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Ocurre a veces que, buscando una cosa concreta, encuentras otra todavía mejor. Esto es lo que me pasó a mí hace dos años cuando me topé con ‘Vida’ casualmente. Una historia sobre dos hermanas muy diferentes que tienen que hacerse cargo el bar que su madre les legó tras su muerte. Una madre ausente la mayor parte de sus vidas es ahora la encargada de proporcionarles un mecanismo de unión y de enraizamiento con su comunidad. Estamos ante una serie diferente que trata de aunar la modernidad con los orígenes costumbristas mexicanos de ambas protagonistas, mezclando dialectos, criticando las situaciones a las que se enfrentan los indocumentados o simplemente proporcionándoles un lugar seguro a todas esas personas que carecen de un lugar seguro en la vida. La defensa del colectivo LGTBI, la defensa del origen, de las raíces, la denuncia de la gentrificación de los barrios pobres, la representación de las frustraciones, del sexo, de los errores y victorias, de la muerte, la discriminación y la violencia por ser quién eres son los temas recurrentes. Una absoluta lección de vida y amor tan real como palpable. Tras tres excelentes temporadas llega a su fin, porque se tenía claro la historia a contar y cómo contarla; aunque echaré de menos a Emma y a Lyn (magníficas Mishel Prada y Melissa Barrera) toda mi vida, creo que es el mejor final posible para ambas. Pero esto no es un final, simplemente es un punto y seguido, el punto de partida para la creación de otras series que abracen su cultura de una forma tan hermosa, delicada y detallista como se ha hecho en ‘Vida’. A destacar también la maravillosa BSO, eligiendo con mimo cada canción acorde, descubriéndonos otros artistas no canónicos pero fascinantes.
Una de las series más frescas y originales que he visto nunca (y os puedo asegurar que he visto muchas).