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222 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
8
Unos apuntes sobre mi amigo Allen.
Os confesaré algo: Woody Allen es mi amigo. Y lo es desde hace mucho tiempo, desde mis 12 o 13 años, tal vez antes. Quise ser amigo suyo porque me hacía reír. Me encantaban sus primeras películas tontas: Toma el Dinero y Corre, El Dormilón, Bananas... y también Sueños de un Seductor que yo pensaba entonces que era suya. Poco a poco fui descubriendo su filmografía: Annie Hall, La Rosa Púrpura del Cairo, Días de Radio, Delitos y Faltas... y cada vez me sentía más cercano a él porque además de la risa me enseñaba muchas cosas, sobre el amor, el sexo, la vida, la muerte, la ironía, la moral, la religión, la psique, el optimismo, la esperanza... en cierto modo cuando me disponía a ver una de sus películas yo me sentía como si estuviera tomándome una cerveza con un amigo sabio de habla reposada y lúcida que conseguiría a cada momento emocionarme.

Y mi amigo Allen comenzó a visitarme una vez al año. Solía venir a finales de Septiembre o principios de Octubre y nos citábamos en un cine. Yo me quedaba en silencio y el me contaba una de sus historias. Y en el momento de la despedida yo siempre tenía una amplia sonrisa en el rostro y mi visión de la vida se había enriquecido. Me gustaba caminar por la ciudad después del adiós porque aquel amigo tenía el don de cambiar mis ojos, y nunca fue una despedida triste porque yo sabía que al año siguiente, recién entrado el otoño, el volvería.

Recuerdo la vez que mi amigo regresó en otra fecha, porque lo habían llamado para darle un premio. Cuando lo supe, soñaba con ir a verlo, solo para estrecharle la mano y darle las gracias. Pero luego pensé que la mejor manera de demostrarle mi amistad era no molestarle en unos días donde su intimidad se vería continuamente mermada. Y fui feliz viendo a mi amigo por televisión, paseando por muchos de los sitios en los que a veces yo le había echado de menos. Dicen de él que se enamoró de la tierra que conoció en aquel viaje y tras halagar la ciudad de Oviedo fue honrado con una estatua. Y sí, mi amigo ahora está siempre allí, caminando eternamente con aire despreocupado, con las manos metidas en el bolsillo y la frente pensativa. Cuando le preguntan, en cualquier parte del mundo por su estatua, entre humilde y divertido suele decir “Es lo más simpático que he visto en mi vida”.

Por aquel entonces sucedía además que yo veía como mi amigo se iba haciendo mayor. Seguía yendo a verle cada año pero las emociones no eran las mismas. Aún así en cada uno de aquellos encuentros siempre quedaban destellos de su magia y yo le perdonaba, por supuesto que sí, los momentos bajos, y me dolía seguir el deterioro de su inigualable talento. Pero tengo que reconocerles que llegué a perder la fe en él rehuyéndolo con dolor el año que vino a contarme una historia que se llamaba “El Sueño de Casandra”. Falté a la cita para negar lo que parecía inevitable, mi amigo se apagaba y yo era demasiado cobarde y sentimental como para enfrentarme algo así.
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194 de 224 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El nuevo "remake" de Woody Allen
Si bien es cierto que Woody Allen solo tiene tres fórmulas: 1. Las películas que tienen como telón de fondo Nueva York 2. Las películas que se desarrollan en Europa y 3. Los fiascos; en Whatever Works el director y guionista regresa a sus orígenes neoyorquinos para escribir una película casi autobiográfica. Un hombre mayor (Boris), neurótico, hipocondriaco y muy necesitado de un buen psiquiatra que se enamora de una rubia joven (que nos recuerda a Scarlett Johansson) con pocas luces y llegada desde la América profunda de la que además de su amante, será su mentor.

A pesar de ser la película de Woody Allen que ya hemos visto muchas veces, la fórmula no falla, nos gusta ver al hombre que critica absolutamente todo, que no es capaz de apreciar nada en la vida y que trata de suicidarse pero que ni siquiera esto consigue. Y ¿por qué no?, nos gustan las bromas sobre judíos hechas por un judío. La revelación es Evan Rachel Wood, nuestra rubia joven que, efectivamente, nos hace creer su ignorancia y que, además, hace coherente que un viejo amargado se enamore de su ingenuidad. Patricia Clarkson, a la que veíamos también en Vicky, Cristina, Barcelona, está intachable, como siempre.
Los diálogos son agudos y nuestro maestro de la ironía no deja títere con cabeza en esta película.
Un personaje más del film es, cómo no, la ciudad de Nueva York, que redescubrimos no solo gracias al “tour” turístico que Boris le hace a Melody Celestine, sino también en todos y cada uno de los planos exteriores que conforman la película.

Aquellos que en Match Point, Scoop y Vicky, Cristina, Barcelona buscaban al director de Manhattan, Annie Hall, Hannah y sus hermanas, no se sentirán defraudados con esta nueva “entrega”. Para todos los demás, el buen rato está asegurado.
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146 de 168 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Sí, funciona
Según dicen este guión llevaba en manos de Woody Allen desde los años 70, y se nota. Es totalmente coherente si se coge cada elemento del mismo por separado y se compara con sus comedias actuales, mucho menos ácidas que las que firmase en aquella época. Whatever Works sorprende por su cantidad de gags por minuto, si bien también deja frío cuando incluye tantos que eso implica que no todos funcionen: Larry David, en un correcto papel que bien podría haber interpretado Allen en su momento (eso sí, olvidad a Keaton o Farrow en el papel de Rachel Wood), destila ironía y mala baba en cada frase.

Pero como pasa siempre en el Allen actual, hay irregularidades que la alejan de ser completamente competente. Whatever Works funciona, sí, pero sólo a intervalos. Mezcla chistes grandiosos con otros que son reiterativos, se siente completamente dependiente del personaje de David, limitando los momentos de Rachel Wood (notable interpretación) a gags fáciles y no del todo certeros, y quedando los secundarios eclipsados salvos por dos grandes gags casi obligados: la transformación de la madre de Wood es hilarante, pero no tanto lo que sucede con su padre.

Pese a todo Woody ha vuelto a regalar una película correcta que se coloca como la mejor comedia que ha rodado esta década, mucho más divertida que Vicky Cristina Barcelona e incluso más hilarante que Scoop. La cosa, funciona. Pero no es "Desmontando a Harry".
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72 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Los últimos días de Boris Yellnikoff
Whatever works comienza con un homenaje, otro más, a Groucho Marx, con la estupenda canción del Capt. Spaulding de la película marxista El conflicto de los Marx. ¿Y eso?, se pregunta uno, más allá de la consabida pleitesía del director neoyorkino por el más locuaz de los hnos. Marx. Pronto obtenemos la respuesta: el protagonista, un físico venido a menos encarnado por el actor y showman Larry David, se dirige a la cámara, al espectador, como hacía cuando menos te lo esperabas Groucho, para contar la historia (reciente) de su vida amorosa, personal, antisocial...

Sólo con ese momento, sólo con ese gag inicial, Woody Allen se gana una vez más mi (eterna) admiración y el consiguiente respeto. No es cuestión de cantar loas o denunciar sus altibajos destripando la trama, pero nada diremos de spoiler si decimos:

Hay dos personajes que aparecen en el apartamento de Larry David llamando a la puerta que son de lo mejor de la película. Y muy bien escogido el momento para que ambos aparezcan.

Evan Rachel Wood: pues... pssst, bueno, me puede valer, pero no sé si está a la altura o ha entendido bien el mensaje personalizado que Allen transmite a sus actores.

Un par de frases para la antología genuinas made in Allen (spoiler).

Un pesimismo que llega a angustiar, el del protagonista. Si es verdad que el guión estaba escrito desde los 70, a uno le entra la duda de que, si se hubiera hecho en esos años, Whatever works, o "whatever" que hubiera sido el título, hubiera tenido algo más de chispa. Hay que reconocerlo. Yo lo reconozco. Algunos chistes (ya) no funcionan.

Y no sé qué decir más. Que sigue dándome una inmensa pena cada vez que se acaba una película de Woody Allen, que el (iba a decir un palabro, pero no quiero que me censuren) el condenado de Woody Allen acaba muy bien sus historias. Que me gustan los homenajes a Qué bello es vivir, la escena que sale de Sed de mal, que salgan de un cine que programa un ciclo de cine japonés...

Sí, quizá es una película de otra época, quizá los 70 eran su momento, pero yo sigo esperando, y hasta los restos, que se estrene la siguiente película de Woody Allen. Si la cosa funciona...
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40 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Hoy he "disfrutao"
En mi juventud, haya donde se quedara, odiaba a Woody Allen, ese “diractorcillo”, con esas gafas, esos tics, esa forma de hablar y explicar las cosas, tanto nerviosismo me ponía nervioso. Nunca vi una película de Woody Allen, ¿prejuicios? Quizás, era mi tierna juventud.
Un día, decidí ver Match Point, me atraía el tono de la película, mas tirando al suspense, que a la comedia habitual en él, Scarlett Johansson… y a quien no… y que no salía el odioso Woody. Me pareció una película excelente. Luego me decidí a romper con todo y ver Scoop, si, aquí si sale Woody Allen ¿y qué? Y reconozco que me gustó, no al nivel de otras comedias, ni de Match Point, una cosa simpática y divertida… con Scarlett, claro.
Hoy, he visto “Si la cosa funciona”, me llamaba la atención Larry David, protagonizando a Woody, quizás el papel más autobiográfico y no lo hacia él. Pues aunque al protagonista no le gustan los tópicos, la cosa funciona.
La película está llena de momentos divertidísimos, que seguramente gustará a casi todo el mundo, en la sala, no todo el mundo se reía siempre en la misma escena o el mismo chiste, cosa que dice mucho de esta película. Sino que cada uno reía a carcajada, cuando le parecía gracioso, y es que tantos chistes juntos y tan seguidos a veces es difícil de asimilar, y tienes que reír cuando sucumbes. Si bien es cierto que en algunos momentos peca de esto, de intentar ser demasiado divertida.
Sin ser una película sorprendente en cuanto a su trama, si tiene giros inesperados, que ayudan a la comicidad del conjunto. Los personajes muy bien, quizás al padre se le saca poco jugo, pero también es el más previsible, tras los acontecimientos anteriores. Sin duda habrá mil comparaciones con sus películas anteriores, y saldrá perdiendo, pero yo no las he visto… quizás debería, y me alegro, porque he pasado 90 minutos en el cine, riendo con la película y gratis, ya que era preestreno. Seguramente pocas veces más, pagando mi entrada a precio de día del espectador, valdrá la pena el desplazamiento, las colas, los de las palomitas y el del móvil. Hoy nada me ha importado, porque las carcajadas, lo ha superado todo.
Pd. Hoy la Generalitat se ha portado, entradas gratis! Esto es fomentar la cultura.
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45 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Yo me acordé de Gloria Fuertes
Woody Allen utiliza técnicas de ilusionismo para sacarnos de nuestra realidad cotidiana y llevarnos a lugares imposibles. En ellos podemos encontramos, o al menos adivinar, cómo es esa persona que siempre hemos deseado ser y que, sin embargo, debido a múltiples influencias propias de nuestra sociedad, nunca hemos sido. No quiero saber cómo lo hace porque me gusta demasiado este efecto de Woody Allen. Que nadie me explique su truco pues quiero seguir disfrutando de esta ilusión.

Tras este efecto y, partiendo de esa posición mágica, logra que, como si de un mirador se tratara, nos contemplemos a nosostros mismos como realmente somos, que comparemos, que relexionemos si nos da la gana, que nos descojonemos sin más, de nosotros mismos o de la pareja que nos ha acompañado al cine porque, irremediablemente, el truco nos lo ha hecho a los dos.

Me parece una película magistral y propia de los más grandes magos a los que estoy seguro que tanto adora y a los que tanto debe -son ya muchos los guiños directos e indirectos que les hace en muchas de sus películas, incluso en ésta- tal vez porque, esencialmente, utiliza sus mismas técnicas de manipulación mental.

¿Está Woody Allen criticando la vida de millones de gusanos que habitamos este planeta a los largo de esta peli?... No lo creo. Lo ha montado para que seamos nosotros mismos los que comparemos, que hagamos de esta cinta una comedia o un drama, lo que nos dé la gana. Como los buenos poetas, él nos ofrece una perspectiva desde donde se pueden ver las cosas claras y cada uno que saque sus conclusiones, o que pase un buen rato, sin más.

Yo no sé por qué pero, al salir, me acordé de Gloria Fuertes cuando decía: "Empezamos a saber vivir un poco antes de morir, qué putada"

¡Bravo por el show maestro, qué gran mago estás hecho!
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31 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Ya vale de tanta pedantería
Antes de ver la película, me senté delante del periódico a leer alguna referencia. En todos los lados me encontraba lo mismo: un guión caduco, lo mismo de siempre, ya vale de idealizar Nueva York... El caso es que para mí Woody Allen es Woody Allen, y no puedes dejar de ver una película suya por haber leído en algún sitio que la película es una castaña. Me pasó con Cassandra’s Dream, que tras leer las duras críticas hice caso omiso y fui a verla al cine. Pues bien, si Cassandra’s Dream fue un peñazo, un aburrimiento, una contradicción al buen gusto del señor Allen y en definitiva me resultó imposible echarle en cara nada a la crítica, con Whatever Happens no sucede lo mismo.

Creo, que esta vez se ha caído fácilmente en el rechazo de la película por ser un guión antiguo, pero a mi parecer, ese guión no podía quedarse en el cajón del olvido. La película, aparentemente no tiene nada, pero a su vez lo tiene todo. Una crítica sutil (y no tan sutil) a la sociedad Americana, una dosis de humor de calidad, que si bien no hace que te mueras de la risa, se mantiene durante toda la película. Porqué si algo bueno tiene este film es que es divertida. Una película simple, entretenida, divertida, pero con un guión magnífico, digno de oscar. Por tanto, sin ser nada pretenciosa, sin pedirle demasiado al espectador, es buena. Te sientas delante de la peli y disfrutas, sin complicaciones. Me parece de las cosas más buenas que he visto últimamente en el cine. Y no creo que el director tratar de idealizar Nueva York, simplemente actúa como un paisaje, como un fondo en el que se desarrolla una historia. Y esto es algo que me llama la atención mucho, pues pese a que en Vicky, Cristina, Barcelona Barcelona aparece irreal, con guitarritas, idealizada y vista desde el punto de vista de un guiri intelectual, Nueva York en este caso no interfiere en absoluto en la película y, en cambio, los críticos están haciendo mucho incapie en este aspecto. En definitiva, recomiendo esta película a todo aquel que le gusten los diálogos impresionantes que Woody Allen se saca de la manga y ese humor tan suyo que lo hace único.
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29 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Y si no, nunca viene mal un poquito de viagra.
Podeis parar ya de leer, me he dejado todas la neuronas en el título.


Me llamó la atención mientras veía "Si la cosa funciona" que los personajes que Woody retrataba en pantalla eran demasiado extremistas para ser reales. Al principio lo tomé como un fallo, una manera fácil de llevar la historia y la carcajada a la sala, una forma muy maniquea y simplona de tratar a los personajes, poco característica de la "Visión global" que Boris presume de poseer.

Entonces me paré a pensar y dije: "Woody sabe de esto, no es tonto, sabe que todo eso resulta forzado y poco creible, está muy lejos de ser un amateur" Entonces le di más vueltas y llegué a la conclusión de que era necesario.

Necesario porque a raíz de ese supuesto simplismo la cosa funcionaba, es como si la filosofía de vida que Boris plasma en pantalla sirviese a Woody a su vez para realizar la película.

"Quiero contar que el marco socio-cultural en el que nace una persona influye de manera total en las decisiones, ideologías y actitudes que esa persona realiza a lo largo de toda su vida; o que por mucho que nos esforcemos en encontrar la pareja ideal o el trabajo perfecto no somos más que esclavos del azar"

Se podria haber hecho de otro modo pero Woody dice, "Si la cosa funciona..." y nos presenta a unos personajes y unas situaciones que por sus caracteristicas son muy llamativos y casi irreales pero que le vienen como polla al culo para explicarnos eso. Perfecto. ¿Qué más da que sean maniqueos mientras muestren claramente y sin lugar a ninguna duda lo que quiero contar? Al fin y al cabo, ¿no es para lo que se hacen películas, para contar cosas?

Una filosofía práctica, como la vida misma.
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25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Pragmatismo ético
Comedia dramática del actor, guionista y director Woody Allen (N.Y. 1935), rodada en NYC, tras varios trabajos producidos en Europa por razón de costes. Sitúa la acción en escenarios reales de la gran ciudad (Chinatown, East Village, Greenwich Village, Queens, Manhattan...). Producida por Letty Aronson y Stephan Tenenbaum para Sony Pictures y otras, se proyecta por primera ven en público el 22-IV-2009 (Festival de Tribeca, EEUU). La acción dramática tiene lugar en NYC, a lo largo de unos 9 meses, entre la primavera de 2008 y Año Nuevo.

El relato gira en torno a un hombre mayor, jubilado, resabiado, gruñón y excéntrico, y una jovencita sureña que ha huido de su casa en busca de aventuras, felicidad, libertad y amor. Él, de nombre Boris Yellnikoff (David), es un antiguo profesor de mecánica cuántica de la Universidad de Columbia (NYC), solitario, cáustico, asocial, pretencioso, pesimista e infeliz. Ella, de nombre Melody St. Ann Celestine (Wood), tiene entre 18 y 20 años, procede de una localidad rural de Mississippi, tiene pocas luces y escasa formación, y es locuaz, extrovertida, vitalista, optimista e ingenua.

Con un número relativamente escaso de personajes, el film construye un relato que suma enredos, absurdos, despropósitos, debilidades y una visión extremadamente pesimista y desesperanzada de la condición humana. Las interpretaciones son frescas y naturales, en gran medida gracias a la libertad que Allen da a los actores, al predominio de tomas únicas por razones de ahorro de costes y al buen hacer de un experimentado Larry David, que está acertado (para mí, acertadísimo) en un papel que exige ser antipático y gracioso a la vez. De manera similar Evan Rachel Wood entrega un atractivo papel de chica tontita y casquivana, graciosa y entrañablemente divertida.

La película ofrece un humor ligero, aturullado, liviano y fino, capaz de divertir y satisfacer a un público que busca sonreír y reír sin caer en la frivolidad y la banalidad más allá de lo tolerable. La mordacidad del realizador es posiblemente más corrosiva y más atrevida que en trabajos anteriores. Prácticamente todo lo divino y lo humano es objeto de sus burlas, pero sus dardos más venenosos van dirigidos a la codicia, la hipocresía, el dogmatismo, la intransigencia, la mentira, la represión sexual y el doctrinarismo. Pocas veces había expuesto Allen tan claramente posiciones relativistas, utilitaristas y nihilistas, como lo hace en esta ocasión. No faltan sus habituales referencias cinéfilas (Fred Astaire, “Rocco y sus hermanos”, “Abyss”...).

La fotografía es clara y luminosa, tanto en exteriores como en interiores. Compone escenas extensas, que se ven con gusto por la correcta elaboración y la cuidada presentación que las caracteriza. La banda sonora se apoya en temas jazzísticos de diversos autores y en solemnes insertos de música clásica, tomados de Beethoven (9ª y 5ª sinfonías), el más solemne de los compositores.
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22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Que guapo soy y que tipo tengo
Woody Allen siempre ha sentido una constante devoción por las rubias memas y otra vez su película empieza a ir de eso, o sea, judío medio viejo, neurótico y genial conoce a cajera del Carrefur de coeficiente preescolar que se enamora de él (ejem). Es de agradecer que esta vez no haya ninguna escena del judío con la rubia en la cama, algo que ya me arruinó la libido por los próximos cincuenta años después de ver la estupenda "Manhattan". Ni un besito, qué gusto.

Evan Rachel Wood, a la postre el gran personaje-refrito, nunca sustituirá en nuestro corazón a la rubia mema definitiva, que es Mira Sorvino en "Poderosa Afrodita" y aunque Larry David resulta sólo un poco más asqueroso que Woody Allen, en verdad no tiene nada que hacer, no tiene carisma, es como Leslie Nielsen pero en calvo, ni siquiera se parece a sí mismo. Y el guión ya no es verbo, es pura verborrea. Se nota que alguien se quiere mucho; con un montón de monólogos más una autocomplaciente alusión al público, cierto neoyorkino ha conseguido emular las artes de Marilyn Manson y se ha escrito su propia mamada.

Pero no sería una peli del Allen sin algunas de sus virtudes. Los actores están bastante bien dirigidos y hay momentos divertidos de veras, como las lecciones de ajedrez o el personaje de la madre y su surrealista evolución. El paso definitivo del jazz a la música clásica es de celebrar, sobre todo porque no me gusta el jazz y sí la música clásica. Poca carne de todos modos para mucha ensalada. Esta película parece hecha con retales de otras y la retahíla entusiasta de los críticos profesionales citados en esta página me parece inexcusable. Sobre todo porque colijo de sus palabras que conocen la obra anterior del judío. La peli parece un experimento cutre. Melinda y Afrodita. Por ejemplo.

Me alegra saber que es un guión antiguo aunque digo yo que si en ese momento no se rodó, por algo sería. Y yo de tí tendría cuidado de sacar reservas de agua rancia durante tiempos de sequía, viejete. Que sienta como el culo.
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48 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Si la cosa funciona… ¿por qué la vamos a tocar?
¿Quién no ha soñado nunca en comportarse como Boris? Yo, sí. Muchas veces. A decir verdad, cada día. Quizás no con todo el mundo -como lo hace él- pero sí con unos cuantos. Y eso que tengo fama de borde, en serio, pero a veces me gustaría serlo más. Mucho más. Me gustaría ser sumamente borde. Desagradable. Odioso. Insolente. Grosero. Políticamente incorrecto, vaya. Sobre todo con quién se lo merece. Con quién se lo ha ganado a pulso y con quién lo está pidiendo a gritos.

Desgraciadamente existen muchos factores y circunstancias en esta vida que te impiden comportarte como Boris. Con total y absoluta libertad. Algunos lo llaman educación. Y otros, civismo, respeto, diplomacia, disciplina, normativa o lo que se os ocurra. Yo lo llamo esclavitud, servidumbre, vasallaje, sumisión. Porque sí, señores, todos o casi todos nosotros somos esclavos. Esclavos de nuestro trabajo, de nuestra hipoteca, de nuestra familia, de nuestro entorno. De nuestra propia estulticia, tal vez. Pero somos esclavos. Y como esclavos que somos, necesitamos liberarnos. Dar un golpe en la mesa y proclamar un contundente y categórico ¡Basta ya! Pero no, no lo hacemos. Y en lugar de rebelarnos ante lo que nos subyuga, lo acatamos. A regañadientes, sí, pero lo acatamos. ¿Por qué? Muy fácil: por miedo. Porque nos aterra romper rutinas. Porque “si la cosa funciona… ¿por qué la vamos a tocar?”

Y ahí está el quid de la cuestión, amigos. En el propio título de esta peli. En si la cosa funciona. O no. Y lo que está claro es que al amigo Boris le importa tres pares de cojones si la cosa funciona o no. Por eso dice y hace lo que le da la gana. Por eso es tan soberbio y prepotente como Cristiano y Mourinho elevados a la enésima potencia. Porque ya está de vuelta de todo y porque el personaje que le compone Allen es el más sarcástico, escéptico, misántropo y pesimista de toda su filmografía.

Quizás más de uno o de una creerán que Woody ya está muy viejuno y que en sus pelis se repite más que el ajo, pero… “si la cosa funciona… ¿por qué la vamos a tocar?”
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24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Ya no funciona
Todos los que disfrutamos con el Allen de Manhattan teníamos cierta esperanza, aunque después de "Vicky, Cristina..." cualquier desastre era posible.
En este caso, ni uno ni otro. No se trata del plomizo director de los últimos años, pero este tampoco es el Woody de Annie Hall, ni nada que se le parezca. Sencillamente, el talento de este hombre ya no funciona.
Veo que los críticos de los diarios españoles están entusiasmados. Yo, sin embargo, no encuentro nada detrás de unos pocos chistes -gracietas, más bien-. El argumento no tiene ningún interés. La idea de fondo es infantil. El guión parece escrito por un programa de ordenador, sin la más mínima inspiración. Los recursos "originales" nos cansan desde el inicio -yo a ese protagonista dirigiéndose al público ya lo he visto antes-. Los personajes son puros arquetipos y, según se acerca el final, nos vamos creyendo menos lo que vemos y nos sentimos menos interesados por lo que escuchamos.
Una nota especial sobre la V.O.S: en mi ciudad sólo se proyecta la versión doblada y resulta repugnante. El acento de los paletos del sur de Estados Unidos se sustituye por giros torpes ("enterao" en lugar de "enterado") en medio de una dicción perfecta y una entonación estándar. En esos casos, un actor de doblaje debería o bien actuar o bien abstenerse, pero no optar por soluciones a medias y sin sentido. Es evidente que, haciendo ese trabajo, se aburrieron tanto como yo viéndolo.
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21 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
De cajones
Contaba Montxo Armendáriz que después de “Historias del Kronen” sacó un guión olvidado de un cajón. Y allí había un título de un descarte, que tuvo que ser relegado por problemas de financiación a principios de los noventa, llamado “Secretos del corazón”… que finalmente consiguió cuatro premios Goya y una nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa.

Siempre se ha dicho que Allen comienza a escribir sus guiones como si quisiera hacer un filme de Bergman y que se acaban convirtiendo en cosas como “Hannah y sus hermanas”. Ese personaje que habla a cámara recuerda a la más inmediata y final obra de Bergman, “Saraband”, pero el creador de “Zelig” sabe darle ese giro con otros personajes que le tildan de loco aunque el personaje que interpreta Larry David habla de una ‘visión general’. Realmente el juego con el espejo metaficcional no pretende ser una nueva “Rosa púrpura en el Cairo”. Inicialmente el papel, como la película, estaba pensado para Zero Mostel y era un homenaje a ‘exageración extrema’ de los sentimientos allenianos. Boris Yellnikoff parece un cruce entre el Dr. House, Woody Allen y Sheldon y si alguien en el planeta Tierra podía y debería interpretarlo era el autor/creador y actor de “Curb Your Enthusiasm”. Pero Allen no lo vio así porque el proyecto quedó aparcado con la muerte de Mostel a finales de los 70… hasta que la cosa empezó a funcionar.

Como las leyes básicas de la física la última película de Woody Allen funciona por la inercia. Como si de una manzana que cayese en la mismísima cabeza de Newton (realmente cayó en sus testículos pero se tapó en su biografía y las anécdotas que giran gravitacionalemnte a su alrededor). No sé si el creador de obras tan memorables como “Annie Hall” o “Manhattan” pretende hablarnos sobre la doble moral americana o sobre si esa sociedad promiscua y conservadora que deja el crucifijo y la Biblia para hacer un trío o salir del armario. Pero sobre todo se impone la sensación de que, en este mundo de caos y eterna condena, existen pequeños momentos para que el destino deje asomar un pequeño y breve rayo de luz que ilumine nuestras vidas. Aunque sea en forma de caída de manzana humana.

Efectivamente, el reciclaje de proyectos pasados o descartes de cajón, hacen que esa cosa llamada talento innato funcione. De cajones, claro.
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18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
El genio sin ingenio
Hoy en día mucha gente se traga bodrios alucinantes, pero que dan un toque guay verlos. Lo que han cambiado los tiempos joder, antes había gente que al ver una minifalda se santiguaban escandalizados; y hoy se escandalizan si ven alguien santiguándose. Bueno, pues como todos, yo también me enfrenté a este telefilme con mis prejuicios, los actores están magníficos, pero los diálogos son pretendidamente graciosos y no harían reir ni aunque te rozase una pluma por la planta de los pies.

En cuanto el film, pues regularcete, la musiquita enfática-emotiva que suena de vez en cuando desluce cada frase, cada gesto y cada intención. Suena demasiado angelical, y parece hecho para una catequesis de infantes. El principio es algo flojo, pero necesario. Tal vez un arranque más explícito despertaría más interés, pero perdería la gracia de ese ritmo in crescendo que va en paralelo con el carácter del personaje de Larry David, que está brutal en todos los sentidos. ¿Elegimos lo que amamos o amamos lo que elegimos? Tal vez ni nos enteramos, sobre todo cuando el diablo cabalga a nuestro lado.

Evidentemente esta es una película de guión. ¿Y es bueno el guión? si y no. Me explico: el argumento es bueno, pero esta mal contado. ¿Y dónde falla? en el final. ¡Ah! ¿el final es malo? Pues no, es bueno pero el que te lo cuenta mete la pata. ¿Cómo? pues como el típico tío que te cuenta un chiste y cuando acaba te va repitiendo el final del chiste para que lo entiendas. Y tú lo has entendido a la primera claro. Y encima te lo cuenta partiéndose de risa. Eugenio era un maestro contándolos: no se reía nunca.

En fin, a pesar de todo, el chiste es bueno. Lástima de chistoso.
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29 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
EXCELENTE CUENTO NIHILISTA
Mucha gente, incluso la mayoría de la gente, pensará que ésta no es una película para puntuar con un 10. Mis respetos. Tienen razón. Alguno, por el contrario, estará de acuerdo conmigo en que ésta es una puntuación justa. Por mí, que cada cual piense lo que tenga que pensar (pero que piense). Yo puntúo con un 10 cualquier película que me enamore, cosa ésta que suele pasar en pocas ocasiones y siempre tras más de un visionado, pero en este caso me he enamorao a primera vista.

Woody Allen siempre ha bebido de Nietzsche y de Groucho Marx. Dos tíos la mar de interesantes, ciertamente. Aquí aparca a Groucho y se fija en Larry David, un señor interesante también, estrafalario y deslenguado. Allen encuentra a su alter ego viviente en este humorista, que no actor, que encarna (sin encarnar) a la perfección el espíritu nihilista del realizador, ese mismo que le encumbra a la gloria para algunos y que disgusta (o no gusta) a otros muchos. –Nihilismo activo vs. nihilismo pasivo-

Como comedia, la cosa funciona a la perfección. Yo me he tronchao de la risa. El que no se ría, peor para él.

También hay quien confunde la autocrítica (o capacidad de reirse de uno mismo) con el egocentrismo más pedante. Peor para él también.

La primera secuencia de Larry David monologueando directamente a cámara, sabe al mejor Allen de los 70 (valga éste número tanto para la década del pasado siglo como para la edad del realizador)

Nietzsche decía lo siguiente:
“El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo y, a veces, asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.”

Larga vida a Woody Allen.
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16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
WOODY ALLEN ENCONTRO A SU ALTER EGO. OTRO VIEJO VERDE COMO ÉL.
Sabemos que el Sr. Allen es un pedófilo consumado. Sabemos que es es un brillante director también. Es de público conocimiento que el gran Woody está viejísimo y ya no tiene resto para actuar y dirigir simultáneamente, por lo que se buscó a otro anciano decrépito para que oficie de él mismo y poder dar rienda suelta a todas sus perversas obsesiones de viejo libidinoso que se cree un sex symbol y está más para el geriátrico que para hacerse el galán. Película harto reiterativa que vuelve sobre la temática de señor mayor hipocondríaco, en crísis con la vida, que encuentra a una jovencita que se enamora de él aunque podría ser su nieta.
Deplorable y aburrida, este film muestra que, decididamente, el Sr. Allen entró inexorablemente en la mas oscura decadencia.
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19 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
He visto el Abismo.
Como casi siempre, me imagino que igual que muchos, termino escribiendo una vez que me invade la necesidad de fijar mis impresiones tras ver una buena película. En este caso ha sido Boris. Un tío un poco cargante, una persona depresiva, un catedrático con tendencias suicidas, algo pedante, con la particularidad de saber que está siendo observado y dirigirse a los espectadores sin complejos.

El caso es que he conectado con Boris como cuando uno conecta sin querer con un recuerdo lejano. Comprendo su lucha sin cuartel contra la estupidez del género humano… Boris es un misántropo.

Me ha gustado su coherencia al insultar a todo quisqui, incluso a los niños, sobre todo me ha sorprendido verle salir de noche de su habitación, gritando, e ir a sentarse al salón para tranquilizarse. Yo también me levanto alguna noche y voy al salón a sentarme, aunque estoy tranquilo, por suerte. Pero también es verdad que al igual que él, más de una vez después de un mal sueño he creído entrever el Abismo.

Boris ha visto de nuevo el Abismo. Se sienta y, esa noche, junto a ella, pone la tele y se encuentra con una película de Fred Astaire que están echando. Bueno, pues también una noche puse la tele y estaban con una película de Fred Astaire y acabé acostándome cuando ya casi tenía que levantarme. La vi entera, me hipnotizó.

Sí, alguna noche he vislumbrado el Abismo… Como le sucede a Boris, por eso me parece conocerle tan bien. Y luego con Fred ha sido más fácil reconciliarme con el mundo.

Así es que he conocido a Melodie con su transparente sencillez de poderosa Afrodita. A su madre; que ya sé cómo se lo monta … Al padre, que siempre le ha excitado ver en la tele al delantero centro cuando se agacha para coger el balón ... A la vidente ... Me ha encantado conocerlos a todos. Y es que Woody Allen crea una película diferente, una visión del deseo cuando sabes que el drama de la vida es que no se sale vivo.
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14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Por puro azar, én este universo basto y sin sentido, leíste esta crítica
Exacto, es una de las comedias más disfrutables de Woody Allen. Es divertida, inteligente, ingeniosa, tiene todos los ingredientes de sus mejores comedias. Sólo ver a Larry David, ya merece la pena, pero oírle recitar su pesimista concepto de la vida, mientras reniega de la sociedad en la que vive, eso no tiene precio.

Un rato muy agradable, una inolvidable y reparadora moraleja, no ya tanto sobre el azar, como sobre la felicidad.
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12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Por mucho que se empeñen los incondicionales de Woody, no funciona.
Anticuada y con los mismos tópicos de siempre. Tengo que reconocer que no oí los primeros diez minutos porque se me sentó al lado una comedora de palomitas y bolsas varias crujientes de contenido misterioso y olor nauseabundo. Deberían crear salas especiales para los que van al cine a comer como cerdos molestando a los demás. En vista de que mi vecina de butaca parecía llevar una semana sin comer y haberse reservado para comérselo todo durante la sesión, me cambié de asiento en la sala y empecé a ver y oír.
Un viejo amargado, cínico, pobre, engreído, sabelotodo e impotente, enamora, sin él quererlo, a una jovencísima pueblerina que no sabe hablar correctamente, tontita, cursi, amita de su hogar (del hogar del viejo, al que cocina y deja la casa impoluta), monísima y con tipazo, que se deja insultar continuamente por el vejete y absorbe como una esponja en su mente en blanco todas las necedades que salen de la boquita del viejo. Los padres de la jovencita aparecen en escena y la cosa se anima un poco.....
Lo bueno de la película: la duración y que es mejor que el fiasco de "Vicky, Cristina, etc.."
Lo malo de la película: está anticuada. Ya nos han contado esta historia muchísimas veces. Lo que hace 20 años era humor inteligente, hoy son tópicos manidos y aburridos.
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20 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
PUES SI, ESTA FUNCIONA...
El regreso de Woody a Manhattan es también el regreso a un humor ácido y sarcástico, negro negrísimo, que en cierto modo se echa de menos en su etapa europea. El regreso a unas obsesiones, angustias y manías que supondrán una desgracia para el hipocondriaco director pero que a su legión de fans nos fascina y hace partir la caja.
"Si la cosa funciona" vuelve a revolotear sobre una idea que Allen ya ha remarcado en sus últimos trabajos: La suerte no sólo es decisiva, es lo más importante en la vida. En este caso la suerte supone que una historia-cualquiera que sea su naturaleza-funcione. Y es una verdad como un templo. Si usted es feliz plantando aceitunas en Laponia, bienvenida sea su felicidad. Si lo es siendo partícipe de una historia desgraciada en la que la discusión prima sobre el encuentro, disfrútelo, puede que la suerte se acabe y la cosa deje de funcionar. Esa es la "moraleja" final de una película con tremendas virtudes y discretos defectillos, en la que como siempre-o casi- el ególatra y pequeño judío brillante despliega su amor propio dejándonos claro lo inferior que es a él la gran mayoría de público, crítica, amigos y enemigos a través de un personaje que juega como su alter ego, interpretado por un Larry David gracioso como nunca y con una Evan Rachel Wood más que adorable. El resto de personajes juegan su papel de mejor o peor manera manejados por la cruceta de uno de los directores más ingeniosos, empatizables y desternillante que ha dado el séptimo arte.
El ritmo no decae, cosa que últimamente afectaba alguna de sus películas, y en algunos momentos se pasa de la sonrisilla, que no se pierde en esa hora y media, a la carcajada incontenible en cero coma. Toda una sala riendo al unísono es una de esas cosas que demuestran que esta película, en concreto, funciona y muy bien.
Por otro lado puede parecer que al tocar temas, personajes, obsesiones y lugares comunes, el regreso de Allen a lo que mejor hace y donde mejor lo hace, todo deje una sensación incómoda de dejá vu, cosa que desde luego en mi caso no ha sucedido, entre otras cosas porque lo echaba de menos. Y porque una obsesión es una obsesión. En este caso, brillante.
Lo mejor: Evan Rachel Wood, el humor cabrón-inteligente-odioso inigualable de Allen.
Lo peor: Un final en el que lo que no funciona acaba por funcionar mejor que cuando funcionaba.
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10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
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