En la misma línea malsana de «El Marginal» llega desde Chile «Baby Bandito», una serie con personajes segregados socialmente, en los que la criminalidad va de lleno y fomentada por la ambición, la apatía, la opresión económica y familiar, además de la impunidad latente con la autoridad, son el cóctel para el desarrollo de un thriller trepidante de 16 episodios.

Kevin es un skater despreocupado por la situación disfuncional de su familia —con un padre preso y una madre en rol de dealer—, quienes a pesar de aconsejarlo en pro de un mejor futuro que el de ellos, va sin pena ni gloria por la vida. Un día normal de escuela y ocio, Kevin y su amigo Panda, se cruzarán en el camino del Ruso y Galgo, dos delincuentes que traen entre manos un plan de robo magistral contra el estado. Sin embargo, las decisiones de cada dupla marcarán el desvío de 6 millones de dólares de su ruta hacia el extravío que marcan en el epílogo al ser una historia basada en hechos reales.

Con un reparto formidable que cumple exactamente con lo estipulado, podemos ubicar distintos perfiles que representan esa sociedad voraz e inescrupulosa y codiciosa con efecto inmediato. «Baby Bandito» es un proyecto que aún con licencias en su guión, es destacable de principio a fin.

Con grandes indicios de melodrama «Dinero sucio y amor» es conducido más por el tono del telenovelero que por un thriller sólido y serio que busque la trascendencia a través de la calidad por sobre la popularidad.

Por distintas plataformas, este melodrama ha sido colocado en la oferta turca, logrando perdurar holgadamente para visionar su extensiva duración —164 episodios, para ser exactos—, en los que una historia de amor inicia con dos homicidios movidos por el poder y avaricia de un sujeto inmerso en el tráfico de órganos.

Sin solidez argumental, los delitos y crimenes establecidos tienden a disolverse en circunstancias demasiado cándidas para lo tremebundo que conlleva el secuestro, el tráfico de órganos o la violencia de género. Una trama reducida a lo agridulce del noviazgo en idas, regresos, desencuentros y demasiadas inconsistencias en el perfil psicológico de los personajes.

Elif, una diseñadora de joyería e hija de un magnate, tendrá que ir en la búsqueda del asesino de su padre. Su contraparte, Omer, es un policía incorruptible que ha perdido a su prometida en una escena sin claridad de los hechos, por lo que emprenderá la búsqueda del homicida que está vinculado en los dos crimenes perpetrados en el mismo sitio.

«Kara para ask» aka «Dinero sucio y amor», cuenta con un tiempo indefinido de escenas candorosas de noviazgo que soslayan la parte obscura de la trama, que sepultan la credibilidad con respecto a la serie de tropelías insostenibles desde lo más elemental. Y como no todo es malo, la química de la pareja central transmite enamoramiento bastante bien, sobre todo en una escena memorable en la que bailan el tema interpretado por Ferman Toprak bajo el título de Hayati Tespih Yapmisim.

La dinámica de la prostitución consensuada y de alto nivel —bajo el término de escorts—, llevada al cine, suele percibirse como una actividad hedonista, sin mayores conflictos y de consecuencias a posteriori que develan todo una estructura de guión formulado y funcional para satisfacer a un público que gusta más del cine de presupuesto y sin tantas pretenciones, que de aquel que tiene como fondo auténtico, la denuncia.

«El precio del placer» trae como fondo la trata de mujeres con una estética que resalta los grandes rendimientos del oficio, con los excesos obligados y ese implícito de poder que doblega rebeldías y compra consciencias, además de operar impunemente bajo la indiferencia social y de autoridades.

Emi, una chica de provincia pronto se verá expuesta a una dupla de tratantes, que sin mucho alcance, va mostrándole el camino hacia un negocio en el que los escrúpulos estorban si de ganancias se trata. Al verse inmersa en una red de servicios destinados al acompañamiento, la jovén emprenderá con independencia sus propios servicios en el que habrá daños colaterales insospechados en su presente y futuro a corto plazo.

La cinta cuenta con una dinámica formidable que nos sumerge de inmediato en las circunstancias de su protagonista, quien es calculadora y perspicaz hasta el momento en el que queda dentro de un triángulo de deseo y amor que descontrolará su posición en un plano dominado por las élites machistas de oriente medio.

Un proyecto de estética visual que para nada encaja con el realismo proyectado en otras películas de Europa de Este, aún cuando se abandere con la causa feminista y que devalúa su trasfondo.

Una dura historia de una mujer que opta por el silencio como forma para sobrellevar una agresión sexual y su desenvolvimiento psicosocial en el ámbito laboral y de pareja, en los cuales todos ignoran la opresión y angustia que genera su agresor con quien debe mantener cierto contacto —pese a la actitud desconcertada de este.

Sin un efecto melodramático y sí dentro de un realismo inminente, la protagonista muestra lo necesario para adentrarnos en la piel de las víctimas de este delito, que en escenarios dentro de lo cotidiano, la encajonan en una desesperación que como en olla exprés lo externará tarde o temprano.

La culpabilidad como sentimiento implícito, es la constante a lo largo de su transcurso, sin dar tregua absoluta para alguien, y  que van creando entre los espectadores ese sentir de indignación ante el relato y sobre un tema tabú, peevaleciente en tiempo y regiones que han endurecido las medidas para evitar suceda.

Una película sencilla que recuerda a filmes independientes enfocados principalmente en transmitir con la trama y las interpretaciones.

Interesante.

Con un humor bastante conciliador, cabe resaltar, «La flor más bella» es una de las escasas producciones para streaming sobre jóvenes, que evita al máximo las recurrentes temáticas relacionadas con el narco y que trata de dar frescura a los contenidos de la plataforma.

El proyecto se enfoca hacia temas como la popularidad escolar a través de las redes sociales y como la protagonista debe ir contracorriente de la buena imagen y la discriminación al no contar con el fenotipo establecido para conquistar un lugar de reconocimiento entre los educandos.

Por momentos da la idea de ser un proyecto interesante, que parte de un autobiográfico —por aquello del apelativo de la protagonista—, con un sentido de la comedia muy blanco —que podría agradecerse—, pero que sucumbe ante un desarrollo soso, poco interesante, muy amateur al momento de sembrar interés. En su transcurso y con ese sentido aleccionador, las buenas intenciones quedarán ahí, con obviedades sobre un autorreconocimiento exitoso que derive en un autoestima sano.

Las actuaciones tampoco dan para sostener todo el proyecto, aunado a parlamentos sosos de alguien dispuesto a romper el esquema de los seriales actuales, pero que no garantiza credibilidad en su labor como guionista.

Si bien no es deleznable gracias a sus intenciones, sí es bastante aburrida y/o mala por una ejecución que no levanta jamás en su transcurrir.

De origen sueco, Tore, es un serial de escasos 6 episodios de corta duración y centrados en un joven inmaduro —como bien lo describe la sinopsis— que al repentino fallecimiento de su padre, se verá sujeto a cambios que ya habían sido contemplados por el finado para exponerlo a una vida independiente y lejos del hogar, aún con la desaprobación del joven.

Este argumento conlleva una serie de situaciones en el cual el duelo del joven se vuelve controversial al evitar confrontar su principal perdida y como sus arrebatos van en deterioro de su desenvolvimiento psicosocial que no termina por integrarse a ningún círculo, gracias a sus decisiones erráticas y a los miedos por experimentar relaciones afectivas.

La complejidad en la psique del protagonista, aunado a la diversidad de personajes que interactúan con él, hace una historia enriquecida de reticencia, pero también de empatía, que fomentan en el televidente ese seguimiento de las acciones del joven y sus desventuras laborales, amorosas e incluso de ejercicios de evasión en las cuales se sumerge sin reparo.

Con una narración lineal y actuaciones con un registro bastante correcto, Tore, le apuesta más al poderío de su argumento —el cual da falsos indicios de tregua, para con su personaje—, con los desencantos del diario acontecer y la posibilidad de encontrar un aderezo que endulce la amarga partida de su progenitor.

Sorpresiva

Los invitados más allegados a una boda, son los coprotagonistas de «Secretos de familia», quienes revelarán a través de su incomodidad durante una ceremonia nupcial un malestar colectivo proveniente de un pasado próximo a los 10 meses, en los que ha ocurrido lo menos esperado entre algunos de ellos.

Los novios, los suegros, hermanos, cuñados, pero sobre todo el gran ausente, se integran en cada episodios al develar las frustraciones matrimoniales en la rutina, sus escapes al compromiso y esa madurez jamás alcanzada, que se manifiesta vehemencia en circunstancias y lugares menos oportunos.

Con una edición que da saltos en tiempo y espacio, se percibe un proyecto que busca del televidente su interés para dilucidar los hechos que inconforman a los integrantes de dos familias alejadas por completo de concepto «funcionalidad» y sí más apegados al narcisismo —por algo dos de ellos son médicos especialistas en estética.

Ocho episodios enmarañados que intentan refrescar el subgénero y salirse de los clichés que lo lápidan a cada instante por no ofrecer nada nuevo en el panorama televisivo y cinematográfico.

Para hoy, casarse está en polaco.

Se dice que esta nueva entrega en formato de serie es una lograda adaptación del libro «Las viudas de los jueves», de la cual tenemos en este momento a la disposición (Netflix) la película rodada en 2009 dirigida por Marcelo Piñeiro. Aquí se aprovecha la crisis económica vivida en Argentina a principios del siglo para ubicar a personajes oprimidos que encontrarán salidas extremas a sus problemas en pro del beneficio de sus familias.

Para la versión mexicana, la serie permite un mejor desarrollo de muchos personajes a través de 5 episodios destinados al conocimiento de cada entorno —que la película por cuestiones de tiempo no logró—, y que Humberto Hinojosa consigue apartando y con la conjugación de las distintas tramas adecuadamente.

La serie se enfoca en 5 parejas residentes de un fraccionamiento exclusivo, donde lo primordial es proyectar y mantener la imagen y el estatus por sobre las adversidades, llámese económicas, familiares o sociales. Hombres y mujeres en esa vorágine social por cumplir a cabalidad los roles establecidos para cada quien y cuando alguien no lo lleva a cabo, termina siendo parte de las críticas de sobremesa con que se suele menospreciar para degradar al otro.

Tano y Mavi no son pareja, pero sí vecinos del fraccionamiento. Él es un manipulador innato, ella una mujer analítica que dilucida en el día a día la doble moral  de sus vecinos. Los roles, vicios y manías de cada género se hacen válidos cada jueves, cuando ellos al ritmo del cubilete abandonan la secrecía, mientras que muchas de ellas se mantienen en esa postura de gozo matrimonial que no permitirán se opaque a la primera oportunidad.

El reparto es encabezado por Casandra Cianguerotti (Mavi) y respaldado por Irene Azuela (Tere) en roles principales, mientras que en su contraparte masculina el más destacado es Pablo Cruz (Martín) y esa proyección que ejerce a través de un personaje irresponsable, desesperado y sumido.

Hinojosa demuestra el temple en la adaptación de una obra menos artificial.

Un remake que seguramente se actualiza con respecto a nuestros tiempos y con una apertura sexual más que directa. «Aprendiendo a Vivir», ciertamente hace en la mente del televidente una especie de Deja Vú que nos lleva en mente a los 90 —tiempo de bachillerato— con remembranzas repetidas por todos una y otra vez.

La amistad, la competencia, la indiscreción, los miedos y silencios, la injusticia y deslealtades, son parte de la juventud, quien precisamente se encuentra aprendiendo a afrontar los acontecimientos. Amerie y Harper son amigas de toda la vida, no obstante, en un acto irreverente una de ellas sufrirá las consecuencias de su intromisión y falta de prudencia para con la vida de sus compañeros, quienes tomarán distancia de ella sin muchas oportunidades para redimirse.

Producto australiano que reúne un elenco multiracial donde los gustos son ilimitados. Una comedia ácida que se va afianzando en su transcurso, con los típicos problemas de adolescentes resueltos a través del diálogo y la comunicación.

Habrá que ver el orinal, también australiano.

A tres décadas de distancia —cuando ni siquiera la palabra diversidad o inclusión figuraban en el vocabulario del cotidiano y mucho menos contemplar la posibilidad de salir de los estándares del amor—, el paso a la tolerancia en el Occidente citadino continúa ganando espacio gracias a las nuevas generaciones quienes han derribado los prejuicios y han encontrado y luchado por más libertad en cuestiones de modos de vida.

«Nuovo Olimpo» es una propuesta visual basada en un hecho real, que concilia los tiempos difíciles de represión e intolerancia de la Italia de los años 70, 80 y 90, con escenas de un drama medido, que olvida el tremendismo de lleno y prefiere ahondar en un acontecer marcado por encuentros y desencuentros que dejen en el espectador esa sensación de deleite ante el fiasco de las relaciones.

Todo empalma correctamente, desde lo visual con su fotografía, caracterización y dirección de arte para trasladarnos en el tiempo, y encontrar la estética de los sitios a través de las luces en sepia de interiores y exteriores. Sin mayores artificios, el director simplemente se enfoca en narrar una historia de amor imposibilitada si un poco por lo social, pero principalmente por acontecimientos incontrolables de la pareja protagonista.

Entretenida en toda la extensión de la palabra.

Se forman, se guardan, se incentivan, crecen y se exterioriza. Sin duda «Cría Siniestra» es más valiosa desde lo profundo de la psicología que desde la perspectiva que la cinta ha querido proyectar, el terror.

Todo comienza con el retrato de la perfección en su máximo esplendor, todo proyectado a través de las redes sociales, sin importar que todo lo expuesto sea una falacia y la egolatría de uno de los integrantes de la familia sea lo único importante, opacando de lleno al resto o bien empleando a un tercero para mantenerse en la cima de los comentarios. Es ahí el momento en el que la dupla femenina se apodera del cuadro y deja en segundo término a la contraparte. Una madre se enfoca en una felicidad ficticia, esposo y amante como oportunidad, que busca brillar a través del éxito de su hija en gimnasia; sin embargo la joven nota el gran egoísmo de su progenitora y buscará la forma de evitar sus agobiantes demandas al llevar a casa algo desconocido que irá absorbiendo parte de una personalidad escondida y siniestra.

No es una película redonda, es un terror medido que indaga los odios a actitudes desde el círculo familiar, que no termina de embonar la importancia de las publicaciones y la ruptura familiar. Tampoco se considera una película desechable, pero a la que le falta ese algo para lograrla un destacable de la filmografía finladesa de horror.

Con la gran variedad de Doramas Coreanos, los vampiros no han estado ajenos y al tratar de revitalizar el género, ahora los han centrado en al ámbito hospitalario bajo el género de thriller romantizado. Con algo de información médica —que en muchas ocasiones es difícil de dilucidar—, tratan de dotar al proyecto con algo más que mordidas y encantamientos, y lo tornan más hacia dinámicos enfrentamientos y tensiones dados por los actos que desplazan por completo a las bases del vampirismo tradicional sobre luces, espejos y religión.

Una serie de 16 episodios desarrollada principalmente en un sanatorio oncológico, donde se dan sucesos que no se resuelven jamás y dejan a la deriva a quienes intentaron darle una oportunidad a una historia de horror que nada más lejano a eso, no logra en lo mínimo un dechado de profundidad.

Con mucho artificio, «Sangre» va de interesante al regular.

Visibilizar la discriminación que se vive en México a partir de las redes sociales y externarla a nivel mediático desde la presidencia, es un hecho en tendencia desde hace por lo menos cinco años, que incomoda, pero también resuena entre la población mayoritariamente mestiza que la ha normalizado a través de los siglos. Con ello, la existencia de castas y segregación se tambalean ante el escrutinio público y han pasado de ser socialmente calladas a reprobadas.

Medios como la televisión acrecentaron está división, donde los blancos fueron perfilados como los exitosos y los mestizos a ser parte de esos logros —pero jamás como los afortunados— y a permanecer en estratos sociales bajos, sin tantas oportunidades y/o privilegios. La publicidad, uno de los rubros que ha exacerbado este concepto y reforzado por la imagen como recurso alusivo de perfección y triunfo, ha reforzado la división socio-étnico-cultural del mexicano, quien ha comprado la aspiración implícita de los guionistas de ficciones meramente lucrativas.

Argos Comunicación en pro de la llamada 4T se enfila en el orden de ideas que revolucionen la conciencia del colectivo e ir desechando conductas retrógradas y enquistadas en nuestra sociedad al lanzarse con un thriller melodramático, que evidencie el maltrato prejuicioso sutil o directo de algunos sectores de la sociedad sobre aquéllos relegados históricamente.

Con un comienzo ciertamente interesante y con dos directores a cargo, el proyecto hace notable su división, siendo la primera parte un mejor trabajo que se transforma en un lamentable melodrama que remite a lo más deleznable que Televisa realizó durante décadas, ensañándose con la protagonista con escenas ofensivas y llenas de obviedad de las que pudieron prescindir.

Los parlamentos tampoco se caracterizan por su calidad y con el transcurrir dejan al descubierto que la serie pasó a ser una espantosa telenovela con ínfulas de didáctica muy agreste. El reparto por momentos funciona, en otros se encuentran en un nivel por debajo de lo requerido, sobre todo la protagonista a quien dotan de una bondad risible y poco creíble.

Argos Comunicación y su equipo caen en la obviedad. La discriminación sabemos que se ejerce, no traten al televidente como subnormal.

«Tangerine» es un frenesí continúo de personas que deambulan buscando dinero, culpables, y salidas fugaces, en una selva de asfalto en la que predomina lo momentáneo, y donde parece inexistente lo valioso, aunque en algún momento, el mismo realizador claudica con un cierre inesperado.

Tres personas en un día de festividad —el cual emplean a modo de pretexto para conseguir algo— en algún suburbio de Los Ángeles, donde la prostitución es la circunstancia habitual de ellos, nos mostrarán un ámbito agreste y represión y en el que los arrebatos se encuentran a la voz del día, sin importar fechas ni condiciones de vida de los ahí presentados.

Sen Dee acaba de obtener su libertad y con ello su reincorporación a las calles. Aleksandra —su mejor amiga— ciertamente le da la bienvenida, pero con una noticia que alterará el beneplácito de la recién liberada, quien saldrá del restaurante en búsqueda de su rival. Mientras tanto, un taxista reprimido, usa su labor para escapar de su entorno familiar y encontrar salidas fugaces a su instinto. A través de este trío, el filme recorrerá el barrio y nos mostrará una selva de asfalto muy complicada y alejada de la funcionalidad social.

De tonos anaranjados en su fotografía, podemos encontrar los típicos callejones y avenidas soleadas —además de distópicas, al enmarcar la historia en una navidad, la historia ciertamente es escandalosa pero logra enganchar hasta el final con unos descenlaces acordes con el argumento.

Interesante.

«La gloria», un sorprendente y adictivo thriller en formato de serial, escrito con detenimiento para sujetar al televidente desde el primer episodio en está primera temporada, el cual esta conformado por una historia principal de venganza, pero vinculada a otras que interaccionan para detonarla de una forma maquiavélica —valga la cita.

Con una ficción que podría rayar en la exageración ante el nivel de agresión escolar planteado ahí —sin que ello cuestione los alcances del bullyng juvenil, debido a a los alcances de histeria colectiva de hoy en día—, pero que en el transcurso de sus episodios evoluciona estrepitosamente al mostrar a una mujer calculadora, que pasados los años deberá confrontar de cara a sus atacantes y desde ese momento inmovilizarlos irremediablemente y sin el recurso de anonimato.

Con siete agresores en su lista, Moon Dong-eun, omite lazos consanguíneos, respeto a figuras de autoridad escolar, sentimentalismos y manipulaciones de cada uno de ellos y traza su revancha contra uno. El estudio de sus movimientos, debilidades y manías serán fundamentales para asestar el golpe que los desequilibrará sin remedio y todo hacia su caos menos imaginado.

El guión puede inicialmente recargarse en el caos de la protagonista, sin embargo aprovecha el tema del maltrato a la mujer en la adultez que permitido socialmente se normaliza y que deja a las afectadas en una espiral de violencia crónica.

El reparto cumple a cabalidad con los perfiles ahí expuestos, con escenas esperadas, pero de giros argumentales rotundos para sacar del tópico de venganzas al proyecto en su totalidad.

La edición o montaje podría representar su mayor dificultad al volver enredado su seguimiento, no obstante, el resultado es asombroso y que dirige a Corea a una cosecha de credibilidad en Occidente como generador de contenidos de calidad.

La fijación por llevar a un mismo actor en roles de triada en México es como un reto sin satisfacer del todo, ya que la dificultad de la técnica para sostener una historia con toda la habitualidad con una persona en tres papeles en una misma escena representa una complejidad que al momento nadie ha logrado sin evidenciar los recursos que le permitan al espectador dilucidar donde está el truco empleado.

Desde la llamada época del cine de oro con Pedro Infante en «Los tres Huastecos» —siendo loable por ser de las primeras en plantearlo y llevarlo a cabo—, hasta la más actual «Que viva México» con Damián Alcázar —esta última que no basa la historia en ello—, el planteamiento ha estado ahí, sí desde lo melodramático hasta lo circunstancial e incluso humorístico respectivamente. Sin embargo, para la los productores de televisión ha servido para obtener el ansiado reconocimiento que a falta de buenos guiones e interpretaciones, tampoco ha sido suficiente para encumbrar sus telenovelas producidas bajo esta premisa.

Ahora, Argos Comunicación trata de romper formatos, tónicas y estereotipos con esta serie que por momentos remite un tanto a «Orphan Black» y que basado en hechos reales se sigue percibiendo con mucha ficción de por medio al reunir a tres hermanas incidentalmente en un lapso psicótico de consecuencias fatídicas a las que su protagonista deberá indagar hasta llegar a una verdad oculta y poco clara hasta para sus adoptantes.

Inexplicablemente protagonizada por Perroni y secundada por el argentino David Chocarro, los creadores de «Triada» no olvidan aquello del melodrama y recurren a las figuras que por años han estado dentro de sus filas para intentar sacarlos del área de confort para personificar a una trío de mujeres que a lo largo de ocho episodios les falta definición y un trazo de sus antecedentes mejor elaborados.

Su logro para mantener un seguimiento es innegable —aunque su edición algo pretensiosa—, con escenas de persecusión e intriga «Triada» representa algo de lo más rescatable de México para Netflix al salirse del sentimentalismo infundado por la hermandad.

Los tiempos siguen dando por la evolución de los contenidos, aunado a que los actores también vayan en ese ritmo y explorar ante el descobijo de una televisora por personalidades que jamás se les brindó la oportunidad por hacer algo más que papeles secundarios y/o de apoyo, Nuria Bages prueba de ello.

Argos al intento de volver a sus estándares de calidad.

Transcurridos los primeros minutos de esta teleserie fallida de principio a fin de origen colombiano, se percibe a leguas los recursos más obvios para retener al televidente en tiempos donde la censura sólo es un antecedente de un formato que han migrado al streaming con todo y las condescendencias que los creadores se permiten desde siempre.

Una mexicana y un venezolano que sólo proyectan imagen, protagonizan perfiles de suficiente artificialidad, acorde a una trama con montaje sin indicios de un buen thriller, que devela la torpeza de sus guionistas al momento de la construcción de personajes. «Perfil Falso» continúa una tendencia estéril en cuestiones de contenido con un valor agregado y relegan el producto a lo prescindible del catálogo de Netflix.

Una arrolladora bailarina exótica de un club nocturno de Las Vegas, se involucrará con un casanova que ha creado un perfil incuestionable de la famosa aplicación del Tynder. Las imágenes como primer gancho harán que la pareja central, intente acoplarse de lleno a una historia nimia en su totalidad. Ninguno de los actores es convincente, se enrolan en acartonados parlamentos, actitudes típicas, pero sobre todo a mostrar más de lo debido para generar controversia.

Mala, mala, mala.

A 10 años de su filmación, «Potosí» es otra película de una corriente que manifiesta la degradación social que vive México a partir del Panismo, partido político que llega al poder con Vicente Fox en el año 2000 y que permitió crecer al crimen organizado ignorando su dominio en las distintas regiones del país y permitirles con el transcurso del tiempo convertirse en un problema de seguridad nacional. Pero la devastadora gestión del blanqui-azul aún no alcanzaba lo más atroz de este asunto, sino con el arribo de Felipe Calderón —el alcohólico enano en presidencia— quien dirigió al ejercito a combatir el narcotráfico con un discurso engañoso —al tener dentro de su gabinete a piezas claves para llevar a la nación a un inminente narco-gobierno que exacerbaría la descomposición general jamás concebida en décadas pasadas.

Con un guión fortalecido no sólo por este contexto de podredumbre, sino por la cotidianidad en que se desenvuelven sus personajes —de situaciones ordinarias— y la tensión que nos genera como espectadores, el director hace un trabajo muy efectivo sobre la violencia social que permea no sólo en lo social, sino que hace metástasis en lo familiar a través del maltrato de género, inmovilizando indefinidamente a las víctimas por temor y a las consecuencias que conlleve el abandono de esas circunstancias.

Con un gran reparto encabezado por Arcelia Ramírez —quien con años posteriores ha protagonizado otros títulos de temáticas similares—, Gustavo Sánchez Parra, entre otros, «Potosí» logra proyectarnos esa apatía expresada a través de las escenas en las que se presentan a personajes solitarios o en familia, que contemplan ese desencanto ante el panorama desalentador, pero de supervivencia fijado en mente ante las coyunturas del matrimonio, la labor o simplemente estar en el lugar de los hechos conlleve.

Castruita ha realizado un trabajo formidable y de una realidad lastimosa y vigente.

«Estado de Gracia» presentada por canal 11 durante su corto auge como generadora de contenidos de ficción, debido a su asertividad jamás experimentada por la televisión pública al situarse como un medio que puso como prioridad la realidad del televidente en sus diferentes contextos como el psicosocial, el histórico, el de género, el de seguridad, los infantiles y sin poder faltar el policiaco en combinación con el político, fue sin duda un caso extraordinario que reunió talento para lograr todas estas producciones y obtener su propio reflector junto con el reconocimiento del público en general.

Este lapso de grandes producciones dadas en un periodo de cierta censura* encontraron productoras y ventanas que se enfilaron hacia la denuncia en cuestiones de la gran corrupción tolerada e incluso alentada por el gobierno calderonista, el cual fomentó la violencia con un supuesto combate al narco, que hoy a 10 años se han demostrado sus vínculos en las instituciones y directamente con los altos mandos de seguridad nacional (García Luna) y por ende con aquel cínico que decía no saber nada sobre su secretario de seguridad (FeCal).

Gonzalo Castorena y Julieta Toscano son los protagonistas de este serial, él policía y ella diputada, cada uno en distintas posiciones de lucha contra el tráfico y distribución de drogas. Desde la línea de fuego con pistola en mano o en la tribuna con papeles sobre la legalización de las mismas —como tema de fondo y utopía tácita de nuestro diario acontecer—, se nos muestra la imposibilidad de un combate genuino al crimen organizado ante las presiones ejercidas y los intereses de quienes se han visto beneficiados de lo ilícito.

La relación de los protagonistas es casi nula debido a que el desenvolvimiento es en escenarios independientes. Tanto Karina Gidi como Raúl Méndez y gran parte del elenco estuvo con un buen registro en sus interpretaciones. Pocas situaciones se notaron forzadas gracias a que fueron dos historias hiladas por el mismo conducto.

«Estado de gracia» con trece episodios intenta mostrar todos los ámbitos que han obstaculizado esta propuesta, trabada desde la misma cámara por órdenes de cabecillas, cuestionada mediáticamente y reprobada desde el sector salud como una medida poco viable entre una población que aún conociendo los alcances del consumo se niega a evitarlas.

Aunque la fotografía es muy obscura, la obra de Bolado y Charlie Gore fue un proyecto interesante al que las circunstancias le han pasado factura, esto gracias a que si en 2012 era más que sabido los tejes y manejes de la procuraduría con el narco, hoy son una verdad que todos los involucrados no pueden ocultar. De ahí que la serie haya perdido la originalidad, pero mantenga mucha vigencia.

Después de 20 años de aquel hit cinematográfico encabezado por Fernando Sariñana «Amar te duele», las constantes apariciones en cine en rol protagónico de Higareda, le dan cierta idea sobre licencias para desempeñar roles de las distintas cintas en las que aparece, y en las que de guionista no es la excepción.

Con historias que rayan en lo más bobalicón del cine mexicano, por categorizar sus títulos como comedias románticas, la célebre actriz se enfrasca en la eterna adolescente que dice escribir tramas para comedia con situaciones inverosímiles y con parlamentos ridículos que develan su nula madurez para desarrollar historias de fondo o bien enrolarse en personajes de ajenos que prueben que es algo más que un talento desechable, como hasta ahora ha reiterado.

Cuatro mujeres hartas de sus circunstancias —las cuarentonas casadas e ignoradas y una solterona que asegura ser muy feliz— emprenden un viaje hacia Cancún en coche, en el cual van cumpliendo ciertos deseos que han quedado en una lista y que gracias a sus condiciones de vida nunca fueron cumplidos.

Con el típico cliché del empoderamiento, este casposo film de Netflix indudablemente recuerda a la lamentable «Te presento a Laura» —protagonizada por la misma Martha Higareda—, a «Desenfrenadas» que se estrenó en la misma plataforma, e incluso con «Sky rojo» y ese tono agreste y rudo que le han inyectado al rol femenino dentro del serial femenino hispanoparlante.

Con la típica fotografía de gran colorido y sets cuasi perfectos para comedia, encontramos a las cuatro actrices al intento por ser graciosas. Jamás hay desarrollo de personajes, su trazo es tan pobre que las interpretes quedan expuestas para el absoluto ridículo del año en un filme soso y olvidable que reconforta lo malo que es el cine comercial en estos momentos en México.