—Damas y caballeros, bienvenidos a la charla nocturna en la que intentaremos encontrar una explicación a lo ocurrido en el siniestro «Late Night with the Devil». ¿Se contactó con el diablo esa noche? ¿Existe una explicación oculta incluso más terrorífica? ¿O era todo mentira? Para desentrañar la verdad tras el suceso, contaremos con tres invitados excepcionales. Se lo advierto, el último les volará la cabeza con su interpretación de los sucesos. Todo ello aquí, en Búhos Nocturnos, tras una breve pausa para la publicidad.

[…]

—Estamos de vuelta, queridos espectadores. Sin más dilación, demos paso a nuestro primer invitado, el señor Escéptico, un aplauso para él —dice el presentador mientras Escéptico entra con cara de pocos amigos y se sienta con el ceño fruncido—. Es un placer tenerle aquí con nosotros esta noche, señor Escéptico. ¿Cómo se encuentra?

—Aburrido. Estoy cansado del efectismo barato de los programas actuales, un burdo espectáculo realizado para un público crédulo y estúpido. —El público lo abuchea—. Hoy expondré una vez más los sencillos trucos de los ilusionistas de la televisión.

—Se lo digo, estamos todos deseando escuchar cómo explica los extraordinarios sucesos que presenciamos. —El presentador se gira y mira a la cámara—. No se muevan de sus asientos, pues nuestra segunda invitada está a punto de hacer aparición, justo después de unos anuncios. Volvemos enseguida.

[…]

—Ya estamos aquí, en Búhos Nocturnos, preparados para dar la bienvenida a una enigmática persona que asegura tener mucho que decir sobre el tema que trataremos. ¡Un fuerte aplauso para la señorita Perversa! —El público se pone en pie para recibir a una adorable jovencita que no para de sonreír—. Buenas noches, Perversa, gracias por acompañarnos hoy. Tengo entendido que es una experta en posesiones demoníacas.

—Muchas gracias por contar conmigo, estoy muy feliz de aportar parte de mí a este delicioso público jijiji —dice la chica con mirada divertida—, así como de desvelar la verdad tras los acontecimientos sobre los que charlaremos. Verá, yo fui víctima de una secta y estoy poseída desde entonces, por eso sé a ciencia cierta lo que pasó. Por cierto, señor Escéptico, su madre le manda saludos.

—Va a tener que esforzarse un poco más, niña, eso es de primero de posesiones —contesta Escéptico—.

—Jijiji. —Un extraño brillo aparece en los verdosos ojos de Perversa.

—Por favor, contengan unos minutos sus ganas de comenzar a debatir, que aún nos falta otro tertuliano —interrumpe el presentador—, al cual tendremos presente en tan solo un instante. Un anuncio y regresamos.

[…]

—La intriga empieza a sentirse en el ambiente. Sé que en casa están tan impacientes por el inicio de las exposiciones de nuestros invitados tanto como yo. Pero aún nos falta un último integrante en este variado grupo. Recibamos con un sonoro aplauso al líder de La Secta, el eminente Sectarín.

—Buenas noches, espectadores del mal. —Sectarín acomoda su larga túnica y mira al público con semblante calmado—. Durante años he realizado innumerables rituales ocultistas, observando su impacto en el mundo que nos rodea. Hoy les abriré los ojos para que puedan comprender la tenebrosa naturaleza de ese último Late Night. Soy el poseedor de la verdad definitiva, y puedo adelantarles que todos ustedes están condenados.

—Menuda introducción, señor Sectarín, nos tiene en ascuas. —El presentador se dirige a la cámara una vez más—. ¡Ya estamos todos! No vamos a postergarlo más. Damas y caballeros, pónganse cómodos y presten atención, pues damos paso a la ronda donde nuestros invitados intentarán descifrar los inquietantes eventos de «Late Night with the Devil» desde diferentes perspectivas. Justo después de una última pausa publicitaria. Aquí, en Búhos Nocturnos.

[…]

---- ¡ATENCIÓN! ¡ATENCIÓN! ----

Si no ha visto usted el programa «Late Night with the Devil» le recomendamos encarecidamente que no continúe. Búhos Nocturnos no se hace responsable de los SPOILERS a partir de este momento.

------- ¡SPOILER! ¡SPOILER! -------

[…]

—¡Comenzamos! Señor Escéptico, siento que está ansioso por abrir la charla, la palabra es toda suya.

—Gracias. Bueno, mi explicación es la de cualquier persona con un poco de sentido común, y es muy sencilla. Todo el programa ha sido una farsa, un mero espectáculo para lograr aumentar el índice de audiencia. Admito que lo han hecho muy bien, pero a mí no me engañan. Parece evidente que Delroy, el presentador de ese teatrillo, trae a un puñado de actores al plató y elabora con su ayuda una serie de trucos visuales, sin más. Las partes donde aparentemente vemos una niña levitar o gusanos saliendo de un cuerpo son una mezcla de ilusionismo y escenas pregrabadas, lo que también se aplica a la delirante parte final. ¿Un demonio eléctrico que mata a todos? Por favor, un poco de seriedad.

—Entonces usted cree que nada de lo que vimos fue real —interviene el presentador—, pero entonces, ¿cómo explica los muertos? Porque murieron de verdad.

—Permítame que lo dude —responde Escéptico con aire intelectual—. Lo cierto es que no tenemos ninguna prueba real de que esas personas murieran ahí, pues todo lo que pasó esa noche fue inmediatamente envuelto en incertidumbre. Los implicados, “casualmente”, desaparecieron, lo que no hace más que revalorizar mi opinión. Fue un engaño televisivo de un programa decadente que se aprovechó de la inocencia de los espectadores para causar un impacto en su despedida y vivir de las rentas.

—Veo que lo tiene usted muy claro, sin embargo, parece demasiado simple que todo fuese una ilusión. No parece haber manipulaciones en el vídeo del directo, y las identidades de los implicados están contrastadas, no eran simples actores. Por ejemplo —dice el presentador girándose hacia Perversa—, tenemos pruebas de que la niña de la grabación era, efectivamente, la única superviviente de una secta, y documentos posteriores describen los “episodios demoníacos” que sufría. ¿Le gustaría intervenir, joven Perversa?

Ligeramente mejor que la primera parte, más que nada porque tiene mejores efectos especiales, usados primordialmente en una espectacular batalla final que dura una hora. Además me he sacado un buen número de fondos de pantalla molones para el PC.

Comienza resumiendo la anterior película en un par de minutos, evidenciando lo innecesaria e intrascendente que era. Estaba claro que aquel infumable prólogo de dos horas era relleno marca Snyder. Ahora bien, los personajes principales vuelven a ser reintroducidos en esta entrega, y se gasta nada menos que una hora en ello. Roza la burla hacia los espectadores que nos tengamos que tragar otra hora más de irrelevancia argumental, donde solo vemos gente recoger la cosecha a cámara lenta y a los valientes guerreros compartir sus ridículos dramas para cerciorarse de que todos odian al imperio y son héroes y bla, bla, bla. Soporífero.

Una vez dejado atrás el mal trago, parece que la nave por fin despega, dando una exhibición de destrucción a gran escala, disparos de colores y espadas fluorescentes. El argumento brilla por su ausencia, eso sí, siendo los peones de la guerra meros estereotipos luchando sin sentido por sacar adelante un blockbuster tópico y típico. Regresa un malo cuya maldad solo es superada por su trivialidad. Grandilocuentes frases vacías se repiten entre camaradas guaperas que luchan contra la injusticia. No faltan besos, sacrificios y la esperanza de un mañana mejor. Por supuesto todo marcado con el sello Snyder: exceso, escenas recargadas, planos fusilados de Superman y mucha, muchísima cámara lenta, tanta que hasta la música parece sonar despacio.

Solo para Snydermaníacos.

La película es una precuela de la adaptación de 1971, algo evidente dado que Timothée Chalamet intenta parecerse al alegre Wonka de Gene Wilder en lugar de al desagradable de Johnny Depp, por no mencionar que roba el aspecto y la melodía de los Oompa-Loompas de dicha versión.

Sin embargo, a pesar de tener el buen sentido de partir de la versión buena del cuento, el resultado no es igual de satisfactorio. El principal problema que le veo es que es una de esas superproducciones con un total descontrol en el uso de los efectos especiales, los cuales envejecen fatal durante el propio visionado. No es un mundo de fantasía, es una pantalla verde que quema los ojos por exceso. No es chocolate, es mierda digital. La original se estrenó 50 años antes y visualmente es muy superior, precisamente por usar decorados de verdad.

Lo siguiente es que resulta empalagosa por su infantilismo, su humor, su drama, su corrección política, su ingenuidad, sus numerosas canciones, su todo. “Wonka” no es Roald Dahl, sino Disney, y ni siquiera el Disney bueno. Sobran la mitad de los números musicales como mínimo, repetitivos y cargantes, y falta una historia con un poco de profundidad y alguna conclusión aleccionadora.

Por último, Chalamet parece por momentos que puede llegar a ser Willy Wonka, pero no llega a serlo nunca. No creo que sea su culpa, lo intenta y es el mejor del reparto, simplemente se encuentra atrapado en un subproducto de consumir y olvidar, cual caramelo. El resto de personajes son meros bocetos tópicos, poco se puede sacar de eso. Hugh Grant mejor ni comentarlo, porque pone cara a un horripilante Oompa-Loompa digital que da grima.

Una vez más la industria prometía chocolate y resultó ser caca.

Ridículo remake del Tim Burton más hortera, que transforma el mítico cuento en una estupidez extravagante de difícil digestión. Burton pilla la película del 1971, la recubre con una capa digital que ha envejecido de pena, y la empapa visualmente en la fantasía gótica más pueril y comercial imaginable, que aparte de quedar horrible, parece burlarse del material original.

Siendo lo mismo, es mucho peor. Johnny Depp hace el payaso con sus muecas habituales, pero aún más exagerado que de costumbre, consiguiendo dar asco cada vez que habla; a años luz de la simpatía que desprendía Gene Wilder. Los Oompa-Loompas dan vergüenza ajena con el enfoque que les han dado aquí, y sus numeritos musicales causan un bochorno total. El humor es tonto, mientras la moraleja es engullida por la mediocridad. Lo mejor que tiene es la banda sonora de Danny Elfman e incluso esta parece una mezcla de sus anteriores trabajos en lugar de una partitura original.

Prescindible, innecesaria, larga, ridícula e insoportable. Mejor quedarse con la original y no perder el tiempo con esta empalagosa bufonada.

Menuda tontería de película, me he echado unas risas pero por mala, que una comedia negra no intenta ser, aunque lo consiga de forma involuntaria.

La cosa ya no pintaba bien según pasaban los minutos. Esos sustos fáciles que no funcionan, esos personajes desdibujados que no importan, esos lugares comunes tantas veces vistos de un convento genérico… La poca credibilidad que tiene que las monjas se paseen por ahí marcando pezones, ese intento de provocar pervirtiendo símbolos y mostrando un gore tímido que a estas alturas no escandaliza a nadie… Una música intrascendente…Y esa sensación de estar ante una versión mediocre de cierto clásico de terror, sin la necesitad de ser ningún profeta para darse cuenta.

Pero donde la película deja de tambalearse para caer definitivamente en el infierno es cuando desvela el misterio. El sinsentido posee la pantalla y todo lo que pasa es, simplemente, un despropósito.

Lo único que puede salvarse de la hoguera es Sydney Sweeney, que le pone ganas, pena que no valga para nada. Me paso al spoiler a hacer la cesárea a la trama.

No es del todo cierto que sea la primera película de catástrofes, ni siquiera de aviones, pero sin duda es la que afianzó las bases del género y lo catapultó al éxito. El origen de todos los tópicos. El filme es una adaptación de la novela homónima de Arthur Hailey, que a su vez se inspiraba en la película “Zero Hour!”, de la que Hailey había sido guionista, y que novelizó después, que a su vez partía de un guion televisivo de una obra teatral en directo, “Flight into Danger”, también escrito por Hailey.
Esa “Zero Hour!” es además la película principal que parodia “Airplane!” (o “Aterriza como puedas” en su traducción), que se reía del cine de catástrofes popularizado por esta “Airport”. Como vemos, todo está relacionado. Sea como fuere, se puede considerar que el cine de catástrofes tal y como lo conocemos comienza aquí.

¿Y qué tal? Pues regular. Para empezar se pierde más de una hora zigzagueando entre los nodos de una red de líos amorosos usados para presentar a unos personajes que tampoco nos interesan tanto, relaciones superficiales más propias de una telenovela, drama barato y humor tonto. Está claro que la película hace un alegato contra el matrimonio o como mínimo contra la fidelidad, y en su lugar promueve el amor y sexo libre, residiendo la felicidad en tener montones de amantes, mientras que tener un solo cónyuge te lleva a desear tirarte de un avión en pleno vuelo. Atípico y un poco gracioso ese mensaje, desde luego. La catástrofe como tal tarda mucho en llegar y dura poco, casi no da tiempo ni a saltar del asiento. Los diálogos dejan bastante que desear y las interpretaciones son flojas, a pesar de contar con un reparto plagado de caras conocidas.

Aun cuando los bostezos nos invaden debido a un vuelo más aburrido de lo esperado, la voy a aprobar por varios motivos:

- Las escenas de la tormenta de nieve son visualmente impresionantes, las que mejor han aguantado el paso del tiempo. Dichas escenas, por cierto, están dirigidas por Henry Hathaway.

- La tensión del momento álgido del filme. Breve pero eficiente.

- La espectacular banda sonora de Alfred Newman, con temas muy variados. Esta fue la última película del mítico compositor.

- Su influencia en el cine posterior, pues al fin y al cabo dio el pistoletazo de salida del siempre exagerado pero normalmente entretenido cine de desastres.

Robert Aldrich realiza un gran thriller psicológico repleto de suspense y horror. Para ello consigue juntar a dos divas de la era dorada de Hollywood que se odiaron toda su carrera, Bette Davis y Joan Crawford, un evento que por sí solo vendió la película y la convirtió en un éxito.

La elección de los roles protagonistas va más allá de la mera publicidad, pues realmente los papeles les sientan como anillo al dedo a las dos actrices. Bette Davis está magnífica, arrasa con sus expresiones, sus gestos, sus miradas, hasta con su forma de moverse, es una muñeca rota envejecida hacia la locura, carcomida por el odio y la culpa. Joan Crawford le aguanta el duelo interpretativo aunque su personaje es menos vistoso, una exitosa actriz que vio terminada su carrera y su movilidad debido a un “accidente”, condenada a soportar los continuos maltratos de su hermana.

La película nos habla del daño que provoca el éxito infantil en los niños explotados para ganar dinero y fama. También del veneno que supone el rencor, la envidia y la venganza. Psicológicamente resulta desgarradora por momentos, una dura tragedia, inquietante por su credibilidad. Aldrich rueda con maestría e inmortaliza escenas para el recuerdo. El ambiente es lúgubre, decrépito. Una agobiante banda sonora nos pone de los nervios. La historia se guarda bajo la manga algún que otro giro argumental que le otorga completa verosimilitud.

Este tóxico relato sobre una relación de odio, necesidad, celos y destrucción entre hermanas es un clásico que todo amante del cine debería ver.

Todo un recital de cine se marca Alfonso Cuarón en la que es sin lugar a dudas su mejor película. El director mexicano plantea un futuro cercano en el cual no nacen niños, la sociedad se desmorona mientras se dirige hacia su extinción, grupos armados se mueven por las calles donde los secuestros y las bombas están a la orden del día, el gobierno ha degenerado hacia el totalitarismo, aplicando extremas medidas antiinmigración mediante un sistema de segregación racial.

En medio del desolador panorama la historia se centra en Theo, un ex-activista sin esperanza al cual recluta un grupo terrorista para que ayude a una inmigrante ilegal a llegar a un destino incierto. El punto de vista del público siempre es el de Theo, al cual la cámara no abandona en ningún momento, lo que se traduce en que muchas de las preguntas que pueden surgir de este mundo queden sin respuesta, pues solo tenemos el conocimiento que tiene él. Sin embargo, los enigmas no necesitan ser resueltos, pues a pesar del realismo que inunda la puesta en escena, en verdad la premisa se puede calificar de fantástica, siendo el viaje una especie de fábula que reflexiona sobre la humanidad, el futuro y la esperanza.

La película toca el cielo cinematográfico en todos sus aspectos. Se utilizan largos planos secuencia rodados con firmeza que logran sumergirte en los sucesos como si formases parte de ellos. Tiene escenas desgarradoras, impresionantes, emotivas. El momento en medio de la guerra rodado con la cámara al hombro es una absoluta maravilla, uno de los mejores que he visto usando esa técnica. El ritmo es incesante, calmado pero frenético, en la medida justa para envolver a los espectadores en tristeza y que se preocupen por los personajes, pero metiendo tensas escenas de acción sin parar. Personajes humanos, melancólicos, con los que empatizas. El reparto está espléndido, liderado por un Clive Owen que lleva a cabo una de sus mejores interpretaciones. La triste banda sonora, los desolados paisajes en ruinas y la descolorida fotografía dan el broche definitivo de perfección.

No puedo hacer otra cosa más que alabarla y recomendarla. Cine que toca el alma.

Paranoica locura de muerte y corrupción moral, que lo mismo se le puede sacar algún oscuro significado como concluir que es un sinsentido salido de una pesadilla. Yo me aventuraría a decir que Żuławski está plasmando un sentimiento de pesadumbre extrema, usando para ello un protagonista cada vez más esquizofrénico, desolado por la guerra civil polaca que terminó con la desaparición del país y su partición entre Prusia, Austria y el Imperio ruso. Se puede deducir que el protagonista formaba parte de algún tipo de conspiración política y de alguna forma los delirantes sucesos que presenciamos son instigados por un extraño personaje con el fin de romperlo física y psicológicamente, para así obtener información sobre los conspiradores.

Ahora bien, el tema sociopolítico está de fondo, pues la historia lo que muestra es una orgía de amoralidad, sangre, destrucción, perversidad… La película comienza con una masacre del ejército prusiano en una especie de cárcel/manicomio de la cual se escapa el personaje principal, gracias a otro bizarro personaje (que seguramente es el diablo al que hace referencia el título) que se encargará de llevarlo hacia la locura mostrándole todas las miserias de su mierda de vida. Prostitución, incesto, violencia, traiciones, violaciones… Allí por donde pasa todo es decadencia, fealdad, suciedad. La demencia se apodera del ambiente mientras se suceden asesinatos uno tras otro.

Visualmente es… extraña. Fría, apagada, con una cámara que no cesa de moverse de forma caótica, aparentemente tosca, pero es algo hecho a conciencia. Difícil valorar las interpretaciones cuando son tan extravagantes y lunáticas. Bueno, es que la película en sí misma es difícil de valorar. Es una enfermiza pero interesante experiencia, cine rarito.

Por supuesto la película fue censurada y prohibida desde el minuto uno. Por aquel entonces en Polonia había un gobierno comunista, me puedo imaginar la poca gracia que le hizo esta carnicería desprovista de moral. Żuławski, por su parte, cogió la puerta y se fue al exilio.

Colorida fantasía que adapta con acierto la novela de Roald Dahl (que se encarga del guion). Para mi gusto es un poco infantil de más, pero entretener entretiene y esconde grandes valores para los más pequeños, alentando la humildad, la amabilidad o la buena educación, mientras critica a los niños caprichosos y los padres que permiten esos comportamientos, criando gilipollas en potencia.

Gene Wilder está perfecto como Willy Wonka, simpático, enigmático, expresivo. Tarda casi 45 minutos en aparecer pero cuando lo hace roba totalmente el show. Los números musicales no se hacen pesados, incluso me parecen muy divertidos los de los Oompa-Loompas. Los efectos especiales son bastante correctos, resistiendo el paso del tiempo con firmeza. Más de lo mismo para los decorados, con los cuales se logra transmitir esa magia absurda de la fábrica.

Sin ser gran cosa resulta un trabajo más que digno. Recomendable para los más pequeños o para una tarde en la que busques recuperar el sentimiento inocente de un niño.

Joe Dante realiza una interesante tragicomedia sobre la posibilidad de que en Estados Unidos se desate otra guerra civil. Una sátira que analiza con afilado sentido del humor las bases de la crispada sociedad americana, liderada por una clase política estúpida, enfrentada, más preocupada de los votos, las apariencias o cualquier otra chorrada que de la concordia y el bienestar de los ciudadanos. No faltan unos medios de comunicación sensacionalistas en busca de carnaza, que bajo la excusa de la neutralidad busca transmitir el conflicto como si de un programa de telerrealidad se tratara, echando en el proceso más leña al fuego. Se diseccionan las preocupaciones sociales que nunca pasan de moda: la inmigración, las armas, los shows televisivos, el patriotismo, la polarización política, conflictos raciales…

La historia, de vigente actualidad, comienza cuando el presidente decide aceptar refugiados víctimas de una guerra extranjera, a los cuales colocará en el estado de Idaho, pero el gobernador, oponente político del presidente, se niega a aceptarlos y cierra las fronteras. El presidente, siguiendo los consejos de los idiotas que los rodean, manda al ejército a las fronteras de Idaho, que por su parte manda a la Guardia Nacional para protegerse. La cosa poco a poco irá escalando entre malentendidos, decisiones basadas en tonterías, y reporteros que retransmiten los sucesos con sensacionalismo. Parte de la ironía es que ninguno de los implicados presta suficiente atención a lo que está sucediendo, preocupados por otras cosas: el presidente piensa en los votos, el gobernador tiene su mente puesta en una relación amorosa y las cadenas de televisión en la audiencia que conseguirán. El caos no tarda en adueñarse de la situación, y la guerra explota.

También tiene su parte de drama, dejando una sonrisa triste tras su visionado, porque lo cierto es que tal esperpento no parece descabellado. Igualmente, aunque me parece un trabajo interesante, tampoco termina de ser brillante, pues el desarrollo se ve lacrado por el bajo presupuesto, un aspecto visual cutre y situaciones demasiado ridículas.

Que no te engañen las apariencias, “Civil War” no es un intenso thriller de guerra que indaga en la decadencia de la sociedad norteamericana, sino un drama lento en forma de ‘road movie’ centrado en la insensibilización de una prensa carroñera que amparada bajo el paraguas de la democracia, la libertad de información y la neutralidad, busca conseguir las imágenes más sensacionalistas posibles, alimentándose de los cadáveres que los conflictos armados dejan a su paso, fotografiando la muerte en tiempo real.

Al menos eso es lo que yo saco en claro de este poco menos que infumable filme de Alex Garland, pues el trasfondo de la hipotética guerra civil que plantea le importa tan poco como a los reporteros, no profundizando lo más mínimo en el conflicto. Lo importante es captar la matanza, su causa nos da igual.

Sin embargo, quitando los últimos 15 minutos, la película es un coñazo tremendo. Anodinas conversaciones ponen a prueba la capacidad del público para mantenerse despierto. Los personajes principales no actúan con lógica, están cruzando un país en guerra y parece que se lo toman a cachondeo, perdiendo el tiempo con estupideces una tras otra. Tampoco le hace ningún favor a la supuesta seriedad del asunto meter broches de humor de tanto en tanto, pues queda extraño, fuera de lugar. Lo mismo se puede decir del repertorio musical, que no pega ni con cola y te saca de la película constantemente.

Esto es una muestra no del ocaso de la sociedad americana, sino de su cine. Una película con un apartado técnico intachable, preciosa en cada plano, pero carente de profundidad, pretenciosa y plana. Ni la adrenalina que inyecta en su parte final ni la lectura sobre la morbosidad periodística la libran de ser una caja vacía envuelta en papel de regalo.

Termino redirigiendo la atención hacia un par de películas relacionadas que pueden resultar interesantes: La maravillosa “Hijos de los hombres”, de Alfonso Cuarón, la cual también plantea un futuro cercano donde un pequeño grupo debe cruzar un mundo decadente en guerra; y “La segunda guerra civil”, de Joe Dante, tragicomedia que especula sobre la posibilidad de una nueva guerra civil en Estados Unidos, centrando también parte del foco en el sensacionalismo de los medios de comunicación.

Tessa Thompson y Chris Hemsworth lucen bien de negro. Desgraciadamente esa es la única afirmación positiva que se puede sacar de esta entrega. El humor se ha infantilizado a niveles Marvel, con conversaciones totalmente estúpidas entre personajes que se creen graciosos cuando en realidad parecen subnormales hablando así. Cualquier intento de tensión, intensidad o ritmo es asesinado por lamentables chistes de preescolar.

Y ojo, que esos diálogos de extrema estupidez sin gracia tenemos que soportarlos durante dos interminables horas, casi nada. Por si fuera poco la historia es una de esas fabricadas en serie, exactamente igual a las miles de basuras comerciales anteriores de héroes, villanos, romances forzados, acción anodina y efectos digitales del montón, predecible en todos y cada uno de sus patéticos giros argumentales, por muy ilógicos que resulten. Mención especial al insufrible gnomo marciano que acompaña a los agentes y a los gemelos plagiados de alguna secuela de Matrix, ya hay que ser poco imaginativos.

No hay mucho más que contar, una pérdida de tiempo donde ya no queda nada de lo que hacía divertida a la película de 1997, ni que decir tiene que la nueva pareja protagonista se queda muy lejos del carisma de la formada por Will Smith y Tommy Lee Jones.

Horrible, larga y aburrida.

Voy a empezar con un puñado de términos para definir la serie: wéstern atompunk postapocalíptico retrofuturista, cargado de violencia, humor ácido, acción, aventura, intriga y drama, sin faltar un buen chute de casquería, cadáveres y mutaciones varias. Es, en definitiva, una ciencia ficción rocambolesca, caótica y colorida.

Con respecto a la saga de videojuegos de la que parte, entiende su espíritu, que es lo importante. Como a gran parte del público eso se dará lo mismo, os puedo dar sus influencias principales, que no son otras más que “Mad Max” y “Westworld”, esta última tanto la película como la serie. De hecho en dicha serie estaban detrás Jonathan Nolan y Lisa Joy, al igual que en esta, y es algo que se nota porque ambas tienen un estilo narrativo similar, donde seguimos a varios personajes en aventuras individuales que se entrecruzan, construyendo mediante piezas simples un todo de mayor importancia, usando fundidos a negro para separar las partes. Incluso se parecen en esa mezcla de wéstern con ciencia ficción, en lo de presentar realidades de bolsillo dentro de realidades más amplias y hasta en los personajes principales, de perfiles análogos.

Hablando de personajes, estos destilan carisma. Tenemos a la heroína, que va derrochando pomposidad naif mientras la endurece el camino que recorre tras salir de la burbuja utópica en la que vivía. Tenemos al caballero con su magnífica armadura de hojalata, cada vez más lejos de convertirse en el caballero ideal al que aspira ser con cada acto que comete. Se suma a ellos el curioso, el que investiga buscando la verdad porque no le cuadran las cosas de su aburrida realidad. Cerramos con el pistolero necrófago, imprescindible antihéroe que todo buen western necesita, el personaje más molón, oscuro e intrigante, como no podía ser de otra forma.

En cuanto a la trama, se parte de dos focos argumentales. Uno gira en torno a la cabeza de un científico que todo el mundo busca. El otro atañe a esa perfecta sociedad subterránea de la que sale la protagonista, que esconde siniestros secretos, por supuesto. Ambas narrativas sirven en cierta forma para satirizar sobre la sociedad civilizada en general y norteamericana en particular, tratando con ironía el sueño americano, la esperanza del mañana mejor, la fuerza del país unido, la paranoia comunista, la amenaza nuclear, el avance científico, la democracia manipulada, la guerra por la paz. El mundo de ahí afuera es salvaje, el ser humano es violento y traicionero, y resulta más sencillo ignorar la verdad desde la comodidad de nuestro salón, entre los cojines de una felicidad fabricada por el estado y las compañías a las que rendimos culto, cual miembros de una secta.

¿Qué más encontramos? Tierras yermas, chatarra, pantallas de tubo, suciedad, desmembramientos, disparos, ruinas, caníbales, robots, conspiraciones, destrucción. Hay seriedad cuanto tiene que haberla. El suspense domina el ambiente, animado por sorprendentes giros argumentales. Una intensa banda sonora nos pone a tono, utilizando en el repertorio musical grandes temas de las décadas de los 40, 50 y 60.

Agarra las palomitas y disfruta, porque la guerra no cambia nunca, y lo mejor que podemos hacer es disfrutar del espectáculo.

A pesar de la fama, el manga original no era gran cosa. La historia mezclaba las invasiones extraterrestres con el horror corporal, además de intentar desarrollar un alegato en contra de la contaminación ambiental generada por el ser humano. Sin embargo no terminaba de funcionar del todo, pues su filosofía era de primaria, el rollo melodrama de instituto solo restaba, el protagonista era el típico idiota de grandes valores y el malo el típico ser simplón que solo quiere matar a todos y dominar el mundo. Además todo lo relacionado con los parásitos no paraba de caer en la inverosimilitud.

Una versión libre que desarrolle una historia diferente en el mismo mundo, como hace esta serie, en principio se antoja interesante. Los protagonistas son adultos, la filosofía tira más hacia el análisis del ser humano como comunidad y no se pierde el tiempo en romances superficiales. A priori no suena del todo mal, pero la ejecución es una mierda, y la serie termina por ser otra chorrada más.

Poco positivo se le puede encontrar. Los personajes no tienen un ápice de carisma y su desarrollo es nulo. El guion está repleto de diálogos carentes de naturalidad, así como de casualidades estúpidas y una forma de avanzar en la trama de todo menos creíble. Las escenas de acción son basura, repetitivas y mal rodadas. Los efectos especiales tampoco ayudan, pura mierda digital. Y bueno, me río yo del análisis sobre la humanidad, de aceptar a los demás y hacer piña, cuando los bichos van por ahí asesinando en masa y comiendo gente, el malo solo busca dominar el mundo (para variar), y los policías son corruptos o torturadores. Lo mismo con el tema de las decisiones irracionales de las personas y racionales de los parásitos, no sé que me están contando porque yo solo veo decisiones estúpidas, planes sin pies ni cabeza, redadas patéticas, acciones absurdas, que salen bien o mal según convenga a los guionistas, nada más, porque en la realidad todos se habrían matado sin querer de lo tontísimos que son.

La lógica del funcionamiento de los parásitos no es más que fantasía incoherente. Pierden como un capítulo entero explicando su funcionamiento para luego hacer con ellos lo que les da la gana, que aquello parece un puto circo con tanta decapitación y transmutación.

En resumen, otra serie tópica y mediocre cuyo lugar es la papelera. Ni os molestéis.

El estimable Richard Fleischer nos trae en esta ocasión una epopeya bíblica, atípica por mostrar un punto de vista escéptico hacia los sucesos que rodean a Jesús, pero convencional, poco creíble y predecible en su desarrollo.

A través de los ojos neutros de Barrabás asistimos a los eventos del día de crucifixión, para luego observar los primeros pasos del cristianismo. Barrabás es un tío más listo de lo que parece, sin esperarlo se libra de la pena de muerte porque al parecer el pueblo prefiere crucificar en su lugar a un tal mesías al que gran parte del populacho venera como el verdadero hijo de Dios. Intrigado, Barrabás busca respuesta a sus preguntas: ¿Vale su vida para algo? ¿Existe el destino? ¿Están locos estos cristianos o saben de lo que hablan? ¿Ha resucitado su mesías o ha sido un engaño? Barrabás quiere creer, su vida camina entre tinieblas y la idea de que hay una razón de ser para su sufrimiento, así como una vida eterna idílica después de la muerte, es desde luego muy atractiva. Sin embargo su experiencia le dice otra cosa. Muerte, cadáveres, dolor. Los seguidores de la nueva religión racionalizan las atrocidades que los rodean hablando de un plan divino mediante confusos acertijos. Sus creencias bien podrían ser una forma de negar la cruda realidad, darle un sentido. Barrabás, ante tal tesitura, se mantiene con los pies en el suelo, dudando, sin abrazar ni rechazar la doctrina cristiana.

Bastante interesante ese planteamiento, pese a que el resultado final sea un tanto irregular. La película es demasiado larga, consta de tres partes diferenciadas y a todas les sobran minutos, y la última incluso me sobra entera, al resultar una especie de visita guiada al coliseo romano de la época que convierte a un anciano Barrabás en gladiador (no es spoiler, la propia sinopsis y el cartel de la película lo adelantan), menudo despropósito. Luces y sombras en la interpretación de Anthony Quinn, simpático al inicio pero totalmente perdido al final.

Lo mejor, los impresionantes decorados, la ambientación claustrofóbica de las minas de azufre, la escena de los campos de crucifixión en masa y la irrepetible secuencia del eclipse rodada durante un eclipse real. Recomendable si te gusta el género, pasable para los demás.

Netflix ha pillado un clásico del cine francés, lo ha pasado por el filtro de la mediocridad, y ha vomitado una insulta y tópica película de acción, que pierde todas las virtudes de la original, aunque de alguna forma se las apaña para plagiar sus momentos clave, resulten o no verosímiles en el planteamiento que han hecho aquí.

Vete olvidando del suspense, de la profundidad argumental y de aquellos pobres miserables que no tenían donde caerse muertos. En su lugar tenemos héroes de la patria, militares expertos en combate, armados hasta los dientes. ¿Tensión? La carga que transportan se la suda totalmente, ellos atraviesan el desierto a toda pastilla en un convoy blindado, cargándose terroristas islámicos por el camino. Por supuesto los protagonistas son buenas personas, modelos a seguir. ¿Cómo lo sabemos? Nos dan ingeniosas pistas para deducirlo: Son guapos. Sus cuerpos están cincelados del gimnasio. Cada vez que la cámara los enfoca se encuentran lanzando penetrantes miradas seductoras al infinito. Combaten terroristas islámicos. Su motivación no es el dinero, es salvar a la familia y a los niños inocentes del pueblo, los cuales por supuesto vienen a dar las gracias con sonrisas y alegría. Gracias por venir a nuestra mierda de país a incendiar plataformas petrolíferas, darles una dosis de su propia medicina a los terroristas que nos gobiernan y luego irse de nuevo, nuestras condiciones ahora son mucho mejores. Larga vida a los héroes del desierto que vienen a salvarnos de nuestra miseria con su bondad.

No todo son héroes, claro. Hay un malo que sabemos que es malo porque a la mujer no le cae bien. Dicha mujer no tengo ni idea de lo que hace en el grupo, aparte de ser la novia florero del protagonista, pues solo sabe quejarse, llorar y dramatizar en bucle. Hubiera sido mejor personaje si simplemente mirase hacia el horizonte con aspecto pensativo, como el resto.

Poco más. Música épica, explosión, música épica, terroristas muertos, música épica, cámara lenta, música épica, acto heroico. Un coñazo. Recomiendo no perder el tiempo e irse directamente a la película de culto homónima de 1953, y si te quedas con ganas de una dosis de violencia, al remake que realizó William Friedkin en 1977, bastante decente.

Puede que le pese la sombra del clásico francés de los años 50 por ser aquel un peliculón difícilmente repetible, pero William Friedkin hace un mastodóntico trabajo, dando como resultado una película absorbente, violenta, ruda y espectacular.

La historia central es similar pero la forma de abordarla es diferente. Se inclina más hacia la aventura y la acción, dejando un poco de lado el suspense y realismo de la original. El polvoriento clima árido es sustituido por el húmedo ambiente tropical. Hace hincapié en la naturaleza criminal de los protagonistas, condenados a ese infierno verde de penurias por méritos propios. Pobres diablos que no merecen otra cosa más que sufrimiento. Parcos en palabras pero unidos por el angustioso viaje hacia ninguna parte, asistimos a su descarnada lucha contra la adversidad, sacando fuerzas aún cuando parecía que la energía vital de sus cuerpos había sido drenada.

Roy Scheider, Bruno Cremer, Francisco Rabal y Amidou están más que correctos, con unas interpretaciones muy físicas. En su rostro se puede apreciar lo agotador del duro recorrido.

Consta de impresionantes secuencias que sin duda no fueron fáciles de rodar. Visualmente es colorida, de gran belleza, artística. La parte final es tremenda, llevándose el relato casi al terror, incluso recordando a la obra magna del director, “El Exorcista”. Deja una sensación desoladora en el cuerpo, reflexionando sobre la locura a la que te puede empujar una vida cruel, sobre lo poco que dura el éxito y lo mal pagado que está.

Pese a no alcanzar el nivel de la película original, es lo bastante diferente y buena película como para merecer la pena su visionado.

Dos películas en una. La primera describe con sofocante realismo un pueblo perdido de la mano de Dios, donde un puñado de miserables malviven en precarias condiciones, esperando una oportunidad que les permita salir de ese sucio agujero donde el tiempo se ha parado y el futuro no existe. Poco a poco vamos conociendo a los maleantes que de una forma u otra han terminado en ese lugar, son desgraciados en bancarrota sin un objetivo claro en la vida, pero dispuestos a jugársela por la promesa de un dinero que sin duda los sacará de la desesperanza del día a día.

La segunda empieza cuando aparece la oportunidad. Se busca gente sin nada que perder para un peligroso trabajo: conducir dos camiones cargados de nitroglicerina hasta un pozo petrolífero en llamas, por una carretera en malas condiciones, repleta de obstáculos. A partir de este momento el suspense domina la escena, dejando a los espectadores sin saliva y al borde del asiento. El nerviosismo se palpa en el ambiente en los momentos más tensos, mientras la verdadera naturaleza humana sale a relucir: fortaleza por un lado, miedo por el otro. Los momentos donde se respira la muerte al mismo tiempo que se vislumbra la esperanza de un mañana mejor sacan lo mejor y peor de cada uno. Compañerismo, valentía, estupidez, frialdad, cobardía… No está al alcance de cualquier poner sobre la mesa esa explosión de temas, analizando con crueldad, pesimismo y un poco de ironía lo que cuesta ganarse la vida y lo poco que dura la felicidad.

Existe también cierta lectura sobre la soledad que produce estar fuera de la patria, y desde un punto más metafísico, sobre el fatalismo que se cierne sobre quien escupe a la vida, dejando en el camino poco más que pecados, un camino de malas acciones que eventualmente se convierte en una carretera hacia el infierno.

La dirección es perfecta, así como el montaje y la fotografía, retratando con acierto un paisaje polvoriento desmoralizador. Yves Montand, Charles Vanel, Folco Lulli y Peter van Eyck realizan portentosas interpretaciones, muy humanas, grises y desoladoras. Fantástico guion con un buen saco de frases profundas para el recuerdo.

Por ponerle un pero, creo que la escena final, aunque perfecta como cierre de los temas desarrollados, ha envejecido mal visualmente, cayendo un poco en el ridículo. Un detalle menor que no empaña este tremendo clásico del cine francés.

«No hace falta mucho tiempo para tener 100 años, solo unos meses. Estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado».

Una ‘home invasion’ perturbadora y ciertamente original. Adrenalina en vena durante 90 minutos, durante los cuales Laugier propone una ambiciosa mezcla de subgéneros del terror que engaña al público mediante el punto de vista subjetivo de la protagonista.

El malsano ambiente, la cruda violencia y el ritmo frenético consiguen crear un estado de tensión estremecedor, aparte de lograr un eficaz entretenimiento. Llegas a sentir el infierno que viven las chicas y su desesperada lucha por librarse de él. Además trata de inteligente al espectador, dando siempre pistas para que desentrañe la realidad por sí mismo, siendo la parte sobrenatural, o fantasiosa, perfectamente coherente, sin llegar a ser tramposa.

Deja cierta reflexión sobre la imaginación, al tratarla como un arma de doble filo. Poseer la capacidad de crear historias es un don pero también puede ser una debilidad si la persona se deja llevar y la usa como mecanismo de defensa, creando un mundo de felicidad como evasión de la realidad, derivando en la incapacidad para afrontar dicha realidad y por tanto poder cambiarla.

Taylor Hickson y Emilia Jones llevan a cabo sentidas interpretaciones, creíbles y realistas. Existe una gran química entre ellas y empatizas desde el primer momento. Los villanos, por su parte, producen rechazo, asco y odio, pero les falta profundidad, pues se quedan en una caricatura grotesca y efectista.

Dentro del cine de terror de sobresaltos es una propuesta fresca y que destaca. Deja mal cuerpo.