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169 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
9
El perverso narcisista
Creo que la película cuenta la historia de un perverso narcisista y la fuerza destructiva de la seducción aunque parece que a todo el mundo le parece que es una sátira social que critica la clase media
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294 de 324 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
No supieron rematar una obra que podía haber sido grandiosa
La película resulta fascinante y llena de sentido del humor en su primeros tramos, sorprende, interesa y todo está planteado de una manera creativa, muy original.
Los actores, sobre todo el protagonistas actúan de manera muy natural y convincente. Muy bien por este pequeño actor protagonista.

Pero después se enreda, decae y para mi gusto no sabe rematarla.

No logra darle un buen desenlace a lo que podía ser una película grandiosa y se queda solo en una buena película.

Podía haber sido pero no lo logra.
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156 de 225 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Yo fui una Scheherezade adolescente
Con un inicio que podría recordar a la divertidísima saga literaria protagonizada por ese frustrado novelista y profesor de literatura llamado Henry Wilt, En la casa nos sitúa en un instituto cualquiera repleto de típicos alumnos cuyas inquietudes se centran más en protagonizar escarceos sexuales con el sexo contrario o en ser protagonistas de hazañas deportivas que en tratar de discernir la magia oculta tras la prosa de James Joyce, Shakespeare o Cervantes. La empatía con el profesor Germain (interpretado magníficamente por Fabrice Luchini) es casi inmediata, su resignación ante la apatía que provoca sus frustrados intentos de embutir el amor por las letras a ese grupo de hormonados adolescentes es también la nuestra, como lo es la fascinación que siente ante la lectura de la redacción, cruel y ferozmente divertida, de uno de esos muchachos donde cuenta como pasó su fin de semana en el burgués domicilio de uno de sus compañeros de aula.

Esa fascinación hace que la película de François Ozon se adentre en un nuevo territorio, en el de la Scheherezade de Las mil y una noches, el de Alfonso Van Worden de El manuscrito encontrado en Zaragoza, el de Geoffrey Chaucer de Los cuentos de Canterbury es decir, el irrefrenable interés que nos provocan las historias y sus protagonistas y saber como van a desarrollarse aquéllas: ¿será una comedia? ¿una tragedia? ¿una cruenta fábula de terror? Al igual que el Sultán se veía incapaz de cumplir la diaria promesa de decapitar a su joven desposada transportado por sus exóticas narraciones, asido en volandas por las alas de la fantasía, el profesor Germain (y nosotros con él) se ve arrastrado por el maelstrom de saber que pasará luego, como discurrirá la próxima aventura del joven Claude García en la casa de esa familia con el inconfundible olor de la clase media. Quizás en la película de Ozon este poder de fascinación se acrecienta al ser el propio profesor un novelista frustrado que verá en Claude una oportunidad de revolverse contra su destino, de parir no sabemos bien si un Pigmalión o un Doppelgänger y es que, abriendo un nuevo camino de todos por los que transita En la casa, aquí cada personaje tiene unas motivaciones diferentes.

Esta pluralidad de motivos para justificar los actos de los protagonistas cubre un amplio abanico; desde las mencionadas anteriormente para el profesor a las de Claude, en el que la creación literaria parece en muchos casos más un medio que un fin. En él la prosa es una vía de escape que le ayuda a fugarse de una realidad cotidiana poco agradable, una carretera de un solo sentido que le aleja de la mugre diaria y le acerca a la normalidad burguesa representada por la familia de su amigo Rapha. Su interés erótico por la madre de éste es más bien fruto de su obsesión proletaria que un impulso genuinamente sexual. Esta diferenciación clasista le permite a Ozon adentrarse en el terreno de la sátira social para burlarse abiertamente de las obsesiones pequeñoburguesas tan frecuentes en la historia de la cinematografía francesa: su desmedida aparición por aparentar, su frívolo y superficial acercamiento al arte, la búsqueda de escarceos sexuales como vía de escape a sus frustraciones vitales, etc. Todo este juego cruel, que alguien podría considerar excesivamente cínico, queda atemperado por un final (no vamos a revelar ningún detalle argumental, tranquilos) en el que en una nueva vuelta de tuerca nos retrotrae a la idea del ser testigos de las historias, aquéllas que nos narran las novelas, el teatro, el cine… es la válvula de escape que nos permite huir de nuestros propios fantasmas interiores.

En la casa es por tanto un fabuloso plato que puede degustarse en muchas de sus facetas y que es apto para diversos paladares: en el de los interesados por ver en pantalla un ensayo sobre las causas que originan y delimitan el proceso creativo, en el de aquéllos que disfrutan con la sátira social entendida como una falsa comedia o incluso también para ser vista como un thriller con sus momentos de intriga y tensión. Un apetitoso menú que Ozon, como buen chef, cocina a fuego lento, alejándolo de la rigidez teatral que podía esperarse dados sus orígenes y al que finalmente convierte en algo tan genuinamente cinematográfico como indudablemente gozoso, sin duda una de las películas del año.

Reseña escrita originalmente para http://cinemaadhoc.info
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95 de 113 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
EN LA CASA (2012), cuando realidad y ficción son sólo una
Scheherezade era una reina persa protagonista de la historia principal de la célebre recopilación de cuentos árabes Las mil y una noches. La fábula de Scheherezade nos cuenta la leyenda del sultán Schariar, un rey que al descubrir que su esposa le engañaba con un esclavo negro, decidió desposar a una virgen cada día para luego decapitarla a la mañana siguiente. Scheherezade, la hija del visir (ayudante del rey), se ofreció voluntariamente como esposa del sultán para, una vez llegada la noche, contarle un cuento. El relato mantuvo al rey entusiasmado toda la noche y, al llegar al alba, la muchacha se detuvo justo antes del final prometiéndole explicárselo a la noche siguiente. El sultán la perdonó esperando saber el final de aquella historia que le había tenido entusiasmado toda la noche. Al día siguiente, volvió a hacer lo mismo y, después de repetirse esa situación durante mil noches, el sultán se dio cuenta de que no sólo había sido entretenido sino que también había sido enseñado y educado sabiamente en moralidad y amabilidad por Scheherezade, quien, finalmente, se convirtió en su reina.

En la casa, la última película del cineasta francés François Ozon (que adapta la obra teatral de Juan Mayorga, “El chico de la última fila”), Germain es un profesor de lengua francesa que, tras comprobar el pésimo nivel de sus estudiantes y su desinterés por el aprendizaje, ha perdido la motivación por enseñar. Un día en el comedor de su casa, repartiendo suspensos cual sultán Schariar decapitando esposas, se cuela un escrito entre los trabajos de sus alumnos que le llama la atención por su calidad y agudeza. El escrito es de un estudiante llamado Claude que cuenta con sarcasmo y perspicacia el día a día de la familia de otro alumno de su clase llamado Rapha. El escrito se detiene justo cuando se pone más interesante, dejando a Germain con la intriga de cómo continuará la historia, por ello, decide contactar personalmente con Claude para ayudarle y aconsejarle y así poder desarrollar el enorme talento creativo que el chico atesora. En cada reunión extraescolar, Claude le entrega la continuación del anterior escrito deteniéndose justo en la parte más interesante del mismo, manteniendo, a Germain, cada vez más intrigado por saber el devenir de la historia, hasta llegar al punto en el que ambos se verán envueltos en una espiral de dependencia recíproca que desembocará en un mar de sucesos impredecibles.

He querido empezar con este símil literario porque ¿es casualidad que, de entre las numerosas referencias culturales que tiene el filme, una de ellas sea a Scheherezade? Creo que no. En la casa es una especie de ingeniosa, morbosa y satírica actualización de la historia Las mil y una noches donde Ozon, en un ejercicio de virtuosismo narrativo (y de montaje), alterna realidad y ficción como si de un mago se tratase. Un juego de espejos muy “woodyallenesco” en el que las fronteras entre lo real y lo imaginario (que no fantástico) se confunden cada vez más a medida que nos acercamos al final de la película.
El personaje de Claude se convierte en la Scheherezade de Germain pero, a la vez, se convierte en la nuestra. En un estupendo juego metalingüístico, el devenir de su relato trasciende gradualmente del papel para cobrar vida en la pantalla y repercutir en la historia del filme, de tal manera que ambos se funden en uno sólo siendo, el propio Claude, el que juega simultáneamente con los personajes y el propio espectador.

Con tan ocurrente recurso narrativo, que demuestra lo poco exploradas que están algunas fórmulas de contar historias en el cine, Ozon navega entre el voyeurismo de Hitchcock y la turbia seducción del visitante de Teorema (1968) de Pasolini para manipularnos (en el sentido más positivo del término) y mantener nuestro interés centrado en la pantalla.

La película transita por una vía que empieza en la inocencia de un simple alumno ávido de aprendizaje, prosigue por la comedia inteligente que, luego, muta en drama sentimental y acaba en una suerte de maquiavélico final un tanto abrupto y atropellado y es que, al contrario de una de las frases que el personaje de Germain cita sobre los finales de las novelas, este final no te lo esperas, pero podría haber acabado de otra manera.

A lo largo de ese trayecto vemos el proceso de aprendizaje que experimenta tanto Germain como Claude, porque ambos aprenden el uno del otro en esa reflexión que Ozon hace sobre el proceso de creación y sobre la relación entre el autor y su público. Un proceso que tanto se puede aplicar a la literatura, al cine, al teatro o a cualquier medio o expresión que implique crear. La relación que se establece entre ambos protagonistas va más allá de profesor/alumno. En realidad, se trata de una dependencia artística entre dos personas en diferentes momentos vitales y separadas por varias generaciones pero que viven por y para la ficción, que canalizan sus deseos, sus miedos y sus inquietudes a través de la literatura y ahí los tenemos, al final, sentados en un banco el uno al lado del otro, cual sultán Schariar doblegado por su retorcida Scheherezade particular, imaginando historias para sentirse vivos.

En la casa viene avalada por la Concha de Oro del Festival de San Sebastián pero es una película que no necesita aval ninguno, ella sola tiene la calidad suficiente como para hacer las delicias tanto de los cinéfilos empedernidos como de aquél que le guste el cine y busque pasar un buen rato viendo un producto entretenido, divertido, emocionante y que apunta directamente al intelecto del espectador pero, también, a su corazón.


http://bigkahuna3.blogspot.com.es/
Adrián Peña
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67 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
En la casa hay una fuga y no sé dónde está.
Anoche fui a ver esta película y...no era para nada lo que me esperaba. Mi idea era la de ver una película sobre educación y me encontré, como sabréis, con un ejercicio de literatura rodado.

Con relaciones y personajes que me recordaron desde Lolita a El Perfume, por el lado positivo debo decir de esta película es que es original en su propuesta y marco de acción, a mi lo meta me encanta y que jugaran a lo largo de la película con pasar de una historia a una historia dentro de una historia a una... etcétera me gustó; la experimentación "in situ" con diferentes estilos literarios y las lecciones sobre creación literaria y, por otro lado, la naturalidad con la que tratan una historia algo "enfermiza" (aquí es donde me recuerda a El Perfume, un poco) todo por el arte, por la creación, me pareció un detalle digno de admiración, así como hacernos conscientes de los otros y de la curiosidad por entrar a "sus casas".

Por el lado negativo pienso que adolece de los mismos problemas que el relato de Claude, gran parte de la película consiste en lo que él escribe. Estas partes en mi opinión son muy flojas, plagadas de tópicos, burdas y en definitivo producto de un escritor adolescente que está aprendiendo. Esto es guay porque jugamos a mostrar cómo es empezar a escribir pero te tienen viendo, hacia el final sobre todo, un montón de escenas pobres que son secundarias a la, digamos, idea superior y principal de la película. Citando al personaje de Maurice, deberían dejar que el lector imagine y confiar en él, y no enseñar tanta casa (no ir a la cancha) cuando lo que aquí importa está dentro de las cabezas.

Mi sensación con esta película es que pese a todos los aspectos positivos (que son muchos y realmente significativos para mí) no puedo considerarla una buena película, hay una fuga en alguna parte de la instalación por la que sale mucha agua y no sé dónde está.
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70 de 95 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Una idea ingeniosa que acaba por desinflarse
Pues sí, ingeniosa y original, la película arranca con una interesante propuesta que, al menos a mí, consigue atraparme. Ante cada “continuará…” mi avidez de espectadora responde silenciosamente con un “sí, por favor, que continúe, que quiero más”. Mi atención está completamente centrada en la pantalla, yo también me siento dentro de esa casa. Pero lo cierto es que la cinta acaba por perder fuelle y llega a su conclusión con mucha menos energía, intensidad y verosimilitud de lo que había mostrado al principio. El último tercio augura, no diré que el derrumbamiento de lo hasta el momento construido, pero sí un remate que no está a la altura de las expectativas generadas. Va de más a menos, por tanto, generando una sensación global de que merece la pena y el aplauso, aun consciente de que falló en su conclusión.

Ahora siento unas terribles ganas de leer la obra Mayorga.
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46 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Nunca debisteis confiar en mí
Nunca debisteis confiar en mí. No, no os culpéis; es comprensible que lo hicierais. Os engañaron mis blandos modales, mi aspecto angelical, mi tímida sonrisa de niño desamparado y necesitado de afecto. Os vencí sin apenas luchar. Así lo había planeado. Sois tan fáciles, tan previsibles. Leo en vosotros como en un libro abierto. No necesito sino ir pasando las páginas, dejaros hablar, que vuestra inútil y condescendiente palabrería os haga sentir superiores. Nada hay que temer, ¿no es cierto?, de un torpe e inofensivo adolescente con mucho que aprender. Hablad, hablad, y fingid que escucháis. Con eso tengo bastante para entrar en vuestra casa.

Todo cuanto deseo es robaros, despojaros de todo cuanto es vuestro. No os alarméis, no seáis ridículos, no llaméis aún a la policía. No hablo de vuestros estúpidos televisores de plasma. No me interesan las vulgares reproducciones de Klee que comprasteis a juego con la pintura de vuestro salón. No me llevaré, querido profesor, ninguno de esos libros que le hacen añorar una vida que nunca se ha atrevido a llevar, que nunca ha sido capaz de vivir. Lo que yo quiero no está en los libros. Está en el aire que respiráis, en el inconfundible olor de vuestros deseos y frustraciones. En el cuarto de baño que no se construirá. En la estrella del baloncesto que nunca llegará a jugar con los Grizzlies. En la novela, querido profesor, que ya jamás verá la luz. En todo lo que, de no ser por mí, nunca nadie podría saber. Ahora, todo se sabrá.

Y si, por algún motivo, se cierra algún día la puerta, nada podría importarme menos. Es tarde para volver atrás. Ya he estado en la casa. Tengo cuanto quería. He explorado la pobre cáscara sin fruto a la que llamáis vuestra vida. El triste decorado que habéis robado de alguna revista de decoración. Las insípidas conversaciones de sobremesa que adornan vuestra vida en familia. Vuestros delirios de tinta seca y látex roñoso. Vuestras camas frías. Vuestros huesos enfermos. Sé quiénes sois. Sé qué queréis ser. Sé lo que nunca seréis. Lo que antes era vuestro es ya mío y sólo mío. Podéis cerrar la puerta, sí, y huir a China si así os sentís más seguros, pero es inútil. Palabra a palabra os voy borrando, trazo a trazo os hago míos. Os desnudaré, os despojaré de todo, saquearé vuestras casas a mi antojo. Bailareis en mis manos mientras quiera daros cuerda. Y cuando llegue el final, desapareceréis sin dejar rastro.

¿No ve, querido profesor, todas esas ventanas abiertas? Qué hermosas son, ¿verdad? Ahí están, llamándome, esperándome, como un día lo esperaron a usted. ¿Lo recuerda aún? En todas ellas hay una historia, vidas que suplen a la vida, que no se marchitan ni pierden brillo, que no se tuercen contra nuestra voluntad, que merecen algo más que esa jaula que llamamos casa. Vidas que dicen mi nombre, que piden a gritos que las robe. Y eso haré. En cuanto haya encontrado un final para usted.

Al fin y al cabo, siempre hay una forma de entrar en una casa.

(continuará)
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40 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Las mil y una redacciones
¿Por qué era Tom Sawyer amigo inseparable de Huckleberry Finn? ¿Porqu compartían la devoción aventurera? ¿Porqu tenían la misma capacidad para atraer toda clase de problemas? ¿Porque en definitiva eran almas gemelas? Desde luego. Pero al principio de todo, ¿por qué decidió Tom Sawyer acercarse a Huckleberry Finn? Fácil, porque su tía le había prohibido terminantemente que tuviera relación alguna con él. Mark Twain lo sabía: para un crío, no existe en este mundo un imán tan potente como una prohibición. Si ésta viene de la autoridad, la que sea, mucho mayor es el poder de atracción. No falla. Para los niños se trata de algo así como una regla dorada... para los adultos, también.

El razonamiento tiene su lógica, y no es tan contradictorio como pudiera parecer en un principio. Al fin y al cabo, si se nos prohíbe una actitud, o una sustancia, o tocar determinado utensilio, es precisamente porque el objeto normativamente fuera de nuestro alcance nos afectará de alguna manera. Presuntamente repercutirá en nosotros de forma negativa, de ahí la prohibición, claro está... o no tanto. ¿Y si el que prohíbe no es más que un egoísta que no quiere que nos fijemos en un tesoro al que nadie parece hacerle caso? ¿Y si, de alguna manera, podemos evitar que caiga sobre nosotros la maldición que se nos ha vaticinado? ¿Y si...? Ya estamos perdidos. François Ozon, muy consciente del poder que tiene sobre cualquier ser humano aquello que le ha sido denegado, estableció a partir de este punto los pilares para construir la que sería la gran triunfadora de una de las ediciones más lustrosas en la historia del Festival de San Sebastián.

Basada en la obra de Juan Mayorga, 'En la casa' habla precisamente de lo comentado hasta ahora... y de mucho más. Planteada como una simple anécdota (un profesor se queda sorprendido por la redacción de uno de sus jóvenes alumnos, y le pide a continuación a éste que siga escribiendo para él), la trama va evolucionando rápidamente en un juego cada vez más maligno y del que es imposible salir (adicción patrocinada de nuevo por el encanto de lo prohibido). El mero apunte a pie de página se va ramificando a ritmo endiablado y toca cada vez más y más temas, gozando todos ellos de un trato excepcional, incisivo y por encima de todo, estimulante. La violación de la intimidad, el filtro por el que toda realidad pasa antes de convertirse en obra de arte, la(s) mentira(s) sistemática(s) en cada narración, la relación entre el espectador y la obra, el efecto adictivo de lo morboso (más cuando éste parece ser real), -una vez más- lo seductor de lo prohibido...

En estas mil y una noches perversamente contemporáneas y que potencian al máximo el factor adictivo, cada actor, del más joven al más adulto (de Fabrice Luchini a Kristin Scott Thomas pasando por la revelación Ernst Umhauer), se luce, dando más poso emocional y dramático a un relato que en este sentido ya se valía por sí mismo. Pero si una luz brilla con más fuerza que ninguna otra, ésta es sin duda la del imprevisible Ozon, que en esta ocasión se supera a sí mismo (incluso se rehace de sus propios errores, como el de un final un tanto precipitado... pero excelentemente maquillado por un epílogo hitchcockiano perfecto para cerrar su relato), exponiendo con incontestable clarividencia un discurso enfocado a mirar al espectador a los ojos y, a ser posible, a hacerle sentir partícipe.

Se siente uno ciertamente incómodo (por intuirse en muchos casos que la pantalla no muestra, sino más bien refleja, y por alcanzar la empatía hacia los diversos personajes niveles vertiginosamente altos) viendo cómo el incauto profesor de literatura va siendo irremediablemente absorbido por una creación que él creía propia y plenamente controlada. En momentos como éste es cuando más se agradece estar en una sala de cine, ese lugar sagrado y que parece avocado a la extinción, pero que mientras exista, y mientras en él se proyecten películas como 'En la casa' se producirá algo de valor incalculable: que una obra de arte, al igual que las mejores clases, haga sentir, haga experimentar, haga dudar... haga pensar, todo esto sin que el receptor siquiera se dé cuenta. Magia.
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28 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
En el cine como en la casa
Quería verla. Como siempre lo único que se me ocurre es arreglar una cita para ir al cine. Trabaja en el centro. En el centro hay cines; en el cine hay silencio y penumbra. Me cuesta reprimir lo que siento por ella y sé que si fuéramos a un bar, por ejemplo, perdería el control y lo estropearía todo diciendo alguna tontería sobre mis sentimientos hacia ella.
Es de noche, es miércoles. En el cine ponen "En la casa". Le interesa esa película y a mí me parece bien. Al entrar, la sala está a medias y ella elije la última fila. Hay trece o catorce filas, no es una sala grande y ella me dice que prefiere no tener gente detrás porque no soporta sus comentarios. En el cine me siento seguro y la última fila es un pequeño salvavidas para mí; sé que enseguida comenzarán los anuncios y podré controlarme al no tener que seguir balbuceando tonterías sobre cine europeo de los años cincuenta, que sólo parece interesarle a medias, aunque sonríe y lo hace dulcemente mientras me escucha.
Se apagan las luces. Los últimos en llegar ocupan sus butacas aprovechando la luz que desprende la pantalla para encontrar su sitio mientras pasan los trailers de las distintas películas. Ella se recuesta sobre su butaca y me mira; las imágenes describen destellos continuos a través de sus ojos, fijos en mí. Intento no hacer ni decir cualquier tipo de estupidez, así que sonrío y me acomodo. Al hacerlo encuentro su mano en el reposabrazos, que instintivamente retira para atusarse el pelo.
Empieza la película. Se hace el silencio. Suspiro.
De pronto, ella se apoya en mi mano, que se apoya en el reposabrazos, y se desliza de su butaca: no puedo respirar. Comienza a rondarme y no sé qué hace ni qué hacer. Noto que todo el cine nos mira... ¿Lo hacen? Una cabeza a mi derecha se gira y clava sus ojos con desaprobación en los míos. Ella, de rodillas, continúa moviéndose con presura, por lo que intento quedarme quieto para disimular.

Continuará...(En el spoiler)
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26 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Vivir de apariencias, vouyeurs y snobs
Película inequívocamente francesa. De poses, de clases y de snobs imitadores de lo selecto.

Es el personaje de Kristin Scott Thomas, perfecta bilingüe, el que me interesa. Lleva una galería de arte conocida como “El laberinto de minotauro” y a mano, en el momento oportuno, el “Viaje al fin de la noche” de Céline, crítica a la pederastia que quizás ella intuye en la relación entre su marido y el alumno y que el director deja asomar en algún momento de la película. Además expone cielos de Beijing no para presentarlos, sino representándolos.

Es cierto que el guión de “En la casa” pretende querer reírse de estos profesionales de la pose y la forma amantes del arte contemporáneo ridiculizando las exposiciones sobre la dictadura del sexo (muñecas hinchables con las caras de Hitler o Stalin) o de cuadros no pintados que se dibujan imaginariamente mediante la descripción del autor a través de los auriculares que cuelgan del lienzo en blanco.

Pero no consigue sin embargo alejarse de lo que es pura idiosincrasia francesa. Huele a clasismo. La primera redacción del chaval por el que se interesa su profesor de Literatura capta su atención cuando lee que según el chico, las mujeres de clase media tienen un olor característico.


Es lo que me repele de la película. Y lo primero que me llamó la atención, algo fuera de la historia que se nos narra. Otro made in france: el vouyerismo.

Claude se cuela en la casa de una familia “de clase media” para escudriñar en sus vidas hasta el mínimo detalle. Al tiempo, escribe su obra, bajo tutela del maestro y animado por él.

El montaje está logradísimo y su director nos mete en una historia dentro de otra, entre la ficción de la novela y la realidad de quién la escribe. Ambos líneas narrativas llegan a fundirse pero no a confundirse, lo cual, le hubiese sumado enteros. Esta técnica no es algo inventado por François Ozon, pero resulta siempre efectiva y es ahí donde reside el interés de la película.

Por lo demás, aunque el profesor insista en que una novela debe reservarse un final sorpresa que sorprenda al lector, el desenlace de la película no llega a alcanzar ese estado de gracia al que se refieren los críticos profesionales, porque sí, es previsible.

Esta crítica no es útil seguramente porque quizás yo he percibido aspectos de la película que no son capitales para el desarrollo del guión pero, que me han llamado la atención y que en mi opinión son su menoscabo.
Es lo que hay, juzguen ustedes mismos.
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24 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El chico de la última fila
François Ozon hace que el espectador se convierta en el chico de la última fila y vea proyectada las otras historias en otra gran ventana llamada pantalla de cine. Ciertamente hay un plano que define la esencia de la obra en la distinguimos la casa (y privacidad) del narrador; la realidad es evidente y la fuga de la misma un recurso para entender la vía de escape. He aquí el juego definido entre el autor y el lector, entre el punto de vista y el objeto de la obra. He aquí la posesión del poder del narrador y la ávida pasión por ser los ojos del mundo de los otros. La referencia a “Teorema” de Pier Paolo Pasolini no es casualidad ni los diferentes focos perspectivos que iluminan la función: la crítica a la burguesía, el arte moderno, la enseñanza, la transgresión de las reglas cívicas y morales para el lucro personal… “En la casa” funciona a distintos niveles estructurales aunque la satisfacción es ejercer de ese ‘chico de la última fila’ y percibir las historias que asoman en cada ventana.

El mayor arrebato y gracia del filme de Ozon es que Germain Germain y Claude Garcia podrían desaparecer en cualquier momento, pudiendo ser cada uno el álter ego del otro. Mientras avanzan los relatos cortos, “En la casa” nos habla del aprendizaje y la docencia pero también los peligros de traspasar esa línea invisible entre la pizarra y los pupitres, entre el autor y el lector. Cuando el lector trata de adoctrinar al autor puede verse atrapado en la misma narración y que ésta se apodere de su propia vida. Se trata del duelo que habita en toda obra entre el autor y el lector, donde la intimidación psíquica la establece la derivación narrativa y la posibilidad de manipulación a tiempo real como reflexión entre cada página y capítulo. Que un profesor entusiasta de las letras y escritor frustrado pueda guiar a una aguja en un pajar lleno de bárbaros establece la dialéctica entre ese par de manipuladores, donde se confunde el punto de vista y la percepción de la realidad ante la posibilidad que establece el título de la obra/película: introducirse en la casa de una familia burguesa para que también el narrador, igualando al visitante que interpretó Terence Stamp, manipule y seduzca a su antojo a esa imposibilidad y anhelo existencial del propio autor. Nos repiten que Germain no tiene hijos pero Claude se transforma en su extensión genética-literaria, en un descubrimiento del aprendizaje entre el mentor y el pupilo. La enseñanza debe ser por ambas partes y la alegoría es tan ostensible como aguda e inteligente.

Que los estereotipos abunden en esa lucha vital e imaginaria de vidas paralelas, posibilidades e impregnaciones personales en toda ficción, no hace más que engrandecer el sentido de la obra que propone Ozon. La vida ejerce como fantasía y necesidad de romper mentalmente las puertas y proyectarse en nuevas historias, el alejamiento de la gris realidad queda reiterado en tantas ocasiones como problemas desprenden los personajes de ficción. La obra de teatro Juan Mayorga parece decirnos que nadie está exento del drama de esa farsa que llamamos vida y que somos manipulables por un destino mayor: no sabemos si realmente somos los narradores de nuestra propia historia. Los sueños perdidos y la reactivación de viejas frustraciones junto a los peligros de cambiar el rumbo del destino impuesto, envolverán la mirada de la realidad desde la condición del gran ojo y espectro del voyeur. El chico de la última fila es aquel que tiene la capacidad de observar al resto desde la lejanía, al igual que el profesor tiene el otro envidiable ángulo desde el primer avance de la pizarra. El maestro y el discípulo, el padre y el hijo, el aprendizaje de mirar y asomarse a la posibilidad de narrar la vida de otros en ese viaje social, sarcástico y bohemio de todo destino sin fin conocido más allá de ese punto y aparte llamado página final. Y “En la casa” nos coloca allí, en esa posición conclusiva y privilegiada donde observar y, por supuesto, imaginar.
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16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
¿Dónde empieza y termina lo real?
A partir de una obra de teatro del español Juan Mayorga, la nueva película del admirable François Ozon proporciona un ejemplo perfecto de lo que entendemos por cine abierto, desde su construcción y estructura hasta cada una de las muchas sugerencias que contiene.

Con apenas media docena de personajes, centrándose en la extraña relación entre un estudiante adolescente y su desconfiado profesor de literatura, "Dans la maison" pone sobre la mesa y en tela de juicio las más complejas y fascinantes contradicciones de la denominada sociedad del bienestar, es decir, la mediocridad del pensamiento pequeño burgués.

Aparentemente, y esa es otra notable virtud, sólo se trata de ingenuos ejercicios de redacción, pero sus contenidos, y las palabras y descripciones elegidas, resultan poderosamente reveladoras. Y, entonces, desde el momento que la discusión moral -y literaria- entra en juego, todo comienza a tambalearse, todo queda sometido a la sospecha: las relaciones entre el alumno y el profesor, las vivencias de pareja de las dos familias, las reglas del juego del instituto, la poderosa virulencia de los escritos...

Ozon cuenta la historia con la fluidez que caracteriza su cine, con unas claves de tragicomedia tan ocurrentes como divertidas, confiriendo idéntica credibilidad fílmica a lo imaginado, a lo vivido, a lo contado, y que deja el mejor interrogante en el aire: ¿dónde empieza y termina lo real frente a lo imaginado?
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15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Inverosímil y artificiosa.
La película en un alarde de pretensiones se pierde en inverosímiles vericuetos.
Las relaciones que se establecen entre los personajes están totalmente manipuladas por el director. Los personajes son títeres al servicio de ese demiurgo aturdido por su poder de demagogia. La lógica orgánica de los personajes está rota para situarse al servicio de los juegos y sorpresas de la narración.A mi me molesta particularmente cuando se ve tan a las claras como al autor se sitúa por encima de sus personajes para ofrecernos su supuesto "mensaje".
El director nos manipula de igual manera que el joven lo hace con al resto de los personajes y resulta igual de increíble que todos se dejen llevar con tanta facilidad por el imberbe muchacho.
El film en ciertos momentos recuerda al Woody Allen de "Misterioso asesinato en Manhattan" y en otros al Chabrol de la "Mujer infiel" que habla de la pequeña burguesía provinciana para cebarse con ellos. En ambos casos me quedo con los imitados.
El tan elogiado final, que los críticos tanto ensalzan, a mi me resulta frustrante y desde luego no da coherencia a la estructura global que la película pretende lograr. O sí, es una vuelta de tuerca más en el sinsentido en el que se acaban moviendo todos los personajes; ya todo puede pasar. Como:
- Final A: El profesor le declara su amor al joven y viven una apasionada relación.
- Final B: El profesor se suicida delante de sus alumnos y deja escrita su obra maestra que le hará mundialmente famoso.
- Final C: El joven se hace budista y decide dedicarse al control mental tanto de las personas como de los objetos y sale en televisión como el nuevo mentalista-intelectual.
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19 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Modelo cognitivo de Flower
Con la peli de François Ozon, otra cosa no, pero dan unas ganas terribles de ponerte a escribir. Para saciar el mono, qué más cómodo que publicar una crítica en Filmaffinity, usando las técnicas de escritura que te da el profesor Germain en el film. Recordemos;


• La primera pregunta que debo hacerme: ¿Para quién escribo?... Para cinéfilos, curiosos, gente de a pie básicamente.
Bien. Entonces nada de buscar en WordReference sinónimos muy rocambolescos y pedantes.




• Paso dos. Según Germain el modelo cognitivo de Flower es lo mejor; formar previamente un esquema mental, para organizar y determinar los objetivos.

A ver... la peli empieza con mucha fuerza, sobre la mitad va decayendo y en el ùltimo cuarto se vuelve cansina... Esto tres garabatos sería el esquema.

El profesor Germain, haciendo un inciso, señala que Flower no condena a los personajes. Lo fácil sería sacar lo peor de alguien para que la gente mediocre, sintiéndose superior, lo vea ridículo. Más o menos como hacen los gafapastas con el cine comercial, vamos.
Lo difícil (y meritorio) es acercarse a ellos sin condenarlos de antemano.
Vale. Nada de ridiculizar a Ozon para provocar risas a su costa.



• Paso tres. Producción: Desarrollar todas las ideas en el papel.
Pues nada, a ver cómo me sale:


CRÍTICA A "EN LA CASA"

La película comienza ofreciendo una idea muy original y atrayente. Básicamente trata sobre el voyeurismo (no confundir con bollerismo, que también hubiera sido estupenda trama). Realmente cuando el film arranca tienes la sensación de que estás ante una obra que va a marcar, que va a formar parte de ese selecto grupo de películas que siempre podrás recomendar sin miedo a equivocarte.

Pero llega un momento, sobre la mitad, que te dices ¿qué coñazo, no?. Y resulta paradójico, porque en el film, el profesor Germain, da consejos a su pupilo para que no pase en su ¿novela? lo que sí pasa ante nosotros.

"Tienes que conseguir que el lector se pregunte ¿qué va a pasar?, ¿Cómo conseguirá el héroe superar los conflictos y alcanzar su objetivo? ¡Al lector no hay que darle tregua!, ¡Siempre ha de estar en tensión!. El profesor señala, que el lector es como el Sultán de Sherezade; ¡¡Si me aburres, te corto la cabeza!!. Dale una buena historia al Sultán y te entregara su corazón."
Ja!! François Ozon se podía haber aplicado el cuento. Porque la verdad, llega un momento en que la película se vuelve un plomazo de dimensiones épicas.
Conclusión: Un seis generoso para ella, por al menos tener un principio de trama brillante. Una pena, tenía madera para mucho más.
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• Paso cuatro. Revisión: el texto es examinado exhaustivamente por el escritor para encontrar errores tanto de redacción, coherencia u ortográficos.

Vale, tras volver de la cena revisé. De redacción creo que va bien. De coherencia... no se hacerlo mejor. De ortografía... de esto que se encargue el validador.
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15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
NO ES UNA CASA CUALQUIERA, ES UNA OBRA DE ARTE
Perfecto film francés (vuelven a la carga después del éxito de "Intocable"), novela en imágenes que por desgracia pasará desapercibida para muchos. Es difícil afiliar esta película a un género concreto. En un inicio, entrevemos algunos momentos cómicos dentro de la vida de un profesor de literatura que, aunque aburrido, nunca pierde la esperanza en su trabajo. Así pues, ¿se trata de una film sobre el mundo de la educación? No. Ahí es donde entra en escena nuestro niño protagonista, dándole un toque de misterio a la cómica película (ahora thriller). Brillante Ernst Umhauer en el papel de un prodigioso niño escritor de redacciones con mente de adulto, causante de la variedad de géneros (de comedia a thriller, pasando por el miedo más profundo y cierto erotismo no visual, entre otros). Dentro y fuera de la película, él tiene las riendas de nuestros actos y decide qué quiere que creamos.
Sin estar bajo su control, debo reconocer que me encuentro delante de una obra de arte.
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18 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Autor en busca de personajes
La obra de Juan Mayorga en que se basa esta película da una vuelta de tuerca a Pirandello y Unamuno: aquí el autor también se convierte en protagonista, pero en esta ocasión no son sus personajes quienes lo buscan y lanzan a escena, sino al contrario; y además el autor no comparece solo, sino en íntima conexión con la figura siamesa del primer receptor de su obra (lector/crítico/espectador). La película se basa en la relación perversa que se desarrolla entre ellos: ambos igualmente incapaces de vivir sus vidas y por ello entregados a la narración de las ajenas con más pasión que la que les une a sus propias vivencias o a sus seres queridos...

En la casa plantea temas interesantes pero no llega a explotarlos a fondo: inquieta pero no perturba, y resulta plana visualmente (como los fondos de muchas de sus escenas, paredes de colores simples): tanta limpieza visual contrasta con una historia que se pretende oscura.

Me pregunto qué habría hecho alguien como Haneke con este argumento.
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13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Jugando con la verdad y la imaginación
François Ozon (“Mi Refugio”, “El tiempo que queda”, “8 Mujeres”…) firma la exitosa película que se alzó con el premio Fipresci del festival de Toronto 2012, así como con el máximo galardón, la “Concha de Oro” a la mejor película, del Festival Internacional de Cine de San Sebastián en su 60 Edición, donde igualmente fue premiado su guión.

“En la casa” se centra en la figura de un profesor de literatura y uno de sus alumnos y la extraña y malsana relación que se establece entre ellos. Entre las insulsas redacciones que este hastiado maestro corrige encuentra una de ellas que capta su atención, así como la de su mujer, que le acompaña en la lectura. El joven escribe magistralmente sus actividades, sus manipulaciones a aquellos que le rodean para inmiscuirse en sus vidas… pero el relato se cierra con un “continuará”, un interrogante que atrapa a los adultos y los hace querer más, avanzar en la historia, descubrir qué hay de realidad y qué hay de ficción. El joven y su atípica personalidad, por su parte, se lanza, arrastrándolos con él, a un tobogán desenfrenado de verdad e imaginación.

François Ozon, demuestra su maestría adaptando la obra de Juan Mayorga, creando una película compleja, plena de ritmo y arte cinematográfico, que atrapa al espectador del primer al último plano. Esta fascinación se fundamenta sobre varios pilares de gran calidad. En primer lugar, un guión retorcido, creativo, ágil y artístico a la par que ácido cuando debe serlo. Junto a él, una labor interpretativa de todo el elenco de actores digna de un sobresaliente. Magistral la creación de Fabrice Luchini dando vida al profesor, no quedando a la zaga Ernst Umhauer como el enigmático adolescente que hace girar la rueda argumental de la película, dándole a Fabrice digna réplica. Junto a ellos, una estupendísima Kristin Scott Thomas encarnando a la esposa del maestro, llena de carácter, y Emmanuelle Seigner, como el objeto de deseo del joven, enigmática y misteriosa dentro de su aparente “vulgaridad”. El resto de elementos técnicos, como la fotografía, música o (fantástico) montaje, completan las fichas de el gran tablero de ajedrez creado por el director, encajando todas ellas en brutal sincronía, alineándose en perfecta estrategia para crear una película completa, rica, hipnótica y bella, una pequeña obra maestra donde todo funciona, donde se reflexiona sobre el arte, sobre el poder de la palabra escrita, sobre las humanas relaciones, sobre el misterio de lo más común, sobre la confianza, la moral, el morbo, los deseos, la ética… innumerables factores, piezas de un todo que no lastra, sino genera una profundidad digna de elogio por lo inteligente de su narrativa, diálogo y humor.

Sin duda una de las más destacables producciones de 2012 y, a mi modo de ver, una de las ocasiones en las que el jurado del Festival de San Sebastián más acertado ha estado rindiéndose a la evidencia de una calidad cinematográfica que pone a sus pies a público y crítica por igual. Imprescindible.

-Enoch-
www.raven-heart.com
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13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Sobresaliente en literatura
No nos engañemos. Las miserias ajenas siempre son objeto de interés. Funcionan como un bálsamo para curar nuestras heridas o simplemente como mecanismo que ensalza vidas carentes de interés. De una u otra forma, tendemos a degustar el papel de voyeur que nuestra sociedad nos obliga a interpretar. Disfrazando el morbo en curiosidad no nos redimimos ante los demás. Pertenecemos a un colectivo destinado a consumir lo que nos venden como la pescadilla que se muerde la cola. El eterno binomio entre oferta y demanda. ¿Realmente merecemos lo que consumimos? Ozon lo tiene muy claro. El cliente es el principal artífice en el producto final. Pero En la casa, la obra maestra de su director, no es un compendio de teorías económicas sino más bien un entramado de inquietudes que no dejan de ser verdades demostrables como una ecuación.

En las paredes de esta casa encontramos una retahíla de temas que confluyen en el proceso de creación. Pero no por mucho abarcar se aprieta menos. El cineasta exprime con maestría múltiples asuntos con distintas lecturas. Los límites de la ética por alcanzar una satisfacción. El cazador cazado. Ácidas criticas al concepto de nuevo arte. A ese fingimiento intelectual tan reconocible. Juicios al sistema educativo actual. Radiografías de las relaciones familiares a las que tanto nos tiene acostumbrados su director. Un abanico de asuntos perfectamente identificados, superpuestos y sin que en ningún momento se hagan sombra.

La trama se centra en la relación entre un amargado maestro, que ve el futuro poblado de bárbaros y su pupilo, un joven introvertido con grandes aptitudes para la literatura. Un vínculo en el que nunca se terminan de completar sus identidades. Ese nexo enseguida se convertirá en un peligroso juego de roles donde salen a relucir fantasmas del pasado pero también un futuro desconcertante para ambos.

La estimulante propuesta de Ozon no desvanece en ninguno de sus actos. Con un equilibrio constante, los engranajes de esta maquinaria funcionan sin desgastes. Desde los grandiosos títulos de crédito hasta el sereno y contundente final, la cinta desprende un aroma tóxico, tan adictivo como macabro. Un aparente e inofensivo juego que crea dependencia.

(Continuará)

Lo mejor: su sutileza para embaucar al espectador. La cantidad de lecturas al poema de su protagonista "Ni siquiera la lluvia baila descalza"

Lo peor: que su etiqueta de "cine de autor" la impida llegar a un público mayoritario.
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10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Vidas ajenas
La ficción es tan antigua como la especie humana. Desde el principio de los tiempos los pueblos han inventado historias, han fabulado sobre toda clase de cosas imaginarias. Para evadirse a ratos de la realidad, para tomar otras identidades y saborear experiencias ajenas, para conectar con lo intangible, para creer que hay más que simplemente el azar de nacer, vivir y morir sin otra causa ni otro propósito que los que nos dictan las leyes de la naturaleza.
La ficción tiene una fuerza poderosa y adictiva, y no podemos sustraernos a su fascinación. Todos, en un formato o en otro, nos hemos sumergido en ella y a veces nos ha costado lo suyo arrancarnos de su campo de atracción para volver a la rutina. Quién no se ha enganchado hasta el tuétano con un libro especial, con una película que no querría dejar de ver, con una historia de las que tatúan el alma de forma indeleble.
Actualmente vivimos en la cultura de la evasión. Buscamos toda clase de medios para escapar en sentido figurado, porque si no tuviéramos esos momentos de huida simbólica, no podríamos soportar el estrés, el exceso de obligaciones, responsabilidades, compromisos, exigencias de un entorno más y más complejo, frustraciones porque con frecuencia se nos demanda demasiado y nos sentimos superados... Cuanto más industrializada y desarrollada es una civilización, más presiona a los individuos y en consecuencia la cultura del ocio se hace imprescindible, la cultura de la evasión.
También a menudo unida a esa persecución de la ficción catártica, está la cultura del voyeurismo. A la mayoría le encanta hurgar en las vidas ajenas, sean reales o inventadas. ¿Por qué tienen tanto éxito los programas de corazoneo, los "Gran Hermano" y demás programas basura de reality-shows? Basta con fijarse en los índices de audiencia; a la gente le va el morbo de meterse en lo que no le incumbe. Los hay que se enganchan tanto a ese tipo de programas que casi olvidan llevar adelante sus propias vidas.
En "En la casa" (libre adaptación cinematográfica de la obra teatral "El chico de la última fila" de Juan Mayorga) Claude, un estudiante de dieciséis años, escribe una redacción que es el señuelo irresistible que hace picar a su profesor de francés, Germaine, en el anzuelo de husmear en las vidas de otros, dando igual si lo que el chico cuenta es verdadero o falso, y ni siquiera el espectador (también indiscreto observador junto con el profesor) es capaz de diferenciar qué ocurre de verdad y qué es producto de la imaginación del muchacho. La fuente de inspiración de Claude es el ambiente familiar de un compañero de clase, Rafa. Con el pretexto de ayudarle a mejorar en Matemáticas, entra en la casa de su amigo y estas visitas le inducen a redactar capítulos en los que pretendidamente describe sus experiencias personales con los tres miembros de esa familia y lo que descubre de ellos fisgoneando en las habitaciones. El profesor, algo escandalizado al principio, sin embargo en lugar de cortar de raíz sus extrañas inclinaciones literarias, va sucumbiendo a ellas, y aunque dedica al alumno horas extra para orientarle y censurarle bastante duramente acerca de lo que escribe (e hipócritamente, y supongo que cargado con la envidia de ser un escritor frustrado), no renuncia a seguir leyendo entrega tras entrega junto con su mujer (cuyo trabajo como galerista de arte contemporáneo menosprecia), quien se ha visto arrastrada a su vez a la seducción del cotilleo. Tanto se va viendo envuelto Germaine en la actividad literaria de Claude, en la que todos nos entrometemos en la intimidad de una familia, que su propia realidad empieza a descarrilar y a correr peligro de verse devorada por esa ficción que no se sabe cuánto tiene de auténtico, pero que al estar cimentada en personajes que existen (Claude, Rafa y sus padres, el propio profesor y su mujer), es un arma de doble filo, una pistola falsamente cargada pero que puede dispararse con una detonación muy real.
El espectador asiste a un juego de engaño y espejismo fraguado por un lado y asumido por el otro (a fin de cuentas esa es la meta de la ficción, engañarnos, y para que su truco funcione tenemos que dejarnos engañar), en el que el docente (y su mujer) pasa a ser marioneta movida por sus deseos irrealizables y el secreto morbillo de fisgar, de empaparse de lo ajeno (incluso más que por cualquier anhelo del escritor frustrado de guiar el talento de su astuto pupilo), y el alumno controla los hilos y sonríe solapadamente, al tanto de que su retorcido juego está saliendo como él quiere, porque como siempre se tiende a creer que las historias de los demás (sean o no ciertas) son más interesantes que la propia. Y uno al final acaba por olvidarse de vivir su propia historia para dedicarse a ser espectador de las historias de las casas de enfrente.
Y lo que cuenta es lo que cada cual quiera ver. O lo que le quieran hacer ver. Porque la línea entre imaginación y manipulación a veces no está muy clara.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Artificio
Una película artificiosa que desarrolla una historia poco o nada creible para mostrar al espectador que los seres humanos somos curiosos y que, a veces, preferimos que nos cuenten una buena historia a vivir consciente y responsablemente nuestra propia vida. Nada que no hubiera podido presentarse al público mediante un guión más realista y turbador.
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12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
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