11 Críticas de los usuarios

Estamos ante una película audaz, una de esas ideas “originales” que en el formato de un corto soportan el arrojo de la propuesta, pero que en el de un largometraje hay que realizar auténticas pericias para que no se desmorone pasados diez minutos. Store Scola pasa ese “más difícil todavía” con nota alta, sin acudir a estridencias ni a juegos malabares, rodando con sobriedad y sabiduría, sabiendo llevar al espectador, con paso tan grácil como el del baile, a lo largo de los 110’ que dura esta película inclasificable.
“Le Bal” es profundamente teatral y profundamente cinematográfica. La Historia (y pongo ésta con mayúsculas porque literalmente barre toda la película) pasa por una sala de baile concurrida por unos personajes que marcan, junto con una maravillosa banda sonara que adapta los éxitos de la época, el tiempo que relatan. Ni una sola línea de diálogo (que no echas en falta pues la expresividad y contención de los actores lo dice todo) sale de los labios de este magnífico plantel de actores que, a lo largo de la película irán cambiando sus roles (excepto dos que permanecerán interpretando los mismos papeles, pero igual de azotados por el tiempo que los demás protagonistas) nadando a favor de la Historia. La maestría de Scola es que con tan pocos elementos consiga la máxima expresión: sutiles cambios en el decorado (del que sólo sale en una ocasión brevemente para “airear” innecesariamente la película); un vestuario que sin ser paródico retrata perfectamente a la época y al personaje; una planificación soberbia que hace que en cada secuencia se entrecrucen 3 o 4 historias que puedes reconocer sin confusión de esa colectividad a la que te sientes cercano, aún relatándote la historia francesa.
Es una sensación curiosa, pues siendo una película de hace más de dos décadas contemplas la “Historia” como un gran paraguas que nos acoge a todos: todos pasamos una guerra (o escuchamos su silencio); todos pasamos hambre (y trataron de engordarnos contra la escasez); todos bailamos rock and roll, disfrutamos de la Coca-Cola y llegamos a este siglo XXI buscando fronteras en el nacionalismo que la cultura popular ya no tenía.
“Le Bal” adapta una propuesta teatral de la compañía de Campagnol. Esta compañía copa el reparto, situación que favorece enormemente a la película pues todos ellos son una maquinaria perfectamente conjuntada y engrasada. Seguramente, la labor de Scola en este sentido fue limitar el histrionismo que esta propuesta tiene en su formato original, pues sus actuaciones, acudiendo solamente a la mímica, son tercamente cinematográficas, retrotrayéndonos a la época del cine mundo donde el actor lo era todo.
En todo caso, “Le Bal” es un viaje intemporal y memorable, lleno de ironía, pero como toda mirada que se hace hacia el pasado, también de ternura y de sentidos homenajes, con una banda sonora excepcional que acompaña, como el aroma a nuestros recuerdos, las Historias de toda una vida.

El ritmo de la película, sus números de baile, la música cambiante que va dando lugar a diferentes escenas... los cambios de decorados, las mismas personas, los mismos anhelos... a través de los años, la vida vista a través de los ojos gigantes de las ventanas de una pista de baile francesa. La guerra, los amores, la crueldad de la soledad, el desasosiego de la pasión... Cuánto se puede decir sin decir una sola palabra.

Las aspiraciones de esta película son memorables y por ello no se puede negarle ningún mérito. Atreverse, en un único espacio, una sala de baile, a reflejar los cambios sociales del último siglo a través de las distintas tendencias musicales es todo un reto. A ello hay que sumar la voluntad de eliminar todo diálogo con el fin de dejar que sólo la música y el baile hablen. Partiendo de tales premisas, es difícil esperar un resultado brillante. Para empezar, la diversidad de estilos musicales en el siglo XX es tan amplia que cualquier trabajo de selección, por muy notable que sea, supone dejar de lado injustamente a algunos géneros (por ejemplo, el tratamiento del rock es de puro soslayo). Además, la evolución ulterior de la música contemporánea provoca de un modo inevitable que la película no aguante bien el paso del tiempo. Si bien la ausencia de diálogos nos llega a brindar destellos del mejor cine mudo, por otro lado ralentiza demasiado el ritmo de la película. Finalmente, algunas interpretaciones son magníficas (especialmente las masculinas) en contraste con otras mucho más discretas.

Sorprende que Hollywood, fiel a su estilo, no haya intentado un ''remake'', porque la idea es rematadamente buena. ¡Lástima que su ejecución no dé los frutos esperados!

Ettore Scola nos muestra la evolución de una sala de baile a través de varias décadas del Siglo XX hasta la actualidad del film ( 1982 ).
Muy buenas piezas musicales amén de una muy buena coreografía hacen de esta película un ejercicio de estilo imaginativo y muy bien hilvanado hecho el cual hay que agradecérselo a la gran pericia tras la cámara de Scola.
Un film que dada su originalidad tanto por la forma como por el tema en si es de los que calán en el espectador que busca algo más que lo simplemente vulgar.
Un saludo, Efelson.

El baile es una de esas películas en las que entiendes hasta donde puede llegar la maestría de un gran director, el baile es muchas cosas: historia política, hechos sociales, moda, arte, música, personalidades diversas, pero sobre todo "el baile" es belleza hecha cine.

Mas que reflejar las tendencias en la moda y los cambios políticos y sociales en las décadas citadas, lo que más expresa esta película a mi modo de ver son los gestos, los sentimientos reprimidos, los atrevimientos, la timidez, el deseo, la compasión, el desprecio, la chulería, la intención, el respeto, o el querer y no poder. Un cúmulo de sentimiento que hace que apenas sin palabras te identifiques como si fuera propia algunas de las vivencias de los actuantes.
Una obra de arte.

A priori, sentía desánimo. Casi dos horas de baile, sin una palabra, en la que cada canción supone un avance en el tiempo donde se va narrando la historia de la Francia del siglo XX. Y una vez vista, quedé maravillado. Posee un reparto fabuloso, muy gesticulante y teatral ante la ausencia de voz; una puesta en escena magnífica para decorar la sala de baile y vestir a los personajes según la época; una cámara que siempre toma el plano adecuado y es una bailarina más; y un ritmo narrativo inteligente, plagado de guiños. Sugerente y hermosa película.

La presencia de los conflictos bélicos del pasado siglo, se instaura en la sala de baile, que con su música crea un pequeño refugio de ilusión y esperanza entre sus protagonistas. Esta, también marca el devenir de su existencia, generando un hálito de esperanza que les permite alejarse de una realidad hostil.

No se puede describir un argumento de esta verdadera obra de arte que vi hace más de 30 años y por suerte decidí refrescar, lo que me permitió entenderla y recordarla mejor. No hay diálogos, sólo las maravillas que nos da la expresión corporal y su lenguaje que en muchas situaciones supera o en toda esta película reemplaza la palabra hablada.

Un comienzo tal vez convencional donde diferentes personas se aprontan para permanecer en un salón de baile. De hecho si uno no engancha al menos veinte minutos puede prejuzgar que va a ser aburrida, pero al ritmo de todas esas melodías, en distintas sintonías, vivo, orquesta, solos de instrumentos, grabaciones antiguas que tocan desde valses de Chopin hasta ritmos de tango y bolero y marcha también, se van recorriendo años relevantes de la historia Europea, principalmente Francesa o mejor dicho la repercusión que tuvo en Francia toda la historia Europea, todo lo que acontecía en el mundo por aquellos años, atravesados por las guerras y los movimientos sociales. Bailes de campesinos, alta burguesía, aparición de oficiales de países litigantes y temerarios, todo en un mix inteligentemente compaginado y actuado también, ya que los actores en su gran mayoría Franceses e Italianos parecen más actores de teatro que de cine.

América también se da una visita por el lugar en la post guerra y la aparición de los ritmos de rock describiendo otro tipo de cuestiones sociales. El tema del racismo muy inteligentemente abordado y luego los post, algo similar al Mayo Francés, graffitis y gente joven que parece protestar y luego escuchan música en el piso casi drogados.
A medida que pasan los años todo se va haciendo más superficial. Sólo una pareja perdura, el resto ya asume otros comportamientos, abandonos de pista o simplemente después de un horario una especie de reloj biológico dice basta y ahí termina de igual forma para ambos sexos. Muy emotivo el abordaje de la post guerra y la forma de mostrar bailando quienes son amigos y se quieren y quien se lleva su merecido, o qué sucede con el que no volvió bien porque le sucedió algo irreparable y la actitud que toma con momentos realmente muy emotivos.

Recomendable para todas las edades sobre todo en estas épocas de anomia o vacuidad, realmente permite entender todo mejor. Muy ingenioso el pasaje de época en época sellado con la toma de una foto. Excelente vestuario y puesta en escena. Gran cualidad del director para no hacer de esta película un film soso y aburrido.

Si en “C’eravamo tanto amati” Scola hacía una crónica de la evolución de la sociedad italiana desde la Segunda Guerra Mundial hasta su fecha de producción, en esta película hace un estilizado retrato de la evolución social de Francia desde el triunfo del Frente Popular hasta los setenta. Esa evolución se muestra a través de una serie de viñetas, algunas con leves tramas argumentales, en las que se muestran las músicas, las modas, las costumbres y los estados de ánimo de la sociedad francesa a lo largo de esos años. Todo ello, sin palabras.

Con esta premisa, el resultado tenía que ser necesariamente estilizado. Pero no es un musical al uso. Los protagonistas no cantan y los bailes no requieren más habilidades por parte de sus interpretes que las de cualquier persona que frecuentase una sala de baile y se mantuviese al tanto de los ritmos de moda. La elaborada coreografía, que se mueve en un solo escenario, coordina los movimientos de los actores y la cámara y la edición da continuidad y ritmo a los planos. Los actores muestran que una presencia física y una caracterización adecuada son herramientas básicas de su oficio para hacer suyo el personaje. Se puede decir que Scola sale muy airoso de este complejo ejercicio de estilo.

La crónica comienza con la euforia por el triunfo del frente popular, que une a los concurrentes alrededor del baile del tapiz, en el que utilizan una bandera roja. La pincelada de lucha de clases se introduce cuando una pareja ostentosamente burguesa irrumpe en un ambiente tan popular y ella pone sus ojos sobre un tipo que tiene todo el aire de un Jean Gabin blandito, que se la chulea al lechuguino de su marido. Vemos a las mujeres bailando solas y negándose a hacerlo con los ocupantes y los colaboracionistas mientras sus hombres están en la guerra. Vemos la irrupción de la influencia americana tras la victoria (ahora se utiliza de tapiz la bandera francesa), un confuso episodio sobre la independencia de Argelia, la revuelta estudiantil del 68, así hasta la última secuencia, en la que cada uno se marcha como ha llegado. Solo. Aunque cambie el envoltorio, lo de dentro sigue siendo lo mismo.

Lo ví hace muchos años y guardo los mejores recuerdos de este film.
Pero no se si tendré oportunidad de gozarlo nuevamente.
Agradeceré a quien me pudiera informar si se puede conseguir en algún video club de España o Francia para que alguna amistad piadosa me la pueda enviar!!
Saludos desde Bolivia