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199 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
9
un HITO del CINE mundial
El cine neorrealista se caracteriza por tramas ambientadas entre los sectores más desfavorecidos, mostrando una Italia deshecha y miserable, con abundante uso de rodajes en exteriores. Faltos de decorados y de medios debido a la ocupación de los estudios Cinecittà por una multitud de personas desalojadas a causa de las penurias de la guerra, las películas se rodaban con las devastaciones bélicas de fondo. Se utilizan nuevos modos de producción con iluminación natural y una importante presencia de actores no profesionales entre sus secundarios y, a veces incluso, entre sus protagonistas.
El neorrealismo italiano se caracterizó básicamente por mostrar las cosas tal cuales eran hablando de temas profundos.
Europa se encontraba en plena posguerra y como le ocurre a todo arte, el cine también sufrió los cambios que resienten en lo social, recayendo éstos en sus obras.


El LADRÓN DE BICICLETAS fue filmado en 1945, pocas semanas antes de que terminara la II Guerra Mundial. Supuso el lanzamiento al estrellato de su apenas conocido director, Vittorio De Sica y, más importante aún, la definitiva consagración del neorrealismo italiano en el contexto cinematográfico internacional.
La narración, por otra parte, es perfectamente clásica. Su estructura es cíclica: el protagonista sale de la multitud anónima en la primera secuencia y vuelve a ella al final.
Maravillosamente fotografiada en un crudo blanco y negro, casi en tono documental, EL LADRÓN DE BICICLETAS presenta un intencionado escenario de la posguerra lleno de personajes que, perdidos en su anonimato, impregnan sus carencias por las pobladas y vívidas calles romanas. Una joya testimonial.

Más que por su tenue mensaje social, El Ladrón de bicicletas perdura hoy como un documento insustituible de la Italia de posguerra; y, sobre todo, por la metáfora escondida en el argumento, y por la magnífica historia entre el padre y el hijo (lo que uno y otro descubren de sí mismos en su afanosa búsqueda.)
Un hito del cine mundial.
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211 de 241 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Roma 1948
Octavo largometraje de De Sica y una de sus obras más emblemáticas. Escrita por Cesare Zavattini y De Sica, con un grupo de colaboradores, se basa en la novela “Ladri di biciclette” (1946), de Luigi Bartolini. Se rueda en escenarios reales de Roma entre mayo y junio de 1948. Nominado a un Oscar (guión), gana el Oscar honorífico a la película de habla no inglesa. Producido por Giuseppe Amato y De Sica para PDS, se estrena el 24-XI-1948 (Italia).

La acción dramática tiene lugar en Roma en 1948, a lo largo de unos pocos días. Antonio Ricci (Maggiorani), en paro desde hace más de 2 años, consigue a través de la oficina de empleo de su barriada (Città Valmelaina) un empleo municipal de fijador de carteles. Por contrato se le exige que ha de disponer de bicicleta. Poco después de iniciar su primera jornada laboral, se la roban al descuido. Antonio es obrero manual, está casado con María (Carell). Desilusionado y desesperanzado forma parte de la legión de trabajadores en paro de larga duración de la Posguerra. Malvive gracias al subsidio de paro y a las ayudas de la beneficencia.

El film presenta un detallado retrato de la Roma de 1948, cuando habían transcurridos 3 años desde la finalización de la IIGM. La cámara muestra las colas del paro, la desesperanza de los parados, la presencia en las calles de mendigos, descuideros, vendedores furtivos, las colas de las casas de empeños (Montes de Piedad), las colas para tomar el tranvía o el trolebús, comedores de caridad, prostíbulos, videntes, etc. Las imágenes, directas y sinceras, dan testimonio de un país arruinado por la guerra, azotado por la miseria y paralizado por la incapacidad de las instituciones públicas. La narración está hecha con ánimo más documental y testimonial que reivindicativo.

La historia es sencilla, simple, casi minimalista, pero directa, conmovedora e intensa. Los intérpretes son actores no profesionales, que aportan verismo y naturalidad. Los personajes son seres corrientes, normales, del montón. No se emplean decorados artificiales: se rueda lo que hay según se ve, sin artificios, ni adornos. El guión elabora unos diálogos que reflejan el modo de hablar de las personas sencillas. Desarrolla una progresión dramática creíble y convincente, que se focaliza en la desesperación individual. La autenticidad y realismo que animan al film son posiblemente las causas por las que éste conserva su frescura y su fuerza.

En un segundo nivel narrativo, se explican las relaciones padre/hijo, puestas a prueba en la empresa de buscar la bicicleta sustraída. La dinámica de los hechos hace que las actitudes de ambos evolucionan, maduren y se transformen. La figura de Bruno (Staiola), de 6 años, listo, tierno y afectuoso, compone uno de los personajes infantiles más atractivos del cine. La obra incorpora momentos de emotividad chaplinesca: la comida de niño rico y del pobre en el restaurante, la ternura de Bruno evoca la de “El chico” (Chaplin, 1920) y el emocionante plano final.
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174 de 187 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La dignidad
Lo peor que le ha podido pasar a El ladrón de bicicletas es que se la haya designado como la obra maestra del neorrealismo italiano, porque cualquier catalogación huele a museo, a viejo, a pasado, a ciclo de filmoteca. Nada de eso. El ladrón de bicicletas es una película actual, no ha perdido con el tiempo, y transmite una honestidad sencillamente imposible de encontrar en las películas actuales: la mayoría de los dramas presuntamente sociales de Hollywood resultan frente a El ladrón... fatuas, vacías y artificiales. Jamás volverán a rodarse películas como esta, porque el mundo ha cambiado, y este de ahora es fatuo, ególatra, superficial e insolidario. ¿En qué película actual podemos encontrar unos personajes con tanta dignidad? Esa dignidad, y la presencia del niño (qué desparpajo el del chaval!) hacen sobrellevable el dramatismo de la situación. Yo no creo, siquiera, que sea una película triste, porque alrededor de los personajes la vida bulle, no se para, palpita el optimismo que alienta el afán de supervivencia. Es una película de luchadores anónimos nada impostada por el típico guionista que escribe sobre las miserias de los otros desde el cómodo despacho de su chalet de puta madre. No me cabe duda de que lo que realmente huele a viejo, a museo, a pasado (y sin duda quedarán para ser exhbidas en los ciclos de las filmotecas) son los dramones intelectualoides actuales del tipo Dogville o Babel. Al margen de las numerosas anécdotas del rodaje (la negativa de Vittorio de Sica a que la protagonizara Gary Cooper con la consiguiente pérdida de financiación, o la precariedad del rodaje) que nada quitan o ponen a este excelente film, esta es una de las películas más hermosas de la historia del cine. Vale la pena verla.
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120 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Desgarradora, bella, dura y extrañamente tierna
Vaya sorpresa me he llevado al visionar esta película de Vittorio de Sica. Neorrealismo cien por cien, sin la necesidad del uso de violencia explícita que realiza el "amigo" Rossellini. Una historia tan simple, tan sencilla, nunca fue tan maravillosa. Además el ritmo es totalmente bien calculado, se hace muy amena, sin duda, una pequeña joya para la vida.

Una Italia pesimista, para un mundo pesimista, un mundo ruín, infeliz, hipócrita, embustero, falso, donde todos nos movemos como sombras. Antonio (el personaje, homónimo de quien escribe), es una víctima más, sólo eso, una víctima de la sociedad en la que se desenvuelve.

En general, una obra imprescindible, de un director más desconocido que Rossellini, Visconti o Fellini, pero igual o más genio a mi juicio que ellos. La obra maestra del neorrealismo italiano como ya han apuntado otros. Si no la has visto, ya tardas mucho.
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84 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El infortunio de Antonio Ricci
Películas como la De Sica nos hacen retroceder hasta aquella época en la que el cine de calidad no estaba reñido, en absoluto, con todo aquello natural, simple y meridiano. Sin embargo, parece como si hoy en día la genialidad fuera parcela exclusiva de aquellos cineastas que tan sólo conciben el cine como una obra de arte inevitablemente densa, plúmbea y abstrusa. Parece como si para Lynch y sus acólitos el cine deba entrañar ineludiblemente laberínticos mensajes, metafísicos propósitos y extravagantes propuestas estéticas. Y todo eso está muy bien, por supuesto. Es legítimo y necesario, incluso. Siempre y cuando todo ello sea fruto de un estudio previo, de un bagaje, de una evolución. Y siempre y cuando uno lleve bien ajustadas las gafas de pasta, claro. Pero regresemos a “Ladrón de bicicletas”. Regresemos a esa concepción artística del cine realista, descarnada, cotidiana. La peli de Sica constituye, en ese sentido, un emblemático patrón de un neorrealismo italiano que nos legó un buen puñado de joyas cinematográficas.

De Sica nos sumerge en la Roma de los cuarenta a través de los ojos de Antonio Ricci, un fijador de carteles, y Bruno, su hijo. La casa de empeños, los mercadillos ambulantes, las largas colas para coger el autobús, el atestado piso de la vidente, los locales de beneficiencia, los tumultos callejeros... todos esos escenarios nos ayudan a pulsar progresivamente la miseria, la penuria, la desesperación que embarga a Antonio (“maldito sea el día en que nací”). De Sica y el neorrealismo italiano en general demuestran fehacientemente como cualquier penalidad cotidiana como el robo de una bicicleta puede llegar a condensar efectos tan devastadores como los que originaría la peor tragedia conocida. Por lo demás, la peli funciona como un reloj suizo. La música aporta la correspondiente tensión dramática, la fotografía esculpe la pobreza y el virtuoso ritmo narrativo del film nos arrastra torrencialmente a las despiadadas condiciones de vida de la jungla de asfalto romana. El único fulgor de esperanza, la única concesión balsámica que De Sica se permite brindar al espectador es Bruno, el chiquillo. Un angelote. Para mi quisiera un vástago así.

Sencillamente soberbia.
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74 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
¿Obra Maestra?
Con la mejor disposición me dirigí a este Ladrón de Bicicletas que sí, me gustó, pero claro, con tanto 9 y 10 por ahí suelto me esperaba algo más (iba a darle un 8 de cortesía, pero dejarme llevar por la masiva apreciación de este film no sería sincero con lo que sentí con él).

Como en todo arte siempre hay un hueco para la subjetividad, todos nos hemos enfrentado a esa obra maestra que no nos parece tal, de la misma manera que también nos hemos enfrentado a esa opinión del prójimo de que "esta película no es para tanto" cuando en nuestro fuero interno tenemos la certeza de que es poco menos que ambrosía para nuestro paladar cinéfilo. ¿Qué me ha pasado con El Ladrón de Bicicletas entonces? ¿Me he perdido algo? Es perfectamente posible desde luego, cuando me topo con una de esta aclamadas obras de culto con las que no conecto intento ir por la vía de la humildad y no cargar el peso sobre los "defectos" de la obra; no obstante, como en cualquier proceso vital, hay cierto grado de subjetividad y de objetividad en él, de modo que sería igualmente hipócrita que no apunte aquellas cosas que no son de mi agrado. En realidad no son muchas en esta peli de Sica, pero hay una que me parece garrafal y que por su importancia y ubicación es especialmente relevante: me refiero a la moralina con voz en off del final, que me sentó como una puñalada trapera. Sin entrar en más detalles diré que no se puede tragar con esta escena justo después de otra que bien se podía haber recargado con el mismo error pero que se resolvió elegantemente con música y planos de desesperación del rostro del protagonista alternados con los de las omnipresentes bicicletas a las afueras del estadio. Me encantó esa parte (la de las bicicletas) , me encantó el niño y sus ojos acuosos, hasta me encanta su forma de golpear la gorra para sacarle el polvo, de la misma manera que lo hace su padre después, reponiéndose, levantándose tras lo ocurrido, llevando con la metáfora un halo de esperanza a sus vidas. Está muy bien a nivel visual toda la susodicha escena final (las manos unidas, el gesto del protagonista, una vez más la mirada del niño), pero no esa von en off que agrede, que insulta, que coarta el pensamiento del espectador, que intenta imbuirlo, además, de una ideología particular que puede compartir o no, pero cuya inclusión sobra y que aún encima es inédita hasta ese momento (en esto último sigo refiriéndome a la voz en off).


[sigue en "spoiler" por problemas de espacio]
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68 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Con cuidado que duele
Un amiguete me dijo de ella que era "una auténtica pedrada". En cierto sentido es verdad, la peli duele como pocas. Transmite pesimismo y tristeza desde el minuto uno. Pero bueno, también va con los gustos de cada uno. A mí no me motiva especialmente la tristeza, pero la prefiero, por ejemplo, al aburrimiento o a la estupidez, dos características bastante comunes a muchas pelis calificadas como divertidas.

Aunque a decir verdad tampoco estoy del todo de acuerdo con lo de "la pedrada" que dice mi amigo. Es verdad que el director nos pinta una realidad (universal) tristísima y tan desasosegante que te deja la sensación de que la única opción ante la vida es rendirse. Sin embargo, detrás de tanta amargura, el director también nos abre una rendijita por la que poder escapar de la realidad. Y eso es un alivio. Y Ese alivio lo trae de la mano de un niño de seis años que para mí, es uno de los más majetes que he visto nunca en un cine.

Yo, por si acaso aviso. Si "el ladrón de bicicletas" no te deja indiferente, es posible que te haga daño. Y hablo en serio. Yo juré que nunca más comería en un restaurante.
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46 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
El milagro
"Ladri di bicicleti" es un milagro cinematográfico rodado en 1948 por Vittorio de Sica en escenarios reales de la Roma de post-guerra y constituye una de las obras cumbre del neorrealismo italiano.

En ella descansan planos y secuencias inolvidables: El niño que camina junto al padre, uno alto y desgarbado, el otro pequeño, de entrañable gracejo al caminar y verbo al mirar. La terrorífica escena de las sábanas apiladas en la casa de empeños como un eterno caudal de pena que pende sin llorar. El niño sentado a lo alto de unas escaleras mientras el padre, aterrado, teme por su vida. La sublime escena del restaurante, triste y bella, cruda y real: el pedante niño rico relamiéndose ante Bruno, nuestro niño pobre. (Conozco el caso de una persona que tras ver la escena juró no volver a pisar un restaurante... evidentemente no lo consiguió). La primera visita de Antonio a la vidente: deja la bici, sube las escaleras... suspense del bueno resuelto con maestría. Y sin duda, el plano final, el pequeño milagro, que trataré más adelante.

La historia es sencilla pero de gran intensidad y revoluciona el plexo solar (red nerviosa que combina las fibras nerviosas del sistema nervioso simpático y parasimpático) de todo ser humano con sangre en las venas, sensible a las penas y a la injusticia. Es una obra honesta y humana que contrasta con la deshumanización de la Italia de post-guerra. De una deslumbrante fotografía que talla pobreza y una excelente música que añade tensión dramática “Ladri di bicicleti” es ante todo una verdad, una verdad imperecedera y universal.

A Antonio, un hombre casado y con hijos, le ofrecen un trabajo como "pegador" de carteles a condición de poseer una bicicleta. Desesperado recurre a su mujer y tras empeñar las sábanas reúne el dinero suficiente para comprar el velocípedo. En su primer día de trabajo le roban la bicicleta y a partir de ahí emprende una búsqueda, acompañado de su hijito Bruno, para encontrarla.

En esa inútil búsqueda padre e hijo encuentran otro tesoro: Su propia humanidad descubierta ante la mirada del otro. En ese viaje desesperado las relaciones entre ambos evolucionan, maduran, se transforman y estallan en el plano final (hijo agarrando la mano del padre) en un amalgama de sensaciones que desbordan esperanza y es entonces cuando brota la emoción en forma de lágrima en el espectador... un rayo de luz ante tantas sombras. Esa lágrima... la lágrima del ingenuo espectador es poesía humana, viva y descarnada. Vittorio de Sica, otrora humorista, consigue el milagro. Obra maestra.
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30 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
“Yo no le habría dejado ir a tomar la sopa.”
“Yo no le habría dejado ir a tomar la sopa.”

(Bruno Ricci a Antonio Ricci)

Posiblemente esta frase no resume la época de la postguerra, pero en esta frase, como en muchas otras del film tan simples pero tan llenas de realidad podemos ver el carácter y la actitud de un pueblo que busca sobrevivir ante tanta penuria; sobreponiéndote a los inconvenientes, mirando por los tuyos. Una película por encima de todo muy humana.

Es una obra clave del Neorrealismo Italiano envuelta en un duro tono realista. Pero en este caso lo duro no es la crudeza de las imágenes o de las situaciones sino la simpleza con que acerca Vittorio de Sica la pobreza de los habitantes de Roma, en este caso de Antonio Ricci y su Familia.

Es cierto que la película está rodada durante los años de la postguerra, ahí está la Roma pobre, sus edificios y sus ruinas pero no por ello es fácil retratar la ciudad de entonces. Es aquí donde vemos a un extraordinario Sica con una gran puesta en escena sin grandilocuencia o relleno sino filmando con gran realismo. No hay más que ver la preciosa escena del amanecer de Roma con esas bicicletas con las escaleras encima o cuando el protagonista vuelve a recoger a su hijo después del primer día de trabajo; la composición de la imagen está muy cuidada.

Tanto en el apartado técnico como artístico esta obra roza lo notable (la fotografía, la música, el guion, el montaje, etc.) pero sobretodo lo que resalta son los actores, tanto los adultos como los niños, están absolutamente creíbles, en sus gestos y en sus palabras. Posiblemente la película pueda tornarse un poco lenta pese a lo corto de su metraje pero es necesario para el avance correcto del film. Puede que por todo esto la película sea tan redonda como lo es.
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23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
NO LA RECOMIENDO.
Miseria, hambre, desesperación, amargura. Todo eso (y es poco se los juro) es lo que refleja este clásico entre clásicos que luego de verlo te deja una sensación de desesperanza que perdura. Porque de por sí es horrible ver un film tan realista donde nuestro protagonista y su hijo parecen condenados a la absoluta pobreza. Puedo soportar cualquier escena fuerte de cualquier índole. Pero ver a un niño sufrir es algo que me desespera y me duele como ninguna otra cosa. Y ver tanto maltrato y dolor injusto en un pequeño, que desanda su derrotero por la vida acompañando a su padre es casi diría yo masoquista. Amo el cine más que cualquier otro arte, siento que aprendí las cosas mas valiosas a través de él. Pero les aseguro con una mano en el corazón que esta maravillosa obra del gran Vittorio es lo más triste que ví nunca. La volví a ver después de muchos años y me dolió tanto como la primera vez. Abracé muy muy fuerte a mi hijo mientras él dormía y me juré nunca volver a verla. Es de un realismo tan lascerante que no, no la recomendaría. Creo que demasiado angustiosa es la vida para que una película me haga tanto daño. Porque todo se puede soportar y tolerar menos el dolor tan profundo de una criatura.
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33 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Sin bicicleta, no comemos
Vittorio de Sica captura Roma como fresco neorrealista, pero, además, la filma. La espontaneidad naturalista no impide una hermosa realización cinematográfica; 'Ladrón de bicicletas' no es más testimonio histórico que Cine.

Es difícil situar correctamente la cámara en el libre arbitrio del flujo urbano. Es difícil filmar el hacinamiento en los autobuses, los desfiles de trabajadores que madrugan más que el sol, el brujuleo del caótico tráfico.... Incluso la irrupción en el prostíbulo, tan planificada y pulcramente rodada, nos hace sentir que hemos alterado una genuina, casi entrañable, rutina. Todo ello queda perfectamente unificado bajo el mismo tono dramático; lejos del mero collage urbano.

. Hay detalles de puro ensueño casi kafkiano; la panorámica de cientos de sábanas amontonadas por una araña humana en estanterías que ascienden hasta el cielo, la visita a la Iglesia, o la angustia de un padre que, por un momento, cree que a su hijo se lo ha arrebatado el agua.

. Hay detalles de pura gracia italiana: el 'eres feo, muchacho' de la vidente, o las irrefrenables ganas de Bruno por hacer pis en medio de la persecución.

...

Lamberto Maggiorani, el padre, no era actor profesional; pero poseía la fisonomía de la dignidad. El propio de Sica se negó a que Cary Grant protagonizase su película. Aceptaría, en caso de incluir a una estrella de Hollywood en el reparto, a Henry Fonda. No en vano, Fonda siempre transmitió admirablemente una extraña mezcolanza de firmeza, decencia y fragilidad que, mágicamente, este hombre desconocido también poseía.

'Ladrón de bicicletas' conforma, con actor, personaje e historia, un retrato de la dignidad en tiempo indigno.
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20 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Las circunstancias desfavorables
Una película que representa un momento de la Historia donde nos encontramos con lo dificil de conseguir un trabajo, épocas de recesión económica, cuando mantener a una familia se basaba en vender tus bienes para poder comprar.

Dura en todo su trato social, en el que el protagonista se ve abocado al empeño de sus bienes básicos para poder subsistir e incluso acceder a un puesto de trabajo. Con ella sientes que no debes quejarte de nada en la actaulidad, muy fácil criticar el cine sentado ante tu PC, cuando mucha gente pasa hambre o trabaja para conseguir un poco de sustento.

Me encanto la escena en la que el padre invita al hijo a comer, que cara se te queda cuando ves lo que comen algunos y lo poco que otros, "habría que ganar el sueldo de un mes para poder comer así".

Fotografía de la época genial, barrios obreros sin asfalto, trolebuses y tranvias abarrotados. Robos a la orden del día sin pensar que el robo de una simple cosa puede condicionar la vida de un hombre...

"¿Si todos lo hacen, me fastidian la vida y debo decidir si comportarme correctamente o devolver el golpe? Pero las personas buenas no saben devolver el golpe, y se sienten impotentes por defraudar a su familia."
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19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Bien jodidos
Vittorio nos regala un documento perdurable de la maldita pobreza de un pobre sujeto y le da un justificante para el robo. De Sica tiene el gran mérito de manejar un pobre argumento en una época en que la gente adoptó esta propuesta que sin ser la gran cosa, nos recuerda un historial de lo que una guerra hereda.
Pura jodida depresión. Señores
Misión: conmiserarse a decir basta señores.
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25 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Ladrón de bicicletas (1948)
Máximo exponente del neorrealismo, movimiento cinematográfico que se originó en Italia tras la Segunda Guerra Mundial como una reacción a la posguerra. Sirvió para contar los hechos del país en esos tiempos tan difíciles, mostrando condiciones sociales más humanas.

'Ladrón de bicicletas' sigue las pautas de este movimiento: refleja con total transparencia y en blanco y negro la Italia decaída de aquellos años, apuesta por actores no profesionales y usa recursos técnicos precarios de forma voluntaria para exponer las cosas de manera más realista. Dicha naturalidad hace que la película mantenga su fuerza irradiante.

Roma, bajo los escombros, sirve de escenario para este drama social, donde el robo de una bicicleta da testimonio de un país golpeado por la miseria y el desempleo, habitado por personas infelices y envidiosas. Su búsqueda por parte del protagonista se convierte en un espiral de acontecimientos. Esa bicicleta es su medio de vida.

Detrás de esa trágica aventura rastreando el preciado vehículo, se plasma una relación padre e hijo maravillosa donde el optimismo y la pureza de la infancia se representa en la mirada del niño, sin perjuicio de no poder comer un plato de pizza. Obra universal, Patrimonio de la Humanidad.
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16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La cima coppi del Giro de Sica.
Una historia simple pero con un trasfondo inmenso, así describiría yo esta obra de Sica.

Un padre coraje dispuesto a todo por conservar su trabajo y poder dar de comer a su familia. Relato in crescendo que nos agobia, nos turba y nos deja sin aliento durante ese viaje por la durísima Roma de la postguerra en busca de la bicicleta robada.

¿Por qué no darle entonces una mejor nota? pues probablemente por la escasa credibilidad de algunas escenas de persecución.


Lo mejor: la escena final en los alrededores del estadio, tensa, colosal, fascinante.

Lo peor: el infame doblaje, parece que estamos entre chulapos madrileños en vez de entre romanos.
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17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Las dos razones
Para mí, con todo respeto (no puedo pasar desapercibidas 8 estrellas en 21.000 votos de FA), éste film está sobrevalorado por dos grandes razones:
1. La época que retrata y a la que pertenece.
2. La nostalgia que genera.

La historia o argumento sobre el que se construye el film es tan sencillo que si alguien lo filmara hoy sería aplastado por la crítica y tachado de insustancial.
El problema no es la sencillez sino el hecho de que no pase demasiado en la cinta. A cualquiera le pueden robar una bicicleta (supongamos que en la época tener bici era como tener moto hoy en día) y hacer un film sobre como buscamos la bici es algo que no aporta mucho que digamos.

Tiene momentos logrados sobretodo al comienzo donde no le puedes sacar los ojos de encima a la bicicleta (pensando en todo momento que se la van a robar) viendo siempre si se va o no del plano del director. Y la presencia del niño es lo que más aporta al film por el ejemplo que el padre pueda darle en todo momento.

Lo mejor: el comienzo.
Lo peor: la falta de una historia contundente que además de retratar la época no te deje mover del asiento.
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32 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Llueve sobre mojado
El neorrealismo italiano de posguerra fue un movimiento comprometido con la precariedad de las masas que vivían bajo los umbrales de la pobreza.
Concentró sus máximos exponentes en Roberto Rossellini ("Roma, ciudad abierta"), Luchino Visconti ("Obsesión", "La tierra tiembla"), y Vittorio de Sica (con su trilogía de "Ladrón de bicicletas", "Milagro en Milán", "Umberto D." y otras obras más tardías). Tuvo algunos continuadores posteriores en otros grandes como Pier Paolo Passolini y Federico Fellini.
De Sica coge a manos llenas la realidad sin adornos de la plebe que se desloma de sol a sol, de los desempleados apurados por encontrar cualquier mísero trabajo, de los ladronzuelos callejeros, de los cuentistas que se mantienen a costa de la ignorancia y de la credulidad ajena, y de los niños que se ven forzados a arrimar el hombro para aportar algo a la escasez de la familia.
El argumento es tan sencillo como el acto de respirar, pero emite un grito muy potente contra la desesperación y la perra suerte de quienes nacen estrellados. Varias expresiones del refranero popular definen a la perfección las calamidades de quienes viven inmersos en las carencias e ingratitudes de la mala vida: "llueve sobre mojado", "la desgracia nunca viene sola" y "a perro flaco, todo son pulgas". A quien vive apaleado, sólo le caen golpes.
Tenemos a un pobre obrero, casado y padre, que por fin ha conseguido un empleo de fijador de carteles tras estar mucho tiempo en el paro. La condición es que lleve su bicicleta, para desplazarse más rápidamente por la ciudad y aumentar la eficacia de su cometido.
Para quien no posee un céntimo y tiene una familia que mantener, algo hoy día tan asequible como una bicicleta puede convertirse en un lujo inalcanzable.
Antonio consigue desempeñar con esfuerzo su vieja bicicleta y, feliz, comienza su nuevo y flamante trabajo. Pero como era de esperar, el infortunio se ensaña con él en la forma de un ratero que le roba su preciado e imprescindible medio de locomoción. A partir de ese instante, empieza la angustiosa persecución del ladrón y la imperiosa necesidad de recuperar su vehículo, o de lo contrario perderá un empleo tan costosamente obtenido.
Con una sobriedad pasmosa y una sabia austeridad de medios, de imágenes y de guión que recurren al máximo naturalismo, esta obra maestra de De Sica rompe el corazón en pedazos a través de la agonía de un hombre para quien la estabilidad del porvenir se cifra en un simple objeto al que nosotros no concedemos importancia, pero que para él y para los suyos supone disponer de un techo, de comida, de ropa que ponerse y de algo a lo que agarrarse, por mínimo que sea, en esta desalmada sociedad capitalista. De Sica contagia los reproches, el temor, la tácita comprensión, el amor y el envejecimiento prematuro en la mirada de un niño que aprende precozmente que su padre es un pobre diablo, y que él seguramente seguirá el mismo sendero.
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14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
¿Pero quién te ha mangado la bicicleta?
Hoy he tenido un mal día, horrible. Me voy con un amigo y hablamos:
-Mìrate el "Ladrón de bicicletas" que seguro que te anima.
-Gracias tio, ahora cuando llegue a casa me la descargo.
-Que coño, vamos al videoclub y la sacas.
-Video..¿qué?
-Sí, hombre, este sitio donde se alquilan películas.

Total, que la he visto. Y también he leido vuestras críticas con atención y respeto, que siempre aprendo mucho. Y juro que no hago esta crítica no la hago para dar la nota, sino que realmente es lo que siento.

Me esperaba más. La historia es muy tonta, roza lo absurdo. Por lo que no daba crédito de tanta crítica positiva. Es cierto todo lo que decís del neorrealismo ese, la innovación a la hora de rodar, el uso de exteriores y secundarios, y el tratar temas sociales. Por tanto es una película que hay que ver, aun sólo para tener algo más de culturilla y poder jugar al trivial con los colegas.

Dicho lo cual, la película, entendida como arte visual, entretenimiento y reflexión, es una castaña. Gira entorno a un argumento simple, casi insultante a la inteligencia. El actor principal y los secundarios son poco creíbles, las interpretaciones dejan mucho que desear, muy forzadas. El niño no sé muy bien qué coño pinta. Además, transmite valores poco éticos, le da igual que casi atropollen a su hijo, lo que importa es una puta bicicleta. Hay muchas secuencias que dañan a los ojos, vomitibas, ejemplos claros el momento de la pitonisa Lola o cuando encuentra al ladrón, escenas de poca calidad, muy tontas. ¿Y el guión? Mejor no hablar de los diálogos. Tampoco ayuda el doblaje, que en la Roma del 45 hablen como los castizos madrileños no cuela. Espabila amigo, que si pierdes una bicicleta nadie te va a ayudar a encontrarla, y mucho menos montar una cuadrilla, ni los guardias, tus problemas te los comes tú e irte con tu hijo de 7 años a emborracharte no es una solución.

Es una peli aburrida, que ni fú ni fá, pero su valor histórico no seré yo quien se lo niegue. Quizá que sea antigua hace que se sobrevalore en exceso, porque una historia de este tipo en nuestros días sería objeto de las críticas más despiadadas. Es lo que la diferencia de las grandes películas antiguas, que ha tenido un mal envejecer, el don de la atemporalidad que sólo algunos directores consiguieron para sus trabajos.
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83 de 155 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Con la excusa de un robo.
Con la excusa de un robo, De Sica representa a la sociedad italiana de posguerra con una doble visión: en la primera refleja la pobreza, la importancia del trabajo y la cruda realidad y en la otra, me atrevería a decir, el punto de vista ingenuo pero realista del niño, Bruno.
Con la excusa de un robo vemos a un niño que mira con adoración a su padre durante toda la aventura, pese a que éste pierda la dignidad ante sus ojos. Contemplamos a un niño que no conseguirá el final feliz para el que nunca llegó a educarse, vemos a un chico con el gesto amargo de un adulto.
Con este pretexto comprobamos como la gente siente la necesidad de explicar su destino, de acudir a que alguien escuche y de esperanza -incluso hoy día siguen estando presentes los adivinadores-. Con esta excusa vemos a las gentes encubriéndose, los mercados de la ciudad, las diferencias entre clases, las ganas de un padre por agradar a su hijo, la indiferencia policial, en definitiva, la sociedad de hace años cuya esencia parece no caducar.
Con la excusa de un robo, observamos una manera de hacer cine que se aleja de la irrealidad de los estudios hollywoodienses, una forma de filmar que mantiene en vilo al espectador con el ritmo apropiado y justo, un estilo que no rehuye de utilizar la cámara como algo “vivo” y que intenta reflejar la indiscutible subjetividad lo más real posible. Con esta excusa comprobamos, como la necesidad de robar es un círculo vicioso que se cierra a sí mismo, vislumbramos qué situación humana pudo provocar dicho hurto.

Sea un pretexto o un marco, el ladrón de la bicicleta es la encarnación de la desgarradora realidad de la época, la personificación de la ética corrompida por la necesidad, y también, la excusa para contar una historia amarga desde una visión ingenua.
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10
Inolvidable e indispensable
Sufres desde el principio, y hasta el final. Quieres que el pobre Antonio recupere su bicicleta y siga con su humilde trabajo que dará de comer a su familia. La película es una ansiosa búsqueda que te mantiene en vilo hasta el último instante. Puro cine de principio a fin.
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