...
6
La realidad supera a la ficción
El polifacético cineasta Peter Berg es un especialista del género de acción. Ya sea ejerciendo como actor (“Collateral”, “Copland”), como productor y director (“El único superviviente”, “Battleship”, “La sombra del reino”) o, incluso, como guionista (“Los perdedores”, “Very Bad Things”), ha construido toda su carrera sobre esta concreta modalidad cinematográfica, si bien con desigual fortuna. Aunque nunca ha dirigido un film calificado como sobresaliente, rodó con agilidad el ya citado “La sombra del reino”, alcanzando un aceptable nivel de entretenimiento. Además, siempre va mostrando indicios de su habilidad para la narración de tramas de intriga y tensión, elementos muy necesarios en la esfera de los thrillers. No obstante, ha firmado varios títulos decepcionantes y hasta en sus mejores trabajos se aprecian carencias en el guion y en la construcción de los personajes, lo que le impide ocupar los primeros puestos entre los profesionales de este tipo de cine.
Continuando con su línea habitual, estrena ahora “Marea negra”, cinta basada en unos hechos reales que tuvieron lugar en “Deepwater Horizon”, una plataforma petrolífera situada a sesenta kilómetros de la costa de Louisiana, en pleno Golfo de México, dedicada a la perforación de pozos petrolíferos en el subsuelo marino. El 20 de abril de 2010 un grave incendio en dicha plataforma provocó una explosión que, además de ocasionar su hundimiento, dio lugar a una tragedia que se saldó con la vida de once trabajadores y que causó uno de los desastres medioambientales más graves de la Historia. Un total de cinco millones de barriles de crudo fueron vertidos a las aguas del Océano Atlántico, originando grandes e irrecuperables daños en su ecosistema. Las marismas y el delta del Mississippi, Louisiana, Florida y Cuba resultaron extraordinariamente afectados.
Es justo reconocer a Berg la complejidad de este ambicioso proyecto, para el que recurre a un escenario claustrofóbico en el que dotar de intensidad a las imágenes, dando como resultado un largometraje más que aceptable. Aunque su inicio parezca corriente y poco esperanzador, lo cierto es que evoluciona positivamente en cuanto al aspecto narrativo. La notable utilización de la técnica se pone al servicio de los espectadores y les somete con éxito a un estado de ansiedad, garantizándoles el entretenimiento durante buena parte del metraje. Se trataría de una modalidad del antaño popular “cine de catástrofes” al que se ha querido despojar del toque demagógico y tramposo de aquellas superproducciones para dotarlo de mayor rigor. En cierto modo, aúna la difícil tarea de reflejar el aspecto aventurero de la trama con el reconocimiento de la valía de unos hombres sometidos a una experiencia agónica.
Es verdad que muchos de sus méritos juegan también en su contra. Así, son numerosas las escenas proyectadas en la gran pantalla que dejan al público sin comprender en su totalidad lo que sucede. A veces, le coloca sobre una montaña rusa en la que sólo es posible dejarse llevar. Tal vorágine de acontecimientos impide un tratamiento correcto de los personajes que, si bien es un objetivo un tanto complicado para este género, Wolfgang Petersen sí logró en “La tormenta perfecta”. Además, puede que una temática tan particular no acabe de despertar el interés de los aficionados más proclives a un cine de catástrofes desenfadado, edulcorado y al servicio de los efectos especiales. Con todo, el conjunto es más que digno y sobresale por encima de otros recientes títulos de temática similar, como “San Andrés” o “En el ojo de la tormenta”.
Al frente del reparto figura Mark Wahlberg, un actor capaz de ofrecer buenas interpretaciones si cuenta detrás con una dirección adecuada -como ya demostraron David O. Russell en “The Fighter” y Martin Scorsese en “Infiltrados”-. Aquí desempeña una correcta actuación. Está acompañado por el tándem familiar que forman Kurt Russell y Kate Hudson y por el siempre interesante (aunque últimamente desaprovechado) John Malkovich.
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16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La llegada
La llegada (2016)
  • 7,4
    67.815
  • Estados Unidos Denis Villeneuve
  • Amy Adams, Jeremy Renner, Forest Whitaker ...
8
Ciencia ficción de autor.
Los amantes del Séptimo Arte deben retener en su memoria el nombre de Denis Villeneuve, un cineasta canadiense que está logrando aunar el minoritario, experimental y muy personal cine de autor con otros géneros más indicados, en principio, para producciones reiterativas e impersonales. Su particular forma de filmar las historias (intensa pero, al mismo tiempo, alejada de modas y convencionalismos) le está abriendo un hueco destacado entre las preferencias de los aficionados. En apenas seis años, cinco de sus largometrajes han sorprendido por su originalidad y por una combinación casi perfecta entre el drama y la intriga, dotando a su trabajo de una verosimilitud normalmente ausente en la mayoría de las cintas de suspense o thriller. Pese a su envergadura y a su realización al amparo de grandes productoras, se aproxima al denominado “cine independiente” en atención a su libertad creativa y a su innegable dosis de imaginación.
“Incendies” fue nominada al Oscar y al BAFTA en la categoría de mejor film de habla no inglesa. “Prisioneros”, película potente, ruda y con impactantes interpretaciones, también optó a la estatuilla dorada a la mejor fotografía y le ayudó a sonar con fuerza dentro de la gran industria norteamericana. Con “Enemy” dio otra vuelta de tuerca a su universo paranoico y complejo, y con “Sicario” evidenció su dominio como narrador de relatos de obligada visión.
Ahora estrena “La llegada”, intimista y reflexivo film de ciencia ficción que refleja a las claras la labor creativa de su realizador. Villeneuve deslumbra con una puesta en escena hipnótica y atrayente que envuelve un interesante guion y que otorga a los personajes el protagonismo que merecen. Su nueva propuesta, tan dramática y sentida como de costumbre, supone una renovación de las reglas propias de los títulos ambientados en el espacio extraterrestre. Es como si gran parte del influjo de Stanley Kubrick y Terrence Malick hubiera poseído a este director de Quebec a la hora de rodar una obra densa, en ocasiones lenta, pero con un contenido y una carga poética impensables hasta hace poco tiempo.
Si en 2014 “Interstellar” de Christopher Nolan rescató a la ciencia ficción cinematográfica de un letargo de décadas, “La llegada” continúa con acierto ese mismo tránsito por caminos apenas explorados. No obstante, es posible que no agrade a un público más acostumbrado a las habituales batallas galácticas y más proclive a la acción desmedida. En este caso, la carga filosófica y científica que impregna todo el metraje puede resultarles indigesta. Para mí, sin embargo, ha supuesto una notable experiencia digna de ser alabada. Además, sin necesidad de recurrir a un presupuesto desorbitado (su inversión de cincuenta millones de dólares es muy inferior a la de la mayoría de proyectos de la misma temática), ha sido capaz de conjugar una sustancial carga visual con un indiscutible peso intelectual. Punto y aparte merece la valoración del elenco de actores.
La actriz Amy Adams, que ya ha optado cinco veces al Oscar por sus interpretaciones en “Junebug”, “La duda”, The Fighter”, “The Master” y “La gran estafa americana”, está absolutamente sensacional y afronta con argumentos su sexta nominación. Encarna a un personaje que, sin duda, marcará su carrera profesional. Le acompañan el solvente Jeremy Renner (también aspirante en dos ocasiones al preciado galardón por “Ciudad de ladrones” y “En tierra hostil”) y el ya ganador por su papel en “El último rey de Escocia” Forest Whitaker.
Una impecable trayectoria avalada por excelentes trabajos me anima a dar a Denis Villeneuve un voto de confianza que espero no ver frustrado por culpa de su próximo proyecto. Se trata de la continuación de la mítica “Blade Runner”, que llevará por título “Blade Runner 2049” y que sospecho que pueda constituir un auténtico sacrilegio. Habrá que esperar para comprobarlo.
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@gerardo_perez_s
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4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás
Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás (2016)
  • 4,9
    9.108
  • Estados Unidos Edward Zwick
  • Tom Cruise, Cobie Smulders, Danika Yarosh ...
3
La acción caricaturizada
Por alguna extraña razón, Tom Cruise, tras un prometedor inicio profesional en el Séptimo Arte, hace tiempo que ha dejado de interesarse por el cine. Aparcada su trayectoria como intérprete notable y sus apariciones en títulos significativos, se ha centrado en producciones mediocres o en sagas alargadas de modo artificial. Muchos le colgaron desde el principio la etiqueta de guapo sin mayores recursos, pero durante un par de décadas demostró que dicha apreciación era injusta. Personalmente, defendí su calidad y solvencia en títulos como “El color del dinero” de Martin Scorsese, “Rain Man” de Barry Levinson, “Nacido el cuatro de julio” de Oliver Stone, “Algunos hombres buenos” de Rob Reiner, “Magnolia” de Paul Thomas Anderson, “Minority Report” de Steven Spielberg o “Collateral” de Michael Mann. Detrás de sus sobresalientes actuaciones existía potencial y quedaba margen de sobra para desarrollar una carrera firme y solvente. Sin embargo, su empecinamiento por encasillarse en el cine de acción, unido a la sucesión de proyectos fallidos y a la mala costumbre de encadenar segundas y terceras partes de personajes ya agotados, han terminado por esquilmar a un intérprete que podía haber dado mucho más de sí.
Sus recientes intervenciones en largometrajes como “Noche y día”, “Oblivion”, “Jack Reacher” y las últimas de “Misión imposible”, han evidenciado un declive que, por desgracia, continuará en sus posteriores proyectos: la segunda entrega de “Top Gun” y la sexta de las aventuras del agente Ethan Hunt. No se trata sólo de que haya dado la espalda al drama -un género que le reportó los elogios de la crítica y el público- sino que, en esa obsesión por perpetuarse como héroe de acción, no ha sabido escoger ni los mejores guiones ni los mejores cineastas.
“Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás” es una cinta fallida protagonizada por un personaje acartonado, basada en una historia poco creíble y traducida a imágenes por medio de una narración sin brío. La pretensión de emular a un James Bond sin smoking ni arrogancia no resulta eficaz. Además de prescindir de la flema británica y de los martinis mezclados (no agitados), también deja por el camino grandes dosis de intensidad y ritmo en las secuencias llamadas a mantener al público en vilo. Así, durante todo el metraje se demuestra a las claras que los propósitos del relato quedan a medias.
Una oficial del Ejército, al mando de una antigua unidad militar en la que había servido Jack Reacher, es falsamente acusada de traición. Reacher, para limpiar sus nombres y salvar sus vidas, tendrá que sacarla de prisión y descubrir la verdad que se esconde tras una conspiración gubernamental. En esa huida descubrirá, además, un secreto del pasado que cambiará su vida. Sin aportar nada nuevo, original o llamativo, la película avanza a trompicones y sin un rumbo claro. El deseo de entretener no queda satisfecho y el espectador termina saliendo de la sala de proyección con un doble mal sabor de boca. El primero, por constatar lo mal que está envejeciendo Cruise. El segundo, por padecer su nuevo intento fallido de alzarse como referencia del género de acción. El actor neoyorkino necesita urgentemente embarcarse en un proyecto digno que sea algo más que un correcalles sin sentido y ponerse en manos de un cineasta cualificado capaz de sacarle jugo.
Completan el reparto Cobie Smulders -a la que hemos visto en diversos films de la factoría Marvel, como “Los vengadores”, “Capitán América: El soldado de invierno” y “Vengadores: la era del Ultrón”-, Aldis Hodge (“Straight Outta Compton”, “La jungla: Un buen día para morir”) y la joven Danika Yarosh (participante de la serie televisiva “Shameless”).
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@gerardo_perez_s
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6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sully
Sully (2016)
  • 6,6
    26.549
  • Estados Unidos Clint Eastwood
  • Tom Hanks, Aaron Eckhart, Laura Linney ...
7
Héroes modernos y verdaderos
Ahora que proliferan las películas basadas en superhéroes provenientes del mundo de cómic, se agradece visionar un proyecto cinematográfico protagonizado por un héroe de verdad, una persona normal y corriente cuya profesionalidad y templanza le aupó de forma inesperada a las portadas y los titulares informativos de todo el mundo. Por eso, “Sully” supone un ejemplo excepcional dentro de las carteleras. Presenta la recreación de unos hechos reales ocurridos el 15 de enero de 2009, cuando un piloto comercial realizó el aterrizaje de emergencia de un Airbus A320 en las heladas aguas del río Hudson. Se vio obligado a adoptar una medida tan drástica para evitar una catástrofe segura, salvando de ese modo la vida de los 155 seres humanos (entre pasaje y tripulación) que viajaban a bordo de la nave. Después de esta asombrosa hazaña sin precedentes, se convirtió en el centro de atención de los medios de comunicación y en la diana de la curiosidad popular. Sin embargo, la investigación posterior de su actuación afectó muy negativamente a su reputación y a su carrera.
Sobre esta base, el veterano Clint Eastwood construye una narración solvente y realista de estos llamativos acontecimientos, si bien la principal intención del audaz cineasta es incidir en los aspectos personales de la trama dramática. El motor del film gira sobre la convulsión que supone para alguien anónimo que lleva una existencia normalizada pasar a convertirse, primero en una figura aclamada internacionalmente y, poco tiempo después, ver cuestionada su condición de salvador de decenas de seres humanos.
La película cuenta con un ritmo pausado y se asienta sobre los personajes y los vaivenes que les azotan. Por ello, es posible que algunos espectadores que acudan a las salas de proyección en busca de uno de esos largometrajes de acción propios de la filmografía de Eastwood, con ritmo intenso y secuencias emblemáticas, puedan sentirse decepcionados.
Con ochenta y seis años cumplidos, este maestro de la dirección y la interpretación es uno de los referentes de la cinematografía norteamericana actual y también uno de los más prolíficos, en ocasiones con más de un estreno anual. A partir de la década de los noventa filma sus mejores títulos, que le han reportado cuatro Oscars de entre once nominaciones, convirtiéndole así en una de las figuras más sobresalientes y respetadas de la industria de Hollywood. Pese a haberse especializado en el pasado en papeles de tipos rudos y hasta violentos, lo cierto es que han sido sus interpretaciones más sensibles y dramáticas las que le han situado a un nivel difícil de alcanzar. Largometrajes como “Sin perdón”, “Million Dollar Baby”, “Mystic River”, “Los puentes de Madison” o “Más allá de la vida” constituyen una muestra de su extraordinaria capacidad para transmitir al público experiencias originales, profundas y hábilmente narradas.
En mi opinión, “Sully” no forma parte de sus mejores creaciones. El tono narrativo de buena parte del metraje resulta lento, descriptivo y centrado en exceso en demostrar que sus protagonistas son gente corriente. No obstante, contiene méritos suficientes para pasar por la taquilla, ya que se trata de una cinta honesta que reflexiona sobre lo real y lo tangible de nuestro día a día, y sobre la fragilidad de ese hilo sobre el que caminamos tratando de mantener el equilibrio.
Tom Hanks lleva a cabo una interpretación hábil y eficaz, sobre la que reside en buena medida el éxito final. Es un actor versátil, capaz de brillar tanto en la comedia como en el drama, como avalan dos estatuillas doradas y cinco nominaciones al galardón más emblemático del Séptimo Arte. Forma parte de ese reducido elenco de intérpretes que conecta maravillosamente con el ciudadano medio, por lo que su elección para este papel es todo un acierto. Le acompañan en el elenco Aaron Eckhart (“El caballero oscuro”, “Gracias por fumar”, “Sin reservas”) y Laura Linney (compañera de Eastwood en “Mystic River” y “Poder absoluto”)

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@gerardo_perez_s
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ouija: El origen del mal
Ouija: El origen del mal (2016)
  • 5,2
    6.296
  • Estados Unidos Mike Flanagan
  • Annalise Basso, Elizabeth Reaser, Lulu Wilson ...
5
El miedo por reiteración
Existen personas que siempre se ríen al oír el mismo chiste. Muchas otras nos emocionamos al escuchar con asiduidad idéntica canción. Yo, sin ir más lejos, soy capaz de visionar cientos de veces (no es una exageración) algunas secuencias de películas y disfrutarlas igual que en su estreno. Parece, pues, que somos animales de costumbres. Sin embargo, también puede producirse el efecto contrario. Ante su reiteración, algunas bromas dejan de tener gracia, ciertas melodías terminan por resultar cansinas y determinadas cintas no resisten el paso del tiempo, de modo que, cuando nos topamos con ellas, echamos mano del mando a distancia para cambiar con urgencia de canal.
El género de terror es uno de los más proclives a repetir fórmulas para provocar el susto de los espectadores. James Wan (realizador de “Saw”, “Insidious” y las dos entregas de “Expediente Warren”) afirma que “nos gusta ir al cine a pasar miedo” y quizá tenga razón. Pero, por lo que a mí respecta, me ocurre con esta concreta modalidad cinematográfica como con esa categoría de chistes que, oídos habitualmente, ya no provocan el efecto inicial. Para captar mi interés deben ofrecerme una propuesta novedosa. Cuando persisten en recurrir a efectos manidos y a viejos trucos ya exprimidos en el pasado, me condenan al cansancio más absoluto.
En el año 2014 el director Stiles White presentó su film “Ouija”, que no fue, ni mucho menos, el primero que utilizaba la célebre tabla de contacto con los espíritus de los difuntos para aterrorizar al público. De hecho, son decenas los títulos centrados en dicha temática. Ahora llega a nuestras pantallas su supuesta segunda parte, “Ouija: El origen del mal”, que, por supuesto, incide sobre el mismo tema y que es recomendable para aquellas personas que ansían revivir la anterior experiencia de nuevo. A buen seguro no recriminarán la reiteración de la fórmula, puesto que lo que buscan precisamente es padecer los sobresaltos derivados de esa curiosa pieza que las almas de ultratumba desplazan sobre el esotérico tablero.
En esta ocasión es Mike Flanagan, director y editor de largometrajes como “Absentia”, “Oculus: el espejo del mal” o “Hush”, quien se coloca tras la cámara y hay que reconocer que el resultado que logra es muy superior al de su antecesor de hace dos años. Demuestra mayor grado de audacia e ingenio y la filmación es de superior calidad. El problema, en mi opinión, radica en ser otro de esos productos centrados en la repetición de un patrón tan idéntico que se torna incapaz de producir el mismo efecto de antaño. Aun así, insisto en que constituye una propuesta muy acertada para ese segmento de público empeñado en la recurrencia de temas y de planteamientos. No sólo es la mejor obra de Flanagan para la pantalla grande sino que sorprende su notable avance en comparación al origen de una saga que, sin duda, acogerá más entregas de cara al futuro. Los más de cien millones de dólares recaudados por su predecesora (tras una inversión de apenas cinco), unidos a las notables previsiones económicas de esta, auguran que habrá ouija para rato.
El equipo artístico está compuesto por actores desconocidos o ya olvidados. Destaca entre ellos Henry Thomas, el protagonista infantil de la inolvidable “E.T. El extraterrestre” de Steven Spielberg, pero gran parte de sus compañeros son desconocidos para el público. Pese a esta circunstancia, tanto Annalise Basso como Elizabeth Reaser (vista en la saga “Crepúsculo”) y la jovencísima Lulu Wilson llevan a cabo una correcta labor interpretativa que se ajusta a las exigencias de sus respectivos papeles.

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@gerardo_perez_s
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
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