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55 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
7
Berlanga a la rusa
El 2 de Marzo de 1953, Josef Stalin recibe un disco grabado esa misma noche exclusivamente para él, que contiene una nota. Tras leerla, sufre un infarto cerebral y cae desplomado en su despacho. Nadie se atreve a entrar hasta la mañana siguiente. Una vez descubierto, y sin que nadie se atreva a tocar el cuerpo, los más destacados miembros del Partido Comunista se reúnen a su alrededor para decidir qué hacer. Aún no ha muerto, pero resulta que los mejores médicos del país han sido asesinados o exiliados, por lo que los médicos que llegan para tratarle no son demasiado competentes. Tras su inevitable muerte, los miembros del Politburó comienzan a mover sus piezas para intentar hacerse con el poder vacante.

Armando Ianucci dirige esta sátira política que resulta ser la adaptación de un cómic francés de Fabien Nury y Thierry Robin. El film se inicia en la última noche de la vida de Stalin, y en las primeras escenas se nos muestra la oscura realidad de aquellos tiempos. El miedo a decir algo inapropiado sobre Stalin, las detenciones y ejecuciones que ordenaba, y el modo en que sus más cercanos miembros del gobierno le adulan y le temen. El dictador quiere la grabación de un concierto que ya ha terminado, y como no se ha grabado, el concierto vuelve a ejecutarse, con otro director y con espectadores cogidos de la calle. Llevamos diez minutos de película, ya nos hemos reído y tenemos la sensación de estar ante una película de Berlanga a la rusa.

Ianucci nos relata estos sucesos históricos en modo de comedia negra, y es un gran acierto, puesto que los hechos que narra son terribles pero al mismo tiempo tan disparatados que son mucho más fáciles de digerir si nos los tomamos a risa. Pero lo hace utilizando el humor en su justa medida, para que el film no caiga en el esperpento. Los hechos son evidentemente ridiculizados (aunque habría que ver si la realidad no superó la ficción) pero tratados con un humor contenido a la vez que sostenido, por lo que te ríes pero al mismo tiempo tomas conciencia de lo que debieron ser aquellos días en la Union Soviética.

El humor negro es especialmente despiadado y mordaz cuando aborda las ejecuciones y las torturas de la época, lo cual parecería a simple vista pasarse de la raya, pero el director logra que no tengamos esa sensación, y sí más bien la de que ridiculiza un gobierno caprichoso y tiránico.

El excelente guión (no conozco el cómic, así que no puedo decir si está más o menos bien adaptado) se basa en unos diálogos chisposos y rápidos apoyados por el movimiento de cámara que le otorga aún más ritmo a la película. El humor a veces subyacente y otras más explícito (muy inglés siempre) hace que el espectador no llegue a tener nunca claro hasta qué punto lo que se le cuenta fue real, y hasta qué punto llega la caricatura de los hechos y los personajes. Poco importa, la película es a un tiempo didáctica y desternillante.

Para que no haya dudas, en la cena de Stalin con sus colaboradores al principio de la película, el director nos muestra un cartel con los nombres de todos, así les identificamos desde el principio. Son Lavrenti Beria (Simon Russell Beal), mano derecha de Stalin (y georgiano como él) e implacable ejecutor de las purgas que se llevaban a cabo en la postguerra soviética, Nikita Kruschev (Steve Buscemi) que acabaría siendo presidente de la Unión Soviética, Georgy Malenkov (Jeffrey Tambor) que era el sucesor formal de Stalin, aunque poco espabilado y un tanto blando, era carne de cañón para que no le permitieran serlo, y Vyacheslav Molotov (Michael Palin), sí el del cóctel, que estaba en la lista de sacrificados políticos y al que salvó la repentina muerte de Stalin.

La película se centra básicamente en las interacciones de estos cuatros personajes, sus maquinaciones y manipulaciones, sus idas y venidas, sus alianzas y desacuerdos, todos ellos buscando dentro de las directrices del Partido Comunista, su beneficio personal, lo que da lugar a situaciones tan cómicas como la que se produce cuando el dictador agonizando señala un cuadro en el que se ve una pastora dando el biberón a un cordero, y cada uno de ellos intenta interpretar en ese gesto una cosa diferente, en una de las escenas más desternillantes de la película.

Las interpretaciones son muy buenas. Inevitablemente exageradas pero nunca sobreactuadas. Mi adorado Michael Palin me hace reir aunque no diga nada, solo con verle ya me hace gracia (en la escena de las votaciones del Comité es el Palin de los Monty Python en estado puro), pero destacan sobre todos el siempre brillante Steve Buscemi y Simon Russell Beal en el papel menos amable que el del resto del reparto.

En cuanto a los puntos negativos, a mi juicio el final es un tanto confuso, no por lo que pasa, sino por el tono que adquiere. Me dio la sensación de que la película se cerraba de un modo más dramático y menos humorístico de lo que había sido el resto del film, lo que te deja una sensación de ligero desconcierto. Por otra parte, me dió la impresión de que no se tratan adecuadamente los personajes de los hijos de Stalin, Svetlana (Andrea Riseborough) y Vasily (Rupert Friend), aunque tampoco podría asegurarlo.

Resumiendo, para quien les interese el tema es una película absolutamente recomendable siempre y cuando tengan sentido del humor y sepan que están viendo una parodia. Ianucci nos brinda una obra en la que a través de unos diálogos eléctricos e inteligentes, una puesta en escena sencilla, un humor negro y fino, indispensable para lubricar la terrible realidad que nos relata, y unos intérpretes muy dotados para las escenas que rozan la teatralidad, se logra un retrato tan demoledor como tronchante de Stalin y los que le rodeaban.

https://keizzine.wordpress.com/
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81 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
COMEDIA NEGRA EN LA PLAZA ROJA
"La muerte de Stalin" es uno de los mejores cómics europeos que se han realizado en los últimos años. Al aceptar hacer esta versión cinematográfica, Armando Iannucci ha mostrado ser un gran director y un agudo lector. Ha comprendido la esencia de la obra maestra original, sabiendo adaptar los elementos para conseguir un film aparte, un hijo afortunado que toma a su manera el brillante legado del progenitor.

A diferencia de las viñetas, aquí la historia es mucho más coral, amparado en un casting portentoso y donde Simon Russell Beale y Steve Buscemi nos dejan un duelo para el recuerdo como Beria y Kruscher. Por mucho que les asombren algunas de las anécdotas aquí mostradas, buceen en los libros de Historia. El miedo provoca esta clase de situaciones y aquel día en la remota década de los 50 del pasado siglo se sucedieron las hipérboles.

El argumento está muy trabajado, recordando por momentos al mejor Berlanga, además de dar a toda esta irreverencia que tanto ha molestado a Putin un sabor a lo Monty Python. Cierta obra de Billy Wilder centrada en Berlín también está omnipresente a la hora de jugar con las piezas aquí mostradas. Michael Palin y Jeffrey Tambor ayudan mucho a eso.

Nunca perdemos la sonrisa, aunque "La muerte de Stalin" no es vacua. Esconde metáforas poderosas y tiene unas interpretaciones brillantes, en perfecta armonía. Además hay mucha generosidad, estrellas como Olga Kurylenko o Jason Isaacs aceptan roles secundarios con modestia y garra, dando a cada una de sus secuencias una fuerza muy especial.

Termina dejándonos entre deleitados y horrorizados. Así es el poder, desde Washington a Moscú, pasando por el antiguo Bizancio. Nos movemos por miedo y bajos instintos, siendo deleznables como sociedad y dignos de compasión en el análisis individual. No me extraña que a destacados políticos no les haga ninguna gracia. Iannucci se ha convertido en un bufón medieval capaz de decirle a los reyes sus pecados ante la risa de todos.
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47 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
¿Quién sucederá al tirano?
Es posible realizar una comedia en torno a la figura de un genocida como Josef Stalin? A simple vista parece una tarea difícil la de banalizar cualquier aspecto relacionado con uno de los mayores asesinos del siglo XX. Esta es una de las preguntas que debió hacerse Armando Iannucci con su grupo de guionistas cuando decidieron adaptar La muerte de Stalin, el cómic de Fabien Fury centrado en las horas posteriores a la muerte del dictador.

La muerte de Stalin es una sátira amarga con dósis de humor negro que no trivializan en ningún momento una revisión histórica acertada y precisa sobre la actuación del régimen comunista en la Europa del Este de la segunda mitad del pasado siglo. Centrándose en los días posteriores a la muerte del líder georgiano y en su sucesión, la obra no deja de lado las listas negras que derivaban en matanzas indiscriminadas o en detenciones y expulsiones a los Gulags.

De esta forma, durante el desarrollo del filme el espectador percibe esa amenaza que los ciudadanos que vivían al otro lado del telón de acero debían soportar. Denuncias falsas, acusaciones sin fundamento o gestos mal interpretados podían suponer el fin de tus días. El culto al líder por encima de todo era algo imperativo y el que no lo aceptase tenía poco porvenir.

Ese tono oscuro propio de la época y de tal vil régimen político se mezcla con la comedia. Ésta aparece en las maniobras que los miembros mas destacados del partido realizan en las dos jornadas posteriores al fallecimiento de su jefe. Con el cadáver aún caliente, estos personajes no escatiman esfuerzos a la hora de realizar cualquier jugarreta contra sus oponentes políticos.

Es digno de destacar la valentía y atrevimiento del director y guionistas a la hora de mezclar ambos géneros: el drama y la comedia, en un contexto histórico y con unos protagonistas tan siniestros como los que retratan en el filme. La obra rezuma esa acidez tan propia de los británicos.

Más sobre esta y otras películas en el blog: argoderse.blogspot.com.es y en la página de facebook: Argoderse
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27 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La sátira británica sobre la muerte de un dictador
La película tiene unos diálogos ágiles y un humor muy original tanto en los diálogos como en las reacciones de los personajes. Hay mucho del cine británico clásico, sobre todo de las comedias de la Ealing, pero también de ese cine norteamericano de enredos con unos personajes que hablan sin parar, soltando lo que les ocurre, y también recuerda a los Monthy Python. Sin llegar al nivel ni abordar los mismos temas en muchos momentos recuerda a obras maestras del género de la comedia como " Ser o no ser ( 1942 ) " de Lubitsch o " El gran dictador ( 1940 ) " de Chaplin. La cinta se inicia con un concierto que Stalin quiere escuchar desde su mansión, y manda a sus súbditos que se grabe en directo. Pero cuando el líder ruso expresa su deseo ya es demasiado tarde y ese espectáculo de música clásica ha terminado y Andreyev ( Paddy Considine ) tiene que lograr que se vuelva a repetir para así poder grabarlo. Entonces es cuando surge la figura de la mujer clave para que suceda el asunto central, Maria Veniaminovna Yudina interpretada por Olga Kurylenko, una reaccionaria en contra del dictador y que no está de acuerdo en volver a grabar. Una nota escrita por esta mujer será el desencadenante de la muerte de Stalin que cuando la lee cae fulminado muriendo de un infarto. Este personaje femenino desaparecerá desde ese momento hasta la parte final, y aunque su tiempo en pantalla es bastante corto quedará como la persona que escribió la carta que pudo ser la causante de la muerte del dictador.

La película es una crítica a los políticos, ya que en la parte inicial se pone de manifiesto la maldad de Stalin y los métodos por los que se aprovecha del pueblo, pero una vez muerto el dictador los que hasta ese momento eran sus manos derechas iniciarán una carrera por ser el sucesor del fallecido en una lucha encarnizada que originará unas cuantas situaciones muy divertidas.
El guión funciona bastante bien, ya que está repleto de situaciones cómicas, con un humor británico no accesible a todo tipo de público, y alejado de los tópicos tan habituales en el cine actual.

Otro de los aciertos es el reparto lleno de magníficos intérpretes, entre los que destacan Simon Russell Beale en el papel de Beria, Steve Buscemi como Khrushchev, el miembro de los Monty Python Michael Palin en el de Molotov, Andrea Riseborough como Svetlana, la hija de Stalin, y Jeffrey Tambor como Malenkov. Sobre todo los dos primeros realizan unas interpretaciones que hubieran merecido algún premio, aunque en el caso de Simon Russell Beale obtuvo el premio BIFA ( cine británico independiente ) al mejor actor de reparto.
La película se presentó en el pasado festival de cine de Toronto y ha sido uno de los fenómenos de la carrera de premios del cine británico 2017-2018, logrando 13 nominaciones a los BIFA y 4 premios, y otras 2 candidaturas a los Bafta. El diseño de producción a cargo de Cristina Casali y el vestuario creado por Suzie Harman son dignos de mención, y también me gusta la música pegadiza compuesta por Christopher Willis.
Una película que baja algo su ritmo cómico en la media hora final, pero que mantiene el pulso durante casi 2 horas, sin necesidad de emplear situaciones tópicas o diálogos con palabras malsonantes.
Una película recomendable a los aficionados al humor británico y a las comedias con unos diálogos ágiles. No creo que guste al gran público acostumbrado a otro tipo de comedias mucho más covencionales.

LO MEJOR: El guión que consigue hacer reír manteniendo la credibilidad de la historia. El reparto.
LO PEOR: El ritmo cómico baja en la media hora final.
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16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
El comunismo era así... o no
Estamos ante un ejercicio de comedia seudohistórica, similar en su planteamiento a la magistral SER O NO SER, con situaciones de clásicos como UN, DOS TRES o FALDAS DE ACERO. Sin duda, todos ellos clásicos de los que bebe Iannucci para hacer una sátira, terrible por su crueldad de fondo, del comunismo a la muerte del terrible dictador Stalin. El dotar a los personajes históricos de una comicidad vulgar que bordan actores como Buscemi, Tambor, Pallin o Isaacs, es un acierto, además de agilizar la narración con situaciones casi de vodevil. Sin duda, una película muy por encima de la media que merece la pena ver.
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15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
EL NACIMIENTO DE LO HIPOTÉTICO
Iannucci recrea con gran sátira, y acompañado de un discurso mordaz bajo el brazo, los hipotéticos hechos que precedieron a la muerte de Stalin y a las comsecuentes disputas internas de su partido.

Con interpretaciones que rozan lo hilarante, sin parecer absurdas, el filme se mantiene en una continua supresión de la puesta en escena apoyándose, casi únicamente, en los diálogos y en su estilo burlesco.
Aunque con un punto de vista que a veces baila, el tono se rige en base a un ritmo portentoso de ser capaz de medir con gran exactitud hasta el momento exacto en que la situación es capaz de sustentarse por sí sola.

- The Death of Stalin enmarca un cuento brutal sobre lo absurdo y lo maravillosamente contado. El descaro de Iannucci para la creación de situaciones, dejan el filme merced de su imaginación y del sarcasmo más puro.
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13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Humor negro para una época negra
Basada en la historia real de la muerte de Stalin pero en plan comedia sarcástica sobre los días previos al funeral del padre de la nación. Dos jornadas de duras peleas por el poder absoluto a través de manipulaciones y traiciones en el Kremlin. Un buen guión basado en el comic de Fabien Nury.

Esta dirigida por Armando Iannucci uno de los creadores de la serie "Veep" quien le sabe dotar de un humor negro a estos hechos históricos, que por cierto no ha gustado nada en Rusia donde la película ha sido prohibida.

Un buen reparto en el que destaco el personaje de "Nikita Kruschev" interpretado por Steve Buscemi con el que no paras de reir, el funcionario "Molotov" es el ex-Monty Python Michael Palin, Andrea Riseborough es Svetlana la hija de Stalin. Jeffrey Tambor es el ridículo Malenkov. Jason Isaac es el héroe de guerra Zhukov y Olga Kurylenko es una pianista que esta en contra de la dictadura de Stalin.

El horror a ser fusilado por decir algo en contra del dictador es magnificamente satirizado y se mofa sin ningun pudor al régimen soviético. Es una comedia que a veces resulta divertida y ridícula al mismo tiempo que si que puede incomodar a los que vivieron aquella etapa de tirania.  Pero es atrevida por contarnos esos terribles sucesos de esta forma tan divertida.
Destino Arrakis.com
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9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Quien hereda el poder
Una película que mira atrás en el tiempo para contarnos con ingenio lo que sucede entre bambalinas cuando muere uno de los dirigentes políticos más poderosos del planeta. Quién se quedará el pastel?
Nos muestra unos dirigentes políticos acostumbrados a escribir el destino de millones de ciudadanos en beneficio de la URSS y por supuesto del suyo propio. Llena de detalles que critican al gobernante, a la corrupción, el nepotismo, a la violencia de estado, a la censura, el culto a la personalidad y al propio ser humano.
Cuando la oportunidad de situarse en los propios zapatos de Stalin se presenta, todos sus hombres de confianza se darán prisa para manipular e intentar ganar influencia ante sus propios enemigos políticos en una carrera rocambolesca y llena traspiés.
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7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Ese título se vende solo
Y luego encima llega uno y lee que la crítica la pone bastante bien en general, y al final acabas yendo al cine a ver de qué va todo esto (porque resulta que además está Steve Buscemi, motivo suficiente para ver cualquier peli).

Mi crítica de La muerte de Stalin se resume en esto (ver mi nota): Fui la persona en el cine que más se rió. En concreto, creo que solté unos diez ligeros "jejeje" en unos diez momentos puntuales. Nada histérico ni sonoro, pero es que el resto del cine estuvo prácticamente en silencio toda la película.

Y cuando en una comedia ves que no se ríe ni dios... es que algo falla.

Y lo que falla en La muerte de Stalin es absolutamente todo. Bueno, a excepción de los actores. Lo único rescatable de la película son las actuaciones de la mayoría del elenco y una estética en general bastante cuidada, (y digo en general, porque tiene cojones que en una película sobre la muerte de Stalin, los autores se permitan poner en pantalla notas y textos en perfecto inglés en lugar de utilizar cirílico, un detalle pejiguero por mi parte quizá, pero que a mi entender demuestra el poco interés puesto por los creadores en su película...)

La sensación al ver esta película es como la de ver a los virus que atacaban al Sr. Burns en aquél capítulo de los Simpsons: todos los personajes, gags, giros de guión y chistes en general tratando de pasar por la misma puerta al mismo tiempo. La película no arranca mal, pero a los cinco minutos ya se ha deshinchado, y te quedan todavía unos 100 de soportar gracias sin gracia. Además, cuando trata de meterse en el terreno del humor puramente negro, (algo que sin duda era lo más esperable de la película) lo hace de puntillas, como un niño asustado que está midiendo su comportamiento para no enfadar a sus padres.

Total, que al final la sensación es que quienes decidieron perpetrar esta película debieron de pensar que no hacía falta guión porque con su título se iba a vender sola. Y no deja de ser cierto, pues yo fui uno de los incautos que se fió de la "pinta" que tenía el asunto y de las diferentes críticas positivas.

Y resulta que La muerte de Stalin no es más que una estupidez soberana, una comedia sin gracia, una astracanada carente de sentido o dirección y nada más que consagrada al ridículo, pero aún así ni arranca risas ni apenas sonrisas. En definitivas cuentas: una cagada.

Nunca en mi vida me he ido de una sala de cine a media película. En esta ocasión tampoco lo hice, pero creo que si no hubiera sido por el (muy) buen hacer de los actores, (único caramelo que se puede paladear en medio de tanta tontada y que no me canso de remarcar por el aquél de sacarle el punto positivo a la película), no habría aguantado más de media hora.

Decepción total.
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35 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
¿Nos callarán a todos?
El 22 de febrero se ha convertido en una fecha que recordaré siempre con tristeza. Un feo y lúgubre jueves dónde nos dejó nuestro queridísimo Forges, creador de viñetas, dibujante de sonrisas y constructor de un estilo que muchas generaciones llevarán en su corazón toda su vida. Este mismo jueves, con la cabeza nublada por la pérdida de nuestro querido Antonio, decidí ver una película que posee muy buenas críticas en lo que llevamos de año. Eso sí, no se desentiende de la polémica: “La muerte de Stalin“.

Se trata de un film de Armando Iannucci, un director satírico escocés (a pesar de su claro nombre italiano) que ha realizado varias obras políticas, cortometrajes y demás productos audiovisuales. Abraza un tema delicado: Stalin muere en 1953, dejando un vacío de poder inmenso. ¿Quién será el que le sustituya? Con este ambiente empieza un guión, altamente teatralizado, con un elenco increíble y una sátira exquisita.

Por la escena pasean el propio Stalin, sus dos hijos (Svetlana y Vasily), Khrushchev, Malenkov, Beria (líder del temido NKVD), Molotov, Zhukov e incluso Bulganin, Mikoyan o Kaganovich. En definitiva, la plana mayor soviética en los años 50. Bajo la satírica batuta de Ianucci, todos estos personajes sobreviven, combaten, pelean entre sí en los días posteriores a la muerte del Camadara Iósif. Ridiculizados, exageradas sus manías, sus posiciones y evidentemente, augmentadas las tesituras siniestras que ejercía la URSS bajo su propia población (algo que ni el más soviético o comunista podría o debería negar). Empezamos a llegar a mi argumento.

¿No debería hacerse una obra así? Mejor dicho, ¿la sátira puede amparar absolutamente todo? Yo creo que no, pero películas así se deben realizar. Más aún. Pero tenemos muchos problemas de percepción, educación y enfoque.

Sí, ingleses ridiculizan la URSS, el comunismo, a los soviéticos. Otra vez. Siempre los rusos. Los malos de las pelis de Hollywood, los villanos de los Bond. Pero que esas lamentables construcciones de personajes no entorpezcan una obra satírica, inteligentemente escrita y con una percepción diferente de la crítica política.

Ya existen sátiras hirientes, muy ofensivas e incluso insultantes contra el bloque antagónico soviético, los Estados Unidos. Pero en nuestra retina de mundo occidental seguimos demonizando rusos, buscando rojos comunistas como villanos de una serie infantil e incluso todo lo que tenga que ver con el bloque oriental del mapa mundi.

Esto debe terminar. La sátira es un instrumento histórico, inteligente, visual, educativo y constructivo para las democracias. Para la sociedad en general, para fomentar un espíritu crítico pero también una oposición simbiótica, no asesina. La coexistencia de poder con los contrapesos que lo fiscalizan debe incluir la sátira, la crítica, la oposición directa a dicho poder. ¿O pretenden callarnos a todos?

Nuestro querido Forges venía de esa época. Era un maestro con la tinta, escenificando una España envejecida, de tipografia falangista y rodada en blanco y negro. Quiero reivindicar esa revolución satírica, algo que parece muy moderno pero fueron los antiguos griegos los que empezaron a usarla (al final deberíamos preguntarnos que no empezaron los habitantes del Peloponeso).

Sea soviético o norteamericano. De España, el Reino Unido, un país europeo o Costa de Marfil. Cualquier país del mundo debería tener normalizada la sátira, permitirla y sobretodo, aceptarla sea cual sea tu sesgo ideológico, político, social, deportivo, sexual y cualquier adjetivo que haga falta.

Una sátira bien hecha es oxigeno democrático para ese país. Es un fiscalizador perfecto para un gobierno. Es un chasquido en la cara de una sociedad para que, como mínimo, se plantee dudas, se ponga a pensar y los engranajes cerebrales sirvan para algo más que ver partidos deportivos, series banales o programas superficiales.

Nunca creí que en un mismo texto pudiera juntar la muerte de dos personajes históricos tan dispares, en un jueves tan gris.

Antonio, te echaremos mucho de menos.
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16 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
¿Es politicamente incorrecto reirse con esta película?
La recomendo: he pasado una estupenda velada riéndome a carcajada limpia con esta película.

Aunque abunden las críticas en tono "¿cómo es posible reirse de tal sarta de brutalidades?", la verdad es que sí, se puede.

No soy ninguna ignorante y he leído muchísimo acerca de lo que pasó en la Unión Soviética antes, durante y después de Stalin.

He llorado leyendo a Solzhenitsyn y creo que con decir esto es bastante. Iannucci, el director, ha conseguido transformar el horror en un crítica aguda utilizándose de la sátira.

No se trata de cine histórico, sino de comedia. Pero, eso sí, inteligente.

Apunta a ridiculizar el más inteligente y tirano asesino de todos los tiempos. Y para conseguirlo -- y lo ha logrado -- hay que haber comprendido la magnitud del horror que significa el nombre "Stalin".
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12 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Los Camaradas te desafían a que no te Rías
Hay algo de encantadoramente anacrónico en ver a respetables actores británicos o norteamericanos encarnando a históricas figuras rusas.
Como si no hubiéramos llegado a un S. XXI en el que los actores han dejado de ser el reclamo, o hubiera necesidad de adaptar esta historia para un posible atractivo internacional cuando, si es buena, va a llegar igualmente al público que quiera verla. Tal como está, queda lo más cerca posible de ser un entrañable museo de caricaturas: uno divertidísimo de ver y seguro que más divertido de interpretar, pero algo triste desde el punto de vista social o cultural.
Aunque hay algo que estoy pasando por alto, y que creo que es la clave de todo esto: los hechos sucedieron en la Madre Rusia, pero para los rusos… no tuvieron ni puta gracia. Y entonces asoma la idea de que vaya mundo ridículo el que tenemos, si no somos capaces de aceptar el absurdo de nuestra Historia, y reírnos de ella para no tener que volver a repetirla.

La realidad es que la Unión Soviética fue gobernada por un grandísimo cabrón cuyo afán sanguinario sólo rivalizaba con su imagen de abuelo bonachón.
Y nadie movía un puñetero músculo, alzaba ni una sola vez la voz o ponía verde al vecino, porque era demasiado grande el temor.
Pero también es verdad que los vericuetos del poder son extraños y exagerados, y de una represión excesiva sólo pueden nacer ambiciones equivalentes: nadie quiere deshonrar al Camarada Supremo mientras aún estaba caliente… pero posicionarse bien es esencial para no acabar siendo víctima del siguiente.

Nikita Khrushchev, Lavrenti Beria y otros tantos capullos soviéticos se abalanzan sobre el posible liderazgo, al principio con la calma de quien se sabe condenado si el abuelo todavía se levanta y dice algo, pero más tarde con la clase de patética manipulación que no sabe ser sutil, como buitres que sobre un cadáver están danzando.
De repente, es esencial alcanzarle una silla con lámpara o un hombro sobre el que llorar a Svetlana Stalin, al igual que es estrictamente necesario dejar a Vasily Stalin proclamar un “edificante” discurso sobre la procesión funeraria.
Los “imposibles” del abuelo, los traidores desaparecidos, a esos todavía se les puede recuperar, queda permitido todo lo que el anterior régimen había impedido, por lo menos hasta que dure la inseguridad de no saber quién en qué bando está: Armando Iannucci se lanza entonces un guiño propio, confinando al particular coro griego-ruso a estar “en el bucle” de la política rupturista con lo anterior, que quiere seguir de alguna manera la tradición, pero quiere demostrar carácter respecto a lo que ya se vió, pero no quiere manchar la memoria del que se murió, pero…

Todos parecen tan estúpidamente afectados, todos interpretando su calculado papel… que al final hay que querer a Georgy Malenkov, el único que se disfraza con tupé, retratando en sesión de fotos (con niña incluida) su idónea planta como líder del régimen: sí, quizás es abiertamente ridículo, pero no mucho más que sus compañeros, aparentando ser inocentes y creyendo que sus puñaladas no se ven.
Al final, se aprecian más esos brotes de humanidad, como los de un furibundo Beria lanzando esos papeles que hablan de la suciedad de sus “compañeros”, claros testimonios de que toda rata quiso salvar su culo en el barco, y ahora, en vez de abandonarlo, no pueden esperar a proclamarse capitanes.
Jason Isaacs casi me vale como contrapunto: su Marshal Zhukov dibujo animado deja ver que por lo menos alguien iba de frente, y precisamente por eso ya se gana más respeto que los que le rodean, aunque se le cuelguen innumerables carnicerías.
Pero es Maria Veniaminovna, la pianista, la que se gana la nota humilde de la descacharrante sinfonía, al ser la única que se atrevió a decirle al Comandante, aún en vida, todo lo que sentía (y este se rió; señal clara de que aún en lo horrendo cabe la diversión).

‘La Muerte de Stalin’ no renuncia a su naturaleza de comedia, y podría ser que a veces pase por alto hechos reales para divertirse más de la cuenta.
Pero queda claro que lo hace para, en el momento dado, congelarte la sonrisa, y decirte que estos payasos estaban llevando a cabo un espectáculo muy serio.
Uno que se lleva prolongando mucho tiempo, que cambia de intérpretes pero nunca de objetivo: el poder son unas sillas musicales, y nadie se libra de hacer el gilipollas hasta que la música acabe.

Un durísimo “nunca pensé que serías tú” concluye esa melodía, la única frase seria de toda la película.
Y entonces creo que puedo entender que a los rusos les cueste contar la amarga verdad tras toda la comedia.
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6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El poder por el humor
Iannucci recrea con un humor negro y ácido los hipotéticos dias posteriores a la muerte de Stalin. En forma de satira muestra el drama y el dolor, pero sobretodo el miedo que sufrio el pueblo sovietico durante todo el gobierno del georgiano con claros problemas de paranoia. Junto a ellos está las acciones por conseguir el poder de toda la cúpula del partido, que como personajes caricaturescos ilustran el comportamiento en forma de absurdo de lo que habia sido y seguiria siendo por un tiempo la realdiad política de la Unión Sovietica.
Siempre se agradece la satira inteligente, valiente y atrevida de cualquier aspecto, pero sobretodo de temas díficiles y llenos de sufrimiento. A todo debería llegar el humor, a la historia, a la vida y sobretodo al dolor.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Francamente lograda, muy divertida y con estupendas interpretaciones
Pues ni más ni menos que como dice la publicidad: "Una sátira sobre los días previos al funeral del padre de la nación (Stalin)".
Francamente lograda, consigue hacer sonreír muchísimas veces y reír unas cuantas (memorable el reconocimiento del cadáver de Stalin por parte del Comité Central y de esta en su reunión para decidir los pasos a seguir tras la muerte de este).
Muy buen guión en mi opinión, a cargo del propio realizador y de otras tres personas, adaptando, creo que sabiamente, el cómic de Fabien Nury).
Las interpretaciones son excelentes, sobresaliendo el protagonista Steve Buscemi y el para mi hasta ahora desconocido Simon Russell Beale (soberbio en su papel de Beira, un auténtico asesino "al servicio de la Unión Soviética", como constantemente proclama).
Muy buena banda sonora, fotografía y montaje, la verdad es que me ha parecido una muy estimable cinta, polémica, eso sí, por lo que cuenta y cómo lo cuenta, pero lograda en su causticidad, mordacidad y perfectas caracterizaciones de los diversos personajes (la labor, en este sentido, de maquillaje, peluquería y vestuario es sensacional, por lo que la dirección artística es perfecta).
Para mi gusto, gozable.

https://filmsencajatonta.blogspot.com.es
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
humor de brocha gorda
La película trata en modo de parodia, los momentos anteriores y posteriores a la muerte de Stalin y la lucha por sucederle. Para ello, los autores se olvidan de la sutileza, el humor fino y el cuidado a un hilo argumental coherente que mantenga el interés, y se quedan con la exageración y el tópico sin más. El resultado es una torpe y a ratos aburrida bufonada, con algunas gracias divertidas y un humor negro a menudo fuera de contexto. Nada que ver, por ejemplo, con la excelente "Ser o no ser" (y también su secuela), en las que se podrían haber inspirado.
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20 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Crítica de La muerte de Stalin por Cinemagavia
Armando Ianucci es principalmente conocido por la adaptación cinematográfica de “In The Loop” que en 2009 fue nominada a los Óscar al mejor guión adaptado. En esa ocasión no lo ganó pero nos permitió ver características de lo que en La Muerte de Stalin asienta como su estilo, algo visceral y con una cámara que recuerda al estilo británico establecido con la serie “The Office“. Cámara en movimiento continuo y algo torpe, predominante en escenas con planos secuencia largos que reflejan ese estilo casi documentalístico pero que, en este caso, deja respirar tranquilamente a sus actores.

Y es que “In The Loop” sacaba algo de la propia narración debido a esto, mientras que en La Muerte de Stalin parece haber aprendido y se ha disminuido con ese estilo saturado. De hecho le ha dado cierto gusto a la película que aportaba al mundo que intentaba construir. Este escenario ancho, con mucho aire en la cámara pero al mismo tiempo claustrofóbico, estresante y acalorado pese al frío de la estepa rusa, no es una tarea para nada fácil y si claramente loable por parte de la dirección de Iannucci.

El ritmo por otro lado es apropiado y la dirección de los actores parece realmente cuidada y bien guiada, nada espectacular pero todo bien en general y sin tacha particular.

Steve Buscemi interpreta a Nikita Khruschev. Un personaje interesante, y aun más intrigante actor que está acostumbrado a ser un personaje que libera tensión, divertido y casi una parodia del personaje que interpreta. Aquí sigue con esa tónica pero dando rienda a un papel más serio donde, en determinadas ocasiones, puedes ver a un hombre de acero de la madre Soviética.

El personaje de Jeffrey Tambor aparece más bien poco y tiene una relevancia mínima en general en todo el film. Ahora bien, es un personaje que de la falta de atracción resulta su carisma y acaba por ser una de las mejores partes que el celuloide contiene. Su papel como Malenkov, hombre destinado a ser el sustituto de Stalin, es de los más sutilmente geniales que he visto en una comedia británica.

En general está escrito con esa acidez que caracteriza a los británicos, pero sin convertir a este en el pináculo sobre el que gira toda la estructura de la película. Que Malenkov no esté en gran parte de la película o que se encuentre siempre en el fondo, que cada vez que hable su voz sea menos profunda y más temerosa que la de los demás son decisiones de caracterización brillantes por parte del actor. La mejor manera que puedo definirlo es como el personaje secundario de su propia historia.

Simon Russell Beale da vida a un personaje interesante pero difícil de tratar. Alguien con una capacidad para hacer acto de presencia de una manera realmente llamativa e imponente que choca directamente con las últimas imágenes suyas en la película. Aunque a veces este tono falla, por lo general es loable su gran esfuerzo por recrear a este, más que difícil, personaje. Si esperas ese toque de humor negro será en él donde lo encontrarás de forma más acertada.

Aparte de estos hay que analizar el trabajo de Andrea Louise Riseborough que se pone en las botas de la hija de Stalin y Rupert Friend que interpreta al hijo de Stalin, son dos figuras que simplemente se ven fuera de la narración (por muy históricos que sean) y en general tienen una participación mucho más parecida al ritmo y la actuación teatral que a la cinemática. Una decisión interesante cuanto menos pero que no ha llegado a convencerme en lo más mínimo generando un humor algo banal que, de haber contexto, podría haber sido interesante pero que al no haberlo cae en saco roto. No hacen nada especialmente malo pero frente a los demás se les ve algo flojos y en ocasiones sobre-actuados.

Ya he comentado con anterioridad determinados detalles como el uso de la cámara pero aquí me gustaría insistir en otros detalles que son simplemente fantásticos. A lo mejor no del todo originales pero que forman un conjunto de decisiones que acaban por dar una vuelta refrescante a La Muerte de Stalin.

Aquí la edición no siempre está en sus mejores momentos con escenas que entre ellas no están conectadas como cabría esperar, pero hay un detalle, un simple detalle que me pareció simplemente genial. La escena se presenta, los personajes entran en parejas o uno por uno dependiendo siempre de su importancia con una frase que les define. Acompañando esa frase una puesta en escena que termina de desarrollar aun más el perfil del personaje. Finalmente un pequeño texto inferior explica su nombre y por otro lado su puesto dentro del régimen.

Es una manera eficaz de introducir a tu personaje y mostrar que en las blancas estepas rusas todos los hombres del poder tienen bajo si una gran sombra sangrienta. No hay ángeles aquí. Idea que se refuerza cuando en la escena funeral aparecen los “hombres de Dios” y actúan como vampiro frente a ajo. Todos eran hombres con una clara tendencia por la violencia desmedida encerrados en caros trajes.

Al final son solo humanos. Y es que parece a veces complicado humanizar a hombres así, pero La Muerte de Stalin encuentra la forma de hacerlo tratándolo de una manera un tanto particular. Todos se tratan como amigos, ves claramente las relaciones que les unen. Aquí el diálogo y las interpretaciones hacen un gran trabajo en convencerte de ello. Todo te lleva a verles de otra forma en algunas ocasiones, casi como si fuesen críos en un patio de colegio. Estas situaciones siguen con una línea ingeniosa y oscura que te devuelve a la realidad de la Unión Soviética. Una fluidez del chiste basada en la contraposición de dos géneros completamente diferentes (técnica predominante en el cine de Sam Raimi) generando una risa de lo más placentera.

La Muerte de Stalin es un conjunto de aciertos y desaciertos. Con detalles muy ........

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Escrito por Guillermo Alonso Vaello
https://cinemagavia.es/critica-la-muerte-de-stalin-pelicula/
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12 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Muerte por risa
Bueno, tanto como morir no, pero sí te eches varias carcajadas. Los británicos tenían que ser los que nos sirvieran una comedia negra que satiriza el comunismo, en concreto el estalinismo soviético, motivo por el que no gustará a los progres. De hecho ha ofendido a los gobernantes de la Rusia actual hasta el punto de prohibir la película, lo que indica que Putin y compañía se sitúan ellos solos en la izquierda al hacer suyo este régimen y a estos personajes, aunque algunos despistados lo ubiquen erróneamente a la derecha del espectro político. En cualquier caso, tanto como británica, la obra debería considerarse como europea, si tenemos en cuenta que se basa en el cómic homónimo de los franceses Fabien Nury y Thierry Robin. El hecho continental ha sido reconocido con el premio del Cine Europeo a la mejor comedia que se llevó en el 2018. Volviendo a "La muerte de Stalin" su punto fuerte, además de en su reparto coral, está en la parodia que realiza del estalinismo final. Pero aquí el humor se complica porque para cogerle la gracia se necesita conocer, como mínimo, medianamente la realidad de la Unión Soviética del 1953 y los peces gordos del partido que aquí salen. Si te cuentan chistes de toreros debes conocer el toreo, sino no los pillas, y si lo hacen de comunistas vasallos de Stalin hay que estar informado para lo mismo.

La obra siempre es incisiva y aunque demasiado "americanizada" en su lenguajes y actitudes, algo ruda en su análisis, la crítica retrata la tiranía pero esta no enlaza con el marxismo, es simple violencia, arbitrariedad y oportunismo sin que la ideología juegue ningún papel, y descendente en su nivel humorístico y más convencional en su trama, resulta interesante. Algunos han criticado su exageración en algunos pasajes pero se trata de una comedia y en este campo debemos ser más permisivos con la rigurosidad histórica, que en todo caso es elevada, más allá de algunas inexactitudes. Otra cosa es que para uno de izquierdas no pueda ser posible lo que se describe, aunque en realidad era todo bastante más siniestro, paranoico y alucinado hasta supuestos difíciles de concebir, el tono cómico le rebaja crudeza a quintales, porque no encaja en su visión de las cosas. La verdad no es para ellos la adecuación con la realidad sino con su pensamiento. Por ejemplo, he leído que es "mentira" que murieran 1.500 personas durante el funeral de Stalin cuando precisamente esa es la cifra oficial que dieron las autoridades, como recoge Jean Meyer en su, por otro lado, magistral libro de "Rusia y sus imperios" (1894-2005), página 363. Me parece que hay tener más reparo para decir que algo es falso o no lo es, así a la ligera.
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5
Sobredosis sardónica
Algo falla en esta obra de Iannucci que no consigue que el aceite balsámico de la risa llegue a los engranajes que articulan estos 106 minutos repletos, eso sí, de buenos actores, que manotean desesperadamente en un guión a cuatro manos y media: asfixiante, nada creíble y farragoso.

Ví, en su momento, la película, rodeado por jóvenes estudiantes que asistían completando una actividad cultural, y regresaron decepcionados a sus centros educativos sin tener nada claro en qué género cinematográfico embolsarían esta peculiar ficción, que nos habían vendido como comedia política y que resultó ser una amalgama poco digerible. Tal vez se les fue la mano, a sus responsables, en el tono oscuro de las tintas que utilizaron para dibujar el estalinismo y sus dislates. Su exagerado celo emborronó, como el calamar en su huida, la patética ceremonia de la sucesión, que sin duda tendría lugar; porque el poder no conoce de decoros y si hay algo de lo que carece es de sentido del ridículo.

Lástima, ocasión fallida. La caricatura pierde su valor si el artista se sobreexcede en los rasgos.
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3
No era lo que me esperaba
Por el título creí que iba a ser una película seria que nos contaría la transición de la URSS tras la muerte de Stalin y nada mas lejos de la realidad.

Se trata de una comedia, que seguramente con ese toque de humor cuente muy bien la historia, pero es un humor muy a la inglesa.

Al que le guste este tipo de humor fantástico, pero yo no lo concibo, por lo tanto a mi no me ha gustado, aunque entiendo perfectamente que a otra gente le haya encantado.
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8
Reír por no llorar
¿Sobre qué no se puede hacer humor? Con la fría estadística en la mano, las purgas estalinistas duraron bastante más que las nazis y, si se suman las hambrunas del Holodomor (el «Holocausto ucraniano») o la represión a polacos, alemanes del Volga y otras nacionalidades de la esfera soviética, probablemente superan el número de victimas. No recuerdo ninguna película humorística ambientada en lo más oscuro de la época nazi, por mucho que nos riamos con la magnífica «Ser o no ser», o con «El gran dictador», o incluso con el corto animado «El rostro del Führer». Vale, son películas contemporáneas a Hitler, pero incluso las posteriores, cuando ya se era consciente de la magnitud del Holocausto y de la represión nazi, han pasado de puntillas por los hechos más escabrosos si se trataba de hacer humor. «La muerte de Stalin» es enorme porque no esconde nada, y acabas riéndote mientras algo en tu interior te susurra que no está bien que lo hagas. En esta incomodidad, que yo no sentía desde que vi «Cuatro leones», divertidísima sátira sobre el terrorismo islamista, y en el acierto de no haber caído en una caracterización esperpéntica de los personajes, residen el principal acierto de esta obra. 8/10
#thedeathofStalin #lamuertedeStalin #stevebuscemi
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4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
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