39 Críticas de los usuarios

Te sentirás impotente ante tanta injusticia, te removerá las entrañas la historia de esta preciosa niña despojada de su dignidad, al igual que otras muchas mujeres afganas. Durante su corta vida (porque podemos decir que llega un momento en que pasa a ser un zombi) no descansará ni un momento, pues constantemente le acechará la sombra del desenmascaramiento del disfraz masculino que se ve obligada a llevar para poder alimentar a su familia.
Lo peor de todo es saber que realmente está pasando lo que cuenta. Llega a ser desesperanzador.

La invasión estadounidense de Afganistán ha aportado pocas cosas buenas. Una de ellas fue la posibilidad de volver a hacer cine tras una prohibición que duró 6 años. Desde 1992 hasta 1996, Siddiq Barmak, el director, había dirigido la organización gubernamental cinematográfica afgana; pero ese año el régimen talibán llegó al poder y dictó un arresto domiciliario contra él del que logró escapar, tras lo cuál se exilió en Pakistán.
El régimen talibán aportó aún menos. Lo único "bueno" de rodar ahora en esos países es que allí los niños ya no son niños, sino adultos encerrados en cuerpos infantiles que han pasado por tantas penurias que actúan ante la cámara con una naturalidad pasmosa. De hecho, todos los actores de esta película, incluida la protagonista, son gente que se encontraron por las calles de Kabul el director y sus ayudantes.

¿Recuerdan a Sharbat Gula, la niña afgana de ojos verdes en la portada del “National Geographic”? Pues su vida bien pudo ser la de la protagonista de esta película, que se disfraza de chico para poder trabajar y llevar sustento a casa. Vive con dos viudas de guerra, su madre y su abuela, quienes no pueden siquiera salir solas a unas calles controladas por patrullas talibán.

Tales patrullas con metralleta al hombro son las que en la escena de apertura reprimen brutalmente, a tiros y manguerazos, una manifestación de mujeres enjauladas en sus burkas azules. Lo filma un periodista guiado por un pillastre.
Son patrullas que riñen con severidad a un hombre porque a su mujer le han quedado al descubierto las sandalias y va excitando desvergonzadamente a los hombres.

El paisaje es la metafísica de la ruina: barrizales, chozas, quinqués, boquetes, humaredas, harapos, cascotes, flaqueza, ladridos, grietas, árboles secos, carros con burro, terrones…

Cuando la niña travestida y asustada encuentra empleo en la lechería de un amigo de la familia, no cuenta con que un muláh barbinegro la va a reclutar por la fuerza para una escuela coránica donde, además de doctrina islámica e instrucción militar, a los adolescentes enseñan a lavarse preceptivamente los genitales.

No es un documental. Es un drama atroz, una tétrica variante de las Mil y una Noches. Ésa es la atmósfera del cuento de la abuela, el del chaval que pasa bajo el arco iris para convertirse en chica y no trabajar, y la del pasaje en que el notable local tiene encerradas con candado a sus mujeres, cada una condenada en un cuarto, con los hijos que les va haciendo. Y está contado con el instrumental preciso para transmitir con eficacia concreta, mediante una narración sencilla, pausada, pero tensa y opresiva, su estremecedor mensaje: la desgracia espantosa que aguarda hoy, en pleno siglo XXI, a quien nace con género femenino en ese país cuyo gobierno odia a las mujeres.

Esa chica que para librarse de ser cazada grita con desesperación no ser una chica; que dibuja en el vaho de un cristal la imagen esquemática de una niña, afirmándose sigilosamente ante el tráfico de hombres y patrullas que pasan delante, dominando la calle; que al saltar a la comba encuentra una conciencia íntima de su libertad imposible, bien podría ser la niña del “National Geographic”, que nos sigue mirando desde la pantalla, desde el relato de su vida que es pura pesadilla por culpa de un régimen político-religioso al que se ha permitido extremar su inherente machismo hasta un grado apoteósico.

Dura película sobre la represión afgana por parte del régimen talibán. “Osama” te cuenta en menos de hora y media el infierno que las mujeres tienen que vivir en su país. Casi rodado en forma de documental observamos como Osama interpretada por Marina Golbahari lucha por su supervivencia. Nos sentimos impotentes, rabiosos y con un nudo en el estómago pero no podemos impedir seguir atentos a los ojos de Osama, a sus movimientos por los caminos polvorientos, por los cielos abiertos, entre las casa de adobe, entre la pobreza extrema. Por mucho que sepamos o que creemos saber, nos quedamos perplejos sobre lo que descubrimos en esta película. Como se dice, la realidad, supera a la ficción.

Discrepo con quien dice que técnicamente no es una buena película. “Osama” cuenta con una gran fotografía. Triste, dura, amarga… pero hermosa. Los pies en la bicicleta, la subida al árbol con un cielo crepuscular, las saunas…

Yo siempre digo, cuando alguien me cuenta un problema, que no hay que confundir las dificultades con las tragedias.
A veces tienen que ser las películas que vienen de Afganistán, Irán, Jamaica, Brasil o Sudáfrica las que nos recuerden lo que es el infierno en vida.
En el caso de este film, una familia respetada en su localidad pasa, por una concatenación de tragedias -muerte del padre, los talibanes aplican con rigor la sharia y la madre, médico, ya no puede trabajar- a vivir en un infierno en vida que se agudiza cuando los integristas deciden que está prohibido que una mujer salga sóla a la calle, con lo cual la protagonista, una adolescente, su madre y su abuela, quedan presas en su propia casa.
El afán de supervivencia de estas tres mujeres recuerda a películas como "El ladrón de bicicletas" o "Alemania año cero".
Sigo en "spoiler"

Dramática, escalofriante, la historia de esta niña afgana bajo el regimen taliban. Cuando vemos en esta película, el sufrimiento, la tortura y la crueldad con que los fanáticos talibanes tratan a sus propias compañeras e hijas, uno clama al cielo al igual que las mismas protagonistas: ¡Ojalá se mueran los talibanes y se vayan al mismísimo infierno!

Petición que no sabemos si la escucha Dios, pero sí parece ser que la tomó como suya el gobierno de los EE.UU., cuyo ejército arrojó contra dichos talibanes bombas y más bombas hasta enviar a muchos de los citados al infierno. No por mucho tiempo, pues parece que últimamente de nuevo tales tipos con turbantes están volviendo y recuperando terreno.

Tenemos que tomar conciencia del drama de esta niña afgana en su sinvivir bajo el régimen talibán e influir para que en la medida de nuestras posibilidades se imponga el respeto a los derechos humanos de las mujeres, también en las culturas distintas, países teocráticos y mundos cerrados. Esta magnífica película, una joya de sencillez y exposición de la realidad afgana, colabora a dicha concienciación.

Fej Delvahe

No es el nombre verdadero de esta niña afgana, pero es el único que se reconoce en la película. Historia real, dura y sincera, nos hace saber la situación de la mujer en estos países donde, por desgracia, esta totalmente reprimida. Una historia que te mantiene siempre con una sensación de dulce y amargo, que no eres capaz de eliminar. Una niña debe hacerse pasar por niño para poder vivir, este es el resultado de esta pequeña maravilla, que es tan brutal como la vida misma.

Es curioso como según donde esté situada la porción de tierra en la que vives dentro del mundo decidirá gran parte de tu existencia.
Digo curioso como puedo decir avergonzante, bochornoso, patético o humillante.
Te hace sentir impotente ante la vida, ver cómo hay ciertas cosas que tú no controlas, que tú no decides, que ya están preestablecidas para ti sin tu consentimiento.
Explícale a esa pobre muchacha de 12 años por qué ella tiene que hacerse pasar por un chico para tener una posibilidad tanto ella como su familia.
Intenta decirla por qué mientras ella aprende a taparse con el burka, aquí un niño se gasta 100€ en unas zapatillas.
Intenta convencerla de que su destino es casarse con un anciano baboso mientras aquí se divorcian y se despluman como a pollos.
Intenta que sea optimista mientras cuelga sollozando de un pozo, reflejo de las pocas esperanzas que se hunden en la oscuridad.
Intentalo tú porque yo no sé hacerlo.
Por eso, cuando surge gente como Siddiq Barmak, que conoce de primera mano aquello, que quizás no domine bastante bien el arte cinematográfico y su película tenga bastantes fallos técnicos (sin hablar ya del horroroso doblaje), pero nos deja una película llena de atrevimiento y valentía, un grito ensordecedor pidiendo explicaciones y soluciones, no puedes hacer más que gritar junto a él.
No seré yo quien cierre su boca.
No seré yo quien le corte las alas.
Un 6 de necesaria, de reveladora, de luchadora.
Un aplauso para Siddiq Barmak.

Es duro levantarse cada mañana intuyendo que la rutina aun permanece intacta. El ritual habitual hacia el colegio, los saludos a los amigos, las miradas desviadas llenas de rencor de los que no lo son, las risas a tu espalda, los insultos y señales directas con el dedo por ser distinto a los demás. Tener miedo a salir al patio en la hora del recreo. Es muy duro.
No encajamos a entender por qué la idiosincrasia de los mayores es tan puñetera y esquemáticamente petulante, sobre todo si tu vida, a ojos de los enriquecidos, no vale nada.

Algunos se pasan la vida intentando buscar un equilibrio espiritual. Muchos de ellos nunca llegarán a ser lo que pretendían.

El rigor del relato está supeditado por momentos en la visceralidad de la cámara en mano, que imprime el efecto perturbador de un transeúnte convertido en video-aficionado. Sin embargo, Barmak hace gala, aprovechando una fotografía magnífica, de travellings y grúas con que desarrollar el montaje. Es una opción, tan válida como grabar toda la película con cámara en mano al estilo de Greengrass.

Lo cierto es que acepto parcialmente la opinión de Grandine. "Osama" es una película que arranca un pedazo de tierra afgana y te la sirve visceralmente como adquisición cultural. Diariamente, nos informan en los telediarios del régimen imperante en ese mundo: muertes innumerables, hambre, bombardeos, penuria.
La postura conductista no se totaliza en absoluto, como consecuencia del proceso sugerente del lenguaje (palabras que ocultan palabras que ocultan palabras: eufemismos) y la ingravidez de las emociones de los informadores.
En cambio, en los ojos y miradas de Marina se oculta un fénix deseoso de ser librado de sus cadenas; un torrente de lágrimas y gritos al cielo que no pueden soportar su ocultismo; pesadumbre por no poder ser ella la que sujete a comba y, alcanzando la libertad, comience a saltar sobre ella. Su tristeza es universal.

Un viejo savio decía que si un niño pasaba por debajo de un arcoiris, se convertiría en chica. Y la chica se convertiría en chico. Debemos llegar a comprender que no hay nada imposible si nos lo proponemos.

Creo que prestaré mas atención al arco iris cuando lo vuelva a ver.

Encendemos la televisión, y parece que todo son desgracias, un avión estrellado en Tailandia, una bomba que ha estallado en Egipto, otra victoria más del Madrid tras injusticia arbitral y, como no, todo lo relacionado con el oriente tan de moda actualmente: Las mujeres y sus burkas, la represión brutal contra éstas, los talibanes dando guerra, periodistas muertos en esas tierras, niñas que apenas levantan un palmo del suelo prometidas con abuelos de a saber qué edad, etc... y claro, luego la apagamos como si nada, o cambiamos de canal, o nos preparamos un batido, lejanos a toda esa barbarie y todo ese horror que tan cercano tendría que resultar. Y uno ve "Osama" y vale, es lógico que no padezca indiferente ante lo que se le muestra, pero se ve todo desde otro prisma... es una desgracia, sí, pero una desgracia que nos han contado millones de veces por la tele, ante la que nos hemos estremecido en muchas ocasiones, y probablemente no pueda ser tan abrupta y dura como otras que nos han mostrado en films como "Bloody sunday" o "Las hermanas de la Magdalena", films de denuncia pero que, por la epoca en la que crecimos algunos, hechos que no conocíamos a no ser que hayamos realizado un estudio del tema en cuestión. Así que por ese lado, "Osama" conciencia, pero no conmociona como lo hubiese hecho en otras ocasiones.

En otra perspectiva, está ya la historia que nos cuenta Siddiq Barmak, que nos traslada al próximo oriente de un plumazo, pero que no ofrece virtudes a su narración o desarrollo, que no sabe como dramatizar sobre unos personajes que podrían haber tenido muchísimo más calado y que, en ocasiones, no otorga la veracidad suficiente como para que todo tenga coherencia (*) haciendo de "Osama" una película, sí, necesaria, pero también material fílmico que no pasa de ser una decente acumulación de acontecimientos que tan flagrantemente hallamos al otro lado del Mediterraneo y que sin ningún tipo de pudor perpetran los islamistas más radicales.
También hay que achacar que la historia es más bien escueta, y no ofrece mucho tiempo para desarrollar sus protagonistas, con lo que no podemos quedar prendados ante esa familia que procura para si misma, pero con la que no nos dan tiempo a, por así decirlo, identificarnos en cierto modo, ni tomar contacto, ni echar raices, ni nada de nada... así que al final, es lógico si no padecemos demasiado al lado de la pequeña Osama, por mucho que pueda parecer contradictorio ante tal muestrario de desgracias.

La historia real de una niña afgana de 12 años (Marina Golbahari) que, ante la mísera situación familiar bajo el régimen talibán - en la casa conviven solamente tres mujeres: la madra, la abuela y la hija, con lo que ninguna de ellas puede trabajar -, se hace pasar por chico para poder trabajar, lo que aterroriza a la criatura, una vez que llega a la madrasa, lugar de adoctrinamiento y formación militar...No cabe hablar de "Osama" como de una mera tragedia o de un drama hondo, sino de un auténtico film de horror, del terror más cabrón y real. No hay palabras para definir la actuación talibán en Afganistán contra las mujeres, que las hace convertirse en seres anónimos, inertes, deambulantes, peor que las alimañas.
Alineable con la magnífica "Kandahar", es una película menos "artística" que aquella, más desnuda y austera, pero abrumadoramente sencilla y poética entre tanto horror. Entre ambas enseñan a la humanidad que Afganistán es uno de los pozos negrísimos de este puto e injusto mundo.
Siddiq Barmak hace un trabajo muy bueno e interesante, que saca un buen partido de la sensibilidad de la niña, que imagino que además resultó complicadísimo de rodar.
Fue Espiga de Oro en Valladolid y no cabe duda que tenía méritos para ello, porque francamente remueve las entrañas.

La naturaleza es tremendamente injusta cuando queda en manos de los hombres. Yo puedo generalizar, utilizar esa palabra para referirme a hombres y mujeres, yo le otorgo el equilibrio a la palabra, es más, puedo aportar todas las incoherencias que crea necesarias aquí, hablando de lo que es una película, que trata lo que es una realidad austera y excesivamente cruel.

Pero cuántas lágrimas se han derramado a lo largo de la historia, a lo ancho de los continentes, porque el neo nato fuese una niña. Una desgracia de la naturaleza, ante la creencia que la mujer no sirve para nada. La deshonra de quien no pidió nacer, la infelicidad antes de conocer la existencia de la palabra. La nulidad y la servidumbre de por vida. Porque aunque resulte increíble es cierto, siguen quedando demasiados lugares en los que la mujer es menos que nada, un lastre utilizado por necesidad y vejado por capricho, un mundo donde los hombres, esta vez sólo hombres, tienen derecho sobre todo y todos, el miedo es el pan y las pocas lágrimas que queden son el vino.

Si en Afganistán las mujeres no pueden moverse de sus hogares sin la presencia de un hombre, qué pueden hacer tres mujeres abandonadas por la suerte... queda ocultar la verdadera esencia como ser humano, degradarse a ser quien no se quiere y dejar la infancia de lado, porque en ese mundo poco vale el derecho, nadie merece nada, y la vida es poco menos que una maldición. La película la centro en tres imágenes, los pies en la bicicleta, la trenza en la maceta, la elección del cerrojo.

Ser mujer en un mundo de hombres se asemeja a nacer parásito, suena triste, es vacío, suena a perdición, pero es lo que se nos muestra, un sufrimiento atroz, es como serrar todos los días una parte de tu cuerpo y posarla en una mesa, para no olvidar esos trozos, que ya no te pertenecen pero siguen doliendo, hasta que solo quedan unos ojos que se miran a una misma despedazada en el otro extremo de la habitación. Porque esa niña, despojada de su pequeño círculo de seguridad, no hace otra cosa que sufrir, por cada pequeña muestra que delata su verdadera identidad.

No me preocupa conseguir la igualdad de sexos, porque ya resulta difícil conseguirlo con los seres cercanos sin importar su condición. Lo único que ocurre es que no consigo olvidar a esa mujer que mostraba sus pies hasta el momento en el que la voz de un hombre increpaba esa actitud, a él le insultaba su presencia, mientras ella iba tapando sus pies semi desnudos, hasta que la mujer desaparecía para siempre. Ya no era nadie. Nunca había existido, esa tela de burka mostraba el vacío, un muro de contención que escondía un humano, una mujer, que sin oportunidad alguna, perdía para siempre. Esto duele. Maldito arcoíris, nunca llueve cuando se necesita que la gente adopte la imagen necesaria para sobrevivir en el mundo en el que le tocó vivir.

Seguiré sin entender por qué aquí es suerte ver esta ficción y allí es una mala jugada del destino vivir esa realidad.

Con la llegada del régimen talibán, una familia afgana compuesta por tres mujeres, abuela, madre e hija, se ven sometidas a un enclaustramiento en casa, debido a la imposibilidad de salir de su hogar ya que no pueden ser acompañadas por un hombre de su familia. No les queda otra salida para poder susbsistir que la de cortar el pelo a la niña de doce años, y hacerla pasar por un chico para que pueda trabajar fuera de casa y traer el sustento.

Estremecedora historia, que pone los pelos de punta y te desgarra el corazón hasta más allá de lo que pudieras imaginar.
El sentimiento de injusticia te aplasta en una curvatura ascendente que acaba por resultar tan incomodo que llegas a dudar si apagar o no la televisión. El estilo de documental del rodaje en cambio no da pie a excesos lacrimógenos, sino a una impotencia febril.
Juro que si me llego encontrar anoche con un talibán, me mata o lo mato yo a él. El posicionamiento no puede ser otro que el de contemplar a los extremistas como lo que son, bárbaros que no se merecen ni ser llamados seres humanos.

La historia va más allá de la política, incluso de la religión. En este caso las víctimas son musulmanes, no lo olvidemos, la película es una muestra del grandísimo error que se comete siempre que se mete en un mismo saco a verdugos (extremistas islámicos) y a sus víctimas (el pueblo afgano, en este caso musulmanes). Porque muchas veces no nos damos cuenta de esa injusticia que se comete al unir ambas partes.

A destacar la actuación de la niña, de la que extraemos miradas que por si solas justifican la película y dibujan un drama que ha asolado impunemente a ese pueblo durante muchos años.

Película imprescindible siempre que estemos dispuesto a tolerar un poco más de sufrimiento del que el mundo nos escupe.

"Osama" es un largometraje que se convertirá en posible referencia por ser la ópera prima de su realizador, Siddiq Barmak y por convertirse en la primera película afgana tras el régimen talibán sufrido en dicho país. El film se centra en la vida de una niña que se hace pasar por chico para que su familia pueda alimentarse. Barmak nos muestra la cruda realidad que sufrieron las mujeres afganas al padecer la misoginia extrema talibana, de forma que el país parecía estar plenamente inmerso en una época medieval, aportando también una dura crítica a la religión musulmana, más en concreto a quienes hacen un mal uso de ella enarbolando la bandera del terrorismo. La historia es muy cruda y muy triste, sobre todo porque está basada en hechos reales. El guión es muy simple al estar desarrollado en clave documental, hecho que favorece la corta duración del metraje. De la misma manera, las interpretaciones están más cerca de la mediocridad que de la genialidad y el nulo ritmo en su narración puede llegar a ser exasperante. Así pues estamos ante el típico film de denuncia social que viene bien para que el mundo tenga conciencia de las barbaridades a las que puede llegar el hombre defendiendo una religión, pero que en cuanto a calidad de cine deja bastante que desear, por lo que deviene en un producto altamente sobrevalorado por la crítica internacional.

Osama es una muy interesante película, más que correcta desde el punto de vista cinematográfico a pesar de los escasos medios de la producción. Su verdadero valor reside en mostrarnos la realidad del Afganistán de aquellos años y la crudeza del día a día de una niña de 12 años que dejó muy pronto su infancia en manos de un destino cruel e injusto asignado a todas las mujeres por la misoginia del gobierno talibán; sin libertades y sin derechos, muchas de ellas acabaron en las cárceles y se sometieron al rigor del régimen en juicios esperpénticos donde el estado de ánimo de un juez dictaminaba su futuro, en muchos casos la muerte por simplemente querer trabajar.

La película también adquiere un gran valor documental al mostrarnos con sus imágenes el desolador paisaje afgano, un país derruido por las continuas guerras y cuya forma de vida permanece aún anclada en la edad media, siendo considerado como el más pobre de Asia y uno de los estados más pobres del mundo.

Han pasado ya algunos años desde la intervención occidental (gracias a Osama) sin embargo el futuro de Afganistán sigue incierto, especialmente para las mujeres que aún continúan sufriendo las arraigadas costumbres restrictivas impuestas por el fuerte carácter patriarcal de esta sociedad durante siglos.

No comparto la opinión de Edgar y Samantha acerca de que la escasa calidad cinematográfica de "Osama" lastre su mérito global. Creo que su valor como documento humano sobrecogedor trasciende sus indudables limitaciones técnicas. No podemos calificarla con los mismos parámetros que utilizamos para valorar otras películas.
Por explicarlo con un ejemplo: imaginemos un partido de fútbol entre el Barça y el equipo de mutiliados de guerra que, según vi el otro día por televisión, existe en Sierra Leona. Indudablemente, el Barça jugará mejor, ganará, pero la emoción que sentiremos al ver jugar a los africanos jamás la podríamos sentir viendo jugar a los barcelonistas.

"Osama" es una de esas películas que hacen sentir mal cuando terminan; pero también es una de esas películas que hay que ver enforma casi obligatoria. Pocas películas han retratado la miseria humana (material y por sobre todo espiritual) como lo hace este filme. La cruel historia de esta niña que debe enfrentar a una sociedad consumida por el fanatismo religioso islámico de los talibanes, no puede ser mas dolorosa; y sin embargo, el director la filma con una sobriedad notable, una limpia fotografía y sabe tomar cierta distancia para no manipular al espectador. Sin perjuicio de ello, la película mantiene en constante tensión al espectador, debido a que que el transmite la angustia, de que en cualquier momento la niña podría ser descubierta.
Sin duda, una muy recomendable película, una lección de hacer buen cine aún en las condiciones más adversas. También esta película nos demuestra que a través del buen cine, podemos conocer otras culturas y realidades, como la de ese pequeño país de Asia central, Afganistán, que ha sido tan golpeado por los acontecimientos históricos.

Adiós, muchachos. Boys don't cry. The crying game. Las tortugas también vuelan. La bicicleta verde. Timbuktu. El ladrón de bicicletas.
Tal vez paradójicamente o no las mayores virtudes de esta película no residen en la historia, un poco rocambolesca, arbitraria y llena de situaciones un tanto increíbles o poco verosímiles incluso en ese contexto o más bien ilógicas, sino en la mirada puramente cinematográfica muy rica en bellezas, detalles, aciertos, preciosas intuiciones poéticas y todo tipo de recursos y logros.
Hay ternura y mucha brutalidad y denuncia y narración tal cual, aventura, suspense, ríete de Hitchcock, retrato realista y aliento fabulesco simbólico como de las mil y una noches. Caleidoscopio.
Ella está maravillosa así como el resto de actores están muy bien elegidos, sus caras, cuerpos y expresiones, técnicamente logran sortear la falta de medios con un gran ingenio y el relato no cae en excesos, es delicado pese a todo, por lo tanto es una película apreciable e interesante, sin duda, pero no llega más alto porque se mueve de forma brusca, un poco a bandazos, a cortes o hachazos, y porque no se acaba de entender bien la actitud de la madre y la abuela ya que son las únicas de entre todas esas mujeres que se manifiestan al principio que recurren a ese ardid o añagaza, las únicas que ponen tan en peligro a su tan supuestamente querida (y parece que sí, mucho) hija o nieta, ¿por qué ellas actúan así y las otras cientos o miles de mujeres no, qué hacen esas otras para sobrevivir, no había otra opción mejor o menos mala o que no fuera tan loca o arriesgada teniendo en cuenta cómo son los talibanes?, todo eso no está explicado, especialmente a partir del momento en el que ya no tiene trabajo ni por ello motivo para salir a la calle y queda a expensas de los caciques del colegio, esa parte indispensable de la historia queda coja, pero bueno, finaliza bien, de forma terrible y ascética, en el momento justo elíptico, en off, buen colofón.

Fascinante película de Siddiq Barmak. A destacar la gran mirada que posee la actriz principal, una niña que habla a gritos con su silencio. Películas sociales como ésta nos enseñan que hay muy buen cine más allá de nuestros propios horizontes.

Es una muestra de como el talento suple la falta de medios, de como la creatividad no necesita de parafernalias ni derroches, como es tan frecuente en el cine de hoy, de como la autenticidad narrativa conmueve contra tanto "glamour y tanta alfombra roja"

Sin duda, una película que no deja a nadie pasivo, quizás la mejor manera de hacernos conscientes de la situación actual del trato hacia las mujeres en esta religión, una película tan cruda y real como la historia de nuestra protagonista.
Sin aliento, asustado y sin palabras, así es la manera en que me he quedado después de ver esta película de corta duración pero que cuenta mucho.
Un grito de ayuda, ese es el mensaje, ayuda a estas personas que son educadas por un régimen talibán para matar, para despreciar al ser humano y todo lo semejante a él.
En un entorno real, un país destruido, se nos narra la historia de unas mujeres con la ilusión de ser tratadas como seres humanos.
Una mujer que perdió a su marido y a su hermano ha de hacer pasar a su hija como un niño para que este pueda traer algo de comer a casa y ahí comienza la tortura de esta niña y con ello el final de una esperanza.
Historia real y espeluznante por la que esta pobre niña tendrá que pasar, sentir la humillación de ser mujer.
Crítica social, política y religiosa, reclama el valor de las personas sean mujeres u hombres, reclama el valor de sus vidas.
Una historia durísima.
Quizás no pretenda alcanzar niveles muy altos en lo que a calidad cinematográfica se refiere debido a que hay otras prioridades como es la denuncia social, utilizando a veces el estilo documental consigue acercarnos mucho más a la realidad social, así que es un gran mérito añadido en lo que se refiere a su grabación.
Las actuaciones son tan reales como las historias; como he leído en otra crítica, son mentes de adultos encerrados en cuerpos de niños después de las horribles experiencias que han de vivir.
Un bravo al director por tener el valor de denunciar la situación de Afganistán de una manera tan directa, tan cruda y tan real, simplemente me ha dejado de piedra esta historia.
Brutal película, brutal historia.