Tras tres películas previas producidas por la Warner Bros., por fin llega el esperado enfrentamiento entre los dos monstruos más famosos de la historia del cine, y el resultado es tal como se esperaba, espectacular, con una historia en la que suceden cosas por demás inverosímiles y una serie de personajes que terminan por no importar, todos queremos ver pelear a Kong contra Godzilla.

Si bien existe ya un antecedente donde estos dos enormes seres se enfrentaban, en la película de 1962, ‘King Kong vs Godzilla’ dirigida por Ishirô Honda y producida por la Toho, una versión mucho más rústica y artesanal, ahora las infinitas posibilidades que ofrecen los avances tecnológicos que permiten ver en la pantalla cualquier cosa, nos permite imaginar algo épico y fastuoso.

La película la dirige Adam Wingard, con una filmografía muy cargada hacia el género del terror, y presenta una historia que continua lo visto en ‘Kong: la isla calavera’, el enorme simio ha crecido de una manera descomunal y lo mantienen en un hábitat artificial que replica al de la isla, ahí Kong está al cuidado de la doctora Ilene Andrews (Rebeca Hall), y de la pequeña Jia (Kaylee Hottle), una niña muda que logra comunicarse con Kong gracias al lenguaje de señas.

Cuando intentan trasladar a Kong mar adentro para que los guie hacia un sitio denominado “la Tierra hueca”, al que consideran una fuente de energía, mientras Godzilla ataca las instalaciones de una poderosa empresa sin motivo aparente, inevitablemente se dará un enfrentamiento de pronóstico reservado.

Lo que todo espectador espera en una película como esta es presenciar un espectáculo visual con dos oponentes avasalladores, y ‘Godzilla vs Kong’ cumple a cabalidad no solo con un enfrentamiento entre ellos, sino dos largas peleas que derivan en una tercera que involucra a un agregado igual de colosal, ofreciendo varios momentos verdaderamente épicos, que equilibran los varios momentos absurdos de los que está plagado el guion, y múltiples referencias a los filmes japoneses de los años 50, 60 y 70.

Pero, por otro lado, es innegable que los personajes humanos de la película carecen de trascendencia y la película no consigue interesar del todo cuando se los muestra en pantalla, a pesar de ser interpretados por actores tan conocidos como Rebecca Hall, Alexander Skarsgård, Millie Bobby Brown, Kyle Chandler, Eiza González o Demian Bichir como un empoderado empresario, las situaciones que protagonizan no pasan de ser mera comparsa para dar paso al verdadero espectáculo, el enfrentamiento de dos verdaderos titanes, que dan forma a una película autoconsciente que cumple como gran entretenimiento, y que se disfruta aun más en una pantalla de grandes proporciones.

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El director Christopher Landon, bajo el amparo de la Blumhouse, había hecho uso de un recurso argumental que ha sido adaptado a todos los géneros, la repetición en bucle de un día de un personaje, llevándolo a los terrenos de la comedia de terror con tal éxito que ‘Feliz día de tu muerte’ tuvo una afortunada secuela.

Ahora Landon y la Blumhouse utilizan algo ya muy visto, el intercambio de cuerpos, presente en una gran cantidad de comedias, pero llevándolo también al campo mezclado del terror con el humor, resultando una película fresca y bastante disfrutable.

Millie (Kathryn Newton) es una joven un tanto desadaptada que cursa el secundario, tiene apenas un par de amistades y su relación con su madre y hermana y es algo complicada, pues tras la muerte de su papá, su madre se opone a que estudie la universidad lejos de casa.

Pero una noche al quedarse sola a la salida de la escuela, es acosada por un asesino en serie que es buscado tras asesinar a cuatro jóvenes de su escuela, y cuando es alcanzada por él (Vince Vaughn), que la ataca con un viejo puñal de origen azteca, se activa una maldición que intercambia sus cuerpos, por lo que Millie tiene 24 horas antes de que el cambio sea permanente.

Landon recorre todos los lugares comunes de las películas juveniles de slasher de los 80, pero lo hace de una manera bastante efectiva, alejándose del mero homenaje y consiguiendo darle total coherencia a la historia alocada que se narra, y profundidad a sus bien llevados personajes.

Y es que si bien tenemos a la típica chica desaliñada que no encuentra su lugar, que es acosada por los compañeros y que tiene un conflicto familiar, además de la muy recurrida negativa a salir a cursar la universidad, todo irá resolviéndose pero no de manera gratuita, los personajes son bien delineados además de divertidos, y Landon no escatima ingenio, sangre y mala lecha en cada una de las muertes, y aunque hay espacio para la inclusión (los mejores amigos de Millie son una chica negra y un chico gay), la película apuesta a la incorrección en algunos de los chistes, y sobre todo a la sátira con alegre efectividad.

‘Freaky’ está llena de referencias y guiños y no inventa nada, ni lo pretende, pero si que logra mantener el buen ritmo desde su formidable secuencia inicial, en la que deja en claro el tono de lo que veremos, y lo consigue gracias a su preciso guion apoyado por las precisas interpretaciones tanto de Kathryn Newton convertida en el asesino serial y un desatado Vince Vaughn como la joven Millie. Una película que da lo que promete, una historia bien contada, buenas actuaciones, una gran dosis de humor y mucha sangre y muchos gritos que conforman un más que aceptable vehículo de entretenimiento.

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En 2010, el entonces presidente de México, Felipe Calderón, le declaro la guerra al crimen organizado, desatando una sangrienta e irresponsable batalla que alcanzó ciudades que parecían blindadas, como la pujante ciudad norteña de Monterrey, que se convirtió en un campo de batalla entre los diferentes carteles que buscaban apoderarse de la plaza y su enfrentamiento con el ejército mexicano.

En Monterrey, desde finales de los años 70 y principios de los 80, se ha desarrollado una subcultura generada a partir del gusto por el vallenato y la cumbia colombiana en los barrios más marginales de la ciudad, donde a quienes gustan de escuchar y bailar estos ritmos se les conoce como colombianos o “cholombianos”, por su característica forma de vestir y su preferencia por la cumbia rebajada.

La segunda película de Fernando Frías de la Parra se ubica en el contexto de la guerra de Calderón, donde Ulises (Juan Daniel García Treviño), es un joven que habita en una de las tantas colonias ubicadas en los cerros de la ciudad, donde sobrevive juntándose con su pandilla “Los terkos”, bailando cumbias rebajadas en un nocivo ambiente rodeado por el constante peligro de los diferentes grupos criminales que azotan la zona.

Con el recuerdo de su hermano muerto, Ulises debe lidiar junto a su grupo de amigos con otras pandillas involucradas en el tráfico de drogas y armas, hasta que se ve en medio de una situación límite y confusa, por lo que, ante las amenazas mortales recibidas, debe huir de la ciudad, llegando al no más amable barrio de Jackson Heights, en Nueva York, donde nada le será fácil, pero encontrará en Lin (Angelina Chen), una joven inmigrante china, un poco de apoyo y comprensión, a pesar de las dificultades para comunicarse.

A pesar de lo sórdido y violento que parece el panorama donde se desarrolla la historia, Frías de la Parra se aleja de toda intención de llenar a su relato de esas características, privilegiando la observación a esta peculiar forma de vida de estos jóvenes regios, consiguiendo generar un ambiente adecuado para estos no actores que comparten de manera natural su día a día.

La película narra una historia de aprendizaje, crecimiento y maduración en un ambiente por demás hostil donde el protagonista, Ulises, deberá vivir su propia odisea al sufrir el desarraigo en tierra extranjera, ante la imposibilidad de volver con los suyos.

Frías de la Parra narra con precisión el viaje interno y geográfico de Ulises, pero además consigue dar vida a personajes complejos y sobre todo, vivos, que dan forma a una película que además de saber capturar el entorno en el que se desarrolla, lo entiende, y por lo tanto dota al relato de emociones y sensaciones que van bien acompañadas del ritmo de una buena cumbia.

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El terror español ha alcanzado un importante grado de madurez, tras una tradición de grandes títulos desde los años 70 y sobre todo el resurgimiento del género en las 2 décadas recientes, lo mismo con películas de autor que productos genéricos como el que nos ocupa, para el que se convocó al director Albert Pintó después de haber codirigido la potente ‘Matar a Dios’.

La historia se ubica en un viejo edificio de departamentos en el barrio de Malasaña, en el Madrid de 1976, en plena transición, una familia se ha mudado de su pueblo para vivir en un departamento que lleva varios años deshabitado. La madre ha iniciado a trabajar en un moderno centro comercial y el padre en una empresa automovilística, por lo que la hermana mayor, Amparo (Begoña Vargas), debe hacerse cargo de su hermano menor y del abuelo, mientras el hermano mayor busca trabajo.

Al poco tiempo, extraños sucesos empiezan a acontecer en la casa que empieza a atormentar a varios miembros de la familia, pero todo se complica cuando el más pequeño desaparece, por lo que la familia deberá buscar ayuda para desenmarañar el misterio que azota su vivienda.

‘Malasaña 32’ bebe mucho de la reciente ‘Verónica’, el más reciente gran logro del cine de terror español dirigida por Paco Plaza, pero además acumula una gran cantidad de lugares comunes propios del género (los tiene prácticamente todos), pero lo que sobresale es el gran trabajo realizado en el diseño sonoro y algunos puntos del trabajo de Pintó como director.

Pintó se decide por buscar crear atmósferas además de lograr un buen trabajo de ambientación, incluyendo el vestuario, en donde el contexto social aporta para añadir algo de profundidad a una historia que si bien contiene elementos ya muy vistos de otras películas del género, consigue atrapar y se desarrolla de manera sólida, terminando con una gran última media hora, en la que incluye un giro que funciona y cierra acertadamente la historia.

Así, Pintó consigue sobreponerse a las carencias, vicios y agujeros del guion, escrito a ocho manos, que incluye todos los tópicos del género, y a pesar del excesivo uso de la música, consigue con oficio darle la vuelta y lograr una efectiva película de terror.

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Ante la saturación del cine de super héroes, una película nueva de un super héroe inédito en el cine, una adaptación de un cómic no demasiado conocido, que es a la vez el debut del director Dave Wilson y Vin Diesel tratando de tomar un aire un poco más allá de la saga de ‘Rápidos y furiosos’.

Tras sobrevivir a una peligrosa misión, el soldado Ray Garrison (Diesel), se toma un descanso en una localidad italiana junto a su novia cuando son sorprendidos por un viejo rival que los secuestra y posteriormente les asesina.

Como el cuerpo de Garrison no es reclamado por nadie, es cedido a una organización científica avanzada comandada por el Dr. Emil Harting (Guy Pearce), quien logra reanimarlo y reconvertirlo en un poderoso e indestructible soldado que conforme va conociendo sus nuevas capacidades, empieza a recordar su pasado y desea venganza.

Siempre es bienvenida una película que ofrezca una historia un tanto nueva, es decir que no sea una secuela, remake o parte de algún universo cinematográfico, lo malo es que la historia de Bloodshot toma prestadas situaciones de muchas películas conocidas (Robocop, Total Recall, entre otras), lo que le resta originalidad y personalidad.

Y si bien la película se ubica mas cerca de ‘Robocop’ que a cualquier otra, son muchas las diferencias que las separan, sobre todo el tono que en ‘Bloodshot’ es siempre muy solemne y recargado, lo que le resta fluidez y termina afectando el ritmo del relato.

Pero en cambio, la nueva película de Vin Diesel entrega al fanático de este tipo de películas todo lo que busca encontrar, hay acción, intriga, ciencia ficción y una historia que se sigue con cierto interés y que, de acuerdo con sus resultados, posiblemente se convierta en una nueva saga.

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Como todas las figuras del cine de acción, Dave Bautista recurre al cine familiar y con niños para acrecentar su fama y gusto con el público, en una comedia que dirige el experimentado en el género Peter Segal.

Bautista interpreta a JJ, un exsoldado convertido ahora en agente secreto que es enviado a Pripyat a una misión que resulta fallida, por lo que a manera preventiva lo degradan, enviándole a una misión menor en Chicago, donde junto a su compañera Bobbie (Kristen Schaal), deberán vigilar a la hermana y sobrina de un maleante.

La misión es básicamente introducirse en el departamento de ellas y colocar varias cámaras para posteriormente vigilarlas a distancia esperando la aparición de su objetivo, pero la pequeña Sophie (Chloe Coleman) resulta muy astuta, descubre las cámaras y termina extorsionando a JJ, obligándole a que la acompañe a una actividad escolar.

Pese a lo previsible, esta aventura en el cine familiar de Bautista resulta por demás simpática, a pesar de lo esquemático del guion, que presenta una historia que de manera obvia se perfila por la comedia y deja oportunamente el lado del espionaje y policíaco, pero que no termina por cuajar.

Pero lo que verdaderamente sostiene el interés en este relato es la sorprendente química entre la pequeña Chloe Coleman y Bautista, resultando ella una verdadera sorpresa que ejecuta de manera sólida su trabajo y bueno, Dave Bautista con su carisma ya conocido que aquí encuentra un rol a modo, más la oportuna ayuda de Schaal de vez en cuando.

Se trata de una película olvidable pero simpática, que desde muy temprano se puede adivinar lo que seguirá pero que se salva gracias a la simpatía de su elenco y al también al oficio de su experimentado director.

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La segunda película de la dupla que componen Nat Faxon y Jim Rash es una nueva versión de una película de apenas 5 años atrás, ‘Fuerza mayor’, del director sueco Ruben Östlund, ahora en versión Sundance.

La anécdota principal es prácticamente la misma, una familia que vacaciona en Los Alpes está sentada alrededor de una mesa afuera de un restaurant de montaña, pero pronto son sorprendidos por un fuerte estruendo que anuncia la bajada de una avalancha.

Lo que parecía un espectáculo natural pronto se convierte en una amenaza que parece llegar a donde están ellos, el padre de familia (Will Ferrel) toma su celular y sale despavorido, regresando a los pocos segundos con su familia aterrorizada, en medio de un clima que anticipa que las cosas ya no volverán a ser jamás igual que antes.

La versión de Ruben Östlund era una incisiva e incómoda mirada al desmoronamiento de una familia en pleno viaje vacacional cargada de un humor muy negro, mientras que esta nueva versión de la dupla Faxon y Rash se la juega con un humor muy común en el cine independiente norteamericano.

Si esta nueva versión se sostiene bien, es gracias al gran trabajo interpretativo de sus protagonistas, destacando Julia Louis-Dreyfus, quien lleva sobre sí buena parte del peso de la película.

Y es que esta versión pierde en su comparación con la original, ya que el relato carece de fuerza y sobre todo de sutileza, ya que la posible emotividad de la historia se merma ante tanta situación subrayada.

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Cada estreno de una nueva película de Pixar se ha convertido en garantía de calidad, cine de animación dirigido a todos los públicos, sensible, emotivo e inteligente, ese el caso de ‘Unidos’, el más nuevo producto que dirige Dan Scanlon, que algunos años atrás dirigió para el estudio ‘Monsters University’.

La historia de ‘Unidos’ se ubica en un planeta habitado por seres fantásticos, como elfos, ogros, gnomos, en el que hace bastantes años reinaba la magia que sus habitantes practicaban, pero que fue dejada de lado ante las comodidades otorgadas por los avances tecnológicos.

La historia sigue a Ian Lightfoot, un joven tímido e introvertido que está cumpliendo 16 años, a que se le complica establecer amistades, que junto a su hermano mayor, Barley, recibe un regalo de manos de su madre que su difunto padre les dejó antes de morir: los elementos necesarios para hacer magia, lo que les permitiría traer de vuelta a su padre por 24 horas, pero algo no sale del todo bien.

La nueva película de Pixar reúne mucha de las temáticas vistas en sus productos a lo largo de ya 22 largometrajes, centrándose esta vez en un joven adolescente con problemas para desenvolverse socialmente, que vive con la ausencia de la figura paterna y que debe descubrir en su hermano mayor al gran cómplice de su vida, con algunos puntos en común con lo planteado en ‘Frozen’, pero acá en versión masculina.

‘Unidos’ es una película que contiene aventuras entre series mitológicos, muchos momentos de humor, y otros tantos muy emotivos y simpáticos, pero que no llega a explotar del todo las posibilidades que ofrece el universo que crea, mientras que el desarrollo de los vínculos se realiza de una manera que deja de lado la tradicional exquisitez de sus películas.

Aun así, ‘Unidos’ es una buena película, simpática, entretenida y emotiva, que explota de manera acertada el humor que conceden Tom Holland, Chris Pratt y Octavia Spencer en la versión original, dando forma a una película muy disfrutable y con mucho encanto.

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Surgido del cine independiente, y tras el traspié que significó su llegada al cine de mayores presupuestos con ‘El castillo de cristal’, el director Destin Cretton presenta su ya cuarto largometraje, el tercero colaborando con la ahora estrella Brie Larson, donde se sumerge en las convenciones de un drama judicial que es un alegato anti-racismo.

Tras graduarse con honores en Harvard, el abogado Bryan Stevenson (Michael B. Jordan) decide rechazar importantes ofertas de trabajo y, ante la negativa de sus padres, se muda a Alabama para trabajar en una asociación que apoya legalmente a reclusos sin recursos, junto a la activista local Eva Ansley (Larson).

El primer caso al que se enfrenta es al de Walter McMillian (Jamie Foxx), un hombre negro, padre de familia, acusado de asesinar a una joven blanca, condenado a muerte en un caso plagado de irregularidades en el que su inocencia es más que evidente, por lo que Bryan deberá meterse a fondo en un conservador pueblo contra un mundo de corrupción y racismo que no lo recibe de la mejor manera.

En este cuarto largometraje de Cretton el protagonismo lo lleva enteramente Michael B. Jordan, en una historia basada en hechos reales narrada con solidez y sin necesidad de recurrir a situaciones estridentes, sin bien hay ciertos subrayados innecesarios.

Ubicando la historia en Alabama, un lugar emblemático en la lucha de las minorías y con una irónica referencia al clásico ‘Matar a un ruiseñor’, el relato de Cretton consigue ser efectivo, apoyado sobre todo en el gran trabajo actoral de Michael B. Jordan y Jamie Foxx, consiguiendo momentos sumamente emotivos, como ejemplo la secuencia de la ejecución de un reo, pero que en los momentos decisivos del relato carece de la fuerza necesaria para impactar.

A pesar de sus irregularidades y de cierta previsibilidad, la película se presenta oportuna y consigue mantenerse fiel al subgénero, que en los años reciente ha sido bastardeado pero que en esta película emerge sólido y atrapante, con un trama bien desarrollada, personajes consistentes y un efectivo discurso anti-racismo en una película que si bien entretiene, adolece un poco ante lo exagerado de su duración.

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Tras ahondar en el cine de terror con sus primeras dos películas, el director Trey Edward Shults da un giro en su cine, no solamente desde lo temático, sino que ahora presenta un drama audaz desde lo formal.

‘Las olas’ narra la vida de una familia afroamericana de clase media alta que vive en Florida, los Williams, en la primera mitad, o un poco más allá, se centra en la figura del hijo mayor, Tyler (Kelvin Harrison Jr.), quien ha tenido un recorrido exitoso dentro de la lucha, es muy exigido por su padre (Sterling K. Brown), Tyler vive en la casa familiar junto a su hermana menor, Emily (Taylor Russell), y la segunda esposa de su padre, Catherine (Renée Elise Goldsberry, ya que su madre murió años atrás.

Tyler está en una confortable relación con su novia, Alexis (Alexa Demie), y cuando todo parece ir bien, una lesión muscular empieza a afectarlo, por lo que decide ocultárselo a su padre, y cuando su chica le hace un anuncio inesperado, entra en una situación que le es imposible controlar, llevándolo a una situación límite, en la segunda mitad, el relato se centra en su hermana Emily, quien es señalada por los compañeros de la escuela por el hecho de su hermano, pero pronto empieza a salir con un joven (Lucas Hedge), buscando sobrellevar su nueva realidad junto a su familia.

Este tercer largometraje de Trey Edward Shults sorprende por la forma en que es narrado, con una primera mitad en la que los movimientos de cámara, la ubicación de esta en la conformación de los planos, y el modo de montarlos es bastante poco convencional, un riesgo después de que su película anterior, ‘It Comes at Night’, se caracterizaba por su sutil puesta en escena. Si bien esto añade algo llamativo a la película, el relato termina resintiéndolo ya que tanta parafernalia termina por ser un factor de distracción en cuanto a lo que se narra, destacándose el uso que hace de la música que aportan Atticus Ross y Trent Reznor.

Pero llegando un poco más allá de la mitad del metraje, el tono y la narración cambian por completo, además de ceder el protagonismo a la hermana menor de la familia, en esta parte ya no sucede demasiado dentro de la historia sino que el relato se centra en mostrar como afecta lo sucedido previamente en el resto de la familia, y si bien este tramo final parece por momentos una película diferente, esta parte más sutil se engrana mejor con lo que el director quiere transmitir, logrando llevar a su película hacia terrenos que van desde lo desgarrador a lo emotivo.

En su tercera película, Trey Edward Shults se confirma como un director a seguir, vanguardista y arriesgado, que aun en un relato dramático consigue generar una atmósfera extraña acorde a los sentimientos de sus personajes, tal como en sus películas de género, que lo colocan como un director versátil y audaz.

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Una nueva película basada en la obra de Jack London, esta quizá la más popular de todas, en una nueva versión dirigida por Chris Sanders, quien antes ha realizado películas de animación tales como ‘Cómo entrenar a tu dragón’ o ‘Los Croods’, por lo que su elección no es del todo desacertada.

El protagonista absoluto de la historia es Buck, un perro que pasa de vivir con cierta comodidad en la caliente California al inhóspito frío de Alaska, que es trasladado a Yukon, Alaska en plena fiebre del oro, termina siendo comprado por una pareja que maneja el correo postal de la zona, para integrarlo a una manada de perros que jalan el carro en el que se transportan,

En su recorrido Buck conocerá a John Thornton (Harrison Ford), un hombre maduro y solitario, con quien terminará viviendo tras ser despedido del correo por la llegada del telégrafo, con quien iniciará un recorrido por esas frías tierras donde terminará encontrándose a sí mismo.

La película de Sanders en amable y vistosa, narrada con buen pulso y con un cierto encanto que viene en buena medida, como es de esperarse, cortesía del buen Buck, en una historia que si bien presenta diversas inconsistencias, termina siendo un tanto disfrutable.

Lo más llamativo, sin duda, es el perro, realizado de manera cien por ciento digital, lo que en algunos momentos funciona a la perfección, pero que en otros es demasiado notable los rastros del CGI, lo peor es cuando a esto se suman situaciones en las que el guion obliga al can a realizar proezas imposibles o bien, a comportarse de una manera mas cercana a un humano, lo que debilita los alcances del producto.

Pero en general, ‘El llamado salvaje’ funciona, gracias a la siempre efectiva presencia de Harrison Ford y a los encantos digitales del perro Buck, pero sobre todo al soporte que otorga la historia original de Jack London.

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Parece que el cine mexicano ha puesto de moda a los “Godínez”, aquellos trabajadores oficinistas asalariados que protagonizan una película, la primera de su director, Carlos Morett, que funciona mejor que otros productos que los han tenido de protagonistas.

Omar Buendía (Gustavo Egelhaaf) es un joven ingeniero que trabaja en su local arreglando cosas relacionadas con teléfonos celulares, además de ser la botarga del lugar, hasta que un día, motivado por su abuelo (Alejandro Suárez), se decide a buscar un trabajo formal en una empresa.

Es así como llega a Relotech, a donde ingresa con un período de prueba donde para obtener la plaza fija debe desarrollar un aplicación de interés para la empresa, así Omar se relacionará de mamera positiva con el dueño de la corporación y de manera más cercana con la asistente, con quien deberá establecer una sinergia para salvar su reputación y el futuro de la empresa ante un inesperado evento.

‘Rebelión de los Godínez’ es un acertado debut para su director, Carlos Morett, con una película que apuesta por completo a la comedia, tomando el submundo de los trabajadores de oficina con todos sus lugares comunes pero con un acertado tono de sátira.

Lo mejor de la comedia es el acertado trabajo del reparto, del que se destaca el aventurero abuelo interpretado por Alejandro Suárez, y la buena química que tiene junto al protagonista Gustavo Egelhaaf, quienes consiguen manejar de manera adecuada el humor a través de un relato que pese a algunos agujeros en el guion consigue llegar a buen puerto.

Sin ser una gran película, ‘Rebelión de los Godínez’ consigue ser lo que no pudo en su momento ‘Mirreyes vs Godínez’, con una mirada más acertada al mundo de los trabajadores de oficina, una historia más sólida y menos burda, realizada con corazón y con un humor mucho mejor logrado que consigue sacar en los espectadores auténticas carcajadas.

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Una nueva versión de un clásico del terror creado por H. G. Wells, ‘El hombre invisible’, genera dudas, las cuales se disminuyen cuando se conoce que detrás del guion y dirección del proyecto se encuentra Leigh Whannell, guionista de películas de las sagas ‘Insidiuos’ y ‘Saw’, y director de la muy competente ‘Upgrade’, además de contar con el protagonismo de una actriz de la talla de Elisabeth Moss.

Esta nueva y actualizada versión narra la historia de Cecilia Kass (Moss), una arquitecta que vive en la bahía de San Francisco bajo el yugo violento de su marido Adrian (Oliver Jackson-Cohen), un adinerado experto en nuevas tecnologías relacionadas con la óptica.

Ante tal situación Cecilia decide escapar una noche, para lo que solicita la ayuda de su hermana Emily (Harriet Dyer) que la lleva a vivir a casa de su amigo policía James (Aldis Hodge). La calma parece volver a la vida de Cecilia al enterarse de la muerte de Adrian, pero pronto su cordura entra en riesgo cuando empieza a percibir una extraña presencia de quien ella sospecha es Adrian.

Esta nueva versión del clásico de Wells es una atinada actualización de la conocida historia, llevada ahora a ser narrada desde el punto de vista femenino, a propósito de los tiempos que se viven, lo cual resulta un acierto, narrando una trama de una mujer violentada por un hombre, a la que le es casi imposible hacerse escuchar y con una credibilidad nula.

Esta nueva versión escrita y dirigida por Whannell presenta diversos aciertos además de la atinada historia, en la que se destaca la efectiva interpretación de Elizabeth Moss como una mujer vapuleada que busca escapar de la violencia casera y posteriormente trata de denunciar la situación por la que atraviesa cuando todo mundo la cree demente, en un trabajo por demás contundente y convincente.

Y es que si bien este ‘Hombre invisible’ hace uso de muchos de los recursos típicos del cine de horror, con algunos momentos en los que el verosímil se pone en duda, es un acierto llevar la historia de lo fantástico hacia los terrenos del thriller, en donde Whannell ejecuta una puesta en escena sólida que favorece a la creación de una sensación de total tensión desde los primeros minutos del metraje hasta el final mismo.

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El cine del director brasilero Kleber Mendonça Filho se ha caracterizado por su fuerte contenido político y social, como lo mostrado en su película anterior, ‘Aquarius’, donde narraba la historia de una mujer madura en su lucha por mantener su vivienda contra una gran corporación.

‘Bacurau’, su nuevo filme dirigido junto a Juliano Dornelles tiene también una fuerte carga social y política pero es una película completamente diferente a su antecesora, un relato en clave de western ambientado en un ficticio pueblo que parece ir sobre una historia de ciencia ficción para terminar siendo un thriller tenso y lleno de sangre.

La historia se ubica en un futuro cercano, en un pequeño pueblo perdido en Pernambuco, Teresa (Bárbara Colen), regresa a su pueblo natal para acudir al velorio de su abuela, Carmelita (Lia de Itamaracá), la matrona del pequeño poblado querida por todo el pueblo, excepto por Domingas (Sônia Braga), en lo que parece anticipar un drama rural.

Pero de a poco la información proporcionada hace virar el relato hacia un destino un tanto incierto, los pobladores de a poco se sienten amenazados sin saber bien de que, al notar que su pueblo no aparece más en los mapas ante lo que aparentemente sería una amenaza venida fuera de este mundo, pero sucede un crimen y aparecen unos enigmáticos y violentos extranjeros liderados por Michael (Udo Kier), al parecer solapados por el gobernador del lugar (Thardelly Lima), quien busca ser reelegido tratando de enmendar su mala gestión de manera patética, pero el pueblo no está dispuesto a dejarse pisotear.

Con una acertada combinación de géneros, del ya mencionado western al thriller de ciencia ficción que por momentos recuerda títulos como ’Body Snatchers’ o ‘They Live’ de Carpenter, la película de Kleber y Juliano contiene una fuerte representación de la realidad social de Brasil, sometido ante el virulento arribo de un gobierno de derecha poco sensibe con los problemas de los más necesitados, en una película que en su realización anticipó la situación ante la llegada al poder del gobierno de Jair Bolsonaro.

Los directores se valen de los géneros cinematográficos para representar a un pueblo golpeado por la mezquindad de los representantes de su gobierno y la codicia sin límite de entidades extranjeras que buscan explotar los lugares sin importarles nada más que su propio beneficio, una película que se presenta oportuna con un gran aprovechamiento de las posibilidades del lenguaje cinematográfico.

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La adaptación de videojuegos al cine ha sido bastante desafortunada, si a esta tendencia añadimos que se trata de un videojuego creado en los años 90, y cuyo primer tráiler desató la furia de sus seguidores por la apariencia del famoso personaje, la expectativa estaba en un nivel muy bajo.

Pero la versión cinematográfica del veloz erizo azul es una verdadera sorpresa, se trata de una película infantil que funciona como un ligero entretenimiento sin mayores pretensiones y que presenta una historia ya muy vista, pero narrada con gracia y encanto.

La historia nos narra el origen de Sonic, su llegada a la Tierra y la manera como sobrevive en un pequeño pueblo de los Estados Unidos manteniéndose al margen de la vida pública, oculto en las sombras, desde donde observa el día a día del lugar sin poder involucrarse.

Pero una tarde tras sentirse terriblemente solo, ocasiona un grave apagón por lo que el gobierno contrata los servicios del Dr. Robotnik (Jim Carrey), un científico con una tecnología avanzada que buscará cazarlo y estudiarlo, mientras Sonic en su huida descubrirá por primera vez el significado de la amistad gracias a la ayuda del policía local Tom Wachowski (James Marsden).

Lo que inicia como una típica película animada infantil, con alguna dosis de comedia y apegada a una fórmula ya muy trillada, de a poco empieza a convertirse en una especie de buddy movie, en la que la improbable amistad entre un policía de un pequeño pueblo y un erizo azul muy veloz florece, ante la amenaza del villano en turno, un Jim Carrey desatado, como en sus mejores tiempos, quien añade el tono preciso a su personaje que se convierte en el complemento ideal de una película que se sobrepone a su fórmula con nobleza.

‘Sonic, la película’ termina siendo una agradable sorpresa, un eficaz entretenimiento, con un buen acabado, aceptables interpretaciones que, más allá de leves traspiés en su inicio y de su previsibilidad, triunfa al centrar el desarrollo de su trama en la entrañable relación de amistad que se gesta entre el policía y Sonic, en el eficaz guion con diálogos y chistes puntuales, efectos visuales aceptables que la vuelven una buena opción de diversión para los chicos y para los adultos también.

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Pasada la euforia que causó el J-horror con películas como las que componen las sagas de ‘Ringu’ y ‘Ju-on’, sin duda las más famosas, con sus secuelas, versiones norteamericanas e incluso absurdos crossovers entre ambas, la noticia de una nueva versión de ‘The Grudge’ no parecía generar las mejores expectativas.

Bajo la producción de Sam Raimi, un conocedor del género, y la dirección de Nicolas Pesce, que cuenta con un par de interesantes antecedentes, este reboot de la furiosa maldición, más que reciclar las viejas ideas de la original, propone darle continuidad a ese “universo” generado en las películas japonesas, haciendo una acertada traslación de la historia, de territorio nipón a los Estados Unidos.

Es el año 2006, tras sufrir una irreparable pérdida, la detective Muldoon (Andrea Riseborough) ha solicitado su traslado, siendo su primer día junto a su nuevo compañero, Goodman (Demián Bichir), deben iniciar la investigación de un cadáver descubierto en el interior de un auto en una zona boscosa, Los datos la llevan a investigar los hechos sucedidos en una casa en la que han acontecido diversos hechos sangrientos en los últimos dos años, que parecen estar conectados con los sucedidos años atrás en una casa en un barrio de Tokio.

Esta nueva versión de Pesce conecta de inicio la historia con la trama de las películas originales, las japonesas y la primera norteamericana, todas dirigidas por Takashi Shimizu, a las que hace guiños muy específicos, pero de los que no abusa, llevando esta nueva versión hacia nuevos rumbos y con una personalidad propia.

Las diferencias con las películas previas son diversas, el principal, Pesce rompe la línea de tiempo, para hacer un recorrido por tres familias a las que la maldición afectó del 2004 al 2006, hasta hacer un reordenamiento final siguiendo al personaje de Andrea Riseborough, los fantasmas no son más los de Kayako y Toshio, y la historia si bien pertenece al horror, tiene ahora un fuerte componente policíaco, perfectamente tramada por Pesce y contando con un sólido elenco que se luce y en el que destacan, además de Riseborough y Bichir, nombres como Lin Shaye, Betty Gilpin, Jacki Weaver y John Cho.

Si bien Pesce busca generar climas y tensión, y lo consigue, por momentos abusa de los golpes de efecto o jump scares, pero por otro lado, el interés principal no está en lo sobrenatural, que en las versiones anteriores atacaba por lo regular a personajes de manera individual, sino que en esta versión, la furia de la casa arrasa con las familias completas de las víctimas, añadiendo lecturas diferentes, más allá del mero susto, y otorgándole un cierto tono más oscuro y desesperanzador que a sus antecesoras.

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‘Loco por ti’ es una producción mexicana destinada al público latino de los Estados Unidos, es por ello que muchas de las decisiones tomadas no funcionan, ya que al momento de estrenar en México (una semana antes que en EEUU), se ha decidido cambiar el título original (‘Las píldoras de mi novio’) y exhibir solo copias dobladas, cuando la versión original está hablado en inglés y español al contar con un reparto internacional que incluye a Brooke Shields y Jason Alexander, entre otros.

Toda la película, que dirige el argentino Diego Kaplan, quien dirigió también la esperpéntica pero al menos simpática ‘Desearás al hombre de tus sueño, es una acumulación de situaciones que rozan el absurdo, algunas visualmente muy pensadas y otras, la mayoría, filmadas como si fuera televisión, lo que simplemente refuerza esa sensación de no entender que tipo de producto quisieron hacer.

La historia inicia con un prólogo en el que el personaje de Sandra Echeverría, Jess, ejecutiva en una empresa tequilera en California, está cenando con el que parece ser su novio, en un acto preparado para entregar el anillo de compromiso, lo que resulta en un desastre en donde, entre otros infortunios, Jess pierde una cantidad considerable de cabello al enredarse en el un dron. De ahí pasamos a ver a Jess acongojada por su fracaso amoroso, tirada en su cama de agua fumándose un porrito, pero se queda dormida el colchón se rompe y el agua sale.

¿Qué pasó con el cabello que perdió? No se sabe y no importa. ¿Qué pasó con el asunto del colchón? Siendo una comedia esto podría dar lugar a un buen gag pero no, la escena corta justo antes del desastre que sirve únicamente como pretexto para que Jess acuda a una tienda a comprar un colchón nuevo, donde terminará conociendo y posteriormente, enamorándose del dueño, Hank (Jaime Camil), a quien invita a los pocos días de conocerlo a un viaje de trabajo a una isla, él duda ya que padece varios trastornos por lo que debe estar todo el tiempo sobre medicado, pero decide ocultárselo a Jess y acepta. Solo que al llegar se percata que no ha llevado su dotación de píldoras, lo que lo meterá en una serie de situaciones complicadas.

Para cuando los personajes llegan a la mencionada isla, el espectador espera que alguno de los elementos clave que promete la película hagan presencia, bien el romance o la comedia que se promete en la descripción de los géneros, pero no, el romance nunca aparece, la relación entre los personajes es mal llevada y solo viajan juntos porque el guion así lo establece, pero no se percibe ningún sentimiento entre los personajes y, para peor, la química entre Echeverría y Camil es nula. Por otro lado, la comedia aparece brevemente en las escasas apariciones de Mónica Huarte, que no suman ni los 10 minutos, y es sobre Camil, quien es además uno de los productores, sobre quien se recarga la totalidad de los intentos de comedia que no llegan a funcionar, pese a los vanos intentos del protagonista en su habitual registro sobre actuado.

Para colmo, la producción no sabe bien que hacer con el paquete que han comprado sin querer y sin tener buena idea de qué hacer con el, es decir, la compleja temática de los trastornos mentales, que son tratados de manera irresponsable y superficial, en una película con muchas malas decisiones, un doblaje penoso y carente de humor, lo que la vuelve por demás aburrida.

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“Papicha” es como se les dice a las mujeres jóvenes en Argelia, y es e título también de la primera película de la directora argelina con residencia en Francia, Mounia Meddour.

La historia se ubica en los años 90, momento complicado para las chicas que viven en Argelia ante un gobierno cada vez más autoritario que empieza a implementar un islamismo extremo, en un período conocido como la década oscura.

Nedjma (Lyna Khoudri), es una joven que junto a su grupo de amigas quiere salir de noche y divertirse, pero para ello deben tener demasiados cuidados por si son detenidas en algún retén, ella estudia letras francesas, le encanta la música y sueña con diseñar ropa, por lo que aprovecha sus salidas para vender sus propios diseños junto a sus amigas en la discoteca que frecuentan.

Pero a diferencia de sus amistades o conocidos, Nedjma no sueña con abandonar su país sino por el contrario, tiene la esperanza de que la situación cambie y se le permita cumplir sus sueños en su propia tierra.

Esta primera película de Meddour narra el proceso que deberán vivir chicas como Nedjma y sus amigas, de ser unas jóvenes rebeldes e inconformes con la situación en la que viven, donde deben defender su derecho a estudiar otro idiomas en una situación donde el riesgo llega a ser perder a vida, a convertirse en mujeres que crean una conciencia del horror que se vive en su sociedad, que las lleva a replantearse el como seguir con su vida.

Meddour logra una película llena de vigor y emotiva, que se torna necesaria en un momento como en el que vivimos, donde las mujeres han decidido levantar la voz ante los innumerables atropellos que suelen soportar, y a pesar de ser una historia ambientada en un país lejano que ha sufrido un cambio en el tiempo transcurrido, es un tema lamentablemente vigente em otros territorios y que encuentra muchas similitudes con problemas que nos son más cercanos.

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Richard Billingham es un fotógrafo inglés que se volvió conocido gracias a su libro de fotografías “Ray’s A Laugh”, en el que plasma la realidad de su vida familiar cuando era apenas un adolescente, en un entorno inconveniente para cualquier ser humano, de que quiso dejar constancia para nunca más vivir en ese estado cuando fuera mayor.

Ahora siendo un adulto traslada la historia de su familia al cine, en un formato de ficción en el que complemente lo que para él debe representar una forma de exorcizar esa terrible etapa de su vida en condiciones complejas para un adolescente y un niño, como o era entonces su hermano.

Él y su familia vivían en un suburbio de Birmingham en una casa en condiciones insalubres y sobreviviendo gracias a la asistencia social, la película narra la etapa justo anterior a que Richard elaborara su conocido registro fotográfico.

La película está ‘filmada en 16mm por lo que su visualización en pantalla es a través de un cuadrado, que refuerza esa sensación de incomodidad y opresión de los jóvenes adolescentes, en un registro que trata de imitar la textura de las fotografías, en este caso a cargo de Dan Landin.

La historia inicia cuando su padre ya es un hombre mayor, enfermo y que vive sólo en un diminuto departamento plagado de moscas y otros insectos, con apenas una pequeña ventana, dónde día a día sigue una penosa rutina que inicia temprano bebiendo vaso tras vaso de un vino nada apetecible. La película se centra, a través de varios flashbacks, en mostrar la dinámica que seguían sus padres, mostrando la etapa de la niñez y adolescencia de Richard y su hermano menor, en una etapa marcada por el gobierno de Thatcher.

La película es compleja y dura de ver, pero lo mejor reside en que no se trata de un ajuste de cuentas de un hijo contra sus progenitores, sino una detallada radiografía de una etapa donde al director le tocó crecer, no centrándose en subrayar lo terrible que pudo haber sido, sino moviendo a una reflexión desde una mirada melancólica y desoladora.

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La nueva película de la realizadora danesa May el-Toukhy aborda una compleja historia, pero siempre desde una mirada justa y sin recurrir a estridencias, en un reato que crece en intensidad conforme avanza.

La protagonista de la historia es una mujer madura, casada y con 2 pequeñas hijas, Anne (Trine Dyrholm), abogada de profesión que defiende a víctimas de abusos sexuales, que vive con su familia en una moderna casa, casada con el prominente físico Peter (Magnus Krepper).

La calma y paz del hogar se ve trastocada cuando llega a vivir con ellos Gustav (Gustav Lindh), un joven de 17 años, hijo de Peter de un matrimonio anterior quien llega desde Suecia, que se incorpora al núcleo familiar convirtiéndose en un factor de cambio de la dinámica familiar, especialmente para Anne.

La directora aborda y controla con solidez narrativa una historia que de ser en un principio un drama familiar se va convirtiendo en un thriller que enfrenta a un joven menor de edad con una mujer mayor en una apasionado juego, narrado con buen pulso.

El relato por momentos parece desbordarse, pero el buen trazo del personaje de la mujer madura consigue contener el melodrama de un personaje que se va conflictuando y cayendo en delicado dilema moral, que lleva a la película a volverse por momentos un tanto perturbadora, pero la destreza de la realizadora y la gran interpretación de Dyrholm la vuelven toda una experiencia.

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