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14 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
7
La España negra.
Adaptación de la obra de teatro homónima de José Suárez Carreño, se nos muestra una Castilla tan seca y dura como sus habitantes, hombres y mujeres curtidos en el campo y recelosos y maledicentes ante el escándalo y la condenación que supone para ellos, la convivencia entre el recién llegado mozo forastero y la recia mujer que acepta la ayuda de este, ante la dureza de las tareas del campo.
A través de imágenes y encuadres cuasi expresionistas, Manuel Mur Oti realiza una singular historia de amores reprimidos, con unos atormentados y seguidores, muy a su pesar, de las seculares y asfixiantes tradiciones que hacen imposible e irremisiblemente abocado a la tragedia, la consumación de la relación entre Aurelia y el mozo.
A mi juicio Aurora Bautista esta magnífica, aunque ella renegara de la película tachándola de pretenciosa y la manera de retratar los campos y las calles de ese maledicente pueblo por parte de Oti, me resulto muy atractiva.
Como curiosidad resaltar que está rodada de el manchego pueblo de Camuñas (Toledo).
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24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Gran olvidada
Gran película española bastante olvidada que mezcla temas como el trabajo en el campo con el amor y los celos.
El incio de la obra ya nos muestra unos toques expresionistas que si bien son bastante interesantes choca por el hecho de ser una película de 1953, año en el que el cine europeo y mundial ya ha tomado otro rumbo, provocado por la segunda guerra mundial, el neorrealismo y que también refleja Mur Oti a través del ambiente donde se desarrolla la trama.
El duo de protagonistas está sublime, especialmente Aurora Bautista, una de las mejores actrices que ha dado el cine español.
La banda sonora a cargo de la obra de Beethoven también contribuye al toque expresionista y a veces es demasiado solemne.
Una obra olvidada que merece ser rescatada de su olvido.
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19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La calera
Despelote maravilloso. Beethoveniano a muerte.
Romanticismo de verdad, a tumba abierta, sin ambages ni dobleces, que huye como de la peste de blandenguerías, amabilidades y correcciones.
Los celos son la excusa (como pasaba con Buñuel, sí, "Él", película que misteriosa, milagrosamente es del mismo año que esta que nos ocupa, del cincuenta tres, y que coincide en la esencia, en el celoso calamitoso; "Celos", de Aranda, sería la hija bastarda de estas dos, nacería mucho más tarde, en el noventa y nueve nada menos, pero con fuerza kamikaze también). Lo que importa de verdad es el amor entendido a lo bestia, a lo bruto, como suicidas pegándose fuego, consumidos de ansia y estrépito, hasta el hueso, puro y pulverizador arrebato. O dicho de otro modo, vulgarmente, perdón, con la Iglesia se follaba mejor. Es decir, a más religión, rezos, sagrado matrimonio, votos, promesas y eternidades celestiales en el horizonte o como recompensa, la sangre hierve aún con más furia, la carne se abre, se estira, se yergue con más frenesí, todos los ojos se salen de las órbitas, los miembros se expanden como el universo, las navajas desafían a la luna, la muerte se enseñorea del mundo (nada que ver, por otra parte, con nuestros tiempos aguados y ateos; con el triste recuento de divorcios, separaciones y ligues ocasionales, con el sexo libre, el agnosticismo y el escepticismo, con los juzgados y los contratos; ahí no hay nada que transgredir ni celebrar ya, ni morbo por el que hervir ni nada que valga la pena por lo que morir, transformado todo en una gigantesca y tediosa acta notarial, como el boletín oficial del estado, algo impersonal y desangelado, prescindible, intercambiable, anodino, indiferente, casi científico y tasado, pura taxonomía, una probeta, un tubo de ensayo, esterilizado, una gran vergüenza, entre la risa y la pena, esa carcoma sorda).
La razón es eliminada. O no. Otra sobrevive, una nueva lógica, obtusa, majadera, pero implacable, fatal. Tú y Yo. Marido y Mujer. Como sea. Contra lo que sea. Contra mí y contra ti. Contra nosotros. Nos mataremos de dolor y disparate, pero juntos hasta el fin.
Asombrosa forma; bella, ampulosa. Enfermiza y estilizada.
Fabulosa, increíblemente atractiva, Aurora Bautista. Se come la pantalla y a sus hombres, los devora, los tritura/canibaliza a dentelladas de pasión y represión, de deber y fatalismo. Ella es, pese a las banales apariencias, la que realmente manda, es el objeto acosado/deseado, la sufridora impenitente, pero, también y sobre todo, la reina de la banda, la jefa del trío endemoniado, la que parte y reparte, la que mantiene el sentido, la llama encendida, el volcán y la lava, la que asume con más decisión y espanto esos valores por los que sulfuran y agonizan los tres, ella es, en definitiva, cuando ellos más dudan o se debilitan, cuando desean rendirse y aflojar el infernal trote, la que les mantiene en pie, combatiendo, quemándose y golpeándose (como pasaba de otro modo y en otro tono, mucho más comedia que tormento, con el personaje femenino en "El hombre tranquilo", película fechada un año anterior solamente, las afinidades electivas, donde era ella, la tremenda Maureen O´Hara, la que reclamaba con más furor las esencias que aparentemente tanto la torturaban y condenaban). Ella es la salvación y la perdición de los hombres, su luz quebrada, su esperanza fúnebre, el martirio y el deseo, el yunque y la fragua, sangre de amor correspondido, éxtasis.
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16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El hombre y la tierra
Manuel Mur Oti es uno de los directores españoles a los que habría que revisitar. Habituados a un cine rancio y sosete de ideología made in Franco, en aquellos tiempos de los años 40 y 50 nos encontramos a gente como Mur Oti, un director con ideas propias, con estilo y coherencia. Drama es Mur Oti, un buen drama, intensas historias de una España profundamente fea y anclada. Muestra de ello, Condenados. Título melodramático hasta la extenuación, pero que encierra un drama furioso, sentimientos a flor de piel, y palabras de las que quedan, hieren, miradas que hablan y la censura no podía saber.

Historia de un trío en una España más que rural, cerrada y obcecada por miedos y por costumbres anquilosadas. Trío protagonista magníficamente interpretado por Aurora Bautista, en otras cintas la heroína del cine español y, por qué no decirlo, buena actriz, Carlos Lemos y un nunca bien reconocido José Suárez. Habituales de ese cine que decía antes. Amos y siervos, tierras e intereses, un pueblo hostil y en cerrazón. Ingredientes perfectos para que Mur Oti vertebre un drama estupendo, con matices y detalles que van más allá de lo que se está contando. A buen entendedor, pocas palabras bastaban.

Por ello es por lo que hay que dar esa otra visión a esa otra España que directores como Mur Oti ofrecían para quien quisiera entender.
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13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Represión, celos y traición
Como amante de la música clásica, lo primero que me ha sorprendido agradablemente es la forma tan natural con la que el director inserta los fragmentos de las sinfonías y las sonatas para piano de Bethoveen en la película, sutilmente en los momentos adecuados. Pocos cineastas españoles han conseguido ilustrar un film con las notas clásicas tan admirablemente como este poderoso drama rural del vigués Manuel Mur Oti (1908-2003). Cineasta republicano, marinero viajero y autodidacta, guionista y director creativo e intenso, cayendo en el olvido de forma injusta, que no ha gozado del reconocimiento que sí han tenido otros de su generación. Sin embargo, su irrupción fue llamativa, alcanzando con prontitud notoriedad en el tramo inicial de su carrera, una de sus mejores obras, en mi opinión es “Condenados”.

El propio cineasta la adapta de la novela homónima de José Suarez Carreño, aportando al relato su personalidad más cerca de las pasiones humanas, influido por el cine soviético y distanciándose del honor y la infidelidad en la que la novela era más incisiva. Narra un triangulo amoroso, el calvario de Aurelia (una atractiva y carnal Aurora Bautista) que cultiva una tierra abandonada, en soledad, repudiada por todos, pues su marido, José (Carlos Lemos) mató años atrás a un hombre que se atrevió a amarla, y la llegada de un laborioso forastero, Juan (José Suárez), quien desafía las habladurías, se emplea como su criado consiguiendo que las cosechas sean copiosas, el ganado aumente, el molino gire, preso de un amor reverencial y enardecido por su ama. El regreso anticipado del esposo donde cumplía condena, propiciará la rivalidad entre amo y sirviente por la mujer de la casa.

Una especie de esquizofrenia recorre este film, de una fuerza visual arrasadora, arraigados conceptos como la sumisión de la mujer, la moral patriarcal, la murmuración del entorno, las relaciones entre amos y criados… se contraponen a una cámara que explora las pulsiones atávicas más incontrolables, las tensiones subyacentes, el dramatismo escénico del paisaje en tierras manchegas con sus llanuras sin árboles, el deseo insatisfecho y la sexualidad aplazada. El retrato femenino está construido sobre la fortaleza magullada de una mujer víctima del infortunio, unos personajes instalados en la resignación, admitiendo el poder del destino por encima de las voluntades individuales, arrastrados por los celos patológicos y paranoicos del marido que reivindica su propiedad, tanto material como personal.

Una película expresiva y de una gran tensión narrativa, con escenas y encuadres memorables, su realización transmite con precisión los sentimientos de los personajes, espléndidamente dibujados, que retrata la estrechez del clima circundante y valora la importancia de la naturaleza, la palpitación febril en la mirada de José hacia su esposa, donde el miedo se atisba, planea constantemente sobre Aurelia, miedo que reprime, atenaza y condena, no hay escapatoria real para Aurelia que interioriza los prejuicios seculares más recalcitrantes, la mujer como objeto de deseo y perdición a la vez. Grandiosa película.
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12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Calderón se queda tamañito
El vestido puede cubrir, guarnecer, abrigar, disfrazar, proteger o adecuar a alguien y conviene elegirlo con tiento de acuerdo con el propósito, el destino o la actividad que pretendamos llevar a cabo. No es aconsejable ir a la montaña con un vestido de fiesta, como el soldado debe acudir al campo de batalla vestido para la ocasión. Hasta a los niños se les viste de manera especial cuando deben participar en algún acontecimiento social o religioso, como puedan ser el bautismo o la primera comunión. Pero, ¿cómo debería vestirse uno cuando solo se trata de escribir una aproximación a una película tan especial como “Condenados”, dirigida en 1953 por Manuel Mur Oti y que cuenta en sus principales papeles con Aurora Bautista, el pasmarote-mueble de José Suárez y Carlos Lemos? Tras larga reflexión, se me ocurre que lo más apropiado sería recurrir a la coraza y el yelmo, si no al turbante y el alfanje, para adecuarse a algo tan severo, tan riguroso, tan implacable, tan estricto, tan rígido, tan intolerante, tan calderoniano, en suma…
Estamos en La Mancha, una Mancha que se nos muestra como un tremendo secarral, un auténtico paisaje lunar, con una tierra gris y polvorienta que da la impresión, a los legos, de una esterilidad absoluta. Aurora Bautista, una antecedente, quizá menos ampulosa, de Nuria Espert, interpreta a Aurelia, una campesina que vive sola en su casa de labranza. A su entorno las tierras se agostan irremediablemente por más esfuerzos que ella hace, pues no dejamos de verla agarrada al azadón y tratando de remover esa tierra seca.
A esta situación de soledad se ha llegado porque el amo, su marido, está en la cárcel con una larga condena por haber matado a un hombre que la había mirado, a su juicio, con ojos de deseo. El pueblo, curiosamente, se ha puesto de parte del muerto y, sin distinción alguna, vuelve la espalda al asesino y a su mujer. Uno se pregunta por qué a ella también, y no halla otra respuesta que la necesidad dramática: si el pueblo no le hubiera hecho el vacío, no habría sido necesaria la ayuda y el trabajo de Juan.
La llegada de éste, un forastero que busca trabajo, ignora la actitud del pueblo respecto a la propietaria de la alquería y que, además, es inteligente, vigoroso y muy trabajador cambia radicalmente el escenario y el destino del cortijo: las cosechas se multiplican, los animales se reproducen en abundancia no vista hasta entonces y el molino vuelve a recibir grano para devolver harina. En fin, como en la Biblia sucede con la llegada de Jacob a casa de Labán, puro milagro.
Es evidente desde el primer momento que Juan no va a ser inmune al atractivo de su patrona, pese a que ella por su parte no da ningún paso por el camino de la seducción y se muestra tan solo amable y agradecida.
Resulta extraordinariamente interesante, sobre todo si lo comparamos con los procedimientos narrativos que el cine impondrá años después y hasta el presente, la secuencia que Mur Oti construye para transmitir al espectador el deseo de Juan por Aurelia. Y lo consigue con una imagen sencilla, sencillísima y que a buen seguro los censores (estamos, no lo olvidemos, en 1953, con un franquismo todavía joven, poderoso e implacable) dejaron pasar, sin caer posiblemente en la cuenta del tremendo poder de esa imagen.
En esa escena Aurelia, plantada en un rellano de la escalera de su casa, habla con Juan, quien se encuentra unos cuantos peldaños más abajo. Juan la ve en un contrapicado. Ella viste una amplia falda que la cubre hasta los tobillos y deja ver las enaguas debajo y los pies. La cámara, convertida en la mirada de Juan, se alza hasta los zapatos de Aurelia y de paso pone en evidencia que sus pies están separados, no exageradamente separados, pero sí separados. Lo suficiente. La imaginación se desata ardorosa, y los tobillos de Aurelia sugieren de forma clara las piernas y los muslos de la mujer. Es el latigazo del deseo en la cara de Juan. No hace falta más. Con una economía de medios, en todos los sentidos, sobresaliente, el director tumba la tijera de la censura, pero también pone en evidencia la reiteración grosera y facilona a que se llega en gran parte del cine que se rueda desde hace bastantes años. Esos gemidos, suspiros, gruñidos, chillidos y gritos a que se nos somete quieras que no cuando una pareja recibe el soplo del aliento de Eros son absolutamente ridículos, molestos, irreales y aburridos.
La situación se enriquece con la llegada de José, el marido, interpretado por Carlos Lemos, a quien, sin saber muy bien la razón, la justicia le ha aplicado una importante reducción de pena y lo ha puesto en libertad. Como es muy natural en un personaje tan suspicaz y sensible, le basta una mirada en amplitud para darse cuenta de la situación: la visión del mundo sustentada por el islam más fundamentalista se queda corta si la comparamos con la representada por este marido salido de la cárcel cuya experiencia en ella, como suele ser habitual, de poco ha servido para enmendarle. La tragedia está, pues, servida.
La realización de Mur Oti es impecable y el guión, que sigue las líneas marcadas por una pieza teatral de José Suárez Carreño, galardonada con el premio Lope de Vega de teatro de 1951, también. Es una película que no debieran perderse los colectivos feministas más furibundos y arrebatados. Tendrán motivos más que sobrados para airarse…
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Estimable drama español, muy bien interpretada y con buen guión
Estimable película del buen realizador que fue Manuel Mur Oti, atacado por ciertos críticos al que le achacaban su afán de trascender, de resultar altisonante en sus trabajos.
A mi modo de ver, normalmente sus cintas son francamente interesantes y con calidad...y esta también.
El guión es del propio Mur Oti, adaptación de una obra de José Suárez Carreño. Y es un buen guión, con los diálogos justos, ni más ni menos, siendo los silencios y sobre todo miradas los que nos indican cómo son los sentimientos de los pocos pero ricos personajes.
Prácticamente tres personajes, aunque el largo momento de la visita al pueblo del protagonista, presenta a los lugareños y con ellos el pasado, presente y quizá futuro de la historia.
Muy bien interpretada (Aurora Bautista consiguió una mención especial como mejor actriz en el Festival de Locarno del año 1953), con una brillante fotografía en blanco y negro de Manuel Berenguer (premio mejor fotografía por el Círculo de Críticos de Cine españoles del año 1953) y una dirección artística encomiable, "Condenados" se sigue en todo momento con intererés.
Quizás su final no sea del agrado de muchos espectadores o simplemente no convenza demasiado, pero creo que cierra bien la historia.
En cuanto a la banda sonora, compuesta solamente por música del inmortal Beethoven, a veces enriquece las escenas (maravilloso el momento de la siega) y otras pocas no tanto. Este es uno de los elementos negativos por el que se le ha atacado a Mur Oti en esta cinta, pero fue una decisión personal y ahí está, para aceptarla o no.
Muy estimable la película, gusta.

http://filmsencajatonta.blogspot.com.es
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Memorable
Manuel Mur Oti demuestra una vez mas que sabe hacer cine. En Condenados hace que la cámara hable. La historia de una mujer y un hombre que esta enamorado de ella, mientras el marido está condenado en la cárcel. Cuando vuelve el marido es cuando llegan los problemas.La historia que fluye en unos sencillos y memorables planos. Una magnifica Aurora Bautista y un José Suárez y Carlos Lemos que fueron como Mur Oti injustamente olvidados. En un país que estaba empezando a salir de la miseria.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Podía haber sido buena fácilmente
Interesante drama sobre celos y amor reprimido, ambientado en un pueblo manchego de los cincuenta.

Puede parecer raro, pero la banda sonora, con música de Beethoven, le va que ni pintada.

Desde luego que Aurora Bautista es buena actriz, pero a veces se le olvida que no está en el escenario, y sobreactúa lo suyo. Y Manuel Mur Oti, que por lo demás me parece un estupendo director injustamente olvidado, pasa de ponerle cortapisas. Pues me parece muy mal, eso es dejación de funciones. Carlos Lemos y José Suárez, sin embargo, colosales.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La Mancha, tierra de Dios.
Si en "Stromboli, tierra de Dios" (1950) Rossellini nos muestra a una mujer enfrentada a un entorno geológico inhóspito y volcánico mientras su marido faena en el mar, en "Condenados" tres años después Aurelia (Bautista) juega un papel muy parecido, azadón en mano, destripando terrones estérilmente en los secanos manchegos por tener a su marido en presidio.
Todo cambian cuando llega a la casa de labor un criado nuevo, Juan (Suárez), trabajador incansable que levanta la hacienda y consigue poner en movimiento las aspas del molino harinero. Pero no es solo el sentido del deber el que lo impulsa a trabajar sin descanso. Así lo advierte también José (Lemos) cuando vuelve de la cárcel al cabo de unos años y se encuentra los campos florecientes.
El guion es una excelente adaptación de una obra teatral de José Suárez Carreño. La realización, rica en silencios que dejan hablar a los rostros (durante más de seis minutos no se escucha al inicio ni una sola palabra), se centra en los protagonistas de un trío amoroso que está magníficamente trazado. Juan es el silencioso enamorado, José los celos de Otelo y en medio Aurelia, la mujer llamada a tomar partido.
Queda el pueblo, los hombres que ya han condenado de antemano la casa.
Como fondo música de Beethoven cuidadosamente seleccionada.
Cinta de marcado carácter neorrealista con una excelente iluminación y fotografía que destaca la dureza de los paisajes y de los rudos trabajos campesinos. También en esto recuerda a "Stromboli", lo que allí es la pesca de la almadraba aquí son las escenas de labranza con arados romanos, siega con hoces, trilla y aventado de la parva en las eras.
Los estudiosos de la obra de Mur hablan de su hondo sentido religioso, y ahí están para demostrarlo frases como "Con el favor de Dios" que pronuncia Juan al iniciar el trabajo, o "El molino molerá en agosto, si Dios lo quiere". También del fondo telúrico ya comentado del mundo rural, especialmente en el caso de la mujer, aparentemente en segundo plano, "Bastante hizo para ser mujer" como reconoce Juan al conocer a Aurelia, o "No vuelvas por las tierras, tu lugar es la casa" que le espeta bruscamente su marido. Todo en apariencia, porque al final será la que lleve la iniciativa del desenlace.
Buenas interpretaciones no empañadas por cierta sobreactuación en algunas escenas excesivamente teatrales.
En cualquier caso, una excelente película que recomendamos.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Más interesante en forma que en contenido
No ha envejecido bien temáticamente una interesante película en lo formal como “Condenados”. Realmente es la interpretación de Aurora Bautista la que sostiene con calidad eterna esta cinta de Manuel Mur Oti. No sólo el argumento es complejo de sostener con nuestra mentalidad contemporánea sino que subyace una decisión artística en este film que, desde mi personal prisma, lo lastra terriblemente: utilizar la música de Beethoven como BSO de la película. Porque es difícil hacer casar las mil sugerencias y matices de las sinfonías o las sonatas para piano del gran genio con las escenas y los momentos anímicos de los personajes, por mucho sabor del Romanticismo que ambos compartan, y es ahí donde Manuel Mur Oti realmente patina, a pesar del mérito que la mera propuesta demuestra en una cinta de 1953.

El propio Mur Oti adapta al cine una premiada obra teatral de José Suárez Carreño que trata sobre el papel de la mujer en la Castilla profunda de posguerra, el demonio de los celos machistas que acabó suponiendo una espita para la desgracia en el pasado mientras unos amores imposibles comienzan a desarrollarse en el presente narrado.

Aurora Bautista interpreta a una mujer que trata de llevar las labores agrícolas y ganaderas ella sola por la ausencia de su marido. Éste se encuentra en prisión por haber cometido un asesinato motivado por los celos patológicos que siente. Para llevar adelante la finca, Aurora contrata a Juan, un jornalero itinerante que hace resurgir los cultivos hasta límites que ella nunca había imaginado previamente. Es obvio que algo más comienza a surgir entre ellos dos, pero Aurora no es viuda y su marido celópata sigue en prisión.

La película cuenta con una buena fotografía en blanco y negro de Manuel Berenguer con ciertos tonos expresionistas muy interesantes aunque quizás un tanto anacrónicos cuando en Europa se caminaba sin pausa posible hacia el neorrealismo, pero no cabe duda que es en el aspecto estilístico donde brilla especialmente la cinta.
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6
La Mancha, un pueblo humilde y condenado.
Pues a mí la música de Beethoven me rechina y mucho. La significación de ésta resulta paradójicamente contraria a lo que [creo] pretende, lejos de simbolizar una historia universal y por ello elevada y honesta; muestra una contradicción cateta acompasando a las pasiones más bajas. Estos instintos se sienten al final ridículos de alguna manera.
Lamento que la elección de la música, pecando del quijotismo más absoluto, no le hace justicia alguna a un metraje con una historia más que interesante y una moraleja inconmensurable: la Mancha, esa región humilde y condenada, empeñada en autodestruirse y en cambio, siempre superviviente y orgullosa, como Aurelia.
Una pena decir que observar el paisaje manchego, como un personaje más, es lo que más se goza.
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8
Celos.
233/21(22/08/23) Notable drama rural hispano que habría que reivindicar de su olvido por su poderosa fuerza emocional, un triángulo amoroso con trazas lorquianas y su “Bodas de sangre”. Cumple este año (16/11/1953) setenta años desde su estreno y se mantiene fresco en su potencia sentimental, un relato de gran simpleza que el director Manuel Mur Oti dota de un poderío visual asombroso en su estética marcadamente influenciada por el cine soviético, con esas secuencias fascinantes del trabajo en el campo (exteriores en Medina de Rioseco-Valladolid, y Camuñas-Toledo) fotografía evocadora adornada de modo sensacional por la música de Beethoven, llama la atención el gran sentido dramático de las sinfonías sonatas para piano del renano, elevando las palpitaciones a algo cuasi místico por momentos. El guion del propio Mur Oti junto a José Suárez Carreño, se basa en una obra teatral de homónima del segundo que obtuvo el premio Lope de Vega en 1951. Una narración imbuida de un estremecedor fatalismo, donde sabemos que nunca podrá acabar bien. Protagonizada por un fenomenal trío con Aurora Bautista, José Suárez y Carlos Lemos, casi exclusivamente ellos nada más, excepto un jugoso tramo en que el mozo busca obreros al pueblo, donde queda ese substrato de crítica a lo Fuenteovejuna a las masas que marginan. Una historia sobre la marginación social, sobre el honor, los celos, el amor puro, los sacrificios, ello en un desarrollo cargado de intensidad, donde la fuerza de las imágenes es primordial, las miradas, los silencios, lo que se dice tras las palabras, todo ello un caldo de cultivo que se irá cociendo has ebullir en su clímax final (para mí no redondo). Un film cargado de sensualidad soterrada, donde reina las bajas pasiones, lo que lo hace valiente para su tiempo de censura franquista (extraño, aun con sus problemas, pasara el filtro la cinta), y donde la formidable cinematografía de Manuel Berenguer (“Bienvenido Mr. Marshall” o “Rey de Reyes”) es todo un prodigio evocador en su lirismo expresionista que parece sacado de un film de Eisenstein, Pudovkin o Dovzhenko.

En su maravillosamente descriptivo inicio vemos a Aurelia (Bautista) azadón en mano, destripando terrones estérilmente en los secanos manchegos por tener a su marido en presidio. Tenemos seis minutos en que la cámara será nuestros ojos, en silencio nos muestra el panorama soleado de este lar castellano, sentimos un paisaje hostil, seco, árido, donde creemos es imposible germine nada. Todo cambia cuando llega un forastero en busca de trabajo, Juan (Suárez), trabajador incansable que levanta la hacienda y consigue poner en movimiento las aspas del molino harinero. Esto expresado sensorialmente por tramos de una beldad epicúrea en la miscelánea entre las secuencias de trabajo, preciosos las secuencias de labranza, la siega con esos planos generales, el aventeo de la paja en las eras que crea una fina lluvia de paja, con esos cielos nublados de fondo. Pero no es solo el sentido del deber el que lo impulsa a trabajar sin descanso a Juan. Aurelia sabe manipular a Juan para que este a través de su amor platónico por ella sea su cuasi esclavo, done la fina línea entre el obrero y el devoto amor se diluyen escenas de una carga erótica majestuosa en su sencillez, como esa en el molino en que en contrapicado Juan observa a ella en lo alto dejando entrever un poquito de sus piernas bajo las enaguas, y ello puede convulsionar al espectador a través de que sentimos el palpitar erógeno del macho. Pero aún así los dos respetan sus condiciones, ella de fiel esposa y él de peón sin llegar a cruzar el Rubicón de amantes, pero ello no impide que sintamos como los sentimientos de más de cariño fluyen entre ellos, también expresados en esa secuencia en que ella frente al molino es ‘salvada’ por él de ser ‘topada’ por las aspas, y por un momento se abrazan. En esta parte está el simbolismo que con la mujer sola tenemos un campo estéril, y para que todo renazca y haya vida hace falta un hombre.

José (Lemos) vuelve de la cárcel al cabo de unos años y se encuentra los campos florecientes. Ello visualmente excelso en una toma de él sobre el horizonte cual intruso que llega a agitar el gallinero. En este tramo final subyace el atávico sentimiento de posesión del hombre sobre la mujer, la violencia machista, los celos más enfermizos, la paranoia, ello en tensas conversaciones de dormitorio del matrimonio, donde el demonio de la duda aflora como una enfermedad letal, la sumisión de la mujer al hombre marca la línea del contexto arcaico en que estamos. Entonces llegará el choque entre los dos gallos, primero en una charla donde subyacen los recelos de uno y otro, donde una simple chaqueta colgada en un clavo es alegoría de marcar territorio. Luego en una espectacular competencia de arar campos, sublimes ambos emitiendo el ardor de dos machos luchando por una hembra mediante la testosterona más latente, mientras abren con la cuchilla la tierra en una carrera hacían ninguna parte que acaba con una cínica sonrisa. Y sabemos que esto no acabará bien, se aboca un duelo, donde con su rivalidad por Aurelia solo podrá quedar uno.
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5
Moralidad de la época
Una película con muchos tintes franquistas. Hay religión, hay patriarcado al máximo y también el tema de "jóvenes a trabajar en el campo".

Hay un misterio, y eso me ha gustado, el tema del marido, y todo lo que envuelve. Al final no hay mucho donde rascar, porque el misterio al final no es lo que parece. Pero bueno... lo intentaron.

Aurora Bautista, una actriz de la época que era una de las grandes, y que a día de hoy nadie la recuerda. Una gran "super producción" que en la época se hacían muy pocas, y para hacerlas, hacían muchas comedias de bajo presupuesto para poder producir estas de más presupuesto.

Interesante de ver, por el tema del pueblo (ver un pueblo pequeño de los años 50), y aunque la cultura es muy antigua (sobre todo cara a la mujer), se nota (quizás sea mi percepción) que parece ser que sea una contestación a la película de Buñuel "Él", que critica el machismo y la violencia de género. Aquí, es la mujer la que soporta al hombre, haga lo que haga, y dice que le quiere etc... por esa parte cae mucho la película.

Como tema interesante, son los títulos de créditos iniciales, que se ve algo de acción de la película, algo inusual para la época que sólo se veían los títulos sin nada de película.
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