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17 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
7
El culto al placer
Película de Preminger, basada en la novela de Françoise Sagan, que levantó en su día una gran polémica y obtuvo un gran éxito de ventas. La película se presenta como la evocación en blanco y negro por parte de la narradora y protagonista Cécile (Jean Seberg), de 17 años, desde un París invernal, de los recuerdos del último verano en la Riviera francesa, que se insertan en forma de diversos flash-back. Éstos están rodados en color y cinemascope en escenarios naturales de gran belleza y de presencia gradiosa y espectacular. La narración constituye una exposición sincera y desgarrada de una sociedad acomodada que aprovecha las vacaciones para rendir culto al placer. Lo hace desde una perspectiva de despreocupación, indolencia y sensualidad, en un marco natural en el que el sol, el mar, los deportes náuticos, la pesca deportiva, los paseos en lancha, el baile, la buena cocina, la bebida abundante, el juego y el clima social invitan a gozar de los sentidos sin inhibiciones y en plenitud. El culto al placer es el tema central de la novela y de la película. Su tratamiento se hace desde una perspectiva seductora y, a la vez, ambiguamente crítica, ya que se explica que la envidia, los celos, los temores, el resentimiento y la defensa de los propios intereses, generan enredos, maquinaciones y engaños tendentes a la marginación o al desplazamiento de aquéllos que quieren poner límites al deseo y a la pasión de otros. Los resultados, vistos por la protagonista desde la perspectiva que ofrece el paso del tiempo, la ubicación en un lugar diferente, los sentimientos de culpabilidad y la contraposición entre invierno y verano, generan en ella una sensación suavemente ácida de tristeza. La interpretación de Deborah Kerr (Anne), David Niven (Raymond) y Jean Seberg realzan y engrandecen la película. El entonces crítico de cine Jean-Luc Godard quedó prendado de la actuación de Jean Seberg hasta el punto de hacerla protagonista de su primer largometraje, "Al final de la escapada" (1959).
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51 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
¡Muera la inteligencia!
Dice Robert Bresson en un coloquio a varias bandas: “La mayor dificultad radica en que todo arte es abstracto y al mismo tiempo sugestivo. No hay que mostrarlo todo. Cuando se muestra todo, no hay arte. El arte va de la mano con la sugestión. La gran dificultad que plantea el cinematógrafo, es precisamente no mostrar. Lo ideal sería no mostrar nada en absoluto, pero eso no es posible. Hay, por tanto, que mostrar las cosas desde un cierto ángulo, uno solo, que evoque el resto de los ángulos pero sin llegar a mostrarlos. Hay que dejar que el espectador adivine poco a poco, que quiera adivinar, y mantenerlo siempre en una especie de espera… Hay que conservar el misterio. Vivimos en el misterio. El misterio ha de permanecer en la pantalla. El efecto ha de venir antes que las causas, como sucede en la vida. Desconocemos la causa de la mayor parte de los sucesos que presenciamos. Sólo vemos su efecto y, más adelante, descubrimos su causa.”

Estas palabras, exactas y admirables, que bien pudieran haber sido pronunciadas por el mago del suspense, me sirven para señalar el principal defecto de ‘Buenos días, tristeza’. En esta película de Preminger, sin grandes defectos y rodada con oficio, no hay misterio. No hay lugar para el esfuerzo ni la participación activa del espectador. Todo queda balizado y subrayado con la fina brocha gorda del artesano estilista. La voz en off, las actuaciones relamidas, el obvio simbolismo de la luz, el blanco y negro y el color, un guión preciso y previsible, que lo pregona casi todo y nos mantiene al margen.

La historia ha envejecido mal, también su moraleja. Hay algún destello de arte cinematográfico –la canción; el aprovechamiento del espacio en ciertos planos generales; la escucha en fuera de cuadro del penoso y alegre galanteo; el rostro embadurnado de Cécile…– pero la cinta es aburrida. No ha conseguido interesarme el devenir de esta cuadrilla de pijos suntuosos.

Reniego de esta forma de hacer cine y, sin embargo, el Hollywood de hoy ya está varios peldaños por debajo de lo que aquí se nos ofrece. Como Simone Weil, tengo la certeza de que “cualquier ser humano, incluso si sus aptitudes naturales son casi inexistentes, es capaz de penetrar en el reino de la verdad reservado al genio, siempre y cuando desee la verdad y haga un esfuerzo permanente de atención para alcanzarla.”

No se precisan élites ni espectadores sobrehumanos, sino un uso activo de la sensibilidad.
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41 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
El libro estaba más rico
La literatura y el cine son dos medios artísticos que tienen sus propias reglas y no deberían compararse.
Dos perros escuálidos y hambrientos se encuentran en un callejón. Una de las paredes corresponde a la salida de emergencia de un cine. Uno está comiendo un rollo de celuloide de una bobina abandonada.
El otro le pregunta:
"¿Qué tal está?"
El primero responde:
"Exquisito".
El segundo se agacha y prueba un trozo de película y responde:
"Bah, el libro era mucho mejor".
Pues eso, el libro de Sagan, sin ser tan bueno como dicen los franceses, es mucho mejor. Razones:
- Errores de casting.- Jean Seberg es demasiado guapa para el papel, afortunadamente estuvo mucho más aprovechada cuando se fijó en ella Godard. Deborah Kerr está tan plana como el resto de los actores, parece tan frívola como el padre y la hija cuando es un personaje racional, inteligente e irritantemente displicente. Niven es el único acierto aunque también está desaprovechado ya que su personaje está mal escrito ( es un inconsciente que tiene miedo a envejecer, no un Don Juan cruel).
- Guion flojo que obvia la riqueza psicológica de los personajes para convertirlos en caricaturas, en personas que puedes definir con una sola palabra.
- Dirección rutinaria.- Preminger nunca me ha parecido un gran director. Ni tan siquiera "Laura" o "Anatomía de un asesinato" me parecen grandes películas.
En conclusión, una floja adaptación porque traiciona la esencia del libro: hedonismo o "joie de vivre", introspección, ausencia de remordimientos y lo que podríamos llamar "racionalización de los sentimientos". Supongo que el libro era valiente y provocador cuando se publicó (una mujer reivindicando sexo, no amor) pero hoy parece coyuntural aunque sige estando muy bien escrito. Creo que le hubiera ido mejor a Bergman o al mejor Woody Allen.
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18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
BUENOS DÍAS, JEAN SEBERG.
Adaptación de la primera novela de Françoise Sagan, un relato de las frívolas aventuras de un playboy (David Niven) y su hija adolescente (Jean Seberg) en la Riviera Francesa, a medio camino entre la admiración y la crítica sutil a ese mundo de alcurnia. Demasiado lastrada por su origen literario en los diálogos y la voz en off, y por una historia inane, que se debate entre la comedia ultraligera y el melodrama con un punto de tragedia. Lo mejor de la película, a parte del título y el elegante cinemascope, es que Godard la vio y se llevo a la Seberg ‘Al final de la escapada’, convirtiéndola en uno de los iconos de la historia del cine para regocijo de Nosotros, sus devotos.
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19 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Tristeza de vestido gris
Ella se asomó a la ventana que daba al mañana y acertó a decir: buenos días tristeza...









pero la tristeza no se atrevió a responder. De ella quedaba un hilo de voz, una sombra de su vitalidad, una mirada perdida en el ayer, en el verano que nunca se planea y que lo cambia todo para siempre.

Estos grises momentos de su hoy son pequeños trazos que prolongan ese colorido verano, una joven muchacha que hacía y deshacía a placer, porque el placer era un modo de vida, una fiesta continua compartida con su libre y encantador padre, con una prodigiosa joven que les acompañaba para gozar de ese estival paraje, un estudiante que naufragó a sus pies y una carta inesperada, que anunciaba una inesperada llegada, que provenía de una mujer que iba a dar el color que faltaba a esta paleta de azules mediterráneos.

La diversión no tiene frenos, no parecen necesarios, todos juntos, todos amados, amantes, perecederos sentimientos que afloran a cada minuto en tan plácido y divertido paisaje. Pero amantes perecederos son los adultos que la rodean, y caducos sentidos son los que pervierten a Cécile, cuando contempla como su diversión desenfrenada tiene un botón que marca la pausa, que rompe su divina estación, que apela a su cordura cuando ella quiere su inventada libertad.

Una mujer quiere centrar sus intereses, cuando ella quiere vivir, quiere gozar de cada segundo sin preocupaciones, sin conocer que la vida es algo más que la complicidad en el baile, que los besos furtivos o las fiestas infinitas. Hay otra cara que no quiere conocer, que no espera abordar jamás. El capricho, los celos, sus pasiones más superfluas son las que dominan la situación, y este agraciado verano se convierte en un plan, su deseo por disponer las piezas en el orden que ella cree el más adecuado. Su libertad no puede tener límites, ella no los quiere conocer, aunque arrastre a cualquiera ante sus ideas.

Y la pequeña Cécile se comporta como niña, ante la idea de convertirse en mujer, juega con fuego, y los colores se transforman en grises, pues por la mañana dirá buenos días y no sabe quién será el que conteste esta vez.
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15 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Interesante, aunque aburrida
Aunque el reparto pueda llamar la atención de este film de Otto Preminger, la verdad es que el resultado es un poco frío. Las interpretaciones, en especial las de Jean Seberg y la de Mylène Demongeot, resultan poco creíbles y la historia de la niña mimada de papá y su complejo de Edipo me dejaron indiferente.
La lección es clara: la frivolidad y el desenfreno de una vida sin ataduras y despreocupada solamente puede conducir a un final amargo y a un círculo vicioso del que, al final, por mucho que se haya deseado o intentado (como le ocurre al personaje de David Niven) escapar, se quedará atrapado sin remedio.

Otro problema a destacar y que, quizás, en la época en que fue rodada no exigía demasiada atención, es el tema del idioma. Un verano en Cannes y un invierno en París en el que, mágicamente, cualquier francés hablará mágicamente inglés, eso sí, con acento afrancesado para que se note menos.

Quizás la novela fuese magnífica pero la película me deja un sabor a que algo falta, a que no se ahonda lo suficiente en algún personaje o situación.

Es interesante el juego del blanco y negro y el color para mostrar el estado anímico de la protagonista así como ciertos momentos en los que se vislumbra más carne de la políticamente aceptada en aquella época por Hollywood.
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La soledad del payaso
Adaptación "hollywoodiense" por parte de Otto Preminger y la Columbia, del celebérrimo libro de la escritora francesa, Françoise Sagan.

El resultado de "Buenos días, tristeza", cuyo guión fue escrito por Arthur Laurents, es algo más ligero y menos duro que el contenido de la obra literaria.

El rodaje se desarrolló en Francia, y para su narración, Preminger requirió a Georges Perinal, responsable de la fotografía, que alternase el blanco y negro de las melancólicas escenas del tiempo presente, con el deslumbrante color de los flashbacks.

Mención especial merecen los elegantes modelos de Givenchy lucidos, en esta ocasión, por Kerr y Seberg y, cómo no, distinguir al maestro de los títulos de créditos, Saul Bass, de nuevo dejando su sello inconfundible en este trabajo del director de origen alemán, quien volvería a recurrir a sus servicios para que creara los inolvidables gráficos de su siguiente propuesta, "Anatomía de un asesinato" (1959).
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9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Lo que diría Aristóteles (y Spinoza)
Que no pare la fiesta. Para Raymond y su hija Cécile (Jean Seberg), la vida es risas y fiestas. Pero la diversión lleva a la tristeza, viene a decir el filósofo Spinoza, porque hacemos depender nuestra alegría de algo externo, no de una fuente o cualidad interna. Por ello, solo cultivando la razón, lo que nos pertenece, conseguimos la verdadera alegría, una fuerza que potencia nuestro ser. Ahí está Anne para ilustrar este punto de vista de Spinoza (trasladado al contexto y época de la película, claro).

Abundando en el lado filosófico, el ocio no lleva necesariamente a la felicidad. El ocio es necesario como contrapunto al trabajo, pero sería vano pensar en hacer tanto esfuerzo con el único objetivo de divertirse, cuenta Aristóteles en la Ética a Nicómaco (“ocuparse y trabajar por causa del entretenimiento parece necio y trivial (…) entretenerse de momento para luego esforzarse en la vida estaría bien, porque, en ese caso, la diversión no sería más que un descanso, porque no es posible el trabajo continuado (…) En consecuencia, el descanso no es el fin en sí mismo sino que tiene que lugar a causa de una actividad anterior”. Libro X).

De todos modos, tiene sentido darle una interpretación filosófica, porque es justamente la asignatura que Cécile ha suspendido y que se niega a estudiar ese verano, convencida, de todos modos, que los diplomas no son necesarios y que encontrará a un marido que la mantenga…

No hay un atisbo de introspección por parte de los dos personajes (por lo menos al principio y en cualquier caso, jamás hablan de lo verdadero entre ellos). La parte crítica a este mundo agradable, pero desprovisto de verdadera sustancia podría consistir en ser sincero con los propios sentimientos. Lo digo porque lo opuesto al ocio no es necesariamente el trabajo o el estudio, sino la autenticidad, el saber hablar de tú a tú sin engañarse ni engañar.

La película empieza con la preparación de Raymond y Cécile para salir. Cécile baila con un amigo, que le propone las diversiones habituales: caballo, juego, veladas, etc. Ella asiente, pero tiene un aire triste y luego empieza el flashback, remitiéndonos al verano en que ella (¿y él) perdió la inocencia.

Y la inocencia se pierde cuando la vida te coloca en tu sitio. Cécile y su padre seguirán en su misma senda, aunque algo dentro de ellos se ha roto, pero han firmado un acuerdo tácito, de no hablar de lo que ocurrió ese verano. El divertimento se ha convertido en una rutina. Si antes se podía interpretar como una huida de ellos mismos, ahora, no deja de ser una huida que esconde tristeza. De ahí el contraste entre el título y lo que muestra.

Jean Seberg, joven, suelta, pizpireta y seria cuando hace falta; David Niven, perfecto en su rol de seductor, frívolo y encantador.
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6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Bonjour, Jean!
Cecile, una adolescente, y su padre viven una idílica existencia. Él es un bon vivant desocupado y tiene con su hija una relación prácticamente amistosa, de colegueo. Un día aparece en la vida del padre de Cecile una mujer sensata y seria que pretende acabar con tanto placer y ociosidad, a lo que la chica se rebelará maquiavélicamente. Lástima que la adaptación de la rompedora novela de Françoise Sagan tenga un formato tan convencional y hollywoodiense, porque esta historia centrada en un personaje amoralmente hedonista (algo para aquel entonces insólito) requería más riesgo. Eso sí: Jean Seberg está encantadora.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Y que nos quiten lo bailao
Un festival de hedonismo, champán, amor y playas.

Al final parece que la moraleja viene a ser que no hay que hacer demasiado el pendón porque jugar con los sentimientos de la gente es más peligroso de lo que parece, pero Otto Preminger cuida tanto la estética de todos los planos y en todas las escenas es todo tan bonito que el espectador sale del cine con unas ganas locas de a) vivir, b) beber, c) tomar el sol y d) seducir chicas rubias a poder ser en bikini.

Nota: Notable.
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17 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Sabia mezcla de color y blanco y negro para adaptar la gran novela de Françoise Sagan
Otto Preminger es uno de los más grandes nombres propios del Séptimo Arte. Suyas son obras maestras imperecederas como “Anatomía de un asesinato” o “El rapto de Bunny Lake”. “Buenos días, tristeza” resulta obvio que no está a esa altura, pero no deja de ser una interesante adaptación de esa homónima pequeña novela-joya de la literatura francesa de Françoise Sagan.

No es un texto literario fácil de adaptar a la gran pantalla, por ser narrado en primera persona y por su minimalismo argumental, pero el absoluto respeto por el texto original que derrocha el guión firmado por Arthur Laurents y la exquisitez preciosista de caligrafía visual de Preminger nos regalan una pequeña pieza de cámara.

Desde el prisma estrictamente visual, destaca el virtuosismo de la dirección de fotografía de George Périnal, capaz de resultar embaucadora en el blanco y negro utilizado para relatar los hechos presentes en París y, en contraste espectacular, los colores saturados rodados en Cinemascope con los que se presenta al espectador todos los hechos del pasado que se narran en el film y que transcurren en una pequeña localidad de la costa sur francesa. También hay que destacar los créditos diseñados por Saul Bass, absolutamente magistrales como todo lo salido de la mente de tamaño genio.

El conjunto se enriquece con el trabajo interpretativo del seductor David Niven, la sofisticación de Deborah Kerr y la frescura casi improvisada de Jean Seberg, interpretación tras la cual se convirtió en musa de la “Nouvelle Vague”. Y ello para contar una historia sobre el verano iniciático de una adolescente que tendrá que madurar como consecuencia de las decisiones que toma durante el transcurso de dicha estación en una pequeña localidad francesa costera.

Cecilia es huérfana de madre y vive con su padre, un apuesto hombre maduro, ambos en una adolescencia perpetua plena de fiestas, alcohol y juegos de seducción. El padre se ha llevado con ellos a la playa a su última conquista, Elsa, una joven con un físico portentoso. Pero igualmente invita a Ana, una mujer madura que busca relaciones más profundas y planteamientos vitales más maduros. El triángulo amoroso está servido. Mientras tanto, Cecilia conoce el sexo por primera vez y se adentra en los territorios de un primer amor de verano. Ambos mundos confluirán necesariamente.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Recuerdos que empañan el alma
Había nacido con el nombre de Françoise Quoirez, el 21 de junio de 1935, y pertenecía a una familia burguesa de la que heredó, exactamente, los mismos intereses. Le gustaban los buenos licores, las playas, los autos veloces, el sexo descomplicado… y sobre todo el ocio que, para ella, era una oportunidad para leer a Marcel Proust (de uno de sus personajes tomaría luego el apellido Sagan), a André Gide, Albert Camus… y sobre todo a Jean-Paul Sartre. Su primer trabajo lo realizó, cuando tan solo tenía 18 años, para la revista Elle en la que publicó una serie de reportajes sobre las ciudades italianas que ella titulaba ‘Bonjour, Napoli’, ‘Bonjour, Venise’, ‘Bonjour, Rome’… El título le quedó gustando, y al escribir su primera novela con algo, o quizás mucho, de autobiográfica, la tituló: “Bonjour, tristesse” y consiguió publicarla el mismo año 1954.

No he leído la novela, pero lo realizado por Otto Preminger, uno de los directores más afortunados y persistentes en la adaptación de libros exitosos, me convence bastante, sobre todo por la sinceridad de Cécile (el alter ego de Sagan) personaje que no oculta en ningún sentido sus gustos e intereses, al tiempo que es capaz de reconocer el inmenso error que se puede cometer por una mala interpretación de la palabra libertad.

El filme está lleno de nostalgia, y la alegría que los personajes desbordan en aquella casona al borde de una playa en el Mediterráneo, se empaña cada tanto con la tristeza que embarga a Cécile, quien vive “rodeada de un muro invisible de recuerdos de los cuales no logro deshacerme”.

Descubierta por Otto Preminger, quien, entre una larga lista de aspirantes la seleccionara para “Santa Juana”, Jean Seberg tiene aquí su segunda gran oportunidad… y los franceses quedarían tan encantados con ella y viceversa que, pronto la tendríamos protagonizando un buen número de producciones que empezarían con “A bout de soufflé”. Curiosamente, también en el filme parece haber algo de la fatalidad que rodeó la vida de la actriz, aunque, políticamente, su posición con respecto a la de la escritora era bastante contraria.

También resulta curioso que siendo, Preminger, uno de los grandes rompedores con las obstrucciones morales de su tiempo, de pronto, la novela de Françoise Sagan lo hace sentir que la rienda (en lo moral) de la sociedad de los años 1960, se está soltando más de lo que debería, y entonces se suma a la firme creencia de que, cuando hay exceso de libertad, se cae fácilmente en el libertinaje.

Magnífica Deborah Kerr, como la gran dama que entiende de mesura, de protección, de buen ejemplo… y mucho mejor manejado este personaje por Preminger, pues logra que, como espectadores, nos contagiemos -como otros en la historia- de repulsa por ella, pues todo lo vemos desde la perspectiva de Cécile quien, con su soltura y atractivo, consigue arrastrarnos a creer en sus prejuicios.

Por su parte, David Niven, es el promiscuo, libidinoso y superficial padre de la chica, de quien Preminger insinúa una probable atracción incestuosa con su hija, que puede deducirse de los besos que le da en la boca, mientras no estuvieron en presencia de Anne.

Después, hay otro detalle bastante diciente, que da cuenta de los escasos escrúpulos y de lo fácil que se aleja la tristeza en ciertas clases sociales, pues hay recursos para sacarse sin dificultad las espinas.

“BUENOS DÍAS, TRISTEZA”, nos deja bien plantada una necesaria lección.
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3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La gravedad y la gracia
Después de ver la película, se me ocurre esto: tomarse demasiado en serio a uno mismo impide disfrutar en gran medida de los placeres de vivir. Anne vive en un mundo imaginario, hecho a la medida de su moral y su orgullo. Cécile, llevada por su egocentrismo, comete un error de cálculo e introduce la seriedad (lo irrevocable) en su vida.

Preminger nunca renuncia, ni nos hace renunciar, al placer. Deja todo a la vista, con los subrayados justos (tan solo cuatro o cinco primeros planos, que puntúan las circunstancias esenciales del conflicto dramático); pero no nos impone ninguna conclusión. Cada espectador puede realizar una síntesis diferente.
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3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Bonjour tristesse, tu ne me fais pas peur
Película menor en la filmografía de Otto Preminger, no obstante, estamos hablando de un creador con Laura (1944), Cara de ángel (1953), El hombre del brazo de oro (1955), Anatomía de un asesinato (1959) o Tempestad en Washington (1962), a sus espaldas. No es difícil no estar entre sus mejores obras.

En esta pequeña película, Preminger pretende traernos una desinhibida visión de la alta burguesía, reflejada en un padre viudo crápula y vividor (magistral David Niven) y su descarada, malcriada y mimada hija (adorable e irritante a partes iguales la guapísima Jean Seberg) y la relación de ambos con un antiguo amor del primero que reverdece en los últimos tiempos (solvente Deborah Kerr).

Aquí contamos con unos paisajes absolutamente magnéticos de la Riviera francesa como absoluto protagonista y unas escenas de la alta sociedad que reflejan un exacerbado culto al hedonismo, a la frivolidad y al placer en todas sus formas, colores y olores.

Sin ser lo mejor de Preminger es un ejemplo de cine clásico canónico sumamente agradable pero con regusto amargo.
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1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Buenos días, frivolidad
Nota: 6,5

El hedonismo descerebrado, lo egocéntrico, lo frívolo. Jugar con los sentimientos de los demás es jugar con fuego. Cualquier día puede pasar algo y en adelante, aunque se haga ver que todo está bien, algo se ha roto por dentro para aquellos que no están lo suficientemente enfermos. La película nunca esconde sus cartas. En este sentido todo está subrayado, todo es evidente, no hay lugar para la ambigüedad.

En lo visual destacaría la manera de filmar las ciudades, un mundo en blanco y negro que está vivo, y cómo contrasta con el colorido mundo de las secuencias vacacionales. Ingeniosa y rompedora decisión, con mucho significado, teniendo en cuenta la línea de sucesos. Llama la atención también el uso de la música en las escenas con cierto suspense, esos seguimientos a través de los acantilados con ausencia de diálogos que recuerdan a los de su coetánea ‘Vertigo’ (1958).

Si algo tiene bueno este film es a la maravillosa Jean Seberg. Fantástica y magnética interpretación que le serviría para que Godard se fijara en ella para su obra maestra ‘À bout de souffle’ (1960).

@laquimeracultural
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6
Buenos días tristeza
El caso es que Niven, Kerr, Seberg construyen bien sus personajes, hacen que nos creamos sus papeles, es la adaptación, siempre condicionada al tiempo, la imaginación, los escenarios lo que falla.
El conjunto queda frívolo, insustancial en un drama que no encaja ni el cliché de rubia ingenua a lo Marilyn Monroe cargante y exagerada con respecto a la novela de Elsa, ni el amor repentino de Raymond, Don Juan empedernido, por la rígida amiga de su mujer y aunque Preminger realizó un esfuerzo por captar el ambiente perezoso y adolescente de la novela de Francoise Sagan, algo se quedó en el traslado, un guion demasiado medido, un imaginario muy elaborado y artificial, realmente no logro identificarlo, pero es patente.
Se puede trazar cierto paralelismo en las vidas de Sagan y Seberg a las que le costaron asimilar el triunfo siendo tan jóvenes, entregándose al alcohol y otras drogas dañinas, tuvieron relaciones sentimentales erráticas, problemas mentales en ambas y finales desgraciados; una suicidada o asesinada y otra en la ruina al final de sus días, con escándalos en portadas de periódicos, fraudes fiscales y turbios negocios con las drogas. Al fin nos queda echar la vista atrás al largo y cálido verano del 58 para disfrutar en la Riviera francesa de fiestas, casinos, paseos en barco y un "rollete de verano" a los diecisiete años.
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3
Me ahorraré leer el libro
Porque si la película es fiel adaptación, me parece un tostonazo del quince. No esperé ni a que saliera Deborah Kerr, pues el argumento no me decía absolutamente nada. Una adolescente cómplice y que consiente todos los ligoteos de su padre y que aprende a ser como él en cuanto a caprichosa.
Ya es la segunda película de Preminger en poco tiempo que me decepciona. Me ocurrió con "Laura" también para toda la fama que tiene, y eso que me parece un director con buenos trabajos. Pero está claro que tendré que seleccionarlos mejor.
Mi nota: 3,5
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1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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