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220 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
10
El hombre que zanjó el western clásico
John Ford tenía algo más de 65 años cuando rodó esta película. En aquella época el cine clásico se desangraba ya sin remisión, el trasvase de directores iniciados en la TV era imparable y los viejos artesanos tenían cada vez menos predicamento y debían adaptarse.

Tom Doniphon (John Wayne) quemó su casa protestando por un amor perdido rindiéndose ante lo que sabía inevitable. John Ford agotó un género desde una película que es una reflexión meticulosa y crepuscular del mismo.

Tom dejó su sitio a las compilaciones de legislación y a las asambleas de gentilhombres. Ford apuró posibilidades para que fueran otros −era el turno de esos otros− los que estiraran desde la sobreexcitación lo que él había detallado ya desde el brío y la ternura de un cine con ansias de mito y armazón de orfebrería en estado puro.

Doniphon disparó el último tiro para así convertir en leyenda el inevitable futuro en el que ya no tenía sitio. John grabó en un anticuado blanco y negro la perfección de una forma de hacer cine y dejó paso a la necesaria renovación, a la inexcusable evolución.

Y es que, por mucho que se insista en otorgar el calificativo de "crepuscular" a películas como «Grupo Salvaje», es esta película una de las que mejor refleja aquello que esos héroes mitificados por el western clásico perdieron con la llegada del ferrocarril y los “attorney at law”. Quizás porque el propio Ford se estaba disipando también ante el ineludible empuje de los Lumet, los Frankenheimer y toda esa imparable locomotora cuyo innovador trayecto culminaría en los 70's.

Así que condensó toda la nostalgia que fue capaz de rescatar en un cactus, un sombrero vaquero a 1'93 del suelo y una vieja cabaña en llamas. Así lo hizo y luego se marchó. Y se marchó sí, ya lo creo. Aunque aún le quedaran tres o cuatro pelis más.

Se puso el parche, nos dio la espalda y se alejó después de descerrajarle un tiro a la historia del western, del cine clásico, del cine en general, del western crepuscular y a la madre que nos parió. ¡John Ford, coño! John Ford es el cine.
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565 de 606 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Capaces de matar
Hay personas capaces de matar por un filete. Y no precisamente por llevárselo a la boca.

Hay personas capaces de matar por un “yo soy del Barça” / “Pues yo soy del Madrid”.

Hay personas capaces de matar por un PP vs. PSOE.

Hay personas capaces de matar por un “¡Has mirado a mi chica!” / “¿Chica?, pensé que era un perrito pequinés.”

Hay personas capaces de matar por una patria, por una religión.

Hay personas capaces de matar y de morir. Por un filete. Un filete que acaba en la basura.

===

El corazón de John Ford está del lado de Tom Doniphon (John Wayne); la cabeza le dice que ha llegado el tiempo de los Ransom Stoddard (James Stewart).

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Joyas made in JF:

- El principio, insuperable. No hay nada que contar, tendréis que degustarlo.
- Posiblemente, el flashback más conseguido y oportuno de la historia del cine.
- La escena del filete.
- El retrato de la clase política.
- La psicología de los tres personajes principales: Tom, Ransom y Hallie.
- El duelo del final, aniquilando los tópicos del género y dando carpetazo a la épica en el western.
- La oscuridad.
- Las flores de cactus.
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265 de 323 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
La Casablanca del western
Con este western, John Ford, aunque parezca imposible, se supera a sí mismo después de soberbias creaciones del género como “La diligencia”, “Centauros del desierto” o “Pasión de los fuertes” y la grandísima altura alcanzada en otros trabajos de distinto registro como “Las uvas de la ira”, “¡Qué verde era mi valle!” o “El hombre tranquilo” –por citar sólo una breve muestra–. Lo hace además por la puerta grande, construyendo con implacable eficacia unos personajes, tanto principales como secundarios, que poco tendrían que envidiar a los del mismísimo Dostoievski, y donde esto junto al papel de héroe romántico de John Wayne hacen de esta película la Casablanca del western.

La cuidada fotografía de Clothier y el empleo de efectos como el rodaje de la escena clave desde distintos ángulos para la inclusión de diferentes personajes y hechos que se nos van descubriendo a lo largo del guión mediante el uso del flashback, merecen por sí mismos el calificativo de obra maestra. Si a esto unimos además una historia sólida, brillante, llena de emociones, no exenta de su intriga y sorpresa, y contada con un ritmo narrativo preciso pero natural, sin énfasis, donde es casi imposible decantarse por una escena favorita –la cena en la casa de comidas, las elecciones en la taberna, la muerte de Valance, la borrachera y depresión de Tom…–, tenemos el mejor trabajo sobre el Lejano Oeste de todos los tiempos y una de las más grandes películas nunca filmadas.

Cuando Ford decide prescindir de rodar en espacios abiertos para meterse en interiores y decorados –seguramente obligado por el presupuesto a tener que elegir entre esto o pagar el caché de entonces para Wayne y Stewart–, estaba casi sin quererlo comenzando la factura de una película inusual entre las del género, donde por el contrario lo que priman son las grandes praderas o los desiertos sin horizonte. Tal vez esa arriesgada ruptura con lo habitual, junto a la decisión arbitraria del blanco y negro en una época de reinado del color, fue lo que motivó que en la fecha de su estreno pasase casi desapercibida; pero con el tiempo se ha colocado en el lugar que le corresponde en el podium cinematográfico.
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147 de 164 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Liberty Valance en tres actos
1.- Amor

- Tal vez quiera dar un paseo por el desierto para echar un vistazo.
- Tal vez.
- Sabías dónde quería ir, ¿ verdad?
- Usted dijo que quería ver la flor de cactus.

No existe película de Ford, donde el director hable del amor de manera tan desoladora.
No existe película de Ford, donde el director hable del amor de manera tan desnuda.
No existe película de Ford, donde el director hable del amor de manera tan brillante.
No existe película donde se hable de amar sin mostrar siquiera un beso.
No existe película en el cine donde las púas de un cactus hieran tan adentro.

2.- Crepuscular

- ¿Por qué ha venido a Shinbone? ¿Algún misterio?
- No. No hay misterio. He venido a un funeral.
- ¿Funeral? ¿ Quién ha muerto, señor?
- Un hombre llamado Tom Doniphon.
- ¿Quién era Tom Doniphon?

Y la Tierra gira, y con ella la Luna y las estrellas. Y el agua sigue su cauce, y las personas siguen su camino, y los caminos continúan llenos de polvo. Y las dudas, y los años de nostalgia, y los iconos de la infancia, y las personas sin futuro y todo aquello que quedó atrás. Desfasado y olvidado. Como Tom Doniphon. Con una casa a medio hacer, con un revólver en el cinto y cuatro monedas para gastar en güisqui.

- ¿Dónde están sus botas?
- Era un bonito par de botas, casi nuevas y yo pensé...
- Ponle las botas, Clute. Y su cinturón y las espuelas.

¡Dejen paso señores, dejen paso! Pero antes de darle la espalda, quítense el sombrero.


3.- Oeste

- ¿No va a usar esta historia, Sr. Scott?
- Esto es el Oeste, señor. Cuando la leyenda se convierte en hecho, se escribe sobre la leyenda.

No existe el Oeste sin épica. Cuando la épica la relata un buen narrador nace la leyenda. John Ford hace y es Leyenda.
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122 de 129 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
"En el Oeste, cuando la leyenda supera a la verdad, publicamos la leyenda".
Está claro que nos encontramos con uno de los western más significativos e importantes de toda la historia del cine, y es normal, entre otras cosas porque desde el último hasta el primero de los componentes de la película se encuentran en su mejor momento artístico y técnico, desde productores, músicos, actores, guionistas, fotógrafos... y por supuesto John Ford que está en un instante ya de sapiencia y madurez irrepetible. Lo que vemos en la pantalla es una orquesta que no desafina y que toca como los ángeles.

Otra cosa es que el género en aquellos primeros años 60 se estaba agotando y que la gente quería ver otras cosas. Ford lo comprendió y con esta película se despide de dicho género el que más le agradó, iniciando el western crepuscular que luego tanto sería imitado a finales de los sesenta, en la década de los setenta y hasta en “Sin perdón”. Porque aunque hizo dos más del oeste, no debemos olvidar que “La conquista del Oeste” sería una manera de presentar un recopilatorio homenaje al género y con “El gran combate” tendríamos una especie de nunca digas nunca jamás que todos los grandes tienen. Pero es aquí, en “El hombre que mató a Liberty Valance” donde tenemos su testamento sobre el western.

Me gustaría centrar mi exposición sobre todo en el mensaje y moraleja de esta película porque es contradictoria, compleja y extraña. Por un lado es una película progresista (sí, y es de John Ford), cree en la evolución de las sociedades, del hombre y por lo tanto que la civilización se impone a la barbarie; pero al mismo tiempo la película tiene una idea que muchos no pueden compartir pero que es evidente: El Estado al margen de las leyes y los políticos siempre tendrá que tener hombres como Tom Doniphon (John Wayne) para poder combatir a ciertos elementos de la sociedad que no respetan las normas y la convivencia. Sin ese tipo de hombres no hubiésemos tenido ni tendríamos la paz de la que ahora disfrutamos.

Hace tiempo leía en una página web que Liberty Balance sería la representación del terrorismo de nuestros días y que para luchar contra estos individuos que no respetan nada, no vale sólo el Estado de Derecho, sino un John Wayne que sería una especie de G.A.L. Quizá pudiera parecer excesiva esta afirmación pero creo que en realidad no va muy desencaminada del mensaje de Ford.

Particularmente la historia de amor me parece preciosa; quien sabe, probablemente Vera Miles siempre quiso a John Wayne pero se casó con Ranse Stoddard (James Stewart) por seguridad como hacen la mayor parte de las mujeres. Esa flor de cactus en su ataúd y la pregunta del Senador a su mujer con la mirada perdida es una prueba de ello. Por cierto, extraordinario Lee Marvin.
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129 de 172 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Hablemos de leyenda
Hay películas que cuando las estás disfrutando uno tiene la impresión que son imperecedera, acontecimientos únicos que sobrepasan las barreras de lo que es cine o lo que es arte , ocurre pocas veces pero cuando pasa es como un milagro , durante días estos pequeños trozos de vidas se apoderan de tí, no te sueltan ,va creciendo en tu interior y nos hacen ser mejores. Esto me ocurre cada vez que veo una película que es ya leyenda os hablo de “El hombre que mató a Liberty Valance" .

Ford es un director único, quizás el más grande , su filmografía esta llena de joyas y dentro de ella, esta película ocupa un lugar principal; realizada casi al final de su trayectoria es como si este duro irlandés de espíritu quisiera ajustar las cuentas con su género favorito. Es curioso que el hombre que se movía con absoluta facilidad en todos los ámbitos declarará en el famoso Comité de Actividades Antiamericana – Soy John Ford y hago película del oeste- . Esta declaración de principio, ese posicionamiento en un género que nunca gozó de las bendiciones de la cultura en mayúscula, creo que marca la trayectoria de Ford , su amor a los espacios abierto , a las historias de vaqueros, de ganaderos , de caballos e indios , de pistoleros y del séptimo de caballería es como una carta de naturaleza, como una definición de que dentro de unos esquemas menospreciados un genio como este viejo gruñón podía conseguir, crear un estilo ,un mundo propio atravesado por una sensibilidad extraordinaria , porun amor a sus personajes que nos hace que estos sea tan cercano , tan nuestro.

En esta película Ford quizás conciente del final , construye un poema , una elegía hacia ese viejo oeste que desaparecerá para traer el progreso , el ferrocarril , los sistemas de regadío en fin la nueva civilización encarnada en el abogado Ramsom Stoddard (magistral Stewart) , el se llevará toda la gloria , la chica y el futuro. Pero los sentimientos , la gratitud estarán siempre a lado de Tom Doniphon ( inconmesurable Wayne), el hombre que sacrificará todo por el amor a una mujer. Construida con una planificación teatral , casi sin aprovechar los grandes espacios , Ford se refugia en unos personajes a los le da una aliento vital absoluto, que crecen en cada fotograma . Desde ese villano casi de operereta, simbólico llegando a la desmesura hasta el periodista que recita Enrique V de Shakespeare momentos antes de ser ajusticiado por la vilezas y ruindad del salvaje oeste , el director de Pasión de los fuertes , construye una obra clave para entender la desaparición de una forma de vida.

Para mi es imposible reflejar en una hoja en blanco todos los sentimientos , las añoranzas que "El hombre que mató a Liberty Valance" me producen , tan sólo una recomendación a los que no la hayan visto , buscarla como sea y disfrutarla , a mi me producirá una sana envidia de no volver a sentir el momento de verla por primera vez.
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62 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Ningún elogio es suficiente para El Hombre que mató a Liberty Valance
Me rindo ante ti, John Ford.

Me rindo ante tu inmenso talento, ante tu reflexiva y humana mirada, ante un tipo de cine, el tuyo, ya totalmente perdido.

Me rindo ante esta, tu gran obra maestra, obra de profunda emoción, que nos habla con una elegancia increíble sobre el honor, sobre el choque entre el viejo y el nuevo mundo, y sobre el nacimiento de la democracia en Estados Unidos.

Y por supuesto me rindo ante todos los actores, ante el poderío que desprende en todas las escenas un imponente John Wayne, ante la amargura y melancolia de James Stewart, la enamoradiza belleza de Vera Miles, y un Lee Marvin que encarna la maldad más absoluta.

Enorme, grandiosa película, de desbordante romanticismo, lirismo y melancolía, repleta de escenas que se graban directamente en la memoria.

Me rindo ante una de las mejores películas de la historia.

Ningún elogio es suficiente... para "El hombre que mató a Liberty Valance".
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59 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La trascendencia de un western irrepetible
Hace unos meses hice llegar a varios usuarios de esta misma página una singular encuesta. Mi propósito consistía en recurrir al reputado criterio de esos cyberamiguetes cinéfilos para determinar cuál podría ser la película más emblemática de la historia del cine yankee.

50 fueron las candidaturas propuestas pero, obviamente, sólo una podía salir victoriosa. Y sí, como podéis suponer, la gran triunfadora fue “El hombre que mató a Liberty Valance”.

No fue hasta ayer, sin embargo, cuando me propuse revisarla por primera vez. Mis vagos recuerdos adolescentes pedían a gritos constatar si, tal como habían determinado mis colegas, la peli de Ford merecía ese distinguidísimo y mitológico privilegio, o no. Pues bien, una vez revisada con toda la objetividad habida y por haber quisiera proclamar a bombo y platillo que “El hombre que mató a Liberty Valance” merece semejante honor y más.

Me gustaría incidir, por consiguiente, en el aspecto simbólico, icónico o totémico de la peli de Ford porque creo que ése es, al margen de su irreprochable factura, su valor esencial. Un valor que reside en su propia trascendencia cinematográfica y que constata como, paradójicamente, una peli capaz de derribar de un plumazo casi todos los cánones del género es, a su vez, capaz de convertirse en una obra mítica y, por ende, paradigmática. Lo más curioso, además, es que fuera precisamente Ford el que -como dijo Bloomsday- zanjara ese western clásico que él mismo contribuyó a edificar y que sentara, por si fuera poco, las bases de ese espíritu crepuscular o expresionista tan característico en los films de Peckinpah o Leone.

En fin, disculpadme por ponerme demasiado trascendental y por no comentar nada sobre aspectos tan interesantes como ese jugoso triángulo amoroso entre Tom, Hallie y Ransom, como ese romántico debate entre leyenda y realidad ("en el Oeste, cuando la leyenda supera a la verdad, publicamos la leyenda") o como esa eterna pugna entre la ley escrita y la ley del más fuerte, pero es que eso ya lo han hecho otros y muy bien, por cierto. Pero, además, qué coño, cuando un western como “El hombre que mató a Liberty Valance” va más allá de su propio género habrá que decirlo alto y claro ¿no?. Pues eso.
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48 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
El delantal y la pistola
Me gustaría dar una nota mas alta a esta película, pero es que con J. Ford casi siempre me ocurre lo mismo: junto a una maestría cinematográfica fuera de duda está su percepción pueril de los Estados Unidos, que le hace elegir personajes ridículos, situaciones increíbles, interpretaciones exageradas...
Nunca me acabo de creer sus historias porque en cuanto me intento meter en ellas hay un personaje que me recuerda que estoy fuera de la pantalla.

Esta película tiene uno de los mejores duelos del Western, en unos contraluces maravillosos, con una imagen de J. Stewart vestido con un delantal y llevando una pistola en la mano, que lo dice todo. Porque en realidad lo mejor de esta película está en lo que no se dice. Fotografía, miradas, insinuaciones de lo que ocurre en el interior del triángulo protagonista. Por todo esto la película merece un 10, fantástica.

Después llega el resto: personajes patosos, ridículos, con mentalidades pueriles, que serían apropiados para una película de niños, y no muy avispados, y unas interpretaciones bochornosas para una película que no sea una parodia (y que yo sepa esta NO lo es, o sí, y no me he enterado?). Por eso se merece un 2.
Los porqués los desvelo en el spoiler.
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70 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
POR ENCIMA DE LA HISTORIA
Sobre todo aquello que este “western” transmite (que es mucho, en todos los órdenes), prevalece una noble melancolía.

Transmite con fuerza concreta un ciclo candente de la historia norteamericana, la lucha territorial entre las grandes haciendas y las pequeñas ciudades resueltas a comunicarse por ferrocarril, tendido precisamente a través de esas inmensas haciendas.

La confrontación de intereses hacía chocar formas de vida. Los tiempos de la diligencia iban a quedar atrás, como el Oeste aventurero.
El peso razonable del Derecho se iba imponiendo al imperio de la fuerza, que podía parecer audacia y romanticismo pero al final quedaba resumido en el látigo. Y el creciente hábito de las elecciones, al caciquismo terrateniente.

John Ford no va a limitarse a un friso histórico; nadie lo espera de él. Trazará una trama tan personal que su intimidad será atravesada por la historia palpitante de un país. Los personajes, los gigantes, son el abogado idealista, con camino político (James Stewart), y el vaquero veterano, realista y de fondo tan leal como bronco (John Wayne).

En la pelea contra Liberty Valance, el matón mercenario, se dirimirá la lucha de las ciudades contra los lobbies ganaderos y sus grandes fincas intocables, sí, pero no sólo. Por el título ya sabemos que el bravucón muere. Nos falta saber cómo y, sobre todo, a manos de quién.
Si hasta ese momento había épica y costumbre, en la identificación de ese quién John Ford, el gran John Ford, inyecta un lirismo inmenso, el de las gestas heroicas con arreglo a valores por encima de la Historia, a esa hombría de ley que era la biblia del director y es hoy, pasado el tiempo, fuente de melancolía.
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42 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Liberty Valance visto por Liberty Vallance
La verdad es que sigo sin tener muy claro cuál de esos capullos fue el que me mandó al otro barrio. Pero, puestos a palmarla, que al menos la historia sea buena y esté contada con la grandeza y el talento del que siempre hace gala el viejo John Ford. “Imprime la leyenda, imprime la leyenda”...!Cabronazo¡

El comandante Ford, entrado ya en los 60, pasa revista con los ojos bien abiertos a dos de sus grandes pasiones: los mitos del western y la democracia americana. Y lo hace no desde su mirada habitual sino a través de la pupila de un Jimmy Stewart de vuelta de todo y un tanto cansado. Primer acierto de la película: Stewart, que no era de los habituales de Ford, representaba como nadie al americano medio. Es a través de su mirada resabiada, ambigua y un tanto escéptica que decide mirar Ford. Y lanzar sus dardos.

El salvaje Oeste, con sus sheriffs, indios, pistoleros, su lucha descarnada por la supervivencia, tiroteos y cabelleras despellejadas; una vez cumplido su rol histórico de abrir paso al naciente capitalismo yanqui, retira al séptimo de cabellería y entrega las llaves de la ciudad a la división de poderes, las elecciones, la Constitución, la Cámara de Representantes y la Quinta Enmienda. Al menos eso es lo que cuentan.

“Imprime la leyenda”. Sin duda, Ford fue uno de los que con más hermosas palabras e imágenes la imprimieron. Sin embargo, con el paso del tiempo, el sueño americano se ve algo menos lustroso y más arrugado que en sus años mozos de Lincolns, Jeffersons y promesas.

El comandante Ford paladea su penúltimo whisky, se sienta tranquilamente en la mecedora y pasa su mirada de viejo, sincero y (quizá) también algo cansado patriota americano por su sueño. Sin renunciar a ninguna de sus viejas ideas pero levantando acta de su erosión y miserias. Recitando igual de deslumbrante que siempre su poema de planos pero sin ocultar ninguna estridencia.

Y su cámara de artista honesto dibuja un relato claroscuro, de sueños y contradicciones, de mitos y vidas impostadas que el autor, al mismo tiempo que explica y adorna, denuncia. Aproximación al western crepuscular cuando nada insinúa el crepúsculo del western.
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43 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La belleza de lo complejo
Penúltimo western de John Ford. Escrito por James Warner Bellah ("Fort Apache") y Willis Goldbeck, se basa en el relato breve "The Man Who Shot Liberty Valance" (1949), de Dorothy M. Johnson. Se rueda en Conejo Ranch (CA) y en los Paramount Studios (CA), con un presupuesto de 3,2 M dólares. Obtiene una nominación a los Oscar (vestuario, Edith Head). Producido por Willis Goldbeck y John Ford, se estrena el 22-IV-1962 (EEUU).

La acción tiene lugar en Shimbone, pequeña localidad del Oeste, posiblemente situada en Colorado, a lo largo de unos pocos días en 1877/80. La narración se desarrolla mediante un flashback largo y otro corto contenido en el largo. Se narra la historia de dos personajes antagónicos y, a la vez, complementarios: el abogado culto e idealista Ranson "Rance" Stoddard (Stewart) y el granjero rudo y solitario Tom Domiphon (Wayne). Les acompañan excelentes secundarios (Vera Miles, Lee Marvin...).

El realizador construye una historia de personajes bien desarrollados, cuidadosamente diferenciados, ricos en matices y profundidad psicológica, que se ayudan, enfrentan, dialogan y luchan. Sobre todo, desarrollan un juego notabilísimo de interacciones, que llena el relato de complejidad y brillantez. Los diálogos son breves, agudos, ocurrentes, graciosos y sorprendentes.

La obra se apoya, en gran medida, en una concepción dual de la realidad, en la que se enfrentan ley y violencia, lo viejo y lo nuevo, el pasado y el porvenir, granjeros y ganaderos, americanos viejos y nuevos (Peter y su esposa), forajidos y personas de bien, triunfadores y perdedores, verdades y mitos, realidad y leyenda. La coexistencia de elementos contradictorios anima y enriquece el desarrollo de la acción y, a la vez, es fuente de ambigüedades y dudas que estimulan al espectador. ¿Por qué Tom dispara su rifle contra Valance emboscado en la oscuridad? ¿Qué ocultas recriminaciones embargan a Hallie respecto de su marido? Se añaden descripciones burlescas de los políticos, de la vanidad de las gentes del Este, personajes pintorescos (Valance) y figuras cómicas (sheriff). No faltan toques de lirismo (visita a los restos de la antigua casa de Tom) y referencias entrañables. Ford no oculta su interés por la historia del país. La acción destila añoranza, nostalgia y amargura por los viejos tiempos que se llevaron consigo recuerdos infantiles, ilusiones de juventud y la memoria épica de los pioneros.

La música, de Cyril Mockridge, incorpora una canción de época ("Home On The Range", 1873), bulliciosas canciones y melodías mejicanas y acompañamientos descriptivos de gran fuerza que afinan la emotividad de la cinta. La fotografía, en B/N, ofrece composiciones muy cuidadas, encuadres precisos y movimientos suaves. Sitúa la cámara a la altura natural de la mirada, salvo en encuadres singulares. Subraya el sentido nostálgico del film con escenas nocturnas, espacios cerrados y oscuros, luces de quinqué y proyección de sombras. Es uno de los films más eminentes de Ford.
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42 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El hombre que fue recordado por matar a Liberty Valance
A lo largo de la vida, vamos apiñando en nuestro haber tanto gestas y hazañas, como momentos desafortunados que nos van moldeando como personas, y tras ella, estos son por los que somos recordados, ya que nos describieron y dieron los rasgos suficientes para que detrás de todo se nos distinguiera como seres únicos, con nuestras particularidades y rarezas.
Y eso es lo que hace tan descorazonadora "El hombre que mató a Liberty Valance", que esas características, esas cualidades, esos defectos no se hallan en el personaje de Stoddard, un personaje que sufrió las consecuencias de alcanzar la cima por un simple hecho, una simple leyenda que quedaría grabada en la mente de muchos, que vagaría por el mundo y seguramente le haría famoso más adelante, pero cuyo carácter nunca sería reconocido realmente, pues las variantes que suele conferir una leyenda, sólo redundan y especulan sobre como fue el héroe en cuestión, pero nunca le definen con fidelidad.

Y es que, ante todo, Stoddard era un tipo honesto, uno de esos tipos que tenía muy claros sus principios y que nunca habría renunciado a ellos, a no ser que las consecuencias lo extremasen todo. Principios que, evidentemente, quedaron a un lado tras su gesta, y lo dejaron como un títere, el instrumento de otra historia más sobre heroicidades, valientes y gente que defendía sus intereses al precio que fuera una vez agotadas todas las posibilidades, lo dejaron como un ser inanimado cuando tanta vida supo dar a todos los que le rodeaban y comprendían como atento maestro y voluntarioso ayudante en todo cuanto pudiese.

La aparición del genial Lee Marvin y el rudo John Wayne dan una fuerza irrepetible a este retrato sobre mitos que, quizá nunca habrían querido serlo tras ver qué se les venía encima, pero quizá ese sea el poder del mito, el de aplastar al individuo debajo de su historia, de su relato y hacer de él simple nada ante el que, al parecer, fue el acontecimiento de mayor importancia en su vida.
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44 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Flor de cactus
La vi dos veces en los sesenta. Me la reencontré con el vídeo. La alquilé, la compré. la regalé, la presté y siempre la aconsejé La he visto con mi padre, con un amigo, con mi mujer y con mi hija y su novio. Y solo. La vi solo ayer otra vez en la tele de pago. Y volveré a verla, a comprarla, a prestarla y perderla y recuperarla de la misma forma que volveré a escuchar el "Quinteto de Clarinete" de Mozart o que volveré a leer este o aquel poema, esta o aquella novela que me vienen acompañando desde toda una vida.
Son una segunda piel. Una segunda naturaleza.
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36 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Contra Ford
No me gusta John Ford. O, para ser más, preciso: no me interesa. Personajes planos y ramplones, ya sea en su “bondad” o en su “maldad” --siempre según los cánones del maniqueísmo más simplista--, actuando como marionetas programadas con un limitado repertorio. Situaciones repetidas en tramas destinadas a satisfacer los anhelos de la parte más primaria de nuestra psique: que ganen los buenos y vivamos sin problemas, protegidos por la ley, bajo la mirada paternal de la autoridad benefactora. Vista una, vistas todas. Situaciones tópicas que algunos (o muchos) contemplan tan fascinados como el niño que escucha por centésima vez el cuento que se sabe de memoria. El asunto es que hay cosas que están muy bien en la infancia, pero que conviene replantearse en la edad adulta, a riesgo, si no, de convertirse en patologías crónicas. Y, sobre todo, creo yo, hay que saber distinguir con claridad el mito --en el sentido más profundo del término, es decir, el relato arquetípico que, en su abstracción, sintetiza la sencillez de lo esencial-- de su caricatura, que, en su esquematización, reduce todo a la simpleza de lo banal. Digan lo que digan los estructuralistas, entre Perceval y Rambo hay ciertas diferencias no completamente desdeñables.

Ford imprimía carácter a cuanto tocaba, no hay duda; por ejemplo, a los actores. Cada vez que veo a John Wayne me parece estar contemplando un autómata. ¿Cómo ese amasijo de gestos y reacciones estereotipadas puede resultar convincente para alguien? ¿De verdad que es posible imaginarse a este ser, supongo que humano, expresando alguna vez algo parecido a un pensamiento? Si los personajes centrales carecen de todo interés en las películas de Ford, los secundarios son dignos de integrarse en una antología ilustrada de la estupidez: en particular, esos personajillos grotescos, supuestamente cómicos --Ford se debía creer con “sentido del humor”-- que destinados, se diría, a la primera infancia, en lugar de gracia provocan vergüenza ajena.

El cine de Ford, fabricado a la medida de la mentalidad popular USA, es lo más semejante al cine por ordenador que se ha hecho hasta la fecha: se introducen en el programa unos pocos datos cuidadosamente escogidos desde la psicología de masas, se elaboran las posibles combinaciones, se eliminan algunas según ciertos criterios de exclusión, se adereza todo con un sentimentalismo de pacotilla, y ahí tenemos ya su vasta filmografía: bien hecha, completamente ajustada al gusto de las mayorías y perfectamente hueca. Su “lirismo” (tema recurrente en las críticas) me parece, con todos los respetos, el propio de los cuadros de ciervos; su contenido intelectual, similar al que pueda encontrarse en un tebeo para niños.

Termino en el spoiler
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102 de 173 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Asco total
La peli la acabo de ver y la estoy repasando incrédulamente en mi memoria y todavía sigo sin entender porqué la subnormal de Vera Miles le hace lo que le hace a John Wayne. Y le deja ahí con su porche quemado, su flor de cactus y esa segunda mecedora, vacía, esa mecedora que jamás será utilizada por mujer alguna, porque el John Wayne es de los tipos que son fieles hasta la muerte aunque la mujer le deje por un abogado sarasa con un peinado que parece que le ha lamido una vaca y lo peor, el sarasa ¡es James Stewart!

Vale que John Wayne es un poco brutote e inexpresivo, que lleva un sombrero horrible y que camina como si le hubiese violado una manada de búfalos en celo, pero ¿eso? Eso no se le hace a Un Hombre de Verdad.

No lo entiendo Hallie, no lo entiendo: si le querías ¿porqué le dejaste morir solo?
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71 de 112 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Una vida en un instante o la película que no vimos
¿Cómo contar 30 o 40 años de una vida? años de dolor porque Hallie no está, ni estará, un dolor a menudo insoportable sólo atenuado por el alcohol y por amores fugaces sin principio ni fin, años sin motivo, de Ulises que huye a no se qué batallas sin Penélope que le espere, de resentimiento porque le robaron lo que amaba...¿o fue él mismo quién lo perdió?. Sí, joder, tendría que haberle pedido que se casara con él mucho antes de que llegara ese hijo de puta con sus libros y sus principios, tendría que haber dejado que Valance le...no, eso no, el recuerdo de su sacrificio es lo único que le mantiene en pie, hizo lo que tenía que hacer, un acto de amor sin recompensa...para terminar podrido en un pueblo irreconocible, tan irreconocible como es él para los demás, que ya no son ni amigos ni enemigos. Una vida llena de tristeza, de esa que no se va, que forma parte de tí, vida de nostalgia y de amor y de rencor, de desesperación y finalmente de desesperanza. Hasta irse dejando morir poco a poco, seguramente susurrando su nombre un millón de veces, añorando, como siempre, lo que nunca tuvo.
¿Cómo explicar una vida tan compleja, una vida entera de un hombre? supongo que hay dos maneras, una con horas de metraje detallando pasajes con mayor o menor interés, y la otra la que escoge Ford, una imagen, casi un instante, una casa quemada desde hace una eternidad en un desierto rodeada de cactus en flor.
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33 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
“Cojonuda”
1. Títulos de crédito iniciales

En cuanto pude –con la debida autorización paterna– dejé de realizar los viajes diarios veraniegos a casa de mis abuelos y me independicé matutinamente de mis hermanos. Privilegios de ser el mayor.

Esa época temprana, con los padres en el trabajo y los colegios de vacaciones, la recuerdo con constantes discusiones y escasa sintonía. Sobre todo con mi abuelo, que se exaltaba y gruñía con suma rapidez ante mis protestas de crío.

Superados los dieciocho, estudiando fuera, retomé las visitas. A la hora de comer, numerosos viernes, un plato –ay, esa sopa de ajo– me esperaba en la mesa. Ya, a estas alturas, y con mi carácter más templado, la relación con ambos era otra. Pero al hombre detrás de mi abuelo lo conocí más tarde, si es que eso llegó a suceder.



2. Circus world. Breve anécdota de juventud

Son los sesenta. El rodaje de «El fabuloso mundo del circo» llega a Toledo. En una casa de huéspedes, regentada por la mujer de un hortelano, se hospedan varios capataces de obra que trabajan en la película. Uno de ellos le ofrece a aquél incorporarse al equipo como ayudante de albañilería.

De esta manera, el hortelano, con el séptimo arte como protagonista, cambiará definitivamente de profesión.



3. Inflexión en fin de semana

En años posteriores su pasión por el cine nos acercó. Y con el tiempo, casi sin querer, me convertí en su programador y proyeccionista los sábados y domingos.



4. El Nuevo Oeste. Breve anécdota de senectud

Tarde de otoño. Tres generaciones frente al televisor. El nieto desenfunda «El hombre que mató a Liberty Valance» de su estuche de DVDs. Play. Sorprende que el abuelo, siendo incapaz de retener nombres de directores o actores, salvo el de John Wayne, Errol Flynn y alguno más, reconozca ciertas películas y secuencias que había visto cuarenta o cincuenta años atrás y no advierta otras con las que se ha cruzado recientemente. “El ataúd”, “El robo y el carruaje”, “Ahora pasa tal, que me acuerdo yo”. La madre pide en reiteradas ocasiones que, por favor, no se adelante. Obvia la petición porque sigue como hipnotizado. “A éste le disparan”, “El fuego”, “Esos dos acaban juntos”. El abuelo, que no suele pronunciarse sobre la calidad o la falta de ella, da su veredicto al finalizar: “Cojonuda”.



5. Última bala

Su gusto –fácil de contentar con todo tipo de western, film de acción o aventuras sin una trama complicada o enrevesada– me hizo ponerle, en un principio, cualquier película o serie que cumpliera los requisitos. Hasta que comencé a sentarme a visionarlas también. Así revisé y descubrí grandes clásicos. Él, a pesar de haber visto gran cantidad de ellos, mantenía esa ingenuidad propia de los niños, ésa que impide diferenciar al héroe espadachín por llevar antifaz o la que se asombra ante un desarrollo previsible.

Fueron esos momentos, con la pantalla brillando y las pistolas silbando, donde hubo mejor entendimiento entre los dos.

La última que grabé para sustituir a la siesta: «Licencia para matar» de Clint Eastwood. No hubo oportunidad. Aunque seguramente ya la habría visto. Y olvidado. Como tantas.
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29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
De lo que es y no es capaz de hacer el hombre que mató a Liberty Valance
Liberty Valance ha llegado a la ciudad.
La gente desaparece de las calles. Los niños se mean de miedo. El sheriff deja la estrella en el cajón y sale a galope tendido por la otra punta del pueblo. Las mujeres se preparan, alguna reza... Los hombres se acuerdan que tienen que ir a comprar el pan.
-Bu bu bu bueno, ya nos veremos. Dice el tartamudo.

Él se va y ella se queda en la puerta nerviosa, mirándole. ¡Cómo no es capaz de llamarle! Qué pena de escena perdida.
Tom Doniphon se preocupa de sus caballos, pero nunca supo preocuparse de hablarle a ella. No estaba en su ser esas cosas.

Escenas épicas. Donde no llega la ley, el hombre que mató a Liberty Valance resolvió.
Y Tom Doniphon le devuelve el rifle a Pompey al otro lado de la oscura calle.
No comments.

El hombre que mató a sus sentimientos. Y de paso a Liberty Valance.
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27 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
¿ Quién ha muerto ?
¿ Quién ha muerto ?. Ésa pregunta realizada por un periodista es el epicentro de toda la película. Esta cinta hay que tratarla más por su contenido que por el continente. La sensación que te deja es que acabas de ver un alegato contra la tiranía y a favor de la libertad. Aunque también muestra el desencanto de un género que, hasta la revitalización de Leone, estaba ya tocado de muerte. Es posiblemente el último gran western clásico hasta la llegada de la impresionante Sin Perdón.

Todo comienza de la manera más anodina, con un mero viaje del senador Stoddard hacia sus recuerdos. Contempla con nostalgia como aquel pequeño pueblo en el que vivió, trabajó, y se enamoró, no es más que una sombra de lo que antes, fue. Entonces, al comprobar cómo han quedado las cosas, y quizás en búsqueda de una reconciliación con sus fantasmas, decide narrarles a los periodistas de su antiguo periódico la verdadera historia de Tom Doniphon y de Liberty Valance.

Esta película es también un contraste de dos mundos, un choque de culturas: el joven Ransom llega a un pueblo " incivilizado " creyendo que podrá instaurar las leyes del derecho, y recién salido de la universidad, es un soñador utópico. Pero nada más llegar, le bajan de la nube con una brutal paliza, sello del que será su enemigo durante su estancia, y que le demuestra dónde acaba de llegar: el salvaje oeste. Aquí nadie se rige por libros y leyes, si no que impera la ley del más fuerte.

Ransom comienza a percatarse de que ha llegado a un sitio anclado en el pasado. Tom y Liberty representan ese pasado tan arraigado en el oeste americano, al igual que Vera Miles, pero esta, al ritmo que conoce más y más a Ransom, se da cuenta de que quiere huir de ese pasado misógino y comenzar una nueva vida. El contraste representado por la flor de cactus de Tom y la flor silvestre de Ransom.

En el guión, magnificamente escrito por Warner Bellah, se guarda la sorpresa hasta el final. Todo apunta a que Ransom es el protagonista, pero el personaje de Tom adquiere al final una importancia que no ha adquirido durante todo el metraje. Es un perdedor, un borracho, pero antepondra el bienestar de su amada al suyo propio, y eso le hará convertirse en un auténtito héroe en la sombra. La escena del bar entre Mavin y Wayne es sencillamente antológica. Dos egos en pura lucha, a ver quién influye más miedo a quién, y es realmente donde Stewart se da cuenta del mundo donde se ha metido al intentar parar la pelea, pero verse impotente en ella.

La prensa ocupa un lugar importantísimo dentro de la película, pues muestra la necesidad de la libertad de opinión, aunque muchos, como Liberty, abusen para censurar dicha opinión. También como un recuerdo de esas grandes historias que nunca deben caer en el olvido, aunque, como le responde el periodista a Jimmy Stewart al final de la película, cuando este le pregunta si van a escribir la verdadera historia, " En cuanto se imprimen en tinta, dejan de convertirse en leyenda ".
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