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85 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
10
El cine en estado puro
Nos encontramos ante una de las grandes películas norteamericanas, posiblemente uno de los "westerns" más grandes y memorables, el "Cine en estado puro" en el que aparecen como nunca los grandes temas de siempre, tratados con gran esmero: el poder, la nobleza de espíritu, el amor verdadero, el despecho, el odio visceral al enemigo, el este frente al oeste, la civilización contra la barbarie... en suma, la esencia de un país forjado a base de grandes contradicciones, complejo y al mismo tiempo fascinante, y sobre todo (y es lo que nos interesa) que ha ofrecido tanto al cine. Grandes interpretaciones, sobre todo, de Burl Yves y de Gregory Peck, pero todos estan magíficos. Además, un valor añadido: cuesta encontrar películas en las que, como en esta, los silencios sean tan significativos para el desarrollo de la acción. La fotografía, la música... todo absolutamente al servicio del cine, del cine en estado puro...
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136 de 146 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Gracias William Wyler, por ésta y por Ben-Hur.
Grandísimo western donde un hombre modesto que intenta pasar desapercibido choca continuamente con un entorno desafiante que se lo impide.
Todo en la película es grandioso, los actores, la música, la fotografía, la historia.
No se cuantas veces la habré visto y hay escenas con la que aún se me ponen los pelos de punta, recuerdo aquella en la que los hombres de Bickford le siguen con resignación hacia una posible muerte a través del cañón de caliza con Heston a la cabeza y al son de la impresionante banda sonora, o la pelea entre Heston y Peck en la madrugada, o la doma del caballo resabiado,...
Jean Simons y Carrol Baker (una morena y una rubia) están guapísimas, dos mujeres con fuerte carácter, una con principios y un partidazo y la otra caprichosa y malcriada, muy bien las dos.
Charlton Heston en su salsa interpretando a un personaje épico y más chulo que un ocho, nadie como él para estos papeles, no fallaba.
Chuck Connors lo borda como un malo ruín, de los que a ratos caen simpáticos y acaban por provocar compasión.
Los tercos Bickford y Burl Ives parecen dos muros inquebrantables que no dan su brazo a torcer ante nada ni nadie.
Gregory Peck en uno más de ese puñado de personajes a los que nos tiene acostumbrados y que le dan mil vueltas a cualquier superhéroe de la Marvel, el prototipo de hombre reservado pero de gran capacidad, un hombre pacífico pero con el que es mejor no meterse. Es como para escribir en algún cuaderno su famosa frase de que no piensa pasarse la vida demostrando su valentía.
De mis favoritas, que suerte tienen los que la vayan a ver por primera vez.
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130 de 135 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Sin besos
-Usted trata de protegerle. ¿Por qué? -pregunta Rufus Hannessey (Burl Ives).
Wyler mantiene el plano.
- Creo que ni precisa responder.
- ¿Y usted? Atraviesa por un verdadero ejército, desarmado, corriendo un riesgo enorme intentando detener una lucha que no le atañe. ¿Por qué?

Primer Plano de Jim McKay (Gregory Peck), y silencio.
Contraplano de Julie Maragon (Jean Simmons), y silencio.
Wyler regresa al plano conjunto.
- Bueno, Buck -exclama Ives-, ¿estás ciego?


Hay muchas formas de narrar el amor. Tantas como tipos de amor. La escogida por Wyler es la de no mostrarlo. No existe la explicitud de un beso. Sólo en su plano final, se ven dos siluetas abrazadas. Ciento sesenta y cinco minutos de deseo escondido.
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99 de 102 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El western como monumento
Último western de William Wyler. Escrito por James R. Webb, Sy Bartlett y Robert Wilder, se basa en el relato breve "Ambush At Blanco Canyon", de Donald Hamilton, publicado por entregas en el Saturday Evening Post (2, 9, 16 y 23 de febrero de 1957), adaptado para la pantalla por Jessamyn West y Robert Wyler. Se rueda en exteriores de CA (Red Rock Canyon State Park, desierto de Mojave, rancho Drais...) y Arizona (Canyon Chelly National Monument), con un holgado presupuesto de más de 4 M dólares. Nominado a 2 Oscar, gana uno (actor reparto, Ives). Producido por William Wyler y Gregory Peck, se estrena el 1-X-1958 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en tierras de Texas en torno a 1886. El capitán de barco Jim McKay (Peck), retirado de la vida activa, llega a tierras de Tezas con el propósito de casarse con su prometida, Pat (Baker), hija del mayor Henry Terril (Bickford), que mantiene un enfrentamiento inmemorial con Rufus Hannessey (Ives), propietario de un rancho vecino. La mejor amiga de Pat es la maestra del lugar, Julie Maragon (Simmons), propietaria de un rancho rico en agua potable. Jim es culto, refinado, honesto, valiente, educado y bondadoso. Steeve Leech (Heston), capataz del rancho de Terril, es rudo y bravucón. El mayor es de carácter fuerte, altivo, dominante y patriarcal. Rufus es primario, autoritario y basto. Pat vive dominada por su padre y Julie es independiente, sincera y encantadora.

El film suma drama, romance, aventuras y western. Proyectado como un superwestern dispone de un gran elenco de protagonistas, una nómina brillante de secundarios, numerosos extras, un sistema avanzado de imagen (technirama, variante del scope), una banda sonora espectacular, movimientos de grupos numerosos (vaqueros, jinetes armados, cabezas de ganado...), paisajes inmensos, etc. Forma parte de las obras concebidas a finales de los 50 y principios de los 60 para atraer a la pantalla grande al público familiar aficionado a la TV. A tal efecto se le ofrecían prestaciones visuales y sonoras incompatibles con la pequeña pantalla.

La historia es sencilla, casi esquemática. Se enmarca en escenarios de western, pero no es una historia característica del género. Se podría haber situado en otras coordenadas de tiempo y lugar. Destaca la exploración que se hace de los sentimientos humanos, sus manifestaciones, variantes y los conflictos que provocan. Odio, afán de poder, amor verdadero, despecho, venganzas personales, celos y rivalidades se sitúan en el centro de la acción como factores de movilización y dinamización. El relato analiza la confrontación de mundos antagónicos e incompatibles: el del campo y la ciudad, el del Este y el Oeste, el de la civilización y la barbarie, el del pasado y el del futuro, el inmovilista y el proyectado hacia la modernización y el cambio, el violento y el que siente aversión por la violencia, el de los mayores y el de los jóvenes.
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76 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
LA NATURALEZA HUMANA A LO GRANDE
Sin duda de lo mejor del cine. La música magistral. Nada más empezar al escuchar la música ya te dices a ti mismo: "esta es de las buenas"; y te equivocas es de las extraordinarias. Las escenas se pasan una a otra en plena armonía. Todo encaja, nada sobra. Pero sobre todo, un arco iris de personajes (nunca mejor dicho porque son siete) con una personalidad tan diferente que cualquier psicólogo se pondría las botas. Desde el poner la otra mejilla, demostrando así que no se tiene uno que sentir provocado, hasta la venganza más destructiva. Desde el amor puro y sin intereses hasta el amor más egoísta (si a eso se le puede llamara amor). Desde la lealtad mal entendida al desprecio por el respeto y la honra. Desde los sentimientos más nobles al comportamiento rebajado, animal.
Sí, los siete personajes principales merecerían un estudio detallado. Usted puede hacerlo e incluso examinarse y preguntarse ¿a quién me parezco?
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38 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
El gran peliculón del western.
Una de las películas más completas de la historia del cine. Gran reparto e inmejorables escenas, guiones, y fotografía. El Oeste es sólo un marco para enseñarnos lo absurdo de las disputas particulares y personales por la propiedad, el orgullo de cara a la galería y adivinar dónde se esconde el verdadero sentido del amor y la honestidad. Mi personaje favorito es posible que sea Rufus, el padre de los hermanos Hannassey, pero igualmente me gustan las interpretaciones de Charlton Heston, Jean Simmons y el dechado de talante de Gregory Peck. Imprescindible, pues se trata de un western atípico. Inolvidable la frase "y ahora, dígame, ¿qué hemos demostrado?".
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30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
NO ENTIENDO A ESE HOMBRE
El marino Jim Mckay se desplaza hacia el Oeste con la intención de casarse con su novia (Pat Terryl) en el enorme rancho de su familia. Desde su llegada Jim observará con desencanto que el odio, el orgullo y la violencia se han instalado en esas tierras y que sólo la cordura y la generosidad podrán poner fin a tantos años de enfrentamientos y hostilidad.
Obra maestra indiscutible de uno de los cinco GRANDES (Capra, Ford, Wyler, Hawks y Wilder). Un auténtico tratado de psicología fundamentado en el enfrentamiento HOMBRE versus hombrecillos y, en el que voy a basar mi crítica. Porque todo lo demás, como de cualquier gran película, ya se ha dicho: música maravillosa, dirección extraordinaria, puesta en escena y fotografía espléndidas, excelente aprovechamiento de los espacios abiertos, interpretaciones prodigiosas...
¿Cómo se puede en poco más de dos horas ofrecer un compendio de psicología tan variado y lúcido? Tan directo, tan diáfano, tan entendible. No tengo la menor idea. Y por encima de las múltiples y complejas personalidades una de ellas sobresale como la bala de un cañón disparada hacia arriba: la de Jim Mckay. Y, desde su altura, tratará de bajar y de posarse como una pluma en los agrestes paisajes del citado continuamente como "el Gran País". Para imponer la calma y la cordura, para ser el agua capaz de regar las áridas tierras. Y, mientras tanto, la caterva de 'hombrecillos' que pueblan la película -y no sólo la película sino este complejo mundo donde nos movemos- se quedan, o nos quedamos, estupefactos ante el modo de actuar de Jim Mckay: valiente sin alardes, seguro de si mismo sin prepotencia, solitario sin quererlo, guasón sin maldad. Gregory Peck es Jim Mckay. En la mayoría de sus películas lo es: un actorazo, un caballero, un señor.
El controvertido orgullo es el 'leit motiv' de la mayoría de los personajes. De la mayoría de los seres humanos. Deberíamos recordar a menudo aquella máxima de De La Rochefoucauld: "Es tan digno ser orgulloso consigo mismo como ridículo serlo con los demás".
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27 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
ESPEJOS DEFORMANTES DE LA MISMA REALIDAD
Hay dos géneros cinematográficos que son genuinamente norteamericanos, el western y el musical, el primero nace con el cine y el segundo, por motivos obvios, con el cine sonoro.

A todos los que se les ocurre tildar al western de violento, misógino y racista, les diría que toda tradición épica de cualquier cultura adolece de los mismos epítetos, porque el western no es más que la épica de un país nuevo, un país sin historia, que crea sus tradiciones sustentándolas en hechos y personajes míticos o históricos de dudosa verosimilitud que el cine ha conseguido llegar a mitificar.

A esta tradición épica corresponden las leyendas de El Álamo, de los héroes y batallas de la Guerra de Secesión y de las guerras indias, de la construcción del ferrocarril costa a costa, de las matanzas de Little Big Horn o del O.K. Corral y de personajes tan carismáticos como Daniel Boone, Davy Crockett, Buffalo Bill, Calamity Jane, Will Bill Hickok, Wyatt Earp y Doc Holliday o los pistoleros Billy the Kid, Jesse James, Butch Cassidy o Sundance Kid.

Muchos son los filmes que, con una calidad cinematográfica sobresaliente, han contribuido a la creación de esta épica, uno de ellos es indiscutiblemente “Horizontes de grandeza” (“The Big Country”), dirigida por William Wyler en 1958, un año antes de ponerse al frente de la superproducción de Ben-Hur.

El filme nos cuenta la historia de James McKay (Gregory Peck), un excapitán de barco tranquilo, pacífico, educado y culto, que viaja desde el Este de Estados Unidos hasta Texas para contraer matrimonio con Patt (Carrol Baker), la hija del mayor Terrill (Charles Bickford), un adinerado ganadero enfrentado a muerte con el clan de los Hannassey (Burl Ives y Chuck Connors), por el control del agua para abrevar al ganado que proviene de los pozos que se hallan en las tierras de la profesora Julie Maragon (Jean Simmons).

McKay intentará contribuir a solucionar el conflicto aplicando sus propios principios del Este, dialogantes y moderados, para lo que deberá enfrentarse al cerval odio entre clanes y a la violencia, como forma recurrente de resolver los conflictos, utilizada por los duros vaqueros tejanos, representados por Steve Leach (Charlton Heston), el fiel y leal capataz del mayor Terrill, enamorado en secreto de la hija de su patrón.

Más allá de las cuestiones argumentales, la estructura dramática del filme se basa en la presentación de varios juegos de opuestos que se presentan como espejos deformantes de una misma realidad entre los que podríamos citar las siguientes dicotomías:

- El mar, representado por la antigua vida marítima del capitán McKay, frente a las vastas llanuras de Texas, en las que pretende emprender una nueva vida.

- El Este civilizado y cortés, que prefigura el futuro, representado por el propio capitán McKay, frente a la dureza de la vida de los ganaderos del salvaje Oeste, un presente a punto de fenecer, representado por el rudo vaquero Steve Leach.

- La vida acomodada y lujosa que se disfruta en el rancho de los Terrill, simbolizando el éxito social y aparente de un ganadero triunfador, frente a la austeridad miserable con que vive el clan de los Hannasay, que simbolizan el esfuerzo y espíritu de sacrificio de los pioneros.

- El honor, entendido como compromiso interior, “Hay cosas que un hombre debe demostrarse a si mismo”, frente al orgullo desmedido y la soberbia con que ambos clanes pretenden imponer sus criterios y demostrar su preeminencia sobre el rival.

- La vanidad, representada por la evolución del personaje de Pat Terrill, frente a sobriedad de la profesora Julie Maragon.

- La lealtad representada por el rudo Steve Leech hacia su idolatrado patrón, frente a la vileza miserable de Buck, el heredero del clan de los Hannassey.

Wyler enfatiza estos contrastes, consiguiendo trascender los códigos habituales del Western y enriquecer la trama argumental, pero también hace uso de grandes movimientos de cámara y de grúas, para mostrar espléndidas panorámicas y grandes planos generales, debidos a la espléndida fotografía de Franz Planner, que dotan al filme de un tono épico y espectacular.

Mención especial merece la épica e inolvidable banda sonora compuesta por Jerome Moross, que se convirtió en la quintaesencia de la música western, honor que comparte con la banda sonora de “Los 7 magníficos” de Elmer Bernstein y de los westerns mediterráneos de Ennio Morricone.

En definitiva, “Horizontes de grandeza” brinda al espectador un espectáculo integral, épico e intimista, que, no únicamente se permite mirar de frente a las obras maestras del western dirigidas por John Ford, Howard Hawks o Raoul Walsh, indiscutibles especialistas del género, sino que debería formar parte de la galería donde se exponen las obras maestras de la historia del cine.
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28 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Una perfecta recreación de la vida
Es, éste, uno de los western más entrañables que haya podido ver en mi vida. Contiene todo lo que me gusta de este maravilloso género: Excelentes caracteres humanos; una historia fuerte e impecablemente desarrollada; una bella ambientación; una monumental fotografía y una efectiva banda sonora… y claro, un inmejorable grupo de actores que encajan a la perfección en sus inolvidables personajes: McKay, Julie, Rufus, Leech, Buck, Henry Terrill… y hasta Ramón Gutiérrez, nos mueven las fibras más hondas, haciéndonos entender la pluralidad emocional que abunda en este mundo donde, son razones muy profundas y comprensibles, las que nos llevan a actuar como lo hacemos.

Con guion de, James R. Webb, Sy Bartlett y otros, basados en la exitosa novela, "The Big Country", que Donald Hamilton publicara en 1958, la historia nos presenta a otro de esos hombres que son acrisolados ejemplos de vida íntegra. Sobriamente interpretado por Gregory Peck -quien incorpora a su brillante carrera otro héroe inmortal como Francis Chisholm, Ezra Baxter, Jimmie Ringo o Atticus Finch-, Jim McKay es un capitán de barco que llega para conocer al padre de su prometida Patricia, el mayor Henry Terrill, un terrateniente de costumbres feudales, a cuya única hija consiente y apoya en su decisión de casarse. Muy pronto, McKay es puesto a prueba por los valentones del pueblo y por el capataz de la hacienda, pero, él rehuye los retos por razones que, aunque a la vista de todos parecen manifestaciones de cobardía, son un acto de conciencia plena y de absoluta madurez emocional.

“Hay personas a las que no puedes insultar, aunque te lo propongas, y hay otras que se acaloran por la cosa más insignificante”. Son éstas, las palabras más lúcidas que brotan de los labios de Patricia y definen claramente el carácter de McKay, un hombre que bien sabe que, “hay cosas que un hombre tiene que probarse a sí mismo y no a los demás”.

Parte de la gran tragedia del oeste norteamericano, radicó en que abundaban los hombres que, con un rancio concepto de la hombría, se pasaban cada día tratando de demostrar a los demás lo valientes que eran… y así, no tardaba en aparecer alguien que demostraba que era más “valiente” que ellos, aunque para lograrlo tuviera que disparar por la espalda… pues, éste es el punto débil hasta de los mejores tiradores.

El maestro, William Wyler, no deja ni un solo cabo suelto y su poderoso filme se cuece al calor de enaltecidos sentimientos, de rasgos de temple y dignidad a toda prueba. Hay lugar para las sutilezas amorosas, para la preservación del honor, para ejemplarizar la lealtad a toda costa… y para establecer una nueva alianza que permita el resurgir de la paz.

<<HORIZONTES DE GRANDEZA>>, hace honor a su título. El arte cinematográfico alcanza, así, sus más altas cimas.
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21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Estúpidos hombres blancos
Desconozco las verdaderas intenciones de Wyler a la hora de parir semejante peliculón, porque si realmente tenía en la cabeza el objetivo de desmitificar e, incluso, ridiculizar el western como género, me quito el sombrero. No obstante, lo más probable es que gran parte de los logros que contiene "Horizontes de grandeza" se deban a hallazgos fortuitos, sin que exista una auténtica vocación rupturista por parte del director. La película hace hincapié en las múltiples alternativas al uso de la violencia como medio exclusivo para dirimir disputas. Hasta ahí bien, pero aprehender sólo esta idea sería quedarse en la superficie.

Así, lo que en principio hubiera resultado una pedestre historia sobre el enfrentamiento entre los educados y elegantes Terrill, y los brutales y harapientos Hannassey, se convierte en algo completamente diferente con la inclusión de McKay (Gregory Peck), personaje que al sacar a relucir las vergüenzas de los vaqueros, de TODOS ellos, no deja títere con cabeza: en el gigantesco rancho Terrill faltan damiselas en apuros (Carroll Baker), caballeros de reluciente armadura (Charlton Heston) o patriarcas sabios y venerables (Charles Bickford). A cambio, abundan muy mucho los paletos. Peck, hombre razonable en una tierra salvaje, distorsiona a los héroes habituales de este tipo de espectáculos, los transmuta en grotescas caricaturas de sí mismos. Fijaos en la evolución ante nuestros ojos de Pat, la prometida de McKay, como pasa de jovencita casi idealizada a engreída, consentida e insoportable. Llega un punto en que hasta dan ganas de fregar el suelo con sus tripas. Aunque la mona se vista de seda… Lo mismo que Heston, aquí patán reprimido de cabeza cuadrada y menos miras que Rompetechos. Rol la verdad poco agradecido para su condición de astro de la pantalla. No en vano, uno de sus mejores trabajos.

Conclusión: el Oeste no fue levantado por Gables ni Stewarts, sino por burros montados a caballo, llámense Terrill, Hannassey, Bush o lo que se tercie. No le subo la nota porque el desenlace redunda en conflictos ya expuestos anteriormente, subrayándolos además de manera innecesaria. Si yo estuviera en el lugar de McKay, les mandaba a todos a la mierda y me volvía a Baltimore.
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31 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La grandeza del western
“The big country” no se encuentra entre mis western favoritos pero, sin lugar a dudas, es uno de los grandes del género. Sobre todo porque renunciando a la crudeza y contundencia de otros patrones de los 50 (“El hombre de Laramie”, “La pradera sin ley” o “Centauros del desierto”, por ejemplo), el trabajo de Wylder se convierte en una obra más universal si cabe, prolongando el discurso genuinamente vaquero hacia temas de mayor trascendencia conceptual.

Toda esta insufrible gafapastada tan sólo pretende traducir de forma un tanto vaga y abstracta ciertas reflexiones que el propio Wylder nos plantea al margen de unos bellos paisajes y una música inolvidable. Me estoy refiriendo al rosario de contrastes que desmenuza la peli y que corrobora como, a pesar de sus imperfecciones (excesivo metraje, ritmo intermitente,...), “The big country” es un western mucho más complejo y original de lo que parece. Podríamos hablar durante horas sobre dicotomías tales como la riqueza de la familia Terrill y la austeridad de la familia Hannassey; la compostura de James McKay y la rudeza de Steve Leech; la vanidad de Pat Terrill y la sobriedad de Julie Maragon; la lealtad de Steve Leech y la vileza de Buck Hannassey; los océanos de uno y las llanuras de otros y así un largo etcétera. Esa es, precisamente, la grandeza del western. Porque, más allá de la iconografía y el manierismo del género, el western es la vida misma. Ni más ni menos.

Rufus Hannassy: “Enseñe a su abuela a freir huevos!. Yo he manejado armas como ésta antes de venir usted al mundo”.
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22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La cobardía, las relaciones y el salvaje oeste
Gregory Peck llega desde el Este para casarse con Carroll Baker, allí descubre un mundo distinto donde los hombres demuestran su valentía a golpes y/o a tiros, ya sea por el amor de una mujer o por el agua escasa. Peck, Heston, Ives, Connors y Bickford están magníficos pero aun así destaca Jean Simmons en un papel de acompañamiento pero agradecido. Hay que contar con dos personajes más en esta historia, el paisaje árido y extenso perfectamente retratado por Wyler y la música que en todo momento te mete en la película y te dejas llevar al galope de los caballos.
Para terminar una frase de Peck: "no pienso pasarme la vida demostrando mi valentía".
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19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Gran western y mítica música
Excelente película de William Wyler, en la que nos encontramos los grandes referentes del western y del cine en general: el amor, el odio entre vecinos, el ansia de poder y riqueza, la lucha entre lo rudo y lo refinado, etc.
Gran reparto, en el que destaco al inconmensurable Peck, que en este filme realiza una actuación con muchos "silencios" y contenida en muchos momentos, realmente antológica.
También excelente la actuación de Burl Ives, que le valió el Oscar al mejor secundario.
Mítica música, con una de las melodias más conocidas del cine clásico de Hollywood.
En definitiva, una película altamente recomendable, sobre todo para los que somos aficionados al cine del oeste.
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15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Prisioneros del odio.
El western es el género cinematográfico genuinamente americano, que ha servido en su singladura para documentar la realidad de la evolución de un país, a través de su iconografía y para servir de metáfora de otros aspectos. Esta película intenta ser al mismo tiempo un relato psicológico y un superespectáculo visual, gracias a Franz Planer y su fotografía en Technirama y Technicolor. Reúne por igual una considerable exaltación del medio en el que acontece la trama, con grandes movimientos de cámara que intentan transmitir la idea que subyace en el título del film. Repleto de grúas, panorámicas y grandes planos generales, con amaneceres y crepúsculos de ensueño. Wyler con su maestría habitual, vino a cerrar un círculo importante en su trayectoria, ya que había debutado en el cine mudo, rodando westerns de dos bobinas.

La película está plagada de planos maravillosamente poéticos, sin olvidar una puesta en escena sobria, vigorosa y plena de detalles. Basada en la novela homónima, escrita por Donald Hamilton a partir de su cuento “Emboscada en el Cañón Blanco” y publicada por entregas en 1957 en The Saturday Evening Post con el mismo título del cuento. La historia, en el fondo, es el ocaso de una forma de vida, mediante una confrontación ideológica entre lo nuevo y lo viejo, plantea la arcaica y violenta forma de vida frente nuevos vientos que llegan del este, la vida salvaje frente a la civilización, la cerrazón frente a la lógica.

Mediante unos planos generales de un árido paisaje, al ritmo de una música épica y reconocible de Jerome Morros, con unos sugerentes créditos de Saul Bass, observamos la estela de una diligencia que se acerca a la ciudad, de ella desciende James McKay (Gregory Peck), un capitán de navío retirado, que viaja con su brújula (como símbolo de que conoce su rumbo) desde el Este para casarse con Pat Terrill (Carroll Baker), la hija de un rico ganadero. El choque entre McKay, hombre culto y educado, y los violentos y toscos rancheros es inevitable. Mientras tanto, el padre de Pat y el clan de los Hannassey luchan encarnizadamente por el control del agua para abrevar el ganado. Es el odio recíproco que se profesan ambos patriarcas, el que preside las relaciones sociales en “The big country” (El gran país), naturalmente, todos son prisioneros de ese odio. Un territorio donde la violencia y el orgullo ha enraizado desde la llegada del hombre blanco.

McKay no sólo tendrá que enfrentarse con el capataz Steve Leech (Charlton Heston) un rudo vaquero que “limpia las botas de su amo”, el mayor Terry, sino que incluso su altiva y caprichosa novia se sentirá decepcionada por su comportamiento reacio a la violencia gratuita, que ella entiende como cobardía. Producida por el propio Gregory Peck, cuenta con un grupo de actores excepcionales que todos conocemos y admiramos. Wyler perteneció a una raza de cineastas que sabían transmitir emoción, sin pretensiones intelectuales y pedantes pero que conocían el lenguaje y la narrativa desde la era silente, eran pioneros que conocían su oficio. ¡Un grandioso western!
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12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Y con ésto, ¿qué hemos demostrado?.
Ay, no sé cómo expresarme para defender esta película. Para mí es una de las más grandes de la Historia del Cine.
Una de esas pelis dotadas con la varita mágica, Que proporcionan al espectador el verdadero concepto de una palabra grandiosa pero muchas veces prostituida, que alimenta su alma nutriéndola de los más altos valores que el ser humano puede alcanzar. La palabra es ÉPICA.
La vida de un héroe encarnado por Gregory Peck. Un caballero del Este que con motivo de su próximo matrimonio con una muchacha del Oeste, hija de un gran ranchero terrateniente, visitará esas tierras con la intención de establecerse allí y chocará de frente con unos valores culturales muy alejados de los suyos, donde será puesto a prueba, al tiempo que se verá inmerso en las disputas por el agua de esa desértica tierra y será blanco del fuego cruzado de odio ancestral que mantienen su futuro suegro y el clan vecino, comandados por el gran Burt Ives, en un papel antológico que le daría el Oscar.
Vamos por partes:
La música. Jerome Moross ha compuesto para este film una de las más maravillosas bandas sonoras de la Historia. Unos compases inolvidables que, ya desde los títulos de crédito del inicio, revuelven todo tu ser. Lloras sí o sí, amigo.
Los actores. Un casting inmejorable. Gregory Peck en la vida de nuestro héroe, lleno de hidalguía y caballerosidad, estandarte del honor y la nobleza.
Jean Simmons. Bellísima como siempre, maestra de escuela y dueña del rancho en disputa, que provee de agua a los ranchos vecinos y único eslabón que sostiene la frágil paz de aquellas tierras.
Charlton Heston. Magnífico, como siempre. Capataz del rancho de la novia de Peck y secretamente enamorado de ésta, se la tendrá jurada a Peck y procurará ponerle la zancadilla.
Carroll Baker. La novia enamorada cuyos sentimientos serán sometidos a prueba e imbuida de una lealtad, mal entendida, hacia su padre.
Charles Bicford. Otro gigante. Padre de la novia y dueño de un inmenso rancho. Hombre rico y caballero, pero carcomido por el odio y la mezquindad, roído por ancestrales rivalidades.
Burt Ives. Ay, Dios, qué papel hace este hombre. Patriarca del clan vecino, enemigo jurado de Charles Bicford, suyas son las escenas y los diálogos más impactantes y emocionantes del film. Sobresaliente.
Chuck Connors. Otro personaje magnífico. Hijo del anterior, muchacho cobarde y patético, poco inteligente y cultivado, creará numerosos problemas.
La historia. Una historia en la que hay cabida para toda clase sentimientos humanos. El concepto del honor, la envidia, los celos, la codicia, la caballerosidad, la valentía, la cobardía, la lealtad, la compasión, la templanza...Se me acaban los adjetivos para definir esta sencilla y, a la vez, compleja historia en la que todos estos elementos están perfectamente desarrollados y dramatizados con un sentido de la narrativa que ningún director que no fuese Wyler, hubiera sido capaz de desarrollar tan bien.
La ambientación. Esos parajes desérticos, anchos como mares, donde no se pone el sol, donde los caballos necesitan recorrer durante días y días las grandes extensiones para agrupar a las miles de cabezas de ganado que estos hombres poseían.
Un desfiladero blanco, protagonista del último tercio del film. Fantasmas blancos que se ciernen sobre los caballos, testigos de la tragedia que se avecina.
Los diálogos. Auténtica literatura, digna de la épica que nos ofrecen que transforma en poética la epopeya visual.
Un PELICULÓN en fin de un GIGANTE. WILLIAM wYLER.
Quiero expresar mi indignación por fin, a todos los críticos profesionales ante el indigno trato que han deparado siempre a este director.
Lo han solido calificar muchas veces, como director sin " estilo". Y se quedan tan panchos.
Yo no tengo ni p**a idea de cine, pero si este director no tiene estilo, Donald Trump es la abuelita de Heidi.
El director de " Ben Hur", " Los mejores años de nuestra vida", " La heredera", " La loba", " La calumnia", " La carta", " El coleccionista", " Vacaciones en Roma", " Jezabel" y tantas y tantas otras que me canso de escribir, ¿no tiene estilo?.
Iros a la porra. Menos mal que los usuarios de esta página demuestran mejor criterio y le otorgan un generoso voto, porque si es por vosotros, esta película estaría enterrada, que empieza a estarlo, y las jóvenes generaciones no se molestarían en ver. Y eso, para mí, es un PECADO.
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12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
No es perfecta pero no me importa
He de reconocer a los detractores de esta película y de Wiliam Wyler que esta película no es perfecta, puede que no sea una obra maestra, todo esto puedo aceptarlo, pero me importa bien poco todas estas críticas. Esta es una de esas películas largas pero no tediosas, repletas de situaciones pero bien ligadas y que empiezas a verla a las 4 de la tarde y cuando acaba ya es de noche y que quedas con las ganas de volver a verla y de disfrutar otra vez de ese inicio de película con la música mítica de sus títulos de crédito, una música que mucha gente tatarea, le suena pero no sabe dónde colocarla.
En definitiva, no todo el buen cine tiene que se una obra maestra, no seamos tan esnobs y pensemos que el cine de entretenimiento por el cine no vale la pena verlo. Una película para disfrutarla sin más, sin buscar segundas interpretaciones, mensajes sociales o críticas a lo establecido.
BUEN CINE PARA DISFRUTAR A LO GRANDE COMO SU TÍTULO
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11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
PAREJAS ANTAGÓNICAS
Hermoso Western de William Wyler que trasciende los códigos habituales del género, construyendo un relato de considerable riqueza en el que las actitudes de los personajes chocan inevitablemente, generando un conflicto que es el motor principal de la película.

En efecto, y más allá del argumento aparente, el filme se sustenta en la contraposición de las mentalidades que caracterizan a los personajes principales del mismo. Destacan tres parejas de contrarios; la que forman James McKay (Peck) y Steve Leech (Heston), de similar edad pero que muestran actitudes radicalmente contrarias, siendo el primero hombre educado, mesurado y discreto, mientras que el segundo es rudo, elemental, y ansioso por demostrar su hombría (no dejarse avasallar, imponer respeto, intimidar). La segunda pareja se establece entre el Mayor Henry Terrill (Charles Bickford), gran propietario y ganadero, arquetipo del triunfador del Oeste, y Rufus Hannassey (Burl Ives), también ganadero, pero en inferioridad tanto en estatus como en riqueza, respecto al primero. Por último, el antagonismo aflora también entre Patricia Terrill (Carroll Baker) y Julie Maragón (Jean Simmons), siendo la primera la caprichosa y obtusa hija del Mayor, destinada a casarse con McKay, y la segunda una maestra, heredera del estratégico rancho de Valverde, inteligente y perspicaz, siendo la única que comprende la actitud de McKay.

Son las distintas decisiones de todos estos personajes, cuyo antagonismo es hábilmente subrayado por Wyler, las que elevan el interés de la historia, que se beneficia además del innegable buen hacer del citado realizador, que enmarca los acontecimientos en unos exteriores magníficamente elegidos, con grandes llanuras áridas de imponente presencia, así como con la ominosa amenaza que encarna el "cañón blanco". Al igual que solía hacer Anthony Mann, en esta película el paisaje cobra una importancia mayúscula, convirtiéndose en un componente dramático más. El guión es intenso y rico en matices, dibujando muy bien las personalidades, que son tratadas sin excesivos maniqueísmos. El reparto es amplio y muy bueno, destacando, por encima de todas las actuaciones, la de Burl Ives, que impone carácter desde su primera y muy espectacular aparición. Si a todo ello añadimos una buena fotografía, la cuidada planificación de Wyler en planos y movimientos de cámara, y una música épica que permanece para siempre en el recuerdo del espectador, sólo resta disfrutar de un filme tan grandioso como sus personajes y sus paisajes.
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10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Un western a la altura de las exigencias del género
Todo seguidor del género debe pasar por aquí obligatoriamente, "Horizontes de grandeza" son palabras mayores. Confieso estar de acuerdo en muchas cosas de las que se comentan por parte de quienes no valoran tan bien esta película y sin embargo no bajar de la nota media que posee, principalmente hablo de todo lo que tiene que ver con el personaje de Gregory Peck, con una personalidad algo ambigua y objeto de la mayoría de críticas negativas. Se trata de alguien que en principio rechaza hacer cosas que más tarde acaba haciendo a escondidas, cosas como montar a caballo o pegarse con Heston, algo que desentona y que a la vez supone uno de los rasgos que acaban definiendo mejor su personaje. Cuestión de gustos, he querido empezar explicando este hecho porque el resto, la caracterización del resto de seres humanos que aparecen y la acción que de desencadena, es sencillamente de película del oeste clásica con todas las letras.

La estética propia del género aparece en cada momento, de la diligencia del principio al paisaje de los cañones blancos del final. Falta el sheriff pero tenemos a vaqueros de libro, malos y buenos, duelos, tiros, golpes y hasta no se regatea con la presencia femenina, contamos con la presencia de dos mujeres cada una con su personalidad. Y es que Wyler maneja a la perfección la descripción del interior de cada personaje, todos con unos rasgos perfectamente alineados (incluso Gregory Peck, pese a cómo es, no deja de estar definido con exactitud) que acaban desatando unos hechos inevitables. El director sabe rodar, no es un cineasta cualquiera, su filmografía está ahí y en este western ofrece a los buscadores de clasicismo las razones por las que nos gusta este género.

Personalmente me quedo con la aparición en plena celebración de pedida de mano del ranchero presumiblemente malo, con el rifle, con ese reto y con la seguridad de que a partir de ahí nada bueno va a pasar. La potencia visual de la escena, por encima de la pelea al amanecer, suponen para mí el tipo de cosas que tanto busco en muchas películas y que sólo encuentro en unas pocas.
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Obra con valores muy vigentes
Es uno de mis "westerns" predilectos, por los argumentos siempre vigentes que maneja a lo largo del metraje, el valor, el honor, la lealtad. La musica de Jerome Moross forma parte de la memoria colectiva de los cinéfilos de todo el mundo.
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10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Quiero más de éstas
Películas de éste calibre son las que hacen afición. Desde los títulos de crédito ya se intuye que algo interesante nos espera. Todo en éste western me gusta, pero tiene algún punto de interés, como cierta pelea filmada a distancia, silencios que dicen mucho, miradas a lo Gregory Peck y una música inolvidable. Mención especial al gran Burl Ives.
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10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
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