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3 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
5
Pilla-DOS
Lejos de la obra maestra de Jacques Feyder, “La kermesse heroica”.
Destaca, como no, la Dietrich ya sea en la bañera enjabonada, en el río desmelenada, con trajes vaporosos o vestida de civil. ¡Qué poderío, qué poderío… tiene la Dietrich metío!

No sé si “La condesa Alexandra” figurará en alguna lista de las mejores películas de su década. Los recursos dramáticos y narrativos son un poco pobres. Véase el argumento resumido de la cinta:

- Ahora me escapo.
- Ahora me coge (pero no me ‘cogen’).
- Ahora me escapo (qué buen plan…).
- Ahora me cogen (y no sé si me ‘cogen’ porque ya me confundo).
- Ahora me escapo (otra vez y diferente plan).
- Ahora me cogen (…)… (y en el spoiler les cuento si al final ya me ‘cogen’ o cojeo).
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8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Apreciable melodrama histórico.
Los amores entre un espía británico (Donat) y la condesa Alexandra (Dietrich) cuando éste la ayuda a escapar en la bolchevique Rusia revolucionaria. Película de factura clásica, el productor Alexander Korda no escatimó esfuerzos e importó como director al francés Feyder ("La kermesse heroica"). Con ello, guarda aires de superproducción y grandeza sin lograrlo suficientemente.
Hay una autocomplacencia y gratuidad de primeros planos hacia los divos como era de esperar y una fotografía muy brillante y se consigue, en fin, un apreciable melodrama histórico, buen documento de la época de envilecimiento y linchamiento del incipiente comunismo hacia el arcaico Imperio Zarista, así como alguna que otra gran secuencia (spoiler). Pasable.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
“Aspice, respice, prospice”
Publicada en Hispanoamérica como “A pecho descubierto”, “Without armor” (1933), fue la segunda novela de James Hilton que, tras el gran éxito de “Horizontes perdidos”, se eligiera para ser llevada al cine. London films, fue la compañía que asumió la tarea y el filme le fue encargado al director francés, Jacques Feyder, quien venía de obtener un enorme éxito comercial y de crítica con “La Kermesse Heroica”.

La historia (desde aquí me veré obligado a contar hechos relevantes para poder explicar algunos desafueros), se centra en un periodista inglés a quien solo conoceremos como Fothergill (Robert Donat), que, tras pasar varios años viviendo en Rusia es expulsado por escribir en contra del Zar Nicolás II. Al volver a su patria, el escritor que ‘habla fluidamente el ruso’, será tentado por un agente del gobierno para que se convierta en espía… y su primera misión será infiltrarse en las filas de los bolcheviques que, por 1913, ya están comenzando a organizarse contra el zarismo.

Miembro ya del movimiento revolucionario, Fothergill -que ahora se hace llamar Peter Ouranov- terminará en Siberia, junto a su líder Axelstein, por haber acogido en su casa a un aliado suyo que ha cometido un atentado terrorista contra el general Vladinoff, padre de una condesa llamada Alexandra (Marlene Dietrich).

Pero, cuando se produce el derrocamiento de la monarquía y los revolucionarios comienzan a ejecutar a los servidores del régimen opresor, Fothergill resulta fascinado con la voluptuosa condesa que ha sido detenida y que está a riesgo de ser eliminada. Desde entonces, ¡adiós misión y hasta siempre solidaridad con la causa revolucionaria!, pues, en adelante, ya Peter no tendrá otro interés en la vida que el de conseguir sacar de Rusia a la mujer que lo trae de cabeza.

Van a pasar muchas cosas… y entre ellas ocurrirá que, el guion de la película, o más seguro la edición –de seguro manipulada por los productores- se convertirá en una colcha de retazos de una incoherencia tal, que sólo los muy mansos conseguirán pasarla por el gaznate.

Primero: ¿Cómo es que un hombre (Fothergill) que confiesa querer a Rusia y que da la clara impresión de ser consecuente con la causa del pueblo, enseguida acepta convertirse en espía contra esa misma causa? Segundo: Como revolucionario, Ouranov jamás hace otra cosa que pasearse como un turista por entre las filas bolcheviques y esto a nadie parece importarle. Y cuando le asignan un cargo –sin mérito alguno- tan sólo lo usa para escapar con la carnosa Alexandra, con quien no parece capaz de obtener lo que quisiera obtener (¡y creo que es por esto que lo llaman Caballero sin arma-dura!). Tercero: Como espía, una vergüenza Ouranov: Jamás rinde informe alguno, y en reciprocidad, sus jefes jamás se interesan por su destino… y el cuento del espionaje no funciona para nada en toda la película. Ahora, ese cuento de que el joven y amigable comisario bolchevique, Poushkoff, que apenas acaba de conocer a la pareja, se suicida públicamente para facilitarles la huida, aún a sabiendas de que Alexandra es la buscada condesa… ¡es, definitivamente, a prueba de pendejos!

No he leído la novela de James Hilton, pero, por su connotado talento, me atrevo a afirmar que semejante descalabro es porque su obra cayó en manos de unos tarambanas… que ¡perdónalos, Señor!

Título para Latinoamérica: “PERSECUCIÓN”
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