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57 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
8
La culpa que busca culpables
Hace mucho que no veía una película tan sincera, sin prejuicios, pre conceptos, ni arquetipos; los personajes se van descubriendo uno a uno de principio a fin, justificando las dos horas diez minutos de duración. Frescura, eso es lo que caracteriza mayormente este nuevo trabajo de Asghar Farhadi, director de la ganadora al Oscar como mejor película de habla no inglesa, ‘La separación’. Puntos de contacto entre ‘El pasado’ y ‘La separación’ varios: el choque cultural, niños envueltos en situaciones de adultos, una mirada reflexiva sobre las relaciones amorosas, temas como el divorcio, el orgullo, la verdad y el perdón. También, la manera de narrar: esa forma de imbricar elementos y momentos de la trama como un tejer de telarañas; la forma narrativa como medio y como fin, donde el final no importa, se deja abierto para que complete el espectador a gusto.

Ahmad (el personaje más entrañable, lejos) llega al aeropuerto y, desde los primeros planos, insonoros por el vidrio que lo separa de Marie (el personaje menos entrañable, lejos, interpretado por la argentina Berenice Bejo, la protagonista de otro film galardonado, ‘The Artist’), se pone en juego uno de los grandes temas de la película: la comunicación (o la dificultad de). Un tema que atraviesa a todos los personajes y a todas las relaciones entre ellos: entre adultos, entre niños y entre adultos y niños/adolescentes. Ahmad es el (ex)marido de Marie y viene a firmar el divorcio, ya que ella va a casarse con otro hombre, Samir. Marie tiene dos niñas, la adolescente Lucie y la pequeña Lea, de distintos padres (ninguno es Ahmad) y Samir sería su tercer matrimonio, quien a su vez tiene un hijo pequeño, Fouad, cuya madre (esposa de Samir) se encuentra en coma por intento de suicidio. Así de complejo, así de disfuncional. En este sentido, el divorcio es lo de menos en términos de ruptura institucional (a diferencia del film ganador del Oscar), aunque al principio Farhadi lo usa como elemento importante, para luego ir develando el fondo del asunto (varios asuntos en realidad).

Por un lado, la tensa relación entre Ahmad y Marie: sentimientos reprimidos al borde del colapso, muchas miradas y pocas palabras producto de un pasado que dejó cosas pendientes, despecho y vacío. El vacío que viene a ocupar Samir, quien a su vez intenta tapar el suyo, el que dejó su esposa en coma. Ni más ni menos que las decisiones equivocadas (o no) de la vida real, de las personas complejas que somos, con carencias, necesidades y miedos, impulsivos, errantes, masoquistas, egoístas y haciendo lo que podemos (y no lo que queremos por lo general) para conseguir el fin último y más importante: la felicidad o, al menos, el alivio.

Por otro lado, los niños en situaciones adultas. Como en ‘La separación’, un tema al que vuelve el director, esta vez, de alguna manera, más al extremo. Fouad es el personaje más sobresaliente en este sentido, de aquí para allá, de casa en casa, escuchando todo, asimilando la mayoría, entendiendo poco (o eso es lo que creen los adultos). Es el abandono de la inocencia, el despertar de la conciencia, la furia contenida, la comunicación imposible (no por nada dicen que la etapa más estresante es la niñez).

Con otra edad tenemos a Lucie, en una etapa de mayor rebeldía, con plena conciencia y en el despertar de la moral adulta (odiosa e inevitable) que juzga, sin entender del todo (dada la inexperiencia): la adolescencia. Es un personajes clave porque es quien guía la telaraña luego de que el tema del divorcio pasa a segundo plano. Primero, pone en escena el tema de “decir la verdad”, no como elemento aleccionador, sino como elemento liberador. Que cierto (y que acierto, y que bien narrado): es preferible decir la peor verdad antes que vivir atormentado por el secreto. Y qué cierto es que elegimos muchas veces lo segundo. Es también ella quien desata el interrogante que pone en jaque a Marie y a Samir, su relación y su futuro, y quien ingresa el elemento más perturbador del film: la culpa. La culpa que busca culpables (que es la peor), la que desespera a Marie y Samir, la que los impulsa a seguir buscando un motivo que los alivie. La culpa que busca culpables por no afrontar las decisiones tomadas y hacerse responsables. La culpa que carcome, aún cuando no hay nada malo en el amor pero sí en las formas, inculcadas o no, que lastiman a otros.

www.quecinemirar.blogspot.com
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48 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Familia en recomposición
Después de la asombrosa y genial "Una separación" mis expectativas ante la nueva película de Asghar Farhadi eran muy altas. Sabía que mejor no podía ser puesto que "Una separación" es una auténtica obra maestra y lo único que pretendía era que por lo menos nos deleitara con unos personajes bien trabajados, con una historia bien construida y bien hilvanada y con alguna que otra sorpresa sobre la marcha.

Y la verdad es que no si uno va a ver esta película con estas expectativas no decepciona para nada. La situación familiar que se nos presenta es terriblemente compleja y cada uno de los personajes trata de sobrellevarla (que no confrontarla) como puede y esto no hace sino empantanar aún más la ya de por sí insostenible realidad. Y en esas llega Ahmad que haciendo las preguntas adecuadas y obligando a que todos miren la realidad tal y como es logra desenredar poco a poco la madeja sólo para ver como se van formando nuevos nudos.

Y es que nos vamos dando cuenta de que cada personaje no hace sino buscar culpables en otros lo que les impide ver su parte de culpa y así poder reaccionar de forma constructiva ante los problemas. Y ahí es donde reside el genio narrativo de Asghar Farhadi que logra pasearnos por este torbellino de sentimientos sin caer en sentimentalismos y sin desvelarnos nunca demasiado de golpe ya que cada escena, cada discusión es importante y contribuye a tejer un nuevo retrato de familia que termina por deshilachar todo lo que dimos por sentado al empezar a ver la película.

Así pues no es una obra tan mágica como "Una separación" pero reúne todos los elementos para construir una cinta intrigante, sutil, reveladora y tan compleja que no nos permite un segundo de relajación. Y francamente, se agradece.
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44 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Las ricas y sutiles ramificaciones del amor, el desamor, la culpa y el destino titubeante
Excelente cinta que se desgrana como las capas de una cebolla: en apariencia trata sobre el mero legalismo formal de sellar el divorcio de un matrimonio que ya terminó hace algunos años, pero que por el camino ofrece un retrato intenso, rico en matices y texturas, lleno de ambigüedad y nada maniqueas tonalidades sobre lo que nos une y desune en las relaciones de pareja, los conflictos paterno filiales, las divergencias en cómo percibimos e interpretamos nuestra vida, en cómo experimentamos el amor, su consumación, su manifestación, su disolución, sus ecos, sus bifurcaciones, sus contradicciones, su intensidad, su desolación. Y el poso vital que todo ello deja en un mundo complejo lleno de paradojas y desavenencias donde el amor no solo es locura y éxtasis, sino mucho más y mucho más complejo.

La superficie de las cosas y de las relaciones humanas nos ofrece un complejo mosaico de vínculos, querencias y afectos que no caben en una frase ni se pueden resumir con palabras, sólo queda vivirlo como mejor podemos, sabemos y nos esforzamos, quedando siempre cabos sueltos, dudas, sospechas, interpretaciones, venganzas planeadas y no siempre consumadas, desengaños y dolor. Y ganas de vivir y salir adelante y poner algo de nuestra parte para hacer más llevadero este valle de lágrimas y sinsabores que todo lo anega a poco que no seamos ágiles y no prestemos la suficiente atención. Porque sobre todo es una película que mima los detalles, que ofrece una gama de matices y pormenores que por su finura y riqueza nos deja perplejos porque nos vemos descubiertos, reconociendo en cada gesto un pozo de verdad y un caudal de potenciales lecturas.

Hace tiempo que no se veía tanta hondura y tanta verdad resonando y reverberando en las imágenes de una cinta compleja pero diáfana, adulta en el mejor sentido, tersa y dúctil como la vida misma. Quizás no sea para cualquier paladar, quizás el exceso de preguntas sin respuesta y la sobriedad del desenlace despiste a más de uno, pero estamos ante una de las grandes propuestas cinematográficas actuales, llena de talento y capacidad de sugerencia y riqueza temática. Los actores están soberbios y sus personajes rezuman credibilidad a mansalva. Y la dirección es portentosa, con un plano secuencia final antológico que sabe extraer, sin palabras, las dificultades de vivir la vida en toda su anchura y dolorida luminosidad. Un portento que los amantes del cine no debieran de perderse en ningún caso. Prodigiosa.
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28 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Farhadi y Juan Solo, una separación
Salgo algo chasqueado de ver el estreno de la primera película europea del director de “Nader y Simin”. Las expectativas, lo reconozco, estaban muy altas, y no tanto por la calidad de los dos últimos trabajos de Farhadi. “Le passé” tiene un arranque francamente prometedor que al final se queda en casi nada. El cineasta repite el esquema de su anterior y oscarizado trabajo llegando a calcar situaciones y personajes. Pero esta vez no consigue calarme y la emoción no me alcanza; los personajes de su nueva historia me resultan tan antipáticos y tan estirados que apenas me preocupa lo que pueda llegar a pasarles.

Al igual que en “Nader y Simin”, en “Le Passé” es una ruptura matrimonial la que desencadena todo. En aquella ocasión, el drama evolucionaba de una manera sutil y progresiva hacia el cine de género, un thiller de tintes judiciales y una intriga apasionante. El espectador occidental contaba además con el aliciente de que el film estaba ambientado en el actual Teheran, con lo que se topaba de paso con algunos interesantes datos de la cultura y la sociedad del país del director. Aquí, desde luego la transición se produce de manera más brusca, y Farhadi nos lleva de cabeza al terreno del culebrón más desaforado. Hay cada vez más gritos y menos susurros en un drama que termina descalabrado. Farhadi se encarga de crear una tensión - ¿puede haber algo más incómodo que compartir el mismo techo con tu ex y su futuro cónyuge?- pero finalmente esa tensión no cristaliza. Demasiadas vueltas en redondo en torno a lo mismo para cuadrar un guión que termina siendo pesado y repetitivo (¿cuántas veces los personajes dicen que se van, y se van, y se van, y no se han ido?)

Y es que de lo que se trata es de decir que uno no puede encarar el futuro cuando el pasado te asfixia y te aprisiona la mano. No me convence la alabada interpretación de Berenice Bejó a la que noto demasiado gritona y melodramática (con lo guapa que estaba calladita en “The Artist”). Tahar Rahim, el famoso profeta de Audiard, no me da ni frío ni calor, y algo más de empatía siento por el personaje que defiende Ali Mustafa (¿un alter ego del director?). Lo que está claro es que a raíz de esto, entre Farhadi y yo ha surgido una pequeña crisis, espero que momentánea. El futuro dirá si finalmente se confirma o no el divorcio.
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22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Sencillamente perfecta
Tal vez una buena manera de empezar estas líneas sea recordar que lo que importa no es tanto lo que se cuenta sino cómo se cuenta. En manos de cualquier otro director esta película sería apenas un mediocre melodrama televisivo, pero Ashgar Farhadi hace de ella una obra de arte. A mí al menos me mantuvo atado a la butaca durante las más de dos horas- si no recuerdo mal- que duró la proyección. El truco del embrujo probablemente esté en los detalles- y en esto Farhadi es un maestro- ya que si nos atuviéramos a la trama en sí, lo más probable es que despertáramos de golpe, de puro disparatada. Pero los diálogos son casi perfectos y los personajes parecen salirse de la pantalla, de puro vivos. Los detalles técnicos los dejo para los entendidos...
En resumen: una gozada.
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15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Somos lo que hacemos y lo que hemos hecho
Lo de que el pasado, pasado está, y agua pasada no mueve molino... Pues no siempre es así. Todo lo que vamos haciendo repercute en quiénes somos, y el presente lleva la carga del pasado. A menos que uno sufra una amnesia severa y empiece desde cero una nueva vida totalmente distinta, portamos el bagaje de los años, de la memoria, de los recuerdos. Y hay actos irreversibles que no se pueden dejar atrás.
El iraní Farhadi ha rodado en Francia un drama sobre una familia disfuncional, en ese estilo sencillo, directo y sin florituras que tanto está en aumento. Sin banda sonora ni un despliegue técnico apabullante. La fotografía no incluye vistas grandiosas y la escenografía no pasa de los interiores corrientes de un par de casas llenas de los tiestos típicos que las familias acumulan, unas cuantas calles, una farmacia, una tintorería, un hospital y algún recorrido en coche.
Esta sencillez del envoltorio técnico, aparte de dar una impresión de identificación con ese ambiente del ciudadano medio del que tiene que hacer malabares para llegar a fin de mes (cualquiera del montón puede tener, con mucha suerte hoy día con la que está cayendo, ese tipo de casa, ese coche y alguno de esos empleos), acerca al espectador y lo hace cómplice, haciendo que se centre en lo que destaca en esta película, que es el tratamiento de los personajes y cómo van aflorando, al tirar poco a poco de la cuerda, conflictos, traumas, malentendidos y culpas. Si los actores adultos actúan francamente bien, los niños no se quedan cortos. Es un drama en el que hay que elogiar la labor de los más jóvenes y pequeños, porque me admira que un niño de pocos años, el que hace de Fouad, sea capaz de meterse en su papel de esa manera tan convincente. ¿Cómo se puede fingir esa tristeza, esas rabietas, esa melancolía, esa rebeldía propia de un chico herido que quiere respuestas a cosas que no tienen fácil respuesta, sin que se note que está actuando? Pues lo logra con creces.
Ali Mosaffa, entre el plantel adulto, tiene el rol más difícil. Desde que hace su aparición en el aeropuerto, captas su esencia amable y generalmente comprensiva incluso en medio de las tormentas. Sabe escuchar, tiene buena mano con los niños y es paciente. Tanto, que habiendo vuelto sólo para firmar el divorcio con su ex, todavía se implica en los problemas de ella y trata de ayudarla. Con ella he notado mucha menos empatía y no me ha simpatizado demasiado (en ello ha influido el ver a una embarazada fumando como un carretero, aparte de otros detalles muy chungos de su personaje). No he podido evitar pensar que él se merecía a una mujer más equilibrada y estable, y que acertaron al dejar la relación. O quizás es que no había otra salida posible. Parece que la muchacha no aguanta mucho con el mismo, y tiene a sus hijas en un vaivén de hombres que entran y salen (en la película se menciona que ha estado casada tres veces), con lo cual la hija mayor está un poco cansada ya de verlos pasar, de que ninguno se quede.
Para terminar de complicar el asunto, el último prometido de la neurótica madre no viene de rositas. Trae una losa bastante pesada sobre los hombros, y la atmósfera se ha estado enrareciendo. Cuando Ahmad, el anterior ex de Marie, se presenta para el divorcio, se encuentra con todo el marrón. La hija mayor de Marie, Lucie, de dieciséis años, está evitando a su futuro padrastro y tampoco desea ver a su madre, pasando el mayor tiempo posible fuera de casa. Y Fouad, el hijo de cinco años de Samir, el prometido de Marie, se porta mal y desobedece. Ahmad interviene y procura hablar con unos y con otros, siendo el agente catalizador. Y unas cuantas revelaciones irán saliendo.
Sí, a veces no se puede cortar así como así con el pasado, sobre todo si éste aún sigue vivo, latiendo en una cama de hospital.
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10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Retratar con sencillez la complejidad de las relaciones humanas
Tras arrasar en forma de premios en 2011 en occidente con la iraní Jodaeiye Nader az Simin (Nader y Simin, una separación), Asghar Farhadi llegó a Cannes en mayo del año pasado con una película de producción francorianí en cuya sencillez se respira su grandeza. Una película pequeña en su puesta en escena pero grande en matices que si bien se refuerza en una soberbia dirección, no menos elogios se merecen sus interpretaciones, uno de sus puntos fuertes que la llevaría a verse premiada con el premio a la mejor actriz, Bérénice Bejo, en el prestigioso festival galo.

En cuanto abarcamos el film se nos presenta a los personajes de forma minimalista, cruda y veraz, y los vamos conociendo tanto a ellos como el ambiente que los rodea, con el cual interactúan de una manera que logran fusionarlo con sus propias personalidades, sentimientos y estados de ánimo.

Se crea una atmósfera de tristeza, de descolocación en la cual se puede palpar la sensación de que ahí hay algo que no está bien. Poco a poco y con ligera sutileza se va abriendo un resquicio gracias a la llegada de Ahmad, que en cuestión de días ayuda a levantar un manto de negatividad del cual nadie se atreve a estirar para no encontrarse sumergido en un inevitable fatalismo existencial.

Tras conocer a todos y cada uno de los miembros que forman esta gran familia desestructurada, tanto física como mentalmente, y sin caer en melodramas adulterados (salvo en alguna pequeña ocasión), se abre en canal a los personajes para que vayan sacando todo elemento impuro de sus vidas tratando de luchar para conseguir sentirse mejores con ellos mismos y una vez conseguido esto se encuentren mejor en su relación con los demás.

Un guión calmado, férreo y sin fisuras, de ritmo pausado pero sin alargamientos artificiosos, logra la tensión en el espectador, que odia y compadece a los personajes mientras los acompaña en su odisea personal en busca de la felicidad.

En definitiva, estamos ante una película dirigida con mano firme, con un guión al que bien poco se le puede criticar y con unas actuaciones de lujo que bien supondrá una buena oferta para la cartelera del mes de abril para todos aquellos que quieran ver uno de los nuevos productos de calidad con la frescura de una historia realista tratada desde una perspectiva europea.

http://cinemonogatari.blogspot.com.es/
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12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Y esto es...la vida
Es toda una montaña rusa de emociones contadas de una forma magistral. Todos los personajes están perfilados con un cuidado exquisito y son capaces de llevarte por una historia y unos caminos que no dejan de sorprender y emocionar.

El director te va adentrando en la historia poco a poco y cuando te has puesto cómodo empieza a sacudirte una y otra vez hasta dejarte exhausto y dándote poco tiempo a largas recuperaciones. Y sin embargo todo fluye con una naturalidad asombrosa, no hay atropellos, todo ocurre cuando tiene que ocurrir y no antes, aunque lo haga estallándote en la cara. Tu cabeza y tu corazón van saltando de la razón a la emoción y entras en un torbellino del que no quieres salir.

Se nos enseña a la pareja, el final de las relaciones, el principio de otras, el papel que juegan los hijos en ellas y en la vida, el como los adultos pueden volverse egoístas hasta límites insospechados, el como los hijos son egoístas hasta límites insospechados, las relaciones de amistad, el amor, el odio, el rencor, la venganza, la culpa, las discusiones apasionadas, las reacciones irracionales y feroces, las reflexiones racionales, las heridas no cicatrizadas, las cosas no dichas en su momento, la falta de sentido de decirlas después, el sentido de decirlas después, el saber decir las cosas, el dialogar, el saber rectificar, la importancia de pedir perdón… se nos enseña, en definitiva, la vida con todas sus posibilidades.

Hacía mucho que una película no me tocaba tanto. Desde que vi en en el Festival de San Sebastián “La Herida” de Fernando Franco para ser exactos. Y “Le Passé”, si cabe, lo ha hecho más y más hondo.

Al final te quedas totalmente acongojado y con un nudo en la garganta (o llorando a moco tendido directamente, eso ya depende del pudor de cada uno) mirando esas manos entrelazadas del último plano, igual que mirabas las manos de Meryl Streep en los Puentes de Madison mientras sujetaban con todas sus fuerzas la puerta de esa camioneta…
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Entre dos hombres, entre dos mujeres
La nueva obra de Asghar Farhadi no está al nivel de "Nader y Simin, una separación", esa obra maestra con la que nos deleitó hace un par de años, pero que más da. La relaciones familiares y sentimentales vuelven a protagonizar su cine, que una vez más hace gala de una mezcla de géneros sorprendente y muy efectiva.

Bien cierto es que el argumento del film sería el idóneo para un culebrón venezolano, pero el talento de Farhadi lo convierte en una oportunidad ideal para realizar un estudio de varios personajes, que viven anclados en un pasado difícil de afrontar. La película bascula según el punto de vista que pretende ofrecer en cada momento, intercalando la perspectiva de cada uno de los tres personajes protagonistas.

El director iraní otorga a cada uno de ellos un nivel de intensidad diferente, para así poder manejar a tensión emocional a lo largo de todo el metraje; circunstancia que deberíamos tener en cuenta para comprender las interpretaciones de Mosaffa, Bejo y Rahim. Asimismo, utiliza un par de personajes con intención meramente instrumental (la hija mayor de Bejo y la mujer de Rahim), facilitando de esta manera el avance del argumento y la introducción de nuevos alicientes en la trama.

En definitiva, estamos ante una película brillante, en la que es difícil no entrar desde una secuencia inicial en la que el director muestra el que será el principal problema de sus protagonistas: la incominucación. Farhadi logra nuestra involucración emocional a través de una historia familiar, repleta de todos esos sentimientos que nos ortorgan la condición de seres humanos. "El Pasado" es ese tipo de películas que permanecen revoloteando en tu cabeza durante varios días, y que revela muchos de sus secretos con el análisis posterior; no la dejes morir después de los títulos de crédito finales.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
"En los mismos ríos entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos"
Este director es el rey de los dramas familiares. Experto en enmarcar cada acción de los personajes dentro de sus sentimientos; nada se queda sin soporte, todo acto y palabra transita y progresa acorde a las contradicciones y relaciones de los intérpretes.
Hay que saborearlo poco a poco porque lo que ocurre en su cine no es pura superficie. Historias singulares que excavan en las emociones de los individuos y entonces, te agitan y te enredan. Palpas la esfera envolvente y te vuelves creyente y cautivo de sus dilemas, acabas por querer relamer sus propias heridas.

El pasado siempre vuelve, todo cambia y todo queda.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Farhadi: Maestro de los Dramas Sociales
El Pasado (Asghar Farhadi)

El director de la aclamada cinta iraní “Nader y Simin, Una Separación” (2011), regresó este año con “El Pasado”. Un drama familiar sobre los secretos, el peso de la conciencia, los recuerdos, el olvido… y el pasado. Aunque este nuevo trabajo no alcanza el nivel de su anterior obra, tiene muchos momentos valiosos. Debo rescatar esa primera parte del filme, en donde Farhadi se reafirma como un maestro de los dramas sociales, al hilar de gran forma esta historia familiar, manteniéndote pegado a la pantalla, pendiente de todo lo que ocurre, casi al nivel de un filme de acción. Pero la acción e Farhadi es el mismo núcleo de sus personajes y sus dramas internos. En la primera parte veo mucha maestría. Posteriormente la trama cae un poco, se alarga quizás innecesariamente y hay algo que se pierde, aunque haya algunos momentos rescatables. Las interpretaciones son muy destacables, Bérénice Bejo, la ganadora del premio a Mejor Actriz en Cannes, hace una destacada interpretación, al igual que Tahar Rahim y Ali Mosaffa, en realidad todos están muy bien. Pero en general, el filme tiene un inicio impecable que no logra mantener a través del metraje, haciendo incluso pensar en ocasiones que el título del filme le queda un poco grande. Pero rescatando lo que me gustó: (6.5/10)
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7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
"El pasado murió"
Ahmad (Ali Mosaffa) regresa por unos días a París proveniente de Irán, su país natal, para firmar los papeles de divorcio con su esposa francesa Marie (Bérénice Bejo), de la cual tiene cuatro años de estar separado, en casa de ella se encontrará con una serie de problemas entorno a su nueva pareja Samir (Tahar Rahim) y Lucie (Pauline Burlet) su adolescente hija.

Le passé, como su título reza, escudriña precisamente en el pasado de sus protagonistas, en especial entorno a la relación entre Samir y Marie, incluso en el caso de Marie yendo más atrás, Asghar Farhadi logra establecer un guión sumamente sólido, muy bien manejado que se consolida aún más con una labor actoral soberbia, estableciendo una dirección de actores imprescindible, donde Bejo es la que más sobresale.

En términos generales estamos ante un film de un contenido sumamente fuerte e impactante, que se encuentra muy bien ejecutado, que no aburre en ningún momento por tener tantos entretejidos dentro de su trama, por lo que el interés por lo que vemos no decae en ningún momento, porque mucho va en la exploración de los personajes y sus acciones, repito, énfasis en Marie.

Realmente Le passé es un film donde afloran los sentimientos una y otra vez, el realizador iraní demuestra nuevamente ser uno de los mejores guionistas y realizadores de la actualidad, con obras demoledoras, llenas de drama en el contexto tanto de adultos como de niños y adolescentes que se ven envueltos en una vorágine de situaciones incomodas, un film excepcional.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
De fuera tenian que venir...
No creo que exista mejor forma de empezar este artículo que señalando que la pieza que nos ocupa supone el mejor estreno en territorio español en lo que llevamos de año (con el permiso de El lobo de Wall Street). Esto es, desde mi punto de vista, lo menos que merece una película en la que no logro encontrar fallo alguno, escena que no merezca ser situada al lado de lo mejor de Igmar Bergman; un relato, en pocas palabras, tan culpidor y perfecto como la muy reivindicable Secretos y mentiras, de Micke Leigh. Pues esta primera incursión en el terreno europeo por parte del director iraní Asghar Farhadi supone, por irónico que parezca, un nuevo insuflo de ideas narrativas en el terreno cinematográfico occidental, una lección de retrato de personajes pulido y completo, de plasmación de determinados conflictos entre relaciones humanas que afloran como resultado de un pasado desatendido y todavía por resolver. Una bella forma de unificar culturas aparentemente distintas: lo que Farhadi nos muestra tanto puede entenderse como los conflictos convivenciales que una pareja iraní no ha logrado dejar atrás a pesar de su traslado en territorio occidental como una contaminación cultural europea de la cual nacen precisamente dichos conflictos.

El pasado es una película más preocupada en plantear preguntas que en ofrecer respuestas. De ahí que ciertos interrogantes referentes a los conflictos que fracturan la unidad de la familia que protagoniza el relato queden por resolver. Pues Farhadi no pretende hablarnos del origen de dichos conflictos, sino reflexionar sobre la insistencia por parte de los personajes en rascar y rascar heridas que muy bien podrían estar cerradas, en indagar sin descanso en hechos pasados, no con la intención de cerrar etapas, sino en un acto (casi involuntario) de abrir nuevas heridas en un presente ya manchado por el rencor y la incapacidad de mirar hacia adelante. A lo largo de la dura experiencia que supone el visionado de esta película, podemos observar cómo Marie no cesa de invocar hechos pretéritos en tono recriminatorio hacia su ex marido, mientras que Samir no hace otra cosa que obedecer religiosamente a las peticiones de Marie guardando cada acto de obediencia como un arma verbal con la que golpearla en futuras discusiones, al mismo tiempo que Lucie no deja de culparse a si misma por un hecho pasado (de carácter incierto) que se resiste a confesar.

Farhadi presenta todo lo mencionado sin juzgar a ninguno de los personajes, mostrando tanto su parte más humana como su lado más perverso. Y es que todos estos personajes tienen en la película oportunidad de expresarse sinceramente, todos ellos demuestran encontrarse en una posición comprensible al mismo tiempo que a todos les es permitido, en determinado momento, sufrir su propio derrumbamiento moral. A ello ayuda notablemente la contención con que el director plasma cada escena, la milimetrada duración que otorga a cada secuencia y la cuidadísima planificación con que todas ellas se desarrollan; siempre preocupadas por ambientar adecuadamente las discusiones y conversaciones que mantienen los protagonistas (recordemos, por ejemplo, el diálogo mudo entre los dos personajes principales que presenciamos nada más empezar la película, o la acertada decisión de acompañar uno de los puntos culminantes del relato con el sonido de la lluvia...). Nos encontramos, pues, ante una de estas joyas cinematográficas que saben situarse justo enfrente de la línea divisoria que separa el culebrón convencional i la pura genialidad, situando a Asghar Farhadi en la posición de uno de los cineastas de nuestros días más a tener en cuenta.

http://cinemaspotting.org/2014/04/17/el-pasado-asghar-farhadi/
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Esta vez no
Farhadi ha salido de Irán y se ha hecho un lío. Un guión demasiado complicado, una puesta en escena que no explica nada y una duración excesiva. Al final, uno no sabe bien lo que se nos ha querido contar y eso espanta cualquier emoción que hubiéramos podido sentir.
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7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El pasado es una losa que impide avanzar
Ahmed ha vuelto a París desde Teherán para firmar por fin el divorcio con su expareja, encarnada por Bérenice Bejo (encomiable trabajo que realiza, dando vida a una mujer necesitada de cariño y constantemente estresada), que en estos momentos convive con su nueva pareja, Samir, el hijo pequeño de éste y sus dos hijas fruto de anteriores relaciones. Pongo un poco en situación porque al principio cuesta un poquito ubicarse entre tantas relaciones de parejas y exparejas, nombres y diferentes hijos, y la película no da más de las pistas justas y necesarias para ir recomponiendo uno mismo el puzle. No obstante, éste es precisamente uno de sus méritos, el dar sólo los datos precisos para que sea el espectador quien intente componer en su cabeza el mosaico, sólo intuido pero nunca mostrado del todo, de desgracias, culpas y penas arrasradas desde hace años por los personajes.
Bien, como iba diciendo, Ahmed ha vuelto por un breve periodo y se encuentra a su exmujer conviviendo con su nueva pareja, y a la hija mayor de ésta arrasada por un suceso del que se cree responsable: el hecho de que la actual mujer de Samir se encuentre en coma (lo comento en el spoiler para no revelar más datos de la trama). Poco a poco la historia nos va arrastrando hasta comprender cuáles son las últimas consecuencias de unos hechos causantes de un dolor silenciado, remordimientos y traumas. Ahmed intentará poner algo de orden y sentido común, hasta donde alcanzan sus posibilidades, en un ambiente familiar desesperado e infeliz.
Al igual que en su anterior película, "Nader y Simin, una separación", el director enseña cómo las más mínimos acciones y decisiones que tomamos en la vida, y que en ese momento no damos importancia, pueden enredarse hasta lo inimaginable e involucrar a más personas hasta convertirse en una red de sufrimiento que nos captura y nos impide seguir adelante. Sin embargo, personalmente me pareció que fue en su anterior título donde con más impacto y sencillez demuestra cómo cualquier acción posee consecuencias que pueden llegar a ser trágicas o pesar para siempre en la conciencia de una persona.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Afectos en coma clínico
En "Nader y Simin, una separación" asistíamos al divorcio del matrimonio del título, bajo la mirada dolorida y perpleja de su hija Sareh, a quien en la última escena el juez interpelaba acerca de con quién quería ir a vivir. Ahora, en "El pasado", Asghar Farhadi vuelve a adentrarse en el mismo tema al presentarnos a Ahmad que llega a París desde Teherán para firmar su divorcio con Marie. En su breve estancia, ella le pide que tercie con su hija mayor Lucie, adolescente que rechaza de plano a la nueva pareja de su madre, Samir, y cuyas revelaciones desenterrarán secretos y mentiras de un pasado turbulento. Las conversaciones y confidencias se suceden a varias bandas, mientras las sorpresas abundan y las intenciones quedan en la duda... porque es difícil saber qué sucede en lo mas profundo del corazón cuando los celos, los equívocos o la necesidad de llenar un vacío dan juego a la imaginación y provocan oleadas de dolor y reproche.

Llama la atención la naturalidad y el realismo con que el director iraní se acerca a realidades humanas y sociales de envergadura. Y también su capacidad para enganchar al espectador con historias de interés, y para suscitar reflexiones acerca del comportamiento de unos personajes a los que no juzga... porque les comprende. A Farhadi no le basta plantear una cuestión y ponerse de parte de un personaje o de otro: no hay un culpable en las relaciones humanas -y menos en las cuestiones matrimoniales-, porque cada uno tiene sus motivos para actuar y cada cual busca la solución que cree mejor... o la que las circunstancias le permiten. Un guión escrito a conciencia obra el milagro de seguir la historia con facilidad, entrando a los matices y a las disquisiciones de cada uno, dosificando la información hasta conseguir verosímiles puntos de giros narrativos cargados de dramatismo y no de engaño (al espectador): no hay falsedad ni manipulación, sino verdad y un profundo conocimiento de la psicología humana.

Significativo es el plano inicial de los títulos de crédito con un parabrisas que trata de borrar el título de la película que aparece en la pantalla. ¿Podemos borrar el pasado? Eso es lo que pretenden unos y otros en su necesidad de vivir el presente, y lo que inútilmente tratan de ocultar con suspicacias e imaginaciones. ¿Se debe vivir con certezas o es necesario dejar margen a la duda y ponerse siempre del lado de la persona? Algo de eso es lo que los médicos dicen a Samir acerca del estado de su esposa en estado de coma, o lo que Ahmad trata de sugerir a Lucie para que comprenda a su madre Marie. Lo que es seguro es el dolor y el perjuicio que las infidelidades y/o separaciones matrimoniales provocan en los hijos. Basta con ver a esa desconcertada adolescente o a los dos pequeños para comprender que su futuro comienza ahora a construirse y que lo hará sobre un pasado traumático. La conciencia de culpa, el desconcierto afectivo, la falta de raíces claras... son heridas para una infancia inocente.

Bérénice Bejo fue galardonada en Cannes como mejor actriz, y su trabajo como mujer histérica y pasional, complicada y manipuladora, es excepcional. Pero no lo es menos el de Ali Mosaffa dando temple a Ahmad o el de Pauline Burlet aportando toda la sensibilidad adolescente a Lucie. Pero, sin duda, detrás de estos grandes actores está un director que sabe contener su expresividad para que en ningún momento se alejen de la realidad cotidiana, y alguien que tiene oficio para saber esconderse detrás de la cámara y confiar en la fuerza y profundidad de su guión. Los divorcios encadenados, las mentiras manifiestas o silenciadas, los afectos locos de grandes y pequeños... todo contribuye a que asistamos a un intenso drama en el que el espectador no sabe quién tiene razón, qué buscaba Marie con su estudiado plan, o qué afectos han muerto y cuáles están en coma clínico en estos atribulados personajes.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
DAÑOS COLATERALES
!Toma ya!. Un melodrama familiar, de atmósfera casi teatral, siempre al borde del precipicio emocional facilón y encima de más de dos horas..., y este señor dotado de la gracia divina de los Lumiere lo convierte en una historia apasionante, donde el tiempo es manejado con precisión milimétrica de relojero suizo, y la tensión es de infarto durante todo el metraje en un juego de matriuskas demoledor servido por un elenco actoral que encaja a la perfección.
Nadie es inocente en las relaciones humanas y los damnificados suelen ser los niños y los adolescentes que intentan entender el laberinto de pasiones, egos, venganzas y demás miserias de la convivencia en común una vez que pasa el temporal de eso que llamamos amor. El continuo batir de la marejada de los adultos acaba provocando tsunamis en las playas donde solo se quiere jugar y disfrutar de los niños se refleja en esta obra de forma magistral y ninguna escena tiene desperdicio. Fahari nos hace morder el anzuelo desde el primer momento y con la suavidad y la paciencia de su mirada nos da todo el carrete necesario para que nos olvidemos de él y solo tengamos la atención ante lo que nos presenta. Al final acabamos encantados de que nos devore uno de los mejores directores contemporáneos.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La redención silenciosa
"Por no morir de angustia y de vergüenza, los hombres están siempre condenados a olvidar las cosas desagradables de sus vidas, y cuanto más desagradables son, antes las olvidan". Así sentenciaba un inspector sin nombre encarnado por Roman Polanski en Pura Formalidad, de Giuseppe Tornatore. El argumento, sin embargo, no estaría completo sin añadir que el olvido, por muy pretendido que fuere, nunca llega a ser real, siendo únicamente posible su camuflaje bajo la alargada sombra de la incomunicación. Y sólo por mediación de esa incomunicación se puede explicar la latencia de los fantasmas del pasado en un presente que finge haberlo olvidado, núcleo semántico de El Pasado.

Asghar Farhadi tiene muy claro lo que quiere contar y por ende no necesita ofrecer más pistas con un título que, en otros casos, podría resultar muy ambiguo: aquí marca sin más dilación el origen del (de los) conflicto(s) presente(s) desde la primerísima secuencia, así como la dirección en la que se articularán a lo largo del metraje. Tampoco le hace falta reforzar de modo más explícito y superficial la idea de la incomunicación, a pesar de a tener material diegético para eso (diferencias culturales e idiomáticas), que emplea de manera más coyuntural que instrumental. El cineasta iraní sostiene la fuerza de su guión, redondo, en dos pilares principales: por una parte, la implícita declaración de intenciones de esa primera secuencia, minimalista, que presenta un marco relacional que, si bien no constituirá la línea de conflicto principal de la narración, sí el espacio de confluencia y resolución de los mismos; y por otro lado, el personaje protagonista y su posición con respecto a las verdaderas dialécticas argumentales, que lo afectan sólo de manera colateral y por tanto permiten su intervención en las mismas con un acercamiento más desmediatizado e íntegro.

A partir del ecuador de la película, cuando ya las cartas sobre la mesa comienzan a estar claras, la narración comienza a tejer una dinámica en la que queda patente que los fantasmas del pasado, cuanto más enterrados y ocultos, más nocivos se vuelven, y que así serán sus efectos en cuanto emerjan inevitablemente a una superficie en la que pueden causar muchos estragos, siendo justo ese personaje protagonista, externo a los más dañinos de esos fantasmas, el reactivo limitante que ayuda a paliar esos efectos y a encauzarlos de un modo lo más constructivo posible, dada la dicha "desafección" directa con los mismos y su voluntad de redención personal, a pesar de que no fuera él en absoluto el causante o catalizador de todos esos problemas. La discreta semilla de culpa que lo empuja a la acción estaría más bien articulada en el sentido de no haber hecho lo suficiente por esos personajes (y he aquí nuevamente el tema de la incomunicación) que ahora sufren los efectos de otras relaciones. Estamos, por tanto, ante una instancia muy particular y minimalista del "mesías redentor", desprovisto de cualquier tipo de épica, voluntad de medallas o interés particular en sus empresas.

La calidad del conjunto, en términos formales y narrativos, viene lograda en grandes rasgos no tanto por la pericia de unos diálogos en los que apenas sobran palabras sino más bien por el hábil dominio de los silencios, intercalados con esos mismos diálogos y cargados de una significación aún mayor, a la par de una dirección de actores muy pareja al flujo dialéctico de la narración y que tiene justo en esos diálogos y silencios su principal vehículo de aprovechamiento expresivo. En un mundo asolado por la incomunicación, hablan mejor los silencios que las palabras.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Los reproches y los recuerdos empiezan con la misma melodía.
Este momento, es la frontera entre el pasado y el futuro. Cada acción que realizamos atraviesa el prisma del presente para viajar de ese mundo de sueños y esperanzas que es el devenir, al país de los recuerdos y añoranzas que dejamos atrás. En ese límite imperfecto se sitúa la narración de Asghar Farhadi. En esa existencia suspendida en el tiempo, donde cada elemento del universo se sustenta en una realidad frágil y delicada; y dónde con solo introducir un catalizador, el caos y la fuerza evocadora del tiempo ya vivido retoman su arrasador impulso destructor. Farhadi nos habla de ese pasado ignorado, pero jamás superado, que al retornar al presente es capaz de ejercer su influjo en el futuro. Ese tiempo pretérito cargado de reproches y acciones inacabadas, plagado de errores y pasos en falso. Todo un álbum de recortes de nuestra miseria que al revisarlo, nos devuelve la fragilidad de nuestra condición en un ejercicio de catarsis doloroso y extenuante.

Porque "El pasado", es una cinta desnuda y sencilla, y no por ello menos grandiosa. Es una película real, en el sentido más amplio de la palabra. Una obra descarnada y lacerante que abre heridas en los protagonistas y en la audiencia con un lenguaje pausado y de larga digestión. El director iraní, maneja la narración con una puesta en escena sobria y perfecta para ubicar una cinta que en lo formal, resulta impecable y desarma por su abrumadora honestidad. Con una fotografía turbadora y un trabajo de actores magnífico, Farhadi bucea en el drama del ser humano y su predisposición a afrontar los errores cometidos desde distintos prismas. Sus personajes, se transforman en estereotipos de gran complejidad psicológica sobre los que uno, puede diferenciar las distintas concepciones de la realidad y de la existencia que el ser humano adopta en situaciones de tan marcado carácter evocador.

"El pasado" transita por las vías de la narración por capas, complicando su trama con el devenir de los minutos, como si de un lienzo en blanco se tratara, sobre el cual, los personajes, con sus palabras y nada más, dibujan un entramado de recuerdos y reproches que culmina con uno de los finales más sobrecogedores del cine más reciente. Quizás, justo por ese maravilloso final, la cinta de el director de "Nader y Simin, una separación", resulte descompensada, y deje en la boca un regusto amargo por lo que pudo ser... Pues durante toda la película, el realizador se muestra más preocupado por dotar de personalidad psicológica a sus personajes, dejando el corazón y sus pasiones en un plano más alejado. Un plano, que en la última escena de la obra, golpea con toda su grandiosidad a la audiencia, noqueando conciencias y corazones. La perfección formal de la película, resta calidez a un relato que demuestra todo su potencial desaprovechado en cinco minutos para enmarcar.

Pero aún así, aunque Farhadi no redondee su obra como sí hizo con su anterior cinta, nos encontramos ante un ejercicio soberbio de lenguaje dramático donde la exploración de los personajes y su arco emocional apararecen perfectamente trazados, en uno de los mejores trabajos cinematográficos de lo que va de año. Una película, que no hace más que confirmar el excelente estado de forma del cine iraní y su cruda y sencilla manera de entender los tiempos del relato cinematográfico.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El pasado, no hablemos de ello.
Lo que me más me agrada y admiro del cine de , es la simpleza de sus relatos, la humanidad de sus personajes, el director Iraní no se nada con complicaciones a la de escoger una historia, y ojo no me mal interpreten, simpleza no quiere decir mediocridad, no es reunir los elementos con los que se cuenta y hacer una historia que nos amarré como espectadores, por que quien podría decir algo en contra de un filme como Una Separación, un filme que dio cátedra en la utilización del conflicto dramático y manejo de personajes. El Pasado recoge muchas de las cosas buenas que tenía el filme anterior de Asghard y las reúne en un pequeño argumento que se va volviendo complicado con cada verdad que sale a flote, incluso roza el melodrama pero de la buena forma, la propuesta está muy bien actuada destacando a Berenice Bejo que se deja la piel en la pantalla, una mujer insegura que parece no querer lo que quiere todavía, no hay moralismos no juicios hacia sus personajes, sólo decisiones que de alguna complican el modo de vida, de alguna forma Fahardi nos dice claramente que el pasado nos puede llegar a definir pero el presente, el hoy depende de cada uno, lo que hoy se haga será pasado mañana, así es el ciclo de la vida. Un filme notable, sobrio e intrigante a su modo, un poco extendido hacia el final después del clímax, pero realmente recomendable, desde ya espero el siguiente filme de este buen director.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
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