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98 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
9
Cuestión de escala
Al igual que sucede con ‘La metamorfosis’ de Franz Kafka, esta es una historia pavorosamente realista, salvo en la premisa con la que se abre el relato. Sucede un hecho incomprensible, sí, pero a partir de ese momento, todo es razonable: la obsesión, la irascibilidad, la alternancia de momentos de euforia y depresión, la variación continua de las condiciones del entorno, igual y diferente. La (des)proporción y la amenaza.

El cambio se inicia con un inconveniente de pequeña magnitud, la ropa empieza a estarle holgada al señor Carey…

Luego viene un carrusel espeluznante e in crescendo: la hipocondría, el deterioro de la vida conyugal, la condición de freak, el abandono forzoso del contacto con los suyos, la lucha por el alimento y la supervivencia.

La sensación de peligro se vuelve más oscura. Scott se asoma a los abismos de lo muy pequeño, pero sigue discurriendo como un hombre, y eso es lo que nos resulta sobrecogedor.

El ser humano, por lo general, busca su parcela de estabilidad a despecho de la segunda ley de la termodinámica. En esta cinta, es el propio individuo quien, con su mutación interminable, convierte un mismo elemento (un gato doméstico, una araña, unas tijeras) en algo muy distinto. Existe un único camino, el de la adaptación perpetua e inmediata. Un camino incierto, agotador.
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162 de 169 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Sorprendente relato de aventuras y sci-fi
Film realizado por Jack Arnold, especialista de la Universal en obras de terror y sci-fi. Se basa en la novela "The Shrinking Man", de Richard Matheson, autor del guión. Se rodó en la costa de California y en Universal Studios, con un presupuesto de serie B. Producido por Albert Zugsmith, se estrenó en abril de 1957.

La acción principal tiene lugar en LA, en 1956/57. Narra la historia de Robert Scott Cary (Grant Williams), empleado de una empresa de publicidad, de 1,85 m de altura y de 87 Kg de peso, felizmente casado desde hace 6 años con Luisa (Randy Stuart). Charlie Cary (Paul Langton), su hermano, próspero ejecutivo de ventas de publicidad, les deja su lancha motora para pasar una semana de vacaciones en la costa. Una extraña nube envuelve a Scott, mientras Luisa ha ido en busca de una lata de cerveza. Medio año más tarde, Scott advierte que pierde peso, altura y corpulencia, en un proceso que los médicos no aciertan a detener y que atribuyen a la suma de una exposición a un pesticida y a una nube radioactiva.

La película explora la psicología del protagonista enfrentado a situaciones diversas a lo largo del relato. Las incertidumbres iniciales, la falta de remedios y la pérdida del empleo, le llevan a un estado emocional de exasperación, frustración y agresividad, que descarga sobre Luisa. Mientras avanza el proceso, le invaden sentimientos de impotencia y fragilidad, que dan paso a actitudes tiránicas, despósticas y de sometimiento, que Luisa sobrelleva con estoicismo. Cuando mide 1,24 m y pesa 26 kg. conoce a una enana de nacimiento, Clarice Brown (April Kent), con la que entabla un romance, que le permite compartir afecto y sexo, lo que le devuelve parte del equilibrio perdido. Más adelante, constata con indignación y desolación que se ha convertido en víctima de discriminación y marginación social. La pérdida adicional de altura, le convierte en juguete y presa de Butch y, posteriormente, de una araña, hechos que despiertan en él los instintos primarios de lucha por la supervivencia. Dado por muerto, se enfrenta a la sed, el hambre, los depredadores, las trampas y la desproporción del entorno formado por elementos caseros, convertidos en fuentes de peligros insospechados. La obra denuncia los males de la contaminación radioactiva y química. Se refiere a las relaciones entre vida sexual activa, rica afectivamente, y el equilibrio psicológico personal. Muestra la pequeñez de la Humanidad, aferrada a prejuicios sobre la capacidad ilimitada de manipular la naturaleza.

La música, interpretada por el trompetista Ray Anthony, acompaña la acción con bonitas melodías jazzísticas, que animan y explican los sentimientos encontrados de Scott. La fotografía, en b/n, hace uso de efectos especiales ingeniosos y consistentes, que convierten el cómodo mundo cotidiano en una selva de objetos claustrofóbicos. El guión luce originalidad, imaginación y fantasía. La dirección crea una obra de culto inolvidable e imprescindible.
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75 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma.
Aunque son los directores los que se suelen llevar la mayor parte de los éxitos cuando una película funciona, no son siempre ellos los grandes responsables de ese éxito. Por ejemplo Jack Arnold en general fue un cineasta voluntarioso y decidido en todas sus producciones de sci-fi de los 50, pero calidad tenía la justita. Hasta que un día apareció de guionista un señor llamado Richard Matheson.

Por si alguien no lo sabe, Matheson fue el autor de esa magnífica novela “El último hombre sobre la Tierra” que se ha llevado al cine en varias ocasiones, además de guionista de algunos de los mejores trabajos de Roger Corman o Terence Fisher, e incluso escribió para Spielberg el guión de aquella fantástica “El Diablo sobre ruedas”. Hablar de Matheson es hacerlo de uno de los cinco más grandes autores del terror y la ciencia-ficción de la historia del cine.

Pero fue aquí, en “El increíble hombre menguante” donde empezó su brillante carrera cinematográfica, facilitando lo que sería la mejor película de toda la carrera de Jack Arnold y creando uno de los trabajos más queridos, recordados y brillantes de toda la larga trayectoria de la serie B.

Podría haber sido únicamente una película atractiva y estimulante de género, pero es que además contiene un acercamiento y reflexión acerca de la existencia y de la vida después de la muerte de una intensidad muy por encima de lo que es habitual incluso en obras serias. Esa intención de presentar lo fantástico como algo más que mera diversión hedonista, convierte a esta película en una obra de arte con diferentes niveles de lectura, abierta a todos, desde los más jóvenes o triviales, a los más maduros e intelectuales.

Un clásico de los de verdad.
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46 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La Metamorfosis (De Matheson)
Fascinación me produce, tanto el libro (en mi caso posterior a la peli) como la adaptación que el mismo autor hizo en esta película de ciencia ficción, si...en el 57 (siglo pasado). Admirable demostración de como se puede escoger una trama tan kafkiana, comedura de tarro existencial en la que líricamente escarba sobre la situación del ser en el entramado del Universo y la capacidad de adaptación y supervivencia sean cuales sean las circunstancias (o algo parecido.....), meterle unos efectos especiales im pre sio nan tes para la época y convertir esto en un viaje alucinante, angustioso, divertido y trasmitirte como si tú mismo vivieras esa desazón, esa angustia vital que sufre el personaje.

Dejando a un lado los postulados psicológicos y metafísicos, excusas de esta, para mí, obra de arte de la ¿serie B?, "El increíble hombre menguante" es la mejor película fantaciéntifica que he visto.
De disfrute durante todo el metraje, sin bajones, con un ritmo y un desarrollo secuencial perfecto, escenas que rebosan energía y la dosis adecuada de tensión en cada una, pasajes memorables...
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34 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
No te la pierdas
Una de las obras maestras del cine de ciencia-ficción, en absoluto envejecida en nuestros días, ni siquiera los efectos especiales (más reales a mi parecer que algunas películas modernas... como un mono gigante que yo me sé)
Fruto del singular talento de Richard Matheson (autor del guión y de la novela homónima), con su particular e irónica inversión de perspectivas (la cotidianidad más prosaica es un entorno aterrador y pesadillesco para una persona, con sólo ver menguado su tamaño) y su descomunal sentido del espectáculo cinematográfico, muy bien plasmados en imágenes por un Jack Arnold en plena forma.
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32 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Crítica menguante
Inolvidable e imprescindible obra maestra del cine fantástico del irregular Jack Arnold, que se
apoya en el guión del gran Richard Matheson, de su propia novela homónima, con el que
logra esta joya de la serie B, que entre otras cosas presume de sencillos pero geniales
efectos especiales para la época. Fascinante pesadilla, denuncia contaminante y lucha
por la supervivencia con bastante ingenio por parte del protagonista, que nos narra
en voz en off, esta agónica y apasionante historia, amenizada con una inquietante
música por parte de Joseph Gersgenson acompañada por solos de trompeta a
cargo del trompetista Ray Anthony. Original y modesta propuesta de cine
fantástico y de ficción, abismal tanto en lo grande como en lo pequeño,
en sus iconicas imágenes cinéfilas de película de culto en su género.
Desde que comienza este clásico lo que menos hace es menguar,
si no todo lo contrario, aumenta en emoción e incertidumbre
hasta terminar con un reflexivo y memorable discurso final.
Gigante y espléndido Jack Arnold en lo que sin lugar a
dudas fue su mejor trabajo para la gran pantalla.
Encantadora y entretenida "miniatura" de la
Universal Pictures, un ejercicio de
ingenio digno de ver.
Muy buena.
Fin
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23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
GATO Y QUÉ ARAÑA
Antes de que el despliegue de efectos visuales generados por ordenador se cargase parte de la creatividad del cineasta medio, mucho antes, la artesanía nos brindó obras maestras como ésta. Todo un despliegue de técnica e imaginación en los años 50.

La movida es que un hombretón de aspecto pinturero se expone por accidente a una extraña niebla y, a partir de ese momento empieza a hacerse chiquitín, hasta convertirse en un click de famobil. Llegado ese punto, tendrá que desarrollar todo su talento y capacidades, tanto mentales como físicas, para evitar todo tipo de accidentes domésticos, tales como que se le zampe el gato. Por cierto, el minino en cuestión es un magnífico actor, obediente como pocos.

La serie B siempre se ha caracterizado por su afán de engendrar monstruos, normalmente absurdos, como Godzilla, y otras cosas por el estilo. Pero lo cierto es que la realidad, como bien se dice por ahí, supera la ficción. Para qué meterte en dibujos si la madre naturaleza ya nos ha regalado a los humanos el monstruo más aterrador y horripilante que uno se pueda imaginar. El gran acierto de la peli es que, a diferencia de otras como “La humanidad en peligro”, en la que salían unas hormigas de peluche muy majas que medían 2 metros 10, aquí se retrata una tarantela verdadera. El director le regala a la bicha unos primeros planos como los que le hace Woody Allen a Scarlett Johansson, un primor. El metraje de la monstrua resulta ser lo más espeluznante que he visto yo en mi vida entera.

Con todo mi cariño quisiera yo recomendarle esta peli a todo aquel que no la haya visto. Es una maravilla de la técnica, la física y la metafísica.
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18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
La teoría de la relatividad...
Es la segunda vez que la he visto y la verdad que uno no se cansa e incluso descubre cosas nuevas. Es imaginativa, bien realizada, muy buenos efectos para la época (y mira que les podía haber quedado todo muy cutre por aquellos años pero les ha salido bastante bien). Cosas cotidianas como subir o bajar unas escaleras, coger un objeto de una mesa, alimentarse... se ven dificultadas si uno mide 0.30 centímetros o menos. Relativiza mucho como es la existencia, cosa por otra parte impensable en muchos títulos de ciencia-ficción y tiene un final que casi casi parece budista.
Algunas escenas como la de la araña quedarán grabadas para siempre en nuestra retina. O la indefensión que causa el simple torrente de agua que en estatura normal no nos llegaría a mucho más del tobillo del zapato...
Si os gusta esta película os recomiendo que leáis la historia completa en formato libro de Richard Matheson "el hombre menguante". Tiene muchas más escenas y diálogos. Incluso algunas no salieron por el puritano gobierno EE.UU. Es indiscutiblemente un clásico, pero los que la vean han de tener en mente que se rodó en blanco y negro y es antigua, que no se esperen grandes efectos, tan solo los justos para la época. En su tiempo fue muy innovadora y original. Hoy en día esta misma idea ya ha sido trillada y manida hasta la saciedad...
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22 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Un cambio de perspectiva.
Una de las obras fundamentales del cine fantástico y de terror de los años cincuenta por su forma de plantear una nueva mirada sobre la angustia radioactiva (tan de moda entonces, por los experimentos atómicos), el orden cotidiano y el tema de la diferencia. Escrita por Richard Matheson y dirigida por Jack Arnold, el film supone una rareza en el contexto de su género, por lo que atañe al Hollywood de serie B. Es la película más lograda de Arnold, porque se apoya, plano a plano, secuencia a secuencia, en uno de los puntos esenciales que configuran el lenguaje cinematográfico: la mirada. Es también la obra más fantástica del cineasta porque está trabajada con algo más que buen oficio y con bastante ingenio, sobre uno de los factores que mejor personalizan el cine fantástico: la manipulación del punto de vista. Y la conjugación de mirada y punto de vista, el valor dramático de una y las alteraciones de otra, con la insólita odisea ideada por el escritor, se juntan para ofrecer al espectador uno de esos casos irrepetibles dentro del cine de ficción científica, en la que la originalidad de la idea de partida, la elegancia del tratamiento y la inventiva de la puesta en escena son suficientes para superar todos los obstáculos interpuestos entre la obra y su receptor: desde un presupuesto insuficiente hasta unos actores que quizá no fueran los más adecuados.

Por una vez al menos, el escritor (ingenioso fabulador) tuvo la suerte de que su historia fuera a parar a manos de un equipo que deseaba potenciar más la vertiente fantástica que la espectacularidad de los efectos especiales, sin desdeñarlos. El mayor atractivo del film radica – como sucede en la mayor parte de la obra literaria de Matheson – en el descubrimiento de lo monstruoso dentro de la esfera de lo cotidiano. Para el escritor, la anormalidad, lo inquietante, están anidados dentro de nuestro mundo; hay quienes lo detectan gracias a su hipersensibilidad (La leyenda de la mansión del infierno); otros lo descubren por una repentina e inexplicable alteración del orden cotidiano (El diablo sobre ruedas); y otros necesitan para ello un cambio de perspectiva (como una reducción de tamaño). Por eso, “El increíble hombre menguante”, se inicia con dos secuencias de aire cotidiano, en las que dos premoniciones no son entendidas como tales, una en el pequeño barco de vacaciones y otra en casa donde un gato doméstico bebe leche de un plato, todo es normal porque la perspectiva no ha sido alterada.

El mediocre americano medio Scott Carey (Grant Williams) a medida que va disminuyendo de tamaño, paradójicamente irá creciendo como ser humano, enfrentándose a un mundo monstruoso que lo rodea utilizando toda su fuerza y astucia. Scott pierde el mundo de juguete que le han construido, un mundo en que todo se mide con arreglo a otra escala, cajas de cerillas como refugio, ratoneras, arañas amenazadoras, alfileres como armas, goteras anegadoras. El film contiene innumerables lecturas, además de las apuntadas y que aparecen en la obra de Matheson, por ejemplo: la soledad del hombre frente a un entorno hostil y la relatividad de las concepciones humanas, nos habla de un mundo vertiginoso impulsado por la destrucción y la sinrazón, por el miedo sobrenatural, carente de un terreno sólido donde apoyar los pies, donde el hombre sólo puede sobrevivir con la única ayuda de una moral individual constantemente suspendida al borde del abismo. Este frágil heroísmo excavado en el espíritu, en la precariedad del existir, es la respuesta del escritor ante un universo inhóspito, nuestro universo, que bordea constantemente la catástrofe cósmica.
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14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Método para encontrar el Bosón de Higgs
¿Se puede pedir más? Una maravilla. El inicio de la película es muy poco prometedor, con esa excusa vaga pero necesaria que sin embargo coloca a nuestro protagonista desde ahí y hasta el final en el centro de atención a través de sus propias reflexiones y de la acción que se desencadena. Como el mismo título de la película explica, un hombre se va haciendo pequeño, la idea es simple y a partir de esa condena veremos cómo se resuelven los problemas que van apareciendo. El argumento es atractivo, pero es mejor descubrir la forma como se salvan las dificultades que se plantean.

El pobre hombre aumenta la densidad del contenido con sus pensamientos en voz en off y con la salvedad de que es un hecho improbable, todo lo demás responde a una lógica tremenda. Desde su angustia y su irascibilidad hasta su depresión. Hacerlo hoy no tendría más problemas que colocando unos píxeles por aquí y otros por allá, pero hace 50 años, con la artesanía de entonces, se resuelve la cuestión de forma sorprendentemente correcta. La lucha con la araña es de lo mejor que he visto, no me lo esperaba.
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15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El sentido de la vida ante la muerte
A parte de si filósofos tenían razón o no (no me interesa), personalmente creo que la pregunta por el sentido de la vida tiene razón de ser cuando se tiene delante a la misma muerte. Si vamos a morir, entonces nos preguntamos por qué o para qué vivimos.

Scott (Grant Williams) parece sufrirlo mejor que nadie. Sólo que él no muere… empequeñece. Y su disminución es tan inexplicable, imponente, angustiosa y fatal como la muerte. Lo arranca poco a poco de la vida que lleva. De su trabajo, de su mujer, de su supuesto dominio del mundo, de sí mismo.

Su lucha contra la muerte (perdón: contra su merma) se traduce en demostrarse a sí mismo que sigue siendo capaz de dominar su mundo. Porque esa es la imagen que tenía Scott de sí mismo antes de su funesto encuentro con la niebla. Orgulloso hombre de “su” yate, de “su” mujer, de su éxito. “American Dream” de los años 50. Aunque tampoco ha llovido mucho desde entonces. De hecho, parece ser el camino por excelencia de autoafirmación humana desde los inicios de la hominización. Somos “homo faber”.

Ergo, tanto antes como ahora, ahora ante la muerte, Scott sólo es capaz de confirmar su identidad como “hombre”, dominando. Domina su angustia escribiendo. Domina a su mujer desde su casa de muñecas (una simbólica metáfora sobre la impotencia y la tiranía doméstica). Domina el sótano con los instrumentos que fundaron la civilización y disputa con las bestias la supremacía de su humanidad. Porque ante todo se trata de no menguar más, de no morir.

Cuanto más dominio, más humano; cuanto más humano, más soledad. La desquiciante huida hacia delante no le brinda la paz. El espíritu de dominio le impide ver verdaderos valores. El amor de su mujer. El calor de la amistad. “El cielo es igual de azul para los enanos”. Desde el sótano, contempla con anhelo, a través de una rejilla (otra brillante metáfora sobre los estrechos parámetros de la mentalidad humana), un pájaro en libertad, en medio de la naturaleza. Pájaro y hombre. Naturaleza y dominio. Libertad inalcanzable y esclavitud paradójica. Como humano, es capaz de soñar la paz y la libertad pero no de alcanzarlas.

Sólo cuando acepta lo inevitable, cuando se acepta a sí mismo, cuando es capaz de renunciar a su dominio y a la falsa imagen que se desprende de éste, Scott es capaz de vencer la prisión que se ha autoimpuesto. Y reconciliarse, así, con la vida y el mundo.

“El increíble hombre menguante” es una película maravillosa, una de mis favoritas… y del que “La mosca” (David Cronenberg, 1986) es su oscuro reverso.
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15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El cero no existe
Le preguntaron en una entrevista a Cabrera infante que en qué momento de una película sabía que era una obra maestra y dijo (citando a Vértigo) algo sorprendente: “ Desde los créditos iniciales, ¿cómo no saber que ante la conjunción de una obstinada habanera y un ojo en espiral estamos ante una obra de arte?.
Pues lo mismo me sucede con un arranque mucho menos suntuoso, más bien minimalista ante esa silueta blanca que mengua en la izquierda de la pantalla a medida que crece una nube blanca y amenazante al fondo y emergen brumosos los créditos que rezan The incredible shrinking man, con el absorbente subrayado de una trompeta quejumbrosa.
Es esta una de las películas importantes (si no la más) de mi adolescencia, cuando en televisión solo había dos canales para sintonizar., y , ahora , rebasados los 40 años, solo puedo decir que esta obra, aparentemente modesta, sigue siendo una de la cintas más relevantes que haya visto.
Y el motivo de tal devoción no son las inolvidables secuencias épicas de supervivencia con un gato y una araña como protagonistas, sino ese giro copérnicano que supone el tramo final, que deviene en reflexión metafísica.
Se trata, simplemente, de un desvío de la mirada de determinantes consecuencias para Scott, el protagonista, e, indefectiblemente, por reflejo, para nosotros, los espectadores.
Scott, a medida que mengua irremisiblemente, se ve obligado, para enfrentarse a los peligros que crecen cada vez más a medida que disminuye su tamaño, a mirar hacia lo alto, y una de las visiones va a resultar crucial para que esta obra se haya convertido ya en un mito: la magnificencia e inefabilidad de un cielo estrellado, que con inefable elocuencia minimizan su instinto de supervivencia (hace unos momentos había rechazado con nausea la comida), y alienta en él, en cambio, un impulso que no se me ocurre sino tildarlo de místico.
De las preocupaciones cotidianas, del drama familiar y de la simple supervivencia se pasa, con asombrosa naturalidad a un plano metafísico, de la épica de la supervivencia a la mística que quiere abrazar el universo entero. Dios y lo infinitesimal, la nada y el todo que cierra el círculo, la refutación del cero, el hambre de inmortalidad que diría Unamuno, el origen y fin de todo, el sentido de la existencia, todas estas cuestiones surgen de forma tan natural y a la vez tan extraordinaria, con una iluminación alucinógena en esa noche (fabulosa fotografía) que no nos queda sino sucumbir ante el subyugante hipnotismo del tapiz que se ofrece a nuestros ojos, y a nuestros oidos con una voz en off perfectamente ensamblada a las imágenes.
Hemos pasado en un abrir y cerrar de ojos del terror a la calma seráfica de un cielo estrellado y nos percatamos de lo insignificante de nuestras vidas, comparado con la esperanza y el misterio intuido en ese final. El cero, para Dios, no existe.
Se puede creer en Dios o no creer en nada, pero lo que me parece muy empobrecedor es ni siquiera dejar cabida a la duda. Hay dos posiciones con las que nunca he comulgado: La del ateismo materialista y la del dogmatismo exacerbado e intransigente. Son dos maneras de fanatismo y a la postre, destructivas.
El Dios/ Primer motor de Aristóteles, el mundo inteligible platónico, el ente de Parménides, el “ens perfectisimus” y cuantos otras ideas de la divinidad nos ha transmitido el pensamiento lógico, no son argumentos irrefutables sencillamente porque con la razón, Dios, el misterio, lo inefable o como lo queramos llamar es inaccesible.
Pertenezco a la capilla de "los escépticos con sentido del misterio" (como se definía a si mismo Salvador Paniker), esto es, aquellos que sin necesidad de adscribirse a ningún credo determinado, siguiendo a Kant, sí tienen a Dios como objetivo principal de cualquier indagación filosófica, y, por tanto, absolutamente permeables a cualquier indagación metafísica. En definitiva , el misterio y sentido de toda existencia es lo único que vale la pena preguntarse.
La vía más plausible para coquetear con el misterio inefable, según mi experiencia, es el arte, a través del símbolo, ya sea visual o sonoro (y claro, el indefectible silencio).
Pero no tiene que ser necesariamente el arte el único vehículo místico. Sin querer parecer cursi, creo que un atardecer, un almendro en flor, la perfección de una tela de araña, o el cielo estrellado de esta cinta son también un trampolín al reino de lo inefable.
La cinta es rica también en ironías. Scott acaricia el gato que estará a punto de devorarlo o contempla, encerrado, a un pájaro libre , y su risa no traduce sino su desesperación.
Pero La gran ironía es que Scott ha tenido que empequeñecer para engrandecerse en un plano existencial. Su vida, sin esta desgracia que a mí se me antoja providencial, no hubiese ido más allá de lo mundano, de la simple satisfacción de los placeres, sin ningún tipo de trascendencia.
Lejos de la distopía de La invasión de los ladrones de cuerpo o del mad doctor de El hombre con rayos x en los ojos, la cinta de Arnold es, en cambio, un drama existencial de aliento metafísico en toda regla que no dudaría en colocarla en un listado de las mejores películas que uno haya visto.
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12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Ya está dicho todo
Leo las críticas ajenas y descubro la sabiduría, el ingenio y la habilidad de mis compañeros de Filmaffinity, así que decido no añadir nada más, salvo un trozo de mi biografía. Vi esta película de bien pequeño, la volví a ver en la juventud ("Mis terrores favoritos") y luego en la madurez. Lo que entonces me pareció cine de aventuras, ciencia ficción y terror, ahora me conmueve vitalmente. A partir de la excusa argumental de un hombre afectado por un proceso de mengua sin fin, la película nos traslada una idea inquietante: nacimos, crecimos y quisimos comernos el mundo, para luego ir tomando conciencia, poco a poco, de las dimensiones del teatro. No nos engañemos, envejecer, morir, disminuyendo progresivamente de tamaño, es el verdadero argumento de la obra, como dejó dicho el poeta. Por eso, cuando ayer la volví a ver, la vi con otros ojos: los de un hombre que mengua y se aproxima al crepúsculo, presto a desaparecer del mundo visible. No ser visto, pero, ¿y ver? ¡Ya veremos lo que pasa!
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11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
No es tan increíble, a todos nos pasa...
Destacaría un par de cosas en esta película que hace pensar profundamente. Primero destacaría, como no, los efectos especiales, por ser un aspecto importante que casi parece que no se tiene en cuenta y es que son unos efectos que causan simpatía, son graciosos. Dentro de su laboriosidad hay que reconocer que hacen gracia. El problemón de este sujeto es ya de por sí bastante terrorífico como para que encima lo banal, lo intranscendente, ya sea el gato de la casa o una misma casa de muñecas de la que nadie le sacaría más partido que la de jugar con su hija pequeña y solamente un ratito porque, la verdad, cansaría pero que mucho a una persona mayor…, estas banalidades sean presentadas como auténticas pesadillas que a pesar del miedo y asombro que producen al hombre menguante causan sonrisas en el espectador y lo que es peor, sonrisas sardónicas con atisbos de auténtica crueldad por ver el sufrimiento ajeno, el sufrimiento de un hombre que sin querer está cambiando, está empequeñeciendo.

Lo segundo viene de acuerdo con el comentario del señor Palomo, sobre que además de todo lo expuesto, esta película es una “intensa y original reflexión acerca del sentido de la existencia”. Creo que es una gran verdad. No sé, ni es necesario saberlo, si el autor de la idea quería exponer algo más profundo que simplemente un caso en los límites de la realidad a base de estudiados efectos especiales y sin querer, y he aquí la cuestión, expuso algo más que carne y sangre llegando al alma y a los miedos del ser humano. Hay muchas películas (pienso en Blade Runner) que realizadas para contar una historia de ciencia ficción, sus consecuencias llegan con el tiempo mucho más allá que lo simplemente expuesto porque dejan intrínsecamente un problema existencial de aspecto originario.

El increíble hombre menguante es el hombre cuando llega al momento de su vida que todo le va como en una balsa en aguas tranquilas y, de repente, se le nubla el pensamiento y empieza a pensar en la muerte. Esa muerte que prevé que le llegará porque la vejez está a la vuelta de la esquina y sabe que tendrá que empezar a empequeñecerse y que las camisas se le quedaran grandes y que todo se irá alejando de su proximidad porque todo le parecerá inmenso e inalcanzable. Dependerá de los demás, de su mujer que está a su lado, pero tendrá que vérselas solo; entonces los miedos le invadirán, cada vez estará más solo, oirá a los suyos que le llaman pero el mundo le abandona de forma acelerada, empequeñece de una manera inexorable.
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10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
UN ANTÍDOTO QUE NUNCA FUNCIONÓ, DESGRACIADAMENTE
Esta película, tan sencilla y tan surrealista, es el placer de ver unos efectos visuales sin ordenador y que encima parezcan reales. Yo me pregunto, ¿cómo es posible en el año 1957 que se hiciera esa araña tan perfectamente hecha, ese hombre que va menguando poco a poco y todo lo ve colosal? Esas son mis preguntas; cómo es posible que esté tan sumamente bien hecha. Y la escena del gato, o cuando se inunda el sótano y nadie le ve nadie y el chilla y chilla inutilmente... no sé, es todo genial. Se sufre horrores, sudas y estás hasta incómodo.

La recomiendo a toda esa gente maniática que dice pestes del cine en blanco y negro. Pues yo creo que para que esa gente vaya acostumbrándose, esta es una de las primeras que podría ver, y después probar con una de Hitchcock.

Y a quien no la ha visto, por supuesto, sin dudarlo a verla, ya que no hace falta ser un entendido ni nada por el estilo. Solamente, verla porque saboreas la frescura y la inocencia de los primeros tiempos del cine de ciencia ficción con efectos muchísimo más que aceptables.
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10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Una obra de artesanía
Durante los años de la guerra fría, además de los típicos films de espías, creció y se desarrolló dentro de cine fantástico un género, o más bien subgénero, de bajo presupuesto (o série B) en el que, normalmente, el hombre era amenzado por un agente exterior (alienígenas, o bichos radioactivos diversos.
Dichos films, además de la modestia en el presupuesto, también compartían una cierta modestia en los argumentos y desarrollos de la historia, aunque de lo que andaban más sobrados era de imaginación. El director Jack Arnold, con este film dió una vuelta de tuerca al género para ofrecernos un film que partía desde un planteamiento diferente

El protagonista del film, Scott Carey (Grant Williams), mientras está veraneando junto a su mujer, es afectado por unas gotas radioactivas. A raíz de esa "lluvia", sufre un cambio molecular que le hace disminuir de tamaño contínuamente.

Todo el film está planteado y estudiado a partir de este hecho. A medida que el protagonista empequeñece, el resto de los objetos de su hogar crecen. Esto lo plantea en diversas fases, por las que vamos asistiendo paulatinamente. Arnold nos ofrece una puesta en escena ejemplar, perfectamente estudiada, y con unos efectos especiales realizados de forma artesanal pero tremendamente efectivos, con los que consigue captar el interés del espectador por la suerte de su protagonista. De hecho esta es la base del film ya que no encontraremos caras conocidas en el reparto, por lo que prestamos más atención al hecho en sí, que no a los personajes.

Por otro lado,
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El naufragio interminable
Qué entrañable película. Recuerdo como si hubiera sido ayer la impresión que me produjo la primera vez que la vi, en “Mis terrores favoritos”, aquella estupenda selección de clásicos del cine fantástico, el terror y la ciencia ficción que presentaban Chicho Ibáñez Serrador y Luisa Armenteros allá por los primeros 80, y aunque no estoy muy seguro, creo que hasta hace unos días no había vuelto a verla. No me ha defraudado. En el interior del bonito estuche metálico con libreto incluido con que la han reeditado, se oculta una película que apenas necesita de sus simpáticos efectos especiales o de giros argumentales sorpresivos para trasladar al espectador a un territorio de horror primigenio, al tuétano mismo de uno de los miedos primordiales del ser humano: su completa desaparición física (vivida aquí, en una cruel vuelta de tuerca, a cámara lenta) y su disolución final en el universo.
La excusa argumental, como en tantas otras películas de género de la época, es lo de menos y se despacha en unos pocos fotogramas: la exposición de protagonista, durante unos breves segundos, a una extraña nube tóxica, que aparece súbitamente enmedio del mar y con cuyo origen apenas se especula, es la culpable de que el pobre Scott Carey vaya encogiendo hasta quedar reducido al tamaño de un diminuto insecto. Lo que me ha parecido más interesante de la película, sin embargo, no ha sido tanto, vista ahora, la parte fantástica del brillante guión de Richard Matheson, que no deja de ser una mera convención del género al cual pertenece, sino el alto grado de amargo realismo de sus consecuencias, el drama doméstico que desencadena la enfermedad de Carey, los cambios de humor y la irascibilidad del protagonista, su inmensa soledad, solo aplacada por el breve oasis que supone su amistad con una enana de circo, las trifulcas conyugales con una esposa tan estoica y sacrificada que el espectador siente que la supuesta muerte de su marido es para ella más una liberación que una tragedia. Este realismo adquiere, además, tintes de cruda sátira social si pensamos en el perfil del personaje principal, el típico americano nacido y educado para triunfar en la vida, un exitoso y acomodado publicista, con una hermosa esposa, una bonita casa con jardín y un adorable gato, muy en la línea de los protagonistas de las novelas de Richard Yates o los cuentos de John Cheever y semejante a personajes como el de Dennis Quaid en “Lejos del cielo”, que ve cómo su vida pasa de ser un plácido crucero en yate a un espantoso e interminable naufragio en el sótano de su casa, donde se ve obligado a despertar su ingenio, adormecido por la clase de vida que la sociedad le había impuesto hasta entonces, para no correr el riesgo de ser aniquilado y reducido a la nada por un universo hostil que conspira constantemente contra su existencia.
Tres hurras, pues, por esta película, y un minuto de silencio por el alma del pobre Scott Carey, esté donde esté y sea cual sea su tamaño.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
CUESTIÓN DE PERSPECTIVA
El primer mérito de la película, como en su momento el de la novela, consiste en convertir en verosímil una historia tan extraordinaria.
Maravillosamente contada y cargada de un profundo calado psicológico, el argumento se desarrolla ayudado por ese justo ritmo mediante el que consigue el máximo grado de tensión, de desconcierto, de desazón y de angustia.

Esta pesadilla en los márgenes de la locura avanza durante toda la proyección sin perder ni un momento su interés y sitúa al espectador en la dinámica de dramatismo que el director desea.
Le obliga a implicarse y a tomar parte.
Le ubica en perspectiva.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Las limitaciones del humano
Sólo con observar el trabajo de los efectos ópticos de la época ya vale la pena esta historia extraña e increíble, el amor vacacional y la espesura de la niebla maldita, primeros síntomas y razones médicas en un esfuerzo por explicarlo, la gente no mengua pero los besos no lo arreglan, lo que puede ser un disparate en el cine actúal, encuentra el remedio porque va más allá del caso concreta y busca en lo inevitable de la vida, en la degradación irreversible que carga de drama a la ciencia ficción y a la vez le aporta mucha vitalidad en la lucha por la supervivencia.

Un caso sin precedentes, una investigación sin explicaciones hasta encontrar un extraño elemento llamado anticáncer que le proporciona una configuración diferente, una exclusiva del ser humano a la que se sabe sacar partido con la fama y la falta de elección, la esperanza y el sufrimiento, la antitoxina y la vergüenza, garantías y aislamiento, la cólera y el despecho harán desaparecer sino conserva su alma y su espíritu, una aventura que puede coger el camino de la feria pero que se relaciona con ella a la vez que creer en dejar de esconder la cabeza.

Una persona que adquiere una monstruosa desdicha con su paciente amada para alcanzar lo existencial del humano, el ataque del gato le interna en una lucha de valor y voluntad, un pozo gigante de inmensos escalones y limitados recursos, una auténtica historia de supervivencia de clavos y alfileres, de agotamiento y de aceptación, una prisión hostil con vistas al jardín y dominio de la oscuridad, el enemigo y el desagüe, todo tiene su valor en ese sótano.

El ejemplo de mantener el aplomo en situaciones extremas y fuerzas todavía más increíbles que su propia enfermedad en la lucha del ser vivo por el alimento, la inteligencia del hombre y el instinto del animal se unen en un impulso de lucha a muerte, lo pequeño y lo grande tienden al infinito hasta poder abrazar el mundo desde una caja de cerillas, "El increíble hombre menguante" es, en resumen, el enigma de las limitaciones del humano y el miedo a la aceptación de ellas, es, por tanto, la majestuosidad de la creación de la vida.
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Gran Clásico del cine de Ciencia-Ficción
Original, innovadora, con un ritmo trepidante y a veces angustiosa.
Son inquietantes las sucesivas fases por las que pasa el protagonista, pasando de un primer estadío de rechazo social, a unas terribles situaciones en que los objetos y animales cotidianos se convierten en terribles amenazas (su manso gato doméstico por ejemplo pasa a convertirse en un terrible depredador)
Destacable su pertinaz pugna con la araña del sótano.
El final, que en un principio parece un poco traído por los pelos, si reflexionamos, probablemente sea el mejor de los posibles.
Una delicia.
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11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
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