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38 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
9
UN CATÓLICO, UN MARXISTA, UNA HEDONISTA Y OTRA CATÓLICA
Curiosa película, donde se presenta la dialéctica entre un católico convencido que no sintoniza con el filósofo cristiano Blaise Pascal (Francia, 1623-1662) y un marxista ateo simpatizante de las teorías y aforismos del citado pensador. Por supuesto, como suele pasar entre los seres humanos, una cosa es el verbo, lo que hablamos, y otra bien distinta lo que actuamos, la praxis. Así pues, la realidad que en definitiva comprobamos es que ni los católicos son tan católicos ni los ateos son tan ateos.

Es decir, Éric Rohmer filma por medio de "Mi noche con Maud" la histórica e inevitable ambigüedad que se da en el ser humano, animal racional-hablador que independientemente de lo que declare o diga sólo se le puede conocer por los hechos (y ni aun así).

Indudablemente este filme de Éric Rohmer es una crítica con mucha finura del catolicismo, centrada en dos de sus miembros seglares, laicos de a pie, de los que van a misa; pero la crítica en su conjunto está hecha con mucho arte, con mucha sensibilidad, con gran manejo de la desvelación estética. Para ello se sirve de un gozne de oro sobre el cual hace girar buena parte del guión, y esta bisagra valiosísima no es ni más ni menos que el pensamiento trascendente del filósofo Pascal, que si en algún país dejó huella por los siglos de los siglos fue en Francia.

En un momento dado emerge de toda la constante filosófico-teológica de este filme, la siguiente frase para discernir: «Seducir chicas no le aleja a uno de Dios más que las matemáticas.» Yo habría añadido que no le aleja a uno más de Dios que los clérigos y todo su tinglado clericalista, donde ellos están instalados como más importantes que Dios mismo.

En resumen, la pareja de católicos de esta película de Rohmer, al igual que las ideas que expuso en el siglo XVII el citado filósofo francés, son una muestra reluciente de que la verdadera sabiduría en el ser humano tiene que ver con comprender su ambigüedad, su ser contradictorio, o sea hacerse consciente de la grandeza y de la miseria que conlleva todo lo humano.

Esta es desde luego una obra notable de buen cine en cuanto a la sencillez, interés y suspense de la historia que se nos narra; en cuanto a los diálogos, la dialéctica, la filosofía que nutre el desarrollo de principio a fin; y en cuanto a los personajes tan bien descritos, tan bien interpretados, tan cautivadores y a los que el espectador llega a apreciar, querer o tomarles simpatía, sin excepción.

Muy buena película, de las consideradas delicias cinematográficas del cine europeo en blanco y negro. Muy recomendable de ver, sobre todo para los ignorantes o incultos del hecho antropológico llamado "religión", que no saben que la fenomenología religiosa existe desde que el ser humano es homo sapiens y puede que incluso antes; para que al menos vayan cogiendo algo de cultura, flexibilidad mental y humildad frente a lo que desconocen o subvaloran.

Fej Delvahe
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128 de 156 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
LA APUESTA AMOROSA
De la serie 'Cuentos morales', ofrece un enfoque filosófico de la búsqueda y la elección amorosas.
Parte de una idea de Pascal (creador de la ruleta, además de pensador matemático): apostar en la vida por lo menos probable obliga a invertir más esperanza, lo que multiplica la ganancia posible, porque una opción así colma de sentido la vida del apostante.
Lejos del desarrollo abstracto, los personajes viven plenamente involucrados en la concreta indagación amorosa, a la que aplican sus respectivos principios morales.
En una capital provinciana, se encuentran las existencias de un reflexivo ingeniero católico (excelente Trintignan), una divorciada librepensadora, la Maud del título (arrebatadora F. Fabian), un escéptico profesor marxista y una enigmática estudiante católica envuelta en contradicciones.
Próximo entonces (1969) Rohmer a los planteamientos hieráticos de Bresson, la máxima acción física consiste en que el protagonista apriete un poco el paso para cruzar, o que un automovilista siga a un ciclomotor por una calle en cuesta.
Pero la acción es, evidentemente, interna, y muy viva. A su exigencia se ajusta con precisión matemática el ritmo, la estética entera de esta valiosa película que, por desgracia, parece de una época remota: el deterioro del silencio no propicia la conversación inteligente.
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65 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Teoría y práctica del movimiento
Predestinación jansenista contra Racionalismo pascaliano en tres actos. Pocas veces he visto en la pantalla un discurso tan espléndidamente construido: se niega a sí mismo con un humor nada pedante.

El acto central de la comedia, la cena en casa de Maud, es verdaderamente magistral: cómo se va desenvolviendo un encuentro humano en su decisiva cotidianidad. Somos espectadores del tiempo, que se construye a sí mismo, marca el devenir de los personajes y a la vez los hace sus víctimas.

El ritmo; asombra que la belleza de esta secuencia de tres personajes que apenas se mueven esté precisamente en su movimiento; quizás porque el estilo narrativo consigue definitivamente suprimir la narración, y la imagen se hace palabra y a la inversa: puede decirse que el diálogo –recalco, el diálogo, no el guión- se compone de líneas, miradas en plano y miradas fuera de plano. Y uno no puede sino dejarse fascinar por esa maravillosa red tejida en tiempo real, metáfora de la situación de los dos protagonistas, incapaces de realizar un sencillo acto de elección. El trampantojo dialéctico en este caso –la conversación trata justamente sobre el libre albedrío- no es artificioso, es mucho más inteligente que en otras películas de Rohmer y casa perfectamente con el entorno humano en que lo sitúa; Mi noche con Maud es, por vocación y también por necesidad, un juego, pero no un juguete.

Dos reparos de cierta importancia
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51 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Nochebuena con Maud
Tercer film de la serie “Los cuentos morales”, de Éric Rohmer (Nancy, 1920). El guión es original de Éric Rohmer. Se rueda en escenarios naturales de Clermont-Ferrand, Paris y Belle-Île-en-Mer (Morbihan, Bretaña) y los platós montados en Rue Mouffetard (Paris). Es nominado a 2 Oscar (película habla no inglesa y guión original) y a la Palma de oro (Cannes). Gana el premio Méliès (1969). Producido por Pierre Cottrell y Barbet Schroeder (“La rodilla de Clara”, 1970) para Les Films du Losange y otras productoras, se estrena el 12-V-1969 (Francia).

La acción dramática principal tiene lugar en Clermont-Ferrand durante varios días comprendidos entre poco antes de la Nochebuena y la Nochevieja de 1968. El epílogo, situado 5 años después, tiene lugar en Paris y en Belle-Île-en-Mer. Jean Louis (Trintignant) es un ingeniero de 34 años, empleado de la empresa Michelin, que acaba de regresar de una prolongada estancia profesional en el extranjero (EEUU, Canadá y Chile). En un bar coincide con su antiguo compañero de estudios en el Instituto, Vidal (Vitez), que lo lleva a cenar en Nochebuena al apartamento de su amiga Maud (Fabian). A la mañana siguiente Jean-Louis aborda en la calle a Françoise (Barrault), estudiante de 22 años, rubia, a la que conoce de vista. Jean-Louis es católico practicante, reflexivo, soltero y de rígida formación religiosa. Maud, de unos 30 años, morena, es madre de una niña de 10, divorciada, médico pediatra, librepensadora, sensual, atractiva y franca. Vidal, profesor de filosofía de la Facultad de Letras de Clermont, es marxista, ateo, enemigo de los compromisos sentimentales y aficionado a las aventuras casuales con mujeres. Françoise, católica y enigmática, se halla envuelta en contradicciones.

El film suma drama y romance. La interacción entre los personajes da lugar a unos cuidados diálogos que abordan temas relacionados con el amor, la pareja, la moral, la religión, el pensamiento de Blas Pascal (nacido en Clermont), filósofo y matemático de posiciones jansenistas. Hablan de sus concepciones sobre el azar y la libertad. Añaden consideraciones sobre el hedonismo, el amor único, la fidelidad, la moral sexual católica, la libertad sexual, la felicidad, etc. La conversación principal es la que mantienen Jean-Louis, Vidal y Maud durante la Nochebuena y que prosiguen ya de madrugada Jean-Louis y Maud. El primero representa la confusión y las contradicciones entre doctrina y praxis, mientras Maud encarna las posiciones liberales burguesas, abiertas, libres de prejuicios anacrónicos e inclinadas a buscar respuestas razonables y fundamentadas sobre los temas de la vida. Tras la larga conversación, Jean-Louis parece aceptar mejor sus debilidades y contradicciones y sentirse impulsado a abrir la mente y el corazón.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
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39 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Hola… y adiós, Monsieur Rohmer
Llego tarde, lo sé. Debería haber ido mucho antes a su encuentro, pero no lo hice. Supongo que el motivo de esta inexcusable moratoria reside en algún estúpido e insostenible prejuicio, pero qué más da. El caso es que ha tenido que morir este buen hombre para que un servidor se decidiera a ver de una puñetera vez una de sus películas. Y ésa es la única verdad. Aún así, me da la sensación que Monsieur Rohmer, esté donde esté, sabrá disculparme. Fundamentalmente porque aunque este señor haya pasado ya a mejor vida, su cine perdurará en los que le conocieron, en los que le hemos conocido recientemente y en los que, tarde o temprano, le conocerán.

Me descubro ante Monsieur Rohmer, por lo tanto, porque ayer mismo tuve el placer y el privilegio de descubrir su obra a través de “Mi noche con Maud”. Una lección de cine que me demostró cómo ha de hacerse para hablar de lo divino y de lo humano (ya sabéis: algo de filosofía, algo de religión, algo de moral, algo de amor…) sin aburrir al personal y sin otras armas que cuatro buenos actores (con mención honorífica para Trintignant y la supersensualísima Françoise Fabian), suculentos diálogos y una puesta en escena tan sobria, austera y minimalista que podría haberla firmado el mismísimo Bresson.

Y poco más, señores. Tan sólo añadir que en esta vida cada cual es muy libre de defender sus ideales con uñas y dientes, pero que luego -irremediablemente- hay que atenerse a las consecuencias. Y si no que le pregunten al listillo de Jean Louis qué le rondaba por la cabeza tras cruzarse con Maud en la playa. Sin comentarios.
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38 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Contando cuervos negros. Alternativa al Pascal rohmeriano
El principio de la paradoja del cuervo nos lo deja bien claro: Cada cuervo negro que vea reforzará inductivamente mi creencia de que todos los cuervos son negros. Incluso, partiendo de ese silogismo dicen que se puede demostrar que cada manzana roja que vemos refuerza nuestra creencia de que todos los cuervos son negros.

En este punto de convergencia entre probabilidad bayesiana y la lógica inductiva puede haber una manera de enfrentarse a los problemas existenciales o incluso metafisicos. Si Perelman encuentra un camino, podría ser casi con toda seguridad un camino probabilístico -Existiría una probabilidad enormemente pequeña de que el cosmos sea fruto de la casualidad, o sea Díos existiría con una probabilidad inmensa-.Pero a mí no me interesa de momento la pregunta de si existe Díos o no, sino cómo se puede creer en él.

A todos los que tememos el salto al vacío de la muerte, lo que nos interesa es quitarnos esa angustia. Pascal advierte de que siempre es conveniente la apuesta por la existencia de Díos, pues no hay riesgo en ella. Este es principio que siguen todos los estadísticos que quieren forrarse en Las Vegas, o la máxima que siguen los jugadores de Poker. Si yo apuesto X a una mano en la cual tendría un beneficio de 5X, si mi probabilidad de ganar es mayor de 1/5, siempre me convendrá invertir en esa empresa. Laplace y la norma de los números grandes me avalan. En el caso de Pascal -Por cierto, un matemático brillante-, el nos dice que aunque la probabilidad de que Díos exista sea ínfima, mi inversión X es muy pequeña, y mi ganancia es inmensa- La gloria eterna, nada menos-.

Pero, repito, a mi la existencia de Díos no me interesa tanto como mi capacidad para poder creer en él. Tan atrevido es ser creyente como ateo, tan temerario es afirmar que Díos existe- a la espera de una explicación de Perelman-, como que no. Sólo necesitamos un placebo para la angustia del salto. Y bien pensando, que aburrimiento la vida eterna, no?. Lo ideal es ser un agnóstico anestesiado. Y para ello, lo mejor es que todos a mi alrededor crean en Díos . Pues cada creyente convencido que me encuentre reforzará mi confianza en que se puede creer en él. Exactamente como si viera cuervos negros.

En términos de hoy en día: que Díos tenga una calificación AAA+
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23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Él no dice, muestra.
“Yo no digo, muestro”. Se trata sin duda de una de las frases más célebres de Rohmer. Y siendo fiel a su premisa, el galo muestra en su cuarto largometraje (cuarta entrega de su serie de “Cuentos Morales”) una realidad simple y directa: la de un ingeniero como Jean-Louis, devoto católico, que sufre unas fuertes contradicciones internas tras pasar una noche con la divorciada Maud, mujer liberal y muy distinta a él. Jean-Louis se había enamorado de una joven rubia que había visto durante una misa, pero ese mismo día se reencuentra con su viejo amigo Vidal, marxista convencido, con quien mantiene una caldeada charla acerca de la vida y la religión, con el filósofo Pascal como punto de encuentro entre las posturas de ambos. Cuando Vidal lo invite a pasar la Nochebuena en casa de su amiga, la hedonista Maud, la moral cristiana de Jean-Louis se tambaleará y descubrirá que el mundo que le rodea es mucho más amplio que el estrecho prisma con el que se lo miraba todo hasta ese momento. Jean-Louis deberá tomar muchas decisiones en muy poco tiempo, y una de ellas es la de debatirse entre el carpe diem sexual que le ofrece Maud y la conservación de su integridad moral que le brindaría el casarse con la rubia de la que se había enamorado.

Cuando el amigo Vidal desaparezca de escena, viviremos uno de los momentos más emocionantes del cine francés de los 60. Y es que la sencillez de Rohmer dibujando esta peliaguda situación para Jean-Louis sorprende por su efectividad, dado que consigue mantener al espectador enganchado en la pantalla hasta el final de la película. Todos los departamentos van en la misma dirección; por un lado, tenemos la delicada y suave fotografía del barcelonés Nestor Almendros, despojada de cualquier ornamento; y por el otro, la apuesta por la sencillez en la puesta en escena de Rohmer, que coloca a Jean-Louis en un lado de la habitación y a Maud como dueña de la única cama del apartamento y deja que la situación fluya como un río, eliminando cualquier atisbo de pretenciosidad en el conjunto y siendo fiel a la frase del inicio de esta crítica.
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22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
NO SE SI ROHMER MEJORA Ó SI SOY YO.
La probabilidad, elevada a infinito, de que mi satisfacción, cuantificada numéricamente, por una película de Rohmer sea mayor que cero, presenta una esperanza matemática negativa. Por ello, la mejor opción siempre será escoger obras de directores de cine diferentes salvo que nuestros conocimientos de catolicismo infinitesimal y trigonometrías jansenianas hagan imposible cualquier otra elección.

Esto, que podría haberlo dicho perfectamente Pascal, lo digo yo. Y los estudiosos y seguidores de Rohmer deben saber que respeto y trato de comprender su cine. Tanto que he escrito doscientas veces en la pizarra: “Me esforzaré en comprender su cine”. Pero ni autoflagelándome, ni poniéndome brazos en cruz con las obras de Pascal sobre mis palmas y cara al encerado. Que no. Ni por esas.

Y debo reconocer que Mi noche con Maud es la mejor, de las que he visto. Porque La rodilla de Claire sólo tenía de visible, eso, la rodilla y El rayo verde, idem de lo mismo, un maravilloso y encantador efecto lumínico sobre el horizonte. El resto, para olvidar y rápido, que el espacio en las células grises cada vez se cotiza más alto.

Al menos, Mi noche con Maud, es una película con cierta consistencia y una línea argumental (ó líneas si lo prefieren). Podría subtitularse: Vida y práctica del catolicismo. Ó si lo prefieren: Incidencia del azar y las probabilidades en la vida cotidiana. No obstante, el tratamiento de estos temas resulta absolutamente espeso para el común de los mortales. Pasar una noche con Maud hablando de la metafísica de las matemáticas...Bueno, hay gente para todo, pero ni en los 60, que entonces había mucha filosofía, mucho cambio en ciernes y mucho descubrimiento de la sopa de ajo pero les gustaba igual que ahora irse a la cama.

Se dice que los diálogos son lo mejor. Ciertamente el guionista se lo ha currado eso si. Ahora, procure no perder el hilo porque si no acabará confundiendo las cartas de San Pablo a los corintios con el Teorema de Pascal y eso ya son palabras mayores.

Si las otras dos películas de Rohmer fueron valoradas por mi con un 4, para esta un 5 (pasable). No se si es Rohmer quien está mejorando o si soy yo.
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27 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Conversaciones entre cigarrillos
Entre charlas de sobremesa y noches de conversaciones sobre Pascal, la religión y diversos temas existenciales, algunos "burgueses intelectuales" treintañeros exponen sus puntos de vista al cruzarse sus caminos. Cada uno de ellos atraviesa por alguna fase de crisis o de cambios en sus vidas. Jean-Louis, un ingeniero de treinta y cuatro años, soltero, católico y de férreos principios, desea encontrar a la mujer de su vida para casarse. En la iglesia conoce a una muchacha que le atrae e intenta seguirla y acercarse a ella. Por otra parte, Jean-Louis ve flaquear sus convicciones morales (o tal vez simplemente comienza a aceptar nuevas perspectivas y ampliar sus horizontes), cuando conoce a Maud casualmente, a través de un amigo. Maud está divorciada y encarna todo lo que para alguien como Jean-Louis sería algo así como el fruto prohibido, alguien fascinante y atrayente en su espontaneidad, su inteligencia y su franca oposición a mucho de lo que Jean-Louis defiende. Una extraña y reveladora noche obrará cambios en su forma de pensar y, quizás a raíz de ese hecho, él empezará a aceptar mejor sus propias debilidades humanas y a abrir más su corazón. Y ahí está la chica a la que suele ver en la iglesia, a la que está decidido a abordar...
Interesante película filosófica que se centra en las interacciones y reflexiones de unas personas pertenecientes a círculos concretos: profesores, ingenieros, médicos y estudiantes universitarios. No hay nada trascendental ni especialmente remarcable, pero sin duda se refleja con valentía, sobriedad y toques intelectuales la búsqueda interior de Jean-Louis, Vidal, Maud y Françoise. El primero que lucha por defender su catolicismo tratando de contemplarlo desde su mente científica; el segundo, Vidal, un profesor con temor al compromiso y aficionado a las aventuras casuales con mujeres; la tercera, Maud, agnóstica y muy analítica, atrevida y desinhibida; y Françoise, la jovencita universitaria a la que Jean-Louis está decidido a conquistar.
Maud es el centro, la catarsis, una especie de intermediaria sensual y segura de sí misma que ayuda a otros a encauzarse y a abrir sus mentes, consciente de su propio papel transitorio y contenta de asumirlo.
Drama a la vez sencillo y profundo, austero y audaz, que concede mucha importancia a la naturalidad de los cuidados diálogos y a las imágenes que, como un acompañante más, muestran el deambular de Jean-Louis en su coche por las calles como si fuéramos nosotros quienes vamos conduciendo, o que son como una ventana sosegada que se abre para que podamos ser testigos de esos momentos en los que las vidas de los protagonistas se cruzan. Estudiada fotografía en blanco y negro que aumenta la impresión de sobriedad e intimismo.
Rohmer, en definitiva, ofrece con esta película modesta algunas de las bases del pensamiento existencialista que revolucionaba la conciencia social por aquellos años, poniendo especial énfasis en la liberación femenina y en la ruptura de antiguos prejuicios.
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20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
100 minutos muy muy largos
Este tipo de películas no me interesa y entiendo perfectamente que al resto de parroquianos de Filmaffinity esto le traiga sin cuidado. Pero hay algo que me impulsa a darle una puntuación tan baja a «Mi noche con Maud». Es algo que va más allá de cuestiones de afinidad por un genero o repulsión por otro.

El cuestionamiento que le hago a este trabajo de Rohmer (aclaro que no he visto otros) es que como película, como trabajo audiovisual, ha seguido las mismas premisas que una película porno o una de Jackie Chan. En este tipo de películas el guión está superditado a que se produzcan frecuentes escenas de sexo o de hostias. Todos los posibles ornamentos se dejan a un lado porque el consumidor quiere ver un tipo determinado de acción (sexual o marcial).

En «Mi noche con Maud» todo los posibles ingredientes a los que se puede recurrir en un trabajo cinematográfico son sacrificados en aras de que los protagonistas puedan lucir sus conocimientos filosóficos. La música, la interpretación, el empleo de la cámara, los recursos narrativos ....todo al garete y ¿para qué?. ¡Para que se produzcan constantes intercambios de parrafadas plásticas!.

«Mi noche con Maud» no me parece un referente, ni obra de culto ni nada que se le parezca y mi argumentación se basa en que el autor ha desestimado todas las posibilidades cinematográficas y todo para dar forma a un producto final con tacto demasiado sintetico.
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25 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Por favor, que nos definan que es el cine
Gran película de Rohmer. Otra cosa es que guste o no. Si buscas héroes o villanos no veas está película. Si buscas giros argumentales de 180 grados y demás quebraderos de cabeza no veas esta película. Si buscas una película enrevesada super-mega-creíble, super-mega-coherente, super-mega-real y super-mega-fiel a la vida misma, mejor mírate un telediario. A ver si nos enteramos que lo que pretende Rohmer es diseccionar la condición humana a través de sus personajes, magistralmente perfilados. Ya sabemos que los diálogos esos no los tenemos constantemente y con esa fluidez. Resulta tan evidente que no sé como hay todavía gente que sigue criticando lo mismo. ¿Acaso nos creemos, igualmente, a John Wayne en sus westerns o a Neo en Matrix?

Como he dicho, personajes muy bien perfilados, donde cada uno defiende sus ideas y principios, y por supuesto, sus contradicciones. Como ya se ha dicho en otra críticas, película sumamente discursiva en la que hay que poner los cinco sentidos en los excelentes diálogos. Y a pesar de muchos, seguro que más de uno se siente identificado de alguna manera con alguno de los personajes, en mayor o menor medida.

Yo creo que mucha gente que critica a Rohmer, y por qué no, el resto de cine que no es de su agrado, confunden gusto personal con calidad. Es un mecanismo inconsciente de justificar sus propias carencias y lagunas estéticas. Yo, si fuera algunos, empezaría por definir que entiendo por cine...

Un saludo.
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19 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Pascal o el amor
Hermosa historia de amores, azares y religión.
Al comienzo, amenaza con ser un mero intercambio de alta cultura, de ideas elevadas que no dicen nada y referencias privilegiadas muy estiradas; una especie de ensayo en el que los personajes serían tristes marionetas repitiendo sin gracia, como simples replicantes, el denso texto Rohmeriano; pero esta sensación de peligro (no tanto, ya que, aunque posiblemente fallido, también podría ser de interés ese intento especulativo) dura poco; en cuanto la bella Maud aparece y, sobre todo, empieza a jugar, seriamente, con el "tortuoso" Jean Louis desde su cama imperial, se produce ese milagro tan habitual, y tan difícil y escaso en el resto, en las películas de Rohmer; la fusión perfecta, ligera y sencilla, de lo más abstracto o intelectual con lo más vulgar y cotidiano; o de cómo toda la tradición cultural europea se ve traducida, representada a través de personajes creíbles, con sustancia, de carne y hueso, muy de verdad a pesar de todo (de tanta reflexión de campanillas), o quizás justo por eso (ya que se cuestionan constantemente a sí mismos, sus sentimientos y sus acciones, se hacen más humanos a fuerza de contradicciones, dudas, errores y debilidades, de pensarse y sentir).
Aquí la excusa, el punto de partida es Pascal, ese pensador y matemático francés del siglo diecisiete que es uno de los ejemplos más luminosos, complejos y ambiguos de lo que puede llegar a ser un cristiano, y que apostó en aquella confusa y lejana época por la opción más rígida y ascética, por la más literal y "rigorista", nada menos que por la jansenista, enfrentada a la de los jesuitas, más moderados y "posibilistas", más flexibles y comprensivos. Trintignant, si nos atenemos a su comportamiento, pertenecería más bien al segundo grupo. Y durante buena parte del argumento se le pregunta, cuestiona y zahiere al respecto de lo puramente religioso, por la supuesta incoherencia que supone su errática conducta, la que se da entre los principios religiosos y su deriva, por esa laxitud y relajo especialmente en lo tocante al asunto sentimental-sexual, ya que reconoce haber compartido vida y cama con mujeres sin haberse casado, tan gran pecado; y Maud se "escandaliza" ante esa, en teoría, hipocresía y falta de seriedad religiosa, o moral, ante su aparente y enorme frivolidad. Pero también se hace alusión a la disputa religiosa en otra vertiente; la duda entre el posible determinismo pesimista pascaliano según el cual somos culpables originalmente y estamos marcados irremediablemente, para bien o para mal, y una actitud más optimista y esperanzada que ve el azar como una puerta abierta, como una especie de señal que hay que aprovechar para dejarte llevar hacia lo que tú realmente eres o más deseas, y ahí Jean actúa, otra vez, de la segunda manera, mostrándose como un hábil, y atento, jugador; o quizás lo que elige es "la apuesta de Pascal", jugárselo todo a una carta que, aunque pueda no ser la más probable, suponga tan gran ganancia o triunfo tan alto que el precio no importe, lo mismo creer en Dios que perseguir un amor "improbable" por solo un encuentro casual.
Quizás la tesis principal de la historia sea en verdad la necesidad de adecuar los principios y mandatos, en este caso religioso católicos, a las circunstancias cambiantes de la vida, moldearlos, jugar con ellos, enriquecerlos e improvisar constantemente; lo cual no significa renunciar a nada ni caer en el extremo relativista, en el agnosticismo o el ateísmo. Y así actúa el protagonista, que, teniendo un objetivo claro (casarse y formar familia con una católica como él), es capaz de perseguir sus intereses sin cegarse, observando las actitudes y deseos de los demás, no siendo necio, transgrediendo ciertas normas y cayendo en ciertas debilidades y mentiras por un fin mayor, sabiendo que la vida no puede ser atacada, ni acatada, como un dogma intransigente, sino más bien como un campo abierto de posibilidades, disgustos y devaneos; compatible con no perder el sentido propio o la trascendencia espiritual.
Por lo tanto, por otros caminos, se llega al mismo lugar Rohmeriano de siempre, tan familiar y extraño, tan particular y democrático, ese terreno de nadie, y de todos, de infinita ambigüedad y calidez; sutil, amistoso, triste y conciliador finalmente; esa reflexión sobre el esfuerzo sin fin que implica tratar de incorporarnos, con nuestros pobres y limitados medios, a esa corriente general, la vida en verdad, que es la "historia" de sus geniales películas.
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
De las mejores de Rohmer
En esta excelente película Rohmer nos obsequia una vez más con otro sutil análisis sobre las relaciones humanas. Y una vez más lo hace sin necesidad de recurrir a fuegos de artificio o truculentos giros dramáticos al estilo de Hollywood. Porque tales ardides no le hacen falta a Rohmer. A él le bastan tres o cuatro personajes (a veces intelectuales, y en todo caso gente muy "civilizada") interaccionando entre si en medio de unas pocas localizaciones. Con estos humildes elementos –y su implícita filosofía de “menos es más”- es (o era) capaz de parir una buena película detrás de otra. ¡Pero qué difícil de lograr esa maravillosa naturalidad y falta de énfasis, tanto en las interpretaciones como en los giros argumentales! En este sentido el cine de Rohmer se situaría en las antípodas, no solo del melodrama, sino también del cine truculento y videoclipero que domina las actuales multisalas.
Pues en Rohmer la sencillez y la sobriedad son normas de estilo. Observemos, por ejemplo, que Rohmer no emplea casi nunca un “travelling”. Tampoco un primer plano; sus personajes son casi siempre observados desde la objetividad y el respeto que proporcionan los planos medios y estáticos. Lo mismo sucede con el acompañamiento musical: prácticamente ausente, deja todo el protagonismo a los diálogos y sonidos de ambiente.
El único “pero” es la fotografía. Me consta que el operador de esta película, Nestor Almendros, fue uno de los mejores, además de un pionero en el empleo de un “look” visual naturalista. Sin embargo por alguna extraña razón la calidad fotográfica no solo de esta cinta, sino de las demás películas de Rohmer que han salido al mercado en formato DVD es bastante deficiente. En ellas la imagen aparece poco contrastada (también las que son en color) y con poca nitidez, como si hubieran sido rodadas en 16 mm e “hinchadas” después a 35 mm. Aunque por lo que tuve ocasión de leer en una entrevista con Nestor Almendros (incluida en el libro “Maestros de la luz”), al parecer sus películas de esta época fueron filmadas en el formato de 35 mm. Incluso “La Coleccionista”, primera colaboración de Rohmer con Almendros, fue filmada en ese formato, a pesar de que en los principios de su carrera –según confiesa él mismo- Almendros tenía una preferencia por el formato supuestamente “más libre” del 16 mm.
En fin, a pesar esta objeción, la película me ha encantado. Tritignant hace una gran interpretación, al igual que las dos estupendas actrices. Tenemos pues a unos actores en estado de gracia, al servicio de una aguda reflexión sobre los desencuentros y paradojas del amor (con entretenidas disertaciones filosóficas incluidas). Indudablemente una las mejores películas de Rohmer.
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13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La fuerza de la palabra.
253/10(13/10/08) Film que trata de estudiar la naturaleza humana de varios personajes, sobre todo desde el punto de vista católico como del agnóstico. Tercero de los seis cuentos morales de Rohmer, se desarrolla a lo largo de unos días de invierno en la francesa ciudad de Clermont-Ferrand, un ingeniero, jesuita practicante (Jean-Louis Trintignant) que decide casarse con una estudiante, Françoise (Mariane-Christine Barrault), a la que ha visto en misa pero con la que nunca hablado. Se encuentra con un viejo amigo del colegio (Antoine Vitez), que en Nochebuena, después de la misa del gallo, le lleva a casa de Maud (Françoise Fabian), una inteligente e ingeniosa doctora divorciada, está reunión forma el núcleo del film. La cinta se nota austera en presupuesto, pero rica en diálogos sutiles, con una carga de profundidad brillante, nos enseña la visión de la vida de un católico tentado por una bella agnóstica, y de cómo sus afinidades les atraen y les repelen. La película está envuelta en un ambiente triste al que ayudan los exteriores fríos y nevados fotografiados maravillosamente por uno de los genios en la materia Nestor Almendros. Recomendable a los de films profundos y secos. Fuerza y honor!!!
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La gran noche de Rohmer
Esta película es, probablemente, la obra más admirada de Eric Rohmer. Está dentro de su estilo cotidiano, pero son quizás, la utilización del blanco y negro (inusual en su filmografía) y el tema de la religión lo que le dan un aire más serio a la cinta.
Como siempre, sus personajes están tratados a la perfección, tratando de buscar la identificación del espectador con alguno de ellos o, por lo menos, con alguno de sus comportamientos.
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8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La rubia y su secreto
Efectivamente, las películas de Éric Rohmer son sencillas aunque a alguno se le antojen retóricas por su florido verbo intelectual. No podría ser menos "Mi noche con Maud", un momento puntual en la vida de Jean-Louis, joven ingeniero que luce la etiqueta de católico y que defiende la hipocresía como elemento imprescindible de cualquier militancia no atea. La verdad, según nuestro amigo, no debe interferir en su futuro burgués, amparado por los titulares conservadores de las multinacionales religiosas: virtudes públicas, familia unida, buenos modales y asistencia a los actos eclesiales más significativos.

Jean-Louis no es más infeliz con sus contradicciones que Maud y Vidal con sus certezas pero es el espectador, parece decirnos Rohmer, el que debe elegir el tipo de comportamiento que apoya. Yo estoy de parte de Maud pero sé que otros, en la intimidad, justificarán plenamente el "modus vivendi" de Françoise y su bendecida pareja.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
ESPESA. PERO, AL MENOS, MORAL
Espesa, sí, porque a ratos parece un biberón de petróleo. Mi modesta opinión es que la gente que se emociona con la filosófia debería escribir libros o dar clase, pero llevarlo al cine, tal cual... durillo. Y encima, para acabar dilucidando que más vale ser creyente... por si acaso. Madre mía. Pero bueno, al menos me reconforta encontrar una película con más moral que moralina en una época en que ya nada es bueno ni malo, sinó sólo "diferente".

Lo que pasa es que en los sesenta una forma de ligar era ir de intelectual. En los tiempos presentes, que a nadie se le ocurra, o morirá virgen (si lo fuere). Y, en ese sentido, hace gracia ver una película tan "de la época". A mi me atraía Trintignant, que es un grandísimo actor y aquí tampoco defrauda. De Rohmer no sabía, nada, quizás le demos otra oportunidad con el dedo cerca del fast forward.

La parte moral: que hay que ser fiel a nuestro yo original pese al empuje del entorno. Y que, una vez cometidos los desastres de nuestra vida, no hay más que mirar hacia adelante con ilusion. Hay que revisar nuestras grandes o pequeñas hecatombes, pero nunca serán el motor de nuestro progreso.

Te salvas, Rohmer, porque estamos de acuerdo. Que si no...
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10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Mi primer Rohmer
Es la primera película que veo de Eric Rohmer y tengo grabadas en el vídeo dos más de él, que las veré en su momento.
Desde mi humilde punto de vista, aquí nos relata una sencilla historia pero adornada con unos diálogos muy sesudos y filosóficos que sobrepasan y abruman a mis pobres neuronas, no sé nada sobre el filósofo Pascal, poco interés tengo sobre la moral católica y no sé lo que es el janseismo.
Pero lo que he podido entender, todo está relacionado con las dudas morales, filosóficas y amorosas, del protagonista Jean-Louis, desde que se queda prendado de una chica rubia y cuando conoce a una enigmática y liberal chica morena.
Técnicamente la película no me ha sorprendido mucho, una fotografía en blanco y negro muy austera y sencilla, pero que nada tiene que decirme.
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8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La gravedad y la gracia
Alrededor de cada película circula, invisible, una nube de citas y analogías que cada espectador, en la medida de sus posibilidades y su interés, puede ir descifrando sin prisa.

"Mi noche con Maud" llama de manera directa a su órbita los pensamientos de Pascal, pero también todos los textos de escritores católicos fronterizos y disidentes: León Bloy y Simone Weil entre los más ilustres.

De esta última, pienso en uno de sus textos más lúcidos, "La Gravedad y la gracia", que comienza con esta frase:

"Todos los movimientos naturales del alma se rigen por leyes análogas a las de la gravedad física. La única excepción la constituye la gracia. "

En la película de Rohmer, el discurso racional, la duda racional, el afán de trayectoria y de mecanismo, representa el impulso hacia el control de las pulsiones por la Palabra: el cuerpo y el alma se hacen graves, gravitan ante la presencia inexpresable de la Mujer como encarnación de un 'decir' supralógico.

Todo análisis es muerte para la percepción de la realidad viva.

Todo discurso, todo comentario, interrumpen el fluir mismo del Ser.

Rohmer nos muestra cómo finalmente la simplicidad de la vida triunfa unificando los opuestos, y de-mostrándonos que toda teorización es un recorte arbitrario (y doloroso, al cabo) de un campo de energía infinitamente más vasto. Y que es en este campo de energía, Dios o Universo, donde efectuamos nuestras más sutiles transacciones y nos igualamos a lo Sin Atributos.
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7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
La alegría de la huerta
No me ha gustado mucho mi primera incursión en la filmografía de Rohmer, y eso que "Mi noche con Maud" es una de sus películas más aclamadas. Me parece que el guión es una excusa para poner en boca de sus personajes una cantidad inmensa de palabras y palabras sobre tantas y tantas cosas que, en realidad, debería dar para escribir un ensayo sobre filosofía. Y no es que no me guste la filosofía ni mucho menos, eso es lo grave, Rohmer le mete mano a Pascal nada menos, a la moral cristiana, y le da vueltas a tantas cosas a través de los diálogos de sus cuatro personajes, con una cámara al hombro, que se olvida de eso precisamente, que el cine va de una cámara, de un guión, de unos actores.

Y aburre, y cansa, y me desmayo al ver que el protagonista tiene a una mujer en la cama desnuda y decide salir corriendo.... Con lo elegante que es ser católico y pecador!!!!

Mi queja es que usa el cine para proclamar sus ideas, el cine es un vehículo, la fotografía una necesidad y el guión, pues qué voy a decir, en esta película el guión es un engaño mayúsculo. Si nos encontramos con ciertas relaciones amorosas, pasionales (eso seguro que no) o sentimentales, es fruto de un trabajo hecho sin esfuerzo, como si diera igual la aparición de ese contexto amoroso. Lo importante es la verborrea, es la magia presumible de las palabras y las ideas. Y eso me mosquea, porque para eso leo libros. Yo no veo cine para esto.

Y sí, como dicen otros por ahí, declaradamente católico, a las doce a misa, profundamente tonto y aburrido, ni para follar sirve.
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10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
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