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29 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
8
LA VIDA (DE MOUCHETTE) ESTÁ EN OTRA PARTE
Mouchette (Mosquita) no se conforma con la vida que le ha tocado en suerte. Tiene 14 años y se enfurruña, siente una sorda rebelión; choca con sus mayores y el mundo circundante.
Sus mayores son una madre muy enferma y un violento padre alcohólico; su mundo, un mísero hogar en un pueblo habitado por contrabandistas de licor, tramperos, tenderos: una sociedad regida por pensamientos mezquinos y miradas reprobatorias.

La caza (cepos, trampas, capturas) sirve de metáfora al tema central, frecuente en Bresson: formas de cautiverio y formas de liberación.
Un cazador furtivo atrapa perdices en lazos ilegales. El guarda, al acecho, las suelta.
Las escopetas descargan sobre conejos y liebres, sin escapatoria ante la lluvia de plomo.

En ese cinegético clima de apresamiento late la incipiente vida de Mouchette.
Cuida a su madre, quien se consume inerme, apagada su energía protectora. Recibe bofetadas del brutal padre, humillación de la maestra, aislamiento y burla de las condiscípulas, acoso vejatorio de los chavales. Pero ella no se amilana. En su conciencia alienta un enfrentamiento absoluto: los detesta a todos. Alimenta su rencor entre desgracias, con plena deliberación. Este sentimiento supone un refugio para la instintiva necesidad de independencia interior.
Como si viviese atrapada en un cepo, cada movimiento expansivo topa con las fuerzas que la rodean, dispuestas al bofetón, al abuso, la explotación: el maltrato en cualquiera de sus formas.
Tales fuerzas ejercen sobre Mouchette una presión domesticadora. Sin aliados ni espacio vital, ella responde con áspera y bronca insumisión.

La estética del autor (sobriedad, depuración) no cambia. Con actores no profesionales, a quienes denomina 'modelos', y con una austeridad extrema, la narración se despliega organizando muy precisamente las imágenes, siempre en busca de profundidad y misterio, y restringiendo a nítidos ruidos la banda sonora.
Sin embargo, hay en esta cinta una particular y sombría dureza, sorprendente en Bresson, poco dado a cargar emocionalmente a sus personajes: la soledad anímica de la adolescente es abrumadora. Y si en algún momento vive algo parecido al contacto humano, es aún más abrumadora.

Al adaptar la novela de Bernanos, Bresson extiende sobre la existencia terrena un frío pesimismo que apenas deja resquicio a la esperanza.

En entrevista con Godard y Delahaye en mayo de 1966, a preguntas sobre proyectos inmediatos Bresson contesta: “Querría también, como ejercicio, como un ensayo, hacer ‘La nouvelle histoire de Mouchette’. Una historia muy dura, por supuesto”.

Al fondo de un plano, un Renault 8: ese pueblo abismal no está en el tiempo de Dumas, tampoco el de Zola o Maupassant, como podría parecer por lo tremendo del relato. En realidad, tampoco en el de los Beatles o los vuelos espaciales, periodo al que realmente corresponde el automóvil.
Está en el tiempo de un mundo invivible.
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116 de 121 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Demasiado pura para mí
Sabe Dios que lo he intentado. Con ésta, con “Pickpocket” y con “Un condenado a muerte se ha escapado”. Pero no. No puedo con Bresson. No hasta el punto, al menos, de flipar con sus pelis. Y no porque sean especialmente complejas o farragosas. Yo creo que es una simple cuestión de “feeling” con su estilo. Un estilo, a mi juicio, exageradamente áspero, frío y contenido. Un estilo que me impide congeniar con sus personajes y que me provoca una sensación de vacío absolutamente desoladora. No sé, igual es eso lo que pretende Bresson. Pero lo que tengo muy claro es que no es eso lo que a mi me satisface. Ni a nivel emotivo ni a nivel intelectual.

Ello no es óbice, sin embargo, para reconocer que el francés es un gran cineasta. Y lo es porque no es fácil seducir al público con un producto tan austero. Con un producto tan desnudo. Con un producto tan puro. Y Bresson, no obstante, lo consigue. No conmigo, por supuesto. Pero sí con cinéfilos que me dan veinte mil vueltas. Y ello me hace pensar que algo hay en ese “respirar hacia dentro” de Bresson. Que algo hay en esa adolescente, en Mouchette, que no he sabido percibir. Algo a todas luces intangible. Algo que está más allá de lo que hace o no hace, de lo que dice o no dice, la propia Mouchette. Algo que, sin lugar a dudas, está en mi propio interior y que quizás, algún día, pueda descubrir. O no.
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99 de 112 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La niña de los zuecos
Octavo largometraje de Robert Bresson, que forma un díptico con "Al azar, Baltasar" (1966). El guión, escrito por Bresson, adapta la novela "Nouvelle histoire de Mouchette" (1937), de Georges Bernanos. Se rueda en escenarios reales y en exteriores de la campiña francesa. Gana el premio Pasinetti (al mejor film), de Venecia, el Silver Ribbon al mejor director de un film extranjero y el premio al mejor film del Sindicato Francés de Críticos de Cine. Producido por Anatole Dauman, se estrena en 1967 (Francia).

La acción dramática tiene lugar en una pequeña población indeterminada de la campiña francesa. Se desarrolla a lo largo de 4 días (de viernes a martes), de 1966/67. Mouchette (mosquita) es el apodo por el que es conocida una muchacha adolescente (Nortier), de 14 años, hija de padre (Hebert) contrabandista y maltratador y de una madre (Cardinal) enferma terminal a causa de una afección pulmonar. Asiste a clase en la escuela, realiza las tareas domésticas, cuida de la madre y de un hermano de pocos meses, y trabaja en el bar del pueblo los domingos. Estigmatizada por la pobreza en la que vive su familia y por la profesión del padre, es despreciada, marginada, insultada ("cara de rata", "zorra") y excluida. Es ingenua, insegura, solitaria, rencorosa y vanidosa. La gente del pueblo es mezquina, egoísta, chismosa y cruel.

El film elabora un drama rural de carácter psicológico y construye un interesante retrato de una muchacha adolescente que, por las circunstancias que la rodean, vive al límite de sus fuerzas. Explora con mirada sombría y desesperanzada la perversidad humana y el sufrimiento que ésta provoca en sus víctimas. Analiza, además, la crueldad deliberada e intencionada, la explotación y corrupción de menores, la marginación y la inadaptación social, las responsabilidades de los marginadores y estigmatizadores, los abusos físicos, el maltrato físico, verbal, psicológico y emocional, la soledad y sus efectos destructivos, la fatalidad, la sexualidad, la maternidad, etc. La historia es sencilla, el relato es claro e inteligible en su planteamiento, pero elíptico y ambiguo en su contenido. Bresson piensa que no hay verdades únicas, universales y válidas para todos. Es por ello por lo que el espectador es invitado a elaborar su propia interpretación de los hechos. Denuncia la responsabilidad de la sociedad en la creación de las causas que provocan la desgracia de la chica. Recuerda que la obligación de educar a los menores no es sólo de los padres y la escuela, sino de todos.

El estilo del film es sobrio, austero, depurado y clasicista. La extensión de los diálogos es escasa. Las imágenes prescinden de todo lo que llama la atención o la distrae, de los paisajes abiertos, de efectismos, etc. La explicación es rigurosa y se presenta exenta de sentimentalismos anacrónicos y cursis.
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70 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Le Cinématographe minimista
Cazadores, liebres, gallinas, disparos apenas amortiguados entre columnas de luz suicida. Una niña, unas piernas deshilachadas. Un rostro inerte, dreyeriano. Y ese girar, cayendo, entre un telón de vestido magullado y rama, hasta el manantial de la doncella.

Respirar hacia dentro esta geometría exacta sin redundancias, saborear la explosión trascendental de la constatación. Porque el cine de Bresson constata, no forja, no genera: destapa el velo oscuro en plano detalle. Se estructura en viñetas con la precisión del ángulo recto definido en trazos breves, como un corte limpio en la corteza hasta el tejido. No hay movimiento en la naturaleza muerta y, sin embargo, ¡qué viveza física la de esta invariabilidad! No hay control, no hay interpretación, solo un echarse a vivir el mundo. Un estar abocado al mundo. O al cine. O al silencio.

Para ello hace falta un cierto modelo agustiniano que haga retumbar las figuras del sonido y sus pisadas desmaterializadas desde dentro (la calle, el viento…cuánta vida ahí detrás, fuera de campo, atacando las sienes). Impulso desde la intimidad del propio espectador hasta la imagen del modelo. Hasta que la emoción devenga no en vivencia, no en taquicardia dramatizada, sino en ahogo. Asfixia de eremita argumental, “Imago dei”. Aquello que no se ve, se oye y palpita en el aire descubriendo la soledad, la dureza y la espiritualidad en una contracción de los pulmones. Cine que nos señala sin profusión de escenario la olvidada necesidad del “espectador interior”.

La película “atrapa”, la película “engancha”. No, no hay papel activo en el metraje… Se trata más bien de estar abocado al cine. O al mundo. O al silencio.

Y lo peor de esta antropología desecada no es la acumulación flagelada de dolores del alma. Lo peor es que la carne ni protesta, no busca una finalidad redentora: solo mira con ojos grandes, etéreos.

Constatando.
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34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La desesperanza
Una película me había dejado un vacío gigante. Vacío no por calidad cinematográfica que tiene de sobra, sino por la triste y poca esperanzadora realidad que deja su contenido desde principio a fin.
Una realidad que sin dramatizar en demasía logra adentrarnos en un mundo sombrío lúgubre, donde tal como en el Neorrealismo Italiano el contexto pasa a cumplir un rol principal ocupando el lugar de un personaje más entre todo el reparto.

Mouchette es una película que puede pecar de dejarnos desconformes en muchos sentidos tanto a nivel de guión como argumental (sólo a modo de diferenciación, no quiero afirmar que un guión pueda carecer de argumento). Existen muchos pasajes de la película que jamás se concretan, y otros que hubiésemos deseado sean más explícitos en sus intenciones.
Pero siempre las películas nos dejan algo y si tuviera que utilizar adjetivos como desolación, tristeza, amargura para definirla estos no serían suficientes.

Hay un pasaje en que la protagonista sonríe, esto sucede en un parque de diversiones, pero luego de esa secuencia, todo vuelve a ser como antes. El concepto de felicidad efímera, fugaz, casi imperceptible, como una niña que sonríe al mirar o “otro” que también la mira y que pudo ser la salida hacia una vida mejor, pero que no fue nada más que eso , un cruce de miradas en juego de autos chocantes.
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32 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El dolor en el pecho, como si tuviera una piedra dentro.
Hace muchos años, en una escuela de la Patagonia, tuve una alumna a la que llamaremos D.
D. tenía catorce años, se sentaba en el primer banco, invariablemente sola, y llevaba una trenza gruesa de cabello crespo que le llegaba hasta la cintura. Nunca hablaba ni miraba a nadie. Cuando yo me sentaba a su lado para explicarle algo, contestaba con unos pocos monosílabos y ni siquiera en esa situación giraba su cabeza hacia mí: se ponía tensa, clavaba los ojos en el pupitre y sobre su labio superior, entre el vello sin depilar, brotaban gotitas de sudor. Yo sentía que su único deseo era que me levantara de la silla cuanto antes para ocuparme de otros alumnos. Logró atravesar la secundaria, haciendo un esfuerzo que creo ninguno de nosotros puede imaginar, ya que su vida era, según supe, igual o peor que la de Mouchette.
Y al igual que Mouchette, D. no podía aceptar nada bueno que llegara desde el mundo externo, porque simplemente nadie le había enseñado a ser digna de consideración. Hubo ONGs que trataron de ayudarla y también una escuela que tendió los puentes para que pudiera finalizar la educación media. Pero D. siguió hasta el último día de clases tan encapsulada y triste como siempre.
Mouchette es ella, Mouchette es D.. La sensibilidad de Bresson para captar y transmitir la tragedia de los pobres desdichados es infinita. Sin diálogos innecesarios ni golpes bajos nos hace saber que hay vidas en las que no existe el mínimo lugar para la esperanza. En el cine son frecuentes los guiones complacientes y moralistas donde cualquier desgracia puede y debe superarse. Pero la vida no es así, o al menos no lo es siempre. Y esto es lo que diferencia a un artista de un impostor: Bresson es una artista porque, además de manejar un exquisito lenguaje cinematográfico no finge para intentar seducir al público masivo sino que se limita a contarnos con la cámara lo que sus ojos ven en el mundo. Sin edulcorantes, sin eufemismos.
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23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Mouchette o la conciencia como fatalidad
Si las circunstancias son las que nos humanizan, deberíamos entonces, humanizar las circunstancias. Mouchette (Mosquito) es una denuncia sobre la responsabilidad de la sociedad en la creación y consecuencias de las causas que provocan la desgracia de una adolescente sumida en la pobreza más cruenta y por ende
destructiva. Mouchette es una niña que cuida de su madre enferma, de la casa, de su hermano pequeño y soporta las agresiones de un padre alcohólico y de un sistema educativo basado en el maltrato físico y verbal.
La pobreza en estado puro. Tratada por Bresson con un estilo sombrío depurado, real, creíble y doloroso. El director consigue agredir al espectador sin rozar ni levemente el más mínimo resquicio de sentimentalismo. La profundidad es el monopolio de los que sufren y Mouchette acaba por sucumbir ante la evidencia de que no puede confiar en nadie. Aprende muy pronto que el saber y los sentimientos raras veces hacen buenas migas. Su conciencia acaba siendo su propia fatalidad. Mouchette no tiene tiempo ni para aprender que el dolor y el sufrimiento son un simple accidente de la evolución. "La maldita y estúpida raza humana" de la que habla Mark Twain no nos deja en el film ni un momento de respiro.
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19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Me gustaría no haber viajado nunca a Port Hurrac
Malvenidos a Port Hurrac, un pueblo de la Francia profunda, (la misma profundidad negra de la que aún no nos hemos librado del todo en varios puntos de España, incluso en el siglo XXI, aunque es verdad que las cosas han cambiado). Yo he vivido en algunos de esos pueblos, debido a mi condición de maestro. Es verdad que un entorno más duro propicia más crueldad, también en los niños. Un pájaro que se cae de un árbol puede tener su oportunidad en Madrid capital, pero no en Port Hurrac. Igual que Mouchette, que está condenada y, por eso, se convierte en alimaña.
La película no se corta a la hora de cargar las tintas, por más que lo haga en plan ascético y estilista. Todo nos es hostil en ese pueblo a los civilizados y leídos urbanitas, los que vemos cine de Bresson, cine de estilo personal y poderoso, pero no exactamente neorrealista. Cuando los hombres beben, notamos arcadas en el gaznate. Cuando la maestra castiga, nos los creemos, así como su cara de infinito asco, (aunque no entiendo cómo Mouchette canta tan afinado y con voz tan preciosa y luego se empeña en fallar una única nota). Para tirar barro, la niña escoge siempre el mismo cubil entre el follaje, como una alimaña. Los personajes aparecen unos al lado de otros, pero son entes individuales, aislados, sin conexión. Las almas de ese pueblo carecen de comunión entre ellas; sólo un remedo entre vapores de alcohol. El ambiente de animalidad no da tregua, ayudado por una composición escenográfica extraordinaria, por unos interiores sucios, desesperados también, prodigiosos. Y el barro, una vez más usado como símbolo de ausencia de conciencia moral, (recuerdo ahora, en el mismo plan, “La marcha nupcial”, de Stroheim).
Es tanta la desesperanza que no creo que haya otro film más desesperado en la historia. Como cristiano, a Bresson se le debió venir el mundo encima al idearlo, o al leer al también cristiano Bernanos. Aquí desterraron la complacencia. Se pasaron cuatro pueblos, la película es casi insoportable. De verdad.
Como siempre en un cineasta tan sobrio como Bresson, la banda sonora es muy importante. Nunca hay música compuesta por un compositor profesional que subraya las escenas. En su lugar, un universo de sonidos con su simbología propia. Los zuecos usados como leitmotiv de la miseria que se aproxima; la canción del acordeón colisionando con la melodía feliz de los cochecitos de choque, único momento de felicidad de la niña, (colisión que deforma la bonita melodía y la vuelve siniestra, a lo Charles Ives). Hojas, vientos, lluvias, no hay sonido sin un porqué. Especialmente magistral es el llanto del bebé. En todas las demás películas del mundo, cuando llora un bebé no tarda en callar. Aquí sigue, y sigue, y sigue…y sigue.
Para mí, la película sería una obra maestra absoluta, con escenas inolvidables, de no ser porque también contiene algunos largos momentos plúmbeos. Y esto es grave en un film de hora y cuarto. Sí, ¿qué pasa? ¿No se puede decir? Hay largas secuencias sencillamente aburridas. Esto no puede pasar jamás, ni con Bresson ni sin él.
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14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El lirismo de una Mosquita muerta
Nos muestra Bresson la cruda realidad de una niña en el entorno rural de provincias. Pero la dura existencia que le ha tocado soportar a Mouchette nos la muestra con pocos visos realistas, de una manera “ficticia”, podríamos decir. La dirección de actores se acerca a lo teatral; los personajes carecen de naturalidad, sufren una suerte de afectación (sin llegar a la sobreactuación) que otorga al universo de Mouchette una sordidez gigantesca, un aspecto insólito.
El drama de la niña de provincias, huraña y solitaria, maltratada por todos y todo lo que le rodea, incapaz de liberarse de tan pesada existencia, es contado sin embargo con ligereza y sutilidad. Así la manera de presentarnos a la madre, enferma terminal, al padre, detestable alcohólico, o a la misma Mouchette, siempre inquirida por los demás. Su desencanto con el mundo le hace contestar con odio y desprecio, con miradas que no dicen nada y lo dicen todo. Otras veces se rebela y la violencia se convierte en su desahogo, aunque sea una violencia pálida y pueril; tira barro a las niñas, salpica saltando sobre el barro, se divierte entre los golpes de los coches de choque… Las imágenes simbólicas se suceden desde el principio hasta el final; escenas de caza (perdices atrapadas, liebres fulminadas bajo el plomo), zuecos hundidos en el barro, la niña rodando amortajada...intentan trascender; el guión se hace innecesario y accesorio.
El aspecto técnico es impecable, con esa fotografía en blanco y negro tan fina, propia de los años sesenta, una perfecta iluminación y fundido de imágenes que dan una cadencia lenta pero constante.
Todo ello construye, en suma, un lirismo más que interesante, en una película recomendable para los que gusten del cine bien hecho.
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14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Mouchette, la modelo cumbre de Bresson
La presencia en Bresson de no buscar el reconocimiento del público general en sus films lo lleva a utilizar un estilo muy personal que nace de él mismo, de una necesidad vital de expresarse como un artista, fuera de los cánones establecidos dentro del cine puramente comercial, creando una obra de arte única que va a responder a una coherencia personal del creador conforme a lo que quiere transmitir. El concepto del film como una obra de arte este presente en Bresson con el afán de alcanzar la máxima expresividad partiendo de la más pura simplicidad. Su concepción del arte viene reflejada en el libro del propio Bresson “Notas sobre el cinematógrafo”, donde reseña su concepto del arte fuera de cualquier convencionalismo”.

Bresson, cerca de los postulados del neorrealismo italiano, utiliza actores no profesionales y personajes marginales. El denomina al actor “modelo”, donde la ausencia de profesionalidad da paso a una interpretación personal en muchos casos carente de todo tipo de expresividad en una simple interacción del modelo con el entorno y los objetos que le rodean de una forma natural. Los “modelos” de Bresson interpretan personajes que en la vida cotidiana nadie prestaría atención. Hay una total ausencia de decorados, atrezzo, vestuario, maquillaje… todo esto es prescindible en el cine de Bresson. Pero también hay que destacar su separación de los postulados neorrealistas en la ausencia de dramatización, surgiendo las emociones del propio espectador de forma espontánea, sin un reclamo artificial implícito en la propia obra, de una realidad enigmática y paradójica, ambigua y misteriosa.

La historia es simple, de un minimalismo clarificador: una niña sola y desamparada, perdida en un entorno rural sórdido donde el único referente es la figura materna, donde la falta de afectividad de su familia se suple por una rebeldía y una incomprensión mutua entre ella y el entorno que la rodea, y donde el paso de niña a mujer marcará el destino de Mouchette: sufrimiento y redención, algo común en la filmografía de Bresson.

El ascetismo fílmico de Bresson es lo que encumbra a la obra, a la que hay que acercarse como si estuviésemos contemplando una verdadera obra de arte. Cada uno debe extraer sus propias conclusiones e interpretar la obra según lo que esta le sugiera.

En palabras de Saul Symonds: «Ante un film de Bresson (...) siempre me voy a encontrar a mí mismo tratando de penetrar su superficie, y creo que los significados siempre esperarán un paso o dos más allá de mi alcance». Y efectivamente, con Mouchette, Bresson siempre esta fuera de mi alcance de entendimiento racional. Quizás, sea esto lo que tanto me llama la atención de él.
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10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
No hay razones para vivir
La vida de Mouchette es la de la miseria, representa a todas aquellas personas que necesitan calor, enfermos, alcohólicos o demás apartados por la sociedad y el hogar, luego representa la conducta de todas éstas, el desplazo provoca odio y tendencia al aislamiento hasta no encontrar razones para vivir, la película resume la educación y los celos y es tremenda a la hora de exprimir lo poco que expone, el simple hecho de volver a casa en otra dirección y de tirar barro, la intimidad en la soledad del bosque y una extraña relación de encubrimiento y ayuda al prójimo con consecuencias demoledoras.

Muestra lo traumático de personas frágiles a través del alcoholismo y la violencia, la ausencia de piedad en cada secuencia en la que se ofrece un aspecto social implícito hasta llegar a tratar a la muerte, el mal en los ojos y un comienzo y final con el contacto con los animales, soltar una perdiz, matar un conejo, peor aún, dejarlo moribundo, no hay razones para vivir.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Dureza extrema
No es que sea aburrida, es que es dura. Muy dura. Sórdida, dolorosa, silenciosa... La dureza de la pobreza. La violencia familiar y social. No existe ningún personaje positivo o simático. No es una película que tenga una estructura narrativa clásica sino episodios nada edificantes de comportamientos sucios y tristes. Toda una mirada oscura a la Europa del desarrollismo.
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8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Para quienes quieran dejar de creer en Dios
En el cine de Robert Bresson, sin necesidad de gafas especiales, se aprecian bastante más de tres dimensiones. Su cine huele al vinacho rancio esparcido sobre la barra de madera enferma y el suelo sediento y poroso; sabe a carne sanguinolenta y sospechosa, casi huérfana de brasa, demandada por el estómago y aborrecida por el paladar; puedes apreciar en las facciones de sus protagonistas los relieves de la suciedad y los surcos que dejan las lágrimas ardientes.... y, en este caso, confundes las palpitaciones de tu viejo corazón con el golpear del joven y atemorizado corcel que pugna por escapar del pecho de la desgraciada Mouchette.

¡Qué poco (apenas inalcanzables y doradas migajas de amor) hace falta para salvar la inocencia del profundo pozo en que habita la desolación!. ¡Qué fácil destruir a un niño!. ¡Qué brutal el inexorable avance de los primitivos instintos del hombre, que sitúan nuestra crueldad más allá de la de cualquier animal de garra o pezuña!. ¡Cómo nos haces sufrir!. ¡Qué grande eres Bresson!
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Tristeza y desesperanza
La rebeldía íntima de una niña casi adolescente en un pueblo de la Francia profunda. Paria de su propio entorno, maltratada por todos los que la rodean, ella vive cubierta de un desdén interior a modo de estoica coraza en el devenir de su existencia desencantada. Relato desesperanzador, de una triste austeridad y desamparo.

Sin embargo no logro empatizar con el cúmulo de personajes carentes de emoción, automatizados en su labor interpretativa, al igual que en Pickpocket del mismo autor. Seres de rostros fríos, apáticos, sin rasgos emocionales a pesar de una sutil caligrafía en los encuadres de cada secuencia, resultando un bello ejercicio de estilo al que un poco de tensión dramática transformaría en una película soberbia. Eso sí, la niña protagonista resulta convincente en el centro de esta historia, que produce una amarga desolación en su renuncia a la esperanza.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Descorazonador retrato de la sociedad.
Esta vez no es un asno como "El azar de Baltasar", pero Bresson vuelve a mostrar con crudeza la maldad del ser humano. Retrata un ser humano, despreocupado y egoísta, que desprecia a sus congéneres con crueldad. Bresson ni siquiera nos concede el gusto de un halo de esperanza entre tanta ineptitud e inmoralidad, dando como resultado un film un tanto desesperanzador, que retrata al ser humano como alguien deleznable y en la mayoría de los casos ajeno al mal del projimo.
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5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Gracias.
Gracias Bresson, por brindarme la posibilidad de confirmarme ante los demás sólo citándote. Me reitero: no sé si Bresson es el mejor, de hecho, la palabra mejor, creo que aquí poco importa, porque poco significa...aquí; lo que sí que afirmo, es que él sigue siendo el único en lo suyo, sea lo que sea ello.

Gracias por ser el único en confirmar, esto del cine, en sí. O al menos, otro tipo de expresión dentro del instrumento del cine. Sigo pensando como Hitchcock, que el cine es montaje, montaje y montaje. Que el mayor placer del cineasta, es ir a postproducción, y alumbrar ¨tu¨ película. Eso es Cine, y como autor, eso es sencillamente maravilloso....Maravilloso. Me reitero en que en tu cine la secuencia o escena, casi no tiene valor...Que es el instante entre un fotograma y otro, es un cine de instantes, cierto....una narrativa en instante, cierto, cierto.

A pesar de que ¨Diario...¨, y ¨pickpocket¨ son más de más de esto, ¨Mouchette¨ nos enseña mejor el proceso. Es más didáctica, en mi opinión.

Óptica: nos vamos por encima de 180mm, y sin embargo, con actores no profesional (cada vez más convencido, de que bajo tu propuesta, es mejor elección), los movimientos de objetos, mucho más difíciles de controlar....Todo sea por ¨cargar¨, ¨polarizar¨ la imagen.

Tecnología: Se está construyendo un elemento de software por British Telecom. Se trata de sensores que se instalan en los ojos y oídos humanos y que pueden recopilar toda la vida humana. Un hombre de 80 años, almacenaría una cantidad de información que en bytes, y dado como avanza el hardware, puede ser facilmente almacenable....Se le llama ¨the catcher soul¨...Pero yo me pregunto dónde queda la voluntad. Tenemos todos los datos, todos los contextos almacenados, pero sobre ese tapiz, algo se mueve, ¿no?¿ Dónde está la voluntad?¿El impulso? ¿Dónde está la acción?....Puede que todo este párrafo no tenga nada que ver con Bresson y el tipo de Cine que hacía, aunque creo que sí, que podría ser contado esto a propósito de Bresson. No sé.

Y adiós.
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5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Gris sobre gris: 10 grises
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1. Realizador o director. No se trata de dirigir a alguien, sino uno mismo.
Mouchette carece de dirección al no tener espacio en el que moverse. Primero, es el propio lugar el que te expulsa. Primera castración: venir a este mundo gris.

2. La fuerza eyaculatoria del ojo.
La del hombre, que más allá del tapiz gris de la imagen regada con alcohol blanco, tenuemente representada, aplanada, sólo ve su deseo infecto y ebrio. La de Mouchette, la de "el mal en los ojos" que dice la vieja bruja, cuyo sólo poder puede ser cerrar los ojos, su fuerza es la resiliencia, su eyaculación ríos de lágrimas. El mal de sus ojos es el mundo reflejado en un espejo gris.

3. Todo huye y se dispersa. Reconducir todo continuamente a la Unidad.
La Unidad bajo la que se reúne el cuerpo de Mouchette es sólo ella misma, recogida y reconcentrada. No hay com-unidad que la resguarde. Familia=hostias, Escuela=oxtias, Calle=insultos (u ostias verbales). Como resultado, o consecuencia lógica y semántica a la sazón, a Mouchette le queda la subversión.

4. Practicar el precepto de encontrar sin buscar.
¿Qué encuentra Mouchette? Ver supra punto 3. Y no sólo grises, sino de todos los colores. Vejación, maltrato, exclusión, incomprensión, errabundia, violación, abandono, crímen y muerte, Mouchette lo encuentra sin buscar.

5. Modelos: monólogo en lugar de diálogo.
Apenas se puede hablar con nadie. Aquella que puede, ¿qué haremos sin ella?, tiene ya una piedra en el pecho. Era -la Madre-, una mujer valiente. Pero, ¿qué coño miras niña malcriada?
¡Merde!
He dicho.
Mouchette.

(cont. en spoiler)
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11 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Sin escape.
188/15(20/05/09) Bresson nos obsequia en este film con otro retrato amargo de una sociedad rural, donde todo es sórdido, deprimente, no hay resquicio para la esperanza, no hay válvula de escape por la que sentir que algo puede cambiar a mejor. El eje es una niña apodada Mouchette, Mosquita en francés, la cinta transcurre durante 4 días en los que asistimos a la dura vida de esta niña en un pueblo rural galo, que vive precariamente en una pequeña casa, que tiene como padre a un alcohólico que la maltrata, una madre postrada en la cama enferma terminal, una profesora que la ridiculiza, los niños se burlan de ella y los vecinos la llaman entre otras lindezas “cara de rata” o “zorra”, sobrevive en un ambiente que la oprime en el que sus reacciones estan poseídas por el odio que le tiene al mundo, donde un simple coche de choque resulta ser un medio para destrozar lo que le rodea y por una vez ser feliz. La película recuerda bastante al anterior trabajo del realizador “Al azar de Baltasar”, ambiente rural, muchacha protagonista que es vejada, pocos diálogos, bueno esto es lo normal en el director le da toda la importancia a las imágenes para casi negárselo a la palabra, aunque esta hay lugar a la esperanza. La cinta está envuelta en un halo de neorrealismo italiano done la crudeza y brutalidad se nos presenta como algo trivial, las escenas están rodadas con la usual sequedad de Bresson que utiliza magistralmente las sombras, los fuegos y la noche acercándose incluso al expresionismo. Todo ello coronado con el final tan metafórico del conejo atrapado entre salvajes cazadores, chappeau! Cosa habitual en el director las secuencias alegóricas. Recomendable a los que gusten de historias sociales duras de las que dejan calado. Fuerza y honor!!!
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4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
UN REGALO DE BRESSON.
Pues una película muy especial acerca de la marginalidad de una niña a la que todo el mundo da de lado. Ella demuestra ser fuerte y sabe sobreponerse a la situación pese a todos los avatares. Es una niña algo retraída y por eso atrae sobre sí todas las calamidades habidas y por haber, pero el film nos enseña que con una mano amiga todo es posible. Mouchette habla poco pero su semblante lo dice todo, es una chica de pueblo y no acostumbra a tratar con gente sofisticada. Su inocencia nos conmueve aunque la suya no sea la mejor de las suertes. Es una niña torpe y con muchos complejos pero su existencia aparece llena de poesía: profundos mensajes que la vida nos lanza a diario. Recuerda un poco a otra de Bresson: Al Azar de Baltasar, pero sin burro. Yo le doy un ocho porque, repito, que se trata de una peli muy especial para corazones sensibles. Un film hecho con mucho amor y con buenas dosis de compasión. UN REGALO DE BRESSON.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
CRUDA TRAGEDIA
Aquí no hay endulzantes, ni efectos rimbombantes. Ni giros.
Este film de Bresson es como un grito desgarrador, del que no sale ninguna voz. Y si sale, nadie escucha.
Retrato de la desconexión humana, de su galopante miopía espiritual.
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