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12 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
7
EL CAZADOR, CAZADO.
Buen ejemplo -ya tardío- de la muy recomendable serie negra española, esta película demuestra una madurez argumental y psicológica francamente notable, lo que unido a sus aciertos formales e interpretativos (de nuevo, excelente Arturo Fernández) la convierten en una experiencia enteramente disfrutable para el aficionado.

Aunque el soberbio prólogo -de magnífico ambiente y contrastada y dramática fotografía- parece sugerir que el argumento va a girar en torno a la persecución de un traficante que ha asesinado a un policía, esto no es sino un pretexto, pues el tema central que se abordará es la caída en desgracia de un detective, Mario, arrastrado al crimen por una atracción fatal. Esa atracción la ejerce Elsa, cuyo personaje trasciende los tópicos habituales que solían atribuirse a las mujeres en las películas españolas; así, se trata de una mujer provocativa, ambiciosa y hecha a sí misma, acostumbrada a decidir y mandar. Su "clase", su lujoso tren de vida, y sobre todo su sensualidad atraen a Mario, que se verá empujado, víctima de todo ello, a la corrupción moral.

Es interesante subrayar -como muy hábilmente hace la película- que la actitud de Mario se comprende dentro de los parámetros machistas de la época; absolutamente atraído por Elsa, no puede soportar que la relación de poder dentro de la pareja no sea la tradicional (ella es empresaria, maneja dinero, se mueve en ambientes lujosos, "le lleva" en su coche deportivo, etc), e incurrirá en el crimen con tal de restaurar "el orden natural de las cosas", sin percatarse de que está siendo manipulado.

Dentro de la ambigüedad que muestran muchos personajes, cabe señalar la ruindad de un aparentemente digno empleado de banca, y también la que desprende -aunque en un sentido positivo y humorístico- el insospechado detective que encarna Manuel Aleixandre; quizá el único personaje que escapa a esa mirada irónica sea el comisario que tan bien interpreta José Bódalo.

El filme tiene un buen guión, con acertados momentos de humor, casi todos a cargo del personaje de Aleixandre, y una excelente música de Jazz, con agudos y oportunos solos de Saxofón, que refuerzan el dramatismo o la tensión de algunas situaciones. Añadamos a todo esto secuencias tan logradas como la ya mencionada del prólogo, una panorámica subjetiva tomada desde la cama en la que acaban de acostarse Mario y Elsa (una solución provocativa y elegante para sugerir la relación sexual, con "cigarrillo de después" incluído), la persecución de un traficante en una corrala atestada de vecinos y niños, y el epílogo, que cierra circular y acertadamente esta curiosa historia de un cazador cazado.
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32 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Amarga crónica sobre los peligros morales con la que se obtuvo un brillante resultado
Uno de los mejores papeles que ha tenido nunca Arturo Fernández al que poco le faltaba ya para cambiar de registro génerico pasando a hacer papeles de seductor más o menos elegante. En esta película fue eficazmente dirigido por Julio Buchs, un autor cuya entonces prometedora carrera cinematográfica fue detenida por la muerte. El film habla de los peligros morales y de la libertad del individuo para caer en las tentaciones o de mantenerse firme ante esos peligros representados en este caso y como no podía ser de otra manera por una deslumbrante mujer a la que encarna Françoise Brion que siendo francesa hizo alguna que otra incursión más en el cine español de los años 60. El joven policía protagonista es honrado en principio además de ser hijo de otro policía fallecido en acto de servicio pero el poder de sugestión de la chica hará que se meta en arriesgados intentos de conseguir dinero para seguir teniendo contenta a la perturbadora dama. Hay un buen uso de las sombras en la escena en que la pareja protagonista va discutiendo dentro del coche y la obra oscila entre la condición de consejo moralizante y una lógica calculada para que no parezca un producto sentenciatorio. Una de las obras maestras de Julio Buchs, con varios momentos inolvidables y un ritmo perfectamente calculado.
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14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Una gran muestra del mejor cine negro español
Cuando me dispuse a ver esta obra, esperaba encontrarme con una película de cine negro más o menos aceptable, o entretenida, pero ciertamente "El salario del crimen" es mucho más que eso, una auténtica obra maestra, seca, concisa y convincente, y en la que el habitual discurso moralista presente en el cine negro español del franquismo se lleva a un terreno fatalista que conduce a un desenlace final muy sólido. Todo, desde los títulos de crédito iniciales hasta la fotografía y la música, pasando por el guión y el reparto, así como la dirección de Buchs, converge en un resultado asombroso por su perfección. Arturo Fernández hace un gran trabajo como protagonista.

La secuencia del robo en el banco, con Fernández convenientemente disfrazado, es digna de antología, por su uso del suspense y del ritmo. El plano subjetivo en el que sabemos que Arturo Fernández y Françoise Brion -ésta en un papel de mujer fría y ambiciosa, "fatal" a su manera, muy atípico para el cine español- están acostados en una cama, después de hacer el amor, y sin embargo no vemos más que lo que les rodea -¿hecho así para sortear a la censura?- es también digno de mención.

Habría que revisar a fondo la filmografía -muy corta, por desgracia, en títulos, debido a la repentina muerte de Buchs en 1973- de este cineasta. "Una señora llamada Andrés" (1970) no estaba mal como comedia fantástica, pero evidentemente "El salario del crimen" está en otro nivel, muy alto, y desde luego es de lo mejor del cine negro español de los años 60, junto con "A tiro limpio" (1963), de Francisco Pérez-Dolz, "Crimen de doble filo" (1964), de José Luis Borau, y "Rififí en la ciudad" (1964), de Jesús Franco.
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11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Investigando su propio crimen
Uno se mete en problemas rápido cuando menos se lo espera. Este es el típico caso de la mujer fatal, de la vampiresa. Una mujer atractiva muy delgada, y con permanente, experta en engañar al hombre, jugar con él y aprovecharse sin ningún remordimiento. Qué listas son, me encantan, como dijo uno. Es el plato fuerte del cine negro.

Arturo Fernández, un inspector experimentado, ha caído en sus redes. El policía se mete en una vorágine de problemas que culminan en un crimen que justo, su jefe, le encarga a él que investigue. El salario del Crimen tiene su intriga más que aceptable, sus argucias, planteamientos y planificación, todo proporciona un rato entretenido, serio y curioso de lo que es el antiguo cine negro español. Una cinta que seguramente disfrutarás.
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8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Un policia corrupto a su pesar.
Dentro del mejor cine policíaco español de los sesenta, "El salario del crimen" destaca más por su tema y la excelente dirección que por el desarrollo del guión. No alcanza la perfección de "A hierro muere", "Rueda de sospechosos" o "El diablo también llora", si bien posee la originalidad de ofrecer en el panorama de la censura de entonces la imagen de un policía (Arturo Fernández) que roba y mata para satisfacer el alto nivel de vida de su amante (Françoise Brion). Esta, sincera en su falta de escrúpulos, le exige un dinero que él sólo puede ganar con el delito. En el cine negro norteamericano ya se habían dado títulos como "La calle 322", pero en el español franquista la policía debía ser respetada al máximo. Por ello el protagonista de este film debe arrepentirse.
"El salario del crimen" tiene un argumento atractivo, el robo está bien planificado y ejecutado. Se da en el desenlace una pelea entre el policía y su enemigo muy lograda. También aparece un chantajista convincente. Pero el personaje del cómico agente (Manuel Alexandre) resulta artificioso. Y el del comisario (José Bódalo) peca de un paternalismo moral nada realista.
El malogrado Julio Buchs, fallecido a los 47 años, demostró buen pulso para el cine de acción. Su caligrafía cinematográfica recuerda a los artesanos de Hollywood. Poco antes de morir dirigió otro interesante y mucho más realista título negro, "Alta tensión". En cuanto a Arturo Fernández es en estos papeles de los cincuenta y los sesenta donde dio su mejor medida como actor, con verdadero estilo, sea en "Distrito quinto", "Un vaso de whisky" o "Trampa al amanecer".
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Buena, thriller "a la española", esta vez en términos positivos
Buena película policíaca de los sesenta, representativa de un tipo de cine y de cineastas, que deseaban y al menos intentaron llevar a la pantalla otras historias que no fueran de cartón piedra llenas de ínfulas nacional-católicas y folclorismo del barato.
Aquí se narra una turbia historia, bien narrada gracias a un estimable guión escrito a seis manos, con interés in-crescendo.
Buenas interpretaciones, sobresaliendo el gran José Bódalo y fluidos diálogos.
Un thriller "a la española", esta vez en términos positivos, resultando una cinta agradable, entretenida y atrayente.
Yo la he visto casi sesenta años tras su estreno y creo que sigue teniendo vigencia, aunque se ve la moralina de la época, pero se puede perdonar.

https://filmsencajatonta.blogspot.com/
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
LA CONTUNDENCIA DEL CINE NEGRO ESPAÑOL
Historia seria para componer un magnífico ejemplo de cine negro español cuando comenzaba la década de los sesenta y un evidente sentido del fatalismo revoloteaba sobre nuestro Séptimo Arte.
Bien urdida trama de pesquisa policial que se diluye en el aroma elegante de los perfumes caros que utiliza la gente guapa, en las pestañas postizas y en las facturas de los restaurantes de lujo.
Espectacular banda sonora y ajustada producción que realzan la magnífica interpretación de A. Fernández, J. Bódalo y M. Aleixandre que brodan sus respectivos papeles.

Argumento contundente e inesperado que sorprende por su firmeza narrativa aunque las escenas finales desmerecen del resto.
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3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Un buen heredero
Julio Buchs, muerto prematuramente, era hijo de José Buchs, uno de los pioneros del cine español casi desde los inicios. Y en esta película y en otras demostró un saber hacer por encima de la mayoría de los directores de entonces, cuando se hacía mucho thrillers con más o menos fortuna.
Esta, para empezar, tiene una trama interesante, nada obvia, con inteligentes giros del guión que hace que el suspense dure hasta el final.
Está rodada con sencillez, sin alardes pero de forma siempre verosímil. También los diálogos, salvo algún que otro detalle, están muy cuidados y son creíbles.
Interesante ver a Arturo Fernández en un papel distinto a los muchos que hizo de elegante seductor. Pero más aún destaca José Bódalo, que daba a todo una gran naturalidad . Y muy bien asimismo Manuel Alexandre, uno de los secundarios de primera.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Por el amor de una mujer
Pues no tengo muy claro qué le termina de faltar a esta cinta que no me permite pasar del siete.
Quizá la ausencia de una atmósfera y una fotografía más adecuada que un promisorio inicio convierte en una crónica anunciada que no llega.
Quizá sea él ( Arturo Fernández), al que tan acostumbrados estamos a verle destrozar el corazón de las féminas y al que me cuesta mucho encontrármelo en su papel de hombre encoñado que desciende a los infiernos de la humillación y el patetismo por una suerte de machada consistente en demostrar que puede pagar las facturas de su hembra que sólo gasta Channel nº 5.
O quizá sea ella ( Françoise Brion), a la que me cuesta imaginar como femme capaz de absorber con sus sinuosas artes el cerebro de un hombre al punto de convertirse en droga dura para él.
_ ! Qué clase tiene esta mujer!- afirma un Arturo admirado cuando la ve por primera vez.
Yo no he sentido ese flechazo. Demasiado pop para mi gusto. Yo a esa no le pagaría ni el taxi. ¿Cómo voy a comprender lo que siente Arturo por ella?
Tampoco Manuel Alexandre me resulta adecuado en este papel. Y no sé bien qué pinta ahí.
Sin embargo, la historia me parece magnífica. No hay nada como camelarse a un policía que, además de dejar de husmear donde no debe, sabrá utilizar todos los trucos y experiencias de su oficio para financiar nuestro delito.
Si se les revientan las cañerías, líguense a un fontanero y no tendrán que esperar días y días a las reparaciones. Esto se puede aplicar a todos los gremios.
No, ahora hablando en serio. La trama es buena pues nos conduce por el sendero del camino hacia el crimen que iniciará un honrado policía que aprovechará su experiencia en ese campo para ejecutarlo con maestría. Aunque siempre hay algo que falla y detalles que se olvidan que atraerán a otros seres inmundos a tratar de aprovecharse de la situación.
José Bódalo está excelente. También el secretario del banco. Algunas escenas están resueltas con singular maestría y las relaciones de algunos de sus personajes tienen ecos de " Perdición" y también de " Perversidad". El conjunto es una buena muestra de cine policíaco bien narrado aunque le falta la elegancia inherente a este tipo de cintas. No obstante es muy disfrutable. Que ustedes se lo pasen bien.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Viaje al fin de la noche
La secuencia inicial de El salario del crímen (1964), de Julio Buchs, responde ejemplarmente al patrón que solía aplicar Samuel Fuller, sacudir al espectador desde un primer momento con un comienzo percutante que ya le atrape y mantenga en vilo, o tensión, durante el desarrollo del relato. No era exclusiva de Fuller, por supuesto, si se consideran los inicios de John Sturges, o la soberana introducción de una de las cimas del film noir, Agente especial (The big Combo, 1955), de Joseph H Lewis. En el de esta espléndida muestra (ya en sus estertores) del muy reivindicable film noir español entre finales de los 40 y principios de los 60, un grupo de policías, entre los que destaca Mario (Arturo Fernández), moviéndose sigilosamente entre los árboles y las sombras de la noche, cerca una casa en la que está un grupo de delincuentes. Tras el asalto, se produce el tiroteo, pero uno de los delincuentes logra escapar tras acuchillar a uno de los agentes. Mario dispara contra el delincuente, que se aleja corriendo, y la imagen se congela sobre el fulgor del disparo de su pistola. Un detalle que ya marca, o anticipa, otro fulgor, el de la obsesión de Mario por capturar al delincuente fugado, y que se trocará (o desviará) en otro fulgor, el de la fascinación que sentirá por Elsa (Francoise Brion), la dueña de la boutique en la que trabajaba una chica que trató fugazmente a uno de los delincuentes.

De este modo, el perseguidor, un recto representante del orden para quien ser policía es su vocación (lo que debía ser, lo que fueron los que le antecedieron, como su padre, que murió en servicio) se trocará en lo que perseguía. Es fascinante cómo modula Buchs la progresiva caída libre de Mario, aunque al principio parezca querer romper las cadenas que siente se enroscan en su voluntad debido a su atracción por Elsa. Es consciente de que pertenecen a mundos opuestos (su ambiente de relaciones es otro; ella pertenece a una clase con gran poder adquisitivo, lo cual implica un gasto, o una inversión, por el nivel de vida al que ella está acostumbrada, que su sueldo no puede asumir), pero su atracción (que se convertirá en la del abismo) será más poderosa. En una de sus primeras citas, sentados en un café, aparece una pareja de amigos de Elsa y se unen a ellos (en el contrariado gesto de Mario se advierte claramente que lo toma como una interferencia). En la secuencia posterior, en un night club, Mario conversa desganadamente con la mujer mientras observa a Elsa y el hombre (ambos significativamente fuera de campo). Al salir, ambos ya en el coche, Mario provoca una acerada discusión, y da por zanjada la relación. Aunque, posteriormente, cuando le vea con otro hombre en otro bar, no podrá evitar volver a ella, aunque sepa que él, por lo que cobra, no puede mantener el tren de vida al que ella no pretende renunciar. Sabe que esa decisión implica perderse, encadenarse de un modo que ya será difícilmente liberarse porque implica transgredir lo que para él era más importante, por vocación y reverencia a su padre, la ley. Como ella indica, su posición le permite un acceso privilegiado a la rapiña disimulada de los botines requisados.
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6
Elegante e inteligente cine negro español
Atrevida, llamativa, interesante, sugerente, misteriosa, magnética, inteligente, emocionante y memorable producción española que consigue ofrecer un thriller digno de ser visto.

El hijo de un comisario muerto en acto de servicio, es un honrado y eficaz detective de policía que cambia después de conocer a una elegante y misteriosa mujer.

Julio Buchs, apuesta por una incursión en un relato de intereses e intrigas personales con poderosas dosis de suspense y emoción.

Cuenta con un tratamiento serio y estilizado de la imagen, con el que el director de fotografía Antonio Macasoli, logra desarrollar una trama atractiva y emocionante.

La presencia y labor interpretativa de: Arturo Fernández, hace que la producción tenga un efecto magnético inminente, conquistando la atención del público por completo.

La selección del reparto está a la altura del relato y cada uno de los diferentes personajes, presenta claros aspectos definitorios, que hacen comprender e intuir el desarrollo de algunas situaciones.

La ambientación y la fotografía, junto con los diálogos, hacen el resto, para que todo tenga aroma a cine negro del bueno.

Amor, dudas, suspense, osadía, paranoia y traición, van de la mano hacía algo irremediable.

El salario del crimen, queda como una elegante e inteligente muestra de cine negro español.
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7
Inspector corrupto (para Elsa...)
Elsa...enigma indescifrable envuelto en una capa de joyas, brillando por las más oscuras cuevas del submundo donde te arrastras, cual sibilina víbora, con tus aires de princesa mimada...que de seguro ya poseías cuando sólo eras una más de esas pobres rameras que paseaba por la Plaza de Ramales hasta altas horas de la madrugada esperando la suerte...ay, Elsa...

La suerte no es precisamente lo que acompaña a este tipo de damas, más bien el funesto rastro del infortunio, pegado a sus costosos tacones, que uno no puede saber a cuántos habrán pisado ya; los hombres no son nada ante ellas, se deshacen, las desean por el tesoro inalcanzable que simbolizan, una idealización diabólica e ignorante. "¡Las mujeres, don Mario, que pierden al más inocente!", sale gritando "El Adonis" de la comisaría, mientras su receptor comprende perfectamente, y nosotros también, el significado de esa frase, que pesa como un martillo...
Ese receptor es Arturo Fernández, de nuevo practicando su donaire áspero en otro título fundamental para la corriente de cine negro patrio, y por lo visto estuvo en todos ellos si uno echa un vistazo a su filmografía temprana. Título que iba a recoger lo anunciado por el género en años anteriores llevándolo a su amargo crepúsculo, pues estaba ya atravesando sus últimos estertores (mientras que su fuente original estadounidense no se sabe ya dónde estaba...); tras la cámara un heredero directo de Julio Coll, Juan Bosch, José María Forqué y tantos otros audaces que habían trasladado los códigos "noir" clásicos a una España aún ávida de cambios.

La verdad es que Julio Buchs García nunca fue un artista, pero sí un artesano solvente e interesante en todo lo realizado, incluso lo más mediocre; los primeros minutos de "El Salario del Crimen" así lo corroboran. En un escenario nocturno y de atmósfera en tensión, un grupo de traficantes está siendo vigilado por agentes ocultos en las sombras; elegantes claroscuros gracias a Antonio Macasoli, planos cortos y barridos con fuerza visual que subrayan la incertidumbre, violencia bruta y unos créditos al estilo europeo con vibrante banda sonora "jazzística" iniciados con el disparo de un arma...
Toda esta secuencia muestra un manejo sólido sobre el género y así la podría haber filmado cualquiera de los cientos de cineastas norteamericanos en su momento. Este impacto nos hace seguir al inspector Mario, devorado por la venganza, y Jaime (brillante Manuel Alexandre como contrapunto cómico a este ambiente tan negro), tras la pista del responsable de asesinar al compañero del primero, en una trama que se empieza a abrir con uno de los elementos más conocidos...pero la presencia de Elsa la para en seco; cuando asoma esta acomodada propietaria de una tienda de moda, el ambiente se sofistica de una forma cínica y ya nada es lo que parece.

La historia cambia, y la persecución del asesino queda en un telón de fondo que sirve de apoyo a la protagonizada por el policía y esta mujer. Encarnada por Françoise Brion, Elsa es otra "femme fatale" sin pasado ni futuro, y el guión (escrito a seis manos) la expone viviendo el presente disfrutando de las frivolidades de la clase media-alta, ese tipo de mujer que en el "noir" español reflejaba la influencia de lo extranjero y simbolizaba la perdición, al contrario que la abnegada y decente esposa clásica patria (de ahí que casi todos estos personajes-tipo fuesen interpretados por exóticas actrices extranjeras).
Lo interesante es que Mario, de quien tampoco se brinda una profundización psicológico-emocional demasiado elaborada, es que no responde a la acartonada descripción de sus homólogos una década antes; débil y sumiso, asistimos a su pérdida de moral debido a esa barrera que separa su humilde existencia del caro tren vida de Elsa, cuya superioridad socio-económica le humilla y destruye su hombría ganada a pulso como agente de la ley. Siguiendo el determinismo fatalista que imprimieron Lang en "Perversidad" y Siodmak en "El Abrazo de la Muerte", el madrileño construye una parábola de la corrupción irremediable.

Otro de esos grandes momentos del cine español como es el minucioso y original atraco por Mario, punto de inflexión en el argumento y en su carácter, vaticinado poco antes (con un accidente en una corrala). Queda la insatisfacción de ver a Brion presentada desde la distancia, como un objeto superficial y deshumanizado, pero se compensa con otro personaje: el repelente secretario del banco que personifica la total decadencia social y al que da vida Manuel Díaz González; sus escenas junto a Mario entre las sensuales chicas de compañía del pub donde se citan exhalan la esencia sucia y sudorosa del cine negro más puramente norteamericano.
Así avanza la historia: cada paso que da el protagonista, no distintos de los que daba Lancaster por culpa de las curvas de Yvonne de Carlo, es un peldaño más hacia la podredumbre moral, y desde luego irrita contemplar a Fernández sin ningún control de sus impulsos y subyugado totalmente al poder de atracción y a la morbosa belleza de la parisina, quien oculta más de lo que aparenta. Al otro lado José Bódalo, magistral, como la voz de la conciencia de Mario, la que intenta devolverle su dignidad, a menudo haciéndole viajar a su propio y traumático pasado.

Es quien mejor exprime la cruda naturalidad de los diálogos, que pareciesen escritos por el Fuller más inspirado, encajando de maravilla con el pesimismo aplicado por Buchs, por mucho que la propia película se empeñe en concederle la redención al protagonista, cuando ya se ha puesto al nivel de los criminales que persigue, en un clímax de suspense asfixiante y maestría artesanal tras la cámara que Phil Karlson envidiaría.
También lo consigue con creces en la mencionada secuencia de la cacería del sospechoso a través del patio interior de una comunidad suburbial. Y es que las carencias de "El Salario del Crimen", porque las tiene, no eclipsan su eficacia y poder para absorber fácilmente al espectador.
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