6 Críticas de los usuarios

Es increíble como puede desestabilizar en 40 minutos Gaspar Noé, qué capacidad asombrosa tiene para sacar lo peor y más inmundo que posee el hombre en sus entrañas. Con Carne comenzó la odisea del carnicero francés que luego continuó en Solo contra todos, un tipo desquiciado, atormentado y con un deseo lascivo y enfermizo por su hija Cinthia. En un confuso episodio el carnicero casi mata a un obrero que creyó que había violado a la joven, por lo que sus huesos terminan de lleno en una cárcel, de donde sale peor de lo que entró. Sin mostrar una sola teta Noé nos adentra en la mente psicópata y pornográfica de un hombre que nació para ser nada, como la pelusa del ombligo. Y teniendo bien en claro que el director busca el impacto sin importar los medios, nos tortura con escenas escabrosas que provocan repulsión; pero sin nada explícito, al contrario, la sugerencia hace que el asco sea aún mayor. De todas manera se advierte en el comienzo al espectador que hay escenas muy crudas y háganle caso (la del caballo es brutal). Como preludio de los films que vinieron después Carne es un trompazo en el estómago sin la mínima piedad. Como película es una bisagra que marcó al cine con sangre, sudor y semen. Nunca nadie se adentro en las aguas más podridas del animal que hay dentro nuestro como Gaspar Noé. Y alguien alguna vez lo tenía que hacer.

Cruda, brutal como la sangre cuando salpica; realidad o ficción, sinceridad subjetiva; Aterradora, pesadilla consciente; Enajenada, Contemporanea.
Sería absurdo tratar de comentar el film, ha de comprenderse por si mismo. Con él, Gaspar Noé firma su primera semi-obra maestra (La completa con Solo contra todos).
Me recuerda a Haneke, y quizás por ello me fascine. Más perturbador, agresivo, explicito,... pero el resultado es excelente. Posé la técnica del virtuoso, la seguridad del maestro, la pausa más precisa en su metraje caótico.
Esto es cine guiado soberbiamente hasta el extremo. Potencia.

Un hotel con un diálogo sobreimpreso, carne de caballo siendo desgarrada por cuchillos de modo atroz y platos que exponían esa carne siendo cortada con empeño y engullida ante planos que sólo mostraban medio rostro. Así empezó la carrera cinematográfica de Noé, indicando que el inconformismo, la contradicción de lo formalmente correcto y lo visceral, sobre todo lo visceral, tomarían parte de un legado que indicaba que nada volvería a ser igual en la vieja Francia.

Un nacimiento, un abandono y un personaje que huía de toda aceptación, alejándose a pasos agigantados de la sociedad y siendo interpretado por el que parece haber resultado un emblema para nuevas generaciones y nuevos cineastas, Philippe Nahon, construían en "Carne" el que ha resultado ser su discurso hasta la más cercana y posterior "Enter the Void". Un discurso que indicaba hacía el mismo lugar: el colectivo ante unos personajes totalmente desaforados, que lejos de blandir argumentos y reflexionar en el propio film, actuaban mediante instintos primarios que han recorrido las entrañas del ser humano desde los principios, y que los impulsaban a cometer atrocidades mayores de lo que cualquier espectador habría podido imaginar.

La historia de "El carnicero", pues, nació mostrándonos a un personaje totalmente alienado y alejado de la sociedad que, al encontrarse con la única responsabilidad de ver crecer a una hija que ya no tenía madre, no hizo más que recluírse en su propio círculo. Por tanto, bien podría decirse que al medrar al lado de un personaje como "El carnicero", su propia hija creció absorta de esa realidad y, es precisamente ese hecho, el que ofrece tanto juego a "Carne", dejando sus virtudes meramente estéticas de lado, y otorgándole a la obra de Noé un fondo que se logra de un modo tan sencillo como empleando una voz en off y dos interpretaciones para quitarse el sombrero. A Philippe Nahon ya le conocemos todos, ese tipo con un rostro curtido y unos rasgos que le hacen parecer el fascista que realmente interpreta, y que nos sumerge en su papel como si nada, pero es que al otro lado, y con tan sólo unos minutos en pantalla, uno llega a creer en Blandine Lenoir como esa muchacha indefensa que vive lejos de la realidad y no sabría como reaccionar ante una situación concreta.
Es así, pues, como nace no sólo una relación que daría lugar a uno de los personajes más inquietantes que ha ofrecido la cinematografía francesa en muchos años, sino también un cine temperamental y cuasi vehemente que se gestaría desde un pequeño hotel en Porte de la Vilette. Un pequeño hotel a partir del cual ya nada sería igual para muchos.

Después de dos cortos que pasaron sin pena ni gloria...el tercer trabajo del gran Gaspar Noe comienza a fecundar en este mediometraje. Es en "Carne" que su estilo comienza a formarse.

En nivel primario podríamos decir que Gaspar NOE es incomodidad...sordidez , asquerosidad. Es ese lado en el que nadie quiere estar ni entrar pero que existe. Crudeza y temas delicado. Es lo primario que se me viene a la cabeza cuando pienso en Noe.

Lo secundario , y por decirlo de alguna manera lo técnico , sería el juego de paleta de colores que decide utilizar. El juego de cámaras (aunque no se mueve mucho realiza movimientos rápidos muy interesante), el juego musical..es decir el componente cinematográfico en sí. Los títulos que acompañan la historia surgen aquí y que acompañaran al director en su filmo grafía consecutiva.

Carne es un relato crudo y lleno de simbolismos que agudicen la asquerosidad que rodea a este carnicero.

Sé fuerte. El hombre que susurraba a los caballos.
Extrañeza. Brutalidad. Humor. Morbo. Barbarie. Cinismo. Sordidez (a espuertas). Ternura. Existencialismo. Depresión. Belleza. Poesía (o ansí). Pulp. Terror.
Es Henry: Retrato de un asesino, Yo, Pierre Rivière... de Foucault, es Herzog (desconexión en las afueras de la realidad o del mundo), es Lynch (pulsiones, placer pop malsano turbador celebrativo macabro macaco creativo asociativo enfermizo juguetón), es Jarmusch (sequedad nipona samurái, leve en su despojada marciana esencialidad), es Chabrol (rojo, el carnicero, el crimen, el espanto, lo negro, la ironía), Houellebecq (enciclopedia del dolor, la agonía y la no liberación, estoy en crisis perpetua, El extranjero, o sí o más bien no), y seguramente Jodorowsky (iconoclastia, metafísica tan materialista, juego), y posiblemente Arrabal (patafísica, epatar al burgués, desconcertar al personal), y también Delicatessen (fechada curiosa casualmente el mismo año que la que ahora nos ocupa, viñetas de cómic francés, los espacios reducidos, esos cuartos oscuros, esas casas grimas, esas paredes tétricas, el color de foto vieja como quemada a fuego lento sepia), el cine mudo de los años veinte, El fantasma de la ópera y sus fantasías sicalípticas violentas, o el de Hitchcock de aquella época y su submundo y los Coen y sus tarados santos inocentes personajes buscando infiernos sin siquiera saberlo o ser nada conscientes de todo ello.
Son todo virtudes contrastes y gozos, valentías (cinematográficas formales) y miserias (vitales humanas), iluminaciones infernales, hallazgos y disfrutes, un regalo para (casi) todos los anormales, los únicos que realmente merecen disfrutar del paraíso en la tierra, claro, pero tal vez pesa ese regodeo o complacencia Ripsteiniana Bukowski Chinaski adolescente descerebrada en la cafrada lírica atroz macha mirada que la tengo la más larga, minuta pecata, gozadera, vaya pasote o pasada.

Gaspar Noé, siempre provocador, logra una combinación visual más que atractiva en esta cinta malsana que cuenta la relación entre un carnicero y su hija autista. Brutal, en ocasiones, interesa desde el primer minuto hasta el último. Una propuesta muy en la línea del director francés, en la que se adivina lo que vendría más tarde en forma de película más armadas y menos retóricas que esta, que parece casi una película de arte y ensayo. Más que interesante, notable.