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225 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
7
Nebraska marchito
1.

Woody emprende un viaje, y no iniciático: es de recapitulación.

Es presentado como un tipo incognoscible; entre interrogaciones. Se le aborda en retrospectiva, y de forma indirecta. Es decir, en lugar de la usual descomposición de la sólida unidad externa del individuo para ahondar en su ser íntimo, aquí se le muestra patético y desnudo nada más empezar, y a partir de ahí, se le intenta reconstruir. Le sonsacan información. Le preguntan. Cuestionan sus decisiones. Escarban en su pasado.

Se dan puntos al azar, y el espectador une las líneas. El retrato que queda de Woody no es fiel, no es preciso; es tosco y con aristas; pero es lo más que sabremos de él.

2.

A Woody pronto le devorará el tiempo: es un anciano al que la senilidad le está tocando la espalda. Y la fotografía ayuda a transmitir esa sensación de sueños obsoletos; de aridez y derrota. Woody Allen, a propósito de 'Manhattan', comentó: 'el blanco y negro me ayudó a captar la belleza de la ciudad, pero también su decadencia'.

La fotografía de Papamichael, en riguroso b&n, lejos de ser tentativa experimental o gratuidad estética, es una decisión intelectual, como puede ser la música o la elección y dirección de actores. Payne, de hecho, admite haberse visto influenciado por la sobriedad cromática de 'La última película', de Bogdanovich, para realizar este film.

El b&n, en el Cine moderno, es un anacronismo; y Woody es un hombre polvoriento, casi caduco. La fotografía entronca ejemplarmente con la esencia.

3.

Payne asegura odiar las 'road-movies'; se sorprende de seguir haciéndolas. El carácter nómada de sus personajes parece que se impone a los gustos del autor. Schmidt ya tomó carretera. Miles y Jack también se lanzaron a ella.

La carretera parece seña de identidad del cine de Payne, como también lo son ese humanismo sencillo y entrañable, digno de Kaurismäki; y su gusto por la cotidianidad y el costumbrismo; remitiendo lejanamente (al menos, a mí me lo parece) a Ozu, a cuyo cine también se puede vincular el gusto por los planos estáticos, muy numerosos en 'Nebraska'.

Y, por supuesto, el entorno. Los personajes de Payne son fruto de su entorno. La venta de terrenos vírgenes en Hawaii, donde 'también la gente lo pasa mal'. Las típicas rutas vinícolas en la California de 'Sideways'. El frío y la inmovilidad paisajista de Nebraska...

4.

De 'Nebraska' me quedo, ante todo, con la sensación de haber viajado. El guión no es innovador, para nada; de hecho, hay escenas con un planteamiento demasiado similar al de anteriores películas del propio director. Su cine tampoco es dinámico, ni pretende serlo. Y es posible que la película no sea reivindicada o recordada con el paso del tiempo. Pero yo he viajado con Woody. He transitado esas carreteras, he visto esos horizontes y he vagabundeado por lugares que me quedan muy lejanos. Desde una pantalla. Pocos cineastas modernos son capaces de conseguir tan calmada contemplación, tal sentido de la 'situación', semejante retrato; en detalle y profundidad, de un lugar. Acaso Jarmusch y algún otro.

Gracias.
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155 de 175 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
"Lo importante no es el destino, si no el camino"
Coger una historia común y hacer de ella una gran película, eso es lo que una vez más vuelve a hacer Alexander Payne, reafirmándose como un director dotado de mucho talento. Nos encontramos ante un relato cotidiano que en su conjunto suscita en el espectador múltiples sensaciones, desde la tristeza a la risa. Sea comedia, drama, o como quiera llamarse, Payne ha logrado un sincero y bello film.

Esta sencilla obra nos proporciona un triste aunque verdadero retrato de la vejez, una etapa en la que la demencia deja duras secuelas. Con un mágico Bruce Dern, que borda el papel hasta el punto de plantearte si está actuando o simplemente siendo el mismo, nos enseña lo lejos que puede hacerte llegar ese gran lastre que a tantos involucra. En este caso Woody (Bruce) pretende emprender un disparatado viaje con el fin de cobrar una estafa que cree él que le haría millonario. Miles de kilómetros le separan de su destino y sin embargo decide realizar dicho viaje, aunque tenga que hacerlo andando y en solitario, y por si fuese poco, su deseo es gastar dicho dinero en cosas a las que no podría darle ningún uso. Pese a esto, su hijo se apiada de su situación y decide ayudarle a lograr dicha meta. Realizarán un viaje que con escasos y cómicos diálogos te hace ver la belleza que esconde la familia.Y curioso es que con esta premisa, en blanco y negro, y un viaje en coche, Payne consigue lo imposible.

Natural, irónica, melancólica, reflexiva, sincera, cómica, enternecedora, realista, y con todo esto, bella, eso es Nebraska. Una historia sobre la vida, la cual podríamos resumir como una obra sencillamente magnífica. La vida es un camino, no una meta, así que disfrutemos de ella, lo que el viaje nos depare siempre será lo de menos.
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89 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La vejez en los pueblos
“Mala gente que camina y va apestando la tierra...” Ya nos avisaba Antonio de que en todos los lugares del mundo hay gente que te buscará las cosquillas, te pisará cuando estés en el suelo, se tomará la molestia de indagar en tu interior para entonces, cuando bajes la guardia, atacarte con inquina, injuriarte y jactarse de ello. Si esa persona llega a ofendernos realmente, y dependiendo de cómo de alto tengamos el umbral de tolerancia, es posible que nuestra naturaleza más animal responda de forma violenta, otorgando una victoria inmediata a nuestro indeseable rival. Pero para algo existe la justicia poética, eso que sólo suele ocurrir en la ficción y que, como un karma irritado, transformará la sonrisa triunfal del canalla en una mueca de dolor, envidia y resentimiento mucho más satisfactoria que todos los golpes del mundo. Los pelos de punta, la sonrisa nerviosa y ese cosquilleo que recorre nuestro cuerpo indican que la magia del cine ha vuelto a lograr su cometido.
Justicia es lo que busca para sus personajes Alexander Payne, un director especialista en mostrar la cara más humana y patética de la sociedad; y la poesía es el vehículo utilizado en esta Road Movie que seguirá los pasos de Woody Grant y su hijo David, dos personajes tan entrañables como faltos de miras, sin un objetivo claro en la vida, en los que se puede ver perfectamente el paso del tiempo, como si ambos fueran la misma persona en diferentes épocas compartiendo un mismo escenario. Un escenario conformado por los maravillosos paisajes que aparecen a lo largo de los más de 1000 kilómetros que separan Montana de Nebraska. Y precisamente ahí es a donde se dirige nuestro protagonista para recoger el premio de un millón de dólares que ha ganado, o eso cree él. Decidido a llegar al lugar indicado aunque sea andando, no dejará que nadie lo detenga hasta lograr su cometido, despertando así la preocupación de su hijo que le acompañará en su disparatada travesía. Por el camino se detendrán en el pueblo donde se crió el anciano, un pueblo pequeño y poético, como todo en la película, que trae viejos recuerdos a la delicada mente del viajero, y hace recordar al espectador al sin par Miguel Hernández,
“La vejez en los pueblos. El corazón sin dueño. El amor sin objeto. La hierba, el polvo, el cuervo. ¿Y la juventud? En el ataúd.”
Película agridulce que aborda con inteligente y agradable humor un tema tan delicado como es el paso del tiempo y los estragos que deja en las personas. La parte dulce la pone la pareja protagonista, dos hombres muy simples y sin ninguna maldad que se preocupan, a su manera, el uno por el otro. La parte agria vendrá del resto de patéticos personajes, como la mujer de Woody, Kate, malhablada, envidiosa y cruel que, pese a las muchas atrocidades verbales que ponen de manifiesto su desagradable temperamento, blasona de practicar un catolicismo intachable. Ella, al igual que el hermano mayor de David, Ross, destaca por su frialdad y superficialidad aunque, en el fondo, ambos tengan un lado sensible y cariñoso.
Bruce Dern borda una interpretación magistral como Woody, un lacónico y alcohólico padre que comienza a notar cómo la inevitable guadaña se acerca causándole un miedo incontenible, no a la muerte en sí, sino al fracaso. Por ello intentará remediar con un millón de dólares las carencias afectivas que haya podido tener como padre. Un gigante de la gran pantalla que, con paso errático, tambaleante y sin prisa, tendría que alzarse con el Oscar al mejor actor en la próxima edición de los prestigiosos premios. De momento, su sensacional actuación ya le ha valido el premio al mejor actor del festival de cine de Cannes. June Squibb, que ya colaboró con Payne en la cinta A propósito de Schmidt, 2002, no se queda corta en el apartado interpretativo, ofreciendo una actuación no tan conmovedora, pero llena de fuerza y buen humor sarcástico, por lo que depositamos en ella nuestras esperanzas para la estatuilla a mejor actriz de reparto.
Con semejante elenco y dirección, el guion no podía ser menos y, en efecto, el estupendo libreto se disfruta de principio a fin. Un trabajo redondo que, por primera vez, no fue escrito por el propio director sino por Bob Nelson quien, centrándose en los protagonistas, no permitió a los elementos externos apoderarse de la obra. Claro ejemplo es el momento en el que se habla de la separación de David y su novia ya que, lejos de convertirse en una dramática historia de celos, desamor y melodramas varios, el escritor simplemente utiliza esa escena como refuerzo para resaltar la pusilánime personalidad del actor, olvidándose inmediatamente después, y por completo, de la chica en cuestión.
También nos habíamos olvidado, tras los primeros fotogramas, de que la película es en blanco y negro, imaginando a los personajes en esa tonalidad monocromática, sin concebir que en la vida real sean personas a todo color. Una fotografía, a cargo de Phedon Papamichael, tan elegante como natural, una belleza artística deslumbrante, amable y cruda a partes iguales que consigue una composición muy cuidada del retrato humano sin que resulte artificial, una belleza de contrastes entre la soledad interior y la unión familiar, el encanto e inocencia infantil bajo una triste mirada que tiempo ha que asumió el inevitable e impredecible momento de su marcha. Poética, descriptiva y melancólica fotografía que evoca al mismísimo Machado, “una pálida rama polvorienta sobre el encanto de la fuente limpia”.
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67 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
De dónde vengo y hacia dónde voy.
A los pocos segundos de comenzar "Nebraska", Woody, el protagonista de esta historia, es interrogado. Las preguntas son, en apariencia, sencillas: ¿De dónde viene?, ¿Hacia dónde va?. Sin embargo, las respuestas dadas por el personaje que interpreta magistralmente Bruce Dern, son demoledoras, complejas, y a la vez, de una simplicidad que desmonta por completo al espectador antes de darse cuenta de que está delante de una pantalla. En ese mismo momento, Alexander Payne, desde su posición de narrador privilegiado, abre una ventana al fondo del corazón de un microuniverso cercano en el que la honestidad de un relato construido desde la mirada perdida del miedo a un final incierto, susurra con calidez su mensaje desolador y esperanzador al mismo tiempo.

Es "Nebraska" una road movie, que poniendo su vista en la perfecta "Una historia verdadera" de David Lynch, ofrece un viaje tanto a sus protagonistas como al patio de butacas. Un recorrido desnudo y carente de colorido por las raíces nudosas de una América deconstruida a través de relaciones familiares disfuncionales. Un mundo carente de falsa moral, donde la sinceridad se erige como base de un relato que admite tantas dobles lecturas, que la visión de esta obra maestra, termine reportando beneficios ingentes para la audiencia. Dudas existenciales, remordimientos vitales, errores, éxitos y fracasos se pasean por delante de la cámara en un desfile narrativo emocionante que apunta directamente al fondo de las emociones más humanas.

Alexander Payne, tras sus notables precedentes, consigue con "Nebraska" redondear su filmografía con una cinta perfecta que, desde la nostalgia del blanco y negro, se perfila como una fábula sobre el pasado, presente y futuro, cuyo mensaje se escribe con letras doradas en la retina de un público consciente del cariño con que el realizador perfila su obra maestra. De la mano de un Bruce Dern demoledor, en la cima de su madurez artística, y de un Will Forte entrañable; la odisea surrealista de Payne, encierra en su interior momentos de gran cine: humor surrealista, dramatismo sobrecogedor y cuestiones éticas, mezcladas en una narración ejemplar vertebrada por un trabajo desnudo y sincero como pocos en el presente curso cinematográfico.

"Nebraska" es una película que huye de efectismos y golpes bajos. Una obra que habla directamente al alma, y que la mece en una melodía forjada por las sinuosas carreteras de un destino incierto que se pierde en el horizonte del temor, pero cuyo final reconforta por la noción global de un canto a la vida que se guarda en lo más profundo de cada uno. Un ejercicio demoledor que no merece caer en la ignorancia por nadie... recomendable, emocionante, perfecta e inolvidable.
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59 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
En Nebraska sin límites
Aclararé en primer lugar que la filmografía de Payne hasta la fecha, pareciéndome indudablemente interesante, no había llegado a gustarme del todo, dejándome siempre cierto regusto insatisfecho, aquél que surge en nosotros cuando advertimos talento, pero este no nos parece totalmente aprovechado.

Con "Nebraska" disfruto por primera vez de un Payne en mi opinión más pleno, que consigue hurgar desde una peculiar sobriedad en temas universales como son las raíces de las personas y su sentido de la dignidad. El argumento del filme, sirviéndose de la metáfora del viaje, trata de ilustrar a través de Woody Grant un último intento de redención; su mente, que empieza a sumergirse lentamente en ese pozo que es la demencia, le impulsa sin embargo a iniciar una aventura que, pese a la incomprensión inicial de sus familiares, está llena de sentido. Lo que Woody trata de conseguir persiguiendo ese ficticio premio no son tanto los bienes materiales (la camioneta, el compresor) como la tranquilidad de "dejar algo" a sus hijos, y la satisfacción de "haber sido alguien". Esto cobra mayor importancia en tanto en cuanto el retrato del personaje abunda en lo anodino de su carácter y lo insustancial de su vida, aspectos que encuentran perfecta sintonía con las rutinas y vidas de los familiares y conocidos de su pueblo natal, Hawthorne, un lugar en el que parece que jamás ocurre nada de importancia (esa secuencia de todos los hermanos Grant vampirizados ante la tele mientras alguno de ellos inicia una insulsa charla es perfectamente ilustrativa).

El terco empeño de Woody conoce todas las reacciones posibles, desde la incomprensión hasta la mezquindad, pero acabará por encontrar la ayuda de su hijo David; es interesante observar el cambio operado en las motivaciones de este personaje, pues pasará de acompañar a su padre casi obligado y con el fin de calmarle de una vez por todas, a hacerlo en pos de la recuperación de las raíces familiares, y lo que es más importante, de la dignidad de su padre, en lo que constituye un auténtico acto de amor filial (no diré nada de las secuencias finales salvo que son la perfecta plasmación de esto que acabo de apuntar). Además de estos dos personajes principales, la película cuenta con excelentes secundarios, aportando todos ellos matices interesantes a la historia, y sobre todo mucho humor, destacando en tal sentido los clónicos y primarios primos de David, y principalmente su madre, que no deja títere con cabeza allí por donde pasa (la secuencia del cementerio es tremendamente divertida). Todo ello no hubiera sido posible sin las excelentes interpretaciones de Dern (Woody), Forte (David) y Squibb (Kate, la madre), perfectamente dirigidos por un Payne que siempre potencia la labor de los actores.

La fotografía en blanco y negro resulta muy acertada en la medida en que enfatiza los aspectos agridulces de la historia, al tiempo que nos sugiere la quietud y el tedio de los ambientes en los que transcurre la película; los planos de las grandes llanuras, así como los de las calles desoladas de esos pueblos del medio Oeste norteamericano potencian estas sensaciones con singular perfección.

Por último, leo que a muchos esta película les recuerda a la excelente "The Straight Story" ("Una Historia Verdadera") de Lynch, y aún admitiendo con ellos que tienen evidentes puntos en común, yo la emparentaría mejor con un filme español, al que aludo indirectamente en el título: "En la ciudad sin límites", de Antonio Hernández, una película que me encanta, porque al igual que esta, ilustra perfectamente cómo un hombre, al final de su vida consciente, es capaz de un último esfuerzo redentor dotado de la máxima dignidad, y cómo en ese empeño que nadie parece entender, encuentra la comprensión y solidaridad, el amor en suma, de su hijo.
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44 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Ganas de epatar
La peli es en blanco y negro, mostrando su vocación de "película diferente", pero como la fotografía es buena se lo perdono, aunque la hubiera preferido en color.
La historia arranca con un anciano con principios de deterioro mental, que cree que le ha tocado un premio millonario y se empeña en recogerlo. Lo acompaña un hijo adulto, del tipo bondadoso patológico. El argumento es endeble y no mejora a medida que avanza la película.
Está bien interpretado el desconcierto y desinterés del anciano, pero a la relación padre-hijo le falta chispa, vitalidad y autenticidad (las mismas cualidades que le faltan al hijo, a pesar del buen hacer del actor).
Los personajes secundarios son demasiado pintorescos, y aunque proporcionan algunas buenas escenas y chistes, terminan ahogados en su propio tipismo.
Hacia la mitad de la película comencé a aburrirme sin remedio.

Como la película tiene tan buenas valoraciones, me siento un poco marciano opinando así. Ya me ha pasado otras veces con películas de estreno, qué se le va a hacer.
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57 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
El viaje a ninguna parte (o toma el dinero y corre).
¿Es el personaje interpretado por Bruce Dern imbécil profundo en el sentido más metafísico y psicológico de la expresión? Por si acaso, aclaro que no está enfermo ni padece de taras mentales diagnosticadas. En consecuencia, juzguen ustedes mismos: cree que le ha tocado un millón de dólares porque lo dice una propaganda enviada a su nombre; cuando su hijo le explica que se trata de un timo, él sencillamente no contesta; afirma que se casó “porque quiso ella”, y no sabe en qué consiste estar enamorado; tuvo hijos sin planearlo porque “me gustaba follar”; se lanza a caminar hacia estados lejanos por la carretera vestido de cualquier modo; le importa un bledo lo que le ocurra al resto de la gente, familiares inmediatos incluidos; es alcohólico desde hace décadas; de joven todo el mundo abusaba de él porque siempre hacía cualquier favor sin solicitar nada a cambio; insulta a su propio hijo si éste le incordia con educadas preguntas personales; habla poquísimo, nunca escucha a nadie, y su respuesta más habitual es un alelado “¿eh?”. Fíjense: no les pregunto si un individuo tal es mala o buena persona. Les pregunto si es sencillamente imbécil. En su defensa, y mientras se lo piensan, ya les adelanto que, como decía Emerson, no debemos juzgar a nadie por sus malos matrimonios; tal vez el pobre Woody, que así se llama, se encuentre en semejante estado mental a causa de un mal matrimonio, o debido a que las esperanzas de su vida se han truncado con el paso de los años. Quizá esa tristeza ante la ausencia de un sentido vital le haya erosionado tanto que ya sólo queda de él la parte más hosca. Quizá. Pero, si es así, eso, desde luego, no está en la película; que tiene la torpeza de revelarnos cómo Woody, en su más lozana juventud, dejó a una novia admirable sólo porque su futura mujer, más ligera de cascos, sí follaba antes del matrimonio. De manera que he ahí la respuesta: Woody no sólo es desagradable, simple, egoísta y está hundido: también es idiota.
Al rescate de tan entrañable imbécil acude su hijo; quizá el personaje más soso, y con menos conflictos interiores, que haya jamás protagonizado una película. A los diez minutos nos encontramos con que el pobre lo ha dejado con su novia. Trabaja en una tienda de equipos de música y tampoco parece un gran vendedor. (No me digan que tan hondas congojas no resultan dignas de una película de Bergman o Dreyer). Así que coge el coche y se lleva a su padre al estado de turno para que cobre el premio. No está demasiado lejos, pero como una pronta llegada echaría al traste la película, los guionistas deciden que se detengan antes en casa de un hermano de Woody para que puedan desarrollar, en ese pueblo, ahí una simpática y calma comedia costumbrista tachonada de ternura, como mandan los cánones.
¿Por qué un servidor, habiendo escrito los dos párrafos anteriores, ha puntuado con un seis esta película? O, dicho de otro modo: ¿Puede ‘Nebraska’ sobreponerse a tan atroz planteamiento de partida? Sorprendentemente sí.
Aunque llegue a irritarle al espectador avispado la conciencia que posee sobre su propia sutileza (el crítico Carlos Boyero, más limpiamente, encuentra en ella demasiado cálculo emocional: y lleva razón, pero no es para tanto), el tono agridulce no desentona no desentona en su conjunto. Bien concedo que varios giros del guión bordean lo previsible, y que las escenas de paisajes con música country de fondo se reiteran sin una justificación aparente (lo mismo que en ‘Los descendientes’, allí con Hawai), pero algunas escenas son tan hermosas que compensan lo trabado. Y la parte cómica… ahí, créanme, ahí sí que todo funciona.
Algunas otras críticas se han cebado con el personaje de la madre; a mí mismo, al principio, me pareció desagradable y repulsiva. “La pintan demasiado malvada”, pensé. Pero luego su carácter insoportable se vuelve tan caricaturesco, que uno acaba admirándola como un genio cómico involuntario, al estilo de los grotescos personajes más desternillantes de Dickens, o de una moralista tan ridícula como la Lady Bracknell de Oscar Wilde. Cada vez que abre la boca, toda la sala contiene la respiración para no perderse ni una palabra de lo que va a decir. Se trata de uno de esos secundarios que permanece en nuestra memoria con fuerza incluso semanas después de haber visto la película.
El resto de los familiares, o de las gentes del pueblo, conforman un rico fresco de la vida en esos sitios en donde nunca parece ocurrir nada; y quiero evocar aquí la mirada, bellísima y profunda, de la directora del periódico; o la surrealista familia de Woody, que también aporta unos cuantos momentos de altísima comedia.
La dirección de Payne aporta serenidad y tempo al desarrollo de la trama; lo cual se agradece porque, en ocasiones, se estanca. Y un pulso firme capaz de alejarle la impaciencia al espectador sólo puede lograrse con una sólida dirección.
Bruce Dern logra humanizar la profunda estupidez de su personaje, por el que uno hasta siente verdadera compasión unas cuantas veces (lo cual es admirable), Will Forte hace lo propio con el soseras del hijo, Bob Odenkirk (“Better call Saul!”) aporta distinción al hermano, y June Squibb está inconmensurable.
Una película agradable de ver, pequeña, profunda hasta donde se deja llevar.
No va a partir la pana en el Olimpo cinematográfico, y en ocasiones manipula sin piedad los sentimientos del espectador (ya saben: en un momento verán que asoman los malos contra los buenos; ¿se imaginan por quién creen los guionistas que debemos tomar parte?), pero es una buena película, y cuando uno sale de la sala no se ha arrepentido de haber entrado en ella.
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42 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El compendio de una vida: cuando apenas te quedan sueños a los que aferrarte
La bondad humana es terca y ofuscada: choca siempre con el mundo indiferente y está abocada a la mofa, befa y parodia de tus semejantes, o simplemente a que se aprovechen de ti por verte tan débil e ingenuo. Por ello es importante que cuando ya apenas te tienes en pie, apenas y si tu mente está lúcida, tu ambición atesora como último rayo de esperanza la noción de que tu poca fortuna puede cambiar y – si bien sabes que nada tienes para legar a tus hijos, ni siquiera unos remotos buenos recuerdos – hay una tenue e improbable contingencia de soñar y hacerse con un dinero como llovido del cielo…

Estamos ante una hermosa cinta sobre el crepúsculo vital que cabalga la tenue y vaporosa frontera entre la desdicha y el aburrimiento, la nostalgia y el olvido, la ingratitud y la reminiscencia sin caer nunca de pleno en nada concreto e inapelable y sin dejarse desvariar ni desviar por la burla, sin dejarse abandonar por la ofensa ni por la reparación de lo que no fue y no podrá ser ya nunca más. Hayamos hecho lo que hayamos hecho, el pedirnos cuentas de nuestra complicidad o aquiescencia es pura locura o desvarío.

Contiene algunos memorables instantes – como el episodio de esa primera novia que no se engaña ni tergiversa las debilidades de antaño pero que aun así se permite el breve acto de rebeldía y locura de imaginar lo que pudo ser y no fue – y aunque el conjunto se hace algo duro y árido de ver porque retratar la derrota y la apatía, corre siempre el riesgo de caer de lleno en lo redundante, superfluo o baldío. Hay dos interpretaciones memorables que salvan el conjunto: sobre todo una mágica June Squibb (de 84 primaveras), que encara con tenaz fragilidad un personaje incombustible, así como un delicado Bruce Dern (de 77 otoños), el rostro impenetrable de la compungida frustración porfiada.

Ingrata y difícil de ver porque no hace concesiones a la facilidad (ni a la felicidad), trufada de un humor vitriólico y rústico que aligera la densidad del conjunto, no llega a ser fascinante pero se ve con reconocible complicidad. Merece verse pero no sale uno necesariamente gratificado del incierto y azaroso viaje.
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25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Una historia muy verdadera.
El nombre de Alexander Payne, sin remontarme a ningún tiempo lejano, ha sido, hasta hace pocos años, fruto de comidillas y conversaciones esporádicas, de foros y charlas cinéfilas desinteresadas donde el susodicho aparecía como elemento de interés emergente. Su apellido se apuntaba en las listas y en las quinielas, casi siempre de tapadito. Muchos de los que se sorprendieron y fascinaron con películas como Election o Sideways ya remarcaban, pero subrayar demasiado la afirmación, que la intachable genialidad de aquellos títulos albergaba tras las cámaras a un tipo con dotes especialmente singulares para narrar historias. Ese tipo es, a día de hoy, uno de los directores más relevantes del panorama americano y con su última película, Nebraska, ha llegado al zénit de su relevante y destacadísima carrera.

En posesión de las herramientas orquestales que conectan con solvencia el drama existencial más orgánico con la comedia negra más ácida, Payne reafirma un modernizado humanismo en el que se esconde una mirada serena y penetrante que expone y radiografía los ademanes de las soledades inherentes de aquellos que resisten las embestidas de su particular odisea vital. Aislamiento y desorientación acuden, como fuerzas de choque, a la ingenuidad y cerrazón ajena, provocando que dicho pesimismo humanista solemnice con un paisaje, no solo rural sino también interiorizado, compuesto de sombras que nos persiguen tras el cogote, fantasmas sin gemidos ni cadenas y claroscuros fríos y extenuantes.

Así da comienzo el viaje y se distiende el inmovilismo de la conciencia, que es azotada y golpeada ante las incomprensiones de la genuina maldad distante, carreteras desnudas confinadas en el horizonte como testigos de excepción. Paradigma de una excelsa tesis sobre la fatalidad humana, lírica y desoladora, en la que Payne se doctora ofreciendo el extravío existencial y la decepción catártica de nuestro camino por la vida, alegoría a subrayar, con una capacidad de disección abstractiva por el estudio y observación del pasado, que contrarresta el sinsentido del presente, rechazando su comprensión.

Captación de esencias, así defino la labor de este cineasta y así me lo refleja Nebraska. El mimo y la contemplación con los que Payne construye su relato inciden en la afirmación de que las cosas importantes necesitan cocinarse a fuego lento para ser relevantes. Los tiempos muertos, los largos planos estáticos, la sensación de demora constante de unos sucesos que, cuando finalmente ocurren, tampoco parecen ser del todo relevantes. Ahí se encuentra la magia del recorrido. El viaje, en una de sus acepciones, denota evasión, felicidad y recompensa. En otros casos, como en el del extraordinario personaje que compone Bruce Dern, el tesoro se encuentra en la asunción de la identidad, en redimirse de la culpa y de la ausencia. Algo tan puro y a la vez tan abstracto requiere de un apego incondicional por la vida para asumir, paradógicamente, que la misma nos condiciona una y otra vez a vagar más que a caminar.

Mientras uno disfruta degustando el trayecto hacia Nebraska, es inevitable trazar similitudes espirituales con las bondades que albergó el hipnótico David Lynch en su celebérrima película Una historia verdadera. Rastro coyuntural merecen la máquina cortacésped del viejo Richard Farnsworth con la chatarra de cuatro ruedas de Bruce Dern y Will Forte. El sentido de minimalismo épico en la indefensión y la levedad de tan noble e inquebrantable voluntad. Gusto insaciable por los detalles que actúan como guiños llenos de nostalgia y honestidad. Incluso el recorrido mismo une, casualmente, sus biografías –David Lynch nació en Montana y los protagonistas de Nebraska se trasladan de la primera a la segunda ciudad-.

Referirse a la excelente dirección de actores que el director acostumbra, a la divertidísima June Squibb, a la inteligencia en la escritura de sus diálogos o a su lúdico sentido del humor negro sería tan solo rayar la superficie de lo que Alexander Payne ha logrado con esta historia. Diríase que incluso las palabras y los adjetivos son vagos para definir esta desventura, pues la captación de las esencias más puras de aquello tan extraño y confuso a lo que llamamos vida están precisamente para eso: para sentirlas. No para hablar de ellas.

Crítica para www.cinemaldito.com
@WeisGuerrero @CineMaldito
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25 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
UNA OBRA LLENA DE NOSTALGIA
Qué gran película, llena de nostalgia y de recuerdos, de bellos paisajes retratados con maestría en blanco y negro por Phedon Papamichael. Bruce Dern está inmenso en el papel de este anciano con principios de Alzheimer, obsesionado por cobrar su premio de un millón de dólares.

El guión de Bob Nelson a pesar de su sencillez, sabe moverse con soltura para no aburrir durante una hora y 50 minutos, con una galería de personajes secundarios maravillosos. Entre ellos me llama la atención la esposa de Woody (Bruce Dern) quien al principio nos cae mal pero que poco a poco se nos mete en el corazón con su forma desparpajada de ser. Es de antología la escena del cementerio, que resume con humor mucha de esa nostalgia que posee la película. No se la pierdan, vale la pena verla.
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23 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
TRISTE, INTENSA Y DIVERTIDA.
Nebraska es una buena película triste e intensa, divertida y melancólica... Nebraska nos adentra en el mundo de las emociones. Esas que todos entendemos y algunas de las que no participamos.

Considero que ha sido un acierto producirla en blanco y negro, porque los personajes parecen de otro tiempo aunque sus historias resulten cercanas y comunes.

Me ha gustado, pese a la tristeza profunda de un hombre derrotado que se resiste a dejar de serlo. Bien perfilada, con personajes tan contradictorios y extremos como la vida.
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18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
¡Premio!
El final de Nebraska me deja (en ese sentido lo digo: la película no se acaba, ella misma te deja, te abandona) con una sonrisa y con una congoja a partes iguales. Belleza de final, belleza de último plano, el final de Nebraska se une a los que me vienen a la mente siempre que quiero recordar finales no necesariamente felices. Qué hemos visto antes de ese final, que no quiero cometer a continuación el spoiler que me pide a gritos el cuerpo: hemos visto una película hermosísima, con un Bruce Dern que calca (y nos recuerda) lo que es, supone y cansa la vejez. Con un Will Forte que somos todos, todos los que tenemos padre. Todos. Agradecemos que Payne no colocara un “To my father” que en otras cinematografías (…) remataría la película. Entendemos muy bien el blanco y negro. El color de la vida de Dern se apaga. ¿Hay algo que no rezume verdad, es decir, el ocaso del mundo en el que nos estamos metiendo? Mentiras, estafas y falacias a la orden del día. Para salvarnos, tenemos que regresar a la vida, a las edades del personaje de Bruce Dern, a su pasado, a sus antiguos compañeros (¿amigos?), antiguas conquistas (spoiler), los recuerdos que están a punto de decir adiós.

Padre e hijo. Tanto uno como el otro se nos antojan imprescindibles. Necesarios, trascendentales, fundamentales. No se entendería la película si alguno de los flaquease. Ninguno de los dos, finalmente, puede avanzar sin el otro. Ejercicio de redención familiar, el de sacar a la luz el decoro, la vergüenza, la dignidad. Y Payne, (ay, Alexander Payne, de verdad muchas gracias) precisa de muy poco para contar tanto. En los detalles encontraremos la verdad. Todo un premio, de verdad, Nebraska.
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14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
GRACIAS PAYNE POR TRASMITIR LO QUE DESEAS
EL estupendo director ALEXANDER PAYNE, formado en el cine independiente de Estados Unidos, se sitúa tras la cámara esta vez para contarnos la historia de un enfermo anciano con ganas de cumplir su última ilusión.

Para ello se basa en un magistral guión de BOB NELSON y en unas excelentes actuaciones de los actores que en ella se dan cita. En especial la de BRUCE DERN (Woody Grant) ante uno de los papeles más importantes de su carrera y su esposa artística JUNE SQUIBB (Kate Grant) que muestra una fuerza y carisma muy a destacar. Todo envuelto por una excelente ambientación, que junto a la muy trabajada y elegante fotografía, nos dan un marco incomparable, cercano y muy creíble de lo que estamos visionando. Además eligiendo el muy interesante formato B&N.

Pero el gran poder del film es lo que trasmite. Si la intención de cualquier película es la de llegar al espectador y conseguir que éste abrigue distintos sentimientos, en este caso se consigue con creces. No puedes evitar recibir un continuo golpeo de distintas sensaciones en todo el metraje, pasando del abatimiento y dureza de la vejez a una incesante sonrisa desde el minuto uno hasta los títulos de crédito. Todo ello mezclado de retratos de la naturaleza humana como son la ambición, la maldad o la envidia pero siempre quedando patente la fuerza de un corazón frágil e ilusionado y de la bondad de alguno de los personajes. Y lo más importante, todo lo anteriormente descrito, cosido con una simplicidad y sencillez asombrosa que hace que todo nos parezca como propio y cercano. Estupendo ejemplo de cómo la naturalidad bien retratada no necesita de fuegos de artificio para llegar al espectador y mostrar lo que se intenta. A recalcar los continuos diálogos tan destacables por lo que expresan, como por el fino y fantástico humor que los rodea.

Por todo ello, gracias ALEXANDER PAYNE, y que conste que LA CERVEZA NO ES BEBER!!!!
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13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Una historia verdadera
Alexander Payne (A propósito de Schmidt, Entre copas, Los descendientes...) se enfunde en su cámara de blanco y negro narrrando una historia emotiva sin llegar a ser sentimentalista, filosófica y emocionalmente conmovedora. El cambio generacional en el ser humano se cuenta desde un punto de vista humano y transgresor. Un excelente guión nos muestra una aventura de un padre y su hijo buscando un premio inexistente, un camino labrado de incertidumbre como la vida misma. Bruce Dern (Un mundo perfecto, Django desencadenado, Monster...) ofrece una interpretación francamente magistral. Un actor consagrado como secundario, que da un recital de emotividad, consistencia y de calidad. Hasta todos los personajes de reparto están bien escogidos, minuciosamente seleccionados en su papel como los mellizos paletos o los mienbros de la familia Grant. Viendo esta cinta me ha recordado en muchas escenas a la "road movie" de importante calidad 'The Straight Story (Una historia verdadera)' (David Lynch, 1999). Ambas películas tan parecidas y diferentes al mismo tiempo, transcendentales en el mundo del cine.

Un padre cascarrabias y tozudo cree ser el ganador de un premio de un millón de dólares, lo que hace que en contra de su familia decida emprender un viaje a Lincoln, Nebraska, para recoger su ansiado premio. Su hijo decide acompañarlo en su aventura, jugándose el trabajo y los valores con los que fue criado. A lo largo de la cinta se verá un reflejo de lo que es la vida, la amistad, la vejez, la enfermedad, el amor, la impertinencia y la conveniencia que saca lo peor de las personas. El guión es una mezcla perfecta entre el drama y la comedia. Líneas cómicas que pondrán la sonrisa en el espectador, siempre con ese toque oscuro y dramático que sobrevuela permanentemente en esta prosaica historia. Todo en un trasfondo en blanco y negro, con una fotografía poderosa mostrando unos decorados y paisajes maravillosamente reproducidos.

La sencillez que le caracteriza es su punto fuerte. Sus entrañables personajes harán empatizar rápidamente con el espectador, música, guión, desarrollo y sus agudas líneas entre la comedia y el drama son magistrales. Su dirección y artística están a un alto nivel. La conmovedora aventura de Woody Grant se convierte en una de las mejores películas del año. Un paseo glorioso por la geografía invernal americana, conociendo personajes llenos de vida e irónicamente divertida.
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12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Entrañable
Nebraska es una película entrañable, Bruce Dern (78 años) no ganó el óscar al mejor actor (lo gano Matthew McConaughey a Leonardo DiCaprio que se suponía lo iba ganar por fin) pero Bruce Dern lo podría haber hecho perfectamente ya que su actuación en Nebraska es portentosa. De hecho, Dern ganó el premio al mejor actor en Cannes con la interpretación de un hombre viejo, alcohólico y perdedor que está más fuera que dentro del mundo y al que supuestamente le toca un millón de dólares o al menos es lo que él piensa. Recibe una carta y le indican que ha ganado un premio que debe reclamar en Nebraska. Junto a su hijo emprende un viaje para recoger el premio o lo que sea, el viaje le hará recordar su vida y las diferentes experiencias que ha tenido sobre todo en su pueblo natal. Y es que en realidad su familia no conoce todo lo que este hombre ha vivido. Nebraska es una gran película, el premio no es más que una excusa para la real historia que se esconde detrás del protagonista. Es muy interesante ver el entorno rural de Nebraska y como en los pueblos y en las pequeñas comunidades todo el mundo tiene una fama, tiene una historia de la que es complicado escapar.

El director de Nebraska es Alexander Payne, el mismo que Entre Copas, About Schmidt o Los descendientes, suele cuidar mucho las historias y tiene muy buen gusto a la hora de escoger las mismas. Con los Descendientes ganó grandes premios y al público, con Entre Copas conquistó a la crítica pero considero a Nebraska superior a las anteriores. Su dirección suele ser muy buena, aquí lo demuestra y es que además él es de Nebraska, estado muy rural que apenas tiene 2 millones de habitantes y del se hace un entrañable retrato. Entre los actores secundarios de Nebraska también brilla la mujer del protagonista, la actriz June Squibb (85 años) no así Bob Odenkirk, archiconocido abogado de Breaking Bad, en la serie realiza una gran actuación pero en Nebraska es como si vieras al abogado otra vez pero el problema es que su papel se supone que es diferente. Sin embargo, Bob Odenkirk habla como si tuviera delante a Walter White. Ahora mismo Bob Odenkirk aparece en la serie Fargo y da la misma impresión al menos va a protagonizar una serie inspirada en el abogado de Breaking Bad (Better Call Saul) donde no tendrá que cambiar de registro. Es una pequeña decepción verle actuar en Nebraska.

Pese a que vislumbraba a DiCaprio ganando el óscar, pese a que McConaughey me gusta como actor tras ver Nebraska pienso que Bruce Dern (aunque Joaquin Phoenix en Her también lo borda) firma la mejor actuación del 2013. Nebraska recibió 6 nominaciones a los Óscar, todas ellas merecidas y pese a que no ganó nada relevante en Estados Unidos me da la impresión de que puede ser una prueba de lo importante que es en el momento final la fama a la hora de recibir los máximos galardones porque aunque Nebraska es una película muy humilde no tiene nada que envidiar a ninguna de las películas premiadas en 2013 (12 años de esclavitud, Gravity, Lobo de Wall Street, Dallas Buyers Club, El Gran Gatsby o La Gran Estafa americana)

9 sobre 10. Nebraska es una película entrañable.
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12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Don Quixote Del Medio Oeste Americano.
25/08(10/02/14) Alexander Payne en su sexto film realiza una conmovedora Oda al Padre. Adapta por vez primera un guión no escrito por él, es de Bob Nelson (hace un cameo en el bar de Hawthorne) inspirándose en la relación con su padre, acierta de pleno, libreto que tiene sus constantes, road-movie, radiografía de la vejez, el paso lapidario del tiempo, estudio de una familia disfuncional, las falsas amistades, el egoísmo, lienzo de la ambigüedad inherente a la condición humana, el reverso amargo del Sueño Americano, temas tocados con ingenio exhibiendo mordacidad, cinismo y humor caustico, retratando a una sociedad mezquina. El vehículo son dos protagonistas entrañables, padre e hijo, alegoría de Don Quijote y Sancho Panza, el padre un hombre de vuelta de todo, al borde de la demencia senil, es el soñador-optimista que recobra la ilusión al creerse millonario, y el hijo es el realista-pesimista que aún sabiendo la verdad hará de escudero en esta travesía homérica por esta meseta manchega americana, estableciéndose una conmovedora relación intergeneracional, en la que el hijo se ve en el espejo del padre, durante esta bella odisea irá redescubriendo a un padre que no conocía, tras el alcohólico cascarrabias que el medio-soportaba hay un hombre con un pasado, con heridas sin cicatrizar que le marcaron, un hombre que pudo haber tenido otra esposa, con unos sobrinos hieráticos y mezquinos. Woody representa a muchos ancianos que en su ocaso de vida se miran y creen sus vidas desperdiciadas, siendo la obra un Canto a la Fuerza motora de la Ilusión.

La historia arranca en Billings (Montana), Woody Grant (gran Bruce Dern), es un hombre mayor obsesionado con ir a Lincoln (Nebraska) a recoger un ‘supuesto’ premio de 1 millón de dólares, una carta le ha llegado comunicándole que ha sido agraciado con este premio en un sorteo, su hijo David (estupendo Will Forte) su familia, su Kate (gran June Squibb), y sus hijos, David (estupendo Will Forte) y Ross (buen Bob Odenkirk), intentan convencerle de que es un timo, pero él sigue empeñado en ir a Nebraska, con el dinero quiere comprarse una camioneta (tiene retirado el carnet de conducir) y un compresor. David tras una reciente separación de su pareja, Noel (correcta Missy Doty), decide acompañar al padre para desengrasar llevándolo en su subaru, son 850 millas, tras un pequeño accidente de Woody, David decide parar en el fin de semana en la ciudad natal del padre, Hawthorne (ficticia, en realidad Norfolk en Nebraska), que les pilla casi de camino, visitaran al hermano de Woody (correcto Rance Howard) y familia, allí ha quedado para una reunión familiar con su madre y hermano.

Bob Nelson expone un relato con efluvios a deja vú, un trayecto de reencuentro entre padre e hijo, es algo muy visto, pero el guionista sabe darle un toque genuino, Payne nos habla de la codicia, de la esperanza, de familias hipócritas, del perdón, de la vejez como patología con los primeros achaques de desorientación, del amor fraternal, del matrimonio, es una tragicomedia tierna, con un delicioso toque humanista, con trazos existencialistas, con un humor inteligente que brota de modo natural. Es una road-movie que discurre por el crepúsculo de la vida, por la nostalgia de las decisiones que marcan una existencia, cercana al espíritu de ‘Una Historia Verdadera’ de David Lynch, siendo el camino un viaje de redención, en el que las emociones manaran de forma fluida sin caer en sensiblerías edulcoradas, goteando una turbadora melancolía, convirtiéndose en una emotivo recorrido. Todo esto enmarcado en un fresco de la América profunda, esa que conoce Payne (es de Nebraska), primero con planos preciosos de carreteras de rectas infinitas, a los lados llanuras interminables sembradas de maizales, y luego con el pueblo de Hawthorne haciendo un estudio de pequeños núcleos donde todos se conocen y se cruzan el bar del pueblo, aquí combina el director los personajes de falsa moral con las gentes de una pieza.

La puesta en escena es de enorme beldad, empezando por un estupendo diseño de producción de J. Dennis Washington (‘El Honor De Los Prizzi’ o ‘Los Dublineses’), proponiendo escenarios rurales sobrios, áridos, despojados de pompa, como las carreteras, las calles, el pueblo de Hawthorne, la antigua casa de los padres de Woody, y esto fotografiado brillantemente por Phedon Papamichael (‘Entre Copas’ o ‘Los Descendientes’), Payne quiso se inspirará en el film de Peter Bogdanovich ‘La Última Película’, además de beber de los fotógrafos estadounidenses que tan bien reflejaron la Gran depresiópn como Walker Evans o Dorothea Lange, por ello es en glorioso b/n, evocando tristeza con cielos grises que transmiten frialdad desolada, con tonalidades que emiten sentimientos sombríos, esplendida, a esto cabe añadir la música de Mark Orton, miembro del grupo ‘Tin Hat’, con un estilo folk-country-blues con profusión de guitarras y violines, yéndole estas melodías como un guante a la narración.

Bruce Dern es alma del film, a sus 77 años inunda la pantalla con su carismático rol, te seduce desde su primera aparición caminando por la carretera nevada y respondiendo lacónicamente a la policía, impresionante presentación, sencilla y apabullante, su llamativa imagen de calvo con canas revueltas enternece, sus andares torpes de pato emocionan, un hierático tipo en el borde de perder la cordura, su poderoso lenguaje gestual expresa que su tiempo ha pasado, su cansada mirada te sacude, maravilloso cuando le hablan y parece no enterarse estando en otro mundo, con su voz carcomida por las vicisitudes, un personaje lleno de aristas, un alcohólico algo descuidado con los hijos, aún así su voluntad quijotesca intenta firmar cheques que su mente no puede cubrir, el actor no cae en la sobreactuación desbordando naturalidad, emitiendo dolor, angustia, sentimientos nobles, veracidad, hastío y del que emana dignidad, no te puedes imaginar que finja, Colosal. (Continua en spoiler por falta de espacio)
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12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
¡El mundo se vuelve loco!
¡El mundo se vuelve loco!
¡El mundo se vuelve loco!
¡El mundo se vuelve loco!

Lo repito y lo repetiré siempre, los Oscar no es lo que eran, y ahora aún más es un consorcio de varias compañías del entretenimiento, algunas veces bajo nombres de compañías de tercer nivel, pero dirigiendo el cotarro detrás del cristal, que desean los derechos universales del cine, manipulando las votaciones y las opiniones, para hacerse con la exclusividad, un monopolio privado en las sombras de una industria que mueve millones, donde la boñigas pasan a oler rosas y las rosas son feas como el estiércol, así de claro y de simple, y una de esas boñigas es Nebraska, un film, mundano, mediocre, engrandecido de forma magistral por falsos críticos y de miles de incrédulos, que se creen que saben de cine, pero lo único que se ve en la pantalla, es un deambular penoso de un padre y un hijo, aburrido, que invita al sueño ante la carencia de diálogos originales, que te hace tirarte de los pelos ante esa fotografía pseudo original y sobre todo el de pegarte con una piedra en la rótula por la emotividad que transmiten en su sarcástico y raquítico deambular sobre el asfalto de la mediocridad estadunidense, sin olvidar en su camino a los típicos retrasados paletos americanos, mostrándolos como unos deficientes de anormal personalidad, que son capaces de ser felices con una cerveza y una violación de vez en cuando.


Para mí, aparte de ser (educadamente) una decepción, es una auténtica (malhablado) mierda, qué quitando a la vieja y sus directos chispazos, no valdría (malhablado) ni para limpiarse el culo.


Gracias por vuestra atención y cada cual opine como quiera, que yo sé lo que tengo que opinar ya que no soy ciego.
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24 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Andando se hace camino.
Desde el primer segundo y hasta el último, cuenta tras cuenta, se van enhebrando en el cordel. Son bolitas de colores; ni muy vivos, ni brillantes, más bien discretos y algo simplones que van cayendo una sobre otra dando significado a un paisaje humano desmedido por lo burdo. Payne nos cuenta una complicada historia con palabras aparentemente ingenuas y elementales, desnudando con parsimonia y tranquila tozudez los defectos de una sociedad envejecida, cruel y acartonada. El resultado es una película espléndida, llena de matices y escandalosos silencios; cargada de espesos mensajes que cuesta asimilar y que dejan un sorprendente regusto.
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10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El descubrimiento de la figura paterna
Si “La vida es bella” representaba en cierta medida un regalo de un padre hacía su hijo (nada más y nada menos que el de la vida o supervivencia), “Nebraska” supone un presente a la inversa. Un gesto de amor hacía un progenitor que, como se le explica al espectador al principio de la película en una conversación entre sus dos vástagos, siempre ha ido a su aire.

En su sexto trabajo, el director Alexander Payne vuelve a ofrecernos una comedia dramática al igual que hiciese en su anterior película, ‘Los descendientes’. En este caso nos presenta el viaje que tiene que realizar un hijo con su testarudo y alcohólico padre para acompañarle a recoger un falso premio de un millón de dólares desde Montana a Nebraska. El viaje supondrá un regreso a los orígenes y el descubrimiento de su propio progenitor.

Con estos mimbres, el director norteamericano nos embarca en este hermoso trayecto a través de la América profunda que él tan bien conoce (nació en Nebraska hace 52 años). Una Norteamerica de paisajes dominados por grandes llanuras, prácticamente sin vegetación; el medio oeste norteamericano de gente dedicada a trabajos manuales que empleaban y emplean su tiempo libre en el bar pegados a una cerveza con los mismos compañeros de toda la vida. Eso es lo que quiere retratar el director y para ello recurre al blanco y negro. Cuando el protagonista llega al pueblo que le vio nacer y crecer, parece como si nada hubiese cambiado, familiares a los que no veía desde hacía décadas casi no intercambian más que unas pocas palabras y casi sin sentimiento. En el aspecto técnico sobresalen una fotografía (con nominación al Oscar incluida) a cargo de Phedon Papamichael y una BSO a cargo de Mark Orton que recuerda a la música de la extraordinaria ‘Una historia verdadera’ (David Lynch 1999)

Nebraska es, una comedia dramática que a pesar de parecer muy simple en su desarrollo tiene muy buen ritmo y no decae en ningún momento. Y cuando parece que está bajando su nivel, el director nos regala uno de los mejores finales de los últimos tiempos. Simple, pero cargado de gran belleza.

Más datos sobre esta y otras películas en nuestro blog: http://argoderse.blogspot.com.es/
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9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Pequeña gran joya
Una pequeña joyita. Una historia que nos recuerda, para quienes tenemos padres que se están haciendo grandes, que a esa altura nos tenemos que dedicar a darles los gustos, a mimarlos simplemente. Pero la gran virtud de ‘Nebraska’ es hacer que “sea gran cosa” la historia de personas cuyas vidas, como las del 99,9% de la población mundial, no es gran cosa. Esta es la historia del “viejo gruñón” Woody Grant (Bruce Dern, elegido Mejor Actor en el Festival de Cannes por esta actuación) quien, en su inocencia y testarudez, cree haber ganado un millón de dólares luego de recibir una carta de una revista que decía eso (como cuando aparecen en el navegador de internet carteles que dicen “ganaste” tal o cual cosa). Sus hijos y esposa intentan persuadirlo para que se olvide del asunto, pero Woody vive escapándose para ir, caminando, hasta Lincoln (a 800 millas de distancia de Billings, donde ellos viven). Su hijo David (Will Forte), que también lleva una vida opaca y miserable, decide seguirle la corriente y adentrarse en esta aventura para pasar tiempo con un padre del que sabe sólo que ha sido alcohólico toda su vida.

Alexander Payne (autor de ‘The Descendants’, de la ganadora del Oscar al Mejor Guión ‘Sideways’, ‘About Schmidt’, entre otras) propone una road movie en blanco y negro con una musicalización que sirve para reforzar el tono entre alegre, triste y melancólico del film. Cómica desde el accionar y la gestualidad de sus personajes, pero también en los muy buenos diálogos que suelen darse entre David y Woody, o cuando interviene Kate Grant (June Squibb), la madre y esposa respectivamente. ‘Nebraska’ habla sobre el paso del tiempo, sobre lo irremediable de la vejez, y sobre lo poco que podemos conocer de personas con las que hemos pasado gran parte de nuestras vida, como dice Borges, “únicos e insondables” somos todos los individuos. Pero también, desde la ternura, ‘Nebraska’ obliga a David a mirarse a sí mismo, tal vez, a través de otros ojos, los de su padre. A medida que transcurre la película, es el pasado descubriéndose (doloroso pero revelador) lo que los une en un viaje que debe terminar en el final, ese que surgió como una excusa para “cambiar de aire”, o que fue sólo el producto de un impulso de David para satisfacer a su padre, o que simplemente iba a servir para que el “viejo” deje de joder con las escapadas. Y ese final se va convirtiendo en algo simbólico, en una “mentira verdad” que sirva para impartir algo de justicia, que pueda transformar la rutina en suceso y lo opaco en célebre. Aunque sea, realmente, sólo por unas cuadras será, para Woody y David, “algo que les dé sentido a sus vidas”.

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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
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