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9 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
7
El entrenamiento más duro
Gran película de artes marciales. Las escenas del entrenamiento en el templo shaolin y ver el progreso de Gordon Liu en su aprendizaje es lo mejor sin duda, y las coreografías de las peleas son dignas de verse: muy rítmicas, veloces y bien coordinadas, con mínimos cortes de cámara y un montaje fluido

Lástima que en el último cuarto de la película ésta pierda ritmo. Se meten demasiados secundarios en muy poco tiempo, lo que hace que estos no puedan competir en carisma con el protagonista. Además, todo se acelera demasiado y el duelo final, aunque bien realizado, resulta muy precipitado.

Aún con estos pequeños defectos no defraudará a los amantes de las artes marciales.
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27 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Los inicios de Pai Mei
El cine de artes marciales actual, ya sea oriental u occidental, bebe a grandes tragos de producciones relativamente antiguas como la que nos ocupa. Ha desaparecido toda aquella teatralidad, pero aún se conserva el espíritu coreográfico que hacían de esas películas un entretenido espectáculo visual aunque estuvieran totalmente carentes de guión.

El filme de Chia-Liang Liu se basa en un hecho real que supuso el acceso al kung-fu del pueblo llano, ya que aquella disciplina estaba reservada a los monjes Shaolin. La cinta narra la historia de un joven estudiante cantonés interpretado por Chia Hui Liu (o Gordon Liu) cuya vida cambiará al conocer a los monjes del templo Shaolin. Se interesa en las artes del kung-fu, pretendiendo aprenderlas para vengar la muerte de su familia e intentando convencer a los testarudos monjes de lo necesario de su enseñanza al pueblo, para que pudieran defenderse de los invasores tártaros.

Las secuencias en las que San Te va pasando por todas las cámaras del templo son lo mejor de la película. Unas duras pruebas que va salvando con arte y habilidad, desde las pruebas iniciales de fuerza y reflejos, hasta las de lucha con manos desnudas y diversas armas, donde Gordon Liu demuestra sus avanzados conocimientos en artes marciales. Las coreografías son vistosas y muy bien ejecutadas, como es habitual en este tipo de cine.

El guión es simple pero adecuado para las pretensiones de la cinta. Como si de un western se tratase, la venganza es la excusa perfecta para justificar todo el desarrollo del filme.

Como nota curiosa, Tarantino homenajeó el cine de artes marciales en su "Kill Bill", con detalles como el logo inicial de los Shaw Brothers y la actuación del propio Gordon Liu como Pai Mei. En esas escenas concretas utilizó el "zoom" exagerado como homenaje de aquellas producciones (en "Las 36 cámaras..." se ve muy claramente) que lo empleaban abusivamente para enfatizar una imagen o un personaje concreto.

Película entretenida e indispensable para cualquier fan de las artes marciales.
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16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Las 36 cámaras de Shaolin, La pasión de un monje
Las 36 cámaras Shaolin, producida por la fábrica de sueños del cine de artes marciales, la Shaw Brothers, es una de las películas mas simbólicas, entretenidas y representativas del cine de Kung Fu y uno de los mejores productos de la prestigiosa productora hongkonesa. Dirigido por el coreógrafo Chia-Liang e interpretado por su hermano, la estrella Gordon Liu. El argumento es bien sencillo y la película está dividida en tres partes claramente diferenciadas.


En la primera, una organización anti Manchú es la encargada en Cantón de dirigir las operaciones secretas contra los invasores mongoles, pero éstos últimos son muy fuertes y están muy bien organizados por lo que descubren a la sociedad secreta que trata de derrotarlos y por consiguiente se realizan una serie de ejecuciones para dar ejemplo en la que matan al padre del que será el protagonista de la cinta. Este huye malherido con la intención de entrar en el templo Shaolin del que ha oído que se enseñan artes marciales por lo que piensa que podría volver convertido en un experto y así ejecutar su venganza personal contra los crueles invasores. Con su complicada entrada en el templo y la aceptación del abad para que se convierta en monje comienza la segunda parte de la película, la mas entretenida y la que mas merece atención. En ella nuestro protagonista se somete a un duro entrenamiento en el que tiene que pasar por varias pruebas a lo largo de 35 cámaras diferentes, aprendiendo a utilizar, manos piernas, armas...trabajando y endureciendo el cuerpo y la mente, alternándolas con las enseñanzas del budismo. Contra todo pronóstico nuestro protagonista con una enorme fuerza de voluntad, tiene una habilidad espectacular para aprender Kung Fu, por lo que su aprendizaje se realiza de manera vertiginosa. Tras superar todas las pruebas, la intención de San Te es volver a su pueblo y crear la cámara 36 (con el consentimiento no declarado del abad) para enseñar Kung Fu a sus habitantes y que se puedan defender y echar a los tiranos. En la tercera y última parte, San Te tiene la ocasión de poner en práctica lo aprendido en las 35 cámaras en una serie de espectaculares luchas, venciendo incluso a los lugartenientes mongoles, adquiriendo así el film, la distinción de sencillo western oriental.


El encanto de la película reside en ver el estimulante sistema de entrenamiento de San Te en secuencias como en la que transporta cubos de agua con los brazos extendidos, golpea sacos de arena con la cabeza o aprende a utilizar la espada, la lanza o las piernas en duras pruebas en las que nuestro protagonista nos mostrara sus habilidades acompañado de una genial banda sonora. Puños y patadas, voces de golpe y movimientos que cortan el aire, están en perfecta armonía, juntos suman unas secuencias coreográficas perfectas, con un ritmo y un compás casi musical ayudado por rápidos acercamientos de zoom y una cámara frenética, que juntos llegan a alcanzar el grado de arte visual, a pesar de su sencillo guión.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Entrenar dándolo todo (versión Kung-fu)
Los años no pasarán nunca en contra de películas así, siempre serán atractivas. Con una historia que ciertamente da igual lo profunda que sea y los matices que contenga, la película centra su peso en la parte central, que contiene el entrenamiento y el proceso de transformación del protagonista, pasando de ser un vulgar estudiante que se salva de milagro de una persecución a un maestro en el arte de dar castañas. Las cosas son como son, el interés por los deseos de venganza del protagonista es relativo y en realidad puede que sea sólo el vehículo explicativo que marca su evolución. Dicho de otra manera, interesa más el camino que recorre para pasar de ser un vulgar ciudadano a un imbatible luchador que no sus motivaciones.

Dentro del monasterio no le queda otra que superarse, año tras año, picando piedra, como todos en todas las disciplinas, dedicándose al máximo, exprimiéndose y esperando que lleguen los resultados. No basta con darlo todo, además se ha de tener un don, tienes que ser especial. En el caso del protagonista gracias a su inventiva construye una nueva arma. Ese paso extra es lo que le diferencia del resto, consigue superar todas las cámaras y recibe el permiso de salir fuera del monasterio para llevar a cabo su plan final. El Kung-fu no llegó a él, fue él el que lo buscó para algo, que no es otra cosa que el final de la película.

Creo que nunca pasará de moda una película así, con independencia de los gustos por las coreografías, es entretenimiento puro. Mucho me temo que de aquí han salido muchísimos títulos de artes marciales más modernos.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
¿Mi película de Kung Fu favorita?
Posiblemente mi película favorita de Kung Fu y toda una obra maestra de la Shaw Brothers, con un Gordon Liu en estado de gracia.

Problemas tiene muchos (especialmente en su guión y en su desastrosa estructura y ritmo, sin embargo es todo un clasicazo que por desgracia no puedo dejar de mirar con ojos apasionados y que me hace disfrutar como un niño cada vez que la veo.

Magnífica.
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4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
UN BUDISTA QUE COMBATE EL MAL
Cuando antes de iniciar una película oriental aparece la cortina de la Shaw Brothers, ya nos podemos hacer una idea de lo que se viene: artes marciales, sangre muy falsa (casi naranja), cámaras rápidas, zooms exagerados, montajes desprolijos, armas de aluminio, efectos de sonido de cuchillería barata…

Pero también podemos esperar una historia fantástica, entretenida, llena de acción y una sobredosis de Kung fu. Y es precisamente lo que La cámara 36 de Shaolin nos regala: un peliculón de antología protagonizado por el gran Gordon Liu. Y de Liu podemos decir también un par de cosas que lo caracterizan. Este actor de singular semblante tiene algo que lo caracteriza y que se puede apreciar durante todo el filme: las escenas fáciles le salen pésimo, así como las difíciles perfectas. Está ironía le da un toque cómico a sus películas. A considerarlo al momento de ver su filmografía.

¿Y a qué va todo esto?

La trama es algo típica pero adopta un nuevo aire en las alturas del templo Shaolin. En pocas palabras, un pueblo sufre la ocupación de un general tirano que destruyó y asesinó a su antojo. San Te, cansado de la situación y bajo una profunda impotencia, se infiltra al templo Shaolin para ser el mejor, vengarse y de paso, liberar a su pueblo. Para hacerlo deberá pasar por 35 cámaras de entrenamiento. ¿Lo logrará?

La cámara 36 de Shaolin es una cátedra a la perseverancia. A la idea de si tienes una causa, podrás llegar lejos. Muy lejos. Y lo hace mostrando la evolución del protagonista de un estudiante a un monje budista.


Lo notable es que La cámara 36 de Shaolin escapa al concepto de la «no violencia» tan arraigado en la cultura de los monjes chinos. ¿Es válido ocupar el Kung fu como un medio violento para conseguir un fin?

Y no sé engañen: no por llevar en su título «Shaolin» se vendrá una historia de redención pacífica. Para eso hay otras películas. Otras productoras. No la Shaw Brothers. Eso jamás.

*Extraído de Cineconpalillos.com
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Clásico del cine de las artes marciales
Las 36 cámaras de Shaolin
clásico del cine de las artes marciales
A finales de los 70 el género de artes marciales ya había entregado grandes películas. Está no era la primera incursión de Liu Chia-Liang como director y Gordon Liu como actor en el género, pero si fue posiblemente su contribución de mayor alcance.

Siendo una historia relativamente simple su ejecución cumple su cometido. La apertura de la película ha dejado una marca en el género, sin previa presentación vemos a un monje practicando posiciones y golpes. Al espectador moderno puede desagradar la mezcla de sonido, las armas de aluminio, la sangre color “rojo”, el pretendido “realismo” del Kung Fu, o la cámara que a la par de los combates se mueve de manera agresiva, pero el ritmo (en especial del segundo acto) y el diseño de los combates junto con las escenas de entrenamiento son en su conjunto memorables. La coreografía de los combates y las secuencias de entrenamiento diseñada por Lau Kar-Leung tiene un punto brillante, el ambiente que la película logra dibujar del templo tiene la suficiente solidez como para ser el punto central de la película.
La primera vez que vi esta película no sabía si tomarla en serio pues ella misma no parece hacerlo, y sin embargo sin que te des cuenta te atrapa y al terminar algo de ella se queda en el espectador.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Venganzas y coreografías: ¿un western musical?
Chia Hui Liu, también conocido como Gordon Liu, es una de las grandes estrellas del cine de artes marciales, sin el renombre internacional de Bruce Lee y Jackie Chan, aunque todos le hayan visto en Kill Bill: Vol. 1 como Johnny Mo y en Kill Bill: Vol. 2 como Pai Mei.

Dirigido por su hermano, Chia-Liang Liu, interpreta un personaje verídico, San Te, un monje budista de los tiempos de la dinastía Ming al que le dio por salir del templo y difundir por los caminos la sabiduría del misericordioso Buda y, de paso, la técnica del mamporro con clase. La trama es harto típica en el género de las artes marciales hecho en Hong-Kong: un tirano abusa, roba y asesina. Un joven siente el ardor de la venganza pero su inferioridad es manifiesta y cualquier intento de rebelión es duramente abatido. Entonces llega el meollo de la película, el intensivo y paciente entrenamiento con un objetivo, lograr la técnica perfecta en la lucha, alcanzar la superación de las limitaciones físicas y mentales, y conseguir la ansiada imbatibilidad. Como colofón, el momento de la venganza, el enfrentamiento con el rival más temible de todos.

Apuntaba TAYLOR_1968 en su crítica de Meng long guojiang, “…un escuálido guión, unas interpretaciones esperpénticas y una palmaria deficiencia infraestructural (…) secuencias absolutamente lamentables” (1). Y bien podrían extrapolarse tales cualidades a la producción de cine de artes marciales en general, bien sea de la Golden Harvest, como aquélla, bien de la Shaw Brothers, como la que nos ocupa.

Pero lo que importa en este tipo de películas es la coreografía. Al principio de la película, Gordon Liu ameniza los genéricos con unas formas, es decir, unas secuencias de pasos y movimientos de Kung Fu que simulan una pelea. En cada antebrazo luce siete aros. Los movimientos de sus brazos crean una murga rítmica. Demuestra que la lucha también se puede escuchar, que tiene ritmo y compás.

En las peleas con rival, las voces y los gritos de los contendientes marcan el tempo de la lucha; la cámara se vuelve nerviosa, combina movimientos y zooms: izquierda, izquierda, derecha, derecha, delante, detrás…, como en una canción; los brazos y las piernas cortan el aire y los zumbidos enriquecen la sinfonía pugilística… Los combates parecen ajenos a la realidad, se estilizan y se transforman en bailes primitivos, enriquecidos con la personalidad histriónica y acrobática del singular Gordon Liu.

(1) http://www.filmaffinity.com/es/review/28460798.html


En spoiler, una exclusiva para Filmaffinity, una edición especial del programa radiofónico SUEÑOS DE CELULOIDE.
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21 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El arduo camino hasta la venganza.
De novato a experto. De pupilo a maestro. De huir y esconderse a buscar y encontrar. De las calles de Cantón al templo de Shaolin. Un exponente con mucho tino sobre la venganza pertrechada en la ficción, concebida como mecanismo que se mastica con el tiempo a través de una serie de durísimas pruebas de diversa índole que los monjes Shaolin imponen a sus discípulos para poder formar parte, como uno más, en el templo. La misma venganza que a costa de mucho sacrificio físico y mental, da fuerzas para lograr un objetivo a medio-largo plazo y, finalmente, servir en plato frío.
Una de las mejores obras del cine de artes marciales, sufrida y sentida como pocas coetáneas y aunque no excesivamente popular, a fin de cuentas, ¿cuál lo es?
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1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
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