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22 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
9
RETRATOS DE SOLEDAD CON INQUILINOS AL FONDO
Sin duda hay frases que reflejan a la perfección la personalidad intelectual de un artista. Luchino Visconti era un especialista en narrativa profunda y convertía, con sombría lucidez, la literatura más barroca en intensas imágenes de fuerte impacto emocional. Así fue en su penúltimo trabajo cinematográfico, Gruppo di famiglia in un interno, A.K.A. Confidencias, de la que cito textualmente: (El Profesor): “Los cuervos vuelan en bandada; el águila vuela sola”; (Konrad): “Pero en La Biblia está escrito, ¡Ay del que esté solo!, porque cuando caiga no habrá nadie dispuesto a prestarle ayuda”. Con estas significativas palabras el maestro encerraba gran parte de su filosofía, de su arrollador universo y de su lúgubre corazón al descubierto. Visconti vendría a contarnos el mortuorio camino de un lobo solitario, El Profesor (genial Burt Lancaster), y su difícil coexistencia con unos peculiares inquilinos, los cuales habitan en el piso de arriba, y que vendrán a importunar su pacifica y erudita vida como coleccionista de arte.

Formidable retrato humano el de una película exquisita, con el habitual gusto decorativo de Visconti. Melodrama inteligente, holgadamente ambiguo e intimista que vuelca un esforzado y profundo estudio del hombre en su inevitable paso hacia la muerte, ese trágico destino que aquí bien podría estar disfrazado de vida, representado en unos extraños vecinos que rozando la locura acabarán por comulgar en un mismo deseo de comprensión y entendimiento. Con el apoyo de unos intérpretes colosales, el gran duque italiano rueda uno de esos monumentales cuadros de sentimientos en donde todo, absolutamente todo, parece cristalizar en completa armonía. El oficio del cineasta sobresale incluso en las condiciones menos favorables (estaba gravemente enfermo), procreando de forma cuasi natural una meticulosa mirada reflexiva entre dos vasos comunicantes estupendamente perfilados. La relación padre-hijo/maestro-alumno de Helmut Berger y Burt Lancaster nos conmueve, nos imanta, nos transforma en bastante más que simples espectadores, somos cómplices voyeurs de corta distancia, claros participantes de una maraña piramidal donde flotan recuerdos, secretos y confidencias.

Grupo di famiglia in un interno sería, en cierto modo, una película autobiográfica, que presagiaba la inminente desaparición del autor de Muerte en Venecia. Trabajo penetrante, con amplísimo carácter testimonial, de apurado empaque fantasmagórico, fiel a las bases de un arte solo atribuible al talento desbordado de uno de los mayores y más honestos representantes que el cine, por suerte, ha sabido y deberá seguir teniendo como parte integrante de una cultura artística universal, inexcusable y académicamente imprescindible.
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40 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Diálogos y paisajes desde el ventanal tórrido.
Para ver adecuadamente esta película es preciso tener algo de edad, y de vocación de quietud. Es preciso ser paciente y disfrutar de las soledades compartidas: la tuya con los personajes. No puedes ver esta película si a tu lado se encuentra alguien jugando a la pelota. Es preciso encontrarse concentrado. Como lo estaba Burt antes de que llegara la familia de la Mangano.
Y disfrutar de una paseo no sólo por las soledades sicilianas, sino además por los pasillos oscuros, por los retratos de familia que cuelgan de las paredes, y oír el cascabeleo del rebaño en las escenas campestres, y atravesar el olivar que me trae olores y recuerdos de mi tierra cuando soplan vientos de levante.
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20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
No es bueno que el hombre esté solo, porque si no tiene a quien darse, tampoco tiene de quien recibir
El profesor de ciencias (nunca sabremos su nombre, pero usted puede atreverse a ponerle uno) vive ahora solo. Está retirado y en su piso se ha dedicado a coleccionar obras de arte y a escuchar a Mozart. Su paz es completa, así que se niega a ceder en alquiler el piso alto que también le pertenece, cuando la marquesa Bianca Brumonti se lo solicita para habitarlo con sus dos hijos y con su amante Konrad Hübel. Pero, una jugada estratégica de la dama y acaso la gentileza de su bella hija, lo animan a firmar un acuerdo de venta, con lo que la familia termina ocupando no sólo aquel piso, sino que pronto ocupará su mesa, y sus más íntimos espacios.

Comienza así un interesantísimo cruce de caracteres donde las emociones más íntimas… los polos oscuros… la apreciación de la vida… la visión del arte, la política y la ciencia… el significado que cada uno tiene para los otros… el amor y el desprecio… salen a flote para dejarnos sentir a un especial conjunto de seres humanos que, con su fuerza interior y sus contradicciones, parecen arrancados del propio mundo del maestro Luchino Visconti, pues, por más que quiera negarse, su propia intimidad está, a todo lo largo del filme, hondamente recreada.

Su interés operático, su pasión por el arte pictórico, su acogimiento de la soledad como elección voluntaria y no como desierto de afectos o carencia de oportunidades; su amor arraigado por Helmut Berger; su cercanía con la Mangano y con Lancaster; su coincidencia marxista, su papel en la Resistencia y su inconformidad con la ciencia… todo fluye cual si fuera el soterrado testamento cinematográfico de un hombre que recién había pasado por una seria crisis de salud y que de pronto visiona que es ya corta la línea de su tiempo.

En tal sentido, este es quizás el más viscontiano de todos los filmes del maestro italiano. Esa iluminación tenue hasta el ostracismo, ese único set escenográfico que sólo nos remite a “Las Noches Blancas”; esa capacidad de transmitir, con un enmarcable vigor literario, el sentir de cada uno de sus personajes; y ese tono de interioridad que escudriña en el fondo de aquella alma que se plurariza en cuatro otras almas traídas de la ficción, hace de “CONFIDENCIAS” un filme decantado y profundamente grato.

Y queda bien sellada una lección inamisible: Es cierto que las águilas vuelan solas y los cuervos vuelan en manadas, pero, en su soledad el águila se vuelve huraña y depredadora, y no tiene más objeto que ella misma o su única familia. El ser humano se realiza con el otro, se despliega con sus congéneres, y sólo halla el sentido de la vida cuando, en la cercanía de los demás seres humanos, fluye ferviente en procura de la Unicidad.

Título para Latinoamérica: “GRUPO DE FAMILIA”
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17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Los pasos del tiempo
Silencio.
Aprehender un Gruppo di famiglia in un interno (Luchino Visconti, 1974) es difícil, la exquisitez requiere reposo, calma y atención. El diletante necesita del escondrijo del Profesor (Burt Lancaster).
Vivir, olvidar, adormecerse en los brazos del arte, encerrado en un magnífico palazzo italiano… es la decisión del Profesor, después de abandonar decepcionado su carrera, de sufrir la Segunda Guerra Mundial, de fracasar su matrimonio.
Su presencia tan sólo se ve perturbada por los desalmados galeristas y su impertérrito servicio, hasta la luz parece respetar su atemporal descanso…
Menos la marquesa Brumonti (Silvana Mangano), la misma vergüenza de su clase osa colarse en su casa, y eso es tan sólo el principio. A marchas forzadas se adentra en el segundo piso de la vivienda, dedicado, en principio, a albergar el paraíso borgiano del maduro Profesor, proyecto que cambiará radical e involuntariamente.
Empiezan las obras, el trasiego, los ruidos, el desconcierto, la llegada de personas, de soniquetes humanos. A la marquesa la acompaña una juvenil corte, su hija Lietta (Claudia Marsani); el novio de ésta, Stefano (Stefano Patrizi); y el apuesto amante mantenido, Konrad Hübel (Helmut Berger).
Todos los ojos apuntan a Konrad, el joven alemán, con un pasado que parecía prometedor, pero que se truncó por turbias y tortuosas circunstancias y acciones. La definición del oficio de Konrad por parte de Lietta clarifica perfectamente su presente situación.
El film está polarizado por las relaciones del alemán con el resto de personajes, y por el contacto que entablan los nobles con el estadounidense. Paradójicamente, Konrad Hübel es el único que consigue acercarse verdaderamente al Profesor, y entablar con él una relación casi filial. Sus embates dialógicos son majestuosos.
El Profesor que rechaza constantemente el contacto con los habitantes del segundo piso, ve en el incorregible Konrad un atisbo de luz, de verdadera conexión espiritual e intelectual, sin embargo, el joven es demasiado inestable, se interesa por todo y nada, es inconstante y mutable; tan pronto es un aguerrido y cultivado marxista, como un despreciable advenedizo, que pretende aprovechar y succionar hasta la más nimia oportunidad que le ofrece la nobleza en el lodazal de sus riquezas. Desde luego, las sumas de dinero que necesita, a causa de sus derroteros, son significativas al respecto.
En la pareja de Lietta y Stefano, el alemán también ocupa un lugar muy íntimo, tal vez demasiado, porque la hija de la marquesa se siente escandalosamente más atraída por el amante de su madre, que por su novio, al que trata bastante fraternalmente. De hecho, en la versión censurada de Gruppo di famiglia in un interno, a estos jóvenes se les presentaba como hermanos, no como pareja; por lo que contemplando el film desde esa perspectiva, se oscurece mucho más la relación de Lietta y Stefano en la versión censurada, que en la original.
Asimismo, su trato es similar al de otros tríos emblemáticos, como el de Jules et Jim (Truffaut, 1961), aunque se acerca más al carnal grupo de The Dreamers (Bertolucci, 2003).
Como curiosidad, esta película ha tenido varias traducciones “libres” del título: Confidencias fue el título español, en Hispanoamérica se llamó Grupo de familia, Conversation Piece el del ámbito anglosajón, Gewalt und Leidenschaft en alemán y Violence et Passion en francés. Son títulos bastante generales y simplones, puede que el que más se aproxime a la sucinta significación original sea el inglés.
Stefano y Konrad protagonizan un duro encuentro ideológico, que tiene hondas repercusiones, ya que mina los cimientos del círculo en el que se encuentran, y produce la deflagración final.
Mientras tanto, el divertimento entre Konrad y Bianca es básico, se reduce a una transacción tan simple, como vulgar; acertadamente, el amante se encarga de remarcar su animal papel para la deshonrada e ignorante marquesa.
Volviendo al otro pilar del film, el Profesor, despierta poco a poco de su letargo con ese pintoresco grupo, presencia tremendas discusiones, confesiones degradantes, e incluso le proponen atractivas tentaciones.
Esa familia que se aprovecha de él, acaba siendo su última verdadera familia. Ya no cuentan los serviciales e inopinados criados, ni el arte, sino su vida; esos seres le producen una dolorosa anagnórisis consigo mismo, su juventud, su familia, hasta alcanza a recordar a su esposa (bellísima aparición de Claudia Cardinale), a la que, impotente, no pudo aconsejar en su día, como lamentablemente, tampoco podrá hacerlo con el magnético Hübel. Berger muestra una interpretación próxima a la del apasionado protagonista de "Ludwig II" (Visconti, 1972), personaje que encarnó justamente dos años antes de atreverse con el de Konrad Hübel.
Sin embargo, la salvación del sabio es tardía, y tristemente el espectador conoce el destino del Profesor desde los créditos, magníficamente escogidos, con la primera estampida que precede la "Sinfonía Concertante K364", de Mozart, casi a modo de Big Bang. Excelente metáfora del film.
El Profesor interrumpe su letargo en su cenotafio, para contemplar el presente de la Italia, y con ello la caída en desgracia de la nobleza, de las iniciativas marxistas y los ideales del Mayo del 68; la proliferación de atentados e intentos de golpes de Estado; así como la eterna lucha agónica con el tiempo; la atracción fatal que provoca la juventud; el dilema de rechazar el presente, pero mirar atrás con demasiada melancolía; aceptar la soledad gustosamente, pero darse cuenta que es mera cobardía; superponer la perfección y la seguridad que aporta el arte, ante la imperfecta e inconstante vida humana…
Y el ritmo vital prosigue, martilleando cada segundo. El Profesor se parece mucho más de lo que cree al personaje novelesco que vive una situación cercana a la del protagonista de El séptimo sello (Bergman, 1957).

Crítica completa publicada en http://www.ojocritico.com/author/annamontesespejo/
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12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Lo bordaste, Burt Lancaster.
Como en todas las películas que he visto de Visconti hasta el momento, con la excepcional salvedad de Bellísima, hay personajes y situaciones que se notan forzados, una mano invisible los empuja al abismo sin el necesario desarrollo dramático que justifique esa caída, esa es mi impresión. Pero seguramente ésta es en la que menos me ha importado. Aquí Visconti reduce su aparatosidad de esos años y opta por una épica más intimista, reincidiendo en uno de sus temas favoritos; la decadencia de la clase burguesa y los cambios políticos que la acompañaron. Un Lancaster más soberbio todavía, si cabe, que en la irregular El Gatopardo, nos regala uno de los mejores papeles de su carrera, espectacular. Y para espectacular el final, uno de los más bellos que recuerdo, todo un prodigo de sutilidad y saber hacer por parte de Visconti.
Muy buena.
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14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Me parece excelente
Me parece que es uno de los mejores films de Visconti, donde se reflejan muchas de sus claves cinematográficas. Algunos la consideran como una obra en la que el director pierde fuerza, no estoy de acuerdo. El neorrealismo viscontiniano late constantemente en la decadencia de una clase social y de un tipo determinado de gustos y placeres. Los máximos exponentes, desde mi punto de vista, son el profesor (Burt Lancaster) y la marquesa Brumonti (Silvana Mangano), cada uno de ellos sin entender el mundo que les rodea y con dos posturas diametralmente opuestas pero igualmente decadentes y descontextualizadas. Os la recomiendo.
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14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Trío protagonista demoledor. Vamos a restaurar.
El gran Visconti despacha otra película que fluye dulcemente por la pantalla sin que parezca que apenas ocurre nada. Los actores, especialmente Lancaster como viejo profesor, excelsos.
En mi modesta opinión, está por debajo de los dos films que más me gustan del director (La caída de los dioses y, por supuesto, El Gatopardo); pero no deja de ser recomendable y nutritiva para las retinas más exigentes.
Lo mejor: Lancaster.
Lo peor: Lo corto, e irritante, del papel de Mangano.
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9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Sensación de despedida
Es menos pretenciosa que otras de sus películas anteriores y puede que por ello sea una de las más agradables de ver ahora.
Muestra la exquisitez habitual en decorados, fotografía y planificación (rodada toda ella en interiores) y se centra en el impacto que sufre un hombre mayor de buena posición, que alquila la planta de arriba de su casa a un alocado grupo de gente joven capitaneado por una marquesa amante de uno de ellos.
Burt Lancaster interpreta magníficamente a este hombre culto y afable cuya vida sufre un vuelco ante la actitud de sus inquilinos, pero poco a poco surgirá en él un sentimiento de atracción hacia el joven amante de la marquesa, un Helmut Berger cuya actuación es más ajustada que de costumbre.

Fue la anteúltima película de Visconti pero da la sensación (estaba ya enfermo y moriría poco después) como si con ella pretendiera despedirse haciendo una especie de testamento.
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8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Intelecto versus instinto
Hasta la fecha, sólo he visto tres películas de Visconti: “Muerte en Venecia” (deliciosa); “La caída de los dioses” (decepcionante); y “Confidencias”, y ésta última es la que más me ha gustado. Quizá me halle condicionado por que vivir en un palacio rodeado de libros, cuadros y esculturas es uno de los sueños de mi vida, pero, desde el principio, la película logró cautivarme. Y lo que es más importante: no deseaba que acabara. La pintura, la escultura, Mozart y Shakespeare (hay una referencia al “El rey Lear”) hacen acto de presencia en este filme, de una fotografía y gusto por la decoración exquisitos. Burt Lancaster da vida a un profesor de ciencias jubilado que vive en soledad en el palacio familiar de Roma. Consume su tiempo en adquirir obras de arte (especialmente cuadros) para su colección. Y accede a alquilar el piso superior al amante de una histriónica aristócrata (Silvana Mangano). La interpretación de Burt Lancaster es magistral, y la empatía y paternalismo existentes entre el mantenido (Helmut Berger) y el profesor son entrañables. La hija de Silvana, aunque de escasa belleza, es de una sensualidad e ingenuidad fascinantes. Cuando parece que el profesor va a echar a patadas a sus inquilinos ante las numerosas molestias que se ve obligado a soportar, consiente tales contrariedades y acaba acostumbrándose -y amando- a todos ellos, que representan esa vida a la que él parece haber renunciado desde hace años. Se muestra noble y pusilánime a la vez, para deleite del espectador. Al igual que en “Muerte en Venecia”, la belleza se convierte en medio para alcanzar la única felicidad posible cuando uno carece de seres que se la proporcionen, como una familia propia. Notable reivindicación de la cultura y la estética clásicas, y profunda crítica a la burguesía conservadora y a la ciencia más insensible. Le otorgo un ocho. Y téngase en cuenta que el director estaba gravemente enfermo cuando la filmó.
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5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El viejo profesor
Excelente película de Visconti en la que por suerte deja de lado el barroquismo de otras de sus películas,la historia de un viejo profesor americano jubilado en un caseron decimonónico, rodeado de obras de arte y libros, que de la noche a la mañana se ve invadido por una familia de aristócratas decadentes y disfuncionales , que a pesar de eso alivian su soledad y su angustia existencial.Se tratan temas bastante interesantes como las convenciones sociales, la política , el arte, la soledad y el paso del tiempo, a pesar de su anarquico comportamiento y su disfuncionalidad esta especie de familia alivian la gran soledad del profesor.Aunque al final lo inevitable tiene que pasar, a destacar la interpretación de un gran Burt Lancaster y la de un acertado Helmut Berger.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El paso del tiempo es inmisericorde
Acabo de rebajarle la nota de un 8 a un 7. ¿Por qué? Bien, la vi de estreno, convenientemente censurada, cortada y mutilada, con la estupidez de convertir a los dos jóvenes amantes en hermanos, lo cual, en fin, complicaba las cosas mucho más. No la había visto desde entonces. Compré el DVD con la película completa, tal como la había pensado y rodado Visconti, dejé correr el tiempo, y anteanoche me acordé de ella, ¡y zas!, me la aticé. Ay, el tiempo... Visconti retoma los temas de Muerte en Venecia, en mi opinión su obra maestra, una película que nunca me canso de ver, y con la complicidad de Burt Lancaster, uno de los mejores actores de todos los tiempos, vuelve a perorar sobre la decadencia y la vejez, obsesionadas con la juventud y la belleza (en este caso il bello Helmut Berger, consuelo del director en sus últimos años, un caso similar al de Jean Cocteau y Jean Marais), y la dificultad de conciliar el mundo de la intelectualidad con los salvajes años 70 (de haber sido hoy, el pobre Visconti se habría vuelto loco, o habría perecido en el intento). Pero a Visconti, personificado por Lancaster, le costaba ya conectar con un mundo decadente de burgueses caprichosos y jovencitos caprichosos, sin otros horizontes que el placer !deprisa deprisa!, y lo que tan bien nos había contado en El gatopardo, la muerte de una clase social que ha de dejar paso a la renovación... para que nada cambie, aquí se nos narra un poco a trompicones, con escasa credibilidad (los jovencitos no están bien definidos) y nula convicción. La película sólo es grande cuando Lancaster llena la pantalla y recita sus hermosos diálogos. Igualmente, los insertos con Cardinale y Sanda no están bien incorporados a la trama, al contrario que los flashbacks de Muerte en Venecia, que acababan de redondear el retrato del protagonista.
En cualquier caso, no se trata de una propuesta desdeñable, ni mucho menos. Yo diría que es uno de esos casos en que la memoria traiciona y el recuerdo es más bello que la realidad.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El profesor.
74/15(23/04/16) Penúltima obra del maestro Luchino Visconti, en el ocaso de su trayectoria vital realiza un cuasi-testamento fílmico, una notable radiografía del choque generacional, sustentado en un elenco actoral deslumbrante, atisbándose referencias autobiográficas en el protagonista profesor sin nombre encarnado magníficamente por Burt Lancaster, y en la relación que se sugiere de cariño (amor) entre este y el personaje, Konrad, encarnado por Helmut Berger amante en la vida real del director. Ya con 70 años, acababa de sufrir hacia poco un derrame cerebral, con lo que buscaba un proyecto que no le llevara de un lugar a otro, por ello escribió esta historia que se desarrolla exclusivamente en interiores, pero filmada con dinamismo de escenarios. El guión del propi director junto a sus habituales Suso Cecchi D'Amico (“El gatopardo”), y Enrico Medioli (“Rocco y sus hermanos”), Visconti se inspiró libremente en la historia real del crítico literario Mario Praz, que como el protagonista vivía en un palacio y vio alterada su tranquilidad por la llegada de unos jóvenes y caóticos inquilinos. Se rodó en inglés, aunque luego se hizo una versión en italiano, doblando unos actores italianos a Helmut Berger y Burt Lancaster. En España sufrió los rigores de la censura por los desnudos, por la política, siendo risible como alteraron parentescos de los personajes para suavizar sus relaciones, quedando aún peor, a estilo “Mogambo”, en 1983 ya se pudo ver la versión sin censura. Definió así el film Visconti: “A través del personaje de Lancaster he querido examinar la posición, responsabilidad, las ilusiones y los fracasos de los intelectuales de mi generación”.

Visconti despliega su intacta maestría por cada fotograma, narra con profundidad un intimista relato de calado emocional, historia sombría, desarrollada en increscendo dramático penetrante, desborda punzante inteligencia en la delineación de personajes con mucho mundo interior, con diálogos deliciosos en su hondura, componiendo situaciones de gran intensidad. Se centra en un Lobo Solitario en el ocaso de su vida, retirado del mundanal ruido, y la chicha está en el choque generacional que sufrirá su placida vida con la llegada de una disfuncional familia. El realizador con su exquisito gusto por la elegancia, por los decorados recargados barrocamente, evoluciona un espléndido melodrama, inundado de ambigüedad moral, un reflexivo estudio sobre el implacable paso del tiempo, sobre la inevitable sombra de la muerte, sobre las complicadas relaciones familiares, sobre la desestructuración familiar, sobre los amores platónicos, sobre la represión sexual, sobre los recuerdos que se alejan en la memoria, sobre el arte, sobre la política, sobre el desprecio, y sobre todo sobre seres contradictorios, matizados, frágiles, con carácter, típicos del ideario viscontiano. El protagonista sin nombre tiene mucho del profesor Aschenbach de “Muerte en Venecia” (1971), como éste, se ve turbado ante la belleza y la juventud en la última etapa de su vida, la claustrofobia ambiental que se sentía en la ciudadela de Venecia aquí se ha trasladado a este decadente palacio romano, asimismo introduce gran parte de su temario y estilo que lo han hecho inimitable, su tono cuasi-operístico en la puesta en escena, los personajes de alta sociedad atormentados, protagonistas que escogen la soledad como un retiro vital existencial, su (paradójico, siendo un noble) ideario político izquierdista.

Un fresco desolador de su tiempo, recrea con virulencia la decadencia de la aristocracia, mezclada en múltiples delitos, habla de una época convulsa (Mayo del 68, atentados terroristas marxistas, reestructuraciones empresariales, tráfico de drogas...), de una generación joven fracasada en su ansiada utopía de un soñado e irreal mundo, y como aquí el profesor se encuentra desorientado con un tiempo que le supera y al que no desea engancharse, igual que le ocurría a “El Gatopardo” (1963) del film anterior de Lancaster con Visconti, personas que admiran con fascinación la juventud, pero a la que ya saben hace mucho les pasó, y no pueden adaptarse al caos imperante en el exterior, personas cultas, embebidas de arte que no desean cohabitar con la “nueva cultura”. Mirada melancólica al pasado a través de la juventud, un perturbador filtro se cierne sobre la observativa visión del Profesor, un tipo que había escogido la soledad y como única compañía la atemporal belleza del arte, el cuasi-recogimiento espiritual y que de pronto sin desearlo se enfrenta al mundo imperfecto del que ha huido. Otro temario recurrente de Visconti es el desmoronamiento familiar como metáfora de un mundo que se derrumba, sobre la pérdida de valores morales, sobre la perdida de referentes a los que seguir. Trata asimismo sobre el arte y el caos, sobre la vida y la muerte, sobre lo efímero de nuestro paso por la vida, Visconti hace una fotografía a un mundo que para el languidece, tres años después moriría. Todo esto contado sereno ritmo, haciendo que te empapen los personajes y lo que les ocurre, con un poderío sensorial apabullante, con una fuerza audiovisual arrolladora.

Burt Lancaster esta apoteósico en su rol, desborda la pantalla con su carisma, con su magna personalidad, con su mesura, con su contención, con flema, con su punzante mirada que habla en silencios, con su egregio lenguaje gestual, una interpretación memorable, con aristas, dejando traslucir toda una sensible gama de emociones, un Titán. Helmut Berger resulta una presencia turbadora, una belleza (y soy muy hetero) resplandeciente, lo encarna con una intensa personalidad, con un arco de desarrollo gradual fascinante, con ententes fabulosos con Lancaster y con una ataque de ira furibundo estremecedor en la cena, se vislumbra una compleja mezcla en él de fuerza y fragilidad anímica, vibrante la química entre él y Burt Lancaster, el alter ego de Visconti. (sigue en spoiler)
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
QUIÉN FUERA VISCONTI EN HORAS BAJAS
A pesar de ser un título menor en su filmografía, "Confidencias" es un relato exquisito del gran realizador italiano, quien coge a uno de sus actores predilectos, Burt Lancaster, para regalarle un personaje de los que dejan huella en la retina del espectador: un solitario y culto profesor perdido en un hermoso palacio transalpino.

El intérprete estadounidense firma un trabajo excelso, contenido, sagaz en todos los registros que presenta un protagonista con muchas lagunas y silencios, pero al que cogemos un gran aprecio enseguida. Pronto, una disparatada familia se colocará en su remanso de paz, el santuario de libros y artes que se ha construido para huir del mundanal ruido.

En primer lugar, habrá de soportar los sinsabores de soportar a una familia improvisada. Después, a la añoranza de la misma cuando sus integrantes tengan dificultades. A destacar en el reparto a una Silvana Mangano en la madurez de su espléndida belleza. Los pequeños flashbacks nos permitirían disfrutar también de otra de las grandes divas del cine italiano, Claudia Cardinale.

Una bonita y hermosa historia contada con sentido de la estética.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
331. ECLESIASTÉS 4:10
Konrad es el protagonista de esta historia familiar estrambótica, que merced a un excelso guión, nos sumerge en los vericuetos surrealistas de la burguesía italiana.

La película nos pasea por un palacio renacentista atiborrado de cuadros y libros, en donde habita un intelectual, un profesor retirado que se ha acostumbrado a vivir en soledad, y que guarda tras de sí un enorme corazón: "Mejor son dos que uno, porque tienen mejor paga por su trabajo.Porque si caen, el uno levantará a su compañero, pero, ¡ay del que está solo!, porque cuando caiga no habrá otro que lo levante": ECLESIASTÉS 4:10".

El huracán que representa Konrad arrasa con todo lo que surge a su paso. La juventud vive rápido, con urgencia. Y así cita el último poema de Auden:

"Cuando veas una bella forma, persíguela
y si es posible abrázala
ya sea la de un chico o la de una muchacha.
No seas tímido: sé impetuoso, sé joven.
La vida es corta, así que disfruta
de todo contacto que tu carne
pueda por un instante anhelar:
No hay vida sexual en la tumba".

El profesor se va dando cuenta de lo que es vivir, que equivale a sentir, sangrar, amar, compartir… Da igual lo que ocurra entre medias. El pretexto es la vida. Aún cuando tu dogma de fe sea una hipocresía marxista de crítica a aquello que te hace vivir. Konrad vivió deprisa, a su manera, y no lo debió hacer tan mal… Hoy, todavía, aquellos siguen hablando de él.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Belleza en las paredes, horror en los corazones
Confidencias no es la película más prestigiosa de Visconti pero, a mi modesto entender, es la mejor. Los delirios de La caída de los dioses o el falso esteticismo lleno de pedantería de Muerte en Venecia me dejan on the rocks (o sea, helado). En cambio en Confidencias, el director italiano cuenta una historia que no se parece casi a ninguna otra; una historia sórdida en medio de un ambiente artísticamente delicado y en la que va graduando la progresiva intrusión de unos personajes en la vida de otros. Uno asiste asombrado (y tal vez asqueado) a la bajeza moral de unos seres cuyo mundo, sin embargo, nos parece maléficamente atractivo. Me atrevo a decir que es el mejor papel de la carrera de Burt Lancaster, que no es poca cosa. Silvana Mangano, bastante bien. Los actores jóvenes no tanto, pero incluso Helmut Berger tiene excelentes momentos. Lo único que no me gusta es la decena de zooms que Visconti, según costumbre, aplica en algunas escenas.
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7
Solo por ser Visconti
Siempre he admirado el esteticismo de Visconti, su gusto exquisito en los encuadres, en la calidad de la fotografía.
Entre mis películas favoritas de cualquier tiempo están La Terra trema, Rocco e I suoi fratelli, Senso, Bellísima, Le notti bianche, Il Gatopardo, La caduta, de gli dei,Morte a Venezia, es decir casi todas de la docena que hizo.
Pero esta no me gustó en el estreno y dándoles muchos años después me sigue sin gustar. Salvo el gran trabajo de Burt Láncaster, pero poco más.
La trama es aburrida, los personajes, salvo el de él y el de la señora que atiende la casa, son endebles, grotescos a veces. Sobre todo me da pena Silvana Mangano, aquí a los 44 años (moriría a los 50) desfigurada respecto a aquella llena de vitalidad en Riso amaro. Y en un papel muy ingrato.
Los flash back con Claudia Cardinale tienen poco sentido y no añaden mucho a la historia. La película avanza por la intriga de cómo va acabar la relación del profesor con ese grupo de gente vana y en realidad tonta que se cuela en su vida. Pero desvelada la trama queda una sensación de perplejidad.
Es cierto que parece el testamento de Visconti, con su crítica a la burguesía desde una situación de comunista privilegiado.
En resumen una trama incoherente llevada con una melancólica lentitud.
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8
Impresionante
Perturbador relato de las relaciones humanas. Bajo una excusa algo pueril se muestra un cuadro de relaciones humanas de un hombre maduro, solitario, envuelto en sí mismo, apartado de la sociedad. Viudo hace años ve alterada su senectud y su soledad por una familia peculiar que a regañadientes consigue que les alquile el piso superior de su palacete italiano repleto de obras de arte, cuadros, esculturas, y muebles valiosos que ha ido atesorando en toda una vida de estudio, reflexión y familia. Porque es evidente que todo lo que atesora viene de familia, los incunables, los cuadros valiosos, etc.
La frivolidad de los vecinos, la marquesa con sus dos hijos y su amante conforman un cuadro deprimente y algo depravado de la sociedad que el profesor es incapaz de comprender. No es un problema de adaptación a lo nuevo, constituye más una incapacidad ontológica para empatizar con el prójimo. Pasa del enfado a la sorpresa por los comportamientos que aprecia en sus nuevos vecinos, de la ira contenida a la sonrisa por las situaciones insospechadas que vive de forma nueva, porque para él todas son novedosas y distintas.
Las conversaciones entre el profesor y el amante de la marquesa son el eje central sobre el que pivota el eje central de la película. El discurso sobre la ciencia y la técnica del profesor es pedante pero acertado, una visión materialista de la ciencia, con claras reminiscencias marxistas.
Y el recurso a la habitación secreta tiene algo de oculto, para no mostrar un deseo, una obsesión, un misterio, para dejar algo cubierto por la bruma, como si quisiera mostrar que todo hombre, todo ser humano, tiene algo que ocultar. El chico joven es un amoral descreído de todo, incapaz de encontrar su camino en la vida y que se ha dejado llevar por el camino fácil de ser amante de una rica aburrida y podrida por dentro, sin vida interior más allá de la obtención de sus placeres. Su amoralidad queda retratada con la orgía que organiza en casa del profesor con los dos su amante, bisexualidad dixit con infantes.
El profesor es un hombre moral, de otra época, con principios sólidos que no sirven para la nueva vida que se avecina. Tiempos recios de novedades.
La soledad se ha mitigado, pero no era ese el propósito del profesor. Quería estar solo, con sus recuerdos, con sus libros, sus cuadros, sus obras, su obra principal, él mismo.
Burt Lancaster es el profesor mayor. Hijo de italiana heredó el palacete y toda su vida de adulto ha vivido en él. Silvana Mangano es la marquesa depravada que no tiene el más mínimo reparo en mostrar a su amante ante sus hijos, ni en comprar su afecto regalándole el piso en el que van a vivir en Roma. Helmut Berger es el amante de la marquesa. Actor singular, amante del propio Visconti, bisexual reconocido de familia abolenga como el propio director. Claudia Marsani, y Stefano Patrizi son los hijos de la marquesa. Claudia Cardinale es la esposa del viudo, que aparece en un flash, recordando tiempos mejores en la vida del profesor.
Sabia que Visconti me iba a gustar. Es intimista y arriesgado, sensible y profundo. Y elegante, tanto en los planteamientos estéticos de la historia como en los movimientos técnicos de la cámara, de los planos, de los encuadres. No es ni atrevido ni innovador en estos aspectos, pero eso no es lo esencial para él. No está demás recordar que era un excelente escenógrafo de las grandes óperas.
No sé por qué, pero me ha venido a la cabeza que quizá fuera el único director que hubiera podido llevar a buen puerto una buena película sobre la novela "El busca del tiempo perdido" de Proust.
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6
El dolor es tan precario como cualquier otra cosa
Terminando de ver “Gruppo di famiglia in un interno” (1974) de Luchino Visconti con Burt Lancaster, Silvana Mangano, Helmut Berger, Claudia Marsani, Stefano Patrizi, Elvira Cortese, Dominique Sanda, Claudia Cardinale, entre otros. Drama italiano, y penúltima película de Visconti después de sufrir un derrame cerebral en 1972; es fiel a su obra: Un retrato intimista de la decadencia de la aristócrata, que en este caso, gira en torno a un profesor de EEUU que vive en un Palacio en Roma, y una Marquesa le alquila el piso de arriba para su amante alemán, al tiempo que la hija y el novio de esta, serán visitas constantes; por lo que la historia sacará los trapos sucios de todos, así como se mostrará la política y la sociedad de la Italia de esos días; donde nadie sale como ganador del desencantado análisis. Paradójicamente, el amante es el único que consigue acercarse verdaderamente al Profesor, y entablar con él una relación casi filial. Como dato, El Profesor es un coleccionista de “piezas de conversación”, pinturas inglesas del siglo XVIII, del retratista Arthur Devis, que documenta a las clases medias de Inglaterra y al “gentry” regional del siglo XVIII. El film, es un retrato crepuscular de la incapacidad del intelectual coherente de hacer frente a su grupo social, y de adaptarse a un mundo de valores culturales banales. Visconti se veía muy reflejado en ese retrato, aunque el personaje protagonista era un trasunto del crítico de arte Mario Praz, que como el protagonista, vivía en un Palacio y vio alterada su tranquilidad por la llegada de unos jóvenes y caóticos inquilinos. El realizador, con su exquisito gusto por la elegancia, por los decorados recargados y barrocos, evoluciona un espléndido melodrama, inundado de ambigüedad moral; un reflexivo estudio sobre el implacable paso del tiempo, sobre la inevitable sombra de la muerte, sobre las complicadas relaciones y la desestructuración familiar; sobre los amores platónicos, sobre la represión sexual, sobre los recuerdos que se alejan en la memoria, sobre el arte, el desprecio, y sobre todo, sobre seres contradictorios, matizados, frágiles, con carácter, típicos del ideario “viscontiano” Del reparto, todos los actores son de diferentes nacionalidades, destacando Burt Lancaster en el papel del citado Profesor sin nombre, que recuerda al Profesor Aschenbach de “Morte a Venezia” (1971), y como éste, se ve turbado ante la belleza y la juventud en la última etapa de su vida, por lo que asistimos a, cómo la soledad, la búsqueda de la juventud y el miedo a la muerte, afecta por igual a un hombre de ciencia y a la más vulgar de las aristócratas. El resultado, es una película rodada en un único set, y con una iluminación siempre tenue a oscura; de ritmo lento y profundo, pero menos pedante y pretenciosa que obras anteriores. Silvana Mangano es un rayo de luz, un torrente de visceralidad, poderosa, racial bella, impetuosa, elegante, despótica, manipuladora, y colosal; y Helmut Berger resulta una presencia turbadora, como Tadzio, bello y resplandeciente, y encarna su personaje con intensidad, con un arco de desarrollo gradual fascinante. Pero el filme peca de no contar casi nada para el espectador medio, y es que Visconti quiso a través del personaje de Lancaster, examinar la posición, responsabilidad, las ilusiones y los fracasos de los intelectuales de mi generación. Sin embargo, la vaguedad de lo expuesto, la superficialidad de sus propósitos y la efectista conclusión, rebajan el interés general del film; aunque el final es bastante hermoso y poético. Nos queda que “el dolor es tan precario como cualquier otra cosa”
RECOMENDADA
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5
Un penúltimo y endeble Visconti.
Un viejo profesor (Lancaster) que vive encerrado en su mundo culturalista y de belleza, es importunado por una condesa, su amante, su hija y el amante de ésta, que pretenden instalarse en el ático de la casa del viejo profesor.
La penúltima película de Visconti y, sin lugar a dudas, una de sus obras más imperfectas y poco logradas. Se trata de una reflexión acerca de la búsqueda de la belleza como elemento de felicidad, además de una reivindicación de la cultura y la estética, belleza que es destruida por la más absoluta vulgaridad, por una nueva corriente de individuos desapegados, irreconocibles, desunidos y desorientados.
Cuenta con un notable trabajo del gran Lancaster, pero ni el guión -muy irregular- del veterano Susi Cecchi D´Amico -autor de varios de los guiones más relevantes y mejores de la Historia del Cine europeo e italiano- ni la tristona y raquítica realización de Visconti, ya enfermo, hacen de ella una obra conseguida. Tampoco ayuda nada la vulgar interpretación de Helmut Berger ni de una sobreactuada Silvana Mangano. Interesante, pero envejecida.
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10 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
1
Mal guión
Salvaría dos personajes de esta película el profesor (Burt Lancaster) y Erminia (Elvira Cortese), junto con ellos a sus respectivos dobladores de voz, los demás personajes me parecieron muy artificiales y poco creíbles.

En cuanto al guión bastante malo, salvo el principio donde ya se presume la temática del mismo todo lo posterior es más de lo mismo o carente de interés.
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3 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
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