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Críticas ordenadas por:
Dunkerque
Dunkerque (2017)
  • 7,0
    56.695
  • Reino Unido Christopher Nolan
  • Fionn Whitehead, Mark Rylance, Kenneth Branagh ...
9
La épica y la majestuosidad al servicio del cine
No soy un gran aficionado al cine bélico. Su temática me produce una desazón que ahonda en el desapego hacia la especie humana. No obstante, existen películas del género que considero imprescindibles: “Black Hawk derribado”, de Ridley Scott, las dos obras magnas de Steven Spielberg (“Salvar al soldado Ryan” y “La lista de Schindler”) o “Enemigo a las puertas”, de Jean-Jacques Annaud, serían algunas de ellas. A partir de ahora, en el pódium de ese listado que recopila lo mejor de tan singular modalidad, habrá que hacerle un sitio a “Dunkerque”, excepcional largometraje que refleja a la perfección las miserias y heroicidades que acompañan a los seres humanos y que supone, además, una lección magistral sobre cómo narrar una historia desde un punto de vista artístico y cinematográfico.
Considero a Christopher Nolan una figura señera de nuestro tiempo que ocupa por méritos propios un espacio en la Historia del Séptimo Arte. Su particular estilo, su constante intensidad narrativa, su valentía y originalidad a la hora de profundizar en las oscuridades del alma humana, su capacidad para entretener, su habilidad para usar el aspecto visual y convertirlo en una herramienta que da una nueva perspectiva a la trama y la trascendencia filosófica y hasta onírica de la mayoría de sus escenas le elevan al Olimpo de cineastas visionarios y fuera de serie. Ha sido capaz de revolucionar la ciencia ficción tanto con “Interstellar” como con “Origen”, sobresalientes trabajos que marcan un antes y un después dentro del citado género. Su trilogía sobre “Batman”, con Christian Bale como protagonista, alzó las películas de superhéroes a unos niveles de calidad insólitos hasta aquel momento. Con la sórdida, extraña y asombrosa “Memento”, diecisiete años atrás, ya logró su primera nominación al Oscar. Ahora, con “Dunkerque”, demuestra que ni se encasilla ni se acomoda. Muy al contrario, explora nuevos temas pero permaneciendo fiel a su esencia. Sin duda, es un genio.
Sin embargo, conviene indicar que aquellos espectadores que no toleren las prolongadas secuencias sobre la guerra, con la desesperación y deshumanización que conlleva, la cinta les podrá resultar un tanto indigesta. La violencia y la crueldad no son sencillas de visionar. Acostumbrados a la aparición en todo tipo de pantallas de peleas, ensañamiento y ferocidad como mera fórmula de entretenimiento (incluso, en ocasiones, para proporcionar una visión distorsionada de la diversión), esta recreación del miedo, la brutalidad y la muerte como parte de nuestra naturaleza y de nuestra Historia nos conmueve y nos avergüenza, aunque, por otro lado, nos recuerda también el sacrificio, la entrega, la vocación de servicio y el heroísmo de determinadas personas. Por lo tanto, no se trata solamente de una plasmación de acontecimientos reales que no deben ser olvidados, sino de una sólida, hábil y certera reproducción de imágenes y sonidos que conectan directamente con el cine entendido como lo que es en realidad: un arte.
En plena Segunda Guerra Mundial, cientos de miles de británicos y de tropas aliadas se encuentran rodeados por las fuerzas enemigas en la ciudad francesa de Dunkerque. Atrapados en la playa con el mar a sus espaldas, se enfrentan a un destino aciago con el ejército enemigo cada vez más cerca. A finales de mayo de 1940 se pone en marcha una complicada operación de evacuación que permitirá el rescate de unos trescientos mil soldados, aunque muchos de ellos perderán la vida en el intento. Presentado como un largometraje coral que ofrece la batalla y el rescate desde tierra, mar y aire, es imposible no conmoverse y no sentirse removido por dentro, en mi opinión un logro nada sencillo.
Entre los actores que forman parte del elenco no hay ninguno que pueda ser considerado como principal. Destacan Mark Rylance (Oscar por “El puente de los espías”), Tom Hardy (“El renacido”, “Origen”, “El caballero oscuro: La leyenda renace”), Cillian Murphy (“Batman Begins”, “El viento que agita la cebada”) y Kenneth Branagh (más memorable por sus inicios como director). Junto a ellos, figuran otros jóvenes intérpretes desconocidos, como Fionn Whitehead y Aneurin Barnard.

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1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A 47 metros
A 47 metros (2017)
  • 5,1
    6.828
  • Reino Unido Johannes Roberts
  • Mandy Moore, Claire Holt, Chris Johnson ...
2
Otra de tiburones
Resulta sorprendente el número de películas relacionadas con tiburones que se han estrenado en la gran pantalla, casi suficiente para formar un subgénero cinematográfico. Además de la saga iniciada por el magistral cineasta Steven Spielberg en el año 1975, las producciones con dichos animales como hilo conductor se cuentan ya por centenares. Rodadas en dos o en tres dimensiones, la fuente de títulos es inagotable: “Deep Blue Sea”, “Open Water”, “Marea letal”, “Muerte en las profundidades” y, así, un largo etcétera a los que cabe añadir todos los que incluyen el nombre del escualo: “Tiburón, la venganza”, “El ataque del tiburón de dos cabezas” (y su secuela, “El ataque del tiburón de tres cabezas”), “Tiburones en Malibú” o “El ataque de los tiburones”. Tampoco hay que olvidar los que abordan el tema desde el punto de vista de la evolución de las especies: “Jurassic Shark” o “Megatiburón contra pulpo gigante”, entre otros. Juro que no me invento los nombres de los filmes. Búsquenlos y los encontrarán. Incluso figuran algunos más sorprendentes aún.
El director español Jaume Collet-Serra rodó el pasado año “Infierno azul”, con la actriz Blake Lively al frente del elenco, y ahora llega a las carteleras “A 47 metros”, de Johannes Roberts, responsable de la mediocre “El otro lado de la puerta” y de las lamentables “Darkhunters” y “Hellbreeder”, a las que hasta el calificativo de “serie B” les viene demasiado grande. La única baza de este último largometraje consiste en exprimir la misma fórmula que otros de sus antecesores han esquilmado durante décadas. Después de visionar decenas de ejemplos que centran la intriga y la tensión en unas fauces que se zampan a los bañistas de turno, la reiteración de la receta deja de resultar efectiva. Las pequeñas variaciones existentes (en vez de nadadores, buceadores; en lugar de en la superficie, en las profundidades) apenas aportan cambios. Es más de lo mismo, una y otra vez.
En esta ocasión, dos hermanas quedan atrapadas en el océano mientras realizan una expedición de buceo con el fin de observar a los tiburones. Cuando el cable que mantiene sujeta su jaula metálica se rompe, comenzarán un descenso sin freno hacia el fondo del mar. Dará entonces inicio una angustiosa lucha contrarreloj, en la que ambas jóvenes deberán encontrar el modo de sobrevivir a los ataques de las fieras y salir de allí antes de que el oxígeno se agote.
Pese a que la duración apenas alcanza la hora y media, no logra mantenerse el interés a lo largo de la proyección. El problema no estriba en que se trate de una producción menor, sino en que se aprecia una patente falta de inventiva e ingenio, lo cual condiciona el resultado. De hecho, es más que discutible que pueda encuadrarse en el género de terror, habida cuenta la nula respuesta que provoca lo que muestra.
La creatividad y la originalidad brillan por su ausencia de tal manera que, medida que avanza el metraje, la historia se hunde a la par que el armazón de inmersión de las protagonistas. Convendría que la industria del Séptimo Arte zanjase de una vez por todas esta variedad de proyectos que acaban por parecer uno solo y que agotan la propuesta de cara a los espectadores. Es verdad que suele tratarse de producciones de bajo presupuesto (en este caso, apenas cinco millones de dólares), pero su supuesta rentabilidad va en detrimento del arte de la cinematografía. Por lo que a mí respecta, estoy dispuesto a encabezar una petición en la plataforma “Change.org” para instar a la erradicación de este tipo de filmaciones, ya sean en celuloide o en formato digital. “No más películas de tiburones”. Sería un lema sencillo y directo, pero contundente.
La otrora adolescente mediática Mandy Moore (“Dr. Dolittle 2”, “Princesa por sorpresa”, “Todo lo que quiero”, “Deseando libertad”) encabeza el reparto. Le acompaña Claire Holt, conocida por algunas teleseries como “H2O”, “Pequeñas mentirosas” o “Crónicas vampíricas”. Ambas hacen lo que pueden, pero llevar este proyecto a flote es un imposible.

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5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La guerra del planeta de los simios
La guerra del planeta de los simios (2017)
  • 6,5
    26.395
  • Estados Unidos Matt Reeves
  • Andy Serkis, Woody Harrelson, Amiah Miller ...
8
La madurez del planeta de los simios
En el lustro comprendido entre 1968 y 1973 se estrenaron hasta cinco películas de la saga de “El planeta de los simios”. El éxito de su primera entrega, dirigida por Franklin J. Schaffner y protagonizada por Charlton Heston, motivó la proliferación posterior de aquellos títulos que, a la postre, terminaron reflejando una decadencia bastante más que evidente. Veintiocho años después, el peculiar cineasta Tim Burton filmó un “remake” tan fallido como innecesario. Y a partir de 2011 dio comienzo una nueva trilogía, que se completa ahora con “La guerra del planeta de los simios”. Pero los nueve largometrajes estrenados resultan demasiados. Sin entrar en el debate sobre cuál de ellos es el mejor, creo que estas tres últimas producciones rodadas en 2011, 2014 y 2017 mantienen e, incluso, superan su inicial nivel de calidad. Así como las cintas de la década de los setenta fueron perdiendo categoría con respecto a la original de un modo irrefutable, no se ha repetido el mismo fenómeno con los tres films rodados recientemente, que conforman un proyecto facturado con corrección y que ofrece unas dosis muy aceptables de acción, aventura y entretenimiento.
Mis primeras referencias de Matt Reeves se remontan veinte años atrás, cuando ejercía como guionista, productor y director de la serie de televisión “Felicity”, de la que yo era espectador. Ya por aquel entonces me pareció un buen profesional. Por eso, me sorprendió que diera el salto a la pantalla grande con algunos trabajos enmarcados en el género apocalíptico y de terror, como “Monstruoso” o “Déjame entrar” y que, pese a ciertos elementos de interés, no llamaron demasiado mi atención. Sin embargo, cuando se encargó de la realización de “El amanecer del planeta de los simios”, quedó patente su habilidad para el cine de acción y ciencia ficción. De hecho, es el responsable del próximo rodaje de Batman, interpretado por Ben Affleck. Ojalá su progresión continúe a buen ritmo y no termine resultando previsible y repetitivo. En todo caso, sería deseable verle involucrado en algunos proyectos más personales y dramáticos, acordes con sus orígenes televisivos, ya que capacidad le sobra.
Es obvio que a un potencial espectador de “La guerra del planeta de los simios” le ha de gustar la saga de antemano y, tanto la lucha entre primates y humanos como la propuesta evolutiva que lleva implícita, deben generarle un interés manifiesto. De lo contrario, la trama puede parecerle absurda, el metraje, excesivo y la cualificación técnica, insuficiente. Dicho esto, los amantes de la peculiar franquicia encontrarán aquí una entrega sólidamente construida, bien relatada y con sobrada altura de efectos especiales.
Narra la cruenta guerra entablada entre los animales y las personas que todavía quedan en el mundo y que deberán enfrentarse a un despiadado Coronel. Después de sufrir un importante número de bajas, los simios comenzarán la fanática misión de vengar a los de su especie. La épica batalla final determinará el destino de los supervivientes y el futuro del planeta.
Cinta trepidante, intensa y con un toque de reflexión introspectiva, toma prestadas de otros géneros -como el bélico y el western- algunas de sus fórmulas más características para estructurar un espectáculo audaz, demostrando cómo se puede rescatar un serial de su ocaso creativo y revitalizarlo con ideas adecuadas. En ocasiones, segundas y terceras partes sí son buenas.
Además del actor Andy Serkis, habituado a ocultar su rostro para dar vida a seres como “Gollum” de “El señor de los anillos”, forma parte del elenco un cada vez más prolífico Woody Harrelson, aunque la protagonista por excelencia es la acción en sí misma.
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2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Baby Driver
Baby Driver (2017)
  • 6,5
    32.194
  • Reino Unido Edgar Wright
  • Ansel Elgort, Lily James, Jamie Foxx ...
8
Desenfrenada, irreverente y alocada aventura
Definir una película como “Baby Driver” resulta bastante complicado. Con esencia cómica, cuerpo de cinta de acción alocada y aureola de extraño musical, su resultado final es ecléctico y en ocasiones volátil, pero a menudo divertido. Por lo tanto, no se trata de un largometraje apto para espectadores clásicos que sólo toleran propuestas reconocibles y cumplidoras de las normas sagradas del cine más convencional. Cabría calificar de experimento raro su condición si no fuera porque está dirigido por Edgar Wright, un cineasta cuyas señas de identidad son el toque irreverente y la comicidad incontrolada. De los títulos de sus anteriores trabajos (“Zombies Party”, “Arma fatal”, “Scott Pilgrim contra el mundo”, “Bienvenidos al fin del mundo” o su participación en la obra colectiva “Grindhouse”) se deduce ese estilo gamberro e inofensivo, entretenido y sarcástico, cuyo aparente desorden no es tal, sino que consiste en una estudiada y meditada forma de narrar cinematográficamente las historias.
Así pues, para ver este film es preciso acudir a la sala de proyección con ánimo descarado y juvenil. De lo contrario, la actitud chulesca, la estética macarra y el humor desvergonzado de los personajes sacarán sólo a relucir los errores de una obra que, como muestra del género de acción, resulta mediocre, poco rigurosa y bastante increíble. Sin embargo, si “Baby Driver” funciona, es por ese toque gracioso, transgresor y faltón que marca toda la narración, de modo que se puede disfrutar de un rato de entretenimiento ágil y atrayente siempre que se conecte previamente con su contexto desenfadado y travieso.
Un joven piloto domina la conducción con inusitada habilidad. Trabaja para un mafioso pero, cansado de su estilo de vida y de cumplir las normas de su jefe atracador, decide cumplir una última misión antes de retirarse, aunque el delincuente en cuestión no va a dejarle libre tan fácilmente.
Heredero del carácter de otros realizadores como Guy Ritchie (“RocknRolla”) o Matthew Vaughn (“Kick-Ass: Listo para machacar”), la oferta de Wright tal vez lleve al público a identificarla con “Drive”, de Nicolas Winding Refn. Sin embargo, poco hay en “Baby Driver” del icónico referente protagonizado por Ryan Gosling. El silencio, la cámara lenta, la expresión contenida y el ritmo pausado que encandiló en aquella da paso aquí a una total falta de moderación y a un semblante irrespetuoso que pretende inundar de alegría el metraje. Pese a todo, el resultado final es correcto y, en mi opinión, constituye el mejor proyecto de su realizador hasta la fecha. Aunque su estilo no se encuentre entre mis preferencias, le reconozco efectividad y autenticidad.
Con un toque musical, una pizca de dulzura, algún condimento romántico, un tono bravucón y un ingenioso hilo conductor, desarrolla una sinopsis burda en la forma pero creativa y, a ratos, brillante en el fondo. Una fórmula fresca y por momentos original, revestida de un divertimento sin pretensiones que consigue hacer olvidar lo artificioso que es todo. Probablemente, no es casual que a la sombra se sitúe el gran productor Tim Bevan, con múltiples reconocimientos y nominaciones gracias a algunas excelentes películas más acordes con el gusto de críticos y académicos, como “Expiación”, “La teoría del todo” o “Elizabeth”. Sin embargo, sus aportaciones más corrosivas (“Fargo”, “El gran Lebowski”) enlazan a la perfección con “Baby Driver”.
El actor Ansel Elgort, visto en “Bajo la misma estrella” y en la saga “Divergente”, encabeza el reparto. Le acompañan pesos pesados de la profesión como Kevin Spacey (ganador de dos Oscars por “American Beauty” y “Sospechosos habituales” y con numerosos títulos de visión imprescindible), Jamie Foxx (estatuilla dorada por “Ray”) o Jon Hamm (célebre por la serie televisiva “Mad Men”). También este casting coral resulta altamente llamativo. Como la película.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un don excepcional
Un don excepcional (2017)
  • 6,5
    6.849
  • Estados Unidos Marc Webb
  • Chris Evans, Jenny Slate, Octavia Spencer ...
6
El discreto encanto del melodrama
Es Marc Webb un interesante cineasta que se ha atrevido con la comedia romántica, con el melodrama e, incluso, con el género de acción. Personalmente, elogio su capacidad para combinar con acierto la alegría, el drama y la reflexión. En ese sentido, su película “(500) días juntos” constituye su mejor trabajo hasta la fecha y ejemplifica a la perfección esa habilidad para alternar situaciones emotivas y conmovedoras con dosis de crítica irreverente y desenfadado sentido del humor. Este título se suma a otros que, de la mano de realizadores como Jason Reitman, John Carney y Alexander Payne, configuran lo que yo entiendo por comedias de calidad, concepto no compartido por muchos, pero con el que me identifico plenamente.
Estrena ahora “Un don excepcional”, retorno a su peculiar estilo tras el paréntesis abierto con sus dos aportaciones al universo de los superhéroes: “The Amazing Spider-Man” y su continuación. En esta ocasión se introduce de lleno en el pantanoso terreno del cine familiar, con una niña como protagonista de secuencias enternecedoras sobre un trasfondo de peleas por su custodia. Y digo “pantanoso” porque el riesgo de caer en el convencionalismo cursi, aderezando cualquier escena con planos edulcorados, es más que evidente. La táctica de intentar ganarse al público tocando su corazón con problemas infantiles y disputas domésticas puede resultar un vía de manipulación a la hora de construir un largometraje.
De hecho, Webb se deja arrastrar por esa tentación durante buena parte del metraje, rodando una suerte de sensiblero telefilm de sobremesa de fin de semana. Sin embargo, su virtud para introducir una comicidad selecta y unos diálogos audaces sale en su rescate. Si a ello añadimos unas más que correctas interpretaciones, nos enfrentamos a un proyecto nada corriente.
Un hombre soltero y de vida algo desordenada está criando a una sobrina de siete años con unas extraordinarias dotes para las Matemáticas, cuya madre (a la que una serie de problemas personales abocaron al suicidio) era un genio en esa rama científica. Mientras el tío intenta que la pequeña lleve una vida normal acorde con su edad, su abuela materna está obsesionada con potenciar las cualidades de su nieta superdotada, lo que dará lugar a una batalla legal por la custodia de la menor, removiéndole un pasado hiriente y colocándola ante situaciones difíciles.
Contar una historia sencilla, con personas de carne y hueso como protagonistas, y sin situaciones intensas ni efectos especiales en las que apoyarse, resulta cada vez más complicado a día de hoy. Los espectadores actuales no están acostumbrados a contemplar tramas simples y comunes como hilos conductores de los estrenos cinematográficos, de modo que este título sólo gustará a los amantes de los relatos afables y sencillos. Cabe indicar como puntos débiles el tramo de la proyección dedicado al juicio, la etiqueta de obra menor que le sobrevuela constantemente y el carácter quebradizo de algunas partes del guion. Sin embargo, también posee méritos destacables, siendo el más relevante de ellos su capacidad (si no constante, al menos intermitente) de conmover, divertir y entretener. Se ayuda para ello de unas actuaciones honestas y de un repertorio de frases brillantes. El resultado final destila, pues, cierto encanto.
Integran el equipo artístico el actor Chris Evans, famoso por sus intervenciones en dos entregas de la saga de acción “Los cuatro fantásticos”, tres de “Capitán América” y otras tres de “Los vengadores”, pero asimismo con tendencia al melodrama personal. De hecho, su única incursión en la dirección (“Antes de que te vayas”) es una propuesta muy digna. Mckenna Grace (vista recientemente en “Independence Day: Contraataque”) da vida a la jovencísima Mary. Les acompañan Octavia Spencer (Oscar a la mejor actriz secundaria por “Criadas y señoras”) y Lindsay Duncan (“Una cuestión de tiempo”, “Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia”).
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1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wonder Woman
Wonder Woman (2017)
  • 6,3
    36.378
  • Estados Unidos Patty Jenkins
  • Gal Gadot, Chris Pine, David Thewlis ...
7
Correcta visión cinematográfica del cómic
Si “Wonder Woman” se hubiese estrenado hace algunos años (cuando todavía yo no me encontraba tan empachado de cintas de superhéroes), estoy seguro de que me hubiera gustado mucho más. Y es que la proliferación de adaptaciones de cómics a la gran pantalla ha sido tal que me ha terminado por saturar. La sobredosis de títulos me ha conducido al agotamiento ante este tipo de propuestas, de modo que me senté en la butaca con el hartazgo puesto y la predisposición en contra. Sin embargo, me encontré con un largometraje notable en lo técnico, correcto en lo narrativo y honesto en su intención de compaginar la esencia del personaje con la acción y la atracción visual. En comparación con otros referentes del género, su protagonista no posee tanta enjundia ni presenta conflictos internos o tormentos vitales de importancia. Además, aquí la eterna lucha entre el bien y el mal resulta mucho menos compleja. Puede que sea ese retorno a la sencillez, esa tendencia a la aventura por la aventura, ese estilo a medio camino entre lo ingenuo y lo clásico, lo que le proporcione al conjunto de la obra la virtud de revisar un subgénero que, tras demasiados años de excesos, debería pararse a reflexionar sobre su futuro en el Séptimo Arte.
Evidentemente, “Wonder Woman” es un film sólo apto para los aficionados al cómic. A quienes busquen historias ligadas a la realidad y que no dejen margen la fantasía, esta opción les parecerá insufrible. Por el contrario, todos aquellos que disfruten con las hazañas, los superpoderes y las leyendas, y se dejen llevar por la imaginación al servicio de la confrontación como vía para comprender la naturaleza de las cosas, pasarán dos horas entretenidas.
Patty Jenkins, que debutó en la dirección con “Monster” (por cuyo personaje protagonista Charlize Theron obtuvo el Oscar a la mejor actriz principal) se encarga de la realización. Habían pasado casi quince años sin que esta cineasta estrenara un nuevo trabajo pero, pese a ello, ha conseguido abordar con solvencia y acierto un proyecto tan complejo como éste.
En una paradisíaca isla tropical, una princesa amazona ha sido entrenada para convertirse en una invencible guerrera. Aun así, se mantiene en el islote protegida de los peligros del mundo exterior. Todo cambia cuando un piloto estadounidense se estrella allí por accidente. El soldado le contará a la niña la existencia de un conflicto masivo allende su territorio, de una guerra mundial. Será entonces cuando tomará la decisión de abandonar su hogar con el objetivo de salvar a la Humanidad. Dotada de unos poderes extraordinarios, la inocente e idealista luchadora se transformará en la principal emisaria de paz de una civilización que se desmorona.
El resultado final, sin duda, es satisfactorio. Mucho mejor de lo esperado. Puro entretenimiento que respeta la raíz de ese universo prestado por los tebeos. Tal vez le sobren minutos de metraje. Quizá peque de falta de valentía a la hora de perfilar los papeles protagonistas. Es posible que la oferta no sea novedosa. Pero todos esas objeciones son perdonables frente al resto de sus aciertos, y la verdad es que sobresale por encima de otros títulos de temática similar.
No es la primera vez que la actriz israelí Gal Gadot da vida a esta heroína. En “Batman vs Superman: El amanecer de la Justicia” ya se puso en la piel de “Wonder Woman” y se prevén dos títulos más de la saga de “La Liga de la Justicia” repitiendo el mismo personaje. Mucho me temo que se encasillará y cometerá el error de no explorar otras alternativas profesionales. Si a ello se suman sus cuatro apariciones en “Fast & Furious”, la deriva de su carrera parece tan evidente como poco propicia para descubrir su auténtico potencial. Le acompañan en el reparto Chris Pine (“Comanchería”, “Star Trek”), Connie Nielsen (“Gladiator”, “Pactar con el diablo”) y Robin Wright (“Forrest Gump”, “La princesa prometida”).
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4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Baywatch: Los vigilantes de la playa
Baywatch: Los vigilantes de la playa (2017)
  • 4,1
    9.280
  • Estados Unidos Seth Gordon
  • Dwayne Johnson, Zac Efron, Alexandra Daddario ...
1
Regresión retrógrada
Pese a querer venderlo como tal, no existe rastro alguno de homenaje a la década de los ochenta en esta versión cinematográfica de “Los vigilantes de la playa”. En mi opinión, ni es heredera del carácter de la célebre serie de televisión ni representa al estilo ochentero. Los episodios protagonizados por David Hasselhoff, Pamela Anderson y su ristra de musculosos “beach boys” y voluptuosas modelos ya eran horteras. Sin embargo, los responsables de esta adaptación para la gran pantalla han querido dar un paso más y engendrar un nuevo concepto para definir la ordinariez y la vulgaridad en grado superlativo. En este punto, por ejemplo, sí han superado al formato original. La estética macarra y la comicidad zafia se han visto aquí elevadas a la enésima potencia. Han estirado tanto el chicle de la superficialidad que lo han terminado por romper. Desde luego, la película contiene escenas que avergonzarán incluso a los seguidores más incondicionales de las aventuras de Mitch Buchannon.
Estoy dispuesto a reconocer que Dwayne Johnson (conocido popularmente como “The Rock”) posee una vertiente humorística que se puede aprovechar. Me cuesta más admitir (aunque podría hacerlo) esa cierta nostalgia que, a medida que va cumpliendo años, lleva a buena parte de una generación a mirar al pasado con el ánimo de revisar sus iconos culturales. Incluso podría llegar a aceptar (en función de la tortura a la que se me someta) que la industria del cine se dedique a estas alturas a rodar versiones de títulos que antaño marcaron una época. Pero, por lo que no voy a pasar, es por aplaudir una concatenación de secuencias que hilvanan una trama simplona cuyo único nexo de unión es un muestrario de pectorales de todos los tamaños y formas. De hecho, estoy convencido de que una proyección de las tomas falsas de la serie televisiva tendría más gracia y mayor sentido que esta producción, totalmente impropia del año en el que se estrena.
Su director es Seth Gordon, quien ha estrenado hasta la fecha “Como en casa en ningún sitio” -un intento de comedia protagonizado por Reese Witherspoon y Vince Vaughn-, “Cómo acabar con tu jefe” -su trabajo más destacado, con Jason Bateman y Kevin Spacey al frente del reparto- y “Por la cara”, otra insufrible tortura ejecutada sin piedad por Melissa McCarthy. Visto lo visto, no me extraña nada el resultado de “Los vigilantes de la playa”, puesto que representa a la perfección la clase de humor que caracteriza a su realizador.
Lo que supuestamente se cuenta es lo de menos, en concreto la historia de un socorrista veterano que choca con un ex nadador olímpico, novato, bravucón y caído en desgracia, recién llegado a las labores de vigilancia de la costa. Pese a sus roces iniciales, descubren juntos una trama delictiva que amenaza el futuro de la bahía y se disponen a evitar la destrucción de dicho paraje natural a manos de un magnate sin escrúpulos.
Se han invertido en el rodaje setenta millones de dólares y, dados sus raquíticos resultados en taquilla durante las dos primeras semanas de exhibición (apenas cuarenta), cabe esperar que en el futuro los productores se abstengan de reiterar otro proyecto similar. Más que de la revisión de una obra anterior, se trata de una regresión en toda regla. Sus casi dos horas de duración alargan el suplicio de tal manera que es preferible abandonar la sala de proyección. Mejor aún, no llegar siquiera a entrar. Sin duda, el peor largometraje de cuantos he visto este año.
Como ya he indicado anteriormente, el actor Dwayne Johnson asume el papel protagonista. Claramente condicionado por su físico, a lo largo de su carrera profesional ha interpretado con corrección papeles en cintas de acción e incluso ha demostrado cierta capacidad para abordar el género de comedia. No obstante, su participación en sagas de éxito como “Fast & Furious” le hace reincidir una y otra vez en esta clase de cintas. Aun así, es probablemente el único integrante del elenco que se salva del desastre. Zac Efron, por el contrario, naufraga estrepitosamente. Está por ver que este ídolo de adolescentes puede dar con solvencia el salto de Disney Channel a la gran pantalla. Yo tengo mis serias dudas. En cuanto a las actrices (Priyanka Chopra, Alexandra Daddario, Kelly Rohrbach) ejercen una función rancia y meramente estética. En líneas generales, tanto ellas como ellos se limitan a lucir cuerpo, a falta de frases ingeniosas que soltar por la boca.
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27 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
La momia
La momia (2017)
  • 4,3
    14.809
  • Estados Unidos Alex Kurtzman
  • Tom Cruise, Russell Crowe, Annabelle Wallis ...
4
Potencia sin control
Hace algunos años se hizo muy popular el anuncio de una célebre marca de neumáticos cuyo lema era “la potencia sin control no sirve de nada” y, ciertamente, no le faltaba razón. Trasladando idéntico símil al ámbito del Séptimo Arte, se puede aplicar a aquellas películas empeñadas en incluir la escena más inverosímil, la más asombrosa, la más grandilocuente o la más rocambolesca, con el único objetivo de arrancar del público una exclamación momentánea, pero sin valorar cómo influirá ello en el conjunto del largometraje. El género de acción está plagado de secuencias destinadas a dejar al espectador con la boca abierta la primera vez que las ve, aunque posteriormente se ría con disimulo al comprobar lo absurdo de la propuesta. En este punto recuerdo, por ejemplo, la cinta “Eraser”, en la que el musculoso Arnold Schwarzenegger se sujetaba con las manos sobre la puerta abierta del exterior de un avión que volaba a gran velocidad y altura, con el reactor de la nave justo detrás suyo. Finalmente se soltó, pasando junto al motor sin que la turbina lo engullese y, en ausencia de paracaídas, terminó por estrellar su cuerpo encima de un coche aparcado en tierra, por supuesto con daños irrelevantes para el protagonista de la heroicidad. En un visionado inicial, la toma llamaba la atención enormemente pero, en los sucesivos, lo normal es que se catalogue como una fantasmada propicia para la burla.
En ese sentido, “La momia” es un despliegue de esa clase de secuencias muy bien rodadas, pomposas, llamativas y espectaculares. La mayor parte de ellas me resultaron atrayentes desde el punto de vista visual, puesto que poseen ritmo y fomentan el toque de aventura. Pero, por desgracia, su efecto se diluye a los pocos segundos y resultan incapaces de sostener una historia cercana a las dos horas de duración. La naturaleza y la esencia última del proyecto está más vinculada con los videojuegos que con el cine en sí mismo. La aparatosidad y el desenfreno que desprende la cinta conectan más con esa velocidad a la que los jugadores de la Play Station pulsan los botones de sus mandos. Todo es rápido, extenuante y fatigoso, una concatenación de efectos diseñados para fascinar y agrupados consecutivamente para no dar respiro ni permitir reflexión alguna. Tan sólo para aturdir con el espectáculo. Lo cierto es que en algún momento, ya sea durante la proyección o al abandonar la sala, se evidencia lo artificioso y lo pretencioso de la propuesta.
Títulos sobre la Momia hay muchos, en distintas épocas y estilos, más o menos terroríficos, cómicos o aventureros. Este estreno es, probablemente, el mejor en cuanto a técnica, el más deslumbrante y el más caro. Pero, asimismo, el más vacío y el más hueco.
El veterano productor Alex Kurtzman da aquí el salto detrás de la cámara para asumir la labor de cineasta y, tras el dulce melodrama “Así somos”, cambia el registro hacia un trabajo más vertiginoso. En contra de lo que se pudiera pensar, en él han participado tres guionistas de renombre: David Koepp (“Misión: Imposible”, “Parque Jurásico”, “La guerra de los mundos”, “Spiderman”), Christopher McQuarrie (Oscar al mejor guion por “Sospechosos habituales”) y Dylan Kussman (que debuta como escritor, pero que acumula interpretaciones en títulos como “El club de los poetas muertos” o “El vuelo”). Sus aportaciones, no obstante, pasan desapercibidas ante la impresionante exhibición de efectos especiales y el ostentoso desfile de proezas.
Tom Cruise y Russell Crowe, dos grandes pesos pesados de Hollywood, encabezan el reparto. Ambos han dado sobradas muestras de calidad en el pasado, acreditando así su talento y habilidad, pero ya llevan varios años demasiado alejados de su nivel profesional de antaño. Cintas como “El color del dinero”, “Nacido el cuatro de julio”, “Algunos hombres buenos”, “La tapadera”, “Collateral” o “Minority Report” (el primero) y “L.A. Confidencial”, “El dilema”, “Una mente maravillosa”, “Gladiator” o “American Gangster” (el segundo), demuestran sin duda su capacidad de llevar a cabo actuaciones muy superiores a las que nos ofrecen de un tiempo a esta parte.
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3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Norman, el hombre que lo conseguía todo
Norman, el hombre que lo conseguía todo (2016)
  • 5,1
    1.309
  • Estados Unidos Joseph Cedar
  • Richard Gere, Lior Ashkenazi, Michael Sheen ...
6
Ascenso y caída del sueño americano
Cuando alguien se sorprende gratamente al visionar una película donde los personajes y el guion son relevantes, es que algo extraño sucede dentro de la peculiar industria del Séptimo Arte. A día de hoy, contemplar secuencias sostenidas gracias a la interpretación de los actores, al gancho de los diálogos y a una trama coherente comienza a ser misión imposible en unas salas de exhibición controladas mayoritariamente por los grandes estudios y distribuidoras. En este orden de cosas, el casi desconocido cineasta norteamericano Joseph Cedar ha logrado sacar adelante un proyecto aparentemente sencillo, pero que alberga una complejidad superior de la prevista. Porque, a medida que transcurre la proyección, se aprecian las respectivas dosis de crítica, reflexión y mero entretenimiento que conforman esta cinta. Junto a un aire de comedia amable y hasta desenfadada, se introducen intrigas políticas, financieras y humanas, para ofrecer una visión desangelada del funcionamiento de nuestro mundo. Pero, sobre todo, es un vehículo para disfrutar del magnífico trabajo de sus actores. El elenco, plagado de caras conocidas y profesionales de peso, sostiene con firmeza el pulso narrativo y el interés de una historia con argumentos más que de sobra para resultar creíble y no desechar su autenticidad.
Cuenta las desventuras de Norman, un hombre de negocios poco convencional y amigo de un joven político que se encuentra en un momento de declive profesional. Con el paso de los años, éste se ha convertido en un influyente líder mundial, de modo que la vida de Norman cambia repentinamente. Si dicho cambio es para bien o para mal, dependerá del concepto de éxito que tenga cada uno. Como en otras muchas ocasiones, el título original refleja la esencia mejor que la libre traducción para el público español, donde se ha estrenado como “Norman: El hombre que lo conseguía todo”, en vez del más ajustado “Norman: The Moderate Rise and Tragic Fall of a New York Fixer” (“Norman: el moderado ascenso y la trágica caída de un solucionador neoyorkino”).
Se trata de una recreación del denominado “sueño americano”, aderezada con una inusual mezcla de ironía, acidez y dulzura. Es muy probable que el largometraje pase desapercibido por las carteleras, sin destacar por nada en concreto. No ofrece escenas memorables. Tampoco contiene carga filosófica alguna ni divertimento especial. No es, por tanto, un título que pueda calificarse de notable. Y, sin embargo, en su conjunto, supone una propuesta meritoria y agradable, digna de ser destacada. Por desgracia, no le han brindado la oportunidad de llegar a demasiados espectadores. En Estados Unidos dispuso únicamente de cinco pantallas grandes el fin de semana de su estreno, aumentando después a un total de trescientas, en un mercado en el que habitualmente los films pueden acaparar más de cuatro mil. En definitiva, una muestra de cine independiente y minoritario pero, al mismo tiempo, interesante, que debería contar con un mejor tratamiento por parte de distribuidores y exhibidores.
Como ya he resaltado anteriormente, su principal valor radica en el aspecto interpretativo. El protagonista es un acertado Richard Gere, etiquetado en las décadas de los ochenta y noventa como “sex symbol” y que cuenta en su haber con numerosos éxitos de taquilla. “Oficial y Caballero”, “Cotton Club” o “Pretty Woman” le otorgaron una enorme popularidad, pero han sido sus intervenciones en “Infiel” o “Chicago” las que han avalado que es mucho más que una cara bonita. Tal vez sea excesivo considerar su labor en “Norman: El hombre que lo conseguía todo” como su mejor actuación pero, desde luego, se halla en el pódium de su filmografía. Le acompañan algunos colegas tan notables como Steve Buscemi (“Fargo”, “Reservoir Dogs”, “El gran Lebowski”, “Muerte entre las flores”), Michael Sheen (“Midnight in Paris”, “La reina”, “El desafío - Frost contra Nixon”), Charlotte Gainsbourg (“Melancolía”, “Jane Eyre” de Franco Zeffirelli) y Hank Azaria (“Amor y otras drogas”, “La pareja del año”).

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4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Piratas del Caribe: La venganza de Salazar
Piratas del Caribe: La venganza de Salazar (2017)
  • 5,4
    21.554
  • Estados Unidos Joachim Rønning, Espen Sandberg
  • Johnny Depp, Javier Bardem, Brenton Thwaites ...
4
Los hombres muertos no cuentan cuentos
Ha llegado a las carteleras la quinta entrega de la saga “Piratas del Caribe”. Y, como sucede con esas mareas de los océanos sobre los que surcan los barcos que protagonizan cada película, las aventuras del capitán Jack Sparrow avanzan y retroceden cada cierto tiempo. Van y vienen con una frecuencia casi puntual, aunque buena parte de las señas de identidad de esta franquicia se baten ya en retirada, en marea baja. Después de los tres primeros títulos rodados bajo las órdenes de Gore Verbinski (cineasta muy apropiado para el estilo desenfadado del proyecto), y tras la aportación de un más desubicado Rob Marshall, ahora es la pareja de noruegos formada por Joachim Rønning y Espen Sandberg la que se coloca detrás de la cámara. Los personajes otrora protagonistas, interpretados por Keira Knightley y Orlando Bloom, así como la genial banda sonora compuesta por Hans Zimmer, parecen estar también de repliegue dentro de un serial cinematográfico que está cayendo en la misma trampa de muchas producciones: la de la reiteración y la prolongación basadas tan sólo en las expectativas de la recaudación.
He manifestado en numerosas ocasiones que la primera cinta -estrenada en 2003- me pareció divertida, ágil, entretenida y con un punto artístico envalentonado y meritorio. La segunda, cuatro años más tarde, me produjo similares sensaciones, pero en un lapso de tiempo más reducido en cuanto al metraje total. La tercera y la cuarta suponían, en mi opinión, malas copias con escasas ideas y demasiado afán por copiar y reincidir en lo anterior, de modo que me dispuse a enfrentarme a las primeras secuencias de la quinta con pocas esperanzas y muchas reticencias.
Por alguna razón que desconozco, su título en España es “La venganza de Salazar”, si bien en la versión original figura “Dead Men Tell No Tales”, algo así como “Los hombres muertos no cuentan cuentos”, metáfora (intencionada o no) de lo que les está sucediendo a estos largometrajes que conforman el bloque de “Piratas del Caribe”. Ya no nos cuentan cuentos ni historias, porque todo está más que dicho. Se imitan a apabullarnos visualmente y a explotar el filón de los efectos especiales. Parten de la errónea teoría de que, a fuerza de deslumbrarnos con los prodigios de la técnica, no nos daremos cuenta de los vacíos del guion y del agotamiento de los personajes. Ello, unido al tirón de las buenas referencias de anteriores entregas, se les antoja suficiente argumento para que el público pase por taquilla y les haga obtener importantes ingresos económicos.
No obstante, para ser justos, es preciso reconocer que algunas secuencias están muy bien rodadas y respetan el estilo característico que tantos triunfos deparó a esta fórmula. Aun así, carece de una auténtica trama, de diálogos ácidos y de la necesaria creatividad artística para resistir las casi dos horas y cuarto que dura la proyección. Al final, por más que quieran parapetarse tras las elevadas cifras de inversión, se nota que la verdadera finalidad no es otra que alargar el éxito de la saga, más que continuar exprimiéndole jugo al relato.
En esta ocasión, Jack Sparrow se enfrenta a un grupo de piratas-fantasma comandados por el terrorífico capitán Salazar, recién evadido del Triángulo de las Bermudas. Su única posibilidad para salir con vida es encontrar el legendario Tridente de Poseidón, un poderoso artefacto que otorga a su poseedor el control de los mares.
Repiten dentro del elenco Johnny Depp, Geoffrey Rush y, en un discreto y limitado segundo plano, Orlando Bloom y Keira Knightley. Esta vez el fichaje estrella es el español Javier Bardem, que interpreta al malvado Salazar. También se suman al reparto la británica Kaya Scodelario (que debutó en el cine en 2009 con la interesante “Moon”, de Duncan Jones) y la iraní Golshifteh Farahani (“Red de mentiras”, “Paterson”).
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6 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Déjame salir
Déjame salir (2017)
  • 6,8
    48.400
  • Estados Unidos Jordan Peele
  • Daniel Kaluuya, Allison Williams, Catherine Keener ...
7
El terror como método de diversión y reflexión
Casi todos los años llega a las carteleras una película de exiguo presupuesto que termina resultando un gran éxito de taquilla. En este 2017, esa cinta es “Déjame salir”, que ya lleva recaudados más de ciento setenta y cinco millones de dólares en el mercado norteamericano y más de doscientos a nivel mundial, partiendo de una mínima inversión de apenas cuatro. Semejante rentabilidad sin parangón ha resultado una auténtica sorpresa. Se trata de un film de terror poco convencional que también transita por los terrenos de la comicidad y la reflexión social y que, cuando menos, merece ver reconocida esa acertada combinación entre las reglas básicas del género y unas ciertas dosis de originalidad. De este modo, apoyándose en algunos principios esenciales pero, al mismo tiempo, aportando inventiva, “Déjame salir” ha encandilado al público.
Jordan Peele, un joven cómico neoyorkino muy conocido en el medio televisivo, debuta detrás de la cámara con un título con el que pretende aportar su visión personal sobre el espinoso tema de los conflictos interraciales en los Estados Unidos. El realizador, de madre blanca y padre negro, sorprende a unos espectadores que, frente a sus expectativas de ver una película de terror al uso, reciben una ácida crítica, aderezada con toques de humor. El resultado, siendo difícil de clasificar, puede calificarse, como mínimo, de original, todo un logro en estos tiempos en los que las reiteraciones y repeticiones figuran en el ADN de la inmensa mayoría de estrenos.
Cuenta la historia de un joven afroamericano que visita a la acomodada familia de su novia blanca, aceptando la invitación de pasar con sus padres un fin de semana en el campo. En un principio, el comportamiento de sus futuros suegros, así como el del resto de sus amigos y vecinos, le resulta "demasiado" complaciente. Sin embargo, a medida que transcurren las horas, una serie de descubrimientos cada vez más inquietantes le llevarán a desvelar una verdad inimaginable.
Cabe indicar que la modesta propuesta de “Déjame salir” no está a la altura de los grandes títulos centrados en la cuestión racial. “Adivina quien viene esta noche”, “Arde Mississippi”, “Crash”, “12 años de esclavitud”, “Malcolm X”, “En el calor de la noche” o la más reciente “Fences” son mejores propuestas en todos los sentidos. Seguramente Peele tampoco aspiraba a rodar un referente cinematográfico ni un trabajo que supusiera un punto de inflexión en tan controvertida problemática. Pero su desparpajo, unido a su afán por el entretenimiento y a su habilidad para colar en determinados planos algunos reproches agudos y otras apuestas experimentales, terminan por resultar efectivos. El joven director, pese a ofertar un producto catalogado con la etiqueta de un cine “B” para adolescentes, ofrece en realidad una obra construida con libertad y sin ataduras, algo alocada pero igualmente interesante.
En definitiva, una película audaz cuya engañosa apariencia de albergar un miedo intrascendente acaba, gracias a su atrevimiento y arrojo, por sorprender y agradar. Lo cierto es que, por más años, décadas y siglos que transcurran, la tensión racial en Norteamérica mantiene cicatrices visibles que no terminan de curar. Está claro que “Déjame salir” tampoco va a resolver este conflicto, pero tal vez logre a través de risas, sustos y sorpresas que una parte del público reflexione acerca de la permanencia de tan grave lacra.
Los actores Daniel Kaluuya -con presencia habitual en televisión y en la notable “Sicario”- y Allison Williams -popular por la serie “Girls”- asumen los papeles protagonistas. En intervenciones secundarias les acompañan Catherine Keener (nominada al Oscar por “Capote” y “Cómo ser John Malkovich”) y Bradley Whitford (muy conocido por la mítica “El ala oeste de la Casa Blanca” y por sus apariciones en “Al encuentro de Mr. Banks” y “Esencia de mujer”).
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1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alien: Covenant
Alien: Covenant (2017)
  • 5,6
    26.419
  • Estados Unidos Ridley Scott
  • Michael Fassbender, Katherine Waterston, Billy Crudup ...
6
Secuela de la precuela (y vuelta a empezar)
Llevo ya demasiado tiempo quejándome de la escasa imaginación e inventiva de buena parte de los cineastas actuales, como también de la poca valentía y capacidad de riesgo que manifiestan demasiados productores. Cada semana llega a nuestras pantallas una segunda, tercera o sucesiva parte de un proyecto anterior. O una precuela. O un “spin off”. Los personajes se repiten, las situaciones se reiteran, las fórmulas se esquilman y, casi siempre, las propuestas supuestamente novedosas se parecen demasiado a lo ya visto en infinidad de ocasiones. Si hace escasas fechas se estrenó “Life” y ya entonces comentaba su parecido con “Alien: el octavo pasajero”, ahora es el turno de la secuela de la precuela de “Alien”, continuación de “Prometheus” (ideada como un relato anterior a la célebre cinta que en 1979 sorprendió y entusiasmó a los espectadores de todo el mundo).
Lo cierto es que la cinta es correcta. Técnicamente, impecable. Ágil en el montaje. Intensa en la narración. Sin embargo, al menos para quienes hemos visionado la saga completa de “Alien”, carece de bazas para la sorpresa. Un número considerable de estos proyectos terminan triunfando, bien por la fuerza de la nostalgia de los aficionados hacia sus antecesoras -que les impulsa a intentar revivir lo bien que lo pasaron cuando las vieron por aquel entonces-, bien por la ignorancia de unas nuevas generaciones que no han visto tanto cine y califican de innovador y moderno lo que, en realidad, es reiterativo y clásico. La escena en la que el monstruo sale del cuerpo de uno de los tripulantes de la nave alcanzó la consideración de secuencia cumbre del género cuando se rodó a finales de los setenta y se contempló por vez primera. Pero que, casi cuatro décadas después, se recurra de nuevo a ella, sólo demuestra la maestría de la original y la carencia de recursos propios de sus sucesoras.
Vaya por delante que, con un presupuesto de ciento cincuenta millones de dólares y un director tan solvente como Ridley Scott detrás de la cámara, no faltan méritos dignos de destacar. Es impactante desde el punto de vista visual. Los efectos especiales son excelentes. Como muestra del género de terror es efectiva y, en general, la filmación demuestra estar sostenida por profesionales competentes. Como contribución añadida, aporta más sangre, más violencia y más miedo. Su virulencia resulta más acorde con los tiempos que corren y, pese a sus más de dos horas de duración, no presenta un desnivel significativo en cuanto al ritmo. Sin embargo, no cuenta nada nuevo, ni aporta nada diferente del resto. Por ello, prefiero sinceramente ver de nuevo a Sigourney Weaver, John Hurt, Tom Skerritt y Veronica Cartwright, a pesar de que disponían de peores medios y una estética más anticuada. Al menos, su apuesta desprendía imaginación y creatividad, percibiéndose como una eclosión artística.
Por tanto, si aquí el objetivo era superarse, no se ha conseguido. Utilizando una icónica frase de “Alien: el octavo pasajero” pronunciada por el actor Ian Holm a sus compañeros de aeronave, ante su propósito de acabar con el alienígena: “No tenéis ninguna posibilidad pero... contáis con mi simpatía”. Es la idea que resume perfectamente mi opinión. El equipo cuenta con mi simpatía por los buenos ratos que me han proporcionado pero, si aspiraban a reinventarse, no lo han conseguido.
Relata la malograda aventura de la tripulación de la nave “Covenant” rumbo a un remoto planeta al otro lado de la galaxia. Descubren lo que creen un paraíso inexplorado que, en realidad, resulta ser un mundo oscuro y hostil cuyo único habitante es un “sintético” llamado David, superviviente de la malograda expedición de “Prometheus”.
Entre los actores que integran el reparto destaca Michael Fassbender (por otra parte, lo más destacado de la citada “Prometheus”). El alemán es un intérprete extraordinario que cuenta en su haber con sobresalientes actuaciones. Sus trabajos en “Shame”, “Jane Eyre” de Cary Joji Fukunaga, “Un método peligroso”, “Steve Jobs” o “Macbeth” de Justin Kurzel dan la medida de su innegable talento. Le acompañan Katherine Waterston (“Animales fantásticos y dónde encontrarlos”), Billy Crudup (“Casi famosos”, “Big Fish”) y Carmen Ejogo (“Selma”).
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9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Guardianes de la galaxia Vol. 2
Guardianes de la galaxia Vol. 2 (2017)
  • 6,7
    39.574
  • Estados Unidos James Gunn
  • Chris Pratt, Zoe Saldana, Dave Bautista ...
8
Acertada autoparodia
En el año 2014, “Guardianes de la galaxia” fue un rotundo éxito. Recaudo más de setecientos setenta millones en todo el mundo y dio una visión diferente en el cine de superhéroes. Su propuesta, mucho más desenfadada y cómica, conectó con el público. Fue una extraña propuesta que mezclaba un ambiente futurista y galáctico con cierto aire “retro”. Se podría decir que rindió homenaje al estilo “ochentero” al mismo tiempo que caía, voluntariamente, en la concatenación de secuencias asombrosas y en las peleas imposibles. El resultado, fue ciertamente divertido. Una vez que el espectador era consciente de que no podía tomarse en serio la propuesta, podía disfrutar de personajes y situaciones desternillantes y diálogos repletos de humor. Las peleas, luchas y persecuciones espaciales eran secundarias. La narración era ágil y graciosa. Suficiente para regocijarse durante dos horas con un largometraje nada pretencioso y sí efectivo.
Tres años después, impulsado por el éxito y por los deseos de repetir recaudación, no llega una segunda parte que incide en los mismos méritos y en los mismos defectos. La única salvedad radica en que, como es lógico, ya no existe la capacidad de sorprender al espectador como con la primera entrega. El público ya entra en la sala conociendo el estilo macarra, guasón e irreverente de la propuesta. Eso supone perder una importante baza. Sin embargo, mantiene montaje dinámico, la trama liviana y el permanente toque jocoso. Suficiente para amenizar durante más de ciento veinte minutos.
Repite buena parte del mismo equipo técnico y artístico. James Gunn vuelve a ponerse al frente de la dirección y como guionista. Kevin Feige, reincide como productor. Es evidente que se trata de insistir sobre el mismo concepto y, habiendo salido razonablemente bien la primera vez, parece lógico que se cuente con las mismas piezas claves del anterior proyecto. El único problema que tienen es que terminen muriendo de éxito y que, como en otros casos, el ansia por reincidir constantemente en lo mismo, les conduzca a rehacer una y otra vez la misma fórmula. Porque, como era previsible, ya se ha anunciado “Guardianes de la galaxia volumen 3”. Por ahora, reconozco que me gusta su propuesta, pero no descarto que, con el tiempo, tras estrenar secuela tras secuela, todo termine siendo previsible y cansino. Sería una pena.
La trama se vuelve a centrar en el singular héroe Peter Quill, también conocido como Star-Lord. Se vuelve a embarcarse en un viaje intergaláctico por todo el universo, acompañado de un heterogéneo y pintoresco equipo de personajes a cuál más extraño y peculiar. Es un ejemplo de cine de aventuras. Puede que dentro del Universo Cinematográfico de la Marvel no tengan el mismo protagonismo que sus héroes más carismáticos, pero no creo que, a estas alturas, podemos decir que no son un comic secundario. Su éxito les ha hecho merecedores de pasar a la primera línea de sus producciones.
Es de justicia reconocer el mérito que tiene embarcarse en una segunda parte y no naufragar en el intento. Se percibe el esfuerzo por mantener la esencia y los grandes logros de la primera parte y, al mismo tiempo, presentar una propuesta virtuosa y extravagante. Es, en buena medida, una autoparodia, y es ese tono de descaro y desparpajo lo que consigue arrancar la sonrisa, e incluso la risa, en varias secuencias.
Entre los actores, encontramos nuevamente a Chris Pratt (“Jurassic World”, “Passengers”), Zoe Saldana (“Avatar”, “Star Trek”), Michael Rooker (“Máximo riesgo”, “El coleccionista de huesos”) y secundarios como Sylvester Stallone o Kurt Russell. Poniendo sólo su voz, en la versión original podemos oír a Bradley Cooper y Vin Diesel.

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3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La excepción a la regla
La excepción a la regla (2016)
  • 5,0
    966
  • Estados Unidos Warren Beatty
  • Alden Ehrenreich, Lily Collins, Warren Beatty ...
6
Discreto encanto nostálgico
Con ochenta años recién cumplidos y más de cincuenta y cinco de ellos dedicados al Séptimo Arte, Warren Beatty tan sólo ha dirigido cinco películas, además completamente diferentes entre sí. La comedia romántica y fantasiosa “El cielo puede esperar”, el drama histórico “Rojos”, la adaptación del héroe del cómic “Dick Tracy”, la sátira política “Bulworth” y, ahora, este melodrama costumbrista, ecléctico y con toques de humor que lleva por título “La excepción a la regla”. En ese ramillete de propuestas tan dispares siempre es posible encontrar algunos puntos de interés. Unas son mejores que otras, pero todas comparten la característica común de la calidad. Tan versátil como efectivo, Beatty ha recibido a lo largo de su carrera artística trece nominaciones a los Oscar en las categorías de productor, director (por la que obtuvo la citada estatuilla), actor y guionista. De hecho, de todas sus facetas profesionales, la que desarrolla detrás de la cámara es, sin duda alguna, la más interesante y, pese a sus afamadas interpretaciones en cintas como “Esplendor en la hierba”, “Bonnie and Clyde” y “Shampoo”, destaca sobre todo en el campo de la realización.
Mientras veía “La excepción a la regla”, recordaba con insistencia el largometraje de Barry Levinson “Bugsy” (1991), una muestra de clase y destreza, aunque también de cierta indefinición a la hora de contar la historia, lo que impide calificarlo de sobresaliente. En el presente estreno, las interpretaciones, la ambientación e, incluso, el gancho del relato resultan notables. Sin embargo, salta de forma abrupta e inconexa del estilo cómico al dramático, del biopic histórico a la ficción inventada, del elemento clásico y nostálgico a la creación más libre y anárquica, haciendo que, pese a que se vea con agrado y suponga una delicia para los sentidos, el resultado final se resienta.
Se basa en el personaje del icónico magnate Howard Hughes, ya llevado a la gran pantalla con gran éxito y sublime maestría por el tándem que forman el director Martin Scorsese y el actor Leonardo Di Caprio. En el lujoso mundo del dicho empresario cinematográfico existe una regla que no debe romperse: ninguno de sus trabajadores puede mantener relaciones íntimas con las actrices contratadas. Ante esta tesitura, una joven y atractiva baptista llega desde una pequeña población del Medio Oeste estadounidense a la ciudad de Los Ángeles para ponerse a las órdenes del extravagante multimillonario. Allí conocerá al chófer de su nuevo jefe, que apenas lleva dos semanas en el puesto y resulta ser también una persona muy religiosa. La inmediata atracción mutua pondrá sus convicciones a prueba.
Warren Beatty firma un trabajo extraño, capaz de cautivar al público con algunas de sus escenas y reflejando un toque de nostalgia que lo convierte en entrañable. Las interpretaciones son destacadas y la mezcla de elegancia clásica y de visión crítica, interesante. Pero tantas virtudes no tapan otros tantos defectos. El propio artista desentona dando vida a un pícaro seductor cincuentón. Además, las accidentadas transformaciones de la narración y sus repentinos giros desde un humor socarrón a un drama intenso, y de este a un tierno romance, terminan por desdibujar la historia. Aun así, no supone un borrón en su filmografía y, gracias a su experiencia, logra certificar un producto digno.
Junto a él integran el elenco un conjunto de maravillosos intérpretes. Como secundarios de lujo figuran Ed Harris, Martin Sheen, Annette Bening, Paul Sorvino, Alec Baldwin y Matthew Broderick. No obstante, la verdadera pareja protagonista está formada por la joven Lily Collins -que debutó en 2009 con “Un sueño posible” y a la que hemos visto en la versión de “Blancanieves” de Julia Roberts y en “Los imprevistos del amor”- y Alden Ehrenreich, que participó en “Blue Jasmine”, de Woody Allen y en “¡Ave, César!”, de los hermanos Ethan y Joel Cohen.
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Wick: Pacto de sangre
John Wick: Pacto de sangre (2017)
  • 6,4
    25.314
  • Estados Unidos Chad Stahelski
  • Keanu Reeves, Riccardo Scamarcio, Bridget Moynahan ...
5
El cine, sin control.
A los escasos minutos de proyección, el desenfreno de cadáveres, tiros y violencia ya evidenciaban lo que cabría esperar del resto del metraje de “John Wick 2”, cinta estrenada con el subtítulo de “Pacto de sangre”. Se trata de un proyecto ideado como una loa a las peleas coreografiadas y a la furia desmedida, a la acción entendida como feroz desahogo que busca el alivio provocado por el ensañamiento. Dicen que, para alguien que acumula grandes dosis de rabia contenida, no hay nada tan reparador como ponerse unos guantes de boxeo y dedicarse a golpear un saco. En tal caso, los creadores de esta historia deben albergar en su interior un torrente de agresividad que han tratado de liberar y saciar a través de la filmación de estas luchas y enfrentamientos.
Su director, Chad Stahelski, ha desarrollado una larga carrera como especialista de cine, participando en la saga “Matrix” y en títulos como “Alien: Resurrección”, “El mañana nunca muere”, “Spiderman 2”, “La jungla 4.0”, “X-Men orígenes: Lobezno” y “Los juegos del hambre”, entre un largo etcétera. Hasta la fecha sólo ha realizado dos películas, precisamente las dos entregas de “John Wick”. La primera se estrenó en el año 2014 y ahora llega a las carteleras la segunda. Stahelski posee, sin duda, un conocimiento muy preciso de las técnicas de rodaje de confrontaciones físicas y un elevado dominio de la plasmación de secuencias arriesgadas. Porque esa -y no otra- es la base de este largometraje. Así que, quienes busquen una experiencia cinematográfica cimentada sobre los combates cuerpo a cuerpo, las contiendas intensas y cualquier manifestación descarnada de resolución de conflictos, tienen en este film una vía interesante para canalizar sus aspiraciones. En ese sentido, es justo reconocer que, desde el punto de visual, deslumbra a ratos.
No obstante, a mí me cuesta aguantar más de dos horas sentado en una butaca si el principal reclamo que me ofrecen consiste en una sobredosis de furor intenso. A los pocos minutos pierdo el interés por la trama y sus personajes, y la proyección se me hace eterna, por más que a muchos otros espectadores les resulte muy gratificante y recomendable esta pizca de originalidad a la hora de plasmar semejante coctel de balas, golpes y muerte. Pero todos los que aspiren a algo más sentirán que el guion no avanza, enredado en una apabullante y perpetua exhibición de guantazos, patadas y disparos. Pese a ello, algunas de sus propuestas me sorprendieron y varias de sus escenas están revestidas de una cierta elegancia visual. Por momentos uno no sabe si está asistiendo a una dura refriega o un extraño ballet. En todo caso, dentro de este subgénero tan peculiar, se trata de una apuesta con un nivel de ingenio superior a la media.
El legendario asesino John Wick se ve obligado a salir de su retiro porque un antiguo socio se halla inmerso en un complot para controlar la siniestra hermandad internacional de asesinos. Comprometido por un juramento de sangre, Wick viaja a Roma para ayudarle. Allí se tendrá que enfrentar en una guerra despiadada a algunos de los mercenarios más letales del mundo.
Dos de los protagonistas de la trilogía “Matrix” -Keanu Reeves y Laurence Fishburne- encabezan el reparto. El primero encarna al personaje que da nombre a la cinta y lleva a cabo una recreación eficaz. El segundo continúa explotando su sugestiva presencia física ante la cámara. Los actores Ruby Rose, John Leguizamo e Ian McShane completan el equipo artístico.
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4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fast & Furious 8
Fast & Furious 8 (2017)
  • 5,5
    13.927
  • Estados Unidos F. Gary Gray
  • Vin Diesel, Dwayne Johnson, Jason Statham ...
4
Con ocho basta (y con menos)
Hace algunos meses viajé a México en uno de esos modernos y enormes aviones destinados a las largas travesías, donde se ofrece al pasaje la posibilidad de ver películas y series de televisión en diminutas pantallas individuales. La mayoría de las personas a mi alrededor, de sexo y edades diferentes, había elegido la opción de “Fast & Furious 7” entre más de una decena de cintas de diversos géneros cinematográficos. Un número muy elevado de ellos se decantó, pues, por la séptima entrega de la ya legendaria saga. Convencido de que sería una mera casualidad de mi zona de asientos de la aeronave, me dispuse a estirar las piernas y dar un pequeño paseo a lo largo del aparato para comprobar los gustos de los demás pasajeros y mis dudas se disiparon de inmediato. Las aventuras de los musculados Vin Diesel y Dwayne Johnson arrasaban entre las preferencias de los viajeros.
De hecho, el largometraje ya había obtenido unos inmejorables resultados de taquilla, superando los mil quinientos millones de dólares a nivel mundial, indicando que se trata de films que atraen al público de forma indiscutible. No obstante, los primeros títulos de la franquicia no obtuvieron, ni por asomo, unos ingresos tan desorbitados. De todas formas, esa popularidad no debe encandilarnos. Tal y como expresaba en su maravillosa comedia “Annie Hall” Woody Allen, "Nixon fue popular. Los hula-hoops fueron populares. La epidemia de tifus fue popular. La cantidad no significa calidad".
Lo cierto es que, como consecuencia de semejante recaudación, ha llegado a las carteleras esta octava entrega y sus productores se han apresurado a anunciar oficialmente la novena para 2019 y la décima para 2021. A este paso, se va a convertir en el serial más longevo y rentable de la historia del Séptimo Arte. Es de suponer que el objetivo sea incrementar las cifras cada vez más. Destruir mayor número de coches, rodar secuencias más espectaculares y someter a los protagonistas a situaciones más increíbles, porque aquí el guion es lo de menos. Carreras más veloces, explosiones más exageradas, persecuciones más largas, accidentes más aparatosos. Más y más. Desde luego, si esas eran las pretensiones, cabe concluir que las han logrado todas. Cuando creía que mi capacidad de asombro y la falta de pudor de los guionistas habían llegado a sus respectivos límite, no me ha quedado más remedio que reconocer que este nuevo título me ha demostrado que no. Todavía quedaba margen para mi sorpresa y, por lo que ser refiere a quienes idean las tramas de “Fast & Furious”, tampoco han alcanzado su máxima cota de extravagancia.
F. Gary Gray, novato en cuanto a la saga pero con alguna experiencia en el rodaje de carreras de vehículos (“The Italian Job”) y de thrillers de acción (“Diablo”, “Un ciudadano ejemplar”), dirige la cinta. No se le puede negar su dominio de la narración propulsada a base de testosterona y su comodidad con la estética macarra. Eso sí, el drama de los personajes resulta de cartón piedra y, además, del barato. Sin embargo, los efectos especiales son de los muy caros. Cuestión de prioridades que, tanto los productores como el propio realizador, tienen meridianamente claras. Lo importante no es la historia, sino las peleas coreografiadas, los diálogos rebosantes de chulería, los atuendos marcando curvas y músculos y, sobre todo, la velocidad. Una apabullante velocidad. Y en esto hay que reconocer que no tienen rival.
La mayor parte de los actores repite de nuevo. Vin Diesel, como Dominic Toretto; Dwayne Johnson, como Hobbs; Jason Statham, como Deckard Shaw; Michelle Rodriguez, como Letty; Elsa Pataky, como Elena; y Kurt Russell, como Mr. Nobody. Todos ellos continúan. En esta ocasión se incorporan al reparto dos figuras de empaque. La primera es Helen Mirren, de quien ignoro los motivos que le han impulsado a embarcarse en este proyecto. La segunda es Charlize Theron, en cuya deriva profesional sigue comportándose de un modo errático y desigual. Muy lejos quedan sus notables interpretaciones en “Las normas de la casa de la sidra”, “La leyenda de Vagger Vance” o, incluso, “Noviembre dulce”.
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12 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ghost in the Shell: El alma de la máquina
Ghost in the Shell: El alma de la máquina (2017)
  • 5,7
    21.886
  • Estados Unidos Rupert Sanders
  • Scarlett Johansson, Takeshi Kitano, Michael Pitt ...
3
Cuerpo de cómic, alma de videojuego
Durante la proyección de “Ghost in the Shell: El alma de la máquina”, me iba dando cuenta del escaso cine que contenían las imágenes que estaba viendo. Y es que en esta producción priman de tal manera el cómic y el videojuego que no queda espacio para el Séptimo Arte. Todo lo filmado destila en cuerpo y alma una naturaleza ajena a la cinematografía. En su origen, “Ghost in the Shell” es un manga de ciencia ficción creado por Masamune Shirow, seudónimo del dibujante japonés Masanori Ota, que recaló más tarde y con notable éxito en el universo paralelo de las videoconsolas. De hecho, ya ha presentado en cartelera cinco largometrajes previos y asimismo ha estrenado una serie televisiva. Por lo tanto, se trata de un producto que se exhibe a través de toda pantalla que tenga a su alcance y apoyado por un legión de fieles seguidores.
Reconozco que, aunque soy aficionado a la ciencia ficción, ni esta propuesta en sí ni la historia que contiene me resultan atractivas. Percibo cuando una narración carece de componente literario o le falla la esencia para calificarla como película. En este concreto caso, asistí a una apabullante recreación visual futurista y a una cuidada escenografía, válida para la mayoría de videoclips musicales y de juegos de ordenador. Sin embargo, me pareció huérfana de una trama interesante, de personajes sugestivos y de dirección efectiva. No descarto que haga las delicias de los millones de aficionados que provienen de ese ámbito del cómic japonés por excelencia, ni de quienes pasan horas y horas con el mando de la Play Station en la mano. Pero, desde luego para un cinéfilo, el proyecto resulta artificial y prefabricado.
El realizador Rupert Sanders, que debutó en la dirección con “Blancanieves y la leyenda del cazador” (superproducción con un presupuesto de ciento setenta millones de dólares que no se logró recuperar en el mercado anglosajón, aunque la taquilla internacional salvó in extremis la inversión), es el responsable de esta cinta de similar presupuesto, que nace con la intención de convertirse en una trilogía. Una vez más, se impone la visión del cine como industria, muy alejado de su imprescindible vertiente artística y creativa.
Una agente especial cyborg, mitad humana y mitad máquina, lidera un grupo de élite cuyo objetivo se centra en llevar a cabo operaciones encubiertas dentro de la Comisión Nacional de Seguridad que lucha contra el ciberterrorismo y los crímenes tecnológicos. Entrenada para detener a los criminales y extremistas más peligrosos, se enfrentará a un fanático 'hacker' cuya única misión consiste en acabar con los avances de la tecnología cibernética. Para hallar al misterioso informático, la agente cyborg pronto se verá inmersa en una serie de intrigas políticas y de secretos de Estado.
La estética de algunas secuencias, cercana a la obra maestra de Ridley Scott “Blade Runner”, no pasa de ser un breve espejismo, pequeñas referencias visuales sin mayor recorrido. En mi opinión, es más asimilable a títulos como “Aeon Flux”, protagonizado en 2005 por la actriz Charlize Theron. La enésima muestra de esa artificialidad que contamina los trabajos que pretenden venderse como cine.
Scarlett Johansson y Juliette Binoche encabezan el reparto del film, si bien ignoro cómo consiguieron involucrarlas para participar en un rodaje como este. La primera se está especializando en los últimos tiempos en dar vida a supuestas heroínas, sumando apariciones en las sagas de “Capitán América”, “Los vengadores” y “Ironman”. Comienzan a quedar muy atrás sus interesantes y meritorias interpretaciones en “Match Point”, “Lost in Translation” o “La joven de la perla”. Creo que debería reconsiderar con urgencia el rumbo de su carrera. En el caso de Juliette Binoche, sus actuaciones en “Tres colores: Azul”, “El paciente inglés” y “Herida” le disculpan de cualquier desliz posterior. Lo que es evidente es que ni una ni otra deberían volver a implicarse en esta clase de largometrajes.
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@gerardo_perez_s
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3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Life (Vida)
Life (Vida) (2017)
  • 5,8
    25.187
  • Estados Unidos Daniel Espinosa
  • Jake Gyllenhaal, Rebecca Ferguson, Ryan Reynolds ...
5
Otra película vista ya demasiadas veces
Es imposible asistir a la proyección de “Life (Vida)” sin tener la sensación de estar ante una empeorada versión de “Alien”. La temática, la escenografía y buena parte de los recursos narrativos hacen inevitable la comparación. En esa confrontación, el nuevo largometraje no sale victorioso. Es verdad que, pese a su ajustado presupuesto de apenas sesenta millones de dólares (inusualmente bajo para este tipo de proyectos de la industria norteamericana), puede presumir de cierta corrección técnica y de un aceptable ritmo en algunos tramos del metraje. Pero aquellos aficionados que conozcan las desventuras de Ellen Ripley no hallarán aquí nada especialmente relevante. La conclusión clara es que, ya a finales de los años setenta, se logró filmar una cinta ambientada en el espacio interestelar con mayor calidad e interés cinematográfico, pese a sus inferiores medios económicos y avances técnicos. Y, a día de hoy, la obra de Ridley Scott continúa siendo un referente del género de la ciencia ficción, circunstancia que debería hacer reflexionar a los actuales cineastas y productores.
Su director es Daniel Espinosa quien, pese a su nombre de origen español, es un realizador sueco que comenzó su carrera profesional en dicho país nórdico, filmando algunos títulos de complicada pronunciación que ni siquiera fueron estrenados en España. En 2011 llegó a nuestras pantallas “Dinero fácil”, una de sus producciones de relativo éxito. De hecho, rodó una segunda parte en la que intervino únicamente desempeñando las tareas de productor ejecutivo. Ya por aquel entonces manifestaba sus preferencias por el thriller de acción. Un año después dio el salto a Estados Unidos para rodar su largometraje más conocido, “El invitado”, contando en su reparto con dos estrellas tan mediáticas como Denzel Washington y Ryan Reynolds. Se trataba de una cinta heredera de la estética de Tony Scott en la pretendía compaginar la intriga con la acción. Dispuso para ello de la considerable cifra de ochenta y cinco millones de dólares y consiguió una recaudación aceptable (doscientos millones a nivel mundial), aunque menor de la esperada. Su último estreno ha sido “El niño 44”, un drama bélico y de intriga que no acabó de funcionar en ningún aspecto. Sus expectativas iniciales prometían dosis de intensidad y originalidad que se diluyeron con el transcurso de los minutos.
Ahora, sin grandes defectos ni fallos especialmente llamativos, tampoco logra destacar por nada, moviéndose en ese margen tan descorazonador para los versados amantes del Séptimo Arte que se reserva a las versiones apócrifas con inferiores resultados que las originales. Es posible que los espectadores de la nueva generación que acudan a las salas sin haber disfrutado de las muestras más ilustrativas del género puedan sentirse impresionados con este despliegue visual. Pero, fuera de ese concreto círculo, no le auguro demasiado éxito a esta cinta. Además de la mítica saga ya mencionada, yo les recomendaría otros ejemplos, como “Moon” de Duncan Jones, “Solaris” de Steven Soderbergh o “Sunshine” de Danny Boyle, todos ellos estrenados en el siglo XXI y que ofrecen innovación técnica, historias con contenido y personajes con gancho.
El equipo artístico está formado por los actores Jake Gyllenhaal, Hiroyuki Sanada, Ryan Reynolds y Rebeca Ferguson. El primero cuenta en su filmografía con títulos tan relevantes como “Prisioneros”, “Nightcrawler”, “Brokeback Mountain” y, sobre todo, “Zodiac” de David Fincher, en los que demuestra su eficacia y versatilidad. Sanada ha intervenido en la ya citada “Sunshine” y Reynolds en la también mencionada “El invitado”. En cuanto a Ferguson, ha estrenado recientemente “La chica del tren” y “Florence Foster Jenkins”.
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@gerardo_perez_
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2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cura del bienestar
La cura del bienestar (2016)
  • 5,7
    9.694
  • Estados Unidos Gore Verbinski
  • Dane DeHaan, Jason Isaacs, Mia Goth ...
3
Pura enfermedad
Con el paso del tiempo, Gore Verbinski va dando muestras de su mediocridad como director. Reconozco que me divierte ver a Brad Pitt en muchas escenas de “The Mexican”. También estoy dispuesto a admitir que la primera entrega de “Piratas del Caribe” funciona como cine de aventuras. Pero, salvo esas dos pinceladas, el resto de su filmografía me parece poco recomendable y, en algunas ocasiones, incluso decadente. De hecho, alargó indebidamente la “saga pirata”, llegando a veces al esperpento y, en general, su forma de combinar comedia y acción, o terror e intriga, termina por resultar poco efectiva, reflejando más carencias que habilidades.
Ahora estrena su último trabajo, “La cura del bienestar”, con el que pretende retornar al terror, género que ya probó al copiar “Ringu”, cinta del realizador japonés Hideo Nakata. Y, si bien “The Ring” poseía algunos méritos, lo cierto es que en su mayor parte eran heredados de su predecesora. Ahora, sin embargo, en ausencia de referencias previas, parece perdido y transmite esa sensación a través de esta proyección huérfana de ingenio.
Con un excesivo metraje (casi dos horas y media son manifiestamente desproporcionadas), trata sin éxito de enlazar una trama de suspense a base de giros sorpresivos en el guion y de técnicas muy manidas. Además, lo enrevesado del planteamiento no sirve para esconder un caos narrativo que se evidencia en la forma de filmar la película. Parece que las dudas sobre cómo contar el relato (en realidad, qué contar) se trasladan a la pantalla y son la causa de tan inapropiada duración, como si la grabación de secuencias, una tras otra, en busca de ese motor que logre hacer funcionar el largometraje, se le hubiera ido al director de las manos.
Un joven y ambicioso ejecutivo se ve obligado a viajar a un remoto lugar de los Alpes suizos para traer de vuelta al director de su compañía, que se encuentra internado en una especie de balneario. Dicho centro terapéutico, idílico a primera vista, pronto se torna misterioso. Entonces el protagonista se dará cuenta de lo sencillo que resulta entrar él pero de lo complicado que le será salir. Los milagrosos tratamientos de tan peculiar spa no son lo que parecen. Su cordura se pondrá a prueba cuando comience a desentrañar los secretos que allí se ocultan y sea diagnosticado de la misma extraña enfermedad que mantiene a los pacientes a la espera de una cura.
La aparente estética siniestra y las habituales fórmulas cinematográficas para generar intriga y tensión funcionan sólo parcialmente y durante un breve tramo de la proyección. A medida que pasan los minutos, las expectativas iniciales se quedan en eso, en meras esperanzas frustradas de disfrutar de un interesante thriller. El guion se termina perdiendo en su propio laberinto y lo que provoca no es tanto miedo o suspense, como incredulidad ante la falta de consistencia de los personajes y del argumento. Esta confusión se ha manifestado en la escasa acogida que la producción ha obtenido a nivel de taquilla. Con un presupuesto de cuarenta millones de dólares, apenas ha recaudado ocho en el mercado norteamericano.
Entre los actores que integran el reparto, desconocidos para el gran público, figura Dane DeHaan, con algunas apariciones en la meritoria “Sin ley”, de John Hillcoat y en la popular “The Amazing Spider-Man 2”. También intervienen Jason Isaacs, un habitual de series televisivas que ha participado en “Black Hawk derribado” o “El patriota”, y Mia Goth (“Everest”, “Nymphomaniac: Volumen 2”).
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@gerardo_perez_s
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18 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
La bella y la bestia
La bella y la bestia (2017)
  • 6,3
    25.804
  • Estados Unidos Bill Condon
  • Emma Watson, Dan Stevens, Luke Evans ...
6
Reiteración y reinvención.
La semana pasada comencé mi crítica cinematográfica interpelándome sobre si era necesario rodar una nueva película sobre King Kong. Siete días después vuelvo a formularme la misma pregunta sobre “La bella y la bestia”. Ya han transcurrido veintiséis años desde el estreno de la cinta de animación de Walt Disney, que sin duda marcó un hito en la Historia del Séptimo Arte al convertirse en el primer largometraje de dibujos animados nominado al Oscar a la mejor película, revitalizando el género musical y encandilando a millones de espectadores en todo el mundo. Obtuvo dos premios de la Academia de Hollywood y tres Globos de Oro (entre ellos, el de mejor película en el apartado de comedia o musical), y recaudó más de cuatrocientos veinte millones de dólares con una inversión de apenas veinticinco, dejando muy alto el listón de la calidad y el éxito. En 2014 el realizador francés Christophe Gans trasladó el cuento a la gran pantalla pero, en esa ocasión, con personajes reales. La actriz gala Léa Seydoux, tras saltar a la fama con “La vida de Adèle” y justo antes de convertirse en Chica Bond, interpretó el papel principal. Y ahora, el proyecto que llega a las carteleras se ha centrado en mezclar imágenes reales y animadas por ordenador para contar exactamente lo mismo, aunque es justo reconocerle numerosos méritos (si bien, en su mayor parte, heredados o prestados por su predecesora).
Se trata de un bello y preciso espectáculo visual, con una notable de dosis de homenaje nostálgico y tan sólo una pizca de reinvención. La narración funciona y, para quienes se deleitaron con el clásico de principios de los noventa, puede resultar una interesante forma de revivir sus sentimientos de entonces. Para ese sector de público que no conoce la versión de 1991, descubrirán una obra bien hecha y al servicio de este cuento de hadas. Pero que nadie se lleve a engaño porque, mientras la visión de Disney se traducía en una fábula para niños y no tan niños, la presente readaptación está salpicada por algún toque más feminista y por alguna referencia homosexual, pero como matices secundarios. En otras palabras, por mucho que se quiera promocionar como innovadora, se trata de una revisión que hereda de su antecesora bastante más de lo que inventa.
Su director es Bill Condon, cineasta solvente y eficaz, muy habilidoso con el musical (fue el realizador de “Dreamgirls” y el guionista de “Chicago”), pero que también ha llevado a cabo algunas incursiones interesantes en el drama (“Dioses y monstruos”, “Mr. Holmes”). Aun así, yo no dejo de preguntarme qué motivos impulsan a un artista de su categoría a embarcarse en un rodaje destinado a la reiteración y sin apenas margen de mejora. Su elevada inversión (más de ciento sesenta millones de dólares) y su prolongado metraje (superior a dos horas) hacen presagiar que sólo podrá superar al clásico de Gary Trousdale y Kirk Wise en algunas cuestiones anecdóticas.
Una joven soñadora y romántica llamada Bella vive en una pequeña aldea junto a su padre, un inventor de artilugios considerado por muchos de sus paisanos un anciano demente. Un día, el hombre viaja a una feria para exponer sus inventos pero se pierde en el camino, acabando en un viejo y misterioso castillo. Buscando cobijo y lugar donde pasar la noche, descubre que el dueño del palacio es una horrible bestia. Esta, cuando se percata de la presencia del intruso, le encierra entre rejas. Su hija sale en su rescate y lo encuentra, proponiendo al carcelero intercambiarse por él a cambio de que le deje en libertad.
Emma Watson, la célebre Hermione Granger de la saga de Harry Potter, es la protagonista. En su filmografía figuran también las interesantes “Mi semana con Marilyn” y “Las ventajas de ser un marginado”. Le acompañan en el reparto Ian McKellen (un habitual de Bill Condon) y los populares Emma Thompson y Ewan McGregor.
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@gerardo_perez_s
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1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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